
I. Año 2332 Cuando el desnudo ángel Deneb Kaitos se sentó en un sillón frente al extenso ventanal, dobló las puntas de sus alas como acto de asombro. La capital del Hemisferio Norte imponía con esos interminables y altos edificios poblando el horizonte y, sobre todo, irradiaba como nada que hubiera visto antes en su milenaria vida; era sobrecogedor verlos, cientos de haces de luces acuchillando en diferentes direcciones. Faltaba poco para el amanecer y ya estaba cayendo en la cuenta de que los mortales no iban a apagarlas en ningún momento. Luego se acomodó sobre el sillón; la textura […]