Beatriz miró nerviosa la cajita de cartón que le ofrecía su compañera Silvia. De nuevo, faltaban a penas cinco minutos para empezar otra vez su sesión de noticias por la TV.

– Venga, ábrelo. ¿No tenías tantas ganas de ver lo que había dentro?
Sí, se moría de ganas, pero al mismo tiempo le asustaba, porque se lo había mandado su Amo Alex, dispuesto a someterla y humillarla en directo. Seguro que lo que había dentro la pondría delante de las cámaras en una situación todavía más vergonzosa. Pero su coño hambriento necesitaba todavía emociones más fuertes.
Nerviosa, abrió la caja.
Dentro encontró una cadenita plateada, de algo más de una cuarta de longitud. Y en cada uno de los extremos, dos pinzas pequeñas también plateadas, de aspecto complicado.
Silvia no le dio mucho tiempo a pensar.
– Quítate el body negro, ya.
Instintivamente Beatriz obedeció, quedándose solo con aquel sujetador rojo que era la mínima expresión, porque no tapaba ni los pechos ni los pezones. Otra vez sintió el corazón empezando a acelerarse, y el calor circulando por su cuerpo.
Silvia abrió y cerró las pinzas un par de veces.
– Pero si son pinzas japonesas….
Beatriz la miró con cara extrañada. No estaba muy puesta en juguetes para sado.
– Verás que curiosas son, zorrita….
Silvia cogió uno de los pezones de Beatriz y lo acarició un poco, haciendo que se pusiera turgente y puntiagudo. Beatriz no podía dejar de estremecerse de placer. Siempre le había gustado que le acariciaran los pechos. Silvia acercó la pinza abierta desde abajo y pilló el pezón. Beatriz apretó los dientes, porque la mordida de la pinza con el pezón tan sensible le hacía un daño suave y constante. Respiró hondo. Sí, lo podía tolerar, concentrándose en el dolor, aceptándolo, asumiéndolo como parte de sí.
Silvia no perdió el tiempo, y sobre la marcha frotó con los dedos el otro pezón oscuro, y le puso la segunda pinza. Beatriz volvió a ahogar un gritito de molestia. Toda su atención estaba puesta en aquellas dos pinzas que mandaban un suave dolor…pero por qué no decirlo, también un ligero placer con lo excitada que estaba. La cadenita colgaba libremente entre los dos pezones.
-¿Soportas bien el dolor ahora mismo, zorrita?
-Sí, Ama Silvia.
Silvia cogió la cadenita con los dedos.
– Verás, la gracia de las pinzas japonesas es que nunca se sueltan. Cuando más tires,  se aprietan más y más….
Mientras hablaba, empezó a tirar hacia sí de la cadenita, poco a poco.
Beatriz empezó a poner cara de sufrimiento. El dolor empezó a crecer inexorablemente, hasta que no pudo más y gritó.
– ¡Ahhhh!
Sivia tiró un poquito más, y Beatriz, para evitar el dolor, dio un paso hacia delante, con el fin de que el tirón de la cadenita se aflojara.
