Unas horas después de nuestra conversación telefónica mi hermano se pasaba por mi casa para comentar el tema, y el tema no era otro que Rita, su ex novia, con la que se había encontrado en un pub la noche anterior.
-Y dime: ¿Esta guapa?
-Esta preciosa. No ha envejecido nada desde que nos daba clase. Daban ganas de comérsela.
Era obvio que mi hermano aún sentía algo por ella. Habían roto porque ella quería tener un hijo y él no estaba por la labor, pero eso no quería decir que no se quisieran. Desde la ruptura él no había salido con ninguna chica en serio. Se notaba que no podía olvidarla. Su entusiasmo solo por habérsela cruzado en un local lo atestiguaba. Yo también lo había pasado mal al romper con Sofía, pero no había sido lo mismo. Aunque hubo un tiempo en que pensé que podríamos sobrellevar la diferencia de edad y tener un futuro juntos, los últimos meses ya me había hecho a la idea de que aquello no podía ser, había conocido a otra chica y, aunque mentiría si dijera que no echaba de menos a Sofía de vez en cuando, tenía asumido que nunca volveríamos. Mi hermano en cambio pensaba que Rita era su gran amor y albergaba la esperanza inconfesable de volver con ella algún día.
-¿Y estaba sola?
-No, estaba con su hermana, que por cierto también estaba guapísima y con su amante lesbiana.
-¿Una camionera?
-No, que va, una cría monísima, de 18 añitos. Una perita en dulce.
-Valla con Rita, no es tonta ni na…
-Pero no creo que vayan en serio.
Mi hermano volvía con sus fantasías. Antes de estar con él Rita ya había tenido una relación lésbica en la Universidad. En las películas americanas eso suele indicar un “experimento” que luego no tiene continuidad en la vida adulta, pero esto no era una película americana y ambos sabíamos positivamente que Rita era bisexual, así que aquella podía ser una relación perfectamente seria. Tampoco la diferencia de edad garantizaba nada. También Mario tenía 18 años cuando empezaron a salir y habían estado juntos 5. Después de haber tenido yo una relación con una mujer que me triplicaba la edad, unos cuantos años no me parecían una gran dificultad.
-¿Crees que debería llamarla?
Después del incidente con mi hermano Rita se decidió a que usáramos su casa de picadero. Era un gusto poder follar acostados en una cama, cómodamente y sin miedo a ser descubiertos, puesto que aunque ella vivía con su madre, la señora sabía lo nuestro y no se oponía. Fue un poco incomodo cuando me la presentó y acto seguido fuimos a su cuarto a echar un casquete. Se notaba que esa familia era más liberal que la mía. Además Sofía, como se llamaba su madre, era una mujer espectacular, casi tan guapa como la hija, una madurita atractiva, con unas tetas enormes.
-Llámala si quieres. Entonces te dijo que Sofía estaba bien…
-Sí, eso dijo. ¿Recuerdas el fin de semana que pasamos en su casa cuando la conociste?
Como podría olvidarlo…
Cuando mis padres insinuaron que debía acompañar a Mario contuve la indignación que esa propuesta me producía (yo tenía mejores cosas que hacer que de sujeta-velas de mi hermano) ante la posibilidad de volverla a ver. Me había hecho mi primera mamada, que era lo más lejos que había llegado nunca con una chica. No es que esperara que lo volviera a hacer, pero quien sabía que podía ocurrir si estaba ella cerca. Tampoco debía mostrar un entusiasmo que hubiera resultado sospechoso, así que fingí la típica desgana adolescente. Así, cuando me quise dar cuenta estábamos llamando a la puerta de su casa. Fue entonces cuando la vi. Es Sofía, mi madre, dijo Rita. Mama este es Miguel, el hermano de Mario. Y aquel monumento maduro pero irresistible se me acercó y me dio dos besos. Recuerdo su escote como si lo estuviera viendo. Sofía tenía unas tetas enormes, preciosas, perfectas. Me dejaron sin aliento.
