Domingo, 15 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

 
No he sido capaz. No me he confesado. Soy un imbécil, me ha faltado valor para confesarle mis pecados a un cura que no conozco. Sólo confío en el padre Rafael. He asistido a misa con mamá y papá, pero no he entrado al confesionario.
Me estaría bien empleado. Si esta noche me muero, voy derechito al infierno por estar en pecado mortal.
Qué asco me doy.
 
Domingo, 15 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
Menudo coñazo de día. Todo el día aquí metidos.
Un par de horas de estudio, con tía Lara zumbando por allí como un moscardón. Nada de nada.
Lo único interesante que ha pasado fue cuando se fue la luz por la noche. Aquí, en medio del campo, no podíamos saber si el corte era general o si habían saltado los plomos. Hemos estado una hora buscando con linternas a ver dónde coño estaban sin resultado alguno. Al final, hemos tenido que llamar a los dueños que nos han dicho que están fuera de la casa, en una caseta que hay al lado que es un antiguo establo donde guardan herramientas y cosas así.
Papá y el tío los han encontrado y han vuelto a activarlos. Bueno, por lo menos con luz, he podido escribir esto.
 
Lunes, 16 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Ya está. Es oficial. La cosa se me ha ido definitivamente de las manos.
Bego tiene razón. Soy una puta del carajo.
Hoy han vuelto a marcharse todos. Y por un buen rato, pues mamá quería comprar unas cosas, así que han ido a  la ciudad, no al pueblo. Francisco estaba de nuevo a mi merced.
Pero el meapilas me estaba aguardando…
Cuando se han marchado todos después de comer, he bajado a ver qué estaba haciendo.
Estaba sentado en el sofá, justo donde el otro día… Esperándome.
“Te vas a cagar” he pensado y he subido a cambiarme. Nada de bikini esta vez, unas braguitas y un sostén bajo la camiseta. A hierro.
En mi cabeza me repetía una y otra vez que lo estaba haciendo para burlarme de él, para vengarme por lo que me hizo en el pueblo, pero si esa era la razón… ¿por qué estaba tan excitada?
He repetido el numerito, me he tumbado a su lado con el culo en pompa. No he podido evitar sonreír cuando he visto en el reflejo del cristal cómo se quedaba con la boca abierta al ver que esta vez llevaba puestas unas braguitas, que para más inri se me habían metido un poco entre las nalgas, dejando una buena porción de culo a la vista.

Le he dejado regalarse la vista un buen rato, devorándome con los ojos, poniéndose cada vez más cachondo. Pero, por desgracia, lo mismo me estaba pasando a mí.

Bruscamente, me he vuelto y me he puesto boca arriba en el sofá, mirándole directamente. He colocado los pies apoyando los talones en su muslo, cortándome un poquito, en vez de hacerlo directamente en su paquete como estaba deseando hacer, pero he intuido que sería demasiado para él y que se largaría disparado. Y yo no quería que se fuera.
Como quien no quiere la cosa y en un intento de tranquilizarle, he empezado a charlar con calma, diciéndole que la tele era un rollo, que era mejor que habláramos un rato.
Más calmado (creo que al ver que mis pies se quedaban quietecitos sobre su muslo), me ha dicho que vale, aunque seguía un poco avergonzado, pues, al volverse hacia mí, podía seguir viendo sin problemas mis braguitas que asomaban bajo la camiseta. He encontrado monísimo el ver cómo se ruborizaba cada vez que no podía aguantar más y sus ojos se apartaban subrepticiamente de los míos y echaban un disimulado vistazo a mi entrepierna.
Y claro, yo he ayudado abriendo progresivamente los muslos para darle un buen espectáculo…
Con la atención dividida entre donde debía mirar y donde no, Francisco no ha prestado atención a lo que decía, así que se ha mostrado menos reservado que otras veces, con lo que, poco a poco, he llevado la conversación hacia donde yo quería.
Ya sabía que no había tenido novia y, aunque estaba bastante segura de que era virgen, no sé por qué quería oírselo decir.
Cuando él lo ha admitido sin tapujos, me he sentido un poco descolocada, aunque, bien pensado, no es tan extraño que lo diga sin problemas, pues con una familia tan religiosa, era normal que le hubieran lavado el cerebro para llegar virgen al matrimonio.
Entonces un pensamiento se coló en mi mente sin poderlo evitar: “Eso habrá que solucionarlo” dije para mí, admitiendo por fin lo que llevaba días tratando de negar… Quiero follarme a mi primo.
Ese pensamiento me ha sosegado, me he sentido calmada, en paz. Mi objetivo había cambiado… Ya no era tratar de seducir a mi primo para devolverle la humillación sufrida el sábado anterior (si es que en realidad ése había sido mi objetivo alguna vez). Ahora quería seducirle… y punto.
Joder, cómo me mojé al pensar eso, creo que estuve a punto de correrme. Mi coño se mojó tanto que se notaba una manchita de humedad en la tela de las bragas, que mi primo miraba ya sin recato, con las pupilas dilatadas y la respiración agitada. Parecía un toro a punto de embestir. Y eso quería yo. Que me embistiera.
“Entonces… ¿Nunca has visto un coño?” Le pregunté sin tapujos, tirándome a degüello. Su mirada se alzó bruscamente, clavando sus ojos en los míos. Su expresión era suplicante, cómo preguntándome que por qué le hacía esto… Lentamente, negó con la cabeza, implorándome que no le torturara más…
Pero yo estaba demasiado caliente para compadecerme de él, quería oírselo decir…
“¿En serio? ¿Estás seguro de que no? Mira que la mentira es un pecado mortal” le dije separando todavía más los muslos.
Por fin, con un hilo de voz, Francisco admitió que me había visto a mí, con el rostro tan encendido que parecía estar a punto de salir ardiendo.
“Así me gusta. Me encanta que seas sincero. La sinceridad obtiene recompensa” insistí mientras él me miraba sin comprender.
Le pregunté si le había gustado verme y él, ya derrotado, asintió en silencio.
“¿Y querrías vérmelo otra vez?” pregunté por fin. Su cabeza se alzó como un resorte, mirándome con ojos asustados. Durante un segundo, pensé que iba a volver a largarse, pero la excitación pudo más y volvió a decir que sí.
Me sentí exultante. Triunfadora. Caliente como una perra.
“Te lo enseñaré… si tú me enseñas el tuyo”
Ahora, en la intimidad de mi cuarto, me río de esa frasecita. Parecía una niña de diez años tonteando con su primo, pero, en el fondo, la frase me pareció muy adecuada.
Y a Francisco también.
Lentamente, deslicé una mano temblorosa por la excitación sobre mi cuerpo, viajando hasta el borde de la camiseta, que subí unos centímetros, hasta dejar mis mojadas braguitas por completo a la vista.
Deslizando un inquieto dedo por el borde de la braguita, aparté levemente la tela de mi hirviente coñito. Me costó hacerlo, pues la tela se había pegado a los labios vaginales debido a la intensa humedad que brotaba de mi coño y el calor que sentía hacía parecer que tenía un volcán entre las piernas…
Francisco me miraba petrificado, con los ojos abiertos como platos, casi sin respirar.
Suavemente, le he dado permiso para que se acercara y observara mejor y él, muy despacio, se ha incorporado quedando de rodillas sobre el sofá, lo que me ha permitido observar el formidable bulto que se había formado en su pantalón., que ha provocado que se dibujara una libidinosa sonrisa en mi rostro.
Para ofrecerme mejor a él, he bajado la pierna izquierda del sofá, hasta apoyar el pié en el suelo y he alzado la derecha hasta dejarla reposar en el respaldo. Resumiendo, que me he abierto de patas como una puta.
Francisco se ha inclinado hacia mí, acercando el rostro a mi entrepierna, hundiendo la cara entre mis muslos, haciéndome desear con ardor que se armara de valor y posara de una vez su boca en mi coño. He llegado a sentir su cálido aliento… pero no se ha atrevido. Quizás si se lo hubiera pedido…
De repente, se ha incorporado bruscamente, con una expresión horrorizada en el rostro. La lucha interna en su interior era casi palpable, se veía que se enfrentaban con saña sus impulsos con la reprimida educación que había recibido.
Y me he decidido a intervenir.
“Ahora tienes que cumplir tu parte del trato” le he dicho mientras me incorporaba a mi vez y quedaba sentada a su lado. Él me ha mirado, sin comprender qué quería decir yo, hasta que, sin pensármelo dos veces, he llevado mi mano a su entrepierna y he aferrado su durísima polla por encima del pantalón.
Joder, qué cachonda me he puesto, el corazón ya no me latía en el pecho, sino directamente en el coño y he tenido que apretar con fuerza los muslos para reprimir el estallido que estaba a punto de producirse. Dominada por el deseo, he aferrado con fuerza esa verga, palpándola, acariciándola, mientras Francisco se derretía y gemía desesperado.
Y ha sido él el que ha acabado explotando.
Qué estúpida he sido, no debería haberle excitado tanto. No tenía ninguna experiencia…
Francisco se ha corrido a lo bestia en el pantalón. Mi mano se ha manchado de semen a pesar de que estaba separada de su polla por la ropa. El pobre se ha apartado de mí con brusquedad, avergonzado por lo que acababa de suceder.
Yo he tratado de calmarle, de decirle que no pasaba nada, pero él me miraba horrorizado, con una expresión que ya había visto antes la noche de la discoteca.
Y ha salido disparado escaleras arriba, dejándome atónita… y caliente a más no poder.
Por primera vez en mi vida… he seguido a un tío que me había dejado tirada y he subido tras él.
He llamado a su puerta y como no abría, he intentado hacerlo yo, pero el pestillo estaba echado.
Entonces he escuchado su voz sollozante que me pedía, me suplicaba que me fuera…A duras penas he conseguido sofocar el ansia de aporrear la puerta y rogarle que me dejara entrar. Por fortuna, todavía me quedaba una pizca de orgullo.
Enfadada, he siseado que era un mierda y un cabrón y me he encerrado en mi cuarto dando un portazo.
Entre lágrimas, he sacado el consolador del cajón y me he masturbado con furia. No sé cuantas veces me he corrido, pero apenas si me he aliviado.
Me siento sucia, baja, escoria, una completa puta… No comprendo cómo puedo estar así por un tío que ha vuelto a humillarme…
No debería haber venido aquí este verano. Me siento como una mierda.
 

