Alicia bajó a desayunar bastante despejada pero, en cuanto vio a su madre, se acordó de lo ocurrido el día anterior.
– Hola cariño. ¿Que tal has dormido? – Preguntó ésta.
– Bueno, podría haber dormido mejor…
– Pues espero que te recuperes rápido, que todavía tenemos cosas que hacer.
Alicia la contestó con algo parecido a un gruñido y la observó mientras ponía el desayuno. Sabía que su madre era atractiva, pero nunca había tomado consciencia de lo atractiva que era. Llevaba puesto un ligero pijama, algo transparente, que se ajustababa sus curvas. Todavía no se había puesto sujetador, al igual que ella, y se veía que aun así, sus pechos se mantenían en su sitio de manera mas que aceptable para su edad. ¿Como había pensado que esa mujer no iba a haber buscado pareja desde lo de su padre? Que ingenua…
Pero… ¿Por que con él?
– Hola cariño, ¿ Que tal has dormido? – Preguntó Elena a Claudia, que acababa de entrar.
– Puff… Me costó mucho dormirme… Estaba sonando algún ruido… Como resoplidos o algo así… – Alicia se ruborizó al darse cuenta de que esos ruidos eran sus gemidos. – Menos mal que cesaron pronto.
– Pues te digo lo mismo que a tu hermana, espabilate, que en cuanto venga Frank tendréis que ayudarle a colocar las persianas.
– ¿Queeee? ¿Va a venir otra vez? – Exclamó Alicia, visiblemente molesta.
– Deberías estarle mas agradecida. Además, no se que problema tienes con él, es un chico majisimo.
Alicia iba a replicar pero entonces (“Ya tienes la merienda preparada”) las palabras se atravesaron en su garganta.
DING DONG
Mierda. Acababa de llegar el chico majisimo.
– Venga, daos prisa y acabareis antes. – Dijo Elena levantándose a abrir la puerta.
A Alicia le entraban ganas de vomitar al pensar en los dos solos. ¿Como se habrían saludado?
Su madre entro riendo en la cocina, seguida de Frank.
– Hola chicas, ¿Listas?
– ¡Casi! – Dijo Claudia. – ¡Voy a hacer pis y empezamos!
Un nuevo gruñido salió de la boca de Alicia.
– Vamos Alicia, id subiendo que tu hermana ahora va. 
– Esta bien…
Todo lo que tenia que hacer era pasarle a Frank las herramientas, o sujetarle lo que necesitara, así que era un tanto aburrido. Nada mas llegar Frank se quitó la camiseta.
– ¿Tienes que hacer eso? ¿Por que tengo que verte medio en bolas?
– Es un país libre, tu puedes hacer lo mismo. Ademas, muchas mujeres matarían por verme así. – Contestó, guiñando un ojo.
– Anda, cállate y empieza, que no quiero estar aguantandote toda la mañana.
Frank se subió a una silla y comenzó a marcar la pared para hacer unos taladros. La diferencia de altura dejó a la chica una vista perfecta de las abdominales del chico y de su…
– ¡Ya estoy aquí! – Exclamó Claudia al entrar. Alicia rápidamente apartó la mirada, roja como un tomate, y comenzó a rebuscar en la caja de herramientas como si fuese lo mas interesante del mundo. – ¿Que necesitáis que haga?
– Pues de momento animar el ambiente, por que tu hermana esta de un humor de perros… – Contestó el chico.
– O mas bien de perras. Lo que le hace falta es que le den un buen meneo.
– ¡Claudia! – Replicó Alicia, enfadada. – Si vas a venir aquí a tocar los cojones ya te estás yendo.
– Vale vale… No me muerdas…
– Acércame el taladro, anda. – Cortó Frank. 
Alicia, mientras ignoraba la charla entre el chico y su hermana metiéndose con ella, echaba miradas furtivas al cuerpo que tenía enfrente. Realmente podía llegar a entender que su madre se hubiese fijado en él, aunque no le gustase reconocerlo. Tenía un cuerpo musculoso y fibrado, alto, atlético… Seguramente se había aprovechado de ella en algún momento de debilidad…
¿Cuando había sido la primera vez? ¿Cuantas veces lo habían hecho? ¿Cuanto tiempo llevaban haciéndolo? Por lo que les escuchó ayer, habían repetido varias veces, por que según Frank su madre había mejorado…
– ¿…me escuchas? ¿Ali?
