No lo podía creer. Acababa de enterarme de algo que podía cambiar mi vida. Solo de pensar en las cosas que había hecho con él… Podía soportar que fuera mi primo, pero eso… no estaba segura. Mi familia siempre había sido muy liberal, pero tanto… De hecho mi padre me lo había confesado con mucha naturalidad, royo tengo que contarte algo, aceptaremos la decisión que toméis, tenéis derecho a saberlo, etc. Ahora yo tenía que decírselo a él. Y teníamos que pensar que hacer al respecto. Cuando le dijimos a mi padre lo nuestro no se enfadó, no se alteró lo más mínimo a pesar de las implicaciones que nosotros ni sospechábamos, solo se quedó pensativo como si ya lo esperara y luego, bamb, la bomba.

Será mejor que empiece desde el principio. Me llamo Sandra y tengo 17 años. Tengo el pelo castaño claro y estoy delgadita. Me considero mona de cara y dicen que estoy buenecilla. Mi familia es, como ya he dicho, muy liberal. Mis padres se conocen desde niños, desde muy jóvenes fueron novios y luego se casaron. Tengo un hermano un par de años más joven que yo, Javi, y un primo de 16, José, moreno, alto y guapo, con el que siempre he estado muy unida. Mi tía vive con otra mujer y todos formamos una gran familia. Aunque mis padres ahora se han tranquilizado, de recién casados, en plena revolución sexual, tuvieron un matrimonio abierto en el que practicaban el intercambio de parejas y esas cosas. Cuando mi tía, hermana de mi madre, estaba embarazada de mi primo, conoció a Lorena, una alumna suya (mi tía es profesora) 10 o 12 años más joven. Se enamoraron, se fueron a vivir juntas en cuanto Lore cumplió 18 y así han seguido hasta hoy. Del padre de José, nunca hemos sabido nada… al menos hasta ahora. En estos momentos mis padres y mi tía tienen cuarenta y tantos y Lorena treinta y tantos. Mi tía es bisexual y de vez en cuando ha tenido romances con hombres, algunos alumnos suyos, con el consentimiento de Lorena. Ella, por su parte es lesbiana y nunca ha estado con un hombre. Nunca ha estado con nadie salvo con mi tía, de hecho.

José y yo siempre hemos sido uña y carne, lo que ocasionalmente ha provocado los celos de Javi. Como he dicho somos una gran familia y siempre vamos juntos a todas partes. Cuando pienso en ello, por una parte, me parece extraño que siendo como hermanos ocurriera eso entre nosotros, aunque por otra, en cierto modo fue inevitable. Siempre andábamos juntos, nos lo contábamos todo, descubríamos las cosas juntos… y descubrimos el sexo juntos. Un día mi primo espió a su madre y a Lorena en la cama. Al día siguiente me lo contó. Unos días después dormí en su casa y le acompañé a espiarlas. Era emocionante verlas besarse, tocarse. Lo hacían despacio, tomándose todo el tiempo del mundo. Se comían los labios, se chupaban los pechos, se frotaban las entrepiernas. Aunque a mí me gustaban los chicos no pude evitar excitarme. He de decir que aunque mi madre y mi tía son muy guapas, Lorena es una belleza, rubia y de ojos azules, deseada por hombres y mujeres. Además, al ser más joven, siempre ha tenido una relación muy especial con nosotros. De hecho siempre ha sido el amor platónico de José. Esta circunstancia a veces me ponía muy celosa, pero ella siempre era un encanto conmigo y nunca podía estar enfadada por eso demasiado rato. Allí estábamos, José y yo, en la penumbra, viendo a su madre lamerle la entrepierna a Lorena. En ese momento, Lore miró hacia mí y me giñó un ojo. Mi primo no se dio cuenta, pero era obvio que, al menos Lorena, sabía que estábamos ahí y no le importaba.

Las sesiones de espionaje se repitieron en ocasiones. Parecía como si Lorena aprovechara las veces que yo dormía en su casa para seducir a Rita, así se llama mi tía, y dejar luego la puerta entreabierta. Nunca hablamos del tema, pero saber que lo sabía, aumentó la confianza entre nosotras. En cuanto llegábamos a su casa, Lore se acercaba a mi tía y la abrazaba clavándole los pechos. Estaba pegajosa con ella, besito por aquí, caricia por allá, hasta que se retiraban a dormir. Mi primo y yo ya sabíamos lo que iba a pasar.