Lunes, 16 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

 
Soy basura. Estoy condenando mi alma al infierno una vez tras otra. Voy a pasar mil eternidades en el averno… y me lo merezco.
Soy un cerdo. Esta mañana estaba decidido a esquivar a Cristina, ni siquiera he ido a la piscina para no verla en bañador, para evitar la tentación.
Pero, al verla durante el almuerzo… me quería morir. Sólo puedo pensar en ella.
No me he atrevido ni a hablarle, pero cada vez que ella me miraba, el corazón me daba un brinco en el pecho.
Tras terminar estaba decidido a recluirme en mi cuarto, pues mis padres y mis tíos volvían a dejarnos a solas. Debería haberme ido con ellos pero… no quería hacerlo.
Soy débil, soy escoria. Me he sentado en el salón… y he rezado porque ella viniera.
Y lo ha hecho.
Ya sé que está jugando conmigo, ya sé qué clase de mujer pecaminosa es, pero no puedo evitarlo, no puedo resistirlo. Progresivamente, va llevándome un paso más allá, en una inacabable espiral de depravación… me pregunto si no será un demonio en realidad que ha venido a apoderarse de mi alma… Si es así, no le está costando mucho esfuerzo.
Esta vez iba en ropa interior, que ha exhibido impúdicamente ante mí, sin vergüenza alguna. Las últimas dudas que me pudieran quedar sobre ella se han evaporado mientras separaba los muslos sin ningún recato y me invitaba a mirar.
Y que Dios me perdone… Lo he hecho.
Ni siquiera me he parado a pensar, más bien, no he pensado nada en realidad, con la mente completamente en blanco. La muy pécora me ha obligado a admitir que había visto su vagina desnuda y entonces, como último paso en mi degradación… se ha ofrecido a mostrármela otra vez.
Virgen santa, soy tan débil…
Y el monstruo, en vez de conformarse con eso… Me ha tocado. Y el placer que sentí cuando lo hizo… Jamás había experimentado nada igual. He eyaculado como una bestia salvaje, sin control  y me ha costado horrores resistir la tentación de arrojarme sobre ella, arrancarle la poca ropa que llevaba y violarla.
Pero lo logrado, me he controlado y he huido despavorido de allí. Pero el maldito súcubo me ha perseguido, tratando de condenar mi alma…
Qué estúpida. Si mi alma está ya condenada. Mientras ella me pedía con su voz tentadora, cálida e insinuante que la dejara entrar en mi cuarto, yo estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la puerta, masturbándome con furia.
Revolcándome en mi crapulencia.
No debería haber venido aquí este verano. Me siento como una mierda.
 
Lunes, 16 de Agosto. Madrugada. Diario de Cristina
 
¡HIJO DE PUTAAAAAA! ¡LO HA VUELTO A HACER! ¡PERO CUANTAS VECES VOY A PERMITIR QUE ME HUMILLE ESTE NIÑATO!
¿Qué pasa conmigo? ¿Dónde está Cristina? ¿Quién es esta estúpida zorra que me mira llorosa desde el espejo, que está demasiado alterada para poder dormir, que tiene que ponerse a volcar su ira en su diario para no empezar a pegar gritos?
¿Quién es esta extraña?
Joder, qué asco me doy. A lo que he quedado reducida…
No lo entiendo, ¿por qué me rechaza una y otra vez? ¿Y por qué le permito que lo haga?
……………………….
Después de lo sucedido por la tarde, no me he animado a bajar a cenar. Mamá ha subido a hablar conmigo y le he dicho que no estaba bien, que me iba a venir la regla, así que no me ha importunado y me ha dejado descansar.
Pero yo no he hecho otra cosa que pensar en Francisco.
¿Por qué me tiene así? ¡Si es un pringado! ¿Será porque quiero lo que no puedo tener? ¿Me interesa únicamente porque se me resiste? ¿Tan superficial soy?
Probablemente sí.
Cuando no he podido más, he tenido que salir del cuarto para ir al baño a mear y claro, con mi puta suerte, he tenido que encontrarme con él. No he podido aguantarme y le he susurrado en voz baja que es un cabrón y que espero que se muera. Me ha mirado con cara de cachorrillo herido, pero no me he dejado conmover.
Le he dicho que era un mierda y que ni siquiera tenía cojones para cumplir su palabra. No sé qué coño más le he dicho antes de encerrarme en el baño. Estaba que hervía de rabia. Pero me sentía contenta, pues prefería con mucho hervir de rabia… a hervir por lo otro…
Me he acostado temprano, agotada, pero ni aún así he logrado dormir, pues, en cuanto cerraba los ojos, veía el rostro de Francisco, sentía su aliento entre mis piernas, la dureza de su polla entre mis dedos…
No podía más, estaba de nuevo caliente al máximo. Enfadada conmigo misma, he rebuscado en el cajón y he sacado mi consolador. Me he quitado las bragas limpias que me había puesto tras mi humillante sesión con mi primo y las he tirado al suelo con rabia. He empezado a juguetear en mi coño con el juguete, acariciando los labios, para excitarme, pero era innecesario, pues ya estaba a mil.
Lentamente, me lo he metido en el coño, provocándome un suspiro de placer. Deleitándome con su dureza, lo ha sacado muy despacio y he empezado a acariciarme el clítoris con él, encendiéndolo para que las vibraciones del motorcillo enviaran oleadas de placer a mi cerebro.
Entonces me he dado cuenta de que no estaba sola. Asustada, he encendido la luz de la mesilla y me he encontrado con Francisco, que me miraba extasiado de pié junto a mi cama. No sabía cuánto rato llevaba allí.

Debería haberle gritado, haberle estampado el consolador en la cabeza, haber despertado a todos los demás acusándole de haberse colado en mi cuarto, mi venganza estaba allí, al alcance de mi mano… podría haberle humillado para siempre….
Pero lo único que sentía era felicidad porque él estuviera allí, a mi lado.
Excitada a más no poder, no le he dicho nada, simplemente he mirado su rostro, gozando enormemente por la expresión de lujuria que mostraba, sabedora de que él me deseaba tanto como yo a él.
He seguido masturbándome lentamente, sin dejar de mirarle, exhibiéndome para él, demostrándole que era completamente suya…
Francisco se ha quitado entonces la camiseta, permitiéndome deleitarme con su torso desnudo, con el bien moldeado cuerpo que me tenía robado el sueño.
Pero mi mirada se ha detenido sólo un instante en su cuerpo, pues enseguida he clavado los ojos en su entrepierna, donde un tremendo bulto amenazaba con hacer estallar en cualquier momento sus slips… Qué cachonda me he puesto.
Con un gesto de la mano, le he indicado que se sentara el colchón, a mi lado. Para mi infinita alegría, no ha dudado ni un momento y se ha sentado junto a mí. Con dulzura, ha acariciado mi rostro con sus dedos, y yo los he besado, lamido con cariño mientras él seguía acariciándome.
Ya no podía más, así que he agarrado esa mano con las mías, y muy lentamente, la he llevado hacia abajo, entre mis piernas, para que él continuara con el trabajo que estaba haciendo yo segundos antes.
 

No se ha resistido en absoluto, se ha dejado conducir hasta mi coño y cuando sus dedos han tocado por fin mi piel… UFFFFFFFFF. Me he corrido instantáneamente, ha sido increíble.

