7

—Está bien, tranquila. —dijo Smallbird despidiéndose de Fermín con un gesto apresurado y saliendo del pub en busca de su Ossa— No te pares, sigue caminando sin mirar atrás y dime dónde estás.

—En la calle Juan Quintero. —respondió la joven.

—Muy bien —dijo Smallbird montando en la moto y conectando el manos libres— Llegaré en cinco minutos. Sigue andando en dirección oeste.

—¿Oeste? —preguntó la joven confundida.

—Perdona, en dirección a la calle Arganda. —replicó el teniente esquivando el tráfico a toda velocidad— Ah, ahora párate y suelta un buena carcajada y procura que parezca real.

—Pero…

—No preguntes y hazlo —dijo Smallbird esquivando un camión de la basura por cuestión de milímetros.

Smallbird rezó para que el perseguidor no se diese cuenta mientras la joven lanzaba una carcajada que más bien parecía un relincho.

El detective siguió avanzando entre el denso tráfico de un viernes por la noche mientras seguía hablando con Vanesa para tranquilizarla y evitar que alarmase a su perseguidor.

Tres minutos más tarde estaba en la misma calle unos números más abajo.

—¿Puedes describírmelo sin tener que mirar atrás? —preguntó Smallbird mientras acercaba la Ossa a la acera izquierda y avanzaba a escasa velocidad buscando a alguien sospechoso.

—Un tipo alto, con vaqueros y una sudadera azul. Lleva la capucha echada sobre la cara así que no puedo decirte mucho más.

El detective siguió avanzando lentamente acercándose a la joven y procurando no llamar demasiado la atención. Doscientos metros más adelante lo vio.

—Vale, ya le veo … ¡No! —Gritó Smallbird al ver a Vanesa darse la vuelta instintivamente y mirar a su perseguidor y luego a él.

El hombre se dio cuenta inmediatamente y se lanzó a una corta carrera que le llevó a una boca de metro dónde desapareció en menos de diez segundos. Seguro de que había perdido la oportunidad de atrapar a aquel individuo avanzó hasta Vanesa y aparcó a su lado.

—Lo siento, —dijo la joven consciente de que había metido la pata— al oír que ya lo tenías no sé por qué, me volví para asegurarme de que estabas ahí. Lo he estropeado todo.

—No te preocupes. Lo importante es que estás bien. Sera mejor que vayamos a un sitio donde podamos hablar un rato. —Dijo el teniente acercándole a la joven un casco.

Smallbird arrancó la Ossa y la joven se sentó obediente tras él. El detective no pudo evitar un escalofrío al notar como la joven le rodeaba su cintura con sus brazos y pegaba los pechos contra su espalda.

El policía arrancó con suavidad y se alejó del lugar cogiendo un par de calles laterales. Llegó a una pequeña plazoleta donde había un bar de moteros y paró la Ossa delante.

—Coño Smallbird. —dijo el camarero, un hombre de metro noventa con el pelo rapado al cero y una larga perilla— Cuanto tiempo. ¿Y quién es esta belleza? ¿Es tú nueva choni?

—Es un historia muy larga, peludo, así que déjalo y pon un par de cervezas y unas bravas. —respondió Smallbird sentándose en la terraza y encendiendo un Marlboro.

La joven cogió la cerveza con manos aun temblorosas y le dio un largo trago. Smallbird no la apuró y esperó un rato hasta que la vio un poco más tranquila.

—Ahora cuéntame que ha pasado. —dijo el detective dando una última calada al cigarrillo y estrujándolo en el cenicero.

—Este mediodía salí de casa para ir al trabajo y cuando entraba en la cafetería me pareció ver un figura colándose fugazmente en un portal. —comenzó Vanesa con un suspiro—Cuando terminé a eso de las ocho, al abrir la puerta del local vi a alguien con una sudadera azul sentado tres portales más abajo al otro lado de la calle. En cuanto me dirigí a la acera, la figura se levantó sacudiéndose los pantalones y vi por el rabillo del ojo como me seguía sin cambiar de acera, a unos cincuenta metros de distancia.

—Procuré no darle importancia y fui al centro a hacer unas compras de última hora. Al salir del supermercado, me pareció verle de nuevo así que decidí coger un par de calles aleatoriamente. Aproveché un semáforo en una esquina para asegurarme de que me seguía y allí estaba de nuevo a unos cincuenta metros fingiendo observar un escaparate. Fue entonces cuando cogí el teléfono y te llamé.

—Lo has hecho muy bien —dijo Smallbird— y no te mortifiques por ese último error, me hubiese sido difícil detener a ese hombre yo solo. ¿Sabes de quién puede tratarse?

—No tengo ni la más remota idea. —dijo ella confundida.

—Tranquila, lo encontraremos, solo es cuestión de tiempo. —mintió el teniente recurriendo a todas sus dotes de interpretación— Mientras tanto, ¿Tienes algún sitio dónde quedarte?

—La única persona que conozco aquí es mi tío —respondió ella con el rostro crispado por la angustia— y evidentemente no me gustaría volver allí ni por todo el oro del mundo.

—De acuerdo. —dijo el detective haciendo una seña al camarero para que les pusiese un par de cervezas más—Lo único que se me ocurre es que pases la noche en mi casa. Mi piso no es gran cosa pero el sofá es cómodo.

—No quiero molestar…

—Tonterías no molestas para nada. Mañana haré un par de llamadas y conseguiré una habitación en una casa de acogida, allí estarás segura.