El día transcurrió anodinamente. Mi hermano y Rita lo pasaron haciéndose arrumacos y pasando de mí. Parecía tan a gusto con mi hermano y sin embargo me la había chupado unas semanas antes, lo que no la impedía ignorarme completamente ahora. Simplemente no lo entendía. Por otra parte Sofía estaba buenísima. Cierto que debía tener cuarenta y tantos, pero era una mujer de bandera, alta, escultural, elegante… Entre madre e hija me tenían loco. Llegó la noche y Mario se acostó con Rita y yo me quedé solo. Tras un par de vueltas en la cama me levanté a por un vaso de agua y comencé a oírlos. La verdad es que podían cortarse un poco, vale que follaran, pero podían ser más discretos: los gemidos se oían en toda la casa. No pude evitar acercarme movido por la curiosidad. De nuevo la puerta estaba entreabierta y la luz que entraba por la ventana me bastaba para ver el cuerpo, esta vez completamente desnudo, de Rita cabalgando sobre mi hermano. Ni que decir tiene que ante ese espectáculo de porno en vivo la polla se me puso dura al instante. Me la meneé un poco, pero tuve miedo de ser descubierto y me retiré enseguida. Me pareció poco probable que si me volvían a pillar me callera otra mamada, más bien un guantazo, así que reculé, pero entonces la vi a ella. Sofía estaba nadando desnuda en la piscina. De nuevo había bastante luz para distinguir los detalles de su cuerpo que me dejaron anonadado. Aquello era una mujer y lo demás tonterías. Tras un par de chapuzones salió del agua en toda su gloria, me miró sin ningún aspaviento y vino hacia mí como si que semi-desconocidos la vieran desnuda fuera lo más normal del mundo. “Me acercas la toalla” pidió con una voz dulce y tranquilizadora. Se la di flipando. Intenté disculparme pero me dijo que era ella la que se estaba bañando desnuda a pesar de tener invitados, así que no era culpa mía. Luego me preguntó, con toda tranquilidad, si no estaba mirando a los tortolitos. Totalmente desconcertado contesté la verdad: que prefería mirarla a ella. Esa respuesta la agradó y se le escapó una sonrisa. Entonces se acercó y me besó en los labios. ¿Qué le pasaba a esa familia? ¿Iba a ocurrir lo mismo, pero ahora con la madre? Pues sí, la señora se arrodilló y se metió mi miembro en la boca. No sabría decir si la chupaba mejor la madre o la hija, pero a los pocos minutos eyaculé mojando con mi semen sus labios. Turbado, pero satisfecho me fui a dormir.
-Creo que voy a llamarla- dijo mi hermano sacándome de mis ensoñaciones. Le acerqué el teléfono y le dije: Llámala. Cuanto antes acabásemos con aquello, mejor. Lo cogió nervioso, tomó aire y marcó el número- Hola Rita, soy Mario… ¿Sabes? Me gustó mucho encontrarme contigo la otra noche… he pensado que podíamos quedar un día… estas con alguien… ¿y vas en serio? … pero te echo de menos… ¿y no echas de menos las pollas? Bueno, no pasa nada, llámame si cambias de opinión.
-¿De verdad le has preguntado si echaba de menos las pollas?
-Esta con una lesbiana, yo que sé…
-Te ha dado calabazas ¿no?- mi hermano asintió en silencio, tras lo que añadí- Cuando la viste en la discoteca te dijo si Sofía estaba con alguien.
-No, solo me dijo que estaba bien. ¿Quieres llamarla?
-No, rompimos por una razón y a diferencia de tu paja mental con Rita yo recuerdo cual era.
Desde ese día cada vez que iba a casa de Rita el pequeñajo se venía detrás para estar con Sofía. ¿Estás seguro?, le pregunté la primera vez. Respondió afirmativamente y le dejé acompañarme. Ya se apañaría. Al principio follábamos cada uno en la habitación de nuestras respectivas, pero poco a poco fuimos cogiendo confianza y terminamos haciéndolo las dos parejas juntas en el salón o en el dormitorio de Sofía, en la enorme cama de matrimonio en la que cabíamos los cuatro. En esas ocasiones Rita siempre me provocaba preguntándome si me gustaban las tetas de su madre y cosas así. Yo sabía que su madre se había acostado también con el novio de su hermana años antes con la aprobación de esta. ¿Quería hacer lo mismo conmigo? Me parecía todo tan increíble… Unos meses antes era virgen y ahora estaba pensando en orgias con mi profesora, su madre y mi hermano…
Después de esa primera vez lo que tenía claro era que quería repetir. No me importaba que me doblara la edad, ni que fuera la madre de mi profesora que era además la novia de mi hermano. No sabía si estaba bien o mal, ni lo que duraría, pero quería volver a estar con ella, quería volver a sentir sus besos, quería volver a meter mi pija en su coño húmedo y caliente.