La verdad es que casi siempre estábamos metidos uno en casa del otro. Un día que él dormía en la mía habíamos estado viendo una película romántica, con muchos besos con lengua y escenas un poco picantes. Luego en la habitación habíamos estado hablando los tres, mi hermano, mi primo y yo, de cómo sería besar a alguien así, que se sentiría. Cuando Javi se durmió, José se deslizó hacia mi cama. Ambos sabíamos que iba a pasar, no hacían falta palabras. Nos conocíamos lo suficiente para saber lo que pensaba el otro en estas ocasiones. Empezamos con besos en los labios algo más largos de lo normal. Pronto su lengua se coló en mi boca como una viborilla traviesa.

La siguiente ocasión en que espiamos el rollo lésbico de Rita y Lorena fue especial. Como si por fin supiéramos que eso también podíamos, de algún modo, hacerlo nosotros. Después en la habitación José me lamió como habíamos visto hacer. El cosquilleo en mi entrepierna fue fabuloso. Fue cuestión de tiempo que yo terminara por lamerle a él. Era raro tener esa barra de carne ardiente abriéndose paso entre mis labios, hacia mi garganta. Hacía ya unos meses que nos besábamos con lengua en imitación de lo que hacían en las películas. Fue como una evolución natural. De hecho besarnos con lengua era una evolución natural de saludarnos con un piquito, cosa que era frecuente en la familia. Todo resultaba tan natural que ocultarlo parecía extraño, como si lo convirtiéramos en una travesura por no decir nada. Cierto que era mi primo y eso me preocupaba a veces, pero nada parecía poder romper la magnífica relación que teníamos y estar juntos de ese modo era tan maravilloso que pronto superé los temores y me entregue a este mar de sensaciones. Siempre que podíamos nos quedábamos solos y nos enrollábamos. A veces se la chupaba, otras me lo comía a mí y otras ambas cosas. Superados los celos, en ocasiones le decía: piensa que es Lorena la que te la está chupando, y se la comía mientras él murmuraba su nombre. Debe entenderse que para nosotros el amor no se confundía con la exclusividad sexual, por el ejemplo que teníamos en casa. No había duda de que mis padres se querían, llevaban toda la vida juntos, nunca les había oído tener una discusión grave y se les veía tan apasionados como siempre, sin embargo sabíamos que se habían acostado con otras personas y no había pasado nada. Más claro aún resulta el caso de mi tía y Lorena. Aquí no es que lo supiéramos porque nos lo habían contado, nosotros mismos habíamos conocido a alguno de los amantes de mi tía. Sabíamos que Lorena sufría algo en el fondo, José me había contado alguna vez, que la había visto triste en aquellas ocasiones, pero no había planteado reproche alguno, ni había correspondido a ninguno de sus otros pretendientes, hombres o mujeres, como si mi tía la llenara de tal modo que no necesitara más. Cuando los amantes de mi tía desaparecían, Lorena permanecía como si nada hubiera ocurrido, con su bella sonrisa en el rostro. Yo creía entonces (sigo creyendo ahora a pesar de todo) que José y yo estaremos siempre juntos, como amantes o como amigos, al margen de que tengamos sexo o no con otras personas. Yo le quería (le quiero) y sabía que estar con Lorena le haría feliz, así que deseaba con todas mis fuerzas que algún día lo consiguiera, que se acostara con ella y que después viniera a contármelo, como hacíamos siempre cuando algo importante nos pasaba. Tal vez entonces haríamos el amor rememorando lo sucedido entre su segunda madre (por así decirlo) y él.