Él me miraba confundido, sin saber muy bien lo que acababa de pasar, lo que me ha hecho mucha gracia. Más calmada, he decidido explicarle que acababa de experimentar un fuerte orgasmo, pero en vez de hacerlo con palabras… he pensado en ponerle un ejemplo.
Por segunda vez mi mano ha aferrado con fuerza su magnífica hombría, lo que le ha hecho gemir de placer. Pero esta vez no me he conformado con eso, así que, hábilmente, he sacado su dura polla del interior del slip, para poder tocarla, para poder acariciarla, para poder admirarla.
Joder qué polla tiene. Qué maravilla. Es perfecta. Las he visto más grandes, más gordas, más nervudas… Pero ninguna tan bonita. Si algún artista dibujara el paradigma de polla, el modelo perfecto… sería la suya. Todo es hermoso, el tronco, el glande, los huevos…
“No digas que no cumplo mi palabra” me ha susurrado entonces, haciéndome reír por su inesperado sentido del humor.
Suavemente, he empezado a masturbarle, sintiendo como su verga se endurecía todavía más bajo mis caricias, sintiendo cómo su corazón latía en las venas del tronco. Gimiendo de placer, ha intentado echarse hacia atrás, sacando su propia mano de entre mis muslos, pero yo no lo he permitido, cerrando con fuerza las piernas e impidiéndole abandonar mi acogedora cueva. No le ha importado y, con bastante torpeza, ha empezado a explorar la zona, aunque hasta esa misma torpeza me resultaba excitante.
En cambio yo, que tengo mucha más experiencia acariciando rabos, enseguida he encontrado el ritmo que más satisfacía a mi primo. En voz baja, el pobre gemía y gruñía excitado, haciéndome sonreír, mientras mi habilidosa manita se deslizaba cada vez más deprisa sobre su ardiente barra.
Y la botella se ha descorchado con un fuerte taponazo. Con un rugido, Francisco se ha corrido con ganas, disparando gruesos pegotes de leche a diestro y siniestro. Se ha manchado él, me ha manchado a mí, ha manchado las sábanas… No podía creer que tanto semen saliera de sus preciosas pelotas.
Y entonces se ha levantado de un salto de la cama, con la toda vía rezumante polla bamboleando entre las piernas.
Me ha preguntado si había oído un ruido y yo no sabía de qué cojones estaba hablando, exaltada por sentir cómo su caliente semilla se deslizaba por mi piel. Entonces ha farfullado no sé qué de su madre y, ante mi infinito horror, se ha largado del cuarto dejándome (una vez más) caliente como una brasa.
¡EL MUY CABRÓN!
Nunca, nunca, nunca antes ningún hombre había conseguido desesperarme de esa forma. Estaba otra vez al borde de las lágrimas. He estado tentada de salir detrás de él, de gritarle, de partirle la crisma con un palo…
Pero no lo he hecho. Simplemente he hundido el rostro en la almohada y me he desecho en lágrimas.
He seguido llorando durante una hora y sólo he conseguido calmarme masturbándome otra vez. Y después me he puesto a escribir.
Está acabando conmigo.
Lunes, 16 de Agosto. Madrugada. Diario de Francisco
He tenido una epifanía. Me siento mucho mejor. No entiendo cómo no me di cuenta antes.
Ya comprendo lo que me pasa. He estado horas encerrado en mi cuarto, dándole vueltas a la cabeza.
Cuando mamá ha vuelto de la ciudad, me he obligado a salir a recibirles, pues era mejor aparentar normalidad para ahorrarme sus preguntas. Tía Noemí ha subido a hablar con Cristina y ha bajado diciendo que no se encontraba bien.
La cena ha sido tranquila, yo apenas prestaba atención a lo que decían, rememorando una y otra vez lo que había sucedido por la tarde, martirizándome por lo pecaminoso de mi conducta.
Entonces el tío Raúl ha dicho una cosa. Me he quedado anonadado tras escucharle, me ha parecido escuchar un “clic” cuando las piezas han encajado en su sitio…
El tío ha dicho que supo que estaba enamorado de su mujer cuando se dio cuenta de lo mucho que se cabreaba con ella… Enamorado…
¡Eso es! ¡Eso es lo que me pasa!¡No es que sea un pervertido enfermizo! ¡Amo a Cristina!
Con el corazón a mil por hora, me he despedido de ellos tras la cena y les he dejado con su charla. Quería hablar con Cristina, pero aún no me atrevía, quería analizar en profundidad mis sentimientos.
Me he encerrado en mi cuarto y he recordado uno a uno todos los instantes que he pasado con ella y me he dado cuenta de que es verdad: ya no siento por ella lo mismo que el día que la vi por primera vez… la quiero.
¡LA QUIERO! Un inmenso júbilo se apoderó de mí. Por fin entendía lo que me pasaba. La deseo, por supuesto que sí y eso es pecado, pero si siento amor por ella… No es tan grave, como dice el padre Rafael. Además, con una dispensa papal, los primos pueden casarse, al fin y al cabo, el rey está casado con su prima Sofía…
Estaba deseando ir a hablar con Cristina, confesarle mi amor… pero no podía con los mayores levantados, así que he esperado a la madrugada…
Y he vuelto a chocar con la cruda realidad. Cuando he entrado sigilosamente en el cuarto, me he encontrado con Cristina haciendo cosas sucias… las mismas que hago yo, aunque ella usa un juguetito que zumba…
Dios mío, ha sido verla y me he olvidado de todo lo que quería decirle, el deseo y la lujuria se han apoderado de mí…
Pero ya no me importa tanto, porque la quiero… así que me he dejado llevar…
Qué noche tan maravillosa. Por primera vez la he tocado, he acariciado su intimidad… No puedo describirlo con palabras, las sensaciones, el calor, la humedad… en cuanto la he rozado, ella se ha estremecido y se ha agitado con violencia. Creo que ha experimentado un orgasmo, así, sólo con tocarla suavemente. Si esa no es señal de que siente algo por mí…
Y cuando me ha tocado ella… Ya no he sentido miedo, ni vergüenza, sólo deseo, ganas de más… Nunca había estado tan excitado.
Hoy me he corrido (se me está pegando su lenguaje soez) no sé cuantas veces, pero aún así, al hacerlo entre sus dedos… el éxtasis…
Pero entonces se ha estropeado todo. No he podido evitarlo, he gritado mientras eyaculaba… Y estoy seguro de haber escuchado una puerta que se abría en el piso de abajo.
Me ha entrado el pánico. Si mamá me pilla desnudo en el cuarto de Cristina, me mata seguro. No me dejaría explicarle que la amo, me mataría y punto. Así que he huido como un cobarde.
Espero poder explicárselo todo mañana a Cristina.
 
Martes, 17 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
No he dormido nada esta noche. Estoy hasta las narices de esta situación. Hay que ponerle final a esto.
Como estoy muy cansada, le he dicho a mamá que sigo fastidiada por la regla, para que me dejen en paz. Pero mañana hablaré con ella y le suplicaré que me dejen marcharme a Madrid. Si hace falta, le contaré alguna de las cosas que han pasado con Francisco. Seguro que así me deja.
No quiero ni verle. Me quedaré aquí encerrada todo el día.
Y para más jodienda, la luz ha vuelto a irse.
Martes, 17 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Llevo todo el día tratando de hablar con Cristina, pero no quiere verme. Su madre nos ha dicho que no se encuentra bien, aunque yo he intentado escabullirme al piso de arriba para hablar con ella.
Me ha mandado a la mierda y no me ha abierto. Me hubiera declarado allí mismo, a través de la puerta, pero tía Noemí ha subido a ver a su hija y he tenido que refugiarme en mi cuarto.
Esta noche lo intentaré otra vez.
 
Martes, 17 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
Estoy atónita. No me creo lo que acaba de pasar. Estoy demasiado nerviosa para escribir, el corazón me late tan fuerte que creo que va a darme un infarto.
Espero que venga, que sea verdad… A pesar de todas las tonterías que me ha dicho. Dios, cuánto le deseo…

Miércoles 18 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco

Creo que nunca antes he sido tan feliz. Anoche pasé los momentos más extraordinarios de mi vida, no he querido esperar más para escribir en mi diario, deseo que todos esos preciosos instantes estén frescos en mi memoria para plasmarlo todo fielmente. Sé que en el futuro releeré estas líneas una y otra vez…

Dios mío, qué día el de ayer. Me pasé toda la mañana agobiado, tratando de hablar con Cristina, de explicarme… pero ella me rechazaba continuamente.
No quiso que diéramos clase y se pasó el día encerrada en su cuarto, sin bajar ni siquiera a almorzar.
Por fortuna mi tía, creo que un poco preocupada por ella, la ha obligado a bajar para la cena.
Cuando la he visto, el corazón me ha dado un vuelco. Estaba preciosa, con un vaporoso vestido veraniego, con finos tirantes blancos, que resaltaban la hermosura de su morena piel y con una falda a medio muslo… que me volvía a provocar malos pensamientos…
Sin embargo, ella me ha dirigido una única mirada tan cargada de odio que me ha estremecido y se ha sentado a la mesa sin dirigirme la palabra. Tenía que hablar con ella como fuera.
La cena fue bien, con mamá y la tía cotorreando sobre lo bien que lo habían pasado de compras en la ciudad mientras papá y el tío ponían los ojos en blanco.
Pero Cristina ha seguido ignorándome y no me ha mirado ni una sola vez. Me dolía el corazón.
Tras la cena, han vuelto a arrastrarnos a una partida de cartas, pero Cristina ha dicho que no le apetecía y ha salido de la casa. Yo me moría de ganas por seguirla, pero sin duda habría hecho recelar a mamá, así que he aguardado un rato.
En cuanto he podido, me he disculpado y he salido a la noche estrellada en su busca. No había ido muy lejos. Estaba sentada con aire melancólico en uno de los columpios, balanceándose suavemente con la mirada perdida.
Me ha conmovido lo bella que estaba, bañada por la luz de la luna, pero también me ha dado pena, pues tenía un aspecto muy triste.
Cuando me ha escuchado acercarme, ha alzado la mirada y me ha visto, brillándole de nuevo la ira en los ojos. Parecía estar a punto de largarse de allí, pero le he rogado que no lo hiciera, pues quería hablar con ella.
Me he sentado en el columpio de al lado y he empezado a balancearme también. Y se lo he soltado todo.
A medida que le abría mi corazón, ella me miraba con expresión cada vez más atónita, sin decir nada. Yo pensaba que la estaba dejando sin palabras, emocionada por saber por fin mis sentimientos… Pero lo que ha hecho es echarse a reír.
“Madre mía, Francisco…Estás loco… Ja, ja, ha bastado que una chica te toque un poco la polla para que te ”enamores”, ja, ja… menudo pardillo estás hecho”
Sus palabras se me han clavado como puñales. Me he enfadado, me he puesto en pié de un salto y me he colocado frente a ella, deteniendo su balanceo sujetando las cadenas del columpio con las manos, mirándola a los ojos con intensidad.
“Te digo que estoy enamorado de ti” he insistido, sintiendo que algo se desgarraba en mi interior.
“Eres imbécil” me ha dicho ella, desesperándome.
Enojado, me he apartado de ella un paso, dándole la espalda. No podía ni mirarla. Era un demonio, un súcubo enviado para torturarme. Yo le entregaba mi corazón y ella… lo pisoteaba.
“Lo que sientes es simple deseo, lujuria… te pones cachondo porque te gusto, porque me deseas, a pesar de todos tus santos, tus rezos y de esa madre que tienes. No estás enamorado de mí. Lo único que quieres es follarme”
“¡TE EQUIVOCAS!” le he espetado dándome la vuelta con rabia.
“¿En serio?” ha dicho ella con esa voz seductora que tiene, la que me atormenta en mis sueños.
Muy lentamente, ha empezado a columpiarse de nuevo frente a mí, incrementando poco a poco el ritmo. Yo no entendía qué estaba haciendo, hasta que he visto cómo la falda de su vestido iba subiéndose en cada vaivén, revelando cada vez más la exquisita piel de sus torneados muslos.

