Lo reconozco, tengo un problema con la bebida. Con la bebida y con Chopin. El alcohol porque me ha hecho follar más que un sí quiero, Chopin porque me relaja antes y después de casi todo.
Nos hicimos amantes casuales. La casa de mis padres sirvió de cuartel general; y las prendas de mi madre se acabaron convirtiendo en el testigo tangible de una fantasía que acabó siendo enfermiza. La puerca de Manoli me acabó empujando a un abismo del que no quise saber demasiado en el pasado; y al que solo me asomaba en los sueños secretos de alguna paja mal parida.
Ella se me adelantó. Tardé en atreverme en nombrar a su hija, aunque a veces me mordiera la lengua. Pero ella empezó a nombrarme a mi madre bastante a menudo. Se pensó que era mi gran fantasía secreta, y su insistencia acabó consiguiendo que lo fuera. Muchos de los polvos que echamos acabaron siendo sesiones fantasiosas de madre-hijo; en la que ella proponía escenas cotidianas, para cada cual seleccionaba ropas diferentes de su armario. Muchas de las cuales no solían quedarles bien, pues es más delgada y menos pechugona.
Sin yo quererlo se hizo brotar un deseo oculto en mi interior, como si de una sesión psicológica se tratara. Lo cierto es que consiguió que deseara follar con mi madre. Empecé a pensar bastante en ella. Curiosos días: cuando follaba con mi mujer imaginaba a Manoli y cuando follaba a Manoli imaginaba a mi madre. Ni el cuerpo de mi mujer se parece al de Manoli, ni el de mi cuñada se asemeja al de la que me parió.
¿Aun se preguntan por qué tengo un problema con el alcohol?. Me hace canalizar mi mente cabrona y obscena. Pero sin la ayuda de mi cuñada no podría jamás haber montado a la segunda de mis yeguas, en este caso más jaca que yegua: La jaca de mi madre.
No se me ocurre mejor forma de continuar el relato que describiendo a mi madre con más o menos profundidad. Ruego perdón a mis inmejorables y orgullosos lectores por la simple redacción de un científico metido a escritor por culpa de su polla.
Con todos ustedes la yegua de mi madre:
“ Mechas rubias sobre fondo castaño oscuro. Pelo un poco más allá de los hombros. En el momento de catarla por primera vez, no hace demasiado tiempo, contaba con cincuenta y cuatro años.
Guapa, siempre lo fue. La madurez le fue transformando su aspecto sin dejar nunca de serlo. Caderas amplias, sensación producida en parte por su estatura de en torno al metro sesenta. A pesar de sus caderas y sus amplios pechos, piensen entre una cien y una ciento diez, no es una mujer gorda. Enemiga de la báscula siempre trató de mantener su peso en una cifra lógica. El relleno que produce en su imagen sus caderas y trasero, así como sus grandes senos, le otorgan un aura de voluptuosidad importante. Con lo que su porte de hembra hace de ciertas imperfecciones manifiestas virtudes.
Además es una mujer gustosa de captar cultura, simpática sin excesos y algo reservada.”
Una copa de Ron y la polonesa número 5 de Chopin, me hicieron decidir que quería intentarlo, a pesar de todo lo que tenía que perder, mientras esperaba a Manoli para otra de nuestras sesiones.
Cuando le dije a Manoli que quería que me ayudara a intentar algo con ella, se emocionó de la mejor forma que se puede emocionar un ser humano: excitándose de sobremanera. Cuando acabamos de follar empezamos a idear un plan.
Teníamos claro que ella nunca aparecería como tal, es decir como mi cuñada Manoli. A pesar de que se sentía muy excitada con la idea de provocar que un hijo se lo montara con su madre, tenía una dignidad social y familiar intachable y AUN sin mancillar. Le preocupaba mucho la discreción. Maldito de mi que quería perderla con alguien así. Saliese bien o mal, estaba destinado a cambiar mi relación con mi madre para siempre.
Con lo que decidimos que su ayuda, sin la cual no me plantearía nada, sería desde el más absoluto anonimato. Todo sonaba a alocado pero poco a poco le fuimos dando forma al plan.
Decidimos que la mejor forma es entrar de lleno en materia, al fin y al cabo no queríamos rodear la fortaleza, sino buscar la mejor forma de saltarla. Manoli agregaría a mi madre a una red social privada, de la que yo sabía que mi madre formaba parte.. Para ello se crearía una cuenta nueva para una personalidad inventada. Ella sería Sofía, una mujer de cincuenta años. Amante del incesto; la cual lo practicaba ocasionalmente con uno de sus hijos.
Tirábamos la caña sin cebo y éramos conscientes de ello. Queríamos preservar el anonimato y ver si mi madre moría el anzuelo o no. Si el pez tenía hambre, bingo, en caso contrario recogeríamos lentamente la cuerda dando opción al pez de poder morderlo, hasta que no la molestáramos más, haciendo desaparecer la caña para siempre.
La idea es que Manoli, o mejor dicho Sofía, habría visto la dirección de correo de mi madre en un foro sobre incesto, y le agregaba para compartir ideas, experiencias y deseos.
