Tan bellos recuerdos: la faldita azul que me llegaba casi a los tobillos aquella que ocultaba mi debilidad por andar  sin braguitas,   la blusita corta  marcando mis pechos aun en flor,  con sus botoncitos parados embelleciendo el escote, mi carita adolescente con rasgos aun de inocencia, una inocencia inquietante que estaba descubriendo todo lo lindo del sexo y lo incontrolable de resistirse cuanto te da ganas.
Éramos aún colegiales de manitos sudadas, que restringidos de libertad, desesperaban por encontrar donde amarse, quizá por eso nos gustaba tanto los sábados, pues era la noche  en que teníamos permiso para alargar las visitas, y si la suerte acompañaba, podríamos premiarnos con caricias subiditas de tono.
Aquella noche especial,  recuerdo que mientras me robaba un beso preguntó: estas como me gusta?, sonríe con aquella malicia que le dejaba en claro que no llevaba sujetador, y que podría retorcer mis  pezoncitos mientras nos abrazábamos. Sus ojos juveniles brillaron al ver la  faldita azul,  sabía  lo que significaba y  a la  menor oportunidad  intentaría meter su mano  por entre mis muslos, para  comprobar que ya andaba listita.
El tampoco llevaba interior, solo vestía su típico pantalón de sudadera holgado que disimulaba cuando a su pene se le antojaba desperezarse, bueno en realidad siempre lo tenía  despierto…ventajas de la juventud.
Sentaditos en el portal de la casa,  entre charla y  mimos   le robamos a la vida los suficientes segundos para darnos besos por el cuello, un roce en el trasero, una mano en la bragueta,   aún arriesgándonos a ser sorprendidos­, aunque bien valía cualquier peligro a cambio de nuestros gemidos de gusto  cuando el hábilmente  jugueteaba en mis pechos o yo hurgoneaba  en sus ingles.
Eran las primeras travesuras  que ya nos ponían urgidos pues llevábamos días en el intento de avanzar más,  pero el ir y venir de mi madre con cualquier pretexto nos tenía siempre con el morbo ahogado.
Ansiosos  de no poder calmarnos con mas caricias, fuimos  a la habitación que compartía con mi madre, un velador separaba las dos camas, y como éramos noviecitos formales ya nos habíamos ganado el derecho  de recostarnos juntos, abrazaditos, mientras veíamos la película de las diez.
Sabíamos que a pesar de ser arriesgado, allí podríamos desatar más nuestros juegos,  pues tendríamos vigilada a mi madre, la gran protectora de una virginidad que a esas alturas mi novio ya la había estrenado, paradójicamente en mi propia casa, sí la verdad es que a veces gozábamos del sexo sin medir riesgos.
Por su puesto al tenernos tan cerca, a ella se le dormían las ganas de curiosear, y respirando tranquila se concentraba  en la trama de la película, lo cual obviamente era  nuestra gran ventaja.
Mientras reímos por alguna escena de la película, él pegadito a mi  punteaba sutilmente desde atrás, una… dos…tres  veces  se detenía temeroso,  pero era lo suficiente para que mi vagina empezara a soñar con engullírselo completito.
Inquieta procuraba pegar mi cadera hacia atrás, suplicando  un poco mas, pero había que esperar a que otra escena absorbiera la atención de mi madre y  producto de la interrupción,  la excitación subía a limites en que mi vagina se pasaba la noche contrayéndose y su pene permanecía parado de guardia.
Golosa de caricias me cubría con aquel abrigo que también me trae lindos recuerdos,  fingiendo tener frío lo colocaba por encima de mis brazos, dejando el camino libre para que su mano subiera con mayor facilidad y se pasara al menos morboseando mis pechos, me gustaba que los masajeara y tirara de mis pezones  duritos y claro a consecuencia de ello destilaba juguitos  que hacían que mi entrada se preparara para recibir lo que tanto me gustaba.
Saltaba mi corazón  cuando de reojo  notaba que mi vigía daba uno que otro bostezo, pues empezaríamos a tener más libertad, ya sin contener las ansias y cubierta un poco por el abrigo, él alzaba mi faldita por detrás, sus deditos como buenos caminantes viajaban  a hurtadillas desde el umbral de mis glúteos  hasta hundirse en mi conchita.
 Despacito los movía… metiéndolos… sacándolos… haciendo círculos. ¡Qué delicioso!!
Con mis ojos dulces y agradecidos por esos escasos segundos de placer,  le alzaba a ver y el me respondía con miradas acariciadoras que se dan quienes han tenido que amarrarse las manos y aguantarse las ganas.
