Vacaciones con mamá (Día 5)

Al abrir los ojos, veo la espalda de mamá que está sentada a los pies de la cama. Lleva puesto el albornoz y parece estar con su móvil, aunque no veo bien lo que hace. Levanto las sábanas y veo mi cuerpo desnudo. Para variar me he levantado empalmado y más sabiendo que ella ha estado desnuda a mi lado toda la noche. Aún me cuesta asimilarlo. Ahora que la veo ahí sentada me doy cuenta que me la he perdido cuando se levantó. Tuvo que ser un espectáculo verla levantarse desnuda y yo, una vez más, dormido.

Cuando giro mi cabeza hacia la mesita veo que no está mi smartphone ahí, por lo que entiendo que mamá está ¡Con mi móvil!

– ¡Buenos días mamá!, ¿Qué haces?- digo sentándome en la cama

– Hola cariño – responde volviendo la cabeza y mostrando su preciosa sonrisa. – Aquí estoy viendo la gran colección de fotos que me hiciste.

– Ah, entiendo. ¿No habrás borrado ninguna? – le digo con preocupación.

– No, hijo, pero me has hecho un montón.

– Sí y aún caerá alguna más.

– Anda, bribón… date una ducha que cierran el comedor para desayunar.

– Vale, pero… ¿No vamos a ir a la playa hoy? – le digo pensando en volver a disfrutar de sus tetas al natural.

– Iremos por la tarde, porque por la mañana nos quemaríamos como ayer.

– ¿Y qué hacemos ahora?

– Nos vamos de compras, si te apetece, claro y luego por la tarde vamos a la playa. – añade.

– Vale, me ducho, pero es que estoy…

– En pelotas, jajaja, no me voy a asustar. – añade ella mientras se cepilla su larga melena.

– No mires, ¿vale? – le digo confiando en que no se vuelva.

– Vaya, ahora te pones tú remilgado.

Salgo de lado otra vez para que no vea mi polla en su máximo esplendor, aunque ella muy juguetona hace todo lo posible por no perdérselo. La miro de reojo y me sonríe. Al fin me meto en el baño. Evidentemente, tengo que pajearme de nuevo en la ducha.

Tras el opíparo desayuno hacemos unas compras en la ciudad, principalmente regalos para llevar a casa y algún vestido nuevo para mamá. Últimamente está muy animada a comprarse trapitos y mucho más pequeños y ajustados a lo que acostumbra. A mi me hace súper feliz su comportamiento tan atrevido, parece haber perdido unos cuantos años. Yo también aprovecho que está rumbosa y me compro algo de ropa en los mercadillos y tiendas de la zona.

Después de comer en una terraza y charlar animadamente como dos amigos o casi amantes, más que como madre e hijo, regresamos al hotel y nos metemos en la habitación. La verdad es que en la calle hace un calor asfixiante y aquí al menos hay aire acondicionado. Me asomo a la terraza y veo a mi vecina despelotada en la terraza tomando el sol. ¡Joder qué cuerpo!

– Hola Víctor – me sonríe al verme. Parece que estaba esperándome…

– Hola. – contesto cortado al otro lado de la mampara que nos separa.

– ¿No bajáis a la playa hoy? – me pregunta.

– Quizá más tarde, nos quemamos un poco ayer.

– Sí, hoy también hace mucho calor. Yo prefiero tomar el sol aquí desnuda precisamente para no quemarme con la brisa del mar. Luego iremos de turismo a un pueblo de aquí cerca, si os animáis… nos dais un toque y vamos juntos los cuatro.

– Vale. Luego se lo comento a mi m… mujer. – digo y por un momento casi suelto la palabra “madre”

Me despido de ella y cuando vuelvo a la habitación me pregunta mamá por la conversación que he tenido con Sandra y le comento que estaba desnuda tomando el sol.

– ¿Estaba desnuda en la terraza? – me pregunta intrigada.

– Sí, en pelota picada sobre una tumbona.

– ¿Y Toni?

– No, no estaba, pero seguramente también estará en bolas… – añado.

– Y tú te habrás puesto ciego viendo a la vecinita sola.

– Si, no te lo voy a negar. – le digo – como tú si vieras a Toni.

– ¡Bobo! – me dice, pero sabe que llevo razón.

Sabe que le doy en el punto flaco y cambia de conversación rápidamente. Al cabo de un rato, decidimos echar la siesta y gracias al aire acondicionado podemos descansar pues en la calle hace un bochorno y una humedad terribles. Ella está con una camiseta y braguitas y yo sólo con mis bóxers.

Cuando me despierto mamá está recién duchada, pero en lugar del albornoz lleva una toalla envolviendo su cabello y otra cubriendo difícilmente su voluptuoso cuerpo quedando justa para verle el canalillo y sus torneadas piernas.

– Sigue haciendo mucho calor. Me he tenido que dar otra ducha – me dice mientras se seca el pelo y yo sigo admirándola embelesado.

– Sí

– No sé si nos quemaremos. Creo que no deberíamos bajar a la playa.

– Como quieras. – contesto.

Dicho esto se va esparciendo la crema por la cara y yo aprovecho para meterme en la ducha y apagar también un poco el calor, tanto el que hay en el ambiente como el que sigue sufriendo mi interior.

Cuando regreso a la habitación la toalla de mamá cubre su cintura y sus tetas, para mi fortuna, están de nuevo a la vista y se está aplicando sobre ellas una crema solar en abundancia. Yo vuelvo a flipar al ver esos enormes melones moverse juguetones entre sus dedos.

– Pero, mamá, ¿no dijiste que no bajábamos a la playa? – le pregunto hipnotizado con esos pechos deliciosos viendo que se está aplicando el protector solar.

– No, en la playa nos quemamos… había pensado en tomar aquí el sol, en la terraza, no hace tanto calor.

– Ah vale. Genial.

– Víctor, ¿puedes mirar si están los vecinos? – me pide.

– ¿Cómo?

– Que mires a ver si están en la terraza.

– No, no creo que estén. Me dijo Sandra que se iban de turismo a un pueblo cercano. Ya se habrán largado.

– Asegúrate, por favor.

Me salgo a la terraza, me asomo y veo no hay nadie y la puerta que da a su terraza está cerrada. Efectivamente se han ido. No entiendo por qué tanta intriga por parte de mi madre en saber si están o no.

– No hay nadie, mamá. – digo entrando mientras continúa esparciéndose crema por sus pechos.

– ¿Seguro?

– Pero ¿Qué pasa? ¿Por qué tanta insistencia…?

– No quiero que me vean.

– ¿Las tetas? Pero si ayer te las vieron durante todo el día… especialmente Toni que disfrutó como un enano con ellas- añado sonriendo.

