¿La infidelidad existe aunque no haya trasvase de fluidos? Esta pregunta lleva años torturando a muchos. Para el autor, los cuernos se manifiestan desde el momento que una mujer o un marido se entrega plenamente a otra pareja aunque sea de modo virtual. ¿Tú qué piensas? ¿Estás de acuerdo o no?
Hoy me has preguntado por mail qué es lo que quiero de ti. Tras pensarlo durante unos instantes, te contesté:
– Por querer, quiero muchas cosas. una noche recorriendo tus pechos con la lengua, un amanecer acariciando tu melena mientras me sumerjo en ti, una mañana con tus piernas entrelazadas con las mías….. Que me regales tus bragas sabiendo que te has masturbado con ellas puestas, Sentir tus labios mientras engulles mi miembro. Azotar tus nalgas y oír tus gemidos al ser poseída por mí.
Mi respuesta te satisfizo e interesada, tecleaste en tu ordenador:
– Dime que te caliento.
Al leerlo, supe que querías jugar y por eso ya excitado, escribí:
– Me pones bruto. Cuando enciendo el facebook, estoy deseando encontrarte y que pidas que te diga guarradas. Releo los relatos que hemos escrito mientras juntos mientras agarro mi pene y me pajeo. Me encantaría mordisquear tus pezones y oír tu acento chileno mientras me pides que te posea. Te juro que de estar frente a ti, mordería tu cuello y con mis dientes te bajaría los tirantes de ese bikini blanco para descubrir el color de tus pezones. En mi mente, son rosados y grandes y en este momento te los estás tocando mientras me imagino que tus pechos tienen el tamaño y la separación perfecta para hundir mi cara entre ellos.
Ya lanzado, recordé que habías dejado a tu marido en tu patria y que estabas sola. Aprovechándome de eso, te solté:
– Y ahora mismo, ¿no echas de menos a alguien que te
susurre en las orejas y que mientras lees mis palabras, te pida que cierres el ordenador y le acompañes al jacuzzi?
Reconociendo mis intenciones, muerta de risa, preguntaste:
– ¿Para qué me ensarte en el jacuzzi?
– Exactamente- respondí. –De ser yo quien te llevara a esa bañera, aprovecharía que las burbujas, acariciando tu sexo, te han puesto caliente para pedirte que te montaras sobre mí. Sé que aceptarías gustosa y cuando ya tuvieras mi pene dentro de tu coño, me apoderaría de tus pechos con mis dientes.
Al leer la descripción de mis deseos, juntaste tus rodillas instintivamente por la agitación que sentías en tu entrepierna y casi temblando, escribiste:
– No seas malo, recuerda que estoy casada…
– Sabes que eso nunca me ha importado. Tu estado civil lejos de cortarme, me excita por el peligro que un día mientras te estoy follando nos sorprenda tu marido.
Fue entonces cuando el morbo de poder ser descubierta, te impulsó teclear:
– Juguemos a que me dices eso mientras me ensartas y me metes un dedo por el culo.
Conociéndote supe que en ese momento, te estarías pajeando al otro lado de la red y queriendo incrementar tu calentura, contesté:
– Al oír cómo gimes al sentir mi dedo en tu culo, pellizco uno de tus pezones mientras junto otro dedo dentro de tu ojete.
Imbuida en tu papel, usaste la web para implorarme:
– ¡Apriétame las nalgas! ¡Enséñame quien manda!
Leí tu ruego sentado en la silla de mi despacho y sabiendo que te tenía a mi merced, letra a letra fui pulsando las teclas de mi computadora:
– No solo apretaría tus nalgas sino que sacando de una bolsa un enorme consolador, lo usaría par empalarte por el culo mientras mi verga campea en tu sexo. Y entonces con tus dos orificios asaltados por mí, me oirías decir: -Eres una zorrita.
– Me encanta- respondiste metida en el juego y mientras seguías torturando tu clítoris en la intimidad de tu habitación, te atreviste a preguntar: – ¿Te gustaría follarme?
Sacando mi pene de su encierro, respondí:
– Me enloquecería y más aún ver tu cara de puta mientras te penetro. Si algún día llegamos a conocernos, sé que no podrás aguantar tu calentura cuando te empiece a acariciar mientras cenamos en un restaurant.
Al leer que me había olvidado de la escena en la que ya te tenía en mi poder en una cama, me pediste que volviera a cuando te tenía ensartada con el consolador diciendo:
– Yo no pararía de gemir al sentir mis dos agujeritos rellenos por ti y disfrutando como una perra, lamería de un lengüetazo tu boca recordándote que estoy casada.