La joven asintió y bebió la segunda cerveza con un gesto de alivio. Smallbird se recostó en la silla y la observó beber la cerveza y comer las patatas con tranquilidad por primera vez en toda la semana. Sus bonitos ojos grises brillaban de agradecimiento, no sabía si eso era bueno o malo.

Lo primero que hizo Smallbird al entrar en casa fue disculparse por el lamentable estado en el que estaba. Fueron al salón y abrió el sofá-cama para ella. Entre los dos le colocaron las últimas sábanas que le quedaban limpias y le dio una manta por si tenía frío durante la noche.

Vanesa no se había traído nada consigo, afortunadamente Julia se había dejado algo de ropa vieja al irse que el teniente no había tenido ni tiempo ni ganas de tirar a la basura y pudo darle a la joven un camisón algo ajado pero aun utilizable.

Le preguntó si necesitaba algo más pero la joven dijo que estaba agotada por las emociones del día y que iba a acostarse. Smallbird tenía planeado ver un rato la tele pero con el salón ocupado optó por sacar una botella de Whisky de la nevera y leer un libro de criminología que había comprado hacía ya un mes y que aun no había ojeado siquiera.

Una hora más tarde estaba profundamente dormido.

8

Smallbird despertó tarde el sábado con el ruido de alguien trajinando al otro lado de la puerta de su dormitorio. Lo primero que hizo fue echar mano de la pistola reglamentaria que siempre guardaba en el cajón de la mesita. Luego se dio cuenta de que tenía una invitada y volvió a meter la pistola en el cajón mientras encendía su primer cigarrillo del día. Expulsó el aire con satisfacción mientras se preguntaba qué demonios estaría haciendo Vanesa para meter tanto ruido.

Finalmente, guiado por la curiosidad, se levantó de la cama y se puso una bata para salir de la habitación. Por un momento pensó que le habían cambiado el piso mientras dormía. El salón estaba recogido y todas las superficies estaban brillantes y libres de polvo.

En ese momento se dio cuenta de que la ceniza del cigarrillo estaba a punto de caer y con un sentido de culpabilidad buscó un cenicero donde depositar la colilla.

Inmediatamente encendió otro cigarrillo y cogiendo el cenicero para llevárselo consigo se dirigió a la cocina donde veía a la joven moverse a través del cristal traslúcido que les separaba.

El detective abrió la puerta y estuvo a punto de tirar el cenicero al ver a la joven de espaldas a él rascando la vitrocerámica con vigor.

Smallbird vio el culo de la joven pálido y redondo adivinarse a través de la desgastada tela del viejo camisón moverse y temblar exquisitamente.

—Buenos días dormilón. —dijo la joven dándose la vuelta al percatarse de la presencia del detective.

Las formas de Vanesa eran más rotundas que las de Julia y todas sus curvas estiraban y tensaban la tela y las costuras del camisón amenazando con desintegrarlo.

—¿Quieres desayunar algo? Preguntó ella cogiendo la jarra de la cafetera y llenando una taza para él.

—Gracias, con el café bastará —respondió el detective— ¿Qué tal has dormido?

—Muy bien, el sofá es muy cómodo.

—No tenías por qué haber limpiado esta leonera. —dijo el detective.

—No ha sido nada, además necesitaba compensarte por lo que has hecho por mí. —replicó la joven sentándose frente a él y dejando que uno de los tirantes del camisón resbalase de su hombro.

La joven clavó aquellos ojos grises y grandes en los de Smallbird. El detective bajó la mirada y se concentró en el café intentando no revelar la profunda excitación que estaba experimentando.

Cuando el teniente terminó su café la joven se levantó e inclinándose recogió la taza. Smallbird no pudo evitar echar un vistazo por el escote del camisón y observar una buena porción de los pechos redondos y pesados de la joven comprimidos por la tela de la prenda íntima.

Vanesa no esperó más y acercó su boca a la del detective dándole un suave beso.

—No Vanesa, —dijo Smallbird intentado parecer convencido de lo que decía— No es necesario nada de esto.

—Lo sé —dijo ella— pero quiero hacerlo.

El detective intentó resistirse pero la joven volvió a fundir sus labios con los del policía mientras se remangaba el camisón y se sentaba a horcajadas sobre él. Smallbird se rindió finalmente y acarició los muslos y el culo de Vanesa mientras le devolvía el beso.

Poco a poco los besos se hicieron más profundos a la vez que las caricias se volvían mas rudas y anhelantes. Smallbird tiró del camisón hacia abajo dejando a la vista uno de los pechos de la joven; era grande y redondo con el pezón grande y rosado. El detective lo estrujó y lo sopesó antes de metérselo en la boca.

Vanesa gimió y quitándole la bata de un tirón frotó su sexo desnudo contra la pierna del detective.

Smallbird sintió el calor y la humedad que emanaba del interior de la joven y se rindió finalmente. Agarrando a la joven por el culo la acercó contra él besándole el cuello y la barbilla. Vanesa se revolvió inquieta buscando el pene erecto del detective bajo ella, lo sacó del boxer y lo acarició con suavidad haciendo que el detective suspirara ahogadamente.

Con una sonrisa la joven se puso de puntillas y se introdujo la polla de Smallbird lentamente, disfrutando de cada centímetro y haciendo disfrutar al detective.

Vanesa se agarró a su cuello y comenzó a subir y bajar por la polla de él atravesada por escalofríos de placer. Smallbird se limitaba a dejarse hacer contemplando el cuerpo de la joven vibrar y retorcerse con sus besos y sus caricias.