La ocasión se me presentó al fin de semana siguiente. Mario quedó a comer en casa de Rita y yo me pegué a él como una lapa. La verdad es que no sabía que decirle a Sofía salvo que me moría por acostarme otra vez con ella. Durante la semana no la había llamado principalmente porque me daba vergüenza. Estuve incómodo toda la comida hasta que conseguí quedarme a solas con ella. Me muero por darte un beso, le dije al fin. Ella se río con esa risa cristalina que tenía y me dijo que lo hiciera. Le di un beso torpe y nervioso. Ella me devolvió el beso y nos enzarzamos a batallar con nuestras lenguas. Poco después estábamos en la cama de nuevo. A partir de ahí quedábamos directamente para hacer el amor. Hablábamos poco. Iba a su casa, follábamos y volvía a la mía. Mientras Rita y mi hermano continuaban con su noviazgo algo más tradicional.
Poco a poco fuimos hablando más entre polvo y polvo. Conocí su historia de mujer abandonada por su marido y rehabilitada al amor, o cuanto menos, al sexo, por el novio de su hija mayor y como a partir de ahí sus vidas se habían convertido en la locura que ahora compartíamos mi hermano y yo. Además de una mujer hermosa que me ponía a mil a pesar de la diferencia de edad Sofía era también una persona interesante. Un día después de hacer el amor le propuse ir al cine. Aceptó con naturalidad. No me di cuenta de la trascendencia del hecho hasta el día siguiente. Ya no solo follábamos… Poco a poco fui queriendo estar con ella en general y no solo para el sexo. Acostarse con ella era genial, pero me apetecía también hablar con ella, acompañarla a donde tuviera que ir, cogerla de la mano, oírla contar chistes, verla cocinar y comerme su comida… Cuando no estaba con ella no hacía más que pensar en nuestro reencuentro. Finalmente una noche mientras nos besábamos y mi pene entraba y salía ágilmente de su vagina húmeda y cálida le dije que la quería. Me respondió que ella a mí también y esa noche cambió todo.
Desde entonces formamos dos parejas, mi hermano con Rita y yo con Sofía, a todos los efectos. Íbamos a cenar los cuatro, o al cine, o a bailar a alguna discoteca y terminábamos en su casa follando cada uno con nuestra respectiva. El resto del mundo no sabía nada de lo nuestro, claro. Mis padres sabían que Mario tenía novia pero no quién era, y desde luego, no imaginaban que fuera su profesora. De lo mío no sabían nada, obviamente. En el colegio tampoco podían saber lo de mi hermano y Rita, aunque él ya iba a la universidad y no era alumno suyo. Siempre íbamos a sitios en los que no pudiéramos encontrarnos con nadie y casi siempre las dos parejas, de tarde en tarde cada pareja por separado y nunca con otras personas. Así las cosas y siendo nosotros hermanos y ellas madre e hija surgió una complicidad muy especial entre nosotros. Al principio se limitaba a la vida social no a la intimidad del dormitorio que era un mundo aparte. Aún así no se me olvidaba que Rita me había hecho una mamada y me seguía atrayendo. Por aquel entonces me estaba enamorando, ahora lo sé, de Sofía, pero eso no me impedía desear a Rita y morirme de morbo por ella. Mi hermano no tenía razones para sentirse especialmente atraído por Sofía, tirándose a su hija, pero era obvio que las tetas de mi chica ponían cachondo a cualquiera de cualquier edad. Poco a poco la confianza empezó a entrar en el terreno sexual. Primero en las conversaciones, alusiones veladas al principio, más explicitas después. Luego en las muestras de cariño, cuando nos besábamos o nos metíamos mano una pareja frente a la otra. Mi hermano y yo, que antes evitábamos estos temas, ahora hablábamos abiertamente de sexualidad y de lo que hacíamos con nuestras parejas, e imagino que madre e hija harían lo mismo. Progresivamente los besos y caricias que nos permitíamos una pareja frente a la otra se fueron extendiendo hasta hacer frecuente que nos enrolláramos los 4 en el salón antes de ir a las habitaciones por separado a hacer el amor. Finalmente Sofía y yo terminamos follando delante de ellos sobre la arena en una playa nudista casi desierta que ellas conocían. Antes Rita se la había chupado a mi hermano mientras nosotros “vigilábamos”. Desde entonces se convirtió en “normal” practicar el sexo las dos parejas juntas. Solíamos hacerlo en el comedor o en la alcoba de Sofía, el escenario de mi primera vez y de tantas noches mágicas. Pasó lo que tenía que pasar. Al principio estaba cada oveja con su pareja, pero poco a poco Mario fue quedándose prendado de las tetas de Sofía, y yo hacía mucho que deseaba fieramente a Rita. Las fronteras se iban debilitando, una noche ellos terminaron primero y nos “ayudaron” a nosotros. Rita fue la que tomó la iniciativa incitando a mi hermano a besar a su madre mientras yo se la metía. Luego ella me besó a mí. No había sentido sus labios desde el día de la mamada, pero nunca había dejado de soñar con ellos. Me corrí en el coño de Sofía como un loco.