No he podido evitarlo, como siempre, en cuanto la diablesa me tienta, sucumbo sin remedio. Me he quedado anonadado, la boca seca por completo, casi sin respirar, mirando cómo aquella falda se subía poco a poco, permitiéndome ver cada vez un poquito más…
Y ella, la malvada diablesa, disfrutaba lo indecible de tenerme atrapado en sus redes. Libidinosamente, ha separado cada vez más los muslos, exhibiéndose impúdicamente, ofreciéndome el espectáculo de sus delicadas braguitas a la luz de la luna…
No he podido resistirlo. Con un gruñido animal, me he precipitado hacia ella y me he arrodillado frente al columpio. Agarrándolo con las manos, he detenido con brusquedad su vaivén, provocando que Cristina diera un gritito de sorpresa.
Como un animal en celo, he empezado a acariciar sus hermosas piernas, a besarlas, a acariciarlas, con el alma totalmente poseída por la lujuria. Y ella no me ha puesto freno, exaltada por mi total rendición, ha engarfiado sus dedos entre mis cabellos y ha estirado de ellos, jugando a apartar mi rostro de entre sus muslos, pero sin intención real de hacerlo…
Embrutecido, mis manos se han colado bajo su falda, deslizándose por sus muslos y sus caderas hasta aferrar el borde de sus braguitas. Con torpeza, he tironeado para lograr bajárselas y ella, riendo, me lo ha facilitado levantando unos centímetros el trasero del columpio, con lo que he podido librarla de la prenda.
No sé por qué lo he hecho, pero he sentido la necesidad de olerlas, así que lo he hecho sin pensármelo dos veces, enardeciéndome con el delicioso aroma que desprendían… el olor de Cristina.
Sin aguantar más, he vuelto a zambullirme bajo la falda de mi prima, mientras ella daba grititos y se reía suavemente, lo que me embrutecía todavía más. Mis labios, ardientes, febriles, han buscado con ansia el secreto que se escondía entre sus piernas, deseando lamerlo, besarlo, morderlo… y ella me lo ha puesto muy fácil.
Escucharla gemir, suspirar, susurrar mi nombre me ha vuelto loco por completo. No sabía lo que estaba haciendo, sólo quería tocarla, besarla, hacerla mía…
Pero entonces se ha estropeado todo. Bruscamente, Cristina me ha empujado con fuerza apartándome de si. Con la cabeza ida, he gruñido como un perro y he intentado retornar a debajo de su falda, pero entonces ella ha dicho algo de mi madre, lo que me ha hecho recuperar el sentido.
Como un resorte, me he levantado de un salto y, a indicación de mi prima, me he sentado en el columpio que había junto al suyo.
He visto entonces que mi madre había salido de la casa, buscándome. Que Dios me perdone, pero en ese momento creo que la he odiado un poco.
Deseando que nos dejara tranquilos, no he tenido más remedio que contestarle y ella ha caminado hacia nosotros.
De pronto, Cristina se ha agachado como un rayo y ha recogido algo del suelo: sus bragas, que reposaban allí donde yo las había tirado. No sabiendo donde meterlas, Cristina ha optado por levantarse, dejarlas sobre el columpio y volver a sentarse encima, cosa que ha hecho mientras se le escapaba una risita nerviosa. Yo también me he reído.
Por primera vez en mi vida, la presencia de mamá me ha resultado molesta. Estaba deseando que se largara y nos dejara tranquilos, pero ella insistía en que entráramos en casa, que ya era muy tarde y estaba empezando a hacer frío.
Como la conozco y sabía que no se iba a rendir, he claudicado y me he levantado para seguirla, procurando que el faldón de la camiseta ocultara el bulto de mi pantalón.
Mientras caminábamos hacia la casa en pos de mi madre, Cristina se acercó a mí y me susurró al oído: “Te espero más tarde en mi habitación” y, para sellar el pacto, deslizó en mi mano sus propias bragas empapadas en su aroma de mujer… No podía perderme esa cita.
No sé cuánto rato he estado encerrado en mi cuarto, esperando a que todo el mundo se acostara y el silencio se adueñara de mi casa, pero a mí me parecieron horas. Sentía miedo, ansiedad, deseo, nervios… todo a la vez. He resistido la tentación de masturbarme, lo que me ha costado un mundo, pues no he dejado de oler el aroma a mujer que desprendía la prenda que Cristina me había entregado.
Cuando por fin ha quedado todo en calma, me he armado de valor y he salido de mi cuarto. Tras detenerme unos segundos para ver si percibía algún ruido, he caminado sigilosamente hasta el dormitorio de Cristina.
He llamado suavemente a la puerta y cuando he escuchado su dulce voz preguntando que quien era, el corazón me ha dado un vuelco por la emoción. En voz baja, he respondido que era yo y entonces, la puerta se ha abierto muy lentamente.
Me he quedado petrificado. Mi prima me ha abierto completamente desnuda.
 

Qué belleza, qué hermosura, reniego de mí mismo por haber dicho que era un demonio… nada tan hermoso puede ser maligno… es un ángel…

Me he quedado anonadado, deleitándome con su belleza, recorriendo cada centímetro de su piel. Fue la primera vez que veía sus senos desnudos y me han parecido bellos, incitantes, plenos… y los pezones… Uffff, los pezones… me han vuelto loco, duros enhiestos, apuntando hacia mí.
No he podido más. Me he precipitado hacia delante y la he estrechado entre mis brazos, apretando su cuerpo contra el mío. Mis labios han buscado con ansia los suyos y ella ha respondido con idéntica pasión. Nuestro primer beso. Me ha sorprendido un poco cuando su lengua se ha deslizado en mi boca, buscando la mía, pero en cuanto han empezado a bailar la una con la otra, he notado que mi excitación crecía si es que eso era posible.
Mi erección se apretaba contra su cadera y ella, percibiéndolo, movió la cintura suavemente, frotándola contra sí, volviéndome loco…
Sin dejar de besarnos, he cerrado la puerta y he penetrado en la habitación, acariciando y tocando su exquisito cuerpo. Sin poder evitarlo, nos hemos derrumbado sobre la cama, que ha protestado con un chirrido estruendoso.
¡Mierda! ¡No podía ser! ¡La puta cama chirriaba como un maldito tren!. Sé que está feo decir palabrotas, pero fue eso lo que pensé.
Pero, a esas alturas, nada iba a detenerme. Asiéndola de la mano, he incorporado a Cristina y, agarrando el colchón, lo he arrastrado hasta el suelo. Ella ha comprendido enseguida mis intenciones y me ha dirigido una sonrisa encantadora que me ha hecho estremecer. En cuanto he acabado, se ha precipitado de nuevo entre mis brazos y ha vuelto a besarme, volviéndome loco de deseo.
Suavemente, Cristina ha ido empujándome hasta lograr que me dejara caer en el colchón. En cuanto he estado a su merced, me ha obligado a tumbarme, me ha quitado la camiseta y ha empezado a devorarme por completo.
Oh Dios, qué dulce placer… sentir sus labios recorriendo mi cuerpo, besando y lamiendo mi piel, su lengua jugueteando en mis pezones… me he sentido enloquecer.
Y cuando su mano se ha deslizado por la cinturilla de mi pantalón y ha vuelto a aferrar mi pene… uf, estaba ardiendo, no podía más.
Bruscamente, me he incorporado y la he obligado a tumbarse. Ella me ha mirado un tanto sorprendida, supongo que poco acostumbrada a que me comporte así. Loco de deseo, le he devuelto hasta la última de las caricias, besando y lamiendo cada centímetro de su piel… Y sus senos… Dios misericordioso, si esto es pecado… por qué hiciste que fuera tan bueno… Cuando he deslizado su pezón entre mis labios, cuando lo he lamido sintiendo su extraordinaria dureza, su exquisito sabor… Cristina gemía entregada, abrazándome, estrechándome contra sí…
He bajado, he vuelto a besarla entre los muslos, sintiendo el calor que emana de su interior, la promesa del éxtasis…
Ya no podía más… y ella tampoco.
“Ven a mí. Fóllame” me ha susurrado, con toda la lujuria del mundo acumulada en la mirada.
No necesitaba más, estaba deseándolo. Me he situado entre sus piernas abiertas, sabiendo instintivamente lo que tenía que hacer, pero sin la experiencia necesaria para ello. No ha importado, Cristina ha guiado mis pasos. Con mano experta, me ha atraído hacia sí y ha colocado mi pene en la posición correcta.
A una indicación suya, he adelantado las caderas, hundiéndome en ella, fundiéndonos en un solo ser…
No tengo palabras, cómo describir el paraíso… el calor, el placer, el deseo… Me he sentido morir…
Cristina ha vuelto a besarme, animándome a moverme y yo lo he hecho, sin saber muy bien cómo hacerlo, dejándome llevar por el instinto. Ella me ha guiado, acomodando mi ritmo, susurrándome, enardeciéndome… haciéndome feliz.
Y ella también disfrutaba, me daba cuenta de ello. Sus ojos brillaban, su rostro estaba encendido, las mejillas sonrosadas, la respiración agitada… Me ha susurrado que la follara, que le diera con todo, que se la metiera hasta el fondo y hasta esas obscenidades han hecho que me excitara más.
Entonces ella ha entrelazado las piernas a mi espalda, atrayéndome hacia si, abrazándome con fiereza, asfixiándome, uniéndonos por completo…
De repente, su cuerpo se ha puesto tenso y ha empezado a balbucear cosas extrañas. Me ha empujado, apartándome de ella, mientras su rostro adoptaba una expresión que hasta me ha asustado un poco. Entonces, supongo que para ahogar sus propios gritos, se ha mordido con saña un nudillo, mientras sus caderas no dejaban de dar pequeños espasmos bajo mi cuerpo.
La he mirado preocupado, preguntándole si se encontraba bien. Durante unos segundos, no ha podido responderme, apretando los labios para ahogar los gemidos que pugnaban por salir, asintiendo con la cabeza para tranquilizarme.
Entonces, ha empezado a repetir una y otra vez: “No puedo creerlo, es imposible, no puede ser” tantas veces que creí que se había vuelto loca.
He intentado hablarle, pero ella ha puesto un dedo en mis labios impidiéndome hablar. Por fin, se ha repuesto un poco y ha acercado mi rostro al suyo, para volver a besarme con infinita pasión.
Enardecido y con mi aún enhiesto pene clavado en su interior, he tratado de volver a moverme, de tratar de volver a follarla, pero ella me ha parado.
“No, no, espera, aún me estoy recuperando, dame un segundo” gimoteaba.
Yo no sabía lo que quería decir, mi deseo era continuar, regresar al paraíso, pero ella me ha obligado a salir de su interior, derrumbándome a su lado en el colchón.
“Increíble, increíble” repetía una y otra vez mientras su ardiente mano acariciaba mi pecho, deslizándose sobre mi sudor.
Entonces ella sí que ha hecho algo increíble. Arrodillándose a mi lado, se ha inclinado sobre mí y agarrando mi rezumante pene ha acercado la boca y ha empezado a chuparlo.
No podía creérmelo. Cuando he sentido el tacto de sus carnosos labios, de su caliente lengua sobre mi pene, he estado a punto de desmayarme. Era increíble, qué placer… sus manos, inquietas, jugueteaban en mi escroto, acariciando mis testículos mientras su cálida boca se hacía cargo de mi verga (así es como la llamaba ella).
Aunque parecía imposible, se me ha puesto todavía más dura y esta vez he sido yo el que ha tenido que morderse la mano para no empezar a aullar.
Entonces se ha detenido, yo he abierto los ojos y la he mirado, preparándome para protestar, pero ella no me ha dado ocasión, subiéndose a horcajadas sobre mí. Con libidinosa cadencia, ha empezado a deslizar sus caderas sobre mí, frotando con lujuria su ardiente gruta sobre mi pene. Yo le he suplicado, le he dicho que no podía más… y ella ha sonreído.
Agarrando mi polla, ha vuelto a ubicarla en su entrada y, lentamente, ha ido deslizándola en su interior hasta quedar sentada sobre mí, con mi verga clavada hasta el fondo.
Entonces ha cerrado los ojos y con un ritmo in crescendo, ha empezado a bailar con sus caderas agitándose sobre mí, llevándome a nuevos niveles de placer indescriptible.
A medida que se excitaba, se movía cada vez más rápido, hasta acabar de veras pegando botes sobre mí. Sus pechos bamboleaban enloquecidos de un lado a otro, lo que me ha encantado, así que he estirado las manos para atraparlos y acariciarlos con pasión.
De repente, ella ha empezado a farfullar de nuevo y esta vez ha ahogado sus gemidos enterrando el rostro en la almohada, que andaba por allí tirada. Me ha parecido que gritaba.
Pero yo no podía más, sentía que iba a explotar. Cristina lo ha notado y, apartándose de mí, ha sacado mi pene de su gruta justo en el instante en que eyaculaba. Enloquecida por el placer, me he ordenado que me corriera sobre ella y yo, medio loco, lo he hecho sin pensar.
Me la he agarrado y he descargado mi semen sobre su pecho, mientras ella lo extendía usando las manos, mezclando mi simiente con su sudor.
Agotada, se ha derrumbado sobre mí jadeando, mientras de mi pene brotaban las últimas descargas de mi orgasmo. Amándola intensamente, he acariciado sus cabellos durante un buen rato, mientras nuestras respiraciones iban serenándose.
Por primera vez en mi vida, me he sentido completamente feliz.
Al poco rato, ella se ha dormido abrazada a mí, con su linda cabecita reposando sobre mi pecho. He besado su cabello y, estirando la mano, he apagado la luz.
Gracias le doy a Dios por haberme despertado temprano esta mañana. Dándole un ligero beso en la mejilla, he salido de su dormitorio para refugiarme en el mío.
Me he duchado y he metido la ropa en la lavadora, bajando el primero a desayunar. Luego he subido a hablar con Cristina, pero, como seguía dormida, me he puesto a escribir.
La mejor noche de mi vida.
 