– Ya, lo sé, pero es que quería tomar el sol desnuda, a ver qué se siente. – dice de pronto esperando mi reacción.

– Pero… mamá… ¿Completamente desnuda? – pregunto lo obvio de nuevo pero para asegurarme.

– Sí, ¿No es lo que estás venga a insistir?

– Pero… ¿desnuda, desnuda?

– Jeje, claro tonto. Desnuda del todo. No te importa, ¿No?

Estoy alucinado, creo que no puedo contestar de la impresión. Ella mira mi bulto que vuelve otra vez a las andadas.

– No, claro que no me importa – respondo a duras penas.

En ese momento mamá suelta la toalla de su cintura y aparece totalmente en pelotas ante mis ojos que no dan crédito a lo que están viendo.

– Hijo, ¿Qué pasa que te has quedado pálido? – pregunta pero sabe más que de sobra la sensación que causa.

– Es que yo… – no puedo casi articular palabra observando a mi madre así, despelotada.

No sé si frotarme los ojos, para saber si es un sueño, pero no, es cierto, mamá está totalmente desnuda. Siempre había soñado con este momento, pero es que ahora, todo es demasiado, no soy capaz de creérmelo. Su estilizado cuerpo y sus armoniosas curvas están ahora ante mis ojos, es alucinante, está preciosa, con su bosquecillo de vello recortado de su pubis tapando una rajita que adivino con un leve brillo y hasta me parece entrever el tono rosáceo de sus labios vaginales. Miro a sus ojos y están brillando, es algo que no me esperaba de ella y por esa cara se ve que está realmente cortada, además porque reacciona mordiéndose la uña de su pulgar, en ese movimiento tan sexy que usa cuando sé que está nerviosa ¿o ahora además excitada?

– ¿Y ese cambio de actitud? – le digo a duras penas con mi garganta seca por la impresión y mi polla como un palo.

– Pues sí, ni yo misma me lo creo.

– Ni yo, ni yo… mamá.

– Estoy loca ¿verdad?

– No…

– Es que me dije, si no soy capaz de desnudarme delante de mi hijo, nunca me atrevería a hacerlo en la playa.

– O sea que… ¿Has pensado hacerlo en la playa?

– No, no. De momento quiero probarme a mí misma. Me ha costado mucho, pero me he decidido, al menos de probar lo que se siente desnuda tomando el sol, creo que me animaste mucho a hacerlo, contigo no me siento tan violenta… aunque estoy avergonzada.

– Yo alucino.

– ¿Te hago sentirte mal?

– ¡En absoluto! – contesto casi en un grito.

– De verdad, hijo ¿No te importa? – vuelve a preguntarme y mordiendo su uña ligeramente, algo que la hace más deseable todavía.

– ¿Importarme? – digo tragando saliva.

– Sí, ya sé que es una locura, Víctor, que tu padre me mataría, si se entera, pero por eso precisamente, porque seguramente es la única oportunidad en mi vida de hacerlo. Supongo que tú tendrás muchas más de hacerlo con tus amigos, pero yo con tu padre… me temo que no.

– Mamá, me encanta verte… desnuda… y también que hayas sido tan decidida. No te reconozco.

– Lo sé hijo, pero en este viaje es todo una locura. Ayer viendo a todos en la playa y nosotros todavía sin hacerlo, quise probar, al menos sin público…

– Yo soy tu público.

– Bueno sí, pero tu eres mi hijo y aunque no lo creas estoy muerta de vergüenza, pero tenía que lanzarme, si no lo hago contigo, no lo haré nunca… – insiste con su risa nerviosa.

– Estoy flipado. – digo sin que mi polla baje su empalmada.

– Nunca habías visto a tu madre tan desbocada ¿verdad?

– Pues no.

– Ni yo misma me lo creo. Pero bueno ¿Y qué te parezco? ¿Todavía estoy de buen ver, sin nada de ropa?

– Mamá estás alucinante. – digo entrecortadamente disfrutando de su espléndida desnudez.

– Vaya, jajaja, creo que todavía puedo impactar a un hombre, aunque sea a mi hijo.

– Sin palabras me dejas…

– ¿Entonces bien? – vuelve a preguntar más animosa y girando sobre sí misma para ofrecerme descaradamente su cuerpo desnudo. No acabo de creerme que esa mujer sea mi madre, por lo alucinantemente hermosa que es y por su descaro conmigo. Ella se ha ido animando poco a poco y yo ahora soy el que se corta. Su culo se ofrece tan apetitoso, sin nada que la cubra… y por delante con sus hermosas tetas y su sexo apenas cubierto por un mechoncillo de pelos negros.

– Estás buenísima. – afirmo.

– Gracias hijo. Tú siempre sabes mimarme. Bueno ¿Y tú? – me dice mirando el bulto que resalta en mis bermudas.

– ¿Yo? ¿Qué?

– ¿Que si no te quitas el bañador?

– Pero mamá…

– Vaya, ahora la atrevida soy yo y el vergonzoso eres tú… Cómo cambian las cosas.

– No, eso, es que… ¿De verdad quieres que yo también me despelote?

– ¿Te atreves o no? Aprovecha que no están los vecinos – me alienta toda insinuante.

– Pero es que…

– Que estás empalmado… – me termina ella la frase dejándome alucinado.

– Sí, un poco. – contesto.

– Por lo que veo no es poco precisamente

– Ufff… – suspiro.

– Es natural, hijo. Ayer mismo había varios hombres así en la playa, en toda su intensidad, acuérdate de Toni, que estaba con aquello a tope. No me asusto por ver otra.

Estoy frente a ella a tan solo medio metro y estoy que no acabo de creer lo que me está sucediendo por momentos, ¿será que estoy soñando?… pues no me quiero despertar.

No puedo dejar de observar todas y cada una de sus curvas. Qué maravilla, unos muslos bien torneados acaban en sus ingles que ha depilado cuidadosamente dejando esa mata de vello sobre su coño Sin duda que sigo creyendo que es un sueño, pero no, mi madre, mi adorada madre está en pelota picada a unos palmos de mí. ¡Joder, joder, joder!

– ¿Y bien? – me dice impaciente meneando sus caderas juguetona. – ¿te desnudas o no?

– Es que sigo paralizado viéndote. Tienes un cuerpo acojonante, mamá. – digo con total sinceridad.

– Anda, exagerado.

– No exagero, estás que rompes, mamá.

– Gracias, cariño.

– Mamá, ¿puedo fotografiarte?

– ¿Cómo?, ¿Así?, ¿Desnuda?

– Sí, por favor. – reclamo casi como una súplica.

– No sé… es que así…

– Por favor. – insisto cruzando mis dedos y casi a punto de ponerme de rodillas.