Con un empujón levantó a Vanesa y la tumbó sobre la mesa, haciendo una pausa contempló el cuerpo rotundo y acarició el vello rubio que cubría el monte de Venus de la joven. Separándole las piernas con suavidad se inclinó sobre ella y le acarició el sexo con los labios. La joven se estremeció y arqueó el cuerpo con el contacto.

El detective saboreó los flujos que escapaban del coño de Vanesa sorbiendo y lamiendo con violencia las partes más intimas de la joven haciéndola gritar de placer.

Finalmente se incorporó y la penetró. Vanesa tenso su cuerpo, ciño sus piernas contra las caderas del detective y desvió la vista a sus ingles observando cómo entraba y salía la polla de su sexo provocándole un intenso placer con su dureza y su calor.

La joven se incorporó un instante solo para besar de nuevo al detective y después de entrelazar sus manos con las de él volvió a tumbarse abandonándose al placer cada vez más intenso hasta que no pudo más y se corrió.

Smallbird contempló a la joven retorcerse y sacudirse involuntariamente asaltada por el orgasmo. Cogiéndola por el cuello la atrajo hacia sí y besó sus pechos y su cuello disfrutando del placer de la chica como si fuese el suyo propio.

Con un fuerte suspiro la joven dejo de estremecerse y se quedó unos instantes desmayada en brazos de su amante antes de apartarle y arrodillarse frente a él.

Smallbird sintió como ella asía su miembro con sus manos y lo masturbaba golpeándolo contra su boca y sus pechos. El detective gimió y metió su polla entre los sudorosos pechos de la joven. Cada vez más excitado comenzó a follar las suaves tetas de la joven mientras ella las apretaba con sus manos.

Smallbird se corrió instantes después regando los pechos de Vanesa con su semen.

Vanesa sonrió y se acarició los pechos mientras el detective jadeaba intentando recuperarse, pero antes de que pudiese derrumbarse sobre la silla y fumar un cigarrillo notó como una boca insaciable se cerraba en torno a su polla chupándola y mordisqueándola hasta que estuvo totalmente erecta de nuevo.

Smallbird se sentía agotado pero la excitación era mucho más fuerte y siguió a la joven que le llevaba de la mano hasta el sofá del salón, aunque no la dejó llegar. Agarrándola por las caderas le empujó contra la pared más cercana y le metió la polla hasta el fondo.

Vanesa separó las piernas y retrasó el culo para que el detective le follase con más facilidad.

Smallbird agarró su culo y tiró de él al ritmo de sus empujones. Los dedos del detective se hundían en el suave culo de la joven mientras la polla penetraba en su coño haciéndole aullar de placer.

El tiempo se volvió borroso mientras se separaban y volvían a juntarse de nuevo en el sofá. Smallbird le besó de nuevo inundando la boca de la joven con el sabor de sus Marlboros, mientras empujaba dentro de su cálido interior hasta que Vanesa se corrió de nuevo.

El teniente sacó su polla y se masturbó unos segundos más hasta eyacular sobre el suave vello rubio que cubría el pubis de la joven.

Smallbird se tumbó al lado de la joven y encendió un pitillo mientras esta se acariciaba el pubis con gesto ausente.

—¿Te arrepientes de haberlo hecho? —preguntó la joven jugando con los rizos de su entrepierna.

—No es eso. Solo que obviamente no debo acostarme con los testigos o los sospechosos de un asesinato.

—¿Soy testigo o sospechosa? —preguntó la joven acariciando el miembro inerte del detective.

—Aun no lo he decidido. —mintió Smallbird dando una calada a su Marlboro.

9

—¡Vaya cara! —exclamó el comisario al ver las ojeras de Smallbird aparecer por la puerta—Deberías beber menos y dormir más. Eres uno de mis mejores investigadores y no me puedo permitir perderte.

—Hola jefe. —saludó el detective poniendo cara de circunstancias y callándose la verdadera causa de las ojeras.

Vanesa había resultado insaciable y habían pasado el fin de semana bajo las sábanas follando como animales. Mientras hablaba con Negrete notificándole la falta de novedades y las pocas posibilidades que había de que sus sospechosos fueran realmente los asesinos de Blame se preguntaba cómo iba a mirar a Arjona, al que había abroncado el viernes pasado por hacer lo que había estado haciendo él todo el fin de semana.

Después de que el comisario volviese a echarle la bronca por la falta de resultados y le apremiase para que resolviese el caso de una puñetera vez se reunió con sus investigadores. Los informes que les presentaron no fueron alentadores. No parecía haber ningún hilo del que tirar.

—Bien, Carmen, aunque parece poco probable tú y Arjona investigaréis más a fondo a la enfermera y a la pescadera. —dijo Smallbird— Camino ponte de acuerdo con Lopez y turnaros para vigilar la cafetería de Vanesa. El viernes por la tarde alguien siguió a Vanesa desde el trabajo. El resto quiero que investigue sobre el bromuro de pancuronio. Es una droga no demasiado común. Quiero saber todo sobre ella y si es posible investigar recetas que se hayan extendido para particulares fuera de los hospitales.

Smallbird despidió a todos no muy convencido de que saliese algo de aquella búsqueda pero al menos tendría a la gente ocupada hasta que se le ocurriese algo mejor. Con un suspiro se estiró y cerró los ojos para “meditar” un rato en soledad. Aquel caso le iba a volver loco pero estaba tan cansado que apenas podía pensar.

