Fort Jay, 17 de Octubre de 1917

Querido hermano:

Espero que a la llegada de esta carta te encuentres bien. Aprovecho unos minutos que tengo antes de una nueva marcha de entrenamiento para escribirte unas líneas. El ambiente aquí es espectacular. Sé que no tenemos ninguna experiencia de combate, pero estoy seguro de que vamos a inflar a hostias a esos boches.

La verdad es que hasta ahora, el pertenecer al ejército es bastante aburrido. En cuanto nos alistamos nos enviaron a este campamento. Y desde entonces no hemos hecho más que formar y marchar durante todo el santo día desde el amanecer hasta el ocaso. Hace tres semanas por fin llegaron los rifles, aunque te parezca increíble ni siquiera había suficientes en los arsenales para equiparnos, así que ahora, cada uno tenemos un rifle nuevecito, aun con la grasa con la que salió de fábrica.

Desde ese momento por lo menos alternamos las agotadoras marchas con equipo completo con prácticas de tiro. Estos cacharros no son como las carabinas para matar mapaches, solo con pensar lo que puede hacer un cartucho de semejante calibre en un cuerpo humano me entran escalofríos.

En cuanto a los compañeros, me siento como en casa. Nos han asignado las compañías por nuestro lugar de procedencia y conozco a muchos de los integrantes de mi pelotón, al menos de vista.

No te los vas a creer, pero mi compañero de litera es Rosco, el hijo de los Perkins. Nos hemos reconocido inmediatamente y nos hemos hecho inseparables. Todos nos llaman el equipo 10 porque mi uno noventa de altura y mi figura de esparrago destaca frente al uno setenta y el torso ancho como el de un toro de Rosco.

La moral está muy alta en el campamento y entre todos se ha establecido una relación de hermandad y camaradería que nunca había experimentado. Me siento como si estuviese en una gran familia, con el sargento instructor Cummings haciendo de tía solterona y con malas pulgas, quejándose constantemente de nuestra torpeza.

Sé que estás cabreado. Cuando estalló la guerra habíamos quedado en que esperaríamos a que cumplieses los dieciocho y nos alistaríamos juntos para darle unas cuantas patadas en el culo a esos cabezas cuadradas, pero las circunstancias me han obligado a cambiar de planes. Como se que esta explicación no te basta, te voy a contar lo que ha pasado, seguro de que me comprenderás.

Todo ocurrió cuando perdimos la final estatal de Fútbol. Había quedado con Claire para ir a verla juntos, pero cuando salía de casa me llamó y me dijo que estaba enferma y no podía ir. Yo la creí y fui al partido de todas maneras.

El partido empezó bien, pero a mitad de la segunda parte se le empezó a acabar el fuelle a los nuestros y los Wildcats dieron la vuelta al partido en quince minutos. Bastante deprimido me largué antes del final. Como no me apetecía volver a casa decidí ir hasta casa de Mary Jane y colarme en su habitación para ver que tal estaba y charlar un rato.

Cuando llegué, apagué mi Indian cien metros antes de llegar a su casa para no hacer ruido, la aparqué al lado de la valla de su propiedad y me subí al árbol cuya rama era la que utilizaba para colarme en su habitación sin que sus padres me vieran. Estaba a punto de golpear el cristal de su ventana cuando con sorpresa descubrí que no era el único que había usado el árbol esa noche. Desde allí podía ver como Mary Jane se estaba besando con otro chico. Paralizado por el dolor de la traición solo pude quedarme allí mientras veía como el desconocido besaba y manoseaba a la que había sido mi novia hasta ese momento.

Mary Jane apenas llevaba puesto nada más que un camisón y el tío con el que estaba llevaba solo los calzoncillos puestos. Con los ojos como platos observé como mi novia, a la que me costaba un mundo arrancarle un beso, estaba acariciándole el paquete a ese gilipollas. Pensé en entrar y darle de hostias a aquel hijo de perra, pero decidí esperar un poco y meditar bien que era lo que debía hacer. Mientras tanto el desconocido le había quitado el camisón a Mary Jane revelando unas tetas grandes con unos pezones gordos y negros.

El tipo se abalanzó sobre ellos y los chupó mientras Mary Jane le abrazaba la cabeza y le acariciaba el cabello. Sin poder creerlo vi como tras unos segundos Mary Jane tumbaba al desconocido sobre la espalda y sacándole la polla del calzoncillo se la metía en la boca y comenzaba a chupársela como una puta barata.

El gilipollas se mordía los dedos para no gritar mientras mi exnovia chupaba y lamía hasta que unos instantes después el tipo no se podía controlar y apartaba su polla justo a tiempo corriéndose sobre los pechos de Mary Jane.

Justo en ese momento supe lo que tenía que hacer. Cogí una rama podrida del árbol, la partí y la lancé contra el cristal de la habitación de Mary Jane. No esperé a ver lo que pasaba y bajé del árbol lo antes posible. Cuando cogí la Indian ya se oían los gritos de los padres de Mary Jane.

Arrastré la moto a un lugar discreto y observé como el listillo que me había levantado a la novia salía por la ventana a medio vestir y saltaba a la rama del árbol perseguido por los gritos de los padres de Mary Jane. Debido a la violencia con la que el tipo había aterrizado, la rama se combó y tras un segundo de suspense chasqueó y se rompió. Intentó agarrarse desesperadamente, pero no encontró asidero así que fue cayendo y rebotando en las ramas, con los pantalones enredados en torno a sus tobillos, hasta que cayó al suelo sin aliento.

Con el honor no tan maltrecho ya, decidí coger la Indian y volver a casa. A la mañana siguiente me levanté temprano y me dirigí a la oficina de reclutamiento para alistarme. Compréndelo, este pueblo es pequeño y cada vez que me encontrase con ella mi corazón sangraría. Tenía que alejarme de Mary Jane, no quería volver a verla, así que no me pareció mala idea irme al otro lado del océano. Total, es difícil acabar con un corazón que ya está destrozado.

Volví a casa esa misma mañana, antes de coger el tren que me llevaría a Fort Jay y me despedí de padre y madre. Padre lo entendió y madre no dijo nada, aunque sus ojos decían que era un maldito idiota. Tú volvías un par de días después del internado, pero no podía quedarme y tuve que dejarte esa nota diciéndote que más adelante te contaría las causas de mi apresurada partida.

Espero que esto sirva para que entiendas que esta no era mi intención, que me gustaría que estuvieses aquí conmigo y que sé que pronto estaremos juntos atizando de lo lindo a esos cabezas cuadradas.

Cuídate y no hagas ninguna locura. Cuida de madre y padre y dales un fuerte abrazo de mi parte.

Tu hermano que te quiere:

Douglas

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