Sacaba sus deditos todos mojaditos y al disimulo los lamia, sabía que con eso acababa con la poca resistencia que me quedaba, luego escondiendo su mano detrás de  la curva de mi cadera sentía como agarraba su pene con fuerza,  lo apretaba como queriendo exprimir gotitas, que luego las pasaba por mis labios dejándome sentir ese olor  de lujuria, y el sabor tan  rico de su leche.
Aprovechando que a estas alturas mi madre ya cabeceaba de sueño nos atrevíamos mas…nuevamente la faldita azul era levantada y otra vez sentía el golpeteo en mi entradita, pero esta vez no era su dedo  sino algo de mayor tamaño, algo más rico, algo que me hacia querer abrirme, era su falo que  escapando por su pantalón, se encajaba despacito en mi cosita, no tienen  idea de lo delicioso que era comer con toda el hambre retrasada que traía.
Allí quietitos, abrazaditos, casi sin respirar solo gozando en silencio de estar conectados, sintiendo como mi canal  ya estaba invadido. Como ansiaba que se moviera, que su pelvis atacara  dándome  sin miedo, pero teníamos que conformarnos con eso, que para nosotros ya era bastante.
Quizá por la incomodidad, o por el sueño intranquilo mi madre se  enderezaba, acabando con nuestro rico momento y obligándonos a rápidamente recuperar la compostura.
Más calientes  que nunca, con las ganas alborotadas y ya sin ningún pudor susurraba…Amor vamos a preparar palomitas de maíz!! …..Eureka!!
Teníamos una cocina de madera que de forma extraña estaba ubicada tras de la habitación, bueno no tan extraña pues algunas  casas humildes no suelen tener buenas distribuciones en fin, para llegar a ella cruzábamos un pequeño pasillo, ¡como aprovechábamos los escasos 4 metros de intimidad!, ¡al fin solos aunque sea un par de minutos!
Ardientes como estábamos ya no necesitábamos mas preludios buscábamos con desesperación el desenlace, me tomaba de los glúteos alzándome mientras con agilidad yo separaba las piernas y me abrazaba a su cadera sosteniéndome de su cuello, gracias a que era de contextura mucho más fuerte que la mía, fácilmente nos acomodábamos de forma que su pene se metía por aquella cuevita estrechita, me penetraba con tanta intensidad que gemía calladita gozando con tanta adrenalina. El ir y venir de su pene literalmente me enloquecía, pero el trayecto llegaba a su fin, sabiendo que no podíamos demorar más pues resultaría muy sospechoso.
Ya en la cocina con rapidez buscaba las palomitas…el sartén….el aceite…mientras el de rodillas lamia mi sexo, mmmmm que rico, su lengua jugaba en mi clítoris mientras su dedos entraban  y salían rápidamente, no teníamos mucho tiempo y queriendo complacerlo me hincaba  a propiciarle un rica mamada, claro que en ese tiempo aún no éramos tan expertos pero hacíamos lo que podíamos y que rico resultaba…
Me arrinconaba contra la mesita, yo expulsaba mi cuerpo hacia atrás, dándole todas las facilidades para que pudiera cogerme, mientras a través de una rendija de la pared  vigilaba cualquier movimiento inusual, todo lo teníamos calculado: la hora, el lugar, la posición y hasta la  fisura que hace tiempo estratégicamente habíamos agrandado.
No había más que esperar, me lo metía una y otra vez, hasta el fondo, generando un excitante sonido de placer  que se confundía con el ruido de  las palomitas al reventar…
Seguíamos en aquel movimiento, incansables, dándonos lo que queríamos  pero un grito de advertencia nos ponía  alerta…  se queman las palomitas!!
Con la risa nerviosa por el descuido y las ganas aun acuestas volvíamos a mi camita a remoler rosetas ahumadas, y a pellizcar pezoncitos.
Fingiendo quedarnos dormidos, poco después escuchamos un ligero suspiro, el milagro había sucedido!!  al fin a mi cuidadora le doblegó el sueño.
Que delicia ahora si me comería a gusto, totalmente necesitada bajé el abrigo a mi cadera, cubriendo hasta mis piernas, yo misma levanté mi falda haciendo  puntita hacia atrás mientras el desesperado sacaba su pene.  Metió la cabecita y el resto resbalo solito, entraba y salía a su antojo con suaves movimientos para no despertarla, su mano jugaba en mi clítoris mientras yo acariciaba mis pechos, estaba tan  putilla que sin ninguna vergüenza  separaba mis labios  para que  me lo enterrara todito.