Ese era el inicio del plan, ni más ni menos. La caña tirada sin cebo. A partir de ahí a improvisar. A soñar.
Manoli se iría encargando de mandarme por correo todas las conversaciones que tuviera con mi madre. Delegaba en ella toda la iniciativa. Ella me haría el trabajo previo; si funcionaba me tocaba actuar a mí.
Un lunes de octubre por la mañana recibí el primer correo de mi cuñada. Asunto: “M”. como habíamos acordado.
La conversación había sido la tarde-noche del domingo. Mi mujer y yo habíamos estado almorzando en casa de mi madre. Ella se fue hacia su ciudad de trabajo tras la merienda. Sin duda al llegar a su casa se habría conectado a Internet y ahí había visto a Sofía por primera vez.
Por motivos básicos de privacidad llamaré a mi madre Leonor. Las conversaciones, eso sí, las trascribo tal cual me las envió mi cuñada:
Sofía: Hola. Buenas tardes.
Leonor: Buenas tardes. ¿Nos conocemos?.
S: Lo siento, antes que nada debería haberme presentado. Me llamo Sofía. Parece ser que frecuentamos el mismo foro en Internet. Si no te importa, te he agregado para poder charlar con alguien en concreto. No conozco a nadie en este mundo, me vendría bien una amistad.
L: Lo siento, no sé de qué me hablas. Debes haberme confundido con otra persona.
S: Imposible agregué el correo que vi.
L: Pero, ¿de qué foro me hablas?, no estoy subscrita a ninguno.
S: Vaya, pues esto es embarazoso. Tal vez alguien te gastó una broma. Lo siento no quería molestar….
L: Tranquila. Dime, ¿por qué te supone una situación embarazosa?
S: Verás, es un foro sobre Incesto. Ya sabes…..
L: Sí. ¿Acaso eres un crío con ganas de hacerse el gracioso?.
S: No, lo siento. Te juro que soy sincera, es tu dirección de correo la que está en ese lugar. No pretendía molestarte. Ahora mismo te dejo en paz. Mil perdones.
L: No pasa nada…… ¿pero acaso estás interesada en esos temas?.
S: Bueno,…. Sí,…….bastante. De hecho desde hace algún tiempo mantengo una relación…
L: ¿Con quién? Si puede saberse.
S: Con uno de mis hijos.
L: Dios mío.
S: Lo siento no pretendo ofender a nadie. Ya te dejo en paz.
L:……………espera.
S: Dime.
L: No quería ser maleducada, pero me has sorprendido. Mi nombre es Leonor, tengo cincuenta y cuatro años. ¿Y tú?.
S: Sofía, cincuenta. Mi hijo tiene veintiséis. Dime Leonor, ¿tienes hijos?.
L: Uno, de treinta. Pero no creas que puedo ayudarte mucho en lo que quieres. Jajaja. No tengo esas experiencias.
S: jejejeje. Guau tienes un yogurín en casa.
L: No vive conmigo.
S: ¿Y tu marido?.
L: Tampoco, hace tiempo que afortunadamente no tengo marido. Tengo una curiosidad. ¿Por qué te fijastes en tu hijo?.
S: Es el único que sigue en casa de los tres. Yo también soy divorciada. Supongo que siempre me sentí atraída por el amor en familia. Le he dado una educación abierta, él lo ve como algo normal; una filosofía de vida. Por eso entré en ese foro, para compartir experiencias. Soy consciente de que es algo mal visto por la sociedad, pero no le hacemos daño a nadie.
L: Muy normal no es, ¿no crees?.
S: Depende de cómo se mire.
L: ¿y cómo hay que mirarlo para que algo tan antinatural parezca normal?.
S: Bueno, Leonor, como te he dicho es una filosofía de vida; todo en esta vida es según se mire. Para mí es una forma más íntima y sincera de expresarme ante mi hijo. Una forma de compenetrarme, de seguir sintiéndolo carne de mi carne. Somos muy discretos, no lo sabe absolutamente nadie, porque a nadie le importa. De puertas para fuera somos solo madre e hijo, pero de puertas para adentro somos algo más. Nos conocemos y compenetramos a la perfección. Yo le doy todo el amor que tengo dentro y él me corresponde dócil y fiel. Además, que leñe, ¿no es verdad que siempre nos preocupamos de lo que puedan encontrar fuera de casa?, pues antes de que prueben cualquier carne en mal estado por ahí yo le doy solomillo del bueno en casa.
L: jajajaj, amiga Sofía, estás muy mal. Pero no me acabas de convencer ¿eh?.
S: Bueno, además es sexo fácil y del bueno. Con un joven fogoso. Y cuando yo quiera.
L: por ahí vas mejor, jajajajajaja
S: jejejejeje. No pretendo convercerte, solo te trasmito mis sensaciones y gustos. Pero oye que si quieres experimentar y ver si te atrapa como a mí, tienes un hijo en una edad perfecta.
L: nooooo. Tengo que irme; al final me voy a reir contigo ya verás. Saludos y hasta otra.
S: Adios.
Sonó el teléfono, era Manoli. “qué haces?”. Le respondí que masturbarme con su hija, que era lo más justo después de sus intenciones de adulterar a mi madre. Se quedó sería, tuve que decirle que era broma.