Volvió a la realidad.
– ¿Eh? S-Si… ¿Que quieres ahora?
– Sujeta aquí.
Alicia se levantó poniéndose a su altura para sujetar la persiana. Le llegó el olor corporal del chico, mezcla de su gel de baño y sudor. Contrariamente a lo que podía pensar, era bastante agradable.
– ¡Claudia! – Sonó desde el piso de abajo. – ¡Ven a echarme una mano!
La chica salió de la habitación corriendo.
Volvían a estar solos.
Alicia no podía ni mirarle a la cara.
– Mas arriba.
– ¿Que?
– Que sujetes mas arriba. ¿Que te pasa? Estás en babia.
– Yo… – Veía los musculosos brazos haciendo fuerza con el taladro. Las palabras se le atragantaron.
– A ver si va a ser verdad que necesitas un polvo, como dice tu hermana.
Eso fue la gota que colmó el vaso. Verle follando con su madre, llamándola su “zorrita”, haber llamado a Gonzalo desesperada, follar con el y, a diferencia de otros tiempos, haberse quedado a medias. Sus juegos con “Manolo”, correrse pensando en…
Dejó caer lo que estaba sujetando.
– ¡¿Pero que haces?! 
– ¡Cállate! !Yo no soy una zorrita!
– ¡¿Que?! – Frank no entendía nada. – ¿De que me estás hablando?
– Ayer os vi. A ti. Y… A mi madre. Eres un cerdo, ¿Como has podido…?
La cara de Frank cambiaba a medida que escuchaba, pasó de sorpresa a mostrar una socarrona sonrisa.
– ¿Asi que nos viste? ¿Cuando fue? ¿Ayer? Me dio la impresión de haber oído algo, pero estaba bastante ocupado como para preocuparme por ello.
Alicia le soltó una fuerte bofetada que casi le hace caer de la silla.
– Como se te ocurra volver a tocar a mi madre…
– ¿Que? ¿Que vas a hacer? Tanto tu madre como yo somos lo suficientemente mayorcitos para saber lo que hacemos. Y te aseguro que tu madre sabe muy bien hacerlo.
Nuevamente Alicia se lanzó contra él, pero ahora estaba prevenido. La agarró y bajaron los dos al suelo, forcejeando. Era demasiado fuerte, la chica no tenia nada que hacer. Frank la cruzó los brazos ante el pecho y, de espaldas, la apretó contra él para inmovilizarla. Alicia se quedó paralizada, podía notar perfectamente contra su culo el enorme rabo del chico.
– Vale ya de comportarte como una niñata, no tienes ni idea, así que no hables sin saber. Tu madre y yo vamos a seguir haciendo lo que queramos, quieras tú o no.
Entonces, casi imperceptiblemente, Frank notó como Alicia movía ligeramente el trasero.
Guardó silencio.
Dio la vuelta a la chica y la agarró del cuello.
– ¿A lo mejor lo que tienes es envidia?
– S-Sueltame, no digas tonterías.
– Dime, ¿Te pusiste cachonda viendo como me follaba a tu madre? – Alicia apartó la mirada. – ¿Te gustaría haber estado en su lugar? – La sonrisa del chico se hacia cada vez mas grande. – Viste como me la comía, como le gustaba, estaba disfrutando como una perra. ¿Eres una perra tu también?
– No… Dejame… 
Frank llevó su mano a la entrepierna de Alicia y apretó ligeramente su sexo.
– ¿Estas cachonda ahora? – La chica tenía la boca entreabierta y dejó escapar un leve gemido. – No puedes ocultarlo, lo llevas en la sangre, eres una zorra al igual que tu madre.
Aunque Alicia sabía que debía enfadarse por ese comentario, extrañamente la calentó mas aún. Quería abandonarse al placer, dejarse llevar y quitarse la obsesión que crecía en su mente desde su pequeña sesión de voyeurismo.