Fue entonces cuando sentí algo diferente mientras me penetraba sus dedos abandonaron mi clítoris, y tomando una pausa llevó líquidos de mi vagina hacia atrás,  poquito después sentí un cosquilleo suavecito en mi culito, que me hizo estremecer,  pero lo deje seguir, su dedito insistió mas, masajeando hasta que mi anillo comenzó a ceder, como estaba tan cachonda le permití seguir con la exploración aunque  brinqué cuando su dedo medio penetró mi vagina a la vez que el pulgar perforaba mi culito.
 Me gustó la sensación de hormigueo  en mi traserito y sus palabras diciéndome: eres mi mujer déjame hacértelo, yo cerraba los ojos algo indecisa pero el insistía, mi amor quiero que seas totalmente mía…entrégame tu culito
Nos amábamos sin duda, y quizá por eso, por deseo, por curiosidad, por complacerle o tal vez por una mezcla de todo, acepté suplicando: despacioo
Vi como sus ojitos se torcieron de felicidad ante mi disposición, una crema de mi velador sirvió como lubricante que se lo untó a lo largo del pene,  un poco de su saliva también  suavizaría la desfloración, mis juguitos ayudaron mucho y tantas eran mis ganas que mi culito rápidamente se acostumbró a su dedito, pero se ponía mas difícil pues su pene empezaba a  empujar, dolía, mi culito era virgen, nada había ingresado allí, excepto su dedo.
Espoleó suavecito, empujó un poco más y me retire asustada, _Vamos amor  solo la cabecita
Dejé que insistiera nuevamente, él me llevaba unos años así que ya tenía sus mañas. Empujo mas, gemí, ya tenía una parte atrancada en mi cuerpo, quemaba, ardía, solo quería que se retirara de ahí y que mejor jugáramos en mi vagina, pero me trataba tan dulce que yo no quería decepcionarlo, y deje que empujara un poco más.
Notando mi dolor  y dejándome atragantada, manoseo nuevamente mis pechos los lamio, succionó y me los chupaba tan rico que en poco rato otra vez andaba caliente.
Aquella vez siendo mi noche de inauguración, comprendí cual era el secreto para que una mujer se dejara follar por detrás, y disfrutara , eso hizo justamente acercó  sus dedos a mi clítoris y lo masajeaba como me gusta, que rico sentía y a medida que me regalaba placer allí empujaba suavecito detrás, mas aceleraba el movimiento en mi clítoris  y mas empujaba en mi trasero si eso era lo ideal caricias  adelante para dejarse por detrás, me empezó a gustar tanto que yo misma retrocedí  metiéndomela un poco más, y aprovechando mi sumisión me apuntaló totalmente, hasta llegar al fondo
Lo logró había roto mi traserito y yo sentía como el gustito de adelante restaba el dolor de atrás, sacó suave su pene,  y volvió a meterlo. Sorpresa, me empezó a gustar de a poquitos, que deje que entrara nuevamente y volviera a salir  me estaba cogiendo tan rico… pero paso algo mas…
Sé que por higiene y cuestiones de salud no se lo debe hacer pero en ese instante de locura y a esa edad quien podía pensar en eso, quizá tampoco debería contarlo pero ya que me estoy confesando…
Lo metió por delante y luego ingresó detrás , tres metidas por delante dos por detrás…cuatro por delante tres por detrás… cinco por delante cuatro por detrás… estábamos en la puntada del sastre: puntadita adelante puntadita atrás, ya no resistí mas, un orgasmo intenso, largo con muchas palpitaciones vaginales me hizo suspirar  y él aprovechado mi  gozo, me penetró con más fuerza, no resistió mucho unos cuatro o cinco ingresos  mas en mi culito lo extenuaron, dejándome toda su leche en lo más intimo de mi ser.
Después de volar al baño, nos quedamos abrazaditos contentos con aquel bello momento de mi gran estreno.
Quizá haya quien piensa que en la primera vez anal, el dolor no deja disfrutar, pero me alegra decirles que yo realmente gocé…aquella noche sin duda marcó para bien mi sexualidad.
El noviecito de hace tantos años, ahora  es mi esposo, en ocasiones especiales aun suele invitarme a cocer palomitas, y  terminamos riendo de que mi pobre madre nunca entendió porque tantas veces…. se nos quemaban las palomitas!!
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