
Pasé dos semanas sin volver a tocar siquiera a Mariana. El asunto con Katia fue peor; y comprendí entonces lo ruin que podía llegar a ser esa muchacha. Me miraba con desprecio, como si el malo de la película fuese yo pero, al mismo tiempo me provocaba con miradas furtivas, con su precioso cuerpo deambulando de aquí para allá, mirándome fijamente cuando hablaba con mi hija y atrapándome con una sonrisa maliciosa en los momentos en que mi debilidad hacía que mis ojos se posasen sobre su cuerpo. No sólo nos había extorsionado, sino que ahora trataba de torturarme. Andrea, […]