Mi nombre no importa en absoluto, al fin y al cabo sólo soy el narrador, no uno de los personajes, aunque eso sí, un
narrador un tanto particular, pues voy a permitir que sean los propios protagonistas los que cuenten sus peripecias, ya verán cómo. De todas formas, he de realizar una pequeña introducción para poner en antecedentes a los lectores.

Esta es la historia de dos primos, Cristina y Francisco y de las aventurillas que tuvieron el pasado verano. Si me he enterado de lo que sucedió fue gracias a que llegaron a mis manos los diarios personales de ambos y, tras leerlos (bastante feo por mi parte, pero bueno), juzgué que la historia era lo suficientemente interesante como para contarla, así que me dediqué a clasificar y transcribir los pasajes “importantes”, de forma que conformasen una narración ordenada de los hechos.
Así que, en definitiva, éste no va a ser un relato al uso, sino una trascripción literal de fragmentos de ambos diarios, ordenados de forma que compongan una historia con sentido. Cuando lo estime necesario, insertaré algún comentario o aclaración propio, para explicar algún punto oscuro, pero, revisando el material, no creo que sea preciso hacerlo demasiadas veces.
Obviamente, no voy a copiar íntegramente los diarios de los dos chicos, pues hay literalmente cientos de anotaciones que no tienen nada que ver con la historia y carecen de interés para el lector, pero que sí me han servido para hacerme una idea de la personalidad de ambos y para conocer un poco a sus familias, lo que, como ya verán, tiene cierta importancia en la historia. Para esto me ha ayudado además mi propio padre, que conocía personalmente a uno de los matrimonios desde antes de los sucesos, por lo que he podido sonsacarle algunos datos para rellenar los huecos que me quedaban en la información familiar (aunque claro, él no sabía para qué quería yo esos datos).
Pues bien, según he averiguado, los padres de los chicos, Raúl (el de Cristina) y Juan Carlos (el de Francisco), son hermanos, nacidos en Madrid. Años atrás, Juan Carlos abandonó la capital del reino y se trasladó a Almería, donde conoció a su mujer, Lara, con la que tuvo un hijo.
Mi padre les conoce desde hace años, pues en su antiguo trabajo coincidió con Juan, con el que entabló cierta amistad. Según me contó papá, Lara resultó ser una mujer bastante religiosa y chapada a la antigua, ama de casa de oficio y totalmente centrada en cuidar de su hijito. En el momento de los hechos (verano del 2010), Francisco contaba con 17 años de edad y según he deducido de su diario era un pardillo de campeonato.
Su prima era harina de otro costal. Sus padres, Raúl y Noemí, eran mucho más liberales y eso se había reflejado en la educación de su hija. La chica, ya con 18 años, estudiaba primero en la universidad (no digo en cual pues sería dar demasiados datos teniendo en cuenta que no he cambiado los nombres de los protagonistas). Chica moderna, chica de su tiempo, llevaba una vida bastante alocada, a juzgar por las “anécdotas” que cuenta en su diario que, sin duda, sumarían material jugoso suficiente para escribir otro relato (o varios).
Según parece, sus resultados académicos de su primer año de facultad habían dejado mucho que desear, por lo que sus padres la habían obligado a pasar el verano con ellos para que estudiara, en vez de dejarla sola en Madrid como era su deseo. Así que no es muy de extrañar que la chica fuera de vacaciones con un cabreo impresionante.
Pues bien, resulta que ambas familias llevaban literalmente años sin verse, por lo visto desde la primera comunión de Francisco, y a los padres les pareció buena idea pasar las vacaciones de Agosto juntos, por lo que se les ocurrió alquilar una casita rural en la sierra.
Juan Carlos se acordó de su viejo amigo Luis (mi padre), que años antes había heredado unos terrenos en su pueblo y había construido o arreglado unas cuantas casitas para alquilarlas. De hecho, mis padres, un poco cansados de la vida en la ciudad y del estrés del trabajo, habían aprovechado y, juntando el dinero heredado con lo que habían ahorrado, adquirieron un pequeño supermercado en su pueblo natal, donde volvimos a trasladarnos cuando yo tenía 10 años.
Con lo que les daba la tienda y con la explotación de las cuatro casitas que tenían (dos heredadas de mis abuelos maternos, una de los paternos y una comprada), vivíamos muy cómodamente en el lugar, totalmente aclimatados a la vida rural. En breve, yo también iba a iniciar mis estudios universitarios, para lo que tendría que trasladarme a la ciudad, aunque eso es otra historia y no viene al caso para nada.
En Marzo, mi padre recibió una llamada de su antiguo compañero, preguntándole si tendrían una casa disponible para alquilar (a buen precio, claro) durante el mes de Agosto. Mi padre, encantado de tener noticias de un viejo amigo, le respondió afirmativamente e incluso quedaron un par de semanas después para que Juan Carlos pudiera visitar el pueblo y echarle un vistazo a las casas, para poder escoger la que más les gustara.
Papá estaba contento con el negocio, pues la visita de esta familia tenía grandes ventajas. Por un lado, querían la casa para todo un mes, lo que resultaba más cómodo que alquilarla por semanas o quincenas; y por otro lado, los inquilinos eran gente conocida, con lo que el riesgo de que se te metiera algún desalmado que te destrozara la casa desaparecía.
Las cosas se desarrollaron con normalidad, Juan Carlos y su familia nos visitaron en Abril, vieron las casas y escogieron una, la más lejana del pueblo, pues por lo visto les encantaba hacer senderismo y aquella estaba en plena sierra. Era una casita estupenda, de dos plantas, con cinco dormitorios, dos salones y tres baños, reformada y modernizada por completo. Era demasiado grande para tan poca gente, pero no les importó pagar más, pues disponía de una piscina bastante grande, rodeada de césped. También tenía un pequeño parque infantil, con columpios y balancines que mi padre compró de saldo al ayuntamiento cuando los cambiaron por unos más modernos, aunque eso no les interesó mucho, pues no tenían críos pequeños.
Ese día conocí a Francisco, que era de mi edad, por lo que intenté entablar conversación con él, cosa que no fue fácil, pues era bastante tímido. Aún así, me pareció buen chaval, inteligente y tranquilo, aunque un poco reservado.
Nuestros padres concertaron el precio, acordaron la señal para la reserva (que fue pagada religiosamente) y no tuvimos más noticias de ellos hasta Julio, cuando nos llamaron para decirnos que en vez de cinco personas serían seis, pues su sobrina iba a venir también, castigada por las malas notas.
Por fin, el 1 de Agosto se presentaron ambas familias en la casa, donde les aguardábamos mi padre y yo para entregarles las llaves y enseñarles la casa al hermano de Juan Carlos y a su familia.
Así conocí a Cristina y he de reconocer que me quitó el aliento. Estaba buenísima. Cabello rubio cobrizo, teñido con mechas y recogido en una larga cola de caballo, despejando su hermoso cuello, para combatir el calor. Su rostro era perfecto, labios carnosos, ojos claros, parecía una modelo.
Y qué cuerpazo, qué curvas, qué todo. Me dejó sin habla. Y además iba vestida de una forma…
Aunque claro, eso no importó demasiado, pues ella ni se dignó a mirarme. Un seco “hola” cuando su padre nos presentó y después se dedicó a ignorarme por completo, con una expresión de infinito aburrimiento en su dulce rostro mientras mi padre se esforzaba en ponderar las virtudes de la casa que iba a ser su hogar durante los siguientes 30 días.
Por fin, la visita terminó y mi padre les entregó los dos juegos de llaves. Nos despedimos y mi padre les dijo que nos avisaran si surgía algún problema. Antes de irnos, nos aseguramos de que al menos uno de sus teléfonos móviles perteneciera al principal operador del país, pues era la única compañía con cobertura en la zona y era conveniente disponer de uno para no quedar incomunicados.
Tras dejarles, nos fuimos a otra de las casas, pues los inquilinos de la misma también estaban a punto de llegar y había que repetir el proceso con ellos.
No volví a pisar la casa hasta el 26 de Agosto, cuando acudí con mi padre a revisar una avería eléctrica, lo que nos permitió asistir a uno de los espectáculos más impresionantes que he visto en mi vida. Pero no adelantemos acontecimientos.
Días después, sobre el 28 o el 29, encontré los diarios de los chicos.
Interesado por averiguar qué había sucedido, me los guardé y los leí, gracias a lo cual he podido componer este relato.
Bien, basta de preámbulos, ahora les cedo la palabra a Cristina y Francisco para que les cuenten su historia. Espero que les guste.

Sábado, 31 de Julio. Diario de Cristina.

Estoy hasta el coño de mis padres. Me han jodido pero bien. Hasta última hora, he mantenido la esperanza de que me levantaran el castigo y me dejaran sola en casa mientras ellos se iban con los plastas de mis tíos. Y una mierda para mí.
Joder, con la de planes que tenía para el verano. Sólo de imaginar en la de cosas que iba a hacerme Nacho si me hubieran dejado la casa para mí… mejor no pensar en eso, que me mojo toda.
A tomar por culo todo, me voy a pasar un puto mes encerrada en una casucha en el quinto coño, donde Cristo perdió la sandalia y seguro que allí ni discotecas, ni bares, ni juergas, ni mierda para mí.
Sólo de pensar en estar todo el mes con los plastas de mis tíos y el niñato de mi primo me pongo de los nervios. Joder, si hace tantos años que no nos vemos que vamos a ser desconocidos. Y mejor así, porque lo poco que recuerdo de tía Lara es para echarse a temblar. Todavía me acuerdo de cómo me miraba en la comunión de Francisco, como si yo fuera un monstruo por no haber querido hacerla también. Sí, para eso estaba yo, para pasarme las tardes en la catequesis…
Tentada he estado de largarme a casa de una amiga y joderles el plan. Pero ya veo a mi padre: “mientras vivas bajo mi techo, harás lo que yo te diga…”. Cabrones, me tienen cogida por las pelotas… bueno, por las pelotas no, por los ovarios. Y todo por unos cuantos cates…
Esta va a ser mi última noche de libertad, así que voy a salir a desfasar con mis amigas…
 
Sábado, 31 de Julio. Diario de Francisco.
 