Duda durante un rato en el que no deja de mirarme a los ojos. Sabe que está imponente y que me tiene loco perdido. Creo que me quiere regalar una buena sesión de exhibicionismo.

– Está bien, pero guárdalas como oro en paño durante el viaje y luego las borras. – dice al fin.

– Sí, claro

– No quisiera que llegaran a manos de tu padre. No me imagino lo que sucedería.

Empiezo a disparar mientras mi madre va poniendo diversas poses como si fuera una actriz famosa a la que fotografían los paparazzi. Estoy encantado y cuando compruebo lo bien que quedan en mi cámara, suelto hasta una pequeña risa nerviosa de total euforia. Ella ha perdido la vergüenza del todo, no me lo puedo creer pero sigo aprovechando para tirar y tirar fotos hasta casi dolerme el dedo. Desde lejos en diversas poses y de cerca a escasos milímetros de sus tetas, de sus muslos, de su culo, su cintura, su coño…

– ¿Las borrarás, verdad? – insiste enseñando ese cuerpo desnudo y con sus brazos en jarras.

– Bueno, puede que las tenga por un tiempo y así lo recordaré como si todavía estuviéramos en este viaje

– ¿Tendrás cuidado de que nadie las vea? ¡Nadie! – dice en tono serio.

– ¡Que sí!, que es solo para mí, para verlas de vez en cuando.

– ¿Te masturbarás viéndolas? – me pregunta todavía con sus manos sobre sus caderas.

Me ha hecho enrojecer haciendo que se produzca un silencio pues no puedo reconocer lo que me pregunta, aunque ambos sabemos que será así. Si digo un “sí” ella se sentirá incómoda, si contesto un “no” creo que también le molestará verme mentir. He preferido acogerme a la quinta enmienda y no contestar. Me limito a disparar la cámara, en sus muslos, sus tetas, su culo, su coño, incluyendo, cómo no, algunos primerísimos planos.

– Bueno, deja de hacer fotos y quítate el bañador, pesado. ¿No eras tú el animador? – me apunta ella con su dedo, sin que yo pueda quitar ojo de su maravilloso cuerpo desnudo. Creo que está loca por verme en bolas.

Decidido al fin, suelto el cordón del bañador y la miro a los ojos, esperando su reacción. Luego recuerdo sus palabras y pienso que ahora o nunca, que si hay una oportunidad de vivir mis fantasías son ahora y es estar desnudo frente al cuerpo desnudo de ella. De hecho estoy deseando hacerlo, quiero que me vea en pelotas y que vea como me tiene con esta empalmada brutal. Me bajo las bermudas de golpe y cuando la miro, observo que se ha tapado la boca con una mano y sus ojos se abren más de lo normal.

– ¿Qué pasa mamá?

– ¡Qué gorda, hijo! – dice refiriéndose a mi polla con esos ojazos abiertos. A mí me encanta oírla decir eso.

– Ya te dije que estaba empalmado.

– Joder hijo, pero no imaginaba que fuera tanto.

– ¿Y qué te parece?

– ¡Preciosa! – joder lo ha dicho sin ningún tipo de vergüenza.

– Gracias. Yo también estoy cortado, no sé, que me veas así.

– No pasa nada.

– Pero eres mi madre.

– ¿Te molesta que te vea así de empalmado?

– Sí, me siento raro.

– Hijo, para mí es todo un halago saber que estás así por mi culpa. El hecho de saber que consigo levantar eso a un joven, dice mucho, no hace falta que digas nada, tu polla habla por tí y es el mejor de los piropos.

Me siento orgulloso de las palabras de mamá y de su increíble soltura. Aunque en cierto modo estoy cortado, me gusta como me mira ella, me hace sentirme como un semental y es que no me quita ojo y por supuesto yo tampoco a ella. Así permanecemos uno frente al otro, desnudos, pensativos…. durante un buen rato en el que ambos estamos confusos, nerviosos y excitados por la situación.

– Échame por la espalda, hijo. – dice de pronto dándose la vuelta y entregándome la crema bronceadora…

Ahora de espaldas observo su precioso y redondo culo y mi verga pega un respingo agradecida ante tal visión. Esparzo en mis manos la suave crema y la voy extendiendo por su espalda desnuda. Su piel es tan suave…

Acaricio suavemente la curva de sus caderas, su cintura, sus hombros y bajo hasta cerca de su culo pero no me atrevo a seguir y subo de nuevo. Joder, estoy tan cerca de ella, que sin darme cuenta mi polla roza ligeramente su culo, sí, ha sido apenas medio segundo pero mi glande ha estado tocando la piel de su trasero, ufff, casi me da algo. Ella hace como que no lo ha notado y se gira frente a mí. La noto tan cerca… creo que si se mueve ligeramente hacia delante mi estaca se topará con su ombligo.

– Date la vuelta, semental. – dice sonriente, hipnotizada con mi polla que sigue apuntando heroica hacia arriba.

Me giro como me ha ordenado y me pongo de espaldas a ella. Ahora es ella la que me acaricia con sus manos y con la crema solar, esparciendo por mi espalda, incluso se ha agachado para meterla entre mis muslos y cuando sube entre ellos roza ligeramente mi culo. ¡Madre mía!

De pronto todo parece haber acabado y ella me entrega el bronceador.

– Date por delante. No vaya a tocarte lo que no deba, jeje – me dice, aunque en ese momento creo que en el fondo hubiese querido hacerlo ella misma, o a lo mejor soy yo el que quisiera y todo me parece demasiado fantástico.

Me doy la vuelta y me echo sobre mi pecho, mi tripa, mis muslos y ella no deja de observar mi cuerpo desnudo. Me gusta tanto que lo haga…. Yo tampoco pierdo ripia de poder admirar el suyo que se me ofrece tan de cerca, con ese coño que siempre había soñado con esos pelitos que adornan unos labios aparentemente inflamados

– Estás muy bien equipado hijo. – dice ella de pronto sin apartar la vista de mi mano que esparce la crema por todo mi miembro

– ¿Tú crees? – le pregunto en plan inocente pero con total descaro exhibicionista. Me siento pletórico.

– Ya lo creo. Tendrás contenta a Alicia.

– Mamá, ya te dije que con Alicia no hay nada. Somos amigos.

– Pero bueno, supongo que habéis follado. ¿No sois folla-amigos o como lo llaméis ahora?

– ¡Mamá!

– ¿No?

– Pues no. Somos amigos y nada más.

– Bueno, pues habrás dejado contenta a quién le hayas metido eso.- dice señalando a mi verga que noto más grande que nunca y que me acaricio con el disimulo de esparcirme el bronceador.

– No, tampoco lo ha probado ninguna.