Miércoles 18 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
¡Ah, por fin estoy en paz conmigo misma! ¡Ja, ja, ya está mamá encima de papá y las cosas vuelven a ser como deben ser!
Lo hice. Me lo he follado. Y aunque me duela reconocerlo… ha sido el polvo de mi vida.
Todavía estoy flipando, anoche terminé hecha cisco. Me he despertado casi a la hora de comer y eso porque mamá ha venido a aporrear la puerta.
He tardado unos momentos en comprender dónde estaba y en recordar lo que había pasado. Como he podido, me las he apañado para volver a subir el colchón a la cama y le he abierto. Menos mal que no ha entrado, pues el cuarto olía a sexo que tiraba de espaldas.
Qué día el de ayer, mejor dicho… ¡qué noche! ¡Quien me iba a decir a mí que iba a terminar así!
Por la noche mamá me obligó a bajar a cenar, después de pasarme todo el día encerrada, rumiando y echando pestes de Francisco. Para no cabrearla, pues quería pedirle que me dejara volverme a Madrid, me he vestido y he bajado.
Me he puesto el vestido corto, el ligerito, que sé que me queda de muerte. Quería torturar a Francisco, que viera una vez más lo que se perdía por gilipollas… Y deseando sentir su mirada fija en mí.
En cuanto he podido, me he escaqueado, saliendo a dar un paseo. Como no se veía muy bien y no quería partirme un tobillo caminando a oscuras por el campo, he acabado sentada en los columpios, sintiéndome desgraciada.
Entonces ha aparecido él y mi primer impulso ha sido mandarle a la mierda. Qué mentirosa soy, en cuanto le he visto aparecer… me he sentido mejor.
Y entonces ha sucedido lo increíble… ¡SE ME HA DECLARADO! No podía creerlo, mi primo dice que se ha enamorado de mí… Ja, ja, ja… ¡Será pringado! El muy capullo confunde un simple encoñamiento con la primera chica que le ha hecho “cositas” con el amor de verdad… Ja, ja… Y me preguntaba A MÍ, si yo sentía lo mismo. Y claro, he tenido que reírme, menuda locura, enamorarme yo de él…
Entonces, ¿por qué se me ha estremecido el corazón?
Joder, madre mía, qué nerviosa me he puesto. No sabía qué decirle, cómo reaccionar… me he burlado de él para que no se diera cuenta de que estaba turbada. Se ha enfadado, creí que iba a marcharse, pero yo no quería que se fuera, quería gritarle que volviera…
Así que he hecho lo de siempre, lo que invariablemente me ha funcionado con los tíos… seducirle.
Le he enseñado las bragas desde el columpio, abriéndome de piernas, enardeciéndole, consiguiendo que dejara de hablar, de pensar, para así no tener que hablar ni pensar yo misma. Casi me caigo del columpio cuando se ha abalanzado sobre mí como un animal, asustada y jubilosa por haber logrado mi objetivo.
Se ha metido con rapidez bajo mi falda, besándome, acariciándome, volviéndome loca de deseo. Me ha quitado las bragas y ha empezado a sobarme el coño, sus labios me han besado en mi intimidad, me ha acariciado por todas partes, logrando que me sintiera feliz por primera vez en mucho tiempo.
Hasta que ha aparecido la perra de su madre.
Que poco faltó. Casi nos pilla. Si no llego a ver por el rabillo del ojo la luz que salía de la casa cuando abrió la puerta… hubiera trincado a si hijito bajo mi falda, comiéndoselo todo, todito, ja, ja.
La hubiera matado de buena gana.
Y lo mejor es que casi dejo las bragas por allí tiradas. Las he escondido bajo mi culo y he logrado que Francisco se sentara a mi lado. El pobre no quería salir de debajo de mi ropa… seguro que estaba calentito allí dentro, el pobre.
No podía más. Le he invitado a mi cuarto… “Como no venga, esta vez juro que le mato”, pensé mientras subía a mi dormitorio.
Pero ha venido. Esta vez sí.
Le he recibido desnuda y me ha encantado ver el efecto que mi cuerpo produce en él. Su mirada, admirándome y deseándome, me ha calentado más que cualquier novio que haya tenido antes.
Joder, qué me pasa… Si es sólo el meapilas…
 

No. Nunca más el meapilas. La meapilas soy yo. Y la gilipollas. Él es Francisco.