Llevando aquella marcha que un buen día Sofía me dijera que había hablado con Rita y que le había propuesto un intercambio de parejas no me sorprendió en absoluto. Obviamente accedí. Esa misma noche cenamos los cuatro. La tensión se palpaba en el ambiente. Después de cenar pasamos al sofá y Sofía y yo comenzamos a besarnos. De reojo vi que ellos hacían lo mismo. Fue Rita la que tomó la iniciativa y, dejando a mi hermano, me atrajo hacia sí. Habíamos hecho cosas parecidas en nuestros juegos, pero se notaba que aquella vez era especial, que ambos sabíamos que acabaría de otra forma. Cuando me quise dar cuenta Mario estaba enzarzado con Sofía y Rita y yo nos habíamos alejado. Le dije lo mucho que la deseaba desde el día en que me la chupó. Confesó sentir lo mismo, no sé si por cortesía o con sinceridad, pero me sentí bien al oírlo. La besé por todas partes, le mordí los pechos, no tan grandes, pero más firmes que los de su madre y le acaricié ese coñito con el que tanto había soñado y que pronto iba a ser mío. Ella volvió a meterse mi polla en su boca como aquella primera vez que no conseguía olvidar. Estuve cerca de correrme entre sus labios como entonces, pero se frenó a tiempo. Ella tenía el control y yo solo era un peluche entre sus brazos… y pronto lo sería entre sus piernas. Más que penetrarla yo, se penetró ella con mi miembro. Tumbada sobre mí, se movía como quería, arrancándome placer y dulzuras que le decía al oído y que ella correspondía agradecida, sobre lo mucho que la deseaba y lo que había esperado ese momento. La besaba, le agarraba el culo, sentía sus pezones en mi pecho y mi verga entraba y salía de su vagina perfectamente lubricada como si se hubiese creado para eso. Cuando detectaba que me iba a correr, paraba o ralentizaba sus movimientos. Conocía mejor mis reacciones que yo mismo, debían ser parecidas a las de mi hermano. Finalmente llegamos los dos a la vez, mientras mi lengua se hundía en su boca. Inundé su coño con mi esperma, creo que eyaculé como nunca antes en mi vida.
Confieso que cuando Rita me propuso lo del intercambio me puse un poco celoso. Que el capullo de mi hermano se la tirase no me hacía ninguna gracia. Habíamos tenido ya algún contacto de ese tipo haciendo el amor los cuatro y tampoco había pasado nada, pero eso eran besos y poco más, que se la metiera a mi chica era otra cosa. Por otra parte me moría por follarme a mi suegra. Verla con mi hermano, las provocaciones de Rita, preguntándome con voz de niña buena si me gustaban las tetas de su madre justo antes de llegar al orgasmo… todo eso había conseguido aumentar mi deseo hacia ella a límites insospechados. Al final tenía que pasar y, en efecto, pasó. Me preocupó un poco que la iniciativa la tomase Rita. ¿Deseaba ella estar con mi hermano? Si era así nunca había dado muestras de ello. No parecía que mi hermano le gustase ni pensase en él de esa manera más allá de la lujuria de nuestras noches compartidas. Podía servirse de él para su placer como de un vibrador, pero no le excitaba especialmente. No como yo. Simplemente se veía envuelto en la ola de erotismo que se había establecido entre los cuatro. O eso quería pensar.
-Miguel, ¿recuerdas cuando hicimos el primer intercambio de parejas?
-Precisamente estaba pensando en eso ahora.
-Joder, como disfrutamos. Por cierto, siempre me he preguntado algo. Cuando nos pillaste follando a Rita y a mí en casa. ¿Qué te dijo ella para convencerte de que no les dijeras nada a los papas?
-Coño no me acuerdo. Con Rita no era lo que decía sino como lo decía.
Aquello era cierto. Mi Rita era una mujer muy persuasiva. En aquel momento sonó el teléfono. Era ella. Había cambiado de opinión. Podíamos quedar aquel mismo fin de semana. Se me puso dura al oírlo. Colgué y con una sonrisa me dirigí a Miguel.
-Adivina.
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