
LA FABRICA 23 Evelyn tomó un bolígrafo de encima del escritorio y se quedó jugueteando con él entre sus dientes; me miraba de un modo que era escrutador y también calculador: ya no había en su rostro ninguna sonrisa sino que, por el contrario, parecía estarse tomando muy en serio lo que fuese que su enferma mente estuviera tramando. Yo, que seguía arrodillada, comencé a temblar de la cabeza a los pies, como si súbitamente cobrara conciencia de los posibles alcances del “pacto” celebrado: no había modo alguno de prever con qué se iba a salir la colorada perversa ahora […]