“Creo que hay opciones, joder creo que puedo conseguirlo. La única pena es no poder asistir a ese espectáculo madre-hijo”.
Reí y reí, nervioso y excitado. Me comentó que la primera toma de contacto había sido positiva, al menos no había salido corriendo. Yo le di la enhorabuena por su disertación sobre las bondades del incesto; como si fuera una ciencia oculta el tirarse la polla (o el coño, según se vea) que se tiene más a mano. Realmente es volver a las cavernas.
Pero ella estaba ilusionada y excitada ante la perspectiva. Tanto que me hizo ir a recogerla con el coche y acudir de nuevo a casa de mis padres. Donde me hizo un pase de modelitos de mi madre, antes de pincharse en mi tranco y botar como una perra desquiciada.
El alcohol me hacía preso de sus cadenas ramificadas.  A veces bebía en el silencio de la madrugada, con mi mujer dormida, y alucinaba como queriendo escuchar los acordes del polaco universal, estando el tocadiscos apagado.
Los días transcurrían vacíos. A veces me llegaban correos de los progresos que Manoli hacía con mi madre y yo me masturbaba con mi mente en nubes de miel y sal. Decidí que necesitaba desconectar un poco, necesitaba dejar el hogar durante unos días. Así que me inventé un curso sobre física cuántica en una ciudad lejana, el cual era pagado por la universidad para formar un poco más a sus investigadores, de los cuales yo soy uno.
De hecho acudí a esa ciudad, con el billete de avión y la estancia en un lujoso hotel ya reservada. La única diferencia es que solo necesitaba desconectar; sentirme preparado para algo difuso; sin duda mi mente empezaba a prepararse para el sexo con mi madre: yo no era consciente de ello pero algo en mi interior conectó un extraño botón para ello.
Se lo dije a Manoli la cual me sorprendió que no le sentara bien eso que hacía.Pero me daba igual, las yeguas están para obedecer al dueño. Y yo, le guste o no a mi cuñada, soy su dueño; y doy fe que es buena Yegua, tanto en el campo de trote como en la cuadra. Y ahora la necesitaba en la cuadra, trabajando ampliar el consorcio equino en un ejemplar más. Y vaya ejemplar.
Estuve de miércoles a domingo. Cuatro noches en un hotel de cinco estrellas. Me seguían llegando correos de Sofía. El proceso era lento, apenas hablaban de incesto. Pero conversación tras conversación se iba notando el final que irremediablemente se aproximaba. Tengo que reconocer que mi cuñada se lo estaba currando muy bien, y con mucha inteligencia iba predisponiendo a mi madre a tener sexo conmigo. Me sorprendía como mi madre iba entrando en el aro poco a poco. Me sentía bien y nervioso.
Me dediqué a pasear por la ciudad por las tardes y dormir por las mañanas, cuando se suponía que estaba en el curso. Las primeras noches, tras haber hablado con mi casa, pedía la cena y luego estaba hasta el alba bebiendo y navegando por Internet. Para la noche del viernes decidí buscarme una puta por la red. La necesitaba madura, para imaginar que era mi madre, aunque el cuerpo me la pedía jovencita como la hija de Manoli. Encontré a un encanto de mujer rusa, Aliana, de unos cincuenta años. Bastante cara para no ser de lujo. Pero me sirvió. Pedí sus servicios las dos últimas noches. Desde las dos de la madrugada, para darme tiempo a estar bien bebido, hasta las ocho de la mañana.
Tengo que reconocer que lo pasé en grande con ella. Era muy simpática y le gustaba mucho hablar. Además era bastante guarreta y eso lo agradecí, a veces superaba mis exigencias; aprendí bastante de esa profesional del amor. Hay que entrenar fuerte para que nada sorprenda durante el partido.
Ya en casa me sentía mejor con las pilas recargadas. El ritmo de ver a mi amante cuñada disminuyó, también porque ella se estaba volcando de sobremanera en lo que la tenía ocupada en sus ratos de ama de casa.
Nunca olvidaré el momento en el que, un sábado de primeros de diciembre por la tarde, me llegó un mensaje al móvil. “Ya tienes a la puta de tu madre disponible. Cuando estés solo lee el correo. De nada, Manoli. Borra este mensaje.”
Mi primera reacción fue de enfado. Mucho hablar de discreción y me manda este mensaje al móvil. La segunda reacción fue de excitación. Si me lo había mandado era porque necesitaba decirlo cuanto antes. Y eso daba muy buenas perspectivas de que efectivamente habría hecho muy bien su trabajo. Durante la cena, sin haber leído aun el correo electrónico, experimenté, por primera vez en mi vida, la verdadera sensación de que en pocos días podría estar follando con mi madre. Me sentía extraño pues mi relación con ella era la misma de siempre, nunca habíamos hablado nada. ¿Cómo se suponía que podría tirármela más temprano que tarde?.