– Pero hijo, ¿Quieres decir que… no te has estrenado?

Nunca antes habíamos hablado mamá y yo sobre ese tema, pero es cierto que soy virgen y no tenido la suerte de probar las mieles del sexo, ni tan siquiera en un sexo oral. En cambio ahora ella me lo pregunta con tanta naturalidad y además lo más flipante de todo ¡desnuda!

– Pues no, no me he estrenado, mamá.

– Pues tendrás que hacerlo en este viaje tan loco.

Por un momento he pensado que se refiere a ella y a mí. Cierro los ojos unos segundos y mi polla sigue bien erguida pensando en lo bien que se sentiría en el cuerpo deseado de la mujer amada, de mi madre… sin embargo ella cambia con su respuesta.

– Si te lo propones, te follas a Sandra. Está loca contigo y si te ve así, con esa cosa… ni te cuento.

– ¡Joder, como eres mamá! Yo no quiero nada con Sandra.

– Ya, ya… – ríe irónicamente.

Lo cierto es que está tan suelta que dice las cosas más alocadas que jamás haya oído ni tan siquiera fantaseado.

– ¿Acaso crees que no sé que te gusta y tú a ella? – insiste ella mientras yo dibujo sus curvas en mi mente.

– Ella está casada, mamá y parece muy enamorada, no creo que…

– Bueno, vamos a tomar el sol, que ya te has echado mucho bronceador. – me corta sin querer escuchar mis explicaciones.

Tras decir eso, mamá toca con su dedo mi miembro y lo acaricia desde la base hasta la punta, en una leve caricia que apenas dura dos segundos, pero que me hace volverme loco. Supongo que por un momento se da cuenta de la situación y enrojece, la cosa está demasiado ardiente. Se da la vuelta y se dirige a la terraza dejándome allí plantado con aquella enorme erección. Después de unos segundos de asimilación, la sigo hasta la terraza. Pongo la toalla sobre la tumbona, igual que ha hecho ella y ambos nos ponemos a tomar el sol en bolas, de la forma más natural y como si nada hubiera ocurrido.

Tras un cierto silencio me siento muy bien al percibir los rayos del sol sobre mi piel y ella parece también disfrutarlo de lo lindo. De vez en cuando me mira y me sonríe. Mi erección se ha calmado un poco y ahora mi polla descansa morcillona, pero ella no para de echarle un vistazo cada cierto tiempo. Me gustan tanto esas miradas, como supongo también le gustan a ella las mías sobre su cuerpazo.

– ¿De verdad que eres virgen, Víctor? – me pregunta intrigada nuevamente.

– Sí…

– Vaya, qué desperdicio…

– ¿Cómo dices? – pregunto aunque por su vista clavada en mi verga intuyo que se refiere a que sigue sin estrenar y juraría que a ella no le disgusta la idea de hacer algo en el debut.

– No, nada… – responde acariciando suavemente la cara interna de sus muslos.

– ¿Por qué dices desperdicio? – pregunto de nuevo incorporándome sobre mis codos y percibiendo que mi polla ha vuelto a tomar su máxima dimensión.

Mamá vuelve a mirar mi enhiesta daga que parece apuntarla. Nunca imaginé que todo esto pudiera suceder, pero ahora me siento pletórico.

– ¿Te refieres a esto? – digo sosteniendo mi polla con mi mano con un descaro total.

– ¡Víctor!

Cuando hago un par de movimientos en mi polla descapullándola por completo y dejando a la vista mi inflamado glande, ella enrojece y se levanta de golpe, para meterse prácticamente corriendo hacia dentro de la habitación… veo que mi descaro la ha incomodado y bastante.

Cuando me levanto y la sigo ya se ha encerrado en el baño. Creo que me he venido muy arriba.

– Mamá, lo siento… no quería… – me disculpo avergonzado al otro lado de la puerta.

Francamente me he pasado “tres pueblos” con ese absurdo envalentonamiento. Se produce un silencio que me inquieta y doy con mis nudillos en la puerta.

– Mamá, ¿estás bien? – vuelvo a preguntar con mi cabeza pegada intentado escuchar.

– Sí, tranquilo hijo, estoy bien… – responde al otro lado después de un buen rato callada.

Me siento a los pies de la cama y espero a que salga del baño. Supongo que estará enfadada conmigo. La verdad, es que he actuado como un crío y no estoy muy seguro si me va a perdonar por ello.

Al fin sale y por un momento creí que iba a hacerlo vestida, sin embargo continúa completamente desnuda. Se la ve tan maravillosamente atractiva y tan sexy… Parece que se ha mojado el pelo, puede que se lo haya lavado o quizás haya llorado, no lo sé. Me pongo en pie y pongo cara de circunstancias. Es curioso, pero mi polla ha vuelto a rebelarse y está a tope otra vez. Ella la mira.

– Mamá, lo siento. – repito sin saber cómo actuar.

Ella viene hacia mí y me toma de las manos. Su cuerpo está tan cerca, que si solo avanzara unos centímetros la rozaría con mi miembro, sin embargo ella mira hacia ese prominente falo que la apunta y solo aproxima su cabeza a la mía para besarme en la frente muy castamente. Todo mi cuerpo es un escalofrío de placer. Observo desde más cerca que nunca su cintura, sus caderas, sus tetas, su coño…

– No te preocupes, cariño – dice – todo esto es algo que nos supera y nos hace sentirnos raros. Se separa un poco y observa mi cara compungida sin soltar mis manos.

– Sí – contesto sin que mi garganta pueda casi tragar.

– Creo que no debemos llevar tan lejos nuestro papel de matrimonio, hijo.

– ¿Por qué?

– Bueno, esto no está bien. Una cosa es que lo aparentemos y otra cosa es que juguemos con cosas que no pueden ser… -añade

– Yo es que… me dejé llevar.

– No, no te disculpes, hijo, no es culpa de nadie, son las circunstancias.

– No quise molestarte.

– A ver, cariño, si una mujer se desnuda delante de tí, es normal que te sientas excitado, turbado y que pierdas la cabeza, aunque esa mujer sea tu madre.

– ¿Es normal que me sienta excitado contigo? – pregunto confuso.

– Sí… bueno… ¡no!. Me refiero a que somos de carne y hueso y la situación no te hace pensar con racionalidad. Soy tu madre, pero al estar desnuda soy una mujer para ti y eso te excita… a mí también me excita verte desnudo. Es natural…

Esas últimas palabras me dejan aturdido. La verdad es que este viaje está siendo de todo menos normal, pero me siento culpable, incluso porque ella se sienta igualmente culpable.

– Mamá…. ¿y si no es culpa de nadie por qué te has molestado cuando yo…?

