
Reconozco que la primera vez que vi a esa señora no me llamó la atención. Para entonces y recién divorciado, mis intereses iban por alguien más joven. A raíz que mi mujer me dejara por un antiguo novio, llevaba la vida de soltero maduro y era rara la semana que no conseguía levantar a una treintañera en busca de pareja. Quizás por eso no me fijé en la suegra de mi hijo. Cuando me la presentó pocos días antes de la boda, Helga me pareció la típica noruega de cincuenta años. Con su metro ochenta era demasiado alta para mí […]