– Quieta, zorrita.
Beatriz, notaba los pezones ardiendo de dolor y de placer, y se detuvo.
Silvia empezó a tirar otra vez, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. La cadenita se fue poniendo cada vez más tirante. Beatriz cerró los ojos y apretó los dientes. El dolor venía otra vez, y ahora ya sabía lo mucho que le podía llegar a doler. Ah, pero también había sabía del placer.
Silvia tiró más y más fuerte. Beatriz plantó los pies en el suelo, mientras sus pezones se estiraban increíblemente hacia adelante. Parecía imposible que su piel se pudiera estirar tanto. Silvia aplicó más tensión todavía, y el sudor empezó a correr por la cara de Beatriz. En el pulso entre placer y dolor, el dolor estaba ganando, y rápidamente. Ya no podía más, no podía. A pesar de apretar los dientes con todas sus fuerzas, finalmente gritó.
-¡Ahhhhhhhhhhhhhh!
Silvia dejo de tirar y dejó la cadena suelta. Pero para Beatriz el sufrimiento no se iba, se había quedado en sus pezones maltratados, mandado oleadas de dolor desde allí hacia todo el pecho y el resto de su cuerpo. Una lagrimita apreció por el borde de uno de sus ojos.
– ¿No me dices nada, zorrita?
Beatriz la miró rendida, y como no contestó, Silvia la abofeteó. Beatriz respiró hondo para tomar aire.
– Gracias, Ama Silvia, por ponerme mi regalo.
– De nada, zorrita. Y ahora vístete, y a presentar las noticias.
Otra vez el pánico por lo que estaba haciendo le impactó. Antes se había exhibido delante de las cámaras mostrando su pechos a través de la tela elástica….pero ahora los espectadores intuirían la cadena y las pinzas plateadas bajo la tela….mostrando con claridad que le iba el sado y la dominación, que se comportaba como una esclava, tan obediente que no le importaba hacerlo en público delante de miles de personas en sus casas.  El mero pensamiento de exhibirse así la excitó como nunca. Ahora mismo se pondría de rodillas delante de Silvia para que le dejara salir a dar las noticias por lo menos con el consolador metido en el coño…y encendido.
Beatriz se puso otra vez el body negro. De nuevo la tela negra empezó a estirarse y ponerse casi translúcida a la altura de los pechos.  Los pezones, aprisionados por las pinzas, parecían que iban a perforar la tela en cualquier momento. Se miró en el espejo de su camerino, escandalizada y muerta de gusto al mismo tiempo. Las pinzas también se marcaban bajo la tela, y el color plateado era evidente. También se intuía perfectamente la cadenita plateada colgando entre los dos pechos duros e inhiestos.
Beatriz aprovechó un momento para escribir en el chat.

