
La noche era fresca y oscura. La lluvia había caído toda la tarde y el césped húmedo mojaba la puntera de sus botas. Lady Godiva trotaba a su lado, tan rápido como lo permitían sus cortas patas, olisqueando aquí y allá y tirando obstinadamente de la correa extensible. Eve vestía un escueto corpiño de cuero, una fina chaqueta sin abotonar que dejaban ver una buena porción de la pálida piel de su escote y una minifalda del mismo material, fino y flexible, que se adaptaba a su culo y sus muslos como una segunda piel. Le encantaba exhibir su cuerpo. […]