La vida de Diego no podía ir peor. Desde hacía unos meses, todo iba cuesta abajo. Una compañera a la que odiaba, había sido ascendida en su lugar a directora, arrebatando el puesto por el que tanto había luchado… Y ahora encima era su jefa… Le hacia la vida imposible…   

 

Por si fuera poco, su mujer le había pedido el divorcio. Le había abandonado por un musculitos de medio pelo, más joven que él. ¿En eso habían quedado sus años de amor? Además, se las había arreglado para quitarle casi todo… La casa, el coche… Ahora era de ella… ¡Y encima le tenía que pagar pensión! La muy zorra había alegado malos tratos en el juicio y el no había podido desmentirlo, aunque nunca le hubiese puesto la mano encima.   

 

En sus 45 años de vida nunca se había sentido tan desgraciado… Sus años de casado con Alicia fueron maravillosos… Ella era unos años menor que el, morena, pelo castaño liso… Tenía un cuerpo diez… Con el dinero que ganaba Diego no le hacía falta trabajar, así que se fue convirtiendo poco a poco en una mujer florero, obsesionada con su físico y con las compras. En el sexo era una fiera, y solo de pensar que ahora se la estaba tirando ese cabrón…   

 

En el trabajo no le iba nada mal tampoco. Llevaba mucho tiempo en la misma empresa y había ascendido a lo más alto. Ganaba bastante dinero y su trabajo le gustaba… Pero esa zorra de Eva… Siempre la había odiado, y tener que obedecerla le sacaba de sus casillas… Y ella además hacia todo lo posible por hacérselo pasar mal… Le mandaba tareas de muerda y le ninguneaba delante del resto de la gente…   

 

Desde que todo empezó a irle mal, había gastado su tiempo libre en ir a un pequeño club de carretera a tomarse unas copas… Ni siquiera se tiraba a alguna puta… Con el dinero que tenía que pasar de pensión a su mujer no le daba para esos lujos, pero como tampoco le apetecía estar en el cuchitril en el que vivía ahora…   

 

Y allí se dirigía ahora. Estaba entrando en el 7Pk2, que así se llamaba el sitio, cuando escuchó por megafonia que iba a empezar la actuación de Rachel y Christie. Entonces se le escapó una sonrisilla, ese par de hermanas eran la bomba. Hacían un espectáculo de streptease temático, a veces eran policía y ladrona, india y vaquera… Siempre disfraces “opuestos” y al final una de ellas acababa follando brutalmente a la otra sobre el escenario.   

 

No se creía que realmente fueran hermanas… Había que ser muy depravadas para acceder a hacer eso… Pero era excitante pensarlo y habían elegido bien a las actrices, el parecido entre ellas era asombroso.   

 

Se tomó una copa viéndolas y regresó a su apartamento. El día siguiente tenía una dura presentación y tenía que estar fresco y despejado para aguantar a la zorra de Eva…   

 

Y todo se fue a la mierda…   

 

La muy puta le había preparado una encerrona. Le había dejado en ridículo y le había humillado delante de todos los directivos de la empresa y, al acabar, le había despedido. Así, sin más.   

 

Ya no tenía nada por lo que mereciese la pena vivir. No quería volver a su cuchitril, que le hacía ver la mierda de vida que tenía. Había estado paseando y se había detenido ante el puente de la autovía, planteándose acabar con todo… Pero no tenía valor para ello… Era un cobarde…   

 

Se decidió a ir al 7Pk2 de nuevo, ese había sido su refugio en los últimos meses así que, ¿Qué mejor lugar para huir de todo?   

 

Cuando entró vió que estaba medio vacío, era demasiado pronto. Ni siquiera había espectáculo todavía, simplemente le alegraban la vista las camareras con sus escuetos uniformes. Aun así, se pidió un whisky sólo.   

 

– Buenos días, que pronto has venido hoy, ¿No?   

 

Se dió la vuelta para ver quien le había hablado y se quedó mudo. Una impresionante asiática, con el pelo negro, largo y liso estaba frente a él. Unos espectaculares ojos verdes atraían las miradas casi tanto como su cuerpo. La había visto alguna vez por el local, por lo que tenia entendido, era la dueña.   