Entretanto mi hermano se sentía desplazado por mi creciente familiaridad con mi primo, que ahora, lo excluía a él, pues buscábamos siempre la manera de quedarnos solos. Un día que habíamos quedado para ir al cine Javi se apuntó. Puse una cara de disgusto que debió notarse mucho, porque en lo que menos pensaba era en la película y mi hermano de testigo lo estropeaba todo. Él interpretó mi gesto como de rechazo hacia él y se autoexcluyó alegando una excusa, pero sabía que aquello le había molestado. ¿Cómo explicarle lo que sucedía sin revelar nuestro secreto? Fui tras él y lo abracé por la espalda. Mis pechos se pegaron a sus hombros y le besé en la mejilla. Claro que puedes venir, le dije, de hecho los dos estamos desando que vengas, últimamente pasamos menos tiempo juntos. Mi cara era de sorpresa, nada más, no creía que esa película te interesase. Se giró y quedamos abrazados de frente. Bueno, dijo, voy a vestirme. Lo decía con cierta tristeza, como si no se terminase de creer la excusa. No pude evitar intentar animarlo y de di un piquito. Como he dicho saludarnos con un beso en los labios era normal en mi familia. Este, sin embargo, tal vez por la situación duró un poco más de lo normal. Nos separamos y se quedó mirándome. Nos volvimos a besar. Esta vez aspiré un poco su labio superior, luego el inferior y terminé con un piquito normal. Se le veía feliz y querido y yo sonreí por haber logrado mi objetivo. Quería mucho a mi hermanito y no deseaba hacerle sufrir de ninguna manera. Como seguíamos abrazados y estábamos pegados pude notar su cosa en el pantalón creciendo. Me separé de él algo ruborizada y le dije que se diera prisa. Fue a arreglarse mientras yo trataba de salir de mi azoramiento. Noté mis braguitas húmedas lo que quería decir que mi hermanito no había sido el único en excitarse. Primero me lo montaba con mi primo y ahora me ponía cachonda con mi hermano. Sonreí algo avergonzada. A pesar de nuestra desinhibición en temas sexuales, el tabú del incesto todavía significaba algo para mí. Podía pasar con mi primo, pero con mi hermano… Afortunadamente José y yo no somos hermanos, pensé, y con Javi nunca llegaré más lejos. Esa será una barrera que no tendré que cruzar. Más adelante comprobé lo equivocada que estaba.

Mi primo y yo continuamos manteniendo nuestra relación en secreto durante un tiempo. No llegamos a hacer el amor, pero menos la penetración final hicimos todo lo demás que puede hacerse: nos besamos, nos chupamos las lenguas, me lamió los pechos, le masturbé, me comió el coño, le comí la polla, enjuagó mi clítoris en su saliva, me tragué su semen sin asco… llegamos a un punto en el que ya no nos hacía gracia disimular. No nos apetecía ocultarnos, queríamos cogernos de la mano en público, besarnos con lengua delante de nuestros padres, llamarnos novios. Creo que nos fuimos enamorando. Hay que entender que considerábamos el amor de un modo no posesivo. Sabíamos que nos queríamos y que queríamos estar siempre juntos, pero no necesariamente que no quisiéramos estar también con nadie más. De algún modo sabíamos que nadie podría interponerse entre nosotros, que nuestra relación era más fuerte que la que podríamos llegar a tener con otras personas y que por tanto tener relaciones con más gente en el futuro no amenazaba lo nuestro. Ninguno pensamos que lo único que podía separarnos estaba en nuestra propia sangre.

Siempre me he llevado muy bien con mi padre, así que pensé que contárselo a él primero sería lo mejor para que él me ayudase a confesarlo al resto de la familia. Cuando se lo dije su reacción me dejo descolocada. Sinceramente esperaba que se alegrase por mí y nos felicitara, pero sabía que existía la posibilidad de que la idea no le gustara y le saliera un ramalazo conservador. Podía esperar alegría o enfado, comprensión y hasta cólera, desde luego esperaba que se sorprendiera. No fue el caso. Me miro con tristeza, como si ya se lo esperara y me dijo que tenía que pensar en ello. Todo un día me tuvo en vilo sin explicarme que era exactamente en lo que tenía que pensar. Finalmente, después de la cena, me dijo que tenía que hablar conmigo y me llevó a su despacho.

No puedo decir que lo que me contaste el otro día no me lo esperase, empezó a decir mi padre. Tengo ojos en la cara, he visto como os miráis tu primo y tu, y como os achucháis. Tenía la esperanza, de todas formas, de que fuesen imaginaciones mías, que vuestra confianza solo fuera la familiaridad de quienes se quieren como hermanos y no otra cosa, pero supongo que mis esperanzas eran vanas. Papa, si es porque somos primos, empecé yo. No, no es eso, me interrumpió él. Tiene que ver con quién es el padre de José.