Un intenso ardor en el vientre me hizo dejar de cenar. Me disculpé diciendo que me encontraba mal del estómago. Me levanté, cogí el portátil y me encerré en el despacho con la excusa de trabajar un poco antes de acostarme. Pasados unos quince minutos desde que entré, permanecía de piedra ante el portátil. Era plenamente consciente de que el trabajo de la perra de mi cuñada había finalizado, y que sí yo no la cagaba, en unos días el nombre de mi madre figuraría el segundo en la lista de mis yeguas verdaderas.
Esta es la conversación que mi cuñada tuvo con mi madre; y tras la cual me dejó a mí el peso de la operación y el camino bastante allanado:
L: Hola.
S: Hola Leonor, cariño. ¿Cómo te va?.
L: Mal, tendría que haberte dejado ir el día que nos conocimos.
S: jajajaja. ¿Por qué?.
L: Me has hecho fijarme en chavales de la edad de mi hijo.
S: Eso es normal, mujer. Con nuestra edad aun estamos en plena forma para satisfacer a jóvenes. Nuestra experiencia, además, es un grado que les gusta. Pero oye, que a mi hijo no te lo presto.
L: jaja, tranquila mujer. Ya ves, todo se une en la vida. A lo mejor eres una especie de ángel mandado desde el cielo para hacerme abrir los ojos y no enterrarme con cincuenta y cuatro años. Desde que me divorcié no he tenido ninguna aventura con nadie; y no me he planteado siquiera conocer a hombres. Y una tiene sus necesidades. A lo mejor, intento tener algún amigo.
S: Te invito a ello, estás en una posición inmejorable para disfrutar de la vida.
L: El problema es que no sé cómo conocer a chicos así. Por Internet es más difícil de lo que pensaba, y no me veo entrando en discotecas.
S: Quien algo quiere algo le cuesta. Tira de hilos, a lo mejor atraes un pececillo fogoso.
L: Muy graciosa, no es fácil.
S: No creo que haga falta que te diga que tienes a un hijo de treinta….
L: ¡Pero qué dices!, yo no podría….
S: No digo que hagas nada. Te digo que indagues. Me consta que a muchos jóvenes les atraen sus madres, estoy descubriendo que es algo más habitual de lo que parece. Leonor, si de verdad quieres algo así yo creo que es perfecto; mi experiencia así me lo dice.
L: ¡Qué fácil lo ves todo!
S: Mi consejo es que si verdaderamente quieres, pruebes a ver qué opciones tienes. Invítale a cenar solo a él, ponte guapa…. Algo provocativa, utiliza tus armas. No te lances a ciegas, tantea el camino. Si ves que él está por la labor acelera un poco más, pero sin llegar nunca a decir nada para que no haya arrepentimientos en caso de negativa. Déjale claro, sin decirle nada, que si él quiere te tendrá. No tienes nada que perder y mucho que ganar.
L: ufffff no puedo creerme que me plantee hacer esto. Tengo que irme.
Me vi el lunes con Manoli. La cosa estaba clara, ella seguiría hablando con mi madre habitualmente bajo el personaje de Sofía, pues además se estaban haciendo amigas. Pero poco más podía hacer por mí. Ahora dependía de que mi madre diera el siguiente paso.
Tras hacer un rato el amor, Manoli me pidió poder estar presente de alguna forma. No físicamente, pero si podría grabar algo en el caso de que mi madre diera el primer paso. Yo le dije que ni de coña, que era jugar con fuego. Ella me perjuró que solo sería para verlo en mi compañía. Que yo podría guardar las grabaciones en secreto y encriptadas.
Solo necesitó una mamada gloriosa y el dejar que la meara encima para convercerme. Cuando una de mis yeguas se porta bien yo soy bueno con ellas.
El jueves, mientras trabajaba, recibí una llamada. “mama”, descolgué nervioso.
“Hola hijo, te pillo ocupado?”.
“No mamá, dime”
“he pensado que puedes venir a cenar el sábado a casa”
“Perfecto, se lo diré a …..”
“no, prefiero que vengas tú solo. Es acerca de la herencia de mi padre. Tengo una pequeña duda legal…”
“pero no se si podré ayudarte”
“No quiero que venga nadie más porque es cosa familiar. Tu ven y dame tu opinión sobre algo, no me acaba de cuadrar”.
“Está bien, estaré allí sobre las diez”
“Hasta el sábado”
Aturdido dejé de hacer lo que estaba haciendo. Me fui al baño y me masturbé. No daba crédito, me sentía algo mareado, necesitaba una copa.
Compré tres pequeñas cámaras. Coloqué una en el salón camuflada en la lámpara, apuntando al sofá. Por si acaso. Las otras dos estarían en el cuarto de matrimonio de mis padres. Una tras una muñeca de porcelana de la mesilla de noche, apuntando hacia la cama. Y la otra la tendría en mi abrigo, el cual dejaría sobre un pequeño escritorio que hay al lado de la ventana; desde el que se tiene una perspectiva inmejorable de la amplia cama.
A continuación llamé a mi cuñada y le pedí que fuera a verme allí.
Cuando se lo conté me abrazó y me dio un largo morreo. Estaba emocionada y excitada. Se sentía útil, la puerca dela Manoliútil… quien se lo iba a decir. Me despedí de ella, no quise follarla. Necesitaba estar muy caliente el sábado, no haría nada hasta entonces.
