Mi cuñada, mi alumna, mi amante (2)

Con el agua caliente cayendo sobre mi cabeza, los remordimientos volvieron a aparecer. Tras 12 años de monogamia, al segundo mes de casado, le había puesto los cuernos a mi reciente esposa, y nada menos que con su hermana pequeña.

Miré mi entrepierna, y vi mi flácido miembro aún embadurnado con los restos del fluido vaginal de mi cuñada mezclado con mi propio semen. Me limpié bien, y mientras me aclaraba, el sentimiento de culpa se convirtió en satisfacción por el polvazo que acababa de echar con el ardiente volcán que es mi joven cuñadita. Salí de la ducha rememorando cada detalle y, recordando con una sonrisa lo de mi mote, me sequé bien con la toalla. En ese momento me di cuenta de que toda mi ropa estaba en el salón-comedor, así que salí desnudo y me quedé petrificado cuando entré en el salón y me encontré con Patty de nuevo.

No se había movido de donde la había dejado, seguía desnuda sentada en el sofá, exhalando humo a través de sus sensuales labios, con una pierna cruzada sobre la otra y con sus pezones duros como para rayar cristal.

Mi polla reaccionó antes que yo mismo, y empezó a alzarse ante la visión de tan sensual imagen.

– ¿Pero no te habías ido?- pregunté sorprendido.

– No hay ninguna prisa, Tere no llegará antes de las 9, así que tenemos tiempo. Acércate.

Seguí paralizado observándola, recorrí con mi mirada su cara y todo su cuerpo desnudo salvo por las botas, ante esta visión mi verga respondió endureciéndose al máximo para apuntar al objeto de su deseo.

Me acerqué al sofá y me quedé de pie ante ella, totalmente desnudo, con mi polla tiesa como una estaca. Ella no se levantó, siguió fumando tranquilamente estudiando con su verdeazulada mirada todo mi cuerpo.

– ¡Cómo me gusta lo que veo!- susurró.

Descruzó la pierna y me mostró su coño con sus labios bien abultados de excitación. Comenzó a acariciarme el pecho con una mano, recorriéndolo y acariciando mis pezones para ponerlos duros. Bajó por mi vientre, deslizando sus dedos con suavidad, y siguió bajando. Acarició mi tremenda erección con delicadeza y sopesó con dulzura mis testículos produciéndome un agradable cosquilleo. Dio la última calada al cigarrillo, lo apagó, y mientras su mano izquierda acariciaba mis huevos su mano derecha empezó a acariciarme mi glúteo izquierdo. Fijó sus ojos en los míos, y sin dejar de acariciarme dijo:

– ¿Te chupa la polla mi hermana?.

– Sí- contesté yo anhelando lo que parecía que estaba por llegar.

– Tienes una polla deliciosa, no me extraña que mi hermana te la chupe todos los días y la quiera para ella sola.

– No me la chupa todos los días, sólo de vez en cuando.

– ¿No te hace una mamada cada mañana?. ¡Qué desperdicio!.

– Me la chupa alguna que otra vez, hasta que ve que estoy a punto y me pide que la folle.

– ¡Qué tía más egoísta!, entonces nunca te ha hecho una mamada como te mereces.

Sus palabras y caricias hicieron brotar la primera gota de mi polla.

– Me voy a comer esta polla y te voy a hacer la mejor mamada de tu vida, ¿te apetece?.

Esa pregunta estaba empezando a convertirse en una especie de código entre ambos. Yo no contesté, simplemente acerqué mi polla hasta sus jugosos labios. Patty besó la punta de mi verga y relamió la gota de líquido mirándome a los ojos. Su mano seguía acariciándome los huevos mientras su lengua recorría toda mi verga. Con los labios de nuevo sobre el glande me miró fijamente con sus ojazos y, sin apartar la vista, fue deslizando mi polla hacia su boca succionándola golosamente.