—¡Jefe! —dijo Gracia entrando como una tromba y rompiendo la serenidad del despacho— ¡Creo que tengo algo!

—¿Qué demonios? —gruñó Smallbird al despertarse sobresaltado.

—¡Oh! Lo siento señor. —dijo la joven un poco azorada sin saber que hacer—¿Quiere que vuelva luego?

Smallbird se desperezó y miro el reloj, había dormido toda la mañana. Cuando logró enfocar la vista al fin, vio a Gracia ante él con una sonrisa tímida y el portátil en el regazo.

—Dime, Gracia. —respondió Smallbird sin cambiar su postura relajada.

—He estado pensando que solo hemos estado investigando una vertiente del caso pero nos hemos olvidado de que la mayor parte de los comentarios los hacen los lectores.

—¿Estás insinuando que puede haber un fanático entre los admiradores de estos autores? —preguntó el teniente poniendo los pies sobre el escritorio con un suspiro de placer.

—O Blame cabreó a quién no debía.

—No es mala idea. Yo también he estado reflexionando sobre cómo diablos logró el asesino averiguar la identidad de Blame y llegué a la conclusión de que la única manera es que lo conociese en persona.

—Tienes razón. —dijo Viñales— Bastante gente conocía al Alex Blame de internet y también hay gente que conocía al Alex Blame de carne y hueso, pero apuesto a que hay muy poca gente que conozca las dos caras del personaje.

—Exactamente —repuso Smallbird sonriendo— podrías hacer un programa que cruce las identidades de los usuarios de guarrorelatos y cualquier cosa que pueda relacionar a los usuarios con el Blame de carne y hueso, direcciones, el banco para el que trabajaba, el pizzero que le traía la comida a casa y cualquier otra cosa que se te ocurra.

—De acuerdo jefe.—dijo la joven — Ya estoy en ello.

Cuando Gracia se hubo ido el teniente se quedó reflexionando. Tenía que haber algo que pudiese hacer a parte de esperar. Tras unos minutos dándole vueltas al asunto no pudo llegar a ninguna otra conclusión; tendría que usar a Vanesa de cebo.

—Bien. —comenzó Smallbird dejando sobre la mesa media docena de Smartphones— Vamos a tender una trampa a ese mamón.

—¿Para qué necesitamos los móviles? —preguntó Viñales desorientada.

—¿Se puede saber qué demonios os enseñan en la academia? —dijo Arjona.

—Vamos a realizar un seguimiento a un sospechoso. —le explicó Smallbird con paciencia— Todo el mundo se fija en alguien intentando ocultar un pinganillo colgando de la oreja mientras habla solo, pero nadie se fija en un tipo enviando un wasap mientras camina por la calle.

—Entiendo. —dijo Gracia— ¿Puedo participar en el seguimiento?

—Desde luego. —dijo Smallbird dándole uno de los móviles— Te lo has ganado.

—¿A quién vamos a seguir? —preguntó Carmen.

—Tenemos razones para pensar que el asesino es alguien del entorno cercano de Blame y quizás sea el desconocido que persiguió a Vanesa la tarde del viernes.

—¿Por qué iba a estar interesado en Vanesa el asesino?—dijo Arjona.

—No sé, igual vio a la chica salir del coche patrulla cuando la llevamos a casa tras el interrogatorio, o piensa que puede haber visto u oído algo. ¿Quién sabe? En fin, eso lo dejaremos para cuando atrapemos a ese cabrón. Voy a hablar con Vanesa y le voy a indicar una ruta que debe seguir cuando salga del trabajo. Nos apostaremos por tramos y vigilaremos a la joven y a cualquiera que le siga. Gracia, tu iras conmigo, el resto se apostaran por esta ruta y les seguiremos hasta la calle Buendía dónde le atraparemos. Camino, sustituirás a López en la vigilancia de la cafetería y en cuanto desaparezca el sospechoso irás con el coche a cortarle el paso. ¿Alguna pregunta?

Después de la charla se dirigió a casa. En cuanto atravesó la puerta Vanesa se lanzó sobre el totalmente desnuda y Smallbird no pudo resistirse. Acorralándola contra la pared se la comió a besos acariciando sus pechos y su sexo. Segundos después estaba tumbado encima de la joven follándola sobre el suelo. Smallbird no tuvo piedad y eyaculó dos veces dentro de ella antes de poder apartarse de la joven satisfecha y cubierta por el sudor de ambos.

Vanesa suspiró y se abrazó al teniente mientras este fumaba un Marlboro intentando relajar su agitada respiración. No pudo evitar un ramalazo de culpabilidad cuando la joven mirando a los ojos del detective aceptó inmediatamente su plan.

Eran las cuatro de la mañana cuando Vanesa salió de la cafetería a paso ligero. Desde el coche, Camino vio como una sombra salía de un portal cercano. Camino envió un wasap a sus compañeros y esperó unos minutos antes de arrancar el coche camuflado e ir a situarse en posición.

Arjona fue el primero en ver pasar a Vanesa y a su perseguidor. Fingió vomitar contra una farola mientras enviaba un nuevo wasap. Cuando los objetivos desaparecieron en la siguiente esquina, corrió por una calle lateral para ponerse en el siguiente puesto.

La noche era oscura y una tenue niebla lo envolvía todo con su humedad. Gracia y el teniente esperaban en su puesto fingiendo ser una pareja que charlaba antes de despedirse. Se habían metido en un portal oscuro en la acera opuesta a la que utilizarían sus objetivos en unos instantes. Smallbird miró hacia la calle. Aun no se veía a nadie. Desvió la mirada un momento, Gracia temblaba ligeramente probablemente fruto de la excitación del momento. Era la primera vez que hacía una vigilancia y se la veía notablemente emocionada.