Decidí no hacerme ilusiones y andar con pies de plomo. “Joder”, pensé, “es algo personal. Necesito tener una buena sesión de sexo con mi madre”. Decidí no dudar en el momento que lo viera claro. Pero me prometí no dar un paso en falso antes.
Lo tenía todo preparado, todo menos yo. Nunca se está preparado para algo así. No me lo acababa de creer y hasta que no sucediese no sería verdad. Todo o nada, el sábado a partir de las diez tendría la respuesta a ello.
Le dije a mi mujer la mentirosa verdad: que iba a cenar con mi madre y a solucionarle un problema legal familiar. Añadí que luego tomaría algo con algún amigo y que llegaría tarde. Ella quedó conforme.
Pantalón vaquero y camiseta blanca de manga corta, ceñida al busto de gimnasio. Y un abrigo para el frío de diciembre. Así me presenté en la puerta de la casa de mi madre. Tras respirar profundamente pulsé el timbre.
Al abrir, mi madre me recibió con una dulce sonrisa. Un beso en cada mejilla. Me quité el abrigo y lo dejé sobre el perchero de la entrada. Ella me acarició el brazo, hice fuerza para que lo encontrara duro y fuerte.
Madre – Vienes muy fresco, vas a resfriarte. Subiré un poco el aire acondicionado.
Me ofreció una cerveza, ella tomaba otra, se quedó en la cocina acabando de ultimar la cena, me ofreció que esperase en el salón.
Me senté ante la tele algo decepcionado. Vestía en chándal, cómoda de estar por casa. Quizá llevaba demasiadas expectativas, quizá mi mente había hecho el tonto. De repente oí su voz desde la puerta del salón, asomaba su cabeza.
Madre – La cena ya está lista, cenemos y luego te comento lo de la herencia. Antes voy a cambiarme. Hasta ahora.
Hijo – No hay problema, aquí espero yo. Si me quieres dejar esos papeles mientras les puedo ir echando un vistazo.
Madre – No te preocupes, eso luego, ahora disfruta de la cerveza.
A penas pude escuchar el taconeo por el pasillo cuando de repente entró en el salón. Cualquiera con gusto por las maduras se hubiera quedado perplejo ante lo que vieron mis ojos. Tuve que reaccionar, se e había comprado ropa nueva para la ocasión, y había tenido un exquisito gusto en elegir algo sexy y elegante a la par; sabiendo aprovechar sus virtudes a la perfección. Si Manoli hubiera estado presente me habría hecho señas de a por ella. Sin duda buscaba guerra. Sin duda se había vestido para acabar follando; y solo estábamos ella y yo.
Tuve que pestañear y beber un buen trago de cerveza para despertar del shock.
Mi madre aparecía ante mí con zapatos de tacón rojos y medias negras. El color negro de las medias parecía no acabar nunca; justo al final un dedo de carne en la zona superior de sus muslos. Justo ahí empezaba la parte inferior de un minúsculo traje de una sola pieza. Color rojo con estampados en gris y verde. No exagero si digo que solo había menos de una cuarta de tela entre su cintura y las medias, las cuales no iban con encaje y se divisaba perfectamente el final de ellas en la parte superior de los muslos.
El traje le abarcaba bien todo el ancho de caderas, sin quedársele más apretado por ningún sitio, como si se lo hubieran hecho a medida para la ocasión. La cintura no se apretaba, dejando a sus caderas mejor ubicadas. Y se remataba en un escote monumental. Con los pechos muy levantados y un escandaloso canalillo apretado entre los dos melones.
Vestía pidiendo guerra de tal manera que lo más correcto era habernos puestos a follar sin mediar palabra. Pero el miedo de ser madre e hijo y la vergüenza que en ese momento teníamos ambos de estar deseando algo tan prohibido, hizo que tomáramos al menos la decencia del teatrillo previo que nuestra vida merecía.
Cenamos poco y sano. Algo de pescado y verduras. Con vino blanco. Tras la cena nos sentamos en el sofá del salón y bebimos algo mientras ella sacaba los papeles.
Se puso justo a mi lado y se cruzó de piernas. Ahora el trozo de muslo entre las medias y el vestido había crecido, sentía su coño respirar a mi lado, estaba justo ahí. Me preguntaba de qué color serían las bragas.
Empezó a hablar, no sin antes colocarme el escote bien a vista, para cerciorarse si me fijaba en él.
Madre –  Es una tontería, pero como ves….. aquí. No dice claramente que entre los hermanos nos dividimos la finca del pueblo.
Hijo – Hace casi un año que murió el abuelo. Creo que es hora que lo abordéis. No creo que el tito y las titas pongan pegas. Lo mejor es que vayáis a un abogado y zanjéis el tema. Os recomiendo vender y repartir. Tengo entendido que es lo más lógico y justo; sobre todo en un caso como este en el que el testamento no zanja el asunto de forma clara.