Estoy ilusionado. Tengo ganas de volver a ver a los tíos y a la prima. Casi no me acuerdo de ellos, pero papá está contentísimo por reencontrarse con su hermano. Es extraño cómo se distancian las familias a veces, supongo que es un poco culpa de todos.
Espero caerles bien; mi madre me ha dicho que Cristina es un poco rebelde, que no ha hecho la comunión ni nada, al parecer, porque ella no quiso hacerla. No me lo creo, seguro que fue cosa de su madre, recuerdo que era atea. Mejor no criticar… “No juzguéis si no queréis ser juzgados”.
Eso sí, me da un poco de pena perderme las convivencias de este año, pero a papá le hacía mucha ilusión que pasáramos las vacaciones todos juntos, así que me disculpé con el padre Rafael por no poder hacer de monitor. Es un hombre muy amable, me dijo que lo entendía y que no me preocupara.
Me voy a ir a dormir temprano, mañana nos espera un viaje muy largo…
Domingo, 1 de Agosto. Diario de Cristina.

Pues qué bien. Ya estamos aquí. Estoy escribiendo un rato antes de bajar a cenar, por no aburrirme. Estoy encerrada en mi cuarto y desde aquí arriba escucho las voces que pegan desde el salón. Que se diviertan.

Menudo viajecito. Creí que me moría. La cosa ya empezó jodida cuando me presenté en casa a las seis de la mañana, justo cuando mis padres se levantaban para el viaje. Mi padre me ha echado una mirada que me acojonó un poco, pero por lo menos no me ha pegado la bronca. Menos mal que había dejado la maleta hecha, así que hemos cargado el coche y nos hemos puesto en marcha. No me han dejado ni cambiarme de ropa.
El viaje ha sido horroroso, me lo he pasado mareada y con ganas de vomitar. Al menos anoche me corté un poco y no bebí demasiado, con lo que me he ahorrado la resaca. A eso de las 9 hemos parado en un bar de carretera a desayunar. Estaba que me caía de sueño, por lo que me he tomado 2 cafés y un par de tostadas. Eso me ha asentado un poco el estómago. Mi padre me miraba divertido, regodeándose de que me encontrara tan mal. Ay, papi, si supieras que tu hijita va sin bragas y que no se acuerda de dónde las dejó…
Sin poder evitarlo, sonreí acordándome de la noche anterior. Tenía una buena polla el tío de la disco. Seguro que me las dejé en su coche. ¿O fue en el de Nacho? Mi padre se quedó extrañado por mi sonrisa. Que se joda.
Después de la parada, el muy cabrito ha procurado no dejarme dormir en todo el trayecto. Con la radio puesta a toda ostia o preguntándome gilipolleces. Y mamá muerta de la risa en su asiento. Cómo les gusta tocarme las narices. Aunque es divertido. Ya me vengaré.
He pasado todo lo que he podido de ellos, procurando concentrarme en cómo el fresquito del aire acondicionado se colaba por mi minifalda y me daba en el chocho…
…………………..
Y cuando llegamos… madre mía. Son justo como los recordaba.
Mi tío Juan es el más simpático de todos, me ha saludado con un par de besos y un abrazo. Apuesto a que le ha gustado estrujarme. Mi tía es un asco, pija y remilgada. A pesar del calor la tipa iba con una blusa de manga larga (gilipollas) y anda siempre jugueteando con el crucifijo que lleva en el cuello. Me da grima.
Aunque creo que es mutuo. Cuando me ha visto con el top y la minifalda ha puesto una cara… Va a ser un verano muy largo.
Y mi primo… menudo pringado. El otro día escuché en la tele a alguien diciendo que fulanito era un meapilas. No tengo ni puta idea de lo que significa eso, pero, sea lo que sea, estoy segura de que Francisco es un meapilas.
Menuda cara de agilipollado tiene el pobre. Cuando le he saludado, creí que iba a hacérselo encima. No ha dicho ni mú. Bueno, creo que ha dicho “Hola”, pero no estoy muy segura. En el fondo me ha hecho gracia, pues el pobre ha estado mirándome con disimulo todo el rato. Lo que me faltaba, que el pringado de mi primo se ponga palote conmigo.
Por allí andaban también los catetos que eran dueños de la casucha en que nos íbamos a recluir. Bueno, he de reconocer que la casa no está mal y la piscina es cojonuda. Por lo menos tomaré el sol.
Como estaba reventada, en cuanto he podido me he desmarcado y me he ido a echar la siesta. Le he dicho a mamá que no me llamen para comer y por una vez, me han hecho caso. Son ya las 9 de la noche, por lo menos he recuperado el sueño de anoche.
Joder, ya la oigo que sube a por mí para ir a cenar. Me voy disparada a meterme en la ducha.
……………………………………
Bueno, la cena no ha estado mal. Mi tío me ha vuelto a abrazar, saludando a la “Bella Durmiente”. Me parece que este veranito esos abrazos van a ser muy frecuentes. Me da igual, sobre todo porque veo que molestan a tía Lara.
En la cena he tratado de charlar con Francisco, pero le he sacado poco más. Se ve que no está muy acostumbrado a hablar con chicas. El meapilas lleva un crucifijo al cuello, como su madre y me da la sensación de que éste no ha visto un coño ni en fotografía. Quizás me divierta tomándole el pelo.
Y eso que es guapete el tío, si me lo hubiera encontrado en una disco quizás habría intentado calzármelo, pero tras hablar con él y ver que tiene menos personalidad que una piedra…
Además, es mi primo. Como me dice siempre Bego… “Cristi, no seas puta…”
Domingo, 1 de Agosto. Diario de Francisco.
El viaje ha sido estupendo, se me ha pasado rapidísimo. Me lo he pasado bomba jugando con mamá a lo de las matrículas. Tras un buen rato jugando, papá nos ha amenazado con tirarnos del coche si no nos callábamos y los tres nos hemos partido de risa.
Los tíos son un encanto, veo que mamá exageraba diciendo que tía Noemí era muy descarada. Me ha parecido muy simpática y me ha dicho que a ver si le pego a la prima un poco de mis ganas de estudiar. Me ha dado un poco de vergüenza, pues he comprendido que mamá ya le ha hablado de mis notas. Mamá a veces se olvida que el orgullo es pecado.
Y prima Cristina… es sencillamente preciosa. Me ha dejado sin habla. Luego he escuchado a mamá comentarle a papá que iba vestida como una golfa. Bueno, un poco de razón sí que tiene, pero según tío Raúl es porque salió por la noche y se ha venido para acá sin dormir. Pobrecilla, no me extraña que se haya ido directa a su cuarto sin comer ni nada.
Además, por la noche, cuando ha bajado a cenar, recién duchada y sin pintarrajear, se ha mostrado mucho más simpática, aunque, como soy muy tímido, me ha dado un poco de vergüenza. Espero que no se haya molestado.
 
Nota del autor: Durante unos días no pasa nada de interés, mientras la familia se va adaptando a la convivencia. El primer incidente reseñable se produce el día 4.
 
Miércoles, 4 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina.
 
Hoy ha pasado algo muy raro. Bueno, no estoy segura de si ha pasado en realidad.
Hasta hoy, Francisco se ha mostrado conmigo como un conejo asustado, cada vez que le hablo parece estar a punto de cagarse en los pantalones. Me resulta divertido, así que intento cachondearme un poco de él, pero en el fondo me da un poco de pena.
Me pregunto si lo habrá visto…
Esta mañana, como todos los días, me he ido a la piscina después de desayunar. Como me levanté la última, he desayunado sola y me ha tocado recoger la mesa. Esto es idea de mi tía, que dice que “Eso enseña responsabilidad”. Tócate los huevos, para ella la función de la mujer es esa: lavar los platos.
Bueno, a lo que iba. Tras recoger, me he ido a la piscina a tomar el sol. Me ha jodido un poco ver que hoy no se han ido a pasear por el monte con papá y el tío y estaban las dos allí. Mamá y la pija. Para tocar un poco las narices, me he paseado en bikini delante de mi tía, para que viera bien lo que es una mujer con curvas y no ella, que en sus mejores tiempos debía ser como el palo de una escoba. Me ha encantado ver la expresión de desagrado que ha puesto al verme.
Educadamente, les he dado los buenos días y he colocado mi toalla a unos cuantos metros, pasando por completo de su conversación. Me he untado un poco de aceite, me he puesto las gafas de sol y me he tumbado boca arriba, con los pies apoyados en el suelo y las piernas encogidas.
Francisco andaba por allí sentado en su toalla, casi junto a la piscina. Ha contestado tímidamente a mi saludo, pero no ha hecho ademán de venir a charlar conmigo, así que he pasado también de él.
Me he pasado un buen rato así tumbada, sintiendo cómo el sol iba calentando mi piel. Entonces, he pensado en darme la vuelta, para freírme bien por las dos caras, vuelta y vuelta, como un filete, pero, al hacerlo, me he dado cuenta de que uno de los lazos de mi bikini se había soltado.
A ver, el bikini que me he puesto es el rojo, el que tiene lazos que se anudan en las caderas para cerrar la braguita y uno de ellos se había desatado, con lo que la tela se había movido y dejaba al descubierto mi entrepierna.
Vaya, que me he pasado media mañana con el coño al aire.
Nerviosa, me he arreglado el bikini y entonces me he dado cuenta de que la toalla de mi primo estaba situada en una posición tal que era perfecta para disfrutar del espectáculo. Por suerte, mi primo no estaba allí, sino que estaba en la piscina, nadando como loco. Hay que reconocer que está en forma.
Joder. ¿Me habrá visto? ¿Habrá estado el muy cabrito toda la mañana mirándome el coño?
 
 

Miércoles, 4 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.