“Gracias por mi regalo, Amo Alex.  Ya me lo he puesto, con la ayuda de Silvia”

“De nada, zorrita. Luego te vuelves al camerino cuando acabes”
“Si, Amo Alex”
Beatriz se miró nerviosa. ¿Cómo iba a salir así? Y otra vez casi se le acababa ya el tiempo.
Silvia la apremió, divirtiéndose a su costa.
– Corre, zorrita, que no llegas, corre.
Beatriz cogió sus papeles, temblando ligeramente. El dolor, bajo, pero constante, seguía en sus pezones extendiéndose por los pechos. Salió a toda velocidad del camerino y avanzó por el pasillo que le llevaba al estudio. Al ir tan deprisa, sus pechos saltaban arriba y a bajo, y las pinzas mandaban a cada bote un pequeño nuevo apretón. Dolor y placer, seguido de dolor y placer a cada paso. Varios hombres de mantenimiento se cruzaron con ella por el camino, mirando asombrados y de manera apreciativa sus pechos con reflejos plateados. Se sentía como una puta exhibicionista, pero es que eso es lo que era. Y aquello no le mandaba cada vez más placer a su coño empapado en sus propios jugos, sintiendo la delicia de la entrega a su macho dominante que la usaba como viniera en gana.
Llegó al plató como antes, apenas unos segundos antes de que dieran las 9 en punto.
Su ayudante de cámara estaba al borde de la histeria.
– ¡Beatriz!, el productor ya me ha llamado dos veces, diciendo que demonios está pasando…
El hombre se atragantó y se quedó en silencio cuando vio de cerca a Beatriz. Ella estaba completamente colorada, mordiéndose los labios de nerviosismo, sin poder evitar el mal trago tan dulce que estaba pasando. Pero no dijo nada.
– ¿De verdad que quieres salir…así…?
El hombre no la podía mirar a la cara. Los ojos estaban clavados en los dos pechos enormes y apetitosos tan a la vista, y en los pezones puntiagudos con sus mordidas metálicas que parecían vivos, subiendo y bajando bajo la respiración acelerada de su dueña,  como si palpitaran bajo la tela. Beatriz no dijo nada, y puso una expresión entre agobiada y sonriente.
Su vagina decidió por ella, y asintió con la cabeza.
El ayudante se relamía de gusto con lo que veía.
– Estás para follarte aquí mismo, Beatriz. Pues vamos allá, esto es una locura…..
Beatriz se sentó otra vez en su silla y apoyó las manos sobre la mesa. Respiró todo lo hondo que pudo, intentado serenarse. Esto era otro paso sin marcha atrás en su vida profesional.
– Entramos en 5…4…3…2…1…¡dentro!
Mientras contaba, la angustia y la excitación se disparaban dentro de Beatriz.  Cuando llegó a la cuenta de uno, hubiese bastado que le rozaran el clítoris para tener un orgasmo brutal. Si, tenía un nuevo orgasmo en la vagina, dispuesto a escaparse en cualquier momento. Puso de nuevo la sonrisa más profesional que pudo y comenzó.
– Buenos días y bienvenidos a una nueva edición de las noticias de la mañana….
Pero mientras hablaba solo pensaba en cuantos miles estarían sentados delante de sus televisores, disfrutando como si fuera un espectáculo porno, porque es lo que parecía, viendo como ella se exhibía de manera perversa y descarada delante de todos ellos, en cuantos la estarían grabando, en cuantos se estarían masturbando, en cuantos estarían escribiendo ahora mismo todo tipo de guarradas sobre ella en los chats….Se estremeció de placer.
Se tuvo que detener un instante y apretó los muslos, porque algo parecido a un pequeño orgasmo le recorrió el cuerpo. Aquello era un anticipo…Se quedó con la boca abierta un segundo, disfrutando de aquella sensación, sin poder continuar. Volvió a respirar y continuó.
El ayudante de cámara con una mano controlaba el zoom, con la otra, de manera inconsciente, se acariciaba la polla. Beatriz estaba un poco ida, con la cabeza pensando solo en sexo.
– Hoy la Comisión Europea ha aprobado un gran paquete…un gran conjunto… de medidas anticrisis….
Beatriz solo era consciente de sus pezones, apretados dolorosamente por las pinzas, y en su vagina que parecía que tenía vida propia.
– Respecto a la prima de riesgo, dos son los pezones,….dos son las razones por las cuales el interés de la  prima de riesgo ha encadenado grandes subidas de placer….,  grandes subidas, al parecer, queremos decir…. provocadas por la desconfianza de los mercados y ….
Beatriz, sonreía más y más, sin saber como salir del atolladero donde se estaba metiendo. Las hormonas la tenían en un estado de felicidad, en el que todo le daba igual.
El ayudante ya daba las noticias por perdidas, y se entretenía en ir acercando el zoom cada vez más, de manera que cada eran más evidentes las delicias  que se escondían bajo la tela negra.

Siguieron las noticias por medio mundo, las  trágicas y las curiosas. Luego los deportes.