Frank la soltó y la empujó suavemente el hombro hacia abajo y Alicia se dejó caer de rodillas. Era como si estuviese fuera de su cuerpo y no tuviese ni la capacidad ni la voluntad de frenar sus actos. Vio como Frank desabrochaba sus pantalones y mostraba ante ella una enorme polla aún sin estar empalmado.
– Vamos Ali, seguro que sabes bien lo que tienes que hacer.
Tímidamente atrapó el monstruo entre sus manos y lo miró absorta. Podía notar como reaccionaba al contacto, como sus venas se remarcaban poco a poco y, mientras comenzaba un ligero movimiento de vaivén, como empezaba a ponerse más y más dura.
Usaba las dos manos y aún así no podía agarrarla entera. En unos pocos segundos tenía el enorme falo apuntando a su cara en toda su extensión.
“¿Mi madre se tragó esto entero?” Fue lo único que pasaba por su cabeza. Estaba absorbida por la negra piel que tenía entre manos. Sacó la lengua y se acercó lentamente, notando el olor de la polla mientras se acercaba. Lamió ligeramente el glande una vez y luego otra, humedeciéndolo con su saliva, viendo como relucía debido a ello.
Tenía un sabor parecido a la polla de Gonzalo y a la vez distinto, no sabría explicarlo. Miró a Frank a los ojos mientras lamía y vio la sonrisa de satisfacción en su boca. Y su mirada…
Era una mirada de superioridad, como sabiendo que la chica que tenía ante él estaba a su merced. Era su zorrita.
Alicia se estremeció al pensar en ello y comenzó a introducir el rabo en su boca. Comenzó un rítmico movimiento con el cuello, intentando tragar un poco mas en cada acometida, sentía que iba a ahogarse si continuaba, pero no deseaba parar.
Cuando vio que era imposible introducirla más, acompañó la mamada con sus manos, masturbando mientras tragaba. Aumentó la velocidad, veía como la miraba Frank y eso la ponía todavía más. Se sentía sometida, era su zorrita, era su puta.
– Eres una chupa pollas de primera, igual que tu madre. – Frank agarró la nuca de la chica y acompañó sus movimientos. – No te preocupes, poco a poco acostumbrarás la garganta hasta que te la puedas tragar toda. Vas a disfrutar notando mis huevos rebotar en tu barbilla.
Alicia separó la boca y se dispuso a replicar pero, en vez de eso, levantó el rabo del chico y comenzó a lamerle las pelotas. Estaba desatada, ¿Como había llegado a tal punto?
Llevó su lengua desde los huevos a la punta y se la metió de golpe de nuevo, acelerando sus movimientos.
– Eso es puta, eso es. Siempre he sabido que detrás de esa actitud de mierda se escondía una verdadera guarra. Sois todas iguales, lo lleváis en la sangre. Pufff…. No pares ahora, ya viene la merienda putita, no dejes escapar nada.
Las manos de Frank se aferraron con fuerza a la nuca de la chica, impidiéndola separarse. Alicia podía notar como el rabo palpitaba, anunciando la inminente corrida que tendría que tragar sin remedio.
– ¡¿Como vais chicos?! – Se oyó a la madre de Alicia desde el piso de abajo. – ¡¿Os falta mucho para acabar?!
– ¡No! – Contestó Frank, descargando en la garganta de Alicia. – ¡Ya estamos acabando!
Alicia no esperaba la cantidad de semen que recibió. Casi se atraganta. Los primeros chorros fueron directos a su garganta pero después Frank la separó lo suficiente como para llenarle la boca de leche. La chica tenía los ojos llorosos y después de tragar comenzó a toser. Rápidamente Frank sacó el móvil y, antes de que la chica pudiera reaccionar, le hizo una foto.
– Mas vale que te recompongas, putita. Creo que sube alguien.- Dijo Frank mientras se abrochaba los pantalones.
 Rápidamente se levantó y Frank volvió a subirse a la silla.