Su cuerpo olía a la colonia de siempre. Perfume de mama, el que tengo en la pituitaria desde niño. Pero su cuerpo se me presentaba como algo novedoso; sin duda nunca visto así. Era un cuerpo que se hacía necesitar, la necesitaba. Necesitaba a mi madre, de una forma en la que nunca la había necesitado. Ella nunca me falló, así que tenía claro que tampoco iba a fallarme esa noche. Es una sensación extraña que no se muy bien explicar, pero que la percibí esa noche por primera vez. De repente no tuve nervios, de repente no me sentía excitado de la forma obscena con la que abordo a Manoli. Es como si entre ambos se hubiera extendido una cubierta química de seguridad y confianza. Además percibía que mi madre sentía lo mismo. No hacía falta decir nada. No había miedos, ni temor. Había amor. El amor que se empezó a gestar cuando yo era parte de ella; y ahora llegaba a nuestros corazones de la forma animal más natural y pura.
Ella dejó los papeles sobre la mesa y me estrechó en sus brazos. Me colocó la cabeza entre sus pechos, sobre el canalillo, y me acarició la mejilla y el pelo. Yo la abrazaba por la cintura.
Madre – ¿Estás bien cariño?
Hijo – Estoy mejor que nunca mamá.
Entonces ella bajó la cremallera del vestido y se desabrochó el sujetador que sostenía muy altos los pechos. Yo estuve algo apartado mientras lo hacía. Ante mí cayeron las sandías más dulces y perfectas del jardín del edén. Con pezones oscuros y exageradamente grandes. Ella me acunó de nuevo en sus regazos. En esta ocasión aproveché para lamer los pechos de mamá. Los acaricié y ensalivé. No había prisas, el tiempo se había detenido; el tiempo, mejor dicho, no existía. Porque el amor materno filial es atemporal, eterno, único, divino y profundo.
Madre – Antes de irte, ¿acompañarías a mama un rato en su cama?
Hijo – No hay prisas. Si quieres duermo contigo esta noche. Mi mujer no sabrá nada, muchos sábados duermo en casa de un amigo. Me tiene dicho que si dan las seis de la mañana ni me moleste a aparecer por casa.
Madre – Esa mujer tuya. Creo que no sabe entenderte.
Hijo – A veces pienso que no. No me merece ¿no crees mama?
Madre – Estoy segura de ello. Ven a mi cama hijo. En ellas estarás a gusto. Mañana es otro día, ¿vale?
Hijo – Ojalá tarde mucho en llegar mañana, te necesito.
Como pueden ver mis estimados lectores, soy un cabrón de aupa. Capaz de hacerme el corderito más inocente del mundo para follarme a mi madre y grabarlo. Con la excusa de coger el móvil y apagarlo coloqué la chaqueta sobre la mesita de escritorio de la habitación de mis padres. Aproveché que mi madre entró un momento en el baño para colocar las dos cámaras a gusto. Grabarían unas cuatro horas, y serían silenciosas al terminar. Todo un lujo de quinientos euros cada una. Todo sea por tener feliz a mi yegua Manoli. Aunque ahora me disponía culminar toda una pieza de caza de coleccionista. La jaca de cincuenta y cuatro años de mi madre.
Sonó la puerta del baño, mi madre venía a mi encuentro. Me senté en la cama y puse otra vez la cara de niño bueno, de corderito que nunca ha roto un plato. De marido incomprendido………….
Se sentó a mi lado y se quitó los tacones. Una tenue luz de esquina iluminaba toda la habitación. Sus pechos seguían al aire, eran inmensos. Me contuve en no propasarme, todo a su tiempo, ahora a ser buen nene.
Ella me abrazó y me atrajo otra vez hacia sus senos. Yo los volví a lamer de forma detenida y suave. A lo más que me atreví fue a agarrarlos apretándolos un poco, y sopesarlos.
Madre – ¿te gustan los pechos de mama?
Hijo – Son muy grandes y dulces.
Madre – Son tan tuyos como míos. Tu único alimento durante ocho meses.
La abracé y le besé la mejilla. Luego deslicé un poco la lengua por su cuello, ella gimió.
Madre – Métete en la cama. ¿Quieres?
Asentí con la cabeza. Antes de hacerlo me quité la camiseta y los pantalones. Me acosté solo con los calzoncillos. Ella me miró complaciente, sonriendo dulce y queda. Con mirada de madre y pupilas de tigresa en celo.
Se puso en pie ante la cama ya conmigo dentro. Lentamente levantó las piernas y se quitó las medias ante mis narices. Luego dejó caer el vestido, debajo no tenía nada. Se quedó unos segundos de pie para que pudiera verla. Su triángulo parecía cuidado y con pocos pelos. Sus caderas y traseros eran muy amplios y mucho más bellos de lo que hubiera jurado.
Apartó las mantas y se tumbó a mi lado.
Madre – Ahora mama va a hacerte algo con mucha dedicación y cariño. Espero que sepas entender el amor y devoción que voy a derramar en mis actos. Espero no molestarte, solo se trata de pasar un buen rato. ¿Estás seguro que quieres que sigamos?. Este es el momento de echarnos atrás, hijo mío.
Hijo –  Deseo estar en esta cama hasta el amanecer. Deseo sentir tu calor. Mama te deseo.
