
DESCUBRIMIENTO: Aún con el paso vacilante, guié a Jesús hacia el ascensor. Usé la llave (no había botón en el sótano, para impedir el acceso a los maleantes) y esperamos a que llegase. Cuando las puertas se abrieron, nos metimos dentro y pulsé el botón del octavo piso, mi planta. El ascensor arrancó y comenzamos a subir, pero se detuvo enseguida en la planta baja, porque algún otro vecino lo había llamado. Se abrieron las puertas y nos encontramos con un quinceañero que vivía un par de plantas por debajo de mí. – Buenas tar… – comenzó a saludar […]