Sus labios eran suaves y su boca cálida y húmeda. Todo mi cuerpo se estremeció de placer y solté un profundo: “¡Ooooohhhh!”.

Mi cuñada se metió mi rabo en la boca todo lo que pudo, hasta que la punta tocó su garganta, pero aún así no llegaba a meterse todo mi marmóreo falo. Y si cuando se la metió me gustó, ni que decir tiene el gustazo que me dio cuando empezó a sacársela lentamente succionando con fuerza con los labios, hasta que el extremo volvió a salir con un característico: “¡Flock!”, fue increíble.

– Tienes una pollaza enorme y deliciosa- me dijo pajeándome suavemente con su mano.

– Ahora mismo es tuya, preciosa. Si me la chupas tan bien como acabas de empezar, conseguirás que me corra rápido.

– Mmm, es lo que quiero, que te corras pero sin prisa. Quiero disfrutar la polla de mi cuñado y hacerle sufrir de placer hasta dejarle seco. Quiero que nunca puedas olvidar esta mamada y no puedas pensar más que en repetirla.

– Ufff, la expectativa me está matando… ¡cómete mi polla de una vez!.

Patty me sonrió con cara de viciosa, y de nuevo, sin dejar de mirarme volvió a succionarme la verga. Sus movimientos eran pausados, con auténtica dedicación en cada uno. Chupaba y chupaba succionando mi músculo y acariciándolo a la par con su lengua. Yo estaba en la gloria, sin poder dejar de mirar cómo mi falo era engullido por sus sonrosados labios mientras sus ojos me miraban llenos de lujuria.

Poco a poco fui sintiendo que el orgasmo me llegaba, pero ella me la chupaba tan bien y despacio que en lugar de provocármelo inmediatamente, me mantenía todo el tiempo en un preorgasmo placentero y a la vez doloroso, porque mis huevos estaban totalmente llenos y necesitaban descargar.

Estaba volviéndome loco de placer, y empezaba a sufrir deseando correrme. Tras 15 minutos de increíble mamada estaba tan a punto que tuve que avisarla:

– ¡Patty, estoy a punto de correrme!.

Pero ella, en lugar de hacer lo que siempre hace mi mujer: dejar de chupármela y metérsela en el coño, o como mucho hacer que me corra terminándome lo empezado con una decepcionante paja, mi cuñada bajó la vista, cerró los ojos, y continuó succionando con más fuerza acelerando, ahora sí, el ritmo de las chupadas.

Entonces todo ocurrió como a cámara lenta. Sentí los primeros espasmos de mi próstata liberando el contenido que subía desde mis doloridos testículos.

– ¡Patty, me voy a correr en tu boca!- conseguí decir entre jadeos.

Mi querida cuñada debió sentir cómo mi polla se hinchaba aún más y palpitaba dentro de su boca, porque hizo una última y profunda succión con la que se sacó casi toda mi verga de la boca, dejando únicamente mi glande sujeto por sus labios y apoyado sobre su lengua. Esta última succión fue lo máximo para mí.

– ¡Patty me corro!, ¡me corro!, ¡me corroooooohhhh!.

Y así fue cómo todo mi cuerpo se estremeció con un tremendo orgasmo que me hizo mirar hacia el techo con los ojos en blanco. La corrida fue gloriosa, abundante y ardiente. Con varios espasmos descargué toda mi leche en la boca de mi cuñada, que sin sacarse mi glande lo acariciaba con su lengua degustando los borbotones de lefa. Sentí cómo le llené la boca con mi leche caliente y cómo poco a poco la iba tragando para poder seguir succionando y no dejarse ni una gota de mi esencia.

Cuando al fin terminé de correrme, sin respiración, volví a mirar hacia abajo para ver cómo Patty se sacaba la polla de la boca dejándomela totalmente limpia, sin rastro de semen. Se relamió de tal manera, tan eróticamente, que si no hubiese acabado de correrme en ese instante le habría embadurnado la cara de blanco.

