
Aquel hombre, con su mezcla de ferocidad e inocencia, le volvía loca. Ahora se pasaba la mayor parte del día desnuda sólo para exhibirse y provocarle. Y a él le encantaba mirarla. Cuando Jane se movía Tarzán la miraba sin disimulo disfrutando del joven y elástico cuerpo de la mujer esquivando obstáculos o pegando pequeños saltos. Tarzán no se separaba de ella y constantemente intentaba tocarla o acariciarla, al principio lo rechazaba pero poco a poco se iba excitando hasta que sus instintos más primarios se imponían y hacían el amor apasionadamente. Como con su salvaje familia, cualquier excusa era […]