Tu insistencia en recordar al sujeto con el que te ataste en una ceremonia me hizo saber que te ponía la infidelidad y por eso proseguí incrementando tu excitación escribiendo:
– Mordiéndote esa lengua que busca mis besos, te agarraría las nalgas, putita mía. Conozco tus deseos y sé que tu mayor deseo es que te ponga en mis rodillas y azote tu culo mientras te digo que eres una golfa infiel.
– Aaaahhh, sigue…en el jacuzzi
Tu gemido aunque fuera a distancia, me obligó a seguir diciendo:
– Esperaría a que me lo pidieras en voz baja mientras hundes tus uñas en mi espalda. Al sentir el arañazo y sin solicitar tu opinión, te colocaría de esa forma y lanzaría una serie de mandobles sobre tu culo mientras meto dos dedos dentro de tu coño.
– Ahhhhhhhh.
– Tus quejas azuzarían mi lado perverso y separando tus bellas nalgas, hundiría mi lengua en tu esfínter a la vez que pido que te masturbes en mi honor
– Sigue, sigue… Estás haciendo cornudo a mi esposo….
Tu evidente excitación me indujo a meter mi dedo en tu herida diciendo:
– Si cazaras sabrías que tu marido es medalla de oro por la cornamenta que exhibe cuando hundo mi lengua dentro de tu culo. Y reconocerías muy a tu pesar que mi pene es la escopeta con la que oteas su reacción por dejarte tan sola.
– Ahhhhhhh.
– El sabor agrio de tu culo lejos de molestarme, me excitaría y por eso penetraría todavía más entre los músculos circulares de tu ojete, usando mi húmedo apéndice como instrumento.
– ¡Para! O me vas a convertir en tu puta……
Esa confesión escrita me hizo gracia y por eso te contesté:
– No te voy a convertir, ya eres mi puta aunque sea por internet. Jajaja- tras lo cual seguí calentándote al escribir: -Teniéndote abierta de piernas, acariciaría tus nalgas mientras te alzo en mis brazos para acto seguido llevarte con mi dedo dentro de tu culo hasta la cama donde pienso poseerte. La sorpresa no te dejaría reaccionar cuando te cogiera de tu rubio pelo y te sodomizara brutalmente mientras protestas por mi violencia.
– ¡Cómo me pones!- descompuesta tecleaste al sentir como si fuera realidad mi miembro rompiendo tu culo.
Tu entrega aunque fuera virtual, me permitió decirte:
– Cogiendo impulso, usaría mi pene para machacar sin pausa tu trasero mientras piensas que tu marido nunca se podría imaginar que su esposa es una puta en mi teclado. Con ello en tu mente, agarraría tus pechos y comenzaría a cabalgar sobre tu culo mientras me rio de tus sollozos.
– Eres un cabrón pero sigue…
Aunque no necesitaba tu permiso, me complació leer que estabas cachonda y tratando de dar todo el morbo posible a mis palabras, proseguí:
– Sabes que estás disfrutando poniendo cuernos a tu marido y aunque eso va en contra a la educación que recibiste en tu casa, no lo puedes evitar. Tu madre era una mujer dedicada a su esposo mientras tú aprovechas la ausencia del tuyo para dejar que un desconocido te use a su antojo. Por ello contra tu voluntad notas que tu coño te pica y llevando tus manos hasta tu clítoris te empiezas a masturbar mientras mi sexo campea libremente dentro de tu culo.
Tu respuesta no pudo ser más gráfica:
– Con tu pene mi trasero, me daría la vuelta y con mi cara sudada, te preguntaría: ¿te gusta encularme?
Muerto de risa, escribí:
– Es una sensación sin par sodomizarte mientras pienso que en Santiago tu marido se come los mocos creyendo que su mujer le es fiel. Tu orgasmo coincide con el mío y sacándola de tu culo te miro y te digo: ¡ya sabes que hacer! (¿Qué harias?)
– Abriría mi boca grande y me tragaría tu polla.
Siguiendo ese juego, respondí:
– Y yo te agarraría de las orejas y presionando tu cabeza la metería hasta el fondo de tu garganta mientras reprimes tus ganas de vomitar, sabiendo que de hacerlo te azotaría sin piedad. Al comprobar tu sumisión, como una muñeca sin voluntad, movería tu cabeza para follarte tu boca- momento en que te pregunté- ¿Qué estás pensando al sentir mi glande entrando y saliendo de tu garganta?
– Que soy tu puta, tu guarra.
– ¿Y qué dirías al saborear mi semen mientras mi pene golpea tus mofletes por dentro?