Nos hemos besado, nos hemos devorado… Como la cama hacía un ruido de mil demonios, Francisco ha arrojado el colchón al suelo. Lo he tirado encima, le he arrancado la camiseta, he chupado hasta el último centímetro de su piel…
Bueno, toda no y he de decir que no por falta de ganas. Estaba deseando chuparle la polla, sentir su dureza entre mis labios… pero ya no podía más, le necesitaba dentro…
Le he pedido que me folle y él ha obedecido. Me ha hecho gracia ver su torpeza, su inexperiencia, pero no me he burlado, simplemente le he indicado lo que debía hacer…

Y qué bien lo ha hecho. Cuando me la ha metido… casi me corro. He tenido que apretar los dientes, encoger los dedos de los pies, clavar las uñas en el colchón… No, no quería correrme antes que él, cómo iba a lograr ese niñato inexperto hacer que me corriera sólo con metérmela, era imposible…

Y una mierda imposible. Me he corrido como una burra a los dos minutos… Y nunca antes había tenido un orgasmo así.
Quería gritar, aullar, que el mundo entero se enterase del placer que estaba sintiendo. Pero la pizquita de sentido común que me quedaba me ha obligado a ahogar mis gritos como he podido. Creo que me he mordido una mano. Bueno, creo no, qué demonios, ahora mismo estoy viendo las marcas de mis dientes en el dedo índice. Cómo me puse de cachonda…
Y el muy cabrito quería seguir. Yo acababa de pegarme la corrida de mi vida, tenía el coño destrozado, hipersensible, todavía vibrando como la cuerda de un arpa… y el quería seguir pegándome pollazos.
Como he podido, he logrado que la sacara, aunque no le ha gustado mucho. Con miedo a que se enfadara, he empezado a acariciarle y he acabado chupándosela, lo que le ha encantado. ¿Y a qué tío no? Seguro que no se ha acordado de rezar en ese momento, je, je…
Lo extraño ha sido lo mío. Mi intención era hacer que se corriera, que se derramara en mi boca para darme tiempo a recuperarme… Pero en cuanto la he tenido entre mis labios, paladeando su sabor y el mío… he deseado sentirla de nuevo en mi interior.
Así que le he cabalgado a lo bestia. Y me he corrido de nuevo.
Por fortuna, él también ha estallado y menos mal que lo ha hecho, pues si un niñato inexperto logra en su primera vez que me corra dos veces sin hacerlo él… se habría hundido mi reputación, ja, ja…
Normalmente no me gusta que los tíos se me corran encima, pero esta noche no era yo, estaba medio loca, así que le he pedido que vaciara sus pelotas en mi pecho… El pobre ha obedecido, quemando mi piel con su ardiente semen.
Y ya no he podido más. Toda la tensión, todo el agotamiento de esta última semana, todo el placer recibido esta noche, me han golpeado a la vez y me han dejado sin fuerzas.
Me he derrumbado sobre él, derrotada, y me he quedado dormida sintiendo su mano acariciándome el pelo con cariño…
¿Será verdad que se ha enamorado de mí? ¿Y por qué le simple idea de que así sea hace que el corazón me lata con más fuerza?
No quiero saberlo…
Miércoles 18 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
Soy feliz.
Miércoles 18 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
La cosa está volviendo a descontrolarse. Pero no por lo mismo de antes.
Me siento confusa, no sé qué me pasa.
Durante el almuerzo, Francisco se ha sentado a mi lado, charlando amigablemente conmigo. Se le ve más apuesto, más masculino, ¿o serán imaginaciones mías?
Mientras comíamos, ha metido la mano bajo la mesa. Yo pensé que iba a meterme mano y he sonreído para mis adentros, pensando que había creado un monstruo, pero lo que ha hecho ha sido entrelazar sus dedos con los míos, uniendo nuestras manos… Y yo no me he soltado.
¡Joder! ¿Qué me pasa? ¡Yo no soy así! ¡No soy ninguna boba romanticona a la que le gusta andar cogidita de la mano con su novio! ¿Pero qué cojones digo, qué es eso de novio? ¡Me estoy volviendo loca!
No seas estúpida, Cristina, en todo lo que ha pasado ha influido lo necesitada de sexo que estabas. Tenías las hormonas alborotadas con todo lo sucedido, lo de la discoteca, los jueguecitos, la piscina… Pero ya deberías estar satisfecha. Reconoce que el polvo de anoche fue el mejor de tu vida, fóllatelo unas cuantas veces más este verano y a otra cosa mariposa, como haces siempre. Sí, eso voy a hacer.
Entonces… ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?
Esta tarde ha vuelto a darme clase. Y nada, ni un comentario, ni un besito, ni un roce sutil… He empezado a cabrearme, a pensar que el muy cabrito se había reído de mí, que todo había sido parte de un plan para follarme y que una vez que había logrado meterse en mis bragas, pasaba de mí.
Pero no, no es así. Cuando se daba cuenta de que yo estaba mirándole, me sonreía… y yo me derretía.
¡Jodeeeeeeer! ¡Quiero que me folleeeeeee!
Jueves 19 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
No puedo creerlo. El muy cabrón no vino anoche. ¿A qué está jugando?
Voy a matarle.
Jueves 19 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
Otra vez estoy alucinada. Mi capacidad de asombro con este chico no disminuye.
He ido a la piscina y allí estaba el angelito, bañándose tranquilamente, con cara de no haber roto un plato en mi vida.
Tratando de conservar la dignidad, me he metido con él, aguantándome las ganas de tortearle y sintiendo la mirada escrutadora de tía Lara clavada en mí.
Le he dicho que era un cabrón, que por qué no había venido la noche anterior a mi cuarto. Y él, con toda la naturalidad del mundo, me ha dicho que porque yo no se lo había pedido.
Me he quedado estupefacta. ¿Qué se creía aquel niñato, que iba a andar detrás de él suplicándole que me folle?
 

Estaba a punto de ponerme a gritarle cuando ha empezado a explicarse. Me ha dicho que me quiere, que está enamorado de mí y que, precisamente por eso, me respeta. Como yo no le dije nada y no hice ninguna indicación al respecto, no vino a mi cuarto, aunque se moría de ganas por hacerlo.

Me dijo que quería portarse bien, “tratarme como una reina”, para que yo también acabara enamorándome de él. Y cuando eso sucediera, hablaría con mis padres para pedirle no sé qué al papa (al de Roma) para poder casarnos.
Ni un hilo de voz me salió. La mente se me quedó en blanco. Patidifusa.
Mira tú qué bien. Qué rico el muchacho. Qué bien pensadito lo tenía todo.
Sin saber qué decir, me he salido de la piscina y me he tumbado en la toalla. Como no quería que me siguiera, me he acercado a las dos viejas y me he puesto a charlar con ellas, lo que las ha sorprendido un poco.
El corazón me latía desbocado.
……………………
Después de comer, con las ideas más claras, me lo he llevado a dar un paseo, para poner las cosas en su sitio. He tratado de explicarle que lo que siente por mí es un simple encaprichamiento, que es sólo atracción física y nada más, que en cuanto esté con otras chicas, no volverá a pensar en mí.
Se ha detenido y aferrándome por los hombros, ha clavado sus ojos en los míos.
“Me da igual lo que digas. Te quiero. Y conseguiré que tú sientas lo mismo. No habrá otras chicas para mí” me ha espetado.
Las rodillas me temblaban, no sé cómo no me he caído.
He seguido insistiendo, le he dicho que somos primos, que no puede ser, que lo que tenemos que hacer es divertirnos los días que nos queden allí, que podemos ser amantes.
Le he indicado que, estando enrollados, no es preciso que espere a que sea yo siempre la que dé el primer paso, que hay ciertas cosas que se dan por supuestas, que si estamos manteniendo una relación física, cualquiera de los dos puede empezar el juego…
Entonces me he quedado callada, atónita. Básicamente, estaba pidiéndole que viniera a follarme siempre que le viniese en gana. En mi puta vida pensé que haría eso con un tío…
Jueves 19 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Cristina me ha dicho que no me quiere. No la creo, sé que siente algo por mí. La forma en que me mira…
Esta noche iré a su cuarto.
 
Viernes 20 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Anoche volvió a mi cuarto. Y follamos como locos.
Yo no quería, me repetía a mí misma que había metido la pata en el paseo de por la tarde, que lo mejor era pasar de él, para quitarle poco a poco el encoñamiento.
Pero, en cuanto he oído que pegaban a la puerta, he abierto.
Me he resistido, lo juro. Le he dicho que era una locura, que debíamos terminar ya, que nos iban a pillar, que la cama hacía ruido y no quería volver a hacerlo en el suelo, como los perros. Todas las tonterías que se me han ocurrido han salido por mi boca, aunque creo que no se me entendía nada, pues la voz me temblaba. La voz y todo mi ser.
Francisco no ha dicho nada, mirándome desde el umbral de la habitación, desnudándome con la mirada. Me he reprochado mentalmente haberle recibido así, con la camiseta de algodón, llevando sólo las bragas debajo, sin sostén… con los pezones tan duros que me dolían al rozarse con la tela de la camiseta.
Ha entrado en la habitación, cerrando la puerta tras de sí, con mi corazón latiendo con fuerza. Ha acariciado mi mejilla, estremeciéndome y, cuando me ha besado, las rodillas han vuelto a fallarme.
Pero él no me ha dejado caer. Estrechándome entre sus brazos, besándome con pasión me ha apoyado contra la pared. Con mano firme ha elevado una de mis piernas, hasta que el muslo ha quedado junto a su cadera, acariciándolo y magreándolo a placer… y con nuestros sexos bien pegaditos, transmitiéndose su calor.
Qué cabrón, qué rápido aprende. Sabe truquitos nuevos. Con un suave movimiento de pelvis, ha frotado su erección contra mi chochito, calentándome, excitándome, haciéndome desear tenerle dentro…
No me ha hecho esperar, en menos de un segundo, sus shorts se han deslizado por sus piernas, quedando hechos un guiñapo a sus pies. Su pene, libre de su encierro, se ha apretado como una barra ardiendo contra mi vientre, donde ha empezado a frotarse de nuevo.
Yo estaba a mil, a punto de suplicarle que me follara y así lo habría hecho si sus labios hubiesen abandonado los míos un segundo, pero no fue así, por lo que sólo pude gemir y apretar mis caderas contra él.
Entonces ha apartado mis bragas a un lado, no me las ha bajado ni nada, sólo ha dejado al descubierto mi hirviente rajita. Se ha agarrado la polla y ha intentado metérmela, pero por desgracia, le falta todavía experiencia.
Así que le he ayudado, caliente a más no poder, he colocado su polla en la entrada de mi gruta y me la ha clavado hasta el fondo. ¡Qué placer! Para no gritar, me he metido su camiseta entre los dientes y he mordido con ganas. Deseaba hacérselo a él, pero, a saber qué habría dicho tía Lara al ver en la piscina a su hijito con un chupetón, ja, ja…
Dios, cómo me ha follado, allí contra la pared, sin desfallecer. Su verga se ha hundido una y otra vez dentro de mí, mientras yo estaba a punto de llorar de placer, gimiendo y jadeando, ahogando mis gritos mordiendo la maldita camiseta. Creo que la he roto.
He entrecruzado las piernas a su espalda, deseando que llegara lo más adentro posible, que me clavara en la pared.
Cómo he disfrutado, qué sexo tan increíble… si lo hubiese sabido antes, me lo hubiera follado el primer día, aunque hubiese sido en la mesa del salón, delante de todos…
“Fóllame”, le he susurrado al oído, mientras mis dedos se perdían entre sus cabellos, acariciándolo. Y él lo ha hecho.
Ya me da igual admitirlo, me he corrido por lo menos tres veces, allí contra la pared, follada como una perra.
Y cuando él se ha derramado en mi interior, inundándome con su calor, abrasándome por dentro… puro éxtasis.
Agotados, nos hemos dejado caer al suelo, quedando sentados jadeando el uno junto al otro, con la espalda apoyada en la pared.
He sentido perfectamente cómo su semen chorreaba brotando de mi coño, manchando el suelo. Me he dado cuenta de que debo de estar loca. Si me deja preñada nos matan a los dos.
Me ha dado igual.
Hemos dormido de nuevo juntos en la cama, abrazados.
……………………………..
Hoy he despertado antes que él, así que iba a espabilarle para que se fuera a su cuarto, pero no lo he hecho y me he quedado mirándole mientras dormía unos minutos antes de llamarle.
Me estoy volviendo loca.
Y tengo que comprar condones, me olvidé de traerlos de casa.
Y a éste no hay quien le pare…