 
Voy a ir al infierno. Dios mío, qué vergüenza he pasado. ¿Cómo voy a mirar a Cristina a la cara otra vez? No puedo creérmelo.
Dios. Cada vez que cierro los ojos lo veo otra vez. Soy un pecador. No puede ser. Con lo bien que había empezado la mañana.
Me había tumbado cerca de la piscina, lejos de mamá y la tía porque no me apetecía  que empezaran otra vez a hablar de mis notas y estaba allí tranquilamente tumbado cuando ha llegado Cristina.
Es guapísima. Es más guapa que las presentadoras de la tele. No he podido evitarlo y la he mirado y, aunque el padre Rafael dice que no tiene nada de malo que mire a las chicas, la verdad es que me siento culpable.
Cuando me ha saludado, le he devuelto el saludo con tranquilidad, ya no me pongo tan nervioso como al principio. Pero ahora…
Al principio no me he dado cuenta. Yo he seguido tranquilamente tomando el sol, pensando en darme un chapuzón. Pero mi mente pecadora me ha obligado a volver a mirarla. Y entonces lo he visto.
Cristina se ha tumbado en su toalla con las piernas recogidas y la pobre no se ha dado cuenta de que se le ha soltado el bikini. Me he quedado anonadado, no podía apartar la mirada de entre sus piernas. Jamás había visto nada tan hermoso…
Voy a ir derechito al infierno. He tenido pensamientos impuros con mi prima. Cuando me he querido dar cuenta, mi sucio pene se ha puesto durísimo dentro del bañador. Y me ha gustado. He sentido placer al notar mi ardiente carne apretarse contra la tela y he seguido mirándola en silencio, procurando que nadie se diera cuenta.
Me he tumbado en la toalla boca abajo, apretando con fuerza la pelvis contra el suelo y he encontrado placer impuro al hacerlo. Mis ojos no se han apartado ni un momento de su entrepierna, hipnotizados por la acogedora gruta de trémula carne que mi prima mostraba inadvertidamente.
Tiene razón mamá. Las mujeres son el origen del pecado. Pero somos los hombres los pecadores, pues no es culpa de ella el que yo sea un guarro que la ha espiado. Podría haberla avisado, podría haber movido mi toalla a otro sitio. Pero no. Me he callado como el pecador que soy y he seguido espiándola, frotando mi pene contra la toalla.
Cuando Cristina se ha movido, casi se me para el corazón. Asustadísimo, me he levantado de un salto y me he arrojado a la piscina. El agua fría me ha hecho bien, pero cuando he vuelto a mirarla y he comprobado que desde el agua podía seguir mirando entre sus piernas… Lo he hecho.
Y todavía peor. He descubierto que justo allí había un agujero de la depuradora de agua por el que salía un fuerte chorro. Me he colocado al borde de la piscina, de forma que el chorro impactaba directamente en mi erecto pene. Como el guarro que soy, me he bajado el bañador y he empezado a masturbarme con mucho disimulo, con el chorro de agua presionando contra mi erección. Y sin dejar de mirar la hermosa vagina de mi prima.
Sé que el padre Rafael dice que no es pecado que un chico joven se toque, pero yo me siento muy culpable cada vez que lo hago. Soy débil.
Y esta vez ha sido peor, porque sin duda ha sido la vez más placentera de todas, observando a escondidas la primera vagina que veo. He eyaculado con más fuerza que nunca y he mirado con expresión estúpida como mi semen se desparramaba en el agua de la piscina, saliendo disparado al pasar por delante del chorro de la depuradora.
Por fortuna, nadie se ha dado cuenta de nada. Tras acabar, mi pene ha bajado por fin, así que me he puesto a nadar, haciendo largos uno tras otro hasta agotarme, hasta olvidarme de todo, con la mente en blanco. Cuando no he podido más, he visto que mi prima ya no estaba, lo que me ha tranquilizado mucho.
Soy un pecador. Esta noche rezaré 100 padrenuestros, rogándole a Dios que me perdone. Estoy deseando regresar a casa para confesarme en la parroquia. Podría ir a la iglesia del  pueblo, pero me da vergüenza contarle estas cosas a un cura desconocido. Aunque quizás fuera mejor así.
 
Miércoles, 4 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
Estoy segura. El muy cabrón me ha visto el coño. Cuando nos hemos topado para ir a comer, no se ha atrevido ni a mirarme la cara. Estaba todavía más cortado que el primer día.
Muy bien, primito. Si quieres guerra, la tendrás. Vas a pasar un verano muy, muy largo.
Miércoles, 4 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco.
 
Me quiero morir. No soporto la vergüenza. Cristina me ha mirado de una forma… Lo sabe.
 
Jueves, 5 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina.
Me he quedado más tranquila. Es verdad que las cosas hay que consultarlas con la almohada. Anoche me acosté cabreadísima con Francisco, pero luego lo he pensado mejor y he visto que no ha hecho nada malo.
Qué demonios, al fin y al cabo no le pillé mirándome, sino que, cuando me di cuenta del espectáculo que estaba ofreciendo, él ya no estaba allí.
Me imagino lo que pasó. El pobre se dio cuenta de que su primita andaba con el chichi al aire y, muerto de vergüenza, no supo qué hacer, así que se tiró a la piscina.
Lógico. Qué iba a hacer el pobre. Con lo tímido que es no iba a acercarse para decirme: “Oye, prima, que se te ve el chochete”. Hizo lo único que se le ocurrió, comportarse como un caballero y no mirar.
Le daría las gracias, pero seguro que si le comento el asunto le da un infarto. Mejor dejarlo estar.
Trataré de ser más simpática con él.
Jueves, 5 de Agosto. Diario de Francisco.
 
No puedo expresar con palabras el alivio que siento. Esta mañana he bajado asustadísimo a desayunar por si me tropezaba con Cristina. Me encontraba cansadísimo, pues esta noche casi no he pegado ojo.
Como no andaba por allí, he tratado de quitarme de en medio. No sabía si irme a la piscina o a dar un paseo. Y entonces me la he encontrado. Me he puesto coloradísimo, pero ella se ha mostrado super simpática, más que nunca.
Me siento feliz. Sólo con el alivio que sentí cuando ella no dio señales de enfado casi me desmayo. Seguro que no se dio cuenta de que la estuve mirando. Ni de lo que hice después…
Soy un pecador y me merezco un castigo. Pero me alegro de que Cristina no se haya enterado de que soy un guarro…
Y qué bien nos lo hemos pasado. Por primera vez desde que estamos aquí hemos charlado tranquilamente. Cuando he visto que no estaba enfadada me he relajado mucho y por fin he podido hablar con ella sin problemas.
Hemos hablado un poco de todo, pero especialmente sobre ella y las clases de la universidad. Me ha contado muchas cosas sobre el ambiente de la facultad, lo que me vendrá muy bien para el curso que viene y yo le he contado anécdotas de la parroquia y del padre Rafael, lo que la ha divertido mucho.
Estoy super feliz, creo que podré hacerme amigo de mi prima. Incluso me he ofrecido para ayudarla a preparar los exámenes de septiembre para las asignaturas que le han quedado y ella se ha mostrado encantada.
Luego nos hemos bañado juntos en la piscina y ella me ha dicho que nado muy bien, con lo que me he sentido halagado…
Doy gracias a Dios por haber pasado un día tan bueno…
 
Jueves, 5 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
 
 

Y tanto que es un meapilas. Joder qué coñazo me ha dado toda la mañana contándome rollos de no sé qué cura y de la madre que lo parió. Es un pringado.

Pero bueno, es lo que hay. Si al pobre lo han educado así…. No me extraña con el coñazo de madre que tiene. Y es una pena, porque el chico es bastante guapete. Y no veas como nada, parece un delfín. Tiene un buen cuerpo, supongo que de tanta natación, pues me ha dicho que no ha pisado en su vida un gimnasio, pero que a la piscina sí que va. Lo dicho, una pena semejante desperdicio.
Por lo menos parece que se le ha pasado un poco el canguelo de hablar conmigo. Creo que cuando ha visto que no iba a montarle un pollo por haberme mirado el chichi en la piscina, se ha relajado tanto que casi se mea encima. Lo he encontrado hasta mono.
Y además es bastante amable. Se ha ofrecido a echarme un cable con los exámenes que tengo que preparar y yo he aceptado. Total, yo sola sé que no me iba a poner a estudiar, a ver si con el plasta del Francisquito rondando por alrededor logro concentrarme un poco. Además, seguro que así mamá estará contenta, si me ve liada con los libros…
Y seguro que a tía Lara no le gusta… ja, ja, ja…
Viernes, 6 de Agosto. Diario de Cristina.
Sorprendida me he quedado. Joder con Francisco, es ponerse con los estudios y parece otro.
Hemos pasado la mañana como ayer, en la piscina, charlando y dándonos unos chapuzones. Francisco se ve mucho más tranquilo y calmado hablando conmigo, ya no se aturrulla tanto. Eso sí, en cuanto le he preguntado si tiene novia, se ha puesto como un tomate, ja, ja, qué mono.
Es justo como sospechaba. No ha tenido novia ni nada parecido en su vida. De hecho, creo que ni siquiera ha salido mucho por ahí. Pobre chico.
Sin embargo, después de comer, cuando nos hemos puesto a estudiar, se ha transformado. Se ve que estaba en su salsa. Me jode reconocerlo, pero el tío es un profesor magnífico. Me parece que he aprendido más Física en un par de horas con él que en todo el curso con el capullo de Torres. He sido capaz de resolver problemas que esta mañana no habría sabido ni por donde empezar. Estoy impresionada.
Aunque más impresionada se quedó mamá cuando le dije tras el almuerzo que me iba a dar una ducha y que luego me iba a poner a estudiar. Ja, ja, con la boca abierta se quedó la pobre, para haberle hecho una foto.
Como apruebe Física en septiembre, voy a tener que hacerle un buen regalo a Francisco…
Viernes, 6 de Agosto. Diario de Francisco.
No sé si ha sido buena idea ofrecerme para ayudar a Cristina con los estudios.
No es por ella, no. He descubierto que es mucho más inteligente de lo que ella misma se cree. Esta chica se menosprecia mucho, parece que piense de sí misma que es sólo una cara bonita, pero detrás hay mucho más.
No comprendo cómo le ha ido tan mal en los exámenes. Coge las cosas al vuelo y, en cuanto se ha concentrado un poco, ha pillado lo que le explicaba sin problemas.
Pero no, la culpa no es de ella. La culpa es mía. Soy un pecador.
Cuando la he visto entrar al salón el corazón me ha dado un vuelco. Se había puesto una camiseta de manga corta de su padre a modo de vestido, que le quedaba tan grande que le llegaba a medio muslo, con lo que daba la sensación de que no llevaba nada más. Mi pecaminosa mente se ha puesto enseguida a especular sobre si llevaría algo de ropa debajo o estaría completamente desnuda.
Ya la he visto tantas veces en bikini que casi no me afecta, pero verla así, con esa camiseta amplia, las piernas desnudas, el pelo todavía húmedo tras la ducha… soy un enfermo.
Cuando se ha sentado a mi lado y se ha inclinado sobre la mesa no he podido evitar mirar subrepticiamente por el escote de la camiseta y me he sentido muy desilusionado cuando he comprobado que llevaba el bikini debajo. No sé qué esperaba.
Por suerte, nos hemos puesto en marcha enseguida y he podido concentrarme en la Física. No ha habido problema con la materia, he estudiado cosas más difíciles, así que nos hemos puesto con las primeras relaciones de problemas.
Todo ha ido bien durante un rato, mientras he estado explicándole cosas, pero, cuando se ha puesto ella con los problemas y yo no tenía nada que hacer… Que Dios me perdone, pero he vuelto a mirarla con ojos lujuriosos.
Qué bonita es, me encanta la cara que pone cuando se concentra. Es guapísima, pura, hermosa…
Y yo soy un maldito pervertido.
Aprovechando que estaba centrada en un problema, he acercado disimuladamente mi pierna a la suya, hasta que mi rodilla ha rozado su muslo desnudo. Cuando sentí el roce de su cálida piel, me creí morir. Y he tenido una erección.
Soy un enfermo. He empezado a tocarme el pene por encima de los shorts bajo la mesa mientras mi pobre prima estaba a mi lado, resolviendo el problema. No me creo nada de lo que me ha dicho mi madre. Esta chica es un ángel.
Y cuando ha resuelto el problema… Qué contenta se ha puesto. Me ha dado un abrazo y un beso en la mejilla, entusiasmada por haber sido capaz de resolverlo sola. He tenido mucho cuidado de que no se diera cuenta de que mi miembro estaba erecto. No quiero que sepa que soy un pervertido. Me moriría de vergüenza, pues ella confía en mí y mientras yo la espío como un guarro lujurioso.
Soy basura. Tengo que rezar…
 