 

– ¿P-Perdón? – Diego estaba extrañado de que se dirigiese a él de forma tan directa.   

 

– Que normalmente sueles venir más tarde… ¿ Qué ha pasado? – La mujer quedó mirando fijamente a los ojos del hombre. – ¿Te han echado del trabajo?   

 

¿Era un chascarrillo? Seguramente… No podía saber eso…   

 

– No te preocupes. ¡Diana! – Dijo, llamando a la camarera. – El señor esta invitado a todo lo que tome.   

 

– Gra-Gracias… – Diego no sabia que decir. Se quedó observando su vaso, sin atreverse a mirar aquellos profundos ojos verdes que parecían traspasarle.   

 

– Llevas un tiempo viniendo aquí para ahogar tus penas. – Dijo la asiática, rompiendo el silencio. – ¿Y que has conseguido arreglar con eso?   

 

Diego se quedó mirando a la mujer, pensando que le querría decir con aquello…   

 

– Perdón, no nos han presentado. Tamiko, Tamiko Aizawa. Soy la dueña del local.   

 

– Diego Lozano. Soy el que viene aquí a ahogar sus penas. – Contestó con algo de sorna.   

 

– No has contestado a mi pregunta.   

 

La mirada inquisidor de la mujer le ponía algo nervioso. Apartó la vista de ella.   

 

– ¿Qué quiere decir con arreglar? Esto es un puticlub… Lo único que puedo arreglar aquí es la carga de mis huevos… Y no tengo dinero para ello…   

 

– ¿Y no te gustaría ser capaz de hacer algo?   

 

-…   

 

– ¿Ser capaz de arreglar tu vida? ¿De volver a tener éxito?   

 

Aquella mujer le hablaba como si supiese exactamente por lo que estaba pasando.   

 

– ¿De… Vengarte?   

 

Venganza. Esa palabra activó el pensamiento de Diego, y Tamiko se dió cuenta de ello. Lo que realmente deseaba era vengarse… Vengarse de la zorra de Eva por humillarle, por despedirle. Vengarse de la zorra de su mujer por dejarle tirado como a un perro. Vengarse del cabrón musculitos que se la había quitado y ahora disfrutaba gastándose su pensión…   

 

El silencio se alargaba entre los dos. La asiática miraba fijamente a Diego. Había planteado su pregunta y ahora quería que fuese él el que diese el paso.   

 

– ¿Cómo se supone que haría todo eso? ¿Y a usted que le importa lo que haga o deje de hacer?   

 

– Bueno, el cómo es algo que tratariamos más tarde…  si estuvieses dispuesto a hacer un pequeño trato… Y lo que me importa o deje de importar… Digamos que en este trato las dos partes saldríamos ganando…   

 

– Y ese pequeño trato… ¿En que consistiría?   

 

– No adelantemos acontecimientos… Si estás realmente dispuesto, ven aquí a las 22:00. Te estaré esperando en mi despacho. Te expondré nuestro trato y me dirás si aceptas o no. Si no lo haces, no volverás a tener noticias mías jamás. Pero. Si lo aceptas… No habrá vuelta a atrás…   

 

Diego quedó pensativo. Cogió su copa y dió un largo tragó de whisky. Cuando volvió a girarse, la mujer había desaparecido.   

 

Ni siquiera se molestó en salir del local, para darle vueltas a la cabeza… ¿Qué mejor sitio que aquel? Unas copas más de whisky le habían mantenido en un estado de ligera embriaguez, sin llegar a estar borracho. Cuando llegaron las 22:00 simplemente se levantó y se dirigió al despacho de la mujer.   

 

Había decidido escuchar lo que tenia que decirle, ¿Qué podía perder? Era demasiado cobarde para acabar con todo, pero era lo suficientemente desgraciado como para estar dispuesto a probar cualquier cosa.   

 

TOC TOC  

 

– Adelante.   

 

Diego entró dubitativo. No sabia que esperar de ese encuentro.   

