
I Frente a la Capitana se encontraba un adversario sin parangón. Cualquiera pensaría, viéndola con un ligero temblor en las manos y piernas, que la mujer estaba poseída por el miedo y la desesperación. Después de todo al Serafín lo rodeaban incontables soldados yacidos en el suelo, entre el fuego y la destrucción. El ángel, además, era imponente en su físico, amenazante en su porte, con las seis alas extendidas y sosteniendo aquel tridente dorado. Pero, en realidad, Ámbar temblaba de emoción. Y sonreía porque ahora tendría una batalla digna, una batalla que había que pelear porque había algo importante […]