Supongo que a estas alturas, todos sabréis quien es el padre de José y porque eso me perturba, pero yo en aquel momento no tenía ni idea. Pensaba que tal vez sería un asesino, o un actor famoso, o un torero. Conocí a tu madre a los 14 años, prosiguió él, enseguida nos hicimos novietes y me presentó a su madre, tu abuela y a su hermana, tu tía, que entonces era una chiquilla de doce añitos. Tu madre perdió la virginidad conmigo y, salvo unos meses que estuvimos peleados y se tiró a todo el mundo, siempre estuvimos juntos. Eso no quiere decir que no estuviéramos con más personas en ese tiempo. De hecho yo perdí la virginidad con tu abuela, que entonces no llegaba a los 40 y tu tía perdió también su virginidad conmigo, con el consentimiento de tu madre.

Estaba flipando. Sabía que mi familia era liberal, pero no podía imaginar que tanto. Lo que me contaba mi padre me parecía ciencia ficción. Ni siquiera concebía algo así como posible. Tu tía tuvo su primera relación seria en la universidad con otra chica, mi padre continuaba imperturbable. Siempre fue bisexual y fue alternando amantes masculinos y femeninos. Cuando rompieron ya había terminado la carrera y estaba trabajando de maestra. No se le ocurrió otra cosa que liarse con un alumno de 16 años. ¿Él padre de José? Pregunté yo. No, precisamente rompieron, años después, porque ella quería tener hijos y él no. Por aquel entonces ella debía estar sobre los 30 y él sobre los 21. El reloj biológico les hacía tic-tac a ritmos distintos, como es natural. También influyó que nosotros acabábamos de tenerte a ti y a ella se le caía la baba contigo.

La cosa estaba así, tu tía quería tener un hijo, pero no tenía pareja, ni perspectiva de tenerla. Tampoco le agradaba la inseminación artificial, decía que eso era ir contra la naturaleza, además de ser muy caro. La solución más obvia la tenía delante de las narices. Mi padre se detuvo un instante, aunque parezca mentira yo aún no lo entendía, y eso que no podía ser más obvio. Tu madre y yo ya compartíamos lecho, ocasionalmente, con ella, cuando no tenía pareja, volvió a hablar mi padre, así que lo único que hubo que hacer fue prescindir del condón. Unos meses después tu tía estaba embarazada de José. Entonces conoció a Lorena y ya sabes el resto. José no solo es tu primo, también es tu medio hermano. Yo soy el padre de José.

En las obras clásicas cuando el protagonista descubre que ha practicado el incesto involuntario se saca los ojos o se suicida. Yo no llegaba a tanto, pero estaba consternada. A penas oí a mi padre diciendo: Por supuesto tu madre y yo no podemos obligarte a romper con él. Si decidís seguir juntos tendréis nuestro apoyo, pero es un asunto delicado. Existe un tabú social, apoyado por indicios naturales, como que la endogamia prolongada cause enfermedades como la hemofilia. Obviamente ese no tiene porque ser vuestro caso, pero es algo que deberíais pensar. Hay quien diría que vuestra relación es antinatural, yo no soy de esa opinión, mientras sea consensual y entre adultos, y yo os considero como tales, no creo que nadie tenga nada que decir, pero aún así es complicado. Hubiera preferido ahorrarte el dolor de tener que tomar una decisión así, pero es lo que hay.