—Tranquila, en realidad esta es la tarea más aburrida del mundo. —dijo el teniente guiñando el ojo para tranquilizarla.

—Lo sé. —respondió ella con sus bonitos ojos chispeando de emoción— Pero no puedo evitarlo. Es la primera vez que me siento una policía de verdad desde que salí de la academia…

La conversación se interrumpió porque Vanesa acababa de aparecer por la esquina y se dirigía hacia ellos por la otra acera. Veinte segundos después una sombra apareció por la esquina moviéndose con cautela. En ese momento la sombra se paró indecisa y de repente cruzó la calle dirigiéndose directamente hacia los dos policías.

Smallbird se quedó petrificado observando como el hombre se acercaba directamente hacia ellos.

Fue Gracia la que reaccionó con presteza y abrazándose a Smallbird le besó.

Samllbird le devolvió el beso y se abrazó a la novata. Mientras se deleitaba con el sabor dulce y joven de la boca de su compañera, con los ojos entreabiertos observaba al desconocido pasar a su lado con el rostro oculto bajo una capucha.

Smallbird agarró más fuerte a Gracia y la giró para poder seguir al desconocido con la mirada. Justo en ese momento Vanesa se giró para tomar la siguiente esquina y no pudo evitar echar un vistazo. El teniente notó como los ojos de Vanesa se posaban en él echando rayos y centellas.

—¡Buf! Ha estado cerca. —dijo la joven deshaciendo el abrazo.

—Has estado muy bien. Tienes madera. Quizás siga llamándote cuando necesitemos apoyo. —dijo Smallbird mientras se dirigían al lugar de la emboscada.

La calle Buendía era una callejuela estrecha, recta y solitaria. Quince minutos después Vanesa entraba en ella taconeando con decisión. Su perseguidor vio la oportunidad y comenzó a acercarse. Cuando estaba apenas a diez metros los policías ocultos a lo largo de la calle pudieron ver como el hombre sacaba un cuchillo del bolsillo de la sudadera. Smallbird no esperó más y salió de un portal.

—¡Alto policía!

Vanesa siguió las instrucciones del teniente. Salió corriendo como una bala y no paró hasta caer en brazos de Arjona pegando su cuerpo al del detective mientras miraba a Smallbird.

El desconocido se giró sorprendido, primero hacia el teniente y luego hacia todos los policías que le rodeaban acercándose a él con las armas desenfundadas.

El tipo tardó un segundo, pero con un grito de rabia enarboló el cuchillo y se lanzó sobre el teniente. Smallbird no se lo esperaba pero reaccionó con rapidez y desvió el brazo con el que blandía el arma mientras le arreaba un golpe con la Beretta en el pómulo.

El desconocido se derrumbó y soltando el cuchillo se agarró el rostro dolorido.

—¡Quedas detenido imbécil! —dijo el teniente sacando las esposas.

Smallbird se agachó y sin delicadeza echó los brazos del desconocido hacia atrás y lo esposó.

Arjona se acercó y le ayudó a Smallbird a levantar al hombre que aun se quejaba por el golpe. En cuanto el asesino estuvo en pie, el detective retiró la capucha.

El rostro del casero de Vanesa apareció ante los ojos de los presentes, con cara de pocos amigos y un hilo de sangre corriendo por su mejilla.

El teniente mandó a Vanesa a casa acompañada por Arjona y se fue directamente a la casa del sospechoso mientras el comisario sacaba a un juez de la cama para conseguir una orden de registro.

Dos horas en la casa del asesino bastaron para que la científica encontrase restos de sangre limpiados apresuradamente en el suelo del baño y en la cocina. También habían encontrado en la basura varios viales de bromuro de pancuronio a punto de caducar vacios y alguno lleno en un armario de la cocina.

Una búsqueda en el historial de su ordenador les permitió averiguar que visitaba la página de Guarrorelatos como lector, con el nick de Arrascamelasbolas. Una sencilla investigación les permitió averiguar cómo los intercambios entre él y la víctima habían sido agrios y frecuentes.

Tampoco le costó a Smallbird deducir que el sospechoso admiraba especialmente el trabajo de Rajaquemoja y casualmente todos los competidores de la autora recibían un terrible en la puntuación, independientemente de la calidad de sus trabajos para favorecerla. Smallbird se volvió a la comisaría donde el casero asesino les esperaba, seguro de que Gracia sería capaz de probar que el sospechoso efectivamente era el origen de aquellas valoraciones.

Desde el otro lado del cristal camuflado, el sospechoso esperaba sentado y esposado con la mirada perdida en el vacío. Tras la detención le habían llevado a la sala de interrogatorios y le habían hecho esperar mientras registraban su casa en busca de huellas y procesaban el cuchillo en busca de restos de la víctima. Smallbird fumó un último Marlboro mientras observaba al sospechoso aparentemente impasible antes de comenzar el interrogatorio.

— Carmelo García Castillejo. —dijo Smallbird depositando una gruesa carpeta sobre la mesa—Nacido en Navalmoral de la Mata hace cincuenta y tres años. Sin oficio conocido aparte de administrar un edificio de… doce viviendas que heredó junto con su hermano. Bernardo era buen chico pero tenía unos ataques epilépticos tremendos ¿No?