– No hijo, no me he molestado – me interrumpe – simplemente me excité al verte así y no quise que eso me pasara.

¡Ostras! Y me lo suelta así. Desde luego que a mí sí me gustó que sucediese y más ahora sabiendo que ella también se pusiera cachonda conmigo, eso es algo que me excita aún más, tanto que mi polla vuelve a dar un bote y ella la mira y después me sonríe.

– ¿Tienes miedo… de mí? – le pregunto.

Tarda un rato en contestar, pero creo que está buscando esa respuesta adecuada de madre. Y de pronto toma aire y me suelta:

– Tengo miedo de hacerte daño, Víctor o de que sufras. No quiero que veas en mí lo que no soy, hijo. Entiendo que te excites viéndome y que me mires más como una mujer desnuda delante de ti, que como una madre, pero posiblemente todo no te esté haciendo ningún bien.

– Pero yo… me siento genial, mamá. – imploro.

– Sí, Víctor, pero soy tu madre. Seguramente en estos días vas a poder disfrutar con innumerables cuerpos desnudos de mujeres hermosas que son en las que te tienes que fijar y con las que podrás… ¡estrenarte! – Eso último lo dice con cierta pausa. – ¿Me comprendes? – añade.

– Claro, pero… tú misma has dicho que en este viaje es todo locura y que no era tan malo lo de vernos desnudos, incluso has sido tú la que me ha animado a hacerlo.

– Ha sido todo un lío muy divertido, es cierto, pero ahora dudo si ha sido tan buena idea.

– A ver mamá, olvídate por un momento que estás hablando con tu hijo. – la corto casi con tono enfadado.

– Pero lo eres.

– ¿No has dicho que en este viaje quieres hacer cosas que nunca harías con papá?

– Sí…

– Pues entonces, olvídate de mí, que soy mayorcito y sé lo que me hago. – contesto con seguridad.

– Pero hijo, no quiero que pienses que soy…

– ¿Qué eres qué? – la imploro

– No sé, una putilla, una calientabraguetas, que te pongo cachondo y que te hago pasar malos ratos.

– Mamá, por favor, ¿cómo puedes creer que yo piense eso de ti?

– Pues no sé, que te excites con tu madre…

– ¿No me has dicho varias veces que es natural?

– Sí, claro que lo es, ya eres todo un hombre y yo una mujer, con nuestras necesidades…

– Pero podemos excitarnos, tú misma lo has dicho, solo tendremos que masturbarnos y así apagar nuestro calor, lo mejor de este viaje es que estamos haciendo cosas que siempre nos había apetecido hacer y simplemente las estamos haciendo, yo estoy feliz de verte desnuda, tú de hacerlo, de poder excitar a todos los hombres, incluso a mí, reconócelo mamá.

Ella no suelta mis manos y se queda pensativa, la verdad es que he dejado caer esa perorata sin detenerme un momento, creo que era una llamada a la desesperación. Ella sigue dubitativa.

– Mamá, ¿sabes una cosa? – añado.

– ¿Qué?

– Que te quiero mucho. Que estoy orgulloso de tenerte como madre, que respetaré todo lo que hagas, que quiero que seas feliz, que si no quieres desnudarte lo entiendo, que si quieres hacerlo también, que me siento muy a gusto contigo y que si me excito viéndote es porque eres mi prototipo de mujer ideal y no pienso en tí como en una madre.

Ella sonríe, se acerca a mí y me abraza, sí, me abraza y mi polla no ha cedido en su afán de crecer y crecer y ahora está arrinconada entre nuestros cuerpos. No me lo puedo creer pero estamos en medio de la habitación de ese hotel que nunca podré olvidar, completamente desnudos y abrazados. Sus tetas están a la altura de mi pecho y me siento tan bien, su vientre aprisiona mi polla, puedo sentir incluso el calor que emana su sexo, y mis manos sostienen su cintura. Se separa de repente muy colorada y mira hacia mi verga que no para de oscilar tras ese profundo abrazo.

Después de esa conversación mamá, aparte de excitada, parece sentirse mejor, incluso yo que con mi discurso me estoy creyendo que todo es tan normal.

Decidimos bajar a cenar y consigo convencer a mamá para que se ponga uno de esos mini vestidos que hemos comprado y que le sienta como un guante.

– Veo que estás más decidida que esta tarde. – le digo cachondo perdido observando una vez más su extraordinaria desnudez..

– ¿No era lo que querías? – añade colocándose el vestido y moviendo sus caderas en un intento por poder entrar en él.

– Y me encanta haberte convencido.

– Sí, creo que tenías razón, además debemos tener este viaje como algo que forma parte de nuestras fantasías y echar por tierra los prejuicios.

Por un momento no sé si mamá se refiere a sus fantasías o a las mías propias, que son para mí ella y nada más, pero me siento más que dichoso porque haya conseguido convencerla.

– ¿No vas a ponerte ropa interior? – Le pregunto cuando ella se está atusando el vestido observándose frente al espejo.

– ¿No crees que mejor sin ella?

– Yo encantando… y seguramente que otros muchos también.

– Bueno, nadie sabe que no la llevo, salvo tú.

– Prometo no decírselo a nadie e intentaré no ponerme nervioso… – añado.

– Me queda mejor así, además me gusta la sensación de no llevar bragas, me siento como más libre.

Joder, me encanta ver a mamá así de feliz y contenta, creo que ha vuelto a disfrutar de su lado más diablesco y se está soltando la melena y algo más.

Entramos en el comedor con nuestras manos entrelazadas. ¡Qué delicia! Me siento tan a gusto y tan orgulloso de tenerla a mi lado, ojalá fuera mi novia, mi amante, mi esposa… en estas vacaciones quiero pensar que lo es.

Sandra y Toni están ya en el comedor y nos invitan a compartir su mesa. Él no pierde la oportunidad de levantarse, pegarse a mi madre y darle dos besos aferrado a sus caderas. Al tiempo Sandra también se levanta. Está muy guapa. Lleva una camiseta muy ceñida y una faldita corta, parece más joven y más traviesa, así vestida. Mi polla lo corrobora creciendo bajo mi pantalón cuando ella, de nuevo, se pega a mi cuerpo y me planta dos besos y sus dos tetas se oprimen contra mi pecho. La tía está buena, yo cachondo, no sé como acabará la noche, pero ya estoy pensando en la magnífica paja que me voy a hacer con tanta sensación.

– ¡Qué guapa! – dice Sandra plantándole dos besos a mamá.

– Gracias, tú también – responde ella muy educada.

Veo como Toni se la come con los ojos y aunque me da cierta rabia, no se lo reprocho. Mamá está como para comérsela.