Sábado, 7 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
Espero no arrepentirme. Esta mañana, a propuesta de Francisco, nos hemos pasado un par de horas estudiando. Mamá está contentísima de verme tan aplicadita, así que está super amable.
Lo gracioso es que a quien felicita es a Francisco, no a mí. Tócate los huevos.
Pero bueno, no me molesta mucho, pues la verdad es que mi primito me está ayudando mogollón.
Luego, ha llegado el tío Juan Carlos (que había bajado al pueblo a comprar unas cosas) y nos ha contado que ha visto unos carteles de una fiesta que celebran esta noche en la disco del pueblo.
¡Joder! ¡Se me han puesto los ojos como platos! ¡Una fiesta!
He mirado a mamá con ojos de cachorrillo y ella me ha comprendido sin necesidad de decir nada. Me muero por ir.
Yo esperaba que, como siempre, ella se negara de entrada y tuviera que pasarme el día detrás de ella dándole el coñazo y prometiéndole que iba a encargarme de cien tareas de la casa, pero me ha dejado descolocada diciendo que no le parecía mal dejarme ir si Francisco venía conmigo.
A mi tía Lara casi le da un soponcio. Ja, ja. Y Francisco no ha dicho ni mú.
Y es que no sé. La verdad es que me llevo mucho mejor con él ahora, pero llevármelo por ahí de discoteca… no sé.
Pero entonces ha surgido el problema del transporte. Ninguno de los dos tiene carnet y el pueblo está a unos cuantos kilómetros. Tío Juan Carlos se ha ofrecido a llevarnos y a recogernos, pero eso ni de coña. ¿Y si me sale plan qué? ¿Le digo al tío que espere en el coche mientras yo me enrollo con algún cateto?
Francisquito ha dado con la solución. Ir en moto. Para eso sí tenemos licencia. Y papá alquiló un scooter para ir y venir del pueblo. Pero claro, me dejan ir si me llevo al meapilas.
Como he dicho antes… espero no arrepentirme.
Sábado, 7 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco.
 
No puedo creerlo. Esta noche voy a ir a una fiesta con Cristina. Mamá se ha pasado la tarde dándome la tabarra para convencerme de que no vaya, pero no le he hecho caso. Seguro que lo pasamos muy bien.
Estoy deseando que llegue la hora…
 
Sábado, 7 de Agosto. Madrugada. Diario de Francisco.
 
Mamá tenía razón. Cristina es una puta.
 
 

Domingo, 8 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.

 
No comprendo lo que pasó anoche. Fue un shock. Descubrí que mi madre tenía razón y que mi prima es una golfa. Qué desilusión.
Con lo bien que empezó todo. Iba a ser la primera vez que iba a una discoteca. Estaba muy nervioso.
Aunque habíamos quedado en salir sobre las nueve, yo estaba listo dos horas antes. Me puse un vaquero nuevo y la camisa azul a rayas, e incluso me engominé un poco el pelo, pues Cristina me había dicho que seguro que me quedaba bien.
Estuve esperándola mucho rato y yo estaba cada vez más nervioso. He aprovechado para comer algo. Tío Raúl me ha dicho que no me preocupara, que lo normal es que las mujeres tarden mucho. Será verdad, pues eran casi las nueve y media cuando por fin ha aparecido Cristina.
Pero ha merecido la pena esperar. Estaba guapísima. Iba vestida con una falda corta blanca (demasiado corta según mamá) y una camiseta de tirantes del mismo color (top creo que lo llaman). Me ha llamado la atención un brazalete de plata que refulgía en su tobillo y ella, dándose cuenta de que yo lo miraba ha posado el pie en el brazo del sofá para que pudiera verlo bien.
Casi me da un infarto al tener su hermoso muslo casi junto al rostro, pero he sabido controlarme y no he mirado donde no debía.
“¿Te gusta?” me ha dicho Cristina “Hace juego con esta otra” Y me ha enseñado una pulsera muy parecida que llevaba en la muñeca. Yo he balbuceado que me encantaba y ella me ha sonreído, haciéndome estremecer.
Y por fin nos hemos puesto en marcha.
Papá ha sido muy amable y me ha dado 50 euros para que invitara a Cristina a tomar algo. Mamá en cambio no estaba muy contenta, pero yo no le hice caso, lo que fue un error.
Yo quería conducir, pero Cristina no ha querido ni oír hablar de eso y se ha sentado delante. Yo, avergonzado, me he colocado detrás y ella ha arrancado.
Al principio todo ha ido bien, pero, en cuanto hemos perdido la casa de vista, me ha gritado que me agarrara bien y ha acelerado tanto que creí que nos matábamos.
Está medio loca, hemos ido zumbando por el camino de tierra que lleva hasta la carretera del pueblo. No sé cómo hemos llegado.
Cristina se ha reído de mí cuando le he dicho que fuera más despacio y ha acelerado más. Por suerte, hemos llegado a la carretera y, una vez en el asfalto, la moto ha dejado de pegar botes y se me ha pasado el susto.
Pero eso ha sido peor.
Me he dado cuenta de que me iba agarrado con fuerza a su cintura y de que su trasero estaba apoyado directamente en mi entrepierna. He comprendido rápidamente lo que iba a pasar y me he esforzado en pensar en otras cosas, pero no ha servido para nada: mi pene se ha puesto duro.
Qué mal lo he pasado, rezando para que mi prima no notara que mi erección presionaba contra sus nalgas. Por suerte, concentrada en la conducción, no se ha dado cuenta y no me ha dicho nada.
Cuando hemos llegado, me las he apañado para sacarme los faldones de la camisa por fuera para tapar el bulto de mi pantalón y no ha pasado nada.
Después la cosa ha ido bien durante una hora o así. Hemos comprado las entradas y Cristina me ha dado las llaves de la moto para que las guardara. Me ha convencido para que me tomara una copa con alcohol y no ha estado mal. Papá siempre dice que no pasa nada por tomarse una, siempre que no se abuse. A mamá seguro que no le habría gustado.
Como allí dentro no se podía hablar por culpa del ruido (no comprendo cómo a la gente le gustan esos sitios), Cristina me ha arrastrado a la pista de baile.
Es la primera vez que bailo con una chica y la verdad es que me ha gustado. Sé que bailo fatal, pero a Cristina no ha parecido importarle, pues me ha dicho que lo único que tenía que hacer era dejarme llevar y seguir el ritmo. Y yo lo he hecho.
Por todas partes había parejas bailando y he visto cómo se frotaban unos contra otros con total desvergüenza. Me he sentido muy incómodo, pero Cristina parecía encontrarlo lo más natural del mundo.
Poco a poco ha ido arrimándose a mí, bailando cada vez más cercana a mi cuerpo. En un momento dado, se ha dado la vuelta y ha pegado su cuerpo al mío, frotándose contra mí con todo el descaro. Y que Dios me perdone, yo no me he apartado.
Entonces, ha sucedido algo que al principio no comprendí.
Cristina se ha inclinado sobre mí, haciendo que el corazón me diera un vuelco. Lo que ha hecho ha sido hablarme al oído, diciéndome no sé qué de una chica que estaba mirándome.
Yo no entendía nada y he mirado adonde ella me indicaba, encontrándome con un grupo de 4 o 5 chicas que cuchicheaban entre ellas.
“Anda, vete a la barra a pedir una copa y éntrale a la de la blusa azul, que esa quiere tema”, me ha dicho entonces Cristina.
Yo estaba super confundido, no entendía qué quería decir mi prima ni a qué tema se refería. No sé cómo, ella me ha empujado suavemente hacia la barra y yo he caminado hacia allí sin saber qué pasaba.
Mientras pedía un refresco, la chica de azul se me ha acercado y me ha dicho hola, pero yo no le he hecho caso, pues iba vestida como una golfa. Me sentía muy confundido, la cabeza me daba vueltas. Sólo pensaba en regresar junto a Cristina y seguir bailando con ella. Lo estábamos pasando tan bien…
Entonces la he visto. Y he comprendido por qué me había mandado a la barra.
Me he sentido fatal, humillado y enojado. Nunca me había sentido así. En la pista de baile, mi prima se frotaba impúdicamente contra un tipejo del pueblo que había aprovechado que yo había ido a la barra para ir a por ella. Estaba que explotaba de ira, pero, lo que más me cabreó, fue que mi prima no parecía molesta en absoluto.
Con total impudicia, se frotaba descaradamente contra el tipo, que había posado sus manazas a medias en su cintura, a medias directamente en su trasero. Mi prima, mostrando por fin la clase de golfa que era, dejaba que el tipo incrustara descaradamente su muslo entre los suyos, mientras ella deslizaba lujuriosamente sus caderas contra él.
Enfadado, me he dado la vuelta y le he pedido al camarero otra copa con alcohol. Me la he bebido casi de un trago.
No sé muy bien qué pasó después. Recuerdo  únicamente un zumbido en los oídos y que,  de repente, lo he visto todo rojo. Cuando me he querido dar cuenta, estaba junto a Cristina que seguía frotándose sin ningún reparo contra el tipo, la he agarrado del brazo para que me mirara y le he gritado a la cara lo que pensaba de ella: que era peor que la ramera babilónica.
Me he vuelto a casa en la moto. La he dejado allí tirada. Da igual, seguro que su nuevo amiguito la trae. Como no quería dar explicaciones, no he regresado directamente, sino que he aparcado en un prado que hay antes y me he tumbado en la hierba a mirar las estrellas.
Me sentía fatal y he acabado vomitando. Seguro que ha sido culpa del alcohol. Ya me lo había advertido mamá.
Creo que me he quedado dormido. A eso de la una, he regresado a casa, procurando no hacer ni un ruido. Todos dormían. Y Cristina no estaba en su cuarto.
Puta.
 