Carmelo siguió con la mirada fija en la pared sin decir nada de nada, aunque una ligera mueca de desagrado le indicó a Smallbird que había acusado el golpe.

—Tan tremendos —continuó Smallbird— que tenías que inyectarle bromuro de pancuronio para aliviarle… No me imagino la fuerza que hay que tener para inmovilizar e inyectar por via intravenosa ese anestésico a un adulto mientras se mueve espasmódicamente… Por cierto lamento lo de su muerte.

El sospechoso continuó sumido en un hosco silencio y ni siquiera mostró curiosidad cuando Smallbird se levantó dejando la carpeta abierta.

—No voy a aburrirte con los detalles, pero tengo que decir que nos tenías totalmente desorientados señor Arrascamelasbolas. Lamento los de las esposas ¿Le pican mucho en estos momentos?

Más silencio por toda respuesta.

—No hace falta que digas nada, tenemos suficiente para encerrarte sin tener en cuenta el intento de asesinato a mi persona y la resistencia a la autoridad. —dijo Smallbird intentando hacerle reaccionar— Hemos encontrado los viales de pancuronio vacios y restos de sangre por toda la casa, lo único que me falta por saber es como un tipo como tú es capaz de cometer una salvajada semejante.

Carmen entró en ese momento y dándole una carpetilla al teniente, le dijo algo al oído y se retiró rápidamente.

—Ya está —dijo Smallbird tendiéndole la carpeta al sospechoso— Hemos encontrado rastros de sangre del asesino en el arma que portabas y es del mismo grupo sanguíneo que Alex Blame. Mañana estará listo el análisis de ADN que lo confirmará. No necesito que hables para ponerte treinta años a la sombra pero no me creo que quieras ir al trullo sin dar ninguna explicación y quedar como un puto chalado.

—Ese tipo merecía morir. — le espetó Carmelo.

—¿Por qué no me explicas lo que paso? Solo quiero entenderlo.

—Era un cabrón. La primera noticia que tuve de él fue en la página de relatos. Veía como se metía con los autores y los intimidaba hasta el punto de que algunos dejaban de escribir. Durante un tiempo leí y disfruté de sus relatos que eran imaginativos y graciosos pero terminé por cansarme de que tratase a todo el mundo como si fuese una mierda. Cuando se metió con Rajaquemoja fue la gota que colmó el vaso y decidí enfrentarme a él.

—Pero no fue muy bien. —añadió Smallbird animando al asesino a continuar.

—La verdad es que el tío tenía respuesta para todo y encima mientras más te cabreabas más se divertía él poniéndote en evidencia. Aun así no dejé de intentarlo.

—Y entonces fue cuando lo conociste.

—Al principio creí que era una casualidad a pesar de lo raro del nombre, pero el día que le lleve la copia del contrato de compraventa del piso vi como tenía la página de guarrorelatos en el ordenador y me convencí de que era él.

—Y ese fue el momento en que decidiste matarlo.

—No estoy tan zumbao. Aunque se me pasó por la cabeza, ya que no me imaginaba como iba a poder compartir portal con ese ejemplar, lo pensé mejor y no me resultó difícil acostumbrarme ya que apenas salía de casa y nunca me cruzaba con él en el portal pero entonces llegó Vanesa y todo cambió.

—¿Y eso?

—Era una joven muy dulce, siempre me saludaba con una sonrisa aunque llegase agotada por el trabajo. —dijo el hombre con semblante soñador— Llegamos a ser amigos pero entonces, de repente, se volvió reservada e iba por ahí con el rostro pálido y contraído por un rictus extraño que no sabía cómo interpretar. Un día, mientras limpiaba las escaleras, vi como ese cabrón de Blame salía del piso de Vanesa subiéndose la bragueta con aire satisfecho. No pude evitarlo, me acerqué a la puerta de Vanesa y distinguí el llanto que salía del interior de la casa. Mi primer reflejo fue llamar a la puerta e intentar consolarla…

—Ya veo. —dijo Smallbird dándole tiempo a Carmelo para que organizara sus pensamientos.

—… Pero al final no lo hice. Sabía perfectamente que aquel cabrón no pararía hasta destruir a la joven y convertirla en una puta barata. Además, decidí que no solo lo mataría, sino que le haría sufrir todo lo que había hecho sufrir a un montón de gente. Vigilé los movimientos de los inquilinos durante una semana y descubrí que no sería difícil entrar y salir del piso de Alex sin que me vieran, así que el lunes siguiente llamé a su puerta. Me colé en su piso con la excusa de que Hacienda me pedía ciertos datos suyos para la declaración de la venta del piso y cuando se dio la vuelta le inmovilicé agarrándole por detrás como hacía con mi hermano cada vez que sufría una crisis y le inyecté la dosis de pancuronio que tenía preparada en la yugular.

Smallbird no pestañeo siquiera mientras Carmelo contaba como había tumbado a Alex inmovilizado sobre el suelo pero totalmente consciente del dolor y de lo que le iba a pasar.

—Pude ver en aquellos ojos porcinos como el terror invadía hasta la última fibra de su ser mientras se cagaba y se meaba encima por efecto de la droga y del miedo. —dijo el asesino regodeandose en el recuerdo— A continuación cogí el cuchillo y se lo clave lenta y metódicamente en distintas partes del cuerpo, procurando no matarle mientras leía sus relatos.

—Hasta que se te fue la mano.