La cena transcurre entretenida y acabamos de nuevo en la discoteca del hotel, en donde una copa llama a otra y acabamos más que entonadillos. En la pista de baile Toni no pierde la oportunidad de acariciar a mamá en más de una ocasión y ella intenta zafarse como buenamente puede. Hay una canción tipo bachata en la que nuestro vecino se entrega a ese baile sensual pero se aprovecha de la situación, viendo que mi madre está algo bebida, de otro modo no entiendo que ella se deje llevar hasta tan lejos. Al mismo tiempo Sandra intenta pegarse y no niego que me gusta rozarme con ella y que note mi erección, pero estoy más a ver qué pasa con mamá, no quiero que se me despendole.

Entonces aprovecho para cambiar de pareja y tanto Toni como Sandra se quedan algo cortados, porque creo que he sido brusco, pero también supondrán que teóricamente soy un recién casado celoso y esto último además es verdad.

Me agarro a la cintura de mamá por detrás y uno mi pelvis a su culo. La fina tela de mi pantalón y la de su vestido permiten que note claramente su culo sobre mi polla. Ella no se vuelve y sigue entregada en el baile moviendo las caderas y subiendo sus brazos por encima de su cabeza. Mis manos siguen aferradas a su cintura y aprovecho para dibujar sus curvas mientras mi polla sigue empotrándose en sus posaderas.

– Hijo, estoy algo borracha – me dice de pronto pegando sus labios a mi oído.

– Ya te noto bastante descontrolada – digo con cierto enfado, pero es que verla restregándose a Toni no me ha gustado en absoluto.

– Si, la verdad es que me he puesto muy cachonda.

Joder, mi madre ya no se corta en absoluto hablando conmigo, ¡quién la ha visto y quién la ve! Yo soy un mal hijo, porque me estoy aprovechando de esa situación y restriego mi erección por su culito, que ella no parece rechazar y mi polla está a punto de estallar, estoy como un burro en celo y es que saber que ella no lleva nada debajo me da más calor.

– Víctor, creo que deberíamos subirnos – me dice girando su cabeza y poniendo sus labios a escasos milímetros de los míos. Por un momento pienso en besarla, pero creo que sería demasiado y no quiero que se cabree..

– ¿Estás segura?

– Sí, creo que mejor nos subimos, estoy muy caliente y no respondo. No quisiera arrepentirme después. – dice sonriéndome y guiñándome un ojo, desconcertándome con ese guiño.

Después de despedirnos de nuestros vecinos, que no celebran que nos vayamos en plena fiesta, ayudo a mi madre a avanzar hasta el ascensor. La verdad es que le cuesta caminar en línea recta y tengo que sostenerla de su cintura para que no se caiga.

Me hubiera gustado seguir restregándome contra su cuerpo, pero creo que ella también ha notado mi bulto y ha preferido cortar por lo sano, a pesar de estar algo bebida y cachonda, como ella misma ha reconocido.

Llegamos a la habitación y tras cerrar la puerta ella se me abraza apoyando su cabeza sobre mi hombro. ¡Qué maravilla! Puedo notar sus enormes tetas contra mi pecho y como mi polla no ha bajado en su intensidad y sigue dura a la altura de su tripita.

– Hayy, todo me da vueltas – dice agarrándose a mi cuello.

– Has bebido mucho, mamá.

– Gracias hijo. – dice dándome un piquito en la boca y dejándome sorprendido.

– ¿Por?

– Por hacerme feliz y regalándome tantas cosas en este viaje. Con tu padre…

– ¿Con mi padre que…?

– No hubiera sido igual.

– Supongo que no. – añado

– Ayúdame a quitarme el vestido, hijo, voy a refrescarme un poco. Lo necesito. – me dice separándose de mí y levantando sus brazos por encima de su cabeza.

– ¿Qué te quite el vestido? – pregunto como un idiota.

– Sí, yo sola no puedo, me mareo y me está muy ceñido.

No lo pienso dos veces. Cojo el vestido por sus caderas y empiezo a subirlo admirando su cuerpo a medida que va mostrándome su desnudez. Su hermoso coño, sus caderas, su cintura sus tetas, su cuello. Todo. A pesar de que lo lleva tan pegado a su cuerpo hago lo indecible y logro sacarlo por su cabeza, hasta que queda completamente desnuda delante de mí.

– Gracias, amor. – me dice.

– De nada. – respondo turbado y tremendamente excitado.

– ¿Está buena tu madre? – me comenta de pronto al verme admirándola.

– Mucho.

De pronto se pega a mí y me da otro beso en los labios y esta vez permanecemos más tiempo unidos, no sé si son tres o cuatro segundos, pero me encanta sentir ese cuerpo desnudo adosado a mí y yo me dejo llevar por ese beso. Ella se separa bruscamente, me mira a los ojos y sonríe. A continuación se dirige al baño torpemente.

No sé lo que va a pasar a continuación pero por un momento pienso que ella se siente mal, por ese beso, de abrazarse a mí desnuda, por sentirse excitada durante todo el día y toda la noche, primero lo que ha sucedido en la habitación esta tarde, luego con Toni en el baile, ahora conmigo… Ni yo mismo puedo recapacitar con cierto orden y todo me parece demasiado incongruente.

De pronto sale del baño, en pelotas, naturalmente, como si nada hubiera ocurrido.

– Ya puedes entrar al baño, hijo. Yo me voy a acostar – me dice mientras seca su cuello y sus pechos con una pequeña toalla. Se ha debido remojar para bajar el calor.

Me meto en el baño, dispuesto a hacerme otra paja en su honor, como no podría ser de otra manera. Me desnudo del todo y pienso en el cuerpo de mamá que acabo de tener ahí afuera para mí y no me cuesta mucho volverla a sentir en mis pensamientos y disfrutar de ese momento acariciando mi polla pensando qué debe sentirse follando un cuerpo como el suyo, sintiéndose atrapado por sus piernas, ambos desnudos disfrutando de nuestros cuerpos, unidos en un polvo divino.

Estoy en esos pensamientos cuando se abre de pronto la puerta del baño.

– ¡Víctor, Víctor, ven! – dice medio susurrando y metiendo su cabeza por la puerta del baño y pillándome con la polla en la mano.

– ¿Qué pasa, mamá? – pregunto intentando disimular aunque por su sonrisa veo que se ha dado cuenta que me la estaba cascando como un mono.

– ¡Ven, corre! – añade ofreciéndome su mano.

Otra vez la tengo desnuda delante de mí y yo igualmente despelotado dándole la mano, a esa mujer que me tiene más loco por segundos. Salimos casi corriendo del baño.

– Pero ¿qué pasa? – pregunto intrigado.

– Nuestros vecinos, ya han llegado.

– ¿Sandra y Toni?