Domingo, 8 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
¡La puta que parió al desgraciado éste! ¡Si ya lo sabía yo! ¡Quién coño me mandaba a mí salir con el puto pringado! ¡La escenita que me montó! ¡Ramera mongólica me dijo el niñato de los cojones! ¡En cuanto lo pille a solas le voy a cruzar la cara de un guantazo!
¿Se puede saber quién cojones se cree que es?
Y eso que al principio todo iba fenomenal. Nos montamos en la moto y nos largamos echando leches. Yo iba de muy buen humor, porque había visto cómo se le caía la baba al ver cómo me había vestido, así que sabía que estaba rompedora y que esa noche iba a triunfar. Y, aunque Francisco sea un pringado, una no es de piedra y le gusta saber que está atractiva.
He de reconocer que me sentía un poco rara. Cuando noté cómo sus manos se aferraban a mi cintura sentí un extraño calor recorriendo mi cuerpo, así que le di caña a la moto, no sé muy bien si para llegar antes o para obligarle a que se agarrara más fuerte a mí.
Siendo sincera, creo que fue más bien lo segundo, porque pensándolo bien, llevo desde que vinimos aquí sin echar clavo y, a estas alturas, ando un poco revolucionada. Sí, seguro que fue eso, que ando muy necesitada.
Pronto pasó lo que yo esperaba y pude notar perfectamente cómo su polla se endurecía contra mi culo. Sonreí sin poder evitarlo. Haciéndome la tonta, meneé un poco el culito y lo apreté contra su creciente bulto y he de reconocer que me quedé impresionada. Creo que el meapilas oculta un buen secreto dentro del pantalón. Quien lo hubiera dicho.
Así, notando perfectamente cómo la polla de mi primito se estrujaba contra mí, el trayecto se me ha pasado volando. Aunque no podía verle la cara, estaba seguro de que debía estar colorado como un tomate.
Cuando hemos llegado, el pobre ha intentado ocultar el asunto sacándose la camisa. Qué mono.
Entonces me ha pasado algo extraño. Mientras Francisco compraba las entradas, me he sorprendido mirándole y he notado que estaba mojada. Joder, tenía las tetas como rocas y los pezones de punta. No me lo podía creer, me había puesto cachonda con mi primo.
Eso no podía ser. Tenía que buscarme una polla enseguida, para quitarme de encima la calentura y tanta tontería.
Pero he acabado bailando con él. No sé qué me ha pasado. Cuando me he dado cuenta, estaba frotando mi culo contra él como una perra en celo. No sabía que fuera tan débil. Ha bastado una semana sin sexo para hacerme perder los papeles.
Entonces he visto que unas chicas no le quitaban el ojo de encima a Francisco. Qué cojones, no es tan raro. Bien mirado, es bastante guapo y además estaba bailando con un pivón como yo, así que seguro que las catetas del pueblo han sentido interés.
Muy confusa y queriendo apartarle de mi lado, lo he mandado a la barra, para ver si la golfa que le miraba le entraba o no. Ni un segundo ha tardado la muy puta. Eso me ha cabreado.
Pero justo entonces se me ha acercado un tipo del pueblo. Antonio, Ángel o algo así creo que se llamaba. Me da igual. Aunque hay que reconocer que en este sitio no pierden el tiempo.
 
Queriendo apartar mi mente de Francisco, le he dejado que me entrara, aunque no era mi tipo (demasiado musculitos) y me he puesto a bailar con él. He mirado a Francisco y he visto que hablaba con la golfa y eso me ha molestado mucho, no sé por qué, así que me he arrimado más al tipejo ese, que no ha tardado ni un segundo en agarrarme el culo.
Y entonces ha aparecido Francisco, echando fuego por los ojos. Me ha gritado que era una puta mongólica o no sé qué y se ha largado. He tenido que sujetar al maromo que estaba conmigo, pues iba a salir disparado detrás de él para calzarle dos ostias.
Como he podido, le he calmado y he seguido bailando con él, aunque lograrlo me ha costado un buen sobeteo de culo. El hijoputa ese no ha desaprovechado la oportunidad y me ha magreado a conciencia. Todavía me duele, seguro que lo tengo lleno de cardenales.
Y encima yo, como una gilipollas, estaba preocupada por donde estaría Francisco.
En cuanto he podido, me he escapado del salido ese y he ido a buscarle. Estupefacta me he quedado cuando, una vez en la calle, he descubierto que el muy mamón se había largado con la moto, dejándome tirada.
¡El muy cabrón! ¡Encima de que me monta el cirio me deja allí sola! ¡Será puerco!
Estaba que echaba chispas, si le llego a pillar en ese momento, me lo cargo.
Cabreadísima, he regresado a la discoteca y me he tomado un par de copas. El fulano de antes ha vuelto al ataque, pero he pasado de él porque no me gustó que me estrujara el culo. He oteado el panorama y pronto he visto a un chico bastante guapo que me miraba con bastante descaro. Una sonrisita y enseguida le tenía al lado invitándome a una copa.

Como no soy tonta, prácticamente lo primero que le he preguntado es si tenía coche. Al tipo se le ha puesto una cara de ilusión que hasta acojonaba, así que le he aclarado que necesitaba que alguien me llevara.
Él ha dicho que sin problemas, pero que los taxis no son gratis. Le he mirado a los ojos y he pensado que qué cojones, que por lo menos era guapo.
Como era temprano, hemos bailado un rato y por lo menos ha sido más comedido que el otro. A éste le gustaba más refregarme la entrepierna por el culo que estrujármelo a lo bestia, así que lo hemos pasado mejor.
Un par de bailes y de copas más tarde, me he encontrado en un rincón de la disco con la lengua del chico hundida hasta la garganta. Cuando me he querido dar cuenta, ha metido la mano por debajo de mi falda y dentro de mis bragas, empezando a acariciarme el coño con torpeza. Menudos dedazos tenía el tío. Su mano parecía un muestrario de pollas.
He intentado apartar su zarpa, pero, entre que ya andaba muy pedo y que la verdad es que no se le daba tan mal el asunto, he acabado por dejarle continuar.
El tío llevaba una empalmada de campeonato y la restregaba contra mi muslo con ganas, así que le he dejado meterme mano cuanto ha querido. Había que pagar el taxi.
Por fin, cuando se ha quedado a gusto, he logrado que me llevara a casa, pero él ha insistido en que nos tomáramos otra copa. Me dio igual, total, pagaba él.
Bastante colocada, tuve que apoyarme en su hombro para llegar hasta el coche, un SEAT León tuneado, cómo no. Menos mal que el tipo conocía al dueño de la casa rural y sabía adonde íbamos, porque yo ya no estaba para darle indicaciones.
Pero el muy cabrito tenía otra cosa en mente además de llevarme a casa.
Yo iba en el asiento del pasajero, bastante hecha polvo, con la cabeza apoyada en el cristal. Cuando hemos salido del pueblo, de pronto él ha posado la mano en mi muslo desnudo. Me he incorporado como he podido, para decirle que no podía más, que se dejara de rollos, pero entonces he visto que el muy cabrón se había abierto la bragueta y se había sacado el rabo, duro como una piedra.
“Siempre he soñado con que me la chupen mientras conduzco” me dijo el hijoputa. Yo iba a implorarle que me dejara tranquila, pero algo en su expresión me hizo comprender que, o hacía lo que me decía, o era capaz de dejarme allí tirada en medio del campo.
Acordándome de todos los muertos de Francisco y de la madre que lo parió, tuve que inclinarme hacia la entrepierna del cateto y meterme su asqueroso trozo en la boca. El tipo ha gemido como una niña cuando he deslizado su polla hasta el fondo de mi garganta y he empezado a juguetear con la lengua.
Enseguida, como siempre hacen estos tipos, ha posado su manaza en mi cabeza para marcar el ritmo, como si a estas alturas yo necesitara instrucciones. Deseando acabar con aquello lo más rápido posible, me he dedicado a chupársela con ganas, aguantando a duras penas las ganas de vomitar.
Y ha pasado justo lo que me esperaba. Este tipo de cerdos son todos iguales. Cuando ha notado que iba a correrse, me ha apretado por la nuca con fuerza, hundiéndome la polla hasta el fondo. Yo me he relajado todo lo que he podido, sabiendo lo que iba a pasar, pero, aún así, cuando ha descargado los primeros lechazos en mi garganta, me ha costado horrores soportar las ganas de potarle en el regazo.
No lo he hecho por la misma razón por la que no le he dado un buen mordisco en la polla. Para no quedarme allí tirada.
Cuando por fin se ha quedado a gusto, con los huevos bien vaciaditos, el hijo de puta me ha soltado. Me he incorporado como un resorte y he bajado a toda prisa la ventanilla, sacando medio cuerpo fuera para escupir.
Y ya no he podido más y he acabado echando hasta la última papilla. Una mezcla de vómito, alcohol y semen se ha desparramado por el arcén de la carretera, aunque yo he aprovechado para que salpicara el costado del coche. Que se joda ese hijoputa.
Todavía ha intentado convencerme para que echáramos un polvo, pero conseguí librarme diciéndole que estaba fatal y que el sábado siguiente volvería a la discoteca. Y un huevo de pato.
Por fin, a eso de las 3 de la mañana, me ha dejado en la casa. Sintiéndome un poco mejor tras vomitar, he entrado tratando de no chocar con nada y he subido a mi cuarto. La puerta de Francisco estaba cerrada. Seguro que el muy cabrón estaba dormido soñando con los angelitos.
Me he pasado la mañana durmiendo y me he levantado después de la hora de comer, con una resaca de mil pares de cojones. Como estaban todos en la piscina, he aprovechado para escabullirme y agenciarme algo para comer. Y ahora estoy aquí, escribiendo en mi diario. Relatando la increíble noche en que dejé que un completo pringado se burlara de mí.
Se va a acordar…
Nota del autor: En los siguientes días no pasa nada reseñable. Ambos se limitan a volcar su enfado con el otro en sus diarios, poniéndose a parir. Los padres notan que algo ha pasado entre ellos, pero lo atribuyen a una discusión.
Las clases se interrumpen y el ambiente se enrarece, así que los padres (Juan Carlos y Raúl) les dan una charla a sus respectivos hijos tratando de convencerles de que se lleven mejor.
Francisco, más calmado, parece estar por la labor, pero Cristina se lo toma como una nueva imposición de sus padres y se rebela. Pero, en vez de hacerlo abiertamente, decide ser más sutil para vengarse de su primo y humillarle todo lo que pueda.
 