—En un momento determinado la anestesia se disipó lo suficiente como para poder hablar… y el muy cabrón se rio de mí y me dijo que no tenía ninguna imaginación. Perdí lo nervios y le clavé el cuchillo en el pecho. Después de eso no tardó demasiado en morir.

—Esto lo entiendo, pero entonces por qué has intentado acabar con Vanesa, si era a ella a quién querías proteger.

—Esa desagradecida me trató como si no le hubiese hecho un favor. Cuando volvió del interrogatorio nos encontramos en portal y en vez de mostrarse aliviada se mostró esquiva y alterada, parecía al borde de las lágrimas y apenas se paró a hablar conmigo.

—¿Para qué la perseguiste aquella tarde?

—Le seguí para poder hablar con ella tranquilamente y contarle que no volvería a dejar que le pasase nada. Pero cuando te llamó y te la llevaste en la moto me di cuenta que había sido un iluso. Probablemente le gustaba lo que Alex le hacía y ambos se reían de mí mientras leían mis comentarios y me ponían a parir.

—¿Y eso bastó para querer matarla? —preguntó Smallbird sorprendido del grado de perturbación de aquella mente.

—¡Me traicionó! ¡Salve el culo de esa putilla! ¡Y lo único que conseguí fue ver cómo caía en los brazos de un asqueroso poli! —respondió Carmelo mirándo a Smallbird con desprecio.

—Buen trabajo Smallbird —dijo el comisario dándole al detective varias sonoras palmadas en la espalda. Tenemos la confesión completa de ese pirado. Va a pasar unos cuantos años a la sombra.

—No sé, jefe, a mi me da la impresión de que si los abogados juegan bien sus cartas podría terminar en una institución mental. —replicó el teniente.

—No seas iluso, lo único que está más atestado y masificado que las cárceles son los psiquiátricos. Te garantizo que ese tipo acabará como todos los asesinos psicóticos, en la cárcel, que es el único sitio donde no harán ningún daño a nadie.

—Supongo que tienes razón. Pero ese tipo quizás merezca una oportunidad. Siempre estuvo solo, con su hermano por única compañía hasta que este murió y se quedó totalmente solo. Probablemente escogió a Vanesa como el siguiente objeto de su protección.

—En cualquier caso ese jamado está bien fuera de circulación. —dijo el comisario Negrete— Tómate el día libre, yo me voy corriendo al ayuntamiento a informar a esa panda de tiralevitas, a recibir palmaditas y buenas palabras para variar.

Eran casi las once de la mañana cuando Smallbird salió con su Ossa del garaje de la comisaría. El cansancio de una noche de tensión se dejaba notar y abrió la visera del casco para que entrase aire fresco y le despejase un poco. Veinte minutos después estaba en casa.

En cuanto entro en el piso, vio acercarse a Vanesa vestida únicamente con una de sus camisas. El teniente sonrió al ver esas piernas pálidas y firmes y no pudo evitar una punzada de deseo.

—Hola…

—¡Cabrón! —dijo la joven cortándole el saludo y dándole un bofetón con todas sus fuerzas.

Smallbird recibió el primer golpe sorprendido pero cuando Vanesa intentó repetirlo le cogió la muñeca y se lo impidió.

—¿A qué viene esto? —preguntó sorprendido el detective.

—¿Te crees que soy tonta? Anoche vi como besabas a la poli esa en medio de la calle. Todos los hombres sois unos cerdos. —respondió Vanesa intentando deshacerse de la presa de Smallbird sin éxito.

—Si viste el beso también pudiste ver como el asesino se nos echaba encima y estaba a punto de descubrirnos. El beso desvió la atención del sospechoso y además tapó mi cara que podía haberle resultado conocida. Entre Gracia y yo no hay nada.

—¿Cómo puedo creerte? —dijo Vanesa revolviéndose de nuevo.

—Porque estoy enamorado de ti. —admitió Smallbird sintiéndose ridículo por la situación.

Antes de que la joven pudiese decir nada, el detective la empujó contra la pared con las muñecas en alto y la beso con violencia. Smallbird exploró su boca y se apretó contra la joven hasta dejarla casi sin aliento, disfrutando del contacto con sus pechos.

—Hasta hace tan solo tres días me despertaba todos las mañanas abrazado a una botella de Jack Daniels, ahora me despierto y te tocó solo para asegurarme de que eres real y no producto de un delirio alcohólico. —dijo Smallbird deshaciendo el beso para tomar aire.

—Mentiroso… —dijo ella intentando resistirse sin ninguna convicción.

Antes de que dijese nada más Smallbird volvió a besarla disfrutando del sabor a fruta de su boca y le soltó los brazos. Vanesa se quedó en la misma postura con los brazos en alto mientras el detective metía las manos por debajo de la camisa y le acariciaba el vientre y los pechos disfrutando de la suavidad y el calor de su piel. La joven suspiró y tembló ligeramente ante el contacto, interrumpiendo el beso solo para respirar.

De un tirón arrancó la camisa de Vanesa dejándola totalmente desnuda. Smallbird retrocedió unos centímetros y admiró el cuerpo rotundo y juvenil de Vanesa respirando aceleradamente por la excitación. El detective se sentía como una especie de vampiro aprovechándose de la vitalidad y la juventud de aquel cuerpo.

—No te sientas culpable. —dijo Vanesa dejando que el teniente la admirase— Soy mayorcita y sé lo que quiero. No te estás aprovechando de mí.

—Ya, pero no puedo evitar sentir que estoy abusando de ti de alguna manera como todos los hombres que han pasado por tu vida.

