
A FÁBRICA 25 “Bueno, vas a decirnos ahora qué es lo que pasó” – me urgió en tono imperativo Evelyn, deteniendo el auto junto a la acera. No había estacionado en ningún sitio en particular ni tampoco era que hubiésemos llegado a destino alguno. Si aparcó el vehículo, fue simplemente porque consideró que ya era momento de exigirme una explicación de lo ocurrido; tanto ella como su amiga se giraron hacia mí con expresión expectante en sus rostros. “B… bueno… – tartamudeé -; v… verá, s… señorita Evelyn: el s… sereno…” “¿El nuevo?” – inquirió Evelyn, abriendo enormes los ojos. […]