Jueves, 12 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.
 
He tratado de poner paz con Cristina. He estado pensando mucho en lo que pasó en la fiesta y la verdad es que no comprendo por qué me comporté así. Es cierto que estaba actuando como una prostituta, pero eso no es asunto mío y, si quiere condenarse para toda la eternidad, pues allá ella.
Yo soy su primo y lo único que puedo hacer es aconsejarla para que vaya por el buen camino, pero no puedo obligarla a que lo haga. Estuvo de más el gritarle e insultarla y sobre todo el dejarla tirada en el pueblo, a saber cómo se las apañó para volver.
Bueno, le he pedido disculpas como me dijo papá y ella las ha aceptado, así que me siento un poco mejor. Me he ofrecido a reanudar las clases y, aunque ha dudado un momento, ha acabado por aceptar, así que esta tarde, después de comer, estudiaremos un rato juntos.
Espero que las cosas vayan mejor a partir de ahora.
 
Jueves, 12 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
El puto meapilas ha venido más suave que un guante. Seguro que mamá le ha dicho que trate bien a la perdida de su prima y al muy pringado le ha faltado tiempo para venir a disculparse.
Como si con eso bastara, cabrón. Por tu culpa tuve que chuparle la polla a un puto cateto. Y se me corrió en la boca.
Te haré pagar esa humillación. Voy a conseguir tenerte besándome los pies y al final te daré la patada.
Y ya me encargaré yo de que tu mami se entere de todo.
Agárrate que vienen curvas.
Jueves, 12 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
Ja, ja, ja, ja… Hemos empezado bien. Voy a conseguir que este pringado acabe comiendo de mi mano. Voy a volverlo loco de deseo, a ver si es tan “santito” como su madre se cree.
Se me ha ocurrido la idea durante el almuerzo. El imbécil de mi tío ha empezado con sus gilipolleces de siempre, muy contento al parecer de que su retoño y yo nos hablemos de nuevo. Y una mierda para él, lo único que quería era aprovechar para abrazarme y sobarme un poco. Todos los hombres son unos cerdos.
Francisco se ha sentado a la mesa justo enfrente mía, para poder calentarme la cabeza con su cháchara sobre los estudios. Puto pringado.
Yo no le he hecho mucho caso, aunque he intentado mostrarme simpática, para que no sospeche lo que se le viene encima.
En un momento dado, al muy capullo se le ha escurrido el tenedor de entre las manos y se le ha caído al suelo, así que se ha agachado bajo la mesa para recogerlo. Pero ha tardado un poco más del segundo necesario en hacerlo y yo he adivinado lo que estaba haciendo: mirándome entre las piernas.
Yo iba vestida como siempre. Tras pasarme la mañana en la piscina, simplemente me pongo una camiseta de algodón encima del bikini y santas pascuas, pues prefiero darme una ducha y cambiarme después de comer.
Y claro, seguro que el maldito pervertido ha aprovechado para mirar mi entrepierna dado que la camiseta se me había enrollado en la cintura. Seguro que se acordó del día en que me vio el coño.
Pero eso me ha dado una idea.

Tras terminar de almorzar, he pasado de darme la ducha, así que no me he cambiado de ropa. Lo que sí he hecho ha sido pasar por mi cuarto para quitarme el bikini, quedándome tan sólo con la camiseta, que me llega a medio muslo.

Total, nadie iba a enterarse, pues papá y el tío iban a bajar al pueblo y mamá y la zorra querían echar la siesta.
Y que Francisco me viera, era precisamente lo que yo quería.
Cuando he estado lista, he bajado al salón, donde el meapilas me esperaba ordenando los libros. No me he sentado a su lado como siempre (¿qué creías? ¿que no me daba cuenta cuando me rozabas la pierna con la rodilla?) y me he sentado justo enfrente, tal y como estábamos a la hora de comer.
En cuanto me he sentado, me he subido disimuladamente la camiseta hasta la cintura, dejándome el coño bien al aire, para ofrecerle a mi primito el espectáculo de su vida. El imbécil no se ha dado cuenta de nada, sólo me ha mirado un  tanto extrañado, supongo que por no haberme sentado junto a él.
Y hemos empezado la lección.
Y eso es algo que empieza a sacarme de quicio. Joder, se le da bien darme clase. Aunque estoy cabreadísima con él, se las apaña para explicarme las cosas de forma que no me cuesta trabajo entenderlas. Cuando se pone así, está incluso atractivo.
Pero no me dejé distraer de mi objetivo.
Haciéndome la tonta, dejé caer el bolígrafo bajo la mesa y me agaché a buscarlo. En vez de recogerlo, lo tiré para que aterrizara en su lado.
“Francisco, perdona. ¿Puedes cogerme el boli? Está cerca de tus pies” le dije con voz de pastorcilla inocente.
El meapilas, seguro que ya frotándose las manos por poder volver a echarle un vistazo a mi entrepierna, se metió bajo la mesa sonriéndome. Ni corta ni perezosa, me abrí de piernas al máximo, dejando bien expuesto mi chochete, cuidando de que la camiseta no tapara el espectáculo.
Y entonces sucedió. Un tremendo golpe resonó y la mesa dio un salto. El muy capullo seguro que pensó que mi coño se lo iba a comer y dio un respingo, estampando su cabecita de empollón contra la mesa.
Ja, ja, ja, ja… Me parto al recordar la carita que tenía cuando salió de debajo. Parecía ir a echarse a llorar. Con expresión lastimosa, se frotaba la cabeza con una mano, cosa que no me extraña pues se había dado un buen porrazo.
Como pude, me las apañé para aguantar las ganas de reír y le pregunté si se encontraba bien. Contestó que sí con lágrimas en los ojos.
¡JÓDETE MAMÓN!
Pero no sé qué me pasa. Estoy rara. Le he visto allí frotándose la dolorida cabeza y me ha dado pena. Pena… u otra cosa. No sé.
No he podido evitarlo. Le he preguntado si había cogido el boli y él ha negado con la cabeza.
Le he mirado un instante a los ojos. No quería decirlo… Pero lo he hecho.
“Cógelo” le he dicho con un hilo de voz.
Y él ha regresado bajo la mesa. Y yo me he abierto de piernas otra vez.
Exhibiéndome para él.
No podía verle bajo la mesa, pero le imaginaba perfectamente. Mi respiración se ha vuelto agitada, mi corazón atronaba en mi pecho. He cerrado los ojos, pensando en si se atrevería a dar un paso más allá, si sería capaz de estirar la mano y deslizarla entre mis muslos…
He notado cómo me humedecía, cómo mi coño latía… mientras la boca se me quedaba completamente seca.
Por suerte, he recobrado el sentido a tiempo y he cerrado las piernas con brusquedad. El pringado ha salido como un rayo de debajo de la mesa, con el rostro encendido, cortado a más no poder, justo como yo quería.
Pero no comprendo qué me ha pasado a mí.
Joder, quizás debí dejar que el cabrito del SEAT León me follara la otra noche. Voy necesitadísima.
¡Ostias!… Acabo de acordarme de algo…
Jueves, 12 de Agosto. Noche. Diario de Francisco:
 
No puedo creerme lo que ha pasado.
He vuelto a ver la vagina de mi prima. Estoy alucinado. No comprendo por qué, pero iba desnuda debajo de la camiseta.
Se le ha caído un boli y yo me he agachado a recogerlo… y lo he visto.
Qué hermosura, Dios mío perdóname, pero no he podido evitar mirar… Pero no me esperaba que fuera desnuda… Esta vez lo he visto a menos de un metro de mí.
De la impresión, he pegado un bote y casi me parto la crisma contra la mesa. Todavía me duele…
Es curioso, antes, mientras estaba bajo la mesa… no me dolía en absoluto.
No lo entiendo. Al principio pensé que había sido un descuido, pero cuando me pidió que volviera a recoger el boli… No sé cuánto tiempo he estado mirándola. Me he quedado hipnotizado… es lo más hermoso que he visto en mi vida. Deseaba tanto acercarme… tocarlo…
Hace un par de años vi desnuda a mamá por accidente en la ducha. Ella no se dio cuenta, pero el pecador sucio que soy no pudo evitar mirar.
El de mamá no se parece en nada. A ella sólo se le veía una espesa mata de pelo… Pero el de Cristina casi no tiene, sólo una delgada línea de vello justo encima de la raja… he mirado libros de anatomía… pero esto es mil veces mejor.
Creo que incluso percibí su aroma… Y olía tan bien…
……………………..
Soy un enfermo. Tengo grabada en la retina la imagen de esa hermosura. No puedo pensar en nada más…
He tenido que masturbarme, no una, sino dos veces, cerrando los ojos con fuerza para evocar lo que he visto…
Voy a ir al infierno. Tengo que salir de aquí y confesarme. Debería haberme ido a las convivencias con el padre Rafael.
 