– Sí, ¡están follando! Ven, pega el oído aquí, en la pared. – dice eufórica pero sin levantar mucho la voz para que no nos oigan.

Ahí estamos mi madre y yo, en pelotas, uno frente al otro a apenas medio metro de distancia y pegados contra la pared de la habitación escuchando los gritos, gemidos y frases que se oyen al otro lado.

Lo cierto es que casi no hay que pegar la oreja, pues se les oye perfectamente. Se percibe la voz de Sandra diciendo: “sí, sí, más, más, joder, joder, fóllame, Diosss”…. y los bufidos de Toni que debe estar taladrándola de lo lindo.

Mi polla está eufórica y lógicamente entre la paja inacabada, mi madre desnuda delante de mis narices y mis vecinos folladores, estoy más que desbocado. Miro a mamá que me sonríe de vez en cuando sin decir nada y escuchando las voces y gemidos de nuestros vecinos de al lado. De vez en cuando mira a mi miembro, se muerde el labio y sus pezones se ven más duros de lo normal. Sin duda está excitada y puedo notar como su coño brilla en señal de que está mojada y sigue tan cachonda en esa noche loca. Joder y la tengo ahí a medio metro, con esas tetas, esos muslos, esas caderas, esa cintura, ese chochito…

– Se lo están pasando en grande – susurra mamá.

– ¡Sí, vaya polvo!

– Scshhhss – me dice para que baje la voz.

– No nos oyen. Están a lo suyo.

– Sí, están muy excitados. – añade.

– Ya lo creo… ¿Y tú? – le pregunto, observando de nuevo todo ese cuerpo serrano que me dio la vida y ahora puedo admirar en exclusiva para mí.

– ¿Yo qué? – pregunta.

– ¿Que sí estás excitada?

Ella responde con un silencio bajando su cabeza, aún le cuesta reconocer que está excitada con la situación.

– No te sientas mal, mamá. Ambos lo estamos. Es normal, han pasado demasiadas cosas como para poderlas controlar. – añado para que sienta más cómoda.

– La verdad es que sí.

– Pues disfruta el momento.

– Me siento rara, todo esto nos supera, pero no sé si es bueno que nos sintamos así. Soy tu madre.

– Mamá no me vengas con esas otra vez… – imploro entre susurros para que no vuelva por esos derroteros.

– Es que es así, hijo.

– Somos un hombre y una mujer desnudos, cachondos y que están excitados con todo esto. ¿No es así?

– Y… ¿qué ocurre si nos excitamos? – me pregunta.

– Pues nos hacemos una paja y punto – lo digo clarito para que no haya malentendidos.

– ¡Vaya, Víctor! ¡Qué directo! – afirma sin levantar la voz pero vocalizando.

– ¡Claro! Ahora mismo podríamos masturbarnos para apagar esa calentura y no estaríamos haciendo nada malo…. – lo digo y noto como mis carrillos arden tras comentarlo con tanta desfachatez.

Ella vuelve a ofrecerme otro silencio que me deja descolocado, aunque en el fondo sé que está pensando exactamente lo mismo que yo. Sonríe y mueve sus piernas, frotando sus muslos. Intuyo que está muy cachonda.

– Víctor, no creo que eso fuera tan natural como tú dices.

– ¿Qué nos masturbemos? ¿No lo hacemos en privado? ¿Qué diferencia hay? – añado con seguridad al tiempo que mi polla pega otro de sus respingos y a ella no se le escapa ese involuntario movimiento.

Nuestros vecinos siguen a lo suyo, ajenos a nuestro debate interno y muy metidos en su mundo, follando sin preocuparse de ser oídos, disfrutando de un polvo memorable que a nosotros nos calienta cada vez más. Solo se oyen jadeos, respiraciones entrecortadas y el cabecero de su cama dando golpes contra la pared, en señal de las embestidas que Toni le debe estar propinando a la rubita cachonda.

– Una cosa es que sea normal la excitación y está claro que ambos lo estamos., pero otra muy diferente que nos dejemos llevar hasta poder traspasar algunas fronteras, ¿lo entiendes hijo? Eso es demasiado. – dice mamá de pronto.

– Mamá, yo ahora estoy muy cachondo. Nos calentamos durante toda la noche, ahora oyendo a estos dos que me están poniendo a cien y más todavía con tu cuerpo, no porque seas mi madre, sino una mujer preciosa y desnuda delante de mí – añado como atenuante, aunque en el fondo miento como un bellaco, a mi la que me gusta dentro de ese cuerpo es precisamente ella, mi madre y prácticamente nada más.

– Pero el problema es que lo soy… ¡Soy tu madre! – añade.

– Pues mejor, masturbarme con alguien a la que además adoro.

Sonríe algo aturdida por ese comentario Sus pezones se siguen viendo duros y sus piernas se mueven nerviosas, juntando sin cesar sus muslos. Está loca por tocarse igual que yo. Creo que tengo que tirarme a la piscina y lo hago, asumiendo todos riesgos, pero agarro mi polla con mi mano y comienzo a masturbarme delante de ella esperando sus reacciones.

Abre los ojos como platos sin dejar de mirar ahí, justamente donde mi mano está dándole a la zambomba con todo el descaro. Sé que me la juego del todo, pero ahora mismo ya no pienso, solo tengo que pajearme para soltar todo lo que llevo dentro.

– ¡Víctor!

– ¿Qué pasa? – contesto como quién no quiere la cosa.

– Para, por favor. No hagas eso.

– ¿Por qué, mamá? Estoy muy excitado necesito apagar este calor que llevo dentro y creo que tú deberías hacer lo mismo.

– ¡Calla, por Dios!

– Es la verdad mamá, yo es que no puedo más.

– Podrías esperar y hacerlo en el baño.

– Pero ¿Por qué? Vamos, deja esa mojigata en casa y muestra la hembra caliente que llevas dentro.

Sí, lo he dicho y ya no sé ni lo que digo, pero es que ya todo me da igual. Y no me quedo ahí, sino que la sigo alentando.

– Mamá, pellizcarte los pezones, vamos.

– ¡Hijo, calla por favor… esto no puede ser! – dice separándose de la pared, pero sin dejar de mirar mi glande que aparece y desaparece de entre mis dedos.

– Vamos, mamá, tócate…

– Esto es muy fuerte. No me lo puedo creer… – afirma con sus ojos como platos.

– Ya lo creo. Vamos, anímate y tócate las tetas. Me gustaría ver como lo haces.

– No puedo hacer eso.

– Venga, claro que puedes, ya tenemos más que confianza. Recuerda, este es nuestro viaje secreto. – insisto una vez más.

– No puedo.

– Demuéstratelo a ti misma, a ver si eres capaz.