– ¡Dame más!
Tras lo cual, me sorprendiste, diciendo:
– Repentinamente dejo de mamártela y corro hacia la puerta intentando escaparme.
Comprendí que querías conocer mi reacción y poniéndome en esa situación, te respondí:
– Te persigo y tirando de tu pelo te exijo que sigas mamando mientras te amenazo con atarte durante toda una noche y llamar a tres amigos para que te follen uno detrás del otro.
– Uhmmmfff , te la volvería a mamar, jaja
– Tu rápida respuesta me confirma que deseas que lo haga realidad y por eso mientras oigo tus protestas, te llevo hasta tu cama y usando las corbatas de tu cornudo, te ato al cabecero.
Desde tu habitación leíste lo que había escrito y me pediste que volvieramos atrás diciendo:
– Quiero follar contigo por el chat. Acorrálame contra la pared y mientras me follas la boca con tu lengua, quiero que me estrujes el culo.
Mas excitado de lo que nunca me imaginé al estar chateando por internet, reescribí la escena diciendo:
– Persiguiéndote, te alcanzo en la puerta de mi piso y lanzándote contra la pared, te beso metiendo mi lengua hasta dentro de tu boca mientras estrujo tu culo. Mi violencia te excita y por eso usas tus piernas para abrazarme mientras intentas llevar mi pene hasta tu coño. Contigo en mi poder, te grito: – ¿No sabes que eres mía? Nunca podrás evitar ponerte cachonda conmigo. ¡Eres mi PUTA! ¿Lo entiendes?
– Sí…….soy tu puta.
– Y las putas ¿Que hacen?- pregunté mientras hundía mi verga entre los pliegues de tu sexo
– Son folladas por su macho.
– Y ¿quién es tu macho? ¿Tu marido o Golfo?- insistí y mientras respondías comencé a mamar de tus rosadas areolas.
– Suspiraría y acariciaría tu pelo mientras tu cara está en mis tetas.
Al sentir que estabas intentando evadir tu respuesta, indignado volví a la carga:
– Contesta puta. ¿Quién es tu macho?- insistí mordiendo uno de tus pezones de manera virtual pero no por ello menos brutal.
– Tú.
– Di mi nombre, ¿Quién es el hombre por el que estás ahora cachonda? Reconoce que me buscas en el face para sentir tu coño húmedo una y otra vez.
– Golfo….
Sabiendo que necesitaba tu completa claudicación y que de nada me valía ese mero reconocimiento, insistí:
– Confiesa que te gustaría hacer realidad todas nuestras aventuras mientras piensas en que sentirías mientras me empiezo a mover dentro de tu coño.
Comprobé tu rendición al leer:
– ¿Vas a follarme?
Y cómo queriendo saber si tus sentimientos eran compartidos, usando tu teclado, preguntaste:
– ¿Te caliento??
– Sí, y lo sabes. Me gustaría verte desnuda. Disfrutar de la tersura de tus pechos mientras separo los pliegues carnosos que escondes entre tus piernas.
No contenta con mi respuesta, escribiste:
– Dime con todas sus letras que te caliento y que eres mi macho.
No me costó reconocer en tí la urgencia de ser parte de mi propiedad y por ello te contesté sinceramente:
– Me calientas porque eres mi hembra y yo soy tu único macho. Sé que esta noche soñarás conmigo, con ese maduro que te dice guarradas y que hace sentirte mujer sabiendo que al otro lado tiene la verga parada esperando tus caricias.
Habiendo resuelto tus dudas, volviste a la escena idílica que estábamos narrando diciendo:
– Estás follándome contra la puerta….
Siguiendo tus deseos, describí tu entrega escribiendo:
– Mi pene está golpeando la pared de tu vagina mientras te follo con tu espalda presionando la misma puerta que quisiste cruzar al huir de la evidencia que eres mi zorrita.
Al leer escrito lo que ya sentías en la humedad de la gruta que tienes entre las piernas, nuevamente me imploraste:
– Dime que me follas a pesar de ser la mujer de otro.
– Te follo siendo la mujer de otro legalmente pero sabiendo que tu coño se mantiene caliente al pensar en mí y por eso incremento la velocidad con la que machaco tu interior con mi verga.
Habiendo obtenido tu capricho a través del monitor de tu ordenador, incrementaste la velocidad con la que te masturbas, mientras con la mano libre escribías en el chat:
– Aahhhhh. Muérdeme el cuello. Dame lametones. Hazme un chupetón.