Jueves, 12 de Agosto. Madrugada. Diario de Cristina
 
He rebuscado en la maleta y, por suerte, lo he traído.
Mi querido vibrador. Menuda paja me he hecho. Joder, creo que nunca me lo he metido en el coño con tantas ganas, espero no haberme hecho daño.
Lo que me faltaba, tener que acudir a las urgencias del pueblo con el chocho dado de sí, ja, ja.
Pero me ha venido bien. Estoy más tranquila. Nada como un buen orgasmo para serenar el ánimo, ja, ja…
Mañana continuaré con el plan.
Estoy cansada. Me voy a dormir.
Viernes, 13 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
Francisco me ha dicho que no se encontraba muy bien, que si no me importaba que pasáramos hoy de la clase.
Obviamente, he tenido que decirle que sí, aunque yo sé perfectamente lo que le pasa. Puto mirón.
Si se cree que se va a escapar de mí tan fácilmente, va listo.
Viernes, 13 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
 
 

Casi no me he atrevido a hablar con Cristina, pero, por lo menos, he logrado librarme de la clase de hoy. Seguro que mañana me encuentro mejor.

Creo que bajaré a ver una peli después de comer, a ver si pienso en otra cosa.
Viernes, 13 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Pero qué cojones me pasa. Estoy perdiendo el control.
Después de comer me encontraba tan bien… He subido a darme una ducha, sin perder de vista la posibilidad de quedarme a solas con Francisco, aunque en ese momento no sabía qué pensaba hacer el meapilas.
Nuestros padres parece que nos lo ponen en bandeja. Los cuatro se iban al pueblo. Parece mentira, no sé cómo se les ocurre dejar a dos jóvenes solos en casa. Será que confían en nosotros. Ja, ja… Y un mojón. Confían en Francisco.
Se van a enterar…
Tras ducharme, me he asomado vestida sólo con una toalla a ver si me encontraba con mi primo, pero no estaba en su cuarto. Espiando por la escalera, he visto que estaba en el sofá del salón grande, viendo la tele.
Se me ha ocurrido bajar tal cual, con la toallita nada más, pero, acordándome del susto que se llevó el día anterior, he pensado que sería mejor cortarme un poco, no le fuera a dar un infarto.
Además, no sabía cuándo regresarían los viejos y, si me pillaban en pelota picada en el salón, me la iba a cargar.
Así que me he puesto un bikini seco y una camiseta, que es un atuendo que sé que funciona muy bien con mi primo. Ja, ja.
En cuanto me ha visto bajar, se ha puesto tenso como un  palo, lo que me ha hecho un poco de gracia. Haciéndome la tonta, le he preguntado que qué estaba viendo y él me ha respondido que viendo una película. No me acuerdo del título, pero yo le aseguré que hacía mucho tiempo que tenía ganas de verla.
Y le he preguntado si le importaba que la viéramos juntos. Como si fuera a ser capaz de negarse… ja, ja.
Mostrándome recatadita, me he sentado en una punta del sofá, mientras él parecía a estar a punto de caerse por la otra, sentado todo lo lejos de mí que pudo. Muy calmadamente, he cruzado las piernas procurando que la camiseta dejase ver perfectamente mis muslos. Los ojos se le salían de las órbitas, pero logré evitar reírme.
Nos hemos quedado así un rato, conmigo refocilándome por dentro y con él más pendiente de mi muslamen que de otra cosa, justo como yo quería.
Entonces, poniendo mi voz más dulce de gatita mimosa, le he dicho que estaba un poco cansada y que si le importaba que me tumbara, a lo que él, obviamente, no ha puesto ninguna pega.
Estirándome voluptuosamente, para que mis senos se mostraran bien marcados en la camiseta, he simulado bostezar y me he tumbado tranquilamente, poniendo buen cuidado en que mi culito quedara apuntando hacia él.
No me había dado cuenta antes, pero, al tumbarme, he visto que podía observar perfectamente a mi primo en el reflejo del cristal de la vitrina que había junto a la tele, gracias a la luz del sol que penetraba por la ventana.
Contenta por tener la suerte de no perderme detalle sin tener que mirarle de reojo, he sacudido graciosamente el culito para atraer la atención de mi primo. Y vaya si lo he logrado.
El meapilas no ha aguantado ni dos minutos mirando la pantalla. Con disimulo, ha vuelto la cabeza hacia mí, regalándose la vista con mi trasero enfundado en el sucinto bikini.
Yo he sonreído para mí, sabiendo que cada vez lo voy atrayendo más hacia el “Lado Oscuro” tal y como es mi intención. Cuando se lo devuelva a su mamaíta, estará más salido que un balcón. Veremos qué reza entonces.
Casi podía escuchar los latidos de su corazón y he de reconocer que yo también estaba muy nerviosa, pues no las tenía todas conmigo sobre si se atrevería a meterme mano.
Pero que va, el meapilas es demasiado cobarde.
Eso sí, su polla es bastante más echada para delante. Ja, ja…
He podido ver perfectamente por el reflejo cuando ha empezado a empalmarse. Ha empezado a removerse en el asiento, cruzando las piernas con nerviosismo. Hasta se ha echado un vistazo a la entrepierna, como suplicándole a su nabo que se estuviera tranquilito. Pero se ve que a su nabo le gusta mi culo… Y quería saludarlo, ja, ja.
Pobrecillo, cómo se ha acojonado. No sabía cómo sentarse para ocultar el bultaco, no fuera a ser que yo me incorporase de repente y me encontrara de bruces con la empalmada. Si llego a hacerlo, seguro que se muere de vergüenza.
Como yo no me moví en absoluto, fue tranquilizándose poco a poco, volviendo a echar subrepticias miradas a mi retaguardia.
Y yo, maldita sea, me estaba poniendo un poquito cachonda.
Joder, no me gusta reconocerlo, pero me está haciendo falta un buen pollazo ya. A lo mejor tengo que volver de veras el sábado a la discoteca. Porque esta situación amenaza con escapárseme de las manos.
Cuando me he querido dar cuenta, tenía los pezones como rocas y ni siquiera pestañeaba mientras espiaba a mi primo admirando mi culo. Me ha gustado que lo haga.
Tenía la cabeza un poco ida, si no, no me explico cómo se me ha ocurrido hacerlo.
“Francisco, estoy un poco agarrotada. ¿Te importa si te pongo los pies encima?” le he dicho con mi mejor voz de furcia.
Mierda. No valen las excusas. Lo he hecho porque quería notar otra vez su polla. Quería comprobar cómo de dura la tenía.
Sin esperar respuesta, he estirado las piernas y he colocado los pies en su regazo, justo encima de su bulto. Al pobre se le ha escapado un gemido conmovedor, creo que no se ha corrido encima de milagro.
Y yo no me he cortado un pelo. He apoyado los pies directamente en su erección y así he podido calibrarla.
Puto pringado, el muy mamón tiene un buen trozo… Y estoy deseando verlo…
Joder. Con disimulo, he colocado una mano entre mis muslos y he apretado contra mi coño, haciéndome estremecer. Si sigo así, voy a acabar follándomelo. Mierda puta.
Por suerte, aquello ha sido demasiado para Francisquito. Balbuceando no se qué excusa, ha apartado mis pies y se ha levantado. Sin poder evitarlo, mis ojos han viajado hasta su entrepierna, admirando a mi pesar la tienda de campaña que había en sus shorts.
Ha salido disparado escaleras arriba y he escuchado cómo cerraba la puerta de su cuarto.
No me lo he pensado. Me he levantado y he subido detrás de él. Quería comprobar si estaba haciendo lo que yo creía, quería ver si había conseguido mi objetivo… ¿O era por otra cosa?
Sin hacer ni un ruido, con el corazón latiéndome desbocado en los oídos, me he acercado a su puerta. Les he hecho pajas a suficientes tíos para reconocer el inconfundible sonido “flap-flap” que hace una buena polla al ser meneada. Y los suspiros… Y los gemidos…
Joder, si la puta puerta hubiera tenido cerradura… Le habría espiado. Sí, yo, la gran Cristina, la devora hombres, de haber podido… habría espiado a mi primito mientras se la machacaba… Y me habría masturbado yo también.
Y eso es precisamente lo que estoy haciendo ahora. No quería escribirlo, para no sentir vergüenza cuando relea mi diario dentro de unos años, para no rememorar cuán bajo he caído. Pero éste es mi diario, no puedo engañarme a mí misma.
Cuando me he sentado ante la mesa de mi cuarto para escribir, me he metido el vibrador en el coño hasta el fondo y lo he encendido. Estoy a punto de correrme….
 