 

– Veo que te has decidido a venir. La verdad es que no dudaba de que lo hicieras…   

 

La mujer estaba sentada tras un escritorio, observandole con aquella penetrante mirada. Todo el ambiente olía a lilas… A lilas y a grosellas… Era un olor agradable.   

 

– ¿Y bien? – Preguntó Diego.   

 

– Qué impaciente… Siéntate por favor.   

 

– Usted me dijo que me daría la posibilidad de recuperar mi vida… Y de vengarme… – Dijo mientras se sentaba.   

 

– No. No me gusta que tergiversen mis palabras… Tu vida esta pérdida. El Diego Lozano que tenía éxito y era feliz no existe, ni volverá a existir.   

 

El hombre no entendía nada.   

 

– Pero sí puedo darte una “nueva vida” en la que todo irá sobre ruedas. Y además, podrás ejecutar tu venganza.   

 

– ¿Nueva vida?   

 

– Exacto.   

 

El silencio de Tamiko le indicó que no revelaría nada más sobre eso.   

 

– ¿Y que saca usted de esto?   

 

– Tu me pertenecerás. Estarás a mi servicio y me servirás de cazador.   

 

– ¿Cazador?   

 

– Si. Necesito carne fresca en el burdel, y tu me la proporcionaras.   

 

Diego comenzó a atar cabos… Solo de imaginarse a las zorras de Eva y Alicia trabajando allí se le puso la polla como una piedra.   

 

– ¿Y como se supone que “cazaré”?   

 

– Eso de momento es irrelevante. Ahora solo debes saber que tu vida cambiará por completo en el momento que aceptes el trato… ¿Estás dispuesto a dar borrón y cuenta nueva, y comenzar una nueva vida de éxito y poder? ¿O te darás la vuelta y volverás a tu cuchitril, a rezar para reunir el valor suficiente para tirarte por ese puente? Es tu decisión.   

 

Diego solo necesitó media fracción de segundo para decidirse.   

 

– Acepto.   

 

Tamiko Aizawa se levantó y le tendió la mano. El hombre hizo lo propio. La mano de la asiática tenía una firmeza que nunca había visto en una mujer… Tanta que poco a poco comenzó a notar que sus propias fuerzas flaqueaban. La miro a los ojos y vió como sonreía.   

 

– Adiós, Diego.   

 

La oyó decir, antes de desmayarse.  

 

——————- 

 

Abrió los ojos lentamente, desperezandose. No reconocía el lugar donde se encontraba, ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era haber estado en el 7Pk2… Todo era muy confuso… Entonces, le vino a la cabeza la imagen de Tamiko Aizawa, la dueña del burdel y lo recordó todo. Se incorporó en la cama solo para notar como llevaba algo en la cabeza… algo que le colgaba y le rozaba los hombros… ¡Era pelo! Agarró con su mano una larga cabellera morena… Un momento… ¿Qué le pasaba a su mano? Era más pequeña… más… delicada… Apartó las sabanas para dirigirse a un espejo que había en una pared lateral y, del shock de lo que vió, volvió a caer sobre la cama.  

 

¡Tenía tetas!  

 

 

 

Inmediatamente apartó el resto de la sabana para comprobar con estupor que su polla y sus huevos habían desaparecido. En su lugar había un coño perfectamente rasurado. Estaba completamente desnudo… Bueno… Desnuda, en un lugar que no conocía. ¿Qué cojones había pasado?  

 

Se levantó de la cama y se dirigió al espejo. No sabia que le habían hecho, pero por lo menos habían tenido buen gusto… El espejo le devolvía la imagen de una mujer espectacular. Pelo negro, largo y ondulado, la piel suave y blanca, unas tetas perfectas, desafiando la ley de la gravedad con su firmeza, unas piernas larguísimas y definidas y un culo espectacular. Pero, de todo lo que vió, lo que más le llamó la atención fueron sus ojos… unos ojos verde esmeralda que le recordaban a los de la dueña del burdel. 

 

Desnuda como estaba, comenzó a recorrer la casa. Parecía que estaba sola. Estaba totalmente equipada, equipo de música, televisión, DVD, la nevera llena…  

 

En una mesa encontró un periódico abierto en la página de las esquelas. Ocupando un cuarto de página, había una dedicada a él… La fecha databa del 17 de Julio. Ni siquiera sabía en que día estaba. 