«Mi zorrita está excitada», pensé mientras intentaba dar cauce a tu excitación a través de mi teclado:
– Sensualmente echas tu cabeza hacia la izquierda, insinuando lo que deseas. Obedeciendo tus deseos, abro mi boca y llevándola hasta tu cuello, la cierro sobre el mientras estrujo tu culo con mis manos. Tu chillido me excita y sacando la lengua lamo tu cara, tus ojos, tus mejillas y tu boca dejando el olor de mi saliva sobre tu rostro.
– Sigue….te deseo. Me has calentado.
– Mi lado perverso me obliga a decirte que abras la boca y al hacerlo dejo que mis babas se introduzcan dentro de ella mientras te sorprendes al notar que mi salivazo ha mojado aún más tu coño.
– Dime que soy tu hembra….
– Al notar su sabor me preguntas porque lo he hecho y mordiéndote la oreja, te digo: ¡Estoy marcando mi hembra!. Al igual que un lobo marca su territorio con su orina yo te he marcado con mi saliva. Y antes que me respondas, llevó mi boca nuevamente a tu cuello con la intención de dejarte un chupetón en la mitad para que mañana al volver al trabajo tus compañeros sepan que ya tienes un macho que te folla en España.
– Sigue…emputéceme.
– En ese momento me sorprendes al ponerte de rodillas y decirme: ¡Soy una loba!. Al escucharlo de tus labios, suelto una carcajada y metiendo un dedo en tu culo, te llevo ensartada con él hasta la cama. Una vez allí, te dejo un instante esperando y dejo la puerta de la habitación entre abierta. Al verlo, me preguntas el porqué. Muerto de risa, cojo el teléfono y llamando a la cocina del hotel, pido que nos suban unos sándwiches. ¡No tengo hambre!, protestas deseando volver a empalarte con mi pene pero entonces te contestó que es una excusa para que el camarero vea lo puta que eres mientras saltas sobre mi verga.
Durante unos segundos permaneciste callada. Conociéndote sabía que en ese preciso instante debías de estar retorciéndote en la silla. Por ello sin esperar tu respuesta, te pregunté:
– Dime princesa, ¿qué pasaría por tu mente al ver entrar al empleado con la bandeja? ¿Te pondría cachonda que trajera la cuenta para que yo se la firmara mientras miraba de reojo tus tetas botando a la vez que metes y sacas mi miembro de tu interior?
– Ay sigue…..
– Imaginate que queriendo forzar tu calentura, le digo que quiero pagar con mi tarjeta y que la agarre de mi cartera que está bajo tus bragas chorreadas en la mesilla.
– Me encanta- respondiste totalmente entregada a esa perversión,
– El tipo cortado, las coje con dos dedos y al hacerlo le llega el aroma a hembra que mana de ellas, Tus gritos y el olor le hacen preguntarme mientras me pasa el bolígrafo: -¿le importaría apuntar el teléfono de su puta en el recibo?. Está muy buena la rubia y se nota que es una zorra dispuesta.
Recreándote y todavía con ganas, me pediste que aclarara si te tenía en cuatro o en cambio permanecía tumbada sobre las sábanas en plan misionero.
– Misionero, para que disfrute el tipo del vaivén de tus melones mientras te follo
Visualizando en tu mente esa imagen, no pudiste evitar preguntarme si me gustaban tus melones:
– MUCHO- respondí – Estoy seguro que me enloquecería mamar de ellos mientras te estrujo el culo con mis manos y de tener una foto, me pajearía en tu honor para acto seguido mandarte una imagen con mi pene derramando mi simiente sobre ellas.
– Sigue, cabrónazo…… haz que se vaya el camarero.
– Soltando una carcajada, firmé la nota sin acceder a sus deseos pero poniendo en su mano una buena propina.
Interrumpiendo teclaste:
– Al verlo salir girándose continuamente para fijar en su retina cómo mis tetas se banbolean sin parar me rio y te insulto diciendo: Eres un hijo de puta, folla casadas.
– Tus insultos me hicieron gracia y por eso te tumbé sobre las sabanas y sin pedirte opinión agarré dos de mis corbatas y te até al cabecero con ellas.
Muerta de risa y excitada, me preguntaste qué iba a hacerte y cómo iba a seguir abusando de ti:
– La indefensión de saber que la puerta seguía abierta de forma que cualquiera que pasara por el pasillo, te vería en pelotas y atada sobre el colchón, te excitó y más cuando me viste llegar del baño con mi maquinilla de afeitar y un bote de espuma en la otra mano.
– Cabrón, se va a dar cuenta que me lo he afeitado- protestaste desde el otro lado de la línea.