– Deliciosa- dijo dándome un cachete en el culo y recostándose en el respaldo del sofá.

Encendió un cigarrillo, y mirándome mientras fumaba, comenzó a acariciarse el clítoris con la mano libre. Tenía el coño empapado, y estaba tan sexy fumando desnuda salvo por las altas botas negras, con las piernas abiertas y masturbándose, que no pude reprimirme. Me puse de rodillas y comencé a chuparle sus enormes tetas, acariciando con mi lengua sus duros pezones. Bajé por su vientre y le metí la lengua en el ombligo, lo que le produjo una carcajada. Seguí bajando y su mano me separó sus labios vaginales para mostrarme su clítoris, y lo ataqué. Estaba duro, caliente y muy suave. Lo acaricié con mi lengua una y otra vez, y ella tuvo que dejar el cigarrillo en el cenicero porque empezó a jadear.

Le succioné el clítoris con mis labios, y ella tuvo que agarrarse sus pechos con fuerza mientras su espalda se despegaba del sofá. Le agarré de su culito y bajé hasta amoldar mis labios a los suyos. El olor de su coño me embriagó y metí la lengua cuanto pude por su chochito dando giros circulares. Su coño ardía y de él manaban deliciosos jugos salados que yo bebía con devoción.

– ¡Ooooh, sssí, cariño!- decía ella entre jadeos-, así es como me gusta. ¡Ooooooohh!, cómeme el coño, ¡ooohhh!.

A pesar de mi reciente corrida en su boca, y del polvazo que le había echado sobre la mesa, mi cuerpo reaccionó como el de un adolescente y mi polla empezó a hincharse de nuevo animada por sus gemidos.

Volví a lamerle el clítoris y succionárselo con los labios. Sus gemidos eran cada vez más largos y aumentaban de tono. De su chocho fluían tantos jugos que con glotonería volví a bajar para bebérmelos todos metiéndole la lengua.

– ¡Ummm, me corro!- exclamó entre gemidos-, ¡Mmmm, Carlosssss, mmme corrrroooo!, ¡Oooooooooohhhhhhh!.

Me agarró de la cabeza atrayéndome a su coño con fuerza, todo su cuerpo se convulsionó y alcanzó un orgasmo que la hizo gritar con mi lengua dentro de su chochito.

Con unos rápidos lengüetazos relamí todos sus jugos, y ella se dejó caer de nuevo totalmente extasiada.

Con mi polla ya morcillona, me levanté y me senté a su lado. Ella me agarró la cara y me dio un largo y profundo beso metiéndome la lengua hasta la garganta y saboreando sus propios fluidos en mi boca. Después, buscó el cigarrillo que apenas había comenzado cuando empecé a comerle el coño y al comprobar que se había consumido, encendió otro ofreciéndomelo.

Al igual que en la ocasión anterior, compartimos el cigarrillo relajadamente y conversamos.

– Qué placer más increíble me has dado- dijo Patty sonriente-. Ha sido una gran comida de coño.

– Aunque creo que no ha sido comparable a la mamada que me has hecho- le contesté-. Ha sido la mejor mamada de mi vida, nunca había llegado tan lejos como para correrme dentro de la boca, ¡ha sido increíble!.

– Cariño, conozco mis dotes como felatriz, y llevaba tanto tiempo deseando probar tu leche que me he recreado especialmente. Tu corrida ha sido deliciosa, he sentido cómo tu polla estallaba en mi boca y me la llenaba con abundante leche densa y caliente. Me ha encantado saborearla, y sentir cómo se deslizaba ardiente por mi garganta ha hecho que mi coño se empapase.

Sus últimas palabras lograron el milagro final, a pesar del poco tiempo transcurrido, mi polla estaba de nuevo lista para la acción. Patty se la quedó mirando mientras le daba la última calada al cigarrillo, y tras apagarlo, me dedicó una mirada cargada de deseo acompañada de una viciosa sonrisa.

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