
Cuando llegó al mostrador y preguntó por ella, Marina no pudo evitar un suspiro de alivio. Su compañero Juan tenía la espalda hecha un ocho y se pasaba más tiempo de baja que trabajando, así que las había pasado de todos los colores con los sustitutos, pero al ver a Tito, tan sonriente como siempre, no pudo evitar un suspiro de alivio. —¡Hola a todos! ¡Acaba de llegar el prostituto! —dijo Tito a grito pelado haciendo que todos los presentes levantasen la cabeza de sus papeles. Todo el mundo conocía a Tito. Era uno de los más veteranos y más […]