– Haciendo oídos sordos a tu queja, lentamente, esparcí la espuma por tu sexo y mientras acariciaba tu clítoris mojado, susurré en tu oido: -Te voy a afeitar ese coño peludo que tienes. A ver que le dices a tu marido cuando vea que lo tienes depilado como una puta.
– Me pones a cien- confirmaste.
Sabiendo que no podía dejar que te enfriaras, proseguí;
– Cogiendo la guillete comencé a retirar el antiestético pelo púbico de tu coño. Cada vez que retiraba una porción de la crema de tu piel y con ello, una parte del bosque que cubría tu chocho, te daba un lametazo consolador sobre la fracción afectada.
– Dime que te caliento…cabrón….
No mentí al contestar:
– Tengo mi polla tiesa al pensar en tu coño. Me excitas putita.
Al leer que confirmaba lo que para mí era evidente me pediste que continuara.
– Poco a poco, las maniobras sobre tu sexo, hicieron que este se encharcara y sabiéndote indefensa, seguí arrasando con el rubio vello que enmascaraba tu coño. -Te lo voy a dejar como el de una quinceañera- murmuré en tu oreja mientras la mordía.
– Me haces sentir tuya….. maldito infiel…
– Tu calentura y la imposibilidad de moverte, hizo que meneando tus caderas me pidieras que te follara pero haciendo oídos sordos a tus deseos, pacientemente terminé de afeitar tu coño y tomando mi móvil, lo fotografié repetidamente mientras te amenazaba con mandar esas imágenes al cornudo de tu marido.
Atropelladamente me pediste que siguiera.
– Tus gemidos se hicieron gritos cuando recuperando el consolador, te lo incrusté a su máxima potencia, diciendo: -Sonríe que quiero dejar constancia del estreno de tu nuevo chocho, Tu cara de zorra fue un indicio del morbo que te daba ser inmortalizada con ese enorme aparato en tu interior y por ello comencé a menearlo sacando y metiéndolo de tu interior mientras pellizcaba tus tetas.
– Sodomízame duro. ¡Que me quede claro que soy tu hembra!
– No esperabas que liberando una de tus manos te diera la vuelta sin dejar de penetrar con el consolador tu sexo y volviéndote atar, te dijera: -¿estas preparada para que te dé por culo a pelo?
– ¡Estoy cachonda.
– No respondiste y comprendiendo que con tu silencio me dabas el permiso que necesitaba, separé las dos nalgas con mis manos y acercando mi glande a tu ojete, apunté y de un solo empellón, te lo clavé hasta el fondo.
– Cierra la puerta….deseo gemir mucho.
– Tu grito se debió de oir hasta la recepción del hotel pero no por ello me compadecí de ti y sin dejar que te acostumbraras a tenerlo campeando en tus intestinos, machaqué sin pausa tu culo mientras me pedías que cerrara la puerta: -Ahora, no. Primero quiero demostrarte que eres mi hembra y que yo soy tu dueño- respondí cogiendo tu melena y forzando tu espalda al tirar de ella.
– No pares- leí tu entrega en la pantalla.
– El dolor y el placer se mezclaron en tu mente mientras temías que en cualquier momento alguien entrara por la puerta, alertado por el volumen de tus gritos. De haber estado libre, te hubieses arrodillado ante mí y me hubieses pedido que te dejara levantarte pero en tu estado solo pudiste seguir gozando mientras rogabas que nadie apareciera.
– ¡Me corro!- reconociste desde la mesa de tu despacho.
Quise seguir zorreando pero saber que te habías corrido, azuzó mi muñeca y releyendo nuestra conversación durante un par de minutos me pajeé hasta que mi sexo explotó dejando pringada la pantalla de mi portátil.
– ¿Estás ahí?- preguntaste confundida por mi silencio.
– Sí- contesté todavía con la respiración entrecortada.
No fui capaz de reconocerte que justo en ese momento mi semen amenazaba con estropear mi ordenador, en vez de ello tecleé:
– Disculpa pero tuve que atender a un cliente.
Fue entonces cuando cruzando la barrera que nos habíamos auto impuesto me rogaste que querías verme en persona. Ni siquiera contesté, molesto apagué el ordenador pensando en que era imposible y que si lo hacía tú, mi querida amante virtual, descubrirías que te había mentido y que aunque muchas veces te había hablado de los veinticinco centímetros de mi verga, todo era mentira…
No soy GOLFO sino GOLFA y entre mis piernas existe un vacío que por mucho que intento llenar con mi imaginación sigue existiendo. No tengo pene, polla, ni trabuco ni nada…¡SOY UNA MUJER!