
Al llegar a casa al atardecer, pasé casi sin saludar a mis padres con rumbo hacia mi habitación. Me preguntaron algo acerca de cómo había estado mi día y no sé qué contesté. Me encerré en mi habitación y me dejé caer en la cama sintiéndome terriblemente baja… y sucia. Yo, Luciana Verón, estudiante siempre brillante y de personalidad segura y bien formada, había sido degradada al punto de sentirme la peor basura del mundo y todo había sido obra de una muchachita rubia con aires de engreída… Las sensaciones se encontraban y chocaban, tanto que en algún momento lloré… […]