—No digas estupideces. No solo he tenido relaciones con hombres mayores que yo y tú eres el único que me ha hecho sentirme querida y respetada. —dijo ella mordiéndose el labio inferior y acariciándose el cuerpo con suavidad para excitar al detective.

—Yo…

—Deja de comerte la cabeza y disfruta del momento. Ahora mismo lo único que deseo es tenerte dentro de mí. —le interrumpió ella mientras jugaba con los rubios ricitos de su pubis.

Olvidando sus remordimientos Smallbird cogió a la joven por las caderas, le dio la vuelta y separando sus piernas, metió la mano entre ellas y comenzó a acariciarle el sexo. La joven gimió y entrelazó su mano con la de él acompañándole en las caricias.

Smallbird se arrodilló y retrasó un poco el culo de la joven. Admirando su sexo abierto e inflamado acercó sus labios a él y lo beso con suavidad. Todo el cuerpo de la joven se estremeció a su contacto.

Los besos suaves dieron paso a lametones y mordisqueos cada vez más rápidos e intensos. Vanesa abrió aun más sus piernas y clavó las uñas en la pared gimiendo de placer.

El teniente continuó un par de minutos para luego incorporarse y penetrar el delicioso coño de la joven con sus dedos. Vanesa sintió como aquellos dedos la exploraban cada vez de forma más ruda haciéndole sentirse al borde del orgasmo.

Smallbird notó como el cuerpo de la joven se tensaba y su coño se inundaba de flujos mientras la joven gritaba estremecida, aceleró sus movimientos y no le dio respiro hasta que un chorro de liquido claro empezó a escurrir por el interior de su piernas.

Vanesa se mantuvo quieta jadeando y disfrutando de los últimos relámpagos de placer, disfrutando de las cosquillas que le provocaba el correr de los flujos de su orgasmo por el interior de sus piernas.

El detective abrazó a la joven por detrás viendo complacido como sus costillas se marcaban en su espalda mientras intentaba recuperar el aliento. Dándole la vuelta, la besó, esta vez con más suavidad y cogiéndola en brazos se la llevó a la habitación.

Vanesa se acurrucó contra el pecho del hombre y se dejó llevar disfrutando de la sensación de ingravidez.

Depositó a la joven sobre la cama y esta se dio inmediatamente la vuelta para acariciar el paquete del policía. Smallbird se quitó la chaqueta de cuero y la camiseta mientras la joven le abría los pantalones y le sacaba la polla totalmente erecta de los calzoncillos.

Vanesa le miró con los ojos traviesos mientras recorría las gruesas venas de su pene provocando a Smallbird un intenso placer. El detective jugueteó con la melena de la joven mientras se metía la polla en la boca y comenzaba a chuparla lenta y profundamente.

Con un gemido Smallbird se apartó para no correrse. Vanesa se rió y tumbándose boca arriba, se dio la vuelta y con el culo en el borde de la cama levantó las piernas y comenzó a acariciar el pecho del detective con sus pies.

Samllbird agarró uno de los pies de la joven y recorrió los dedos con su boca chupando las pequeñas uñas pintadas de rojo rabioso, provocando nuevos escalofríos en la joven. Con suavidad cogió los tobillos de Vanesa y le separó las piernas poco a poco hasta ponerlas a ambos lados de sus caderas.

Con un suspiro de placer Smallbird enterró su polla en el coño de la joven.

Vanesa gimió al sentir el pene duro y caliente del policía abrirse paso en su interior lentamente provocando relámpagos de placer que irradiaban desde su sexo al resto de su cuerpo haciéndole estremecerse. El ritmo de las penetraciones se hizo más intenso y las sacudidas empezaron a confundirse unas con las otras hasta convertirse en una catarata de sensaciones que le obligaron a retorcerse y a gemir sin ningún control.

Smallbird no se pudo contener más y se corrió en el interior de la joven dejándose caer exhausto sobre ella.

Vanesa aun hambrienta salió de debajo del detective y dándole la vuelta comenzó a juguetear con su polla que ya empezaba a flaquear. Se la metió en la boca y saboreando los restos de semen comenzó a chuparla con fuerza, haciendo que volviese a ponerse dura de nuevo. Antes de que Smallbird pudiese protestar se incorporó y subiéndose a horcajadas se metió la polla hasta el fondo.

El teniente se dejó hacer y se limitó a observar el voluptuoso cuerpo de la joven mientras subía y bajaba a lo largo de su polla. Vanesa se movía tan rápido como podía y en pocos segundos los jadeos del esfuerzo se confundieron con los de placer.

Smallbird acercó la mano aquellos pechos redondos y sudorosos y los acarició. La joven sonrió y adivinando el deseo del detective se inclinó y le aproximó los pechos a la boca mientras se tomaba un descanso.

El teniente cogió uno de los pechos entre sus labios y lo chupó y lo mordisqueó arrancando a Vanesa grititos de placer cada vez más intensos hasta que la joven no pudo resistirse más y se incorporó para continuar clavándose el miembro de Smallbird en una cabalgada salvaje que le hizo estallar de placer. Desmadejada se tumbó sobre él sintiendo aun a polla dura como una roca palpitar en su interior y atizando levemente los rescoldos del orgasmo.

Tras unos segundos Vanesa se separó y cogiendo la polla de Smallbird entre sus manos comenzó a agitarla y acariciarla. Smallbird eyaculó con un gemido mientras la joven se metía la polla en la boca chupándola con fuerza hasta que está dejo de agitarse entre sus manos…

FIN
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