 

Así que era verdad que no volvería a ser Diego Lozano. 

 

No estaba preocupado por lo que estaba viendo, librarse de la vida fracasada que tenía era un alivio. Solo tenia en mente de qué manera le ayudaría todo eso a obtener su venganza. 

 

La puerta de la calle se abrió y apareció Tamiko.  

 

– Buenos días, Diana. Parece que ya te has despertado.  

 

– ¿Diana? ¿Esa soy yo ahora?  

 

– ¿Qué mejor nombre para una cazadora, que el de la diosa romana de la caza?  

 

– ¿Qué me has hecho?  

 

– ¿Yo? Todavía nada.  

 

– ¿Y esto? – Preguntó Diana, señalando su cuerpo desnudo.  

 

– Eso no te lo hice yo… Pero es necesario para lo que tengo planeado para ti.  

 

Diana se quedó en silencio, decidiendo qué quería preguntar a continuación.  

 

– ¿Qué día es hoy? – Preguntó al fin 

 

– 5 de septiembre.  

 

Diana lanzó el periódico a la mesa que estaba enfrente de la asiática.  

 

– ¿Qué significa eso?  

 

Tamiko observó la esquela. La tranquilidad con la que le estaba hablando Diana la satisfacía, se estaba tomando los cambios muy bien, realmente deseaba deshacerse de su anterior vida, tanto que no le importaban las consecuencias.  

 

– Diego Lozano ya no existe. Como te dije, al aceptar nuestro trato tendrías una nueva vida llena de éxito y poder, y lo primero que había que hacer era deshacerse de la antigua. Ahora eres Diana y tendrás que aprender a vivir con ello.  

 

– ¿Qué es este lugar?  

 

– Tu nueva casa. – Diana puso cara de incredulidad al oír eso. – No querrás volver a aquel cuchitril, ¿Verdad?  

 

– ¿C-Cómo? ¿Tanto vas a sacar de mi?  

 

– Y no sólo eso. Tienes un coche esperando abajo, móvil, ordenador… Y si necesitas algo más no tienes más que pedirlo… Pero no te equivoques, esto no es cosa mía. Tengo varios… contactos con una corporación muy interesada en nuestras habilidades.  

 

– ¿Nuestras habilidades?  

 

– Ahí quería llegar yo. ¿Recuerdas la última vez que nos vimos? ¿No notas nada distinto?  

 

Diana comenzó a recordar el encuentro anterior. Obvió el hecho de que ya no iba a mear de pie, pues suponía que no se refería a eso… Y entonces se dió cuenta. Se giró y avanzó hacia el espejo, mirando detenidamente los intensos ojos verdes que ahora poseía.  

 

– T-Tus ojos… – Dijo. – Parecía que pudiesen ver a través de mi… De examinar cualquier rincón de mi mente… Y ahora… Ahora no tengo esa sensación…  

 

– ¡Exacto! Veo que no me equivoque a elegirte. Te he otorgado el mismo poder que poseo. El poder de controlar a quien quieras. – Diana estaba sin habla, intentando asimilar las palabras de Tamiko. – Verás, en la antigua China, se creía que las mujeres de ojos verdes eras enviadas de los cielos, con la capacidad y la misión de orientar al resto de los mortales. Deberías saber que toda leyenda tiene algo de verdad. Pertenezco a esa antigua estirpe de enviadas de las diosas… Y ahora tu también.  

 

– Por eso debiste convertirme en mujer antes…  

 

– Exacto.  

 

– ¿Y como uso ese poder?  

 

– Lo primero que tienes que hacer es aceptarte a ti misma. Tu cuerpo y tu mente deben ser uno para que puedas controlar la mente de los demás.  

 

La cara de la chica era un poema. No tenía ni idea de como hacer eso…  

 

– No te preocupes. Es más sencillo de lo que parece. De todas formas, esta tarde te traeré a alguien para que practiques.  

