
LA FÁBRICA 27 Me giró y me hizo apoyar las palmas de mis manos contra la inmunda pared. Me tomó por las nalgas y, durante algún momento, fue como si las sopesara; las zamarreaba de tal modo de levantarlas y dejarlas caer como si quisiera comprobar si estaban en su lugar. “Cola firme y bien paradita – dictaminó, con voz sibilina y confirmando mis pensamientos -. De las que a mí me gustan” Acto seguido se desabrochó el cinturón y lo arrojó a un lado junto con su teléfono celular que, una vez más, visitaba el piso, separándose de tapa […]