Viernes 20 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

 
Estoy seguro de que siente algo por mí. Anoche volvimos a hacerlo en su cuarto. No pude resistirme y la tomé contra la pared. Fue increíble.
He dormido como un bebé con ella entre mis brazos.
…………
Cristina me dijo que no le importaba que yo tomara la iniciativa. Vamos a probar.
 
Sábado 21 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
Tía Lara sospecha algo. Me echa unas miradas que…
Espero que sólo sea que no le gusta que su hijo pase tanto rato conmigo y que no sospeche que estamos liados.
Ayer no pudimos hacer nada de nada. Dimos clase y eso, pero tía Lara estaba sentada allí al lado, así que no pudimos darnos ni un beso.
Mierda, como si a mí me apeteciera besar a Francisco, lo que quiero es sólo sexo. ¿Verdad?
Voy a ir al pueblo
Sábado 21 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
Me voy al pueblo con Cristina, los dos en la moto, pues queremos comprar unas cosas.
Mamá se ha enfadado, pero me da igual.
 
Sábado 21 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Dios, he creado un monstruo. Hemos acabado follando entre unos árboles. Qué caliente me he puesto.
Francisco aprende demasiado deprisa. No le cuesta nada encender mi interruptor.
Hemos ido al pueblo en la moto y él ha conducido en la ida. Me he divertido un poco a su costa, frotándole las tetas en la espalda y haciéndole cosquillas, pero él se ha reído y no ha hecho nada.
Hemos comprado lo que mamá me ha encargado, unas cosillas que yo quería… y condones.
Francisco se ha puesto muy serio al verlos. Cuando hemos salido me ha dicho que la Iglesia no aprueba el uso del preservativo.
Yo me he reído y le he dicho que ni de coña pienso quedarme preñada, así que ya sabía, si quería seguir metiendo su palito en mi agujerito…
A la vuelta me ha pedido que condujera yo y ha aprovechado para vengarse de mis bromitas… vaya si lo ha hecho.
En cuanto salimos del pueblo, ha metido las manos bajo mi blusa y ha empezado a magrearme las tetas. Casi nos caemos de la moto. Entre risas, le he pedido que parara, pero lo que ha hecho ha sido apretar con ganas su entrepierna contra mi culo. Casi me tira por encima del manillar.
Y no ha parado, no, cuando he querido darme cuenta, había metido su mano en mis shorts y ha empezado a acariciarme el coño. Yo me resistía, le amenazaba entre risas… hasta que he empezado a ponerme cachonda.
Joder. He acabado aparcando en la cuneta. Me he dado la vuelta en el asiento y me he sentado en su regazo, hundiéndole la lengua hasta la tráquea, mientras él no paraba de meterme mano por todos lados.
Entonces ha pasado un coche, que nos ha saludado con el claxon, supongo que agradeciéndonos el espectáculo, así que nos hemos internado entre los árboles, empujando la moto.
Y allí, entre los almendros… Ha vuelto a follarme.
Loca de excitación, me he agachado frente a él y he empezado a chuparle la polla, para ponerle más a tono si es que era posible.
No aguantando más, yo misma le he puesto el condón y dándome la vuelta, me he apoyado en un árbol para que me tomara desde atrás.
Y él lo ha hecho. Esta vez no ha necesitado ayuda, me la ha clavado de un tirón y me ha follado con brío.
He vuelto a correrme. Joder, ni en mil años habría soñado tener un novio que logre provocarme un orgasmo cada vez que lo hacemos.
Pero qué digo, qué novio ni qué narices. Parezco gilipollas.
Mientras volvíamos, he notado que iba un poco serio. Le he preguntado qué le pasaba y me ha dicho que le había encantado hacerlo en esa postura, pues podía acariciarme los pechos mientras lo hacíamos, pero que lo del condón era una mierda, que seguro que era por eso que lo prohibía la Iglesia.
Casi nos estrellamos cuando he empezado a reírme.
Ay, Francisquito, quien te ha visto y quien te ve.
Domingo 22 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
 
Cristina me ha dicho que cree que mamá sospecha. Me ha dejado preocupado. Confío en que más adelante la convenceré de que Cristina es una buena chica y de que la amo, pero como nos pille haciéndolo… nos mata.
Tenemos que tener más cuidado.
 
Domingo 22 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
Se me ha ocurrido una idea. Podemos hacerlo en la casita que hay anexa, el antiguo establo, donde están los plomos de la casa.
Se me ocurrió anoche, pues la luz se fue otra vez y acompañé a papá para encenderlos. Es un sitio tranquilo, un poco apartado de la casa y hay acumulado en un rincón un buen montón de paja.
Ja, ja, podemos montarnos el numerito de Pedro y Heidi.
Se lo diré a Fran.
Domingo 22 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
Qué bien nos lo hemos montado. Yo he dicho que me iba a dar un paseo y Francisco se ha metido a estudiar en su cuarto, así que tía Lara se ha quedado tranquila.
Me ha sorprendido lo ágil que es. Ha bajado de la ventana del primer piso como si nada. Ja, ja, con tal de echar un polvo, trepa como un mono.
Y vaya si hemos echado polvos en el pajar. Me pica todo el cuerpo, pero ha merecido la pena.
Voy a ducharme.
Lunes 23 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
 
Últimamente ando excitado a todas horas. Parece que estemos compitiendo a ver quien pone al otro en el apuro más grande.
Si yo le meto mano mientras comemos, ella me soba la polla cuando estudiamos. Si le toco el culo en la piscina, ella me enseña las tetas… y todo con mi madre rondando.
Nos van a pillar.
Menos mal que hemos descubierto lo del pajar… Cuando me recluyo a estudiar, mamá no me molesta jamás, así que es bastante fácil escabullirme.
Volver no es tan sencillo, pues no puedo trepar hasta la primera planta desde fuera, pero con la ayuda de Cristi, me cuelo escaleras arriba sin problemas. O me planto en la cocina simulando haber bajado…
Mientras preparábamos la cena, le he magreado el culo a Cris, con mi madre a menos de un metro. Se ha puesto coloradísima. Me ha encantado.
A ver si esta noche puedo colarme en su cuarto.
 
 

Martes 24 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina

 
Mamá me ha dejado de piedra. Me ha preguntado que qué pensaba regalarle a Francisco por su cumpleaños.
¡Resulta que mañana cumple los 18! ¡Y no me lo había dicho!
Cuando le he visto, le he dado un buen coscorrón. Como me ha dado pena por la carita que se le ha quedado, le he metido la lengua hasta el fondo.
Ya sé lo que voy a regalarle… je, je.
Me voy disparada al pueblo.
Martes 24 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
Francisco quería venir conmigo, pero de eso nada. Le he dicho que teníamos que disimular, que su madre no nos quitaba ojo y le he convencido.
Pobrecito, qué carita se le ha quedado. Le compensaré luego.
Lo he comprado todo. Los dos regalos. El que voy a darle en la fiesta… y el otro.
Martes 24 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
No aguanto más. Me voy a su cuarto. No lo hacemos desde ayer y encima, no me ha dejado acompañarla al pueblo después de haberme calentado dándome un morreo (y pegándome, que tendrá esta chica con los coscorrones).
Y si nos pillan… que nos pillen
 
Miércoles 25 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
¡Hoy es el cumple de Fran! Me he colado en su cuarto esta mañana a las seis. Estaba que me caía de sueño, pero aún así, le he despertado con una mamada.
Ha sido genial, cuando ha abierto los ojos se ha quedado estupefacto. ¡Qué cara ha puesto!
Aunque la boca me sabía a polla, me ha besado con pasión y me ha dicho que me quiere. Me ha faltado un pelo para responderle lo mismo.
Jodeeeer.
Miércoles 25 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
 
Mamá no me ha dejado tranquilo en todo el día, con besos, tirones de orejas y todas las gilipolleces que se le han ocurrido. Me tenía ya hasta los huevos.
Estaba deseando quedarme un rato con Cris, pero no ha habido forma.
Por la noche, me han dado una fiesta, una barbacoa, con tarta y regalos. Ha estado bien.
Cris me ha regalado una camiseta, para reponerme la que me rompió el otro día me ha dicho y, aunque no es muy de mi estilo, me la pondré siempre.
Lo malo ha sido que ha vuelto a irse la luz. Qué coñazo de plomos. Me ha tocado a mí ir a encenderlos.
Mientras recogíamos la mesa, Cris se me ha acercado y me ha susurrado que mi otro regalo me lo dará mañana, cuando estemos a solas.
Me muero por saber qué es.
 