Viernes, 13 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

Mamá tenía razón, Cristina es Jezabel, un espíritu maligno venido para corromperme, para comprobar cómo de fuerte es mi fe.
Sólo así se explica, ya no me quedan dudas, está intentando seducirme… Arrastrarme al amor incestuoso, condenando mi alma a arder en el fuego eterno.
Y yo soy débil, no puedo resistirme. Cuando estoy a solas pienso en ella continuamente, no puedo aguantarme, me toco… Pero cuando estoy con ella es peor, pues siento ansias de tocarla, de abrazarla, de tomarla…
Voy a ir al infierno.
Ha sido premeditado. Estoy seguro. Cuando me preparaba para ver tranquilamente una peli en la tele, ha bajado a reunirse conmigo. A tentarme.
Dios mío, debería haberme largado en ese momento, haberle dicho que no me encontraba bien y que me iba a echar una siesta. Pero soy débil y, en el fondo, me he alegrado de que se reuniera conmigo, allí los dos solos en el sofá.
Y olía tan bien… Recién duchada, limpia y hermosa… Pero tan malvada…
Y cuando se ha tumbado, el corazón casi se me sale por la boca. Por un enloquecedor instante he pensado si estaría de nuevo desnuda bajo la camiseta y me he sentido decepcionado cuando he comprobado que no era así y que traía puesto el bañador.
Pero aún así la he mirado. Su delicioso trasero, tan hermoso, con esas curvas… me acordé de ayer por la tarde, cuando pude ver su… su coño. ¡SÍ, MALDITA SEA, SU COÑO! ¡YA ESTÁ BIEN DE TANTA VAGINA, AYER LE VI A MI PRIMA EL COÑO!
Dios, estoy perdiendo la cabeza, me estoy volviendo loco, yo no soy así…
Y tengo dudas… ¿Será verdad que intenta seducirme? Pensándolo ahora, en frío, no lo tengo tan claro. Lo de ayer pudo ser un error, igual se le olvidó ponerse la parte de abajo del bikini. Y hoy… En realidad no ha hecho nada, se ha tumbado a mi lado en el sofá, sin mirarme siquiera, mientras yo la miraba con lujuria.
¿Seré yo?¿Será mi mente enfermiza la que ve cosas donde no las hay? Y cuando ha apoyado los pies en mi entrepierna… Creí que me moría. A lo mejor se ha quedado avergonzada al notar que el pervertido de su primo tenía una erección. ¿Será todo culpa mía?
Qué asco me doy. Me he masturbado una y otra vez recordando su contacto, su aroma, su belleza… su coño.
 
Sábado, 14 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Vale, parece que voy recuperando el control. Esta mañana la cosa ha ido divinamente, le he dejado babeando y a mí no se me ha ido la pinza.
Ha sido facilísimo. Todos los viejos se han ido de excursión al monte. Pero Francisquito no ha querido ir. ¿Por qué será? Ja, ja, ja. A mí ni me han preguntado. Mejor.
El meapilas me ha esquivado yéndose a la piscina y se ha puesto a nadar, así que he decidido reunirme con él.
Ja, ja, el pobre no tiene escapatoria.
Me he traído en la maleta tres bikinis distintos, el rojo (con el que me vio el coño la primera vez), el de rayas… y el blanco con tanga.
Al principio, la idea era ponerme el blanco y darle un buen show al pajillero, pero entonces se me ha ocurrido una idea mejor.
“Primito” le he dicho tras reunirme con él. “Tengo un problema. He traído sólo dos bañadores y están ambos sucios. ¿Te importa si me baño así?”
Y me he quitado la camiseta, mostrándole mi cuerpo serrano vestido únicamente con unas braguitas y un sostén de color blanco. Muy virginales, como a él le gustan, ja, ja.
Sin esperar respuesta, he ejecutado un clavado perfecto zambulléndome en la piscina. Se ve que la lencería no está pensada para eso, pues se me ha salido una teta. He estado un poco tonta, pues lo ideal era que él lo hubiera visto, pero no sé por qué, me ha dado vergüenza y he devuelto mis encantos a su encierro antes de que él los viera.
Al principio estaba un poco aturrullado, pero pronto se ha calmado, al fin y al cabo ya está acostumbrado a bañarse conmigo en la piscina y el agua me llegaba hasta el cuello.
Pero yo lo tenía todo calculado.
Tras unos minutos de charla, le he dicho que me salía ya y me he dirigido a la escalera. A pesar de estar de espaldas, percibía perfectamente cómo sus ojos me devoraban, lo que me ha hecho sonreír.
Obviamente, las braguitas mojadas transparentaban mogollón, y yo me he dado la vuelta para que no se perdiera detalle. A través del fino tejido podían percibirse perfectamente los contornos de mi tierno chochito y las areolas de mis pechos se mostraban ante mi primo en todo su esplendor.
Me hubiera encantado quedarme allí un rato más, poniendo cachondo al meapilas, pero tenía miedo de que los viejos regresaran y me pillaran, pues no sabía cómo de larga sería la excursión, así que he realizado una retirada estratégica.
Ojalá te pongas a meneártela en la piscina y te pille tu madre, cabronazo.
Estoy muy cansada.
Sábado, 14 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
 
He vuelto a masturbarme pensando en Cristina. Últimamente no paro. Madre mía, se ha bañado conmigo en ropa interior y se le veía todo. Me ha costado horrores no abalanzarme sobre ella. Tras hacerlo, la vergüenza me ha impedido salir de mi cuarto, no fuera a encontrarme de nuevo con ella, así que me he quedado encerrado hasta la hora de comer.
Y después ha sido peor. Cuando han vuelto nuestros padres después de la excursión, se ha ido todos muy cansados a echar la siesta y Cristina ha hecho lo mismo.
Durante un rato, he aguardado en el salón, sentado en el sofá como ayer, temiendo que ella bajara de nuevo y al mismo tiempo… deseando desesperadamente que lo hiciera.
La tenía durísima, no podía más, mi mente estaba completamente llena de imágenes de mi prima; su cara, su sonrisa, sus pechos… su coño…
He empezado a masturbarme, perdida ya toda precaución, me daba igual que me pillara mi madre, sólo quería (necesitaba) aliviar mi tensión, hundirme completamente en el pozo de depravación que se abría bajo mis pies.
Entonces ha abierto los ojos y he mirado a mi alrededor, alucinado. No sé cómo, he subido las escaleras sin parar de acariciar mi pene y me he encontrado de bruces con la puerta del dormitorio de Cristina.
Como un autómata, he abierto la puerta sin hacer ruido y he mirado al interior en penumbras. Cristina había cerrado las cortinas para que no la molestara la luz del sol, pero aún así, penetraba claridad suficiente para poder ver su cuerpo reposando sobre la cama.
El corazón me ha dado un vuelco al comprobar que estaba de nuevo en ropa interior, profundamente dormida en su cama.
No he dudado, sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero ni me he parado a considerarlo. He entrado y he cerrado la puerta tras de mí, procurando no hacer ni un ruido.
Con lentitud, he caminado hacia la cama, mientras el corazón atronaba en mi pecho, a punto de salir disparado por mi boca.
Cuando he llegado junto a ella, me he regalado de nuevo la vista admirando su excelsa anatomía, recorriendo con mis pecaminosos ojos hasta el último centímetro de mi piel, acariciándola con mi mirada.
Ni siquiera me había dado cuenta hasta ese momento, pero justo entonces vi que mi pene seguía como una estaca asomando fuera de mis shorts. Sin pensármelo dos veces, he vuelto a reanudar la masturbación, casi sin parpadear, observando en silencio el cuerpo casi desnudo de mi prima… y ansiando mucho más.
No he durado mucho, he eyaculado casi enseguida. Como he podido, me las he ingeniado para quitarme la camiseta  y atrapar el semen que brotaba a borbotones con ella, dejándola completamente pringosa.
Por fortuna, Cristina había conectado el ventilador para estar más fresquita durante la siesta y el suave zumbido que producía ha bastado para ahogar mis propios gemidos de placer.
Cuando por fin he acabado, mi mente ha recuperado el sentido y la gravedad de la situación me ha golpeado con fuerza. Si me pillan, me matan, o más probablemente, me suicido por la vergüenza. Debo estar volviéndome loco, no va a bastar con que el padre Rafael me imponga penitencia por mis pecados, empiezo a pensar que necesitaré también ayuda psicológica.
Avergonzado, he salido del cuarto lo más rápida y silenciosamente posible y me he precipitado al cuarto de baño. Al borde de las lágrimas, he lavado la camiseta, frotándola rabiosamente con jabón para eliminar los restos de semen y luego la he metido en la lavadora.
He regresado a mi cuarto y también me he echado a dormir, aunque el sueño no ha bastado para reconfortarme.
De mañana no pasa. Bajaré al pueblo e iré a misa para confesarme.
 
Sábado, 14 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
Estoy agotada, la siesta que he echado no me ha servido para nada. He tenido el sueño muy inquieto, casi no he descansado. Será por el calor…
Y una mierda por el calor. Ha sido por los sueños.
Joder, me estoy volviendo loca. He soñado con Francisco. ¿Qué me pasa?
Tengo que recuperar el control, sacarle de mi cabeza. Debería haberme ido esta noche a la discoteca… Pero no quería ir sin él.
Y qué sueños, madre mía. Francisco venía a buscarme a mi cuarto, se paraba junto a mi cama, contemplándome en silencio, acariciando su enhiesta verga, obligándome a que le suplicara que me follara de una vez…
Joder, cuando me he despertado, hasta me ha parecido oler su aroma de hombre… me estoy volviendo loca…
El resto del día ha sido una mierda. Los viejos han vuelto muy cansados y no se han movido de la casa en toda la tarde, así que he tenido que abandonar los jueguecitos, aunque me moría de ganas de hacer algo más con él. Me digo a mí misma que es por mi venganza pero… ¿es verdad?
Bueno, por lo menos hemos aprovechado la tarde estudiando después de la siesta y, parece mentira que sea yo la que dice esto, pero he de reconocer que con él estoy avanzando mucho.
La noche ha sido un muermo, pues a papá se le ha ocurrido que pasáramos una velada en familia y ha sacado el puto Trivial Pursuit.
Menuda paliza nos ha dado el meapilas. Claro, para algo tenía que servir.
CONTINUARÁ
TALIBOS
 
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2 comentarios en “Relato erótico: Verano en la casa rural (1 de 2) (POR TALIBOS)”

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