– ¿No deciais que ya habíais acabado? – Preguntó Claudia cuando entró. – ¡Estais igual que cuando me fui!
– Os entendí mal. – Se excusó Frank. – Me refería a que ya había acabado con tu hermana. – La cara de Alicia se tornó roja y bajó la vista al suelo. – Lleva un rato tocandome los huevos y hemos discutido, pero ya se va a portar bien, ¿Verdad? 
– S-Si… – Asintió Alicia, esperando que su hermana no sospechase nada. – Aunque ahora me encuentro un poco mal… Creo que me ha sentado mal el desayuno… Si me disculpais…
Comenzó a salir de la habitación.
– ¡Pero si al final con las prisas no hemos desayunado nada! – Exclamó Claudia confusa.
Alicia se paró en seco, viendo que la había cagado. Balbuceó algún tipo de excusa y se fue a su cuarto.
Estuvo un par de horas sola, hasta que su hermana entró a la habitación.
– ¿Que tal estás? – Preguntó. – Ya hemos acabado todo y mamá ha ido a llevar a Frank a su casa. Ha dicho que tiene que hacer unos recados, así que no la esperemos para comer…
Alicia se puso pálida. Sabia perfectamente los “recados” que tenia que hacer su madre… 
“Ese cabrón…” pensó “¿No tiene suficiente con una?”
– En serio, ¿Te encuentras bien? ¿No te ha venido bien desahogarte?
– ¿Como? – Alicia se puso en tensión. – ¿De que hablas?
– ¿Te crees que soy tonta? – Claudia mostraba una insultante sonrisa de suficiencia. – Se perfectamente lo que has hecho, ¿Y aun así tienes esa cara de acelga? 
Alicia no sabia como reaccionar, su hermana la había pillado con Frank. ¿Se lo diría a su madre? ¿Como reaccionaría ésta?
– Por favor… No se lo digas a mamá…
– ¿A mamá? ¿Por que se lo voy a decir? ¿Te crees que cuando yo lo hago voy corriendo a contárselo?
– ¿Tu… Tu también? 
El mundo de Alicia se vino abajo. ¡Aquel cabrón iba a follarse a toda la familia!
– ¿Eres tonta? ¡Pues claro! ¡Si te lo di yo!
– ¿Que?
– ¡A Manolo! La próxima vez que lo uses, al menos cierra la puerta…
Todas las preocupaciones de Alicia desaparecieron. Su hermana “solo” la había visto masturbándose…
– ¡Ah, si! – Contestó. – L-Lo tendré en cuenta…
Casi no habló en el resto de la mañana, estaba como ida, con una mezcla de sentimientos y sensaciones abrumadora, pero la bomba llegó mientras comía el postre.
Bip Bip.
Era su teléfono móvil. Era Frank.
Cuando miró la pantalla la sangre le desapareció de la cara de la impresión, solo para volver a subir de forma mas intensa debido a la vergüenza.
Era la foto.
Se la veía arrodillada, con la boca abierta y llena de lefa. La polla de Frank estaba ante su boca, rozando sus labios, y su mirada… Sunmirada de lascivia no dejaba lugar a dudas de que estaba disfrutando de ello.
– ¿Quien es? – Preguntó Claudia.
– Nadie. Publicidad.
Bip Bip.
Otro mensaje. Otra foto.
Nuevamente se puso pálida, pero esta vez no recuperó el color. Era su madre.
Estaba en la misma posición que ella, sólo que su madre estaba completamente desnuda. La boca llena de lefa y la polla del chico ante su boca. Sus ojos lucían la misma mirada que los de su hija. 
– Sois como dos gotas de agua. – Le escribió Frank.
Alicia se disculpó ante su hermana y se fue de la cocina, las lágrimas asomaban en sus ojos.
– Cabrón. ¿No has tenido suficiente esta mañana? – Le escribió.
– Cariño, no te preocupes, hay polla para todas. Y además, tu sólo me la has mamado. A tu madre la he follado como la perra que es.
– Eres un cerdo
– No te pongas celosa, que ya te llegará el turno…
Alicia tiró el móvil a un lado y se echó a llorar.
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