“Esta perra no me conoce, me habla como si tuviera quince años”. Pensé.
Me acarició y metió su mano bajo el calzoncillo. Me besaba los bíceps, el cuello y el pecho. Su mano empezó a moverse algo torpe bajo mi ropa interior. Su mano estaba sobre mi polla erecta. Cuando la agarro me miró algo sorprendida, tal vez no la esperaba en ese estado. Estuve tentado de decirle que suelo tenerla así cuando una hembra de semejante calibre me metía en su cama, pero prefería seguir siendo el niño bueno de mamá, al menos de momento.
Le facilité la labor, eso sí, quitándome los calzoncillos. Mi polla, enorme, quedó suspendida en el aire entre las sábanas. Ella, ahora con mejor acceso, la empezó a masturbar lentamente mientras seguía besándome.
Madre – ¿Así voy bien?. ¿te gusta?.
Hijo – Me encanta el calor de tus manos.
Siguió así demasiado rato. Empezaba a pensar que no iba a ir mucho más lejos. Tal vez estaba aun atemorizada por que me sintiera molesto. Yo estaba repleto. Con su cuerpo pegado al mío, su piel me resultaba suave y flexible. Su lengua me daba mucho calor. Temeroso de que todo quedara en una paja y un beso de buenas noches, decidí tomar cartas en el asunto. Había que empezar a pasarlo en grande. Madre e hijo, mujer y hombre, en la misma cama. La hembra merecía la pena.
Me incorporé y me coloqué a los pies de la cama. La abrí de piernas sin decir nada. Ella se acomodó, respiraba agitada. Le abrí el coño con las manos, era bonito, grande y cuidado. Le pasé la lengua de arriba abajo. Noté como ella respondía estremeciéndose. Lo lamí así durante un rato, como un león que lame la piel de su presa antes de comerla. Luego busqué el clítoris y meneé la lengua con desparpajo y constancia. Ella gemía queda, y me agarraba la cabeza. Ninguno decíamos nada, pues no hacía falta. Le metí uno, dos y hasta tres dedos mientras mi lengua continuaba su trabajo. No era un coño delicioso pero estaba por encima de la media.
Al rato me incorporé y nos miramos a la cara. Joder, es mi madre. Mitad vergüenza, mitad excitación. Ella me miraba seria, aparentemente excitada y sorprendida por mi cambio de actitud e iniciativa. Ahora estaba bajo mi dominio, lo sentía. Era una presa fácil al fin y al cabo: una mujer de edad y necesitada. ¿Cómo no me había percatado de eso antes?. Eternamente agradecido a Manoli.
Le sonreí, ella me correspondió con otra sonrisa. Su cara me lo decía todo, estaba en mi poder. Siento cuando eso es así y me gusta la sensación de superioridad. Estaba confiadísimo y el hecho de que la perra de turno fuera mi madre no hacía más que aportar un extra de excitación.
Me levanté sobre la cama y me agaché en cuclillas sobre su cara mientras me masturbaba. Le agarré un poco por la mejilla.
Hijo – veamos lo bonita que tienes la boca por dentro, mamá.
Ella la abrió mostrándome los dientes y la campanilla. Yo saqué todo el capullo y se lo metí en la boca. No quise de momento ir más adentro, esperé a ver cómo respondíala Yegua.Ella, mansa, movió la lengua alrededor del capullo. La saquñe y la metí de nuevo, ahora ella ya la recibió con la lengua fuera. De nuevo otra vez, ahora más profunda. Mi polla estaba considerablemente grande. Esta vez la metí entera y toqué con la garganta habiendo metido tres cuartas partes de ella. Ella resistió estoicamente el taladro de carne que le llegó, aunque tuvo ciertas arcadas.
Luego se libró de esa postura y se incorporó. Me tumbó en la cama y me agarró de nuevo la polla. Esta vez no se lo pensó ni media vez. Fue hacia ella y se la metió en la boca, dejándome el culo a su alcance. Yo se lo azoté repetidas ocasiones hasta dejarlo muy rojo. Ella, mientras, lo movía lentamente en un movimiento de balancín. Se estaba empezando a soltar, sabía que esta yegua iba a responder así. Casi lloro de la emoción; me emociona que me salgan bien las yeguas. Y madre no hay más que una.
El resto de la mamada, bastante buena por cierto, estuve metiéndole el dedo índice de mi mano derecha en el ano, lentamente. Cuando se levantó y dejó de mamar, lo tenía casi entero dentro. Se lo saqué y ella se apresuró a lamerlo. Tras lamerlo se me quedó mirando.
Madre – ¿va todo bien amor?
Hijo – Irá mejor cuando mi mama se suba a cabalgarme un rato.
Madre – Si amor. Espero estar a la altura.
Hijo – Te quiero mama. Yo también espero que lo estés.
Me miró algo avergonzada, sin duda no esperaba mi respuesta. Mi tono de voz habñia cambiado por completo. Sin duda le estaba dejando claro que era su hijo y mi amor hacia ella siempre será infinito. Pero en ese momento era un hombre muy caliente, con una grandísima hembra (todo hay que decirlo) en la cama. Y quería tener una follada grande e inolvidable.