Así que eso era lo que había. Tenía que tomar una decisión y después hablar con José… y rezar porque estuviéramos de acuerdo. Estuve toda la noche pensando, sin poder dormir, angustiada por la duda. Al día siguiente evité a José en el instituto y fui a casa nada más terminar las clases. Cuando llegué mi tía y Lorena estaban allí, hablando con mi madre. Genial, José aparecería en cualquier momento, justo lo que necesitaba. No quería enfrentarme con él antes de haber tomado una decisión. Saludé y me escabullí a mi habitación desando estar sola. Al cabo de un rato llamaron a la puerta. Me resigné a lo peor y, de mala gana, invité a entrar a quienquiera que fuera. Pese a mis temores no era mi primo, sino Lorena. ¿Qué pasa cariño? Pareces algo disgustada, dijo sentándose a mi lado y cogiéndome la mano. Estoy un poco cansada, solo es eso, mentí. Bueno, a tu edad las cosas parecen confusas. Yo aún no tenía tus años cuando me enamoré de tu tía. Imagínate que susto, una de mis profesoras, embarazada, mayor que yo… y una mujer. Mi familia era muy conservadora, no imaginaba tener que enfrentarme a ellos, pero todo salió bien. Tus padres son más comprensivos. Aunque suene algo cursi, tu solo sigue a tu corazón. Lo demás se arreglará por sí mismo. Y dicho esto me plantó un beso en la mejilla. Ya se iba, pero yo le sujeté la mano y la atraje hacia mí para abrazarla. Realmente agradecía su comprensión y su dulzura. No me extrañaba que José la adorase. Además era un bombón. Para devolverle el beso en la mejilla la besé en los labios. No era la primera vez, en realidad era la forma habitual de saludarnos, pero este beso se prolongó más de lo corriente. Luego le di otro. Finalmente mi madre la llamó y, lentamente, se levantó para irse. Me sorprendió notarme excitada. Sin darme cuenta la situación me había acalorado.

Lo que me había dicho Lorena estaba muy bien, pero había que ser realista. ¿Cómo había adivinado ella mis tribulaciones? ¿Estaría al corriente de todo? Volví a pensar en José. Por una parte le quería, pero hermanos… bueno, hermanastros, en aquellos momentos no veía gran diferencia. No sabía si podría soportar algo así. Por otro lado habíamos cruzado ya algunas líneas. No nos habíamos acostado, pero menos eso habíamos hecho de todo. Había ya un incesto consumado. No, aquello no podía ser. Se lo explicaría y le diría que no podíamos volver a estar juntos de esa manera. Que no podríamos volver a tocarnos, que no podríamos volver a darnos placer, que incluso sería incomodo estar en la misma habitación. Era triste, pero había que aceptarlo. Teníamos que romper.

Esa misma noche me dirigí a su casa con esa intención. Llamé a la puerta, abrió él. Pasamos a su habitación. Cuando iba a hablar me cogió las manos. Ya lo sé, me dijo. Tu padre habló con mi madre y me lo ha contado. Eso explicaba el discurso de Lorena. Sé que es, bueno, nuestro padre, continuó él. En esos momentos me derrumbé. Empecé a llorar y me abracé a su cuello. Ya no me importaba nada. Le quería y no podía permitir que nada cambiara entre nosotros. Esa circunstancia biológica no podía transformar lo que sentía por él. Se lo dije farfullando. Le dije que le amaba, que no me importaba cual fuera nuestro parentesco, que debíamos seguir siempre juntos. Rogué, supliqué al destino que pensara igual, que no me rechazara. Yo también te amo, se limitó a murmurar, y nos besamos. Nuestras lenguas se unieron e iniciaron un vaivén. Descubrí que mi conocimiento sobre nuestra común filiación no evitaba que me pusiera cachonda con él. De hecho lo estaba más que nunca. Mis pezones estaban calientes y erectos tras mi camiseta. Mi clítoris estaba hinchado y mi entrepierna mojada. Nos balanceamos hasta caer sobre su cama y nos desnudamos el uno al otro. Seguíamos besándonos y entre mordisco y lengüetazo le desabroche la bragueta y le sujeté el pene que se escurría entre mis dedos como si tuviera vida propia. Rodeó mis pezones con sus labios y estuvo un rato chupándome las tetas. Volvimos a besarnos y mientras me deshice de mis pantalones y me bajé las braguitas. Su polla me rozaba el coño. Aquel era el último muro por derribar. Poco a poco fue avanzando hasta notar la resistencia. Una breve punzada de dolor y aquello estaba entrando y saliendo de mí como si siempre hubiera sido así. Mi mano derecha le sujetaba el culo y la izquierda le mesaba los cabellos. Él me tocaba una teta y me comía los labios alternando con los pezones. Se corrió dentro de mí, pero entonces no me importó. Quedó rendido sobre mí. En ese momento, por la puerta entreabierta, distinguí la figura de Lorena que nos miraba y sonreía.

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