Miércoles 25 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
Estoy super nerviosa. Mañana es el día. Lo he decidido. Ayer compré en la farmacia del  pueblo un tarrito de vaselina.
Siempre me ha dado miedo el sexo anal, nunca lo he probado… Pero si es con Francisco…
Qué vulgar soy, el regalo que le voy a hacer a mi novio es mi culo… Si fuera un chico corriente, seguro que le encantaría.
Pero Francisco no es normal y corriente…
Mañana va a ser un día muy largo. Espero que todo vaya bien, no quiero acabar en la consulta del médico con el culo roto, ja, ja.
………………………………………………………………………….
Y se acabó, esa es la última entrada que hay en los diarios de los dos amantes. Menuda historia ¿eh?
Pero tranquilos, aún falta un último capítulo, que puedo narrar gracias a que fui testigo presencial directo de los acontecimientos.
La mañana del 26 de Agosto, papá recibió temprano una llamada de su amigo Juan Carlos, quejándose de que los magneto térmicos de la casa saltaban continuamente, dejándolos a oscuras.
Como no era la primera vez que Juan Carlos le comentaba el tema ese mes (ni la primera vez que lo hacía un inquilino, pues otros ya se habían quejado antes), papá decidió tomar el toro por los cuernos y resolverlo de una vez, así que me mandó a comprar unas cuantas cosas a la ferretería y nos fuimos juntos para la casa.
Gran decisión.
Aunque no tenía carnet, yo era el que conducía, mientras papá llamaba a su amigo para avisarle de nuestra llegada. Nos recibieron los dos hombres, tan simpáticos como siempre y nos ofrecieron pasar a tomar café, cosa que hicimos.
Minutos después, salíamos de nuevo para tratar de solucionar la avería, acompañados por sus esposas, que se quejaban de lo molesto que resultaba que la luz se fuera todo el tiempo.
Yo entré el primero, mientras papá seguía de cháchara, con intención de abrir las ventanas del fondo para que entrara la luz del día, pues íbamos a cortar la electricidad.
Entonces escuché un ruido, una especie de murmullo seguido por un gemido. Pensé que se habría colado algún animal, así que rodeé un montón de cajas que había y me asomé al otro extremo de la habitación, quedándome petrificado.
Todavía no comprendo cómo no nos escucharon llegar, o cómo no se dieron cuenta de que yo había entrado, pero así fue.
Cristina estaba a cuatro patas en el suelo, completamente desnuda, mientras su primo, arrodillado detrás, la bombeaba salvajemente aferrado a sus caderas. Alucinado, me quedé mirándoles con la boca abierta, hipnotizado por el bamboleo feroz de las tetas de la chica, meneándose al ritmo que los culetazos del chico imprimía.
Lo más surrealista, fue que me pareció percibir un suave zumbido, que atrajo mi atención a la entrepierna de la chica, donde pude ver asomando lo que era con toda certeza un vibrador, cosa que me hizo comprender que el primo no estaba penetrando a la prima por el camino habitual…
Justo entonces, escuché a mi lado la incrédula voz de mi padre que exclamaba:
–         Jesús, María y José.
Miré hacia el lado y me encontré con que mi padre, su amigo y su hermano, observaban la escena espantados.
Los chicos se dieron por fin cuenta de que no estaban solos, y dando un grito de sorpresa, se derrumbaron entre la paja. Juan Carlos, reaccionando el primero, se volvió hacia la puerta y le gritó a su esposa que no entrara, consiguiendo, obviamente, que ésta penetrara en la caseta como un ciclón.
–         PUTAAAAAAAAAAAAAAAAAA – aulló la mujer cuando vio a los dos jóvenes desnudos y revueltos en un confuso montón.
Sin pensárselo un segundo, se arrojó sobre ellos y se lió a guantazos a mano abierta con los dos, sin dejar de insultar a la muchacha, mientras los demás los mirábamos sin saber cómo reaccionar.
Francisco, muy galante, trató de interponerse entre la ira de su madre y su amante, recibiendo la lluvia de golpes en su lugar. Pero, al moverse, pudimos constatar que su polla seguía bien alojada en el culo de su prima, que gritaba como loca.
–         Sácala, sácala, sácala – repetía la pobre chica mientras el joven luchaba por lograrlo.
Pero no podía.
No me pregunten cómo, pero se habían quedado enganchados como los perros.
Juan Carlos por fin reaccionó y trató de sujetar a su mujer, pero ésta, haciendo gala de una fuerza impensable en un cuerpo tan delgado como el suyo, se lo quitó de encima de un empujón, haciéndole caer al suelo.
El breve instante de tregua fue aprovechado por los chicos para tratar de huir de allí, pero, al seguir unidos, parecían el más extraño tren del mundo tratando de moverse campo a través por fuera de los raíles. Francisco sujetaba a la chica por las caderas, tratando de evitar que se fuera de bruces, mientras ella caminaba casi a cuatro patas, doblada por la cintura.
A Lara no le costó nada volver a alcanzarlos nada más salir del establo. Agarró a su hijo de los pelos y le propinó un par de buenos coscorrones. Mientras, Cristina, que seguía empitonada, estaba doblada por completo, con los pies y las manos apoyadas en el suelo, llorando y suplicándole a su amante que la desclavara.
Pero fue su tía Lara la que se encargó de eso. Dándole una formidable patada a la chica en las posaderas, la hizo caer de morros en el polvo, desenfundándose por fin el rabo de su primo de su culo. Desde donde yo estaba, pude ver perfectamente el dilatado y enrojecido ano de la chica, que se cerraba poco a poco.
Por fin, al ver cómo su hija era pateada, Noemí reaccionó y la ayudó a levantarse, llevándosela al interior de la casa. Mientras corría, el consolador se la salió de dentro y cayó al suelo, llenándose de polvo, pues estaba muy mojado. Como una de sus víctimas escapaba, Lara se revolvió contra la otra, su propio hijo, que seguía con una empalmada de narices apuntando al frente, lo que exacerbó todavía más la ira de la mujer, que la emprendió de nuevo a golpes con él.
Por fin, el chico despertó y realizó una retirada estratégica hacia la casa, mientras yo contemplaba admirado el montón de arañazos y moratones que su propia madre había sido capaz de inflingirle en tan poco tiempo.
Lara, por su parte, fue reducida por su cuñado, su esposo y mi padre. Una vez bien sujeta, Juan Carlos entró en la casa a buscar un tranquilizante del botiquín, regresando enseguida.
Ese fue el momento en que mi padre, muerto de vergüenza, le dijo a su amigo que ya vendría otro día a arreglar lo de la luz, así que nos largamos.
A mí me habría gustado quedarme, pues era muy posible que, cuando Lara regresara a la casa, agarrara a su sobrina por los pelos y volviera a tirarla en la calle, y, con un poco de suerte, quizás estaría todavía desnuda, ja, ja. Quizás habría podido llevármela yo… de recuerdo…
Mientras conducía, papá soltó una de esas frases tan suyas para resumir lo acontecido:
–         Pa mear y no echar gota”.
Esa misma tarde, papá recibió un sms de Juan Carlos, diciéndole que dejaban la casa. A la mañana siguiente, los dos nos presentamos, un poquito nerviosos por si nos encontrábamos con alguien, pero todos se habían largado. Recogimos un montón de cosas que se habían olvidado para mandárselas por correo, incluyendo la ropa de los dos chicos que se habían dejado en la caseta. A punto estuve de quedarme con las bragas, pero tampoco soy tan pervertido. El vibrador sí que me lo quedé, ja, ja (esto del ja, ja, se me ha pegado del diario de Cristina).
Los diarios los encontré unos días después, cuando realicé una limpieza a fondo, pues mis padres me pagaban por limpiar las casas cuando las dejaban los inquilinos.
No sé cómo sucedió, pero la noticia de lo acontecido corrió por el pueblo como la pólvora. Bueno, sí sé como sucedió; yo se lo conté a mi amigo Roberto y después… Y seguro que papá también se fue de la lengua con los del dominó. Qué coño, la historia era demasiado buena para callársela.
Me convertí en el centro de atención durante una temporada, mientras todo el mundo me pedía que les contara lo sucedido, lo que yo hacía con gusto, sobre todo si mi interlocutor era una chica guapa.
También andaban por allí Antón y Guille. Los dos decían que ya sabían que Cristina era una zorra, pues uno se la había follado en los servicios de la discoteca y el otro en su coche, los dos la misma noche. Sólo yo sabía que mentían, pero no dije nada, pues los dos son muy cabestros y podían partirme la cara.
Es curioso, llevo cerca de un mes poniendo en orden las entradas de los diarios y escribiendo este relato, pero fue hace un par de días cuando me enteré de los últimos datos de esta historia.
Papá tuvo que bajar a Almería y sorprendentemente, fue a tropezarse con Juan Carlos. Sintiendo vergüenza, pero sin poder reprimir la curiosidad, le preguntó que qué tal estaba su hijo.
Juan Carlos le dijo que se había ido de casa. Como estaba becado y tenía algo de dinero ahorrado, se había largado a Madrid y ahora vive allí con su prima. Son pareja formal y ambos combinan estudios y trabajo.
Por lo visto Lara ha jurado que un día matará a su sobrina…
Tras contármelo, papá ha sentenciado:
–         No me extraña que estén juntos. Mientras la moza le deje el culo, el tío estará pegado a ella como una lapa.
Mi padre sí que sabe lo que es el amor, ja, ja.
FIN
TALIBOS
Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un E-Mail a:

ernestalibos@hotmail.com

3 comentarios en “Relato erótico: Verano en la casa rural (2 de 2) (POR TALIBOS)”

Responder a Anonymous Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *