
LA FABRICA 18 Lo que siguió se me hizo eterno. Ya no soportaba más los consoladores que tenía insertos tanto en mi boca como en mi cola. Claramente pude ver cómo, a través de las claraboyas se empezaban a filtrar haces de luz, con lo cual caí en la cuenta de que ya estaba amaneciendo. El terror, una vez más, se apoderó de mí al pensar en que yo seguía allí; comencé a dar como obvio que el resto de las chicas no se habrían acordado de mí ni de limpiar la fábrica como habían convenido en hacer después. Se […]