Se subió y se agarró a mis manos sobre la almohada. Medio me tenía prisionero en esa postura. Se clavó y empezó a moverse lentamente. Su cuerpo, maduro y voluptuoso, se movía con mucha naturalidad. Al subir, dejaba sus pechos en mi cara, momento que acostumbraba para lamerlos cuanto podía. Al bajar, los restregaba por mis pechos y luego los lamía con su pequeña lengua cálida y húmeda.
Estuvo así un rato. Luego me soltó las manos y las apoyó en mis costillas. Ahí empezó una follada sostenida a medio ritmo. Menos gustosa pero muy agradable, y ante la que me podía sostener mejor sin correrme. Lo hacía considerablemente bien, gemíamos al compás. Cuando nos mirábamos me sonreía de forma cómplice y dulce. Pero cuando dejaba de hacerlo su cara se transformaba en una más viciosa y excitada.
Metió una marcha más. Se colocó erguida, con su cuerpo formando un ángulo de noventa grados con el mío. Ahí empezó a refregarse muy fuerte. Yo, desde abajo, hice lo que pude moviéndome hacia arriba en cada envestida suya. Me estaba viendo superado y no me quería correr tan pronto, detuve la follada.
Se vino hacia mi y nos acariciamos un rato. Volví al montañoso mundo aparte de sus melones. Ahora, al sabor dulce de su piel se le sumaba el salado del sudor. Otorgando a mis sentidos toda una sesión de aromaterapia madre-hijo.
Hijo – mamá, estas muy rica
Madre – que cosas más bonitas me dices amor. Te quiero.
Hijo – Eres la mejor mujer con la que he estado nunca. Quería que lo supieras.
Madre – Me alegro. No sabes lo que me llena de orgullo oírte decir eso.
Hijo –  Quiero follarte a cuatro patas, mamá
Madre – Pensé que no ibas a pedírmelo nunca. Vamos mi niño.
Se colocó a cuatro patas. Los muslos amplios y el culo grandioso. Las rodillas bien clavadas y su cara apoyada en la almohada. Se le veía un cuerpo muy pequeño desde atrás. Me quedé un rato observándola, mientras me masturbaba lentamente y le daba unos azotitos.
Ella empezó a moverse ansiosa.
Madre – Vamos nene, enséñame que eres capaz de hacerle a tu madre cuando se pone así.
Guardé silencio, de nuevo la azoté. Ella gemía como si ya la estuviera follando.
Madre – Vamos cabrón. Fóllame.
Sonreí placentero. La tenía justo donde quería.
Hijo – Así me gusta, buena jaca. Eso es mamá.
Madre. Ummmmm si. Soy tu jaca. Mátame hijo de puta, clávamela hasta matarme.
Hijo – Buena yegua eso es. Antes prométeme que serás mi yegua de aquí en adelante.
Madre – Seré tu yegua. Fóllame ya nene.
Hijo – Así me gusta mamá, que seas buena hembra. Estoy orgulloso de ti.
Me coloqué detrás y la taladré con fuerza y velocidad. Me concentré en darle una follada monumental. Y tengo que decir, no sin orgullo, que lo conseguí. Aguanté más de lo que hubiera firmado antes de follarla así. Ella gemía como una loca y arqueaba su espalda de arriba abajo, y hacia los lados; como poseída por el demonio. Era le prueba definitiva, la doma oficial de mi nueva yegua. La azoté fuerte y terminé agarrándola por los hombros, literalmente encima de ella, corriéndome con fuerza dentro de su coño.
El chorro de semen fue brutal. Cuando acabé de escurrir la última gota me tumbé a su lado. No dijimos nada. En parte por pudor por lo que había pasado.
Desconozco en qué momento me quedé dormido. Cuando me desperté olía a café y tostadas. Mi madre estaba en la cocina preparando el desayuno.
Hijo – Buenos días.
Madre – Buenos días amor.
Me besó en la mejilla. Desayunamos en silencio, no sabía muy bien qué decir. Ni siquiera sabía si arrepentirme de todo.
Cuando desayunamos ella recogió los restos y vino hacia mí. Dejo caer el viejo camisón naranja que se había puesto al levantarse. Ante mí de nuevo toda su desnudez y su belleza. Pero más bellos y dichosos fueron mis oídos cuando ella abrió la boca.
Madre – Hijo mío, aquí tienes a tu yegua, móntame un rato antes de irte.
Nota del autor:
Al final he contado más detalles de los que en principio pensaba acerca de la doma y conquista de mi segunda yegua. Como pueden ver es ni más ni menos que mi madre.
Sigan pendientes, mis queridos pajilleros, porque próximamente os presentaré a la tercera de las yeguas a las que he tenido la suerte de follar lo más cabronamente que he podido. Aunque también narraré algunas nuevas aventuras con las yeguas que ya conocéis.
Recordad:
Yegua número 1 : Manoli. Mi cuñada (mujer del hermano de mi novia)
Yegua número 2 : Leonor. Mi madre.
¿Alguna idea de quien puede ser la tercera?.
Os quiero, tontines.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
caballerocapagris@hotmail.com

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