Creo que no solo mis palabras sino los gritos y jadeos que se oyen al otro lado de la pared y su propia calentura hacen el resto. Y yo alucino. Mamá se echa mano a su teta y empieza a acariciarla. Nada más hacerlo mi polla suelta unas gotas de líquido pre seminal, que no se escapa a su visión, pues saca la lengua como si se relamiese al verlo. Está algo borrachilla, pero sobre todo cachonda perdida. Sus dedos pellizcan sus pezones con más fuerza y se la oye ronronear, cuando se produce algún silencio de nuestros vecinos.

– ¡Tócate el coño! – digo desbocado como si fuera una orden

– ¡Pero…!

– ¡Vamos, mamá!

Ella cierra los ojos, asumiendo ya que está derrotada y que su calentura le supera. Una de sus manos baja hasta su entrepierna y allí se pierden un par de dedos mientras la otra mano sigue acariciando otro de sus pechos.

A partir de ahí mamá se ha transformado, ya no está con esa sensación de sentirse cortada por cada acto, sino que ya está metida en faena, pues sus dedos han acabado entre sus labios vaginales al tiempo que abre sus piernas y su boca. Está gozando y yo no digamos pues mi paja aumenta de velocidad al ver esa imagen inalcanzable de mamá masturbándose a medio metro. Sus dedos juegan entrando y saliendo de su chocho que emana flujos pues salen empapados. Se los lleva a la boca y los chupa ofreciéndome una imagen que no olvidaré nunca, pues se exhibe delante de mí, más cachonda, imagino, que en sus pajas en solitario. Yo estoy a punto de correrme, pues no puedo ver por más tiempo esa escena tan caliente y ella jadea más fuerte, su pecho se hincha por momentos, sus piernas están muy abiertas y su dedo índice y corazón están masajeando sus labios externos y su clítoris, entrando en trance. Cierra los ojos y sus jadeos se convierten en gemidos y casi alaridos. Apoya su espalda en la pared y su cabeza queda ligeramente mirando hacia arriba, su boca abierta y su lengua jugando con sus labios, sus piernas temblando y todo su cuerpo estremeciéndose. Se está corriendo con todas las ganas. Yo sigo meneándomela pero esa imagen de mamá con su espalda apoyada en la pared y en ese orgasmo tan maravilloso que ha disfrutado y yo como su único espectador hace que mi verga se tense y en un instante me viene el primer impulso y a continuación sale disparado un chorro incontrolado que acaba chocando justamente contra la teta izquierda de mamá, el segundo en su cadera. Los demás van cayendo por sus piernas, dos, tres, cuatro y hasta cinco lanzamientos potentes que le lanzo sin remisión. ¡Me he corrido sobre su cuerpo desnudo!

Abre los ojos alarmada, mira como mi semen se escurre por sus muslos y sale corriendo de nuevo hacia el baño. No sé si en ese momento se enfadará conmigo para siempre, pero creo que ha sido maravilloso y tenía que tomar ciertos riesgos y aventurarme a eso que seguramente nunca se podrá repetir.

Me limpio con un pañuelo de papel y salgo a la terraza, desnudo, a tomar un poco el aire. La noche es mágica y está llena de estrellas, casi todo parece un sueño, sin embargo ha ocurrido de verdad. Desde allí se puede ver el mar, a pesar de la oscuridad y me siento en la gloria. Estas vacaciones serán inolvidables para el resto de mi vida.

Al cabo de unos minutos mamá entra en la terraza. Me vuelvo y me doy cuenta de que se ha puesto un albornoz. No consigo que me mire a los ojos. Se pone a mi lado apoyada en la barandilla mirando ambos al firmamento, sin decir nada.

– Hola vecinos. – es la voz de Sandra al otro lado de la terraza que nos saluda.

Está desnuda y veo que está observando fijamente mi polla que ahora está algo morcillona y ella instintivamente pasa su lengua por sus labios. Puede ser casualidad o un acto reflejo..

– Hola – contesta mamá.

– Espero que no os hayamos despertado- añade la vecina con una sonrisa nerviosa pues sabe que sus alaridos y gemidos se han tenido que oír.

– No, no. – contesta ciertamente cortada mi madre.

– Nos habréis escuchado, supongo… pero es que estábamos muy cachondos.

– Un poco.

– Jeje… bueno vosotros también…

– ¿Nosotros qué? – pregunta mi madre.

– Que también estabais calientes, os hemos oído.

En ese momento mamá y yo nos miramos, entre confundidos, avergonzados y sorprendidos, pues en plena faena masturbadora no hemos caído en que nos podrían haber escuchado ellos.

– Oye, que no pasa nada. A eso hemos venido a este viaje, a follar, ¿No? – dice sonriente Sandra sin dejar de observar mis atributos.

En ese momento noto que mi polla vuelve a retomar su crecimiento rememorando esos momentos que nos recuerda Sandra y decido salir disimuladamente de la terraza. Ellas se quedan hablando amigablemente en la terraza mientras yo me tumbo en la cama intentando asimilar tantas cosas.

Mamá tarda en regresar, no sé de qué estarán hablando y yo mientras, tras pensar en esos minutos decido cómo pedirle disculpas y que todo lo que ha ocurrido ha sido fruto del alcohol, de las locuras de tantas sensaciones encontradas, que lo de la paja compartida ha sido un arrebato y que lamento haberme corrido sobre su cuerpo. Ella entra en la habitación y justo en ese preciso momento en el que voy a abrir la boca con cara de cordero degollado es ella la que se me adelante sonriente.

– ¿Sabes hijo?, Sandra me ha dicho que tienes un cuerpazo y una polla preciosa.

– ¿Cómo? – pregunto.

– Sí, me ha dicho que te ha visto la polla y que le ha dado envidia, que me sentiré dichosa de tenerte, incluso me ha preguntado que qué tal follas y que se siente teniendo esa polla dentro.

– ¡Joder! y tú… ¿qué le has dicho?

– Pues me he sentido orgullosa y le he dicho que follas de maravilla y que me encanta sentirla bien adentro taladrándome. Que me gusta cómo me taladras con esa polla- dice mientras sonríe nerviosamente.

Se quita el albornoz ofreciéndome de nuevo su divina desnudez dispuesta a meterse en la cama. Apenas puedo articular palabra, no soy capaz de asimilar esa desvergüenza de mamá, pero sí mi polla que ha vuelto a ponerse dura y mirando al techo.

– ¡Hijo mío qué rápido te recuperas! – dice con la boca abierta mirando mi erección.

Me meto en las sábanas y nuestras caderas se rozan ligeramente y yo vuelvo a estar nervioso, excitado.

No sé si podré dormir en toda la noche…

Juliaki

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR.

juliaki@ymail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *