
Era un frío Mayo cuando tuve que ir a la terminal de ómnibus, en donde debía recoger a una familiar que venía del interior del país. Era tanta la concurrencia en aquella ocasión que tuve que aparcar el coche muy lejos de dicha terminal, pues el estacionamiento del lugar colapsó. Recuerdo perfectamente que una familia entera se había levantado de los asientos de la sala de espera número siete, cuando yo estaba de paso. Encontrar asiento en ese lugar y en esas fechas es un milagro, por lo que no dudé un segundo en aprovechar el momento. Y fue […]