 

– Entonces… ¿Ya está? Diego Lozano ha muerto y ahora soy Diana, una emisaria de las diosas en la tierra. ¿Todo es tan fácil?  

 

– Cómo te dije antes, hay una corporación muy poderosa detrás de todo esto. Ellos han preparado todo para que Diana tenga una vida. Tienes un colegio en el que estudiaste, instituto, universidad, trabajos que has realizado… Todo para que seas una persona real.  

 

– ¿Qué corporación haría tal cosa?  

 

– Tiene muchas ramas, pero la más importante es Xella Corp.  

 

– ¿Xella Corp? Nunca la había oído…  

 

– Claro que no, saben cuidarse muy bien. Pero te aseguro que están en más sitios de los que piensas… Ya lo iras descubriendo.  

 

Diana se quedó en silencio.  

 

– Bueno, te dejo a solas. Tienes ropa en los armarios y tu documentación en el cajón de la entrada. Esta tarde regresaré.  

 

Ropa en los armarios. No se había dado cuenta de que seguía desnuda… Aún así, antes de vestirse se acercó a ver su documentación. Diana Querol. Ese era su nuevo nombre. Dejó la documentación sobre la mesa y se dirigió al armario.Cuando lo abrió, vió la gran cantidad de ropa de la que disponía, ¡Qué barbaridad! Vestidos, pantalones, faldas, shorts, blusas, camisetas, tops… Por no hablar de la ropa interior… Había una cantidad ingente de lencería, medias, ligueros, tangas, culottes, sujetadores… Todos eran tremendamente sexys… Se imaginó a si misma poniéndose toda aquella ropa y, aunque tenía un cuerpo de escándalo, le pareció ridículo. En un lado de la habitación estaba el zapatero, repleto de zapatos con tacones altísimos… ¿Cómo iba a subirse a eso? Nunca lo había hecho. Estuvo un buen rato para ponerse el sujetador. Si era difícil quitarlo como hombre, tampoco era fácil ponerlo como mujer. Se puso un culotte y un pantaloncito de chándal con una camiseta para estar por casa y se dirigió al ordenador.

 

Pasó horas buscando información de Xella Corp y Tamiko Aizawa, pero no consiguió encontrar nada…

 

La puerta volvió a abrirse y Tamiko la atravesó acompañada de una mujer rubia que andaba dócilmente tras ella. 

 

– Esta es Missy. – Dijo la asiática. – Será tu cobaya.

 

Diana miró a la mujer a los ojos, y cuando los de ésta se cruzaron con los suyos, una marea de emociones y pensamientos la invadió, haciendo que apartase la vista.

 

– ¿Q-Qué ha sido eso? – Preguntó Diana, asustada.

 

– Cuando entres en contacto con una de tus víctimas, serás capaz de ver cada rincón de su mente, todos sus pensamientos, recuerdos, emociones… TODO. Cuando domines tu poder, serás capaz de moldearlo a tu antojo.

 

Diana pensó en lo que había visto, sin atreverse a mirar a la mujer de nuevo. No era capaz de sacar nada en claro de aquella amalgama de imagenes y sonidos…

 

– Ahora está tranquila porque la tengo bajo mi control. Te la dejaré atada para que no tenga manera de escapar. Quiero que la domines y la controles. Cuando seas capaz de hacerlo estarás preparada para la caza de verdad.

 

Tamiko enganchó una cadena al cuello de la chica, así como unos grilletes y una mordaza y la ató en una barra que había en un lado del salón.

 

– Volveré en un par de días, si necesitas algo, llámame.

 

Nada más salir por la puerta, la calma que tenía Missy desapareció, y la chica comenzó a revolverse y a lanzar gritos amortiguados por la mordaza. Diana se acercó a ella para realizar un nuevo intento, pero con el mismo resultado. La avalancha de imagenes y recuerdos la abrumaba y no era capaz de sacar nada en claro. Estuvo varias horas, dándose cuenta de que Missy no podía evitar mirarla a los ojos… Se revolvía, intentaba luchar, pero sus ojos la atraían como la miel a las moscas. Todos sus intentos fueron infructuosos, sólo consiguió un enorme dolor de cabeza así que decidió dejarlo para el siguiente día y darse un baño relajante.

 

Se dirigió al baño y se desnudó frente al espejo mientras se llenaba la bañera. Observó el maravilloso cuerpo que tenía ahora. Cuando era hombre, tenía un cuerpo normal, algo de barriguita, no era muy alto, se estaba quedando calvo… Ahora no. Como Diana, tenía un cuerpo que los hombres desearían y las mujeres envidiarian. Se imaginó que habría hecho con una mujer como ella y comenzó a calentarse. 

 

Se metió en la bañera y comenzó a enjabonarse, recorriendo su nuevo cuerpo, sus nuevas curvas. Se detuvo más tiempo del necesario en sus nuevos pechos, como hombre nunca le habían resultado excitantes sus pezones, pero ahora… El roce era maravilloso. 

 

Las sensaciones de calentura eran distintas también. Notaba el ardor por todo el cuerpo, cada caricia, cada roce lo aumentaba. El placer no estaba limitado a su entrepierna, sino que era global. 

 

Comenzó a descender e introdujo su mano en su coño. Dejó escapar un gemido de la impresión, era extraño tener algo dentro. Podía notar perfectamente lo lubricada que se encontraba, sus dedos entraban y salían con facilidad. Se detuvo en cada uno de los pliegues de su sexo, descubriendo las sensaciones que eso le reportaba. Con la otra mano se acariciaba el cuerpo. Pasaba de los pezones a sus caderas, sus piernas, sus pechos de nuevo… Comenzaron a invadirla oleadas de placer, ¿Qué estaba pasando? Aceleró el ritmo de sus dedos, usando uno para acariciarse el clitoris y otro para recorrer su coño. Los jadeos se incrementaban, comenzó a agitarse y a contraerse. Aquello era más de lo que había sentido nunca como hombre, un inmenso orgasmo la sobrevino haciéndola gritar de placer y, en vez de acabar ahí, siguió masturbandose haciendo que le viniese un orgasmo tras otro. Para, exhausta, y quedó tumbada durante varios minutos, disfrutando de las sensaciones que le brindaba su nuevo cuerpo. 

 

No sabia que una mujer vivía tan intensamente sus orgasmos… Incluso se le había despejado la cabeza, se sentía mejor que nunca… 

 

“¿Es posible que sea…?” –  Pensó Diana. 

 

Inmediatamente salió de la bañera y, desnuda y empapada como estaba, se dirigió a ver a Missy, la miró a los ojos y un mundo nuevo se abrió ante ella. 

 

Era abrumador. Podía ver y sentir a esa mujer como si fuera un libro abierto. Desde su más tierna infancia, todos sus recuerdos estaban a su alcance, seguro que Missy ni siquiera se acordaba de la mayoría de ellos… 

 

Vió que se llamaba Miranda, que tenía una hermana y que era policía. Vió que era independiente y que nunca había querido tener una pareja seria. Vió como la había conseguido Tamiko para ella. Vió el destino de su hermana. 

 

Missy la miraba atentamente sin dejar de revolverse. Diana podía ver sus sentimientos: miedo, humillación, deseo de libertad, odio hacia ella… quería hacerse oír por alguien, quien fuese. Entonces, sin saber bien como, comenzó a “cambiar” su forma de pensar… Hacerla ver que nadie la iba a oír, que no servía de nada resistirse, que sus esfuerzos eran inútiles… Notaba como los pensamientos de Missy cambiaban a la vez que dejaba de luchar. 

 

“¿Así de fácil?” Pensó. “Creo que me va a gustar mi nueva vida” 

 

Se retiro a su cuarto a descansar, mañana seguiría probando sus nuevas habilidades.

 

Antes de dormir, las palabras de Tamiko comenzaron a sonar en su mente. 

 

“Aceptarte a ti misma” “Tu cuerpo y mente deben ser uno”. 

 

Así que todo consistía en eso… aceptar su nueva vida a través de su sexualidad… 

 

Definitivamente, su primer orgasmo como mujer era el que más satisfacciones y beneficios le había dado. 

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