– Ayer el líder de la liga goleó el colista en un partido entretenido y vistoso. El delantero del equipo local tuvo una tarde inspirada, marcando tres goles, aunque recibió una tarjeta amarilla al mostrar mis tetas en público…al mostrarse sin camiseta en público, queremos decir, después del tercer tanto…
El ayudante de cámara negaba una y otra vez. Todo aquello era un desastre.
– Les dejo con la previsión del tiempo. Es un doloroso placer tener que despedirme de  ustedes, y desde aquí les agradecemos sus compañía y su atención durante este a segunda edición de noticias, que espero que les haya gustando tanto como  la primera.
Una última sonrisa de Beatriz durante varios segundos y…
– Estamos fuera.
Beatriz se llevó las manos a la cara, sin acabar de creerse lo que estaba haciendo. Su ayudante recuperó el habla.
– Desde luego, si lo que querías era subir la audiencia, creo que debemos ser el programa más visto de todas las cadenas a esta hora de la mañana.
Beatriz no dijo nada, y como antes, salio huyendo hacia su camerino. Sí, el placer era tan intenso…, pero la vergüenza lo era más todavía, y lo peor, o lo mejor, es que eso le daba todavía más placer.
Por el pasillo escuchó algunos silbidos de admiración, pero ella no paró hasta que llego al camerino y entró.
Su compañera Silvia estaba dentro esperándola. Dio tres o cuatro aplausos lentos, mientras sonreía mordiéndose los labios de satisfacción.
– Muy bien zorrita, pero que muy bien. Ahora todo el mundo sabe la puta esclava en la que te estás convirtiendo.
– Si, Ama Silvia.
Ahora que estaba en su camerino, con más tranquilidad, se deba cuenta de que lo que decía su compañera era completamente cierto. Pero no podía evitarlo, nunca en su vida había estado tan excitada como ahora, con lo que estaba haciendo, dejando que un desconocido y su compañera la degradaran de aquella manera, dejando que su vida se fuera por la borda entre orgasmo y orgasmo.
Beatriz se sentó y escribió en el chat.
“Amo Alex, ya he vuelto”
“Muy bien, zorrita, me encanta lo obediente que eres. Estabas preciosa con tus pezones tan turgentes. Se notaban perfectamente las pinzas y la cadena, sobre todo gracias al zoom que te hacía tu ayudante de cámara. Ahora mismo te estoy viendo por la webcam  y estar preciosa. Seguro que otros miles de hombres como yo han disfrutado esta mañana de lo buena  que estás y lo zorra que eres. Ahora vas a hacer otra cosa…”
“Dime que quieres que haga, Amo Alex”
“Te vas a quitar el body negro y el sujetador, te vas a poner de rodillas, con las manos a la espalda, mirando hacia la puerta….ya veremos que pasa”.
Beatriz seguía con una calentura terrible, muriéndose por que se la follaran otra vez. Por lo menos el que la siguieran exhibiendo le ayudaba a mantener la excitación que tenía.
“Si, Amo Alex, ahora mismo”
“No te olvides que te estoy viendo en todo momento desde la webcam”
Beatriz se quitó el body y se desabrochó el sujetador. Sus pechos desnudos estaban duros como piedras, con los pezones enrojecidos y morados  por las pinzas japonesas. El dolor seguía allí. Pero la imagen de sus pezones unidos con la cadenita de plata era de una gran belleza y sensualidad. Se quedó unos segundos delante del ordenador portátil, disfrutando de exhibirse delante de su amo. El coño le seguía ardiendo, anhelando más sexo. Luego se levantó, quitó la silla de en medio, y se arrodilló. La vagina seguía chorreando sin parar, sintiendo como el placer se iba acumulando allí, en ese punto.
Sandra se acercó y cogió otra vez  la cadena con una mano.
– Me encanta esto, zorrita, nunca pensé que podría disfrutar tanto teniéndote a mis pies, pudiendo hacer contigo lo que quiera.
Con una mano le acarició la cara, pero con la otra puso la cadena tirante. Las pinzas se apretaron un poco más sobre los pezones. Beatriz apretó los dientes.
– Bueno, zorrita, es cuestión de equilibrar, para que todo sea más soportable…Bájate el tanga hasta las rodillas.

Beatriz, ansiosa, lo hizo. Deseaba que jugaran con su clítoris, sentir su vagina llena otra vez. Silvia aprovechó par coger de nuevo el consolador plateado. Estaba vez lo puso en marcha directamente, generando un zumbido poderoso que solo anunciaba placer. Lo acercó hasta el clítoris de Beatriz, y lo fue masajeando con el consolador metálico.

Beatriz se estremeció de placer con los ojos cerrados. Al mismo tiempo, Silvia fue tirando suavemente de la cadenita. El placer se mezcló el dolor, haciendo una mezcla explosiva. Silvia empezó a meter aquel tubo de metal vibrante en la vagina de la sumisa, que gemía de nuevo dejándose llevar por aquella sensación nueva y terrible.
 Sin dejar de masturbarla, Silvia daba pequeños tironcitos a la cadena tensa. El dolor venía a ráfagas, y Beatriz empezó a gritar de dolor…y de un placer único, nuevo. Se agarró las manos a la espalda fuertemente y cerró los ojos, para poder soportar en toda su plenitud aquella situación que le desbordaba. No quería parar por nada del mundo.
Como si fuera una cosa lejana, escuchó la puerta abrirse, pero a ella ahora mismo todo le daba igual. Le daba igual quien entrara, quien la viera. Le daba igual la vergüenza de mirar a alguien a la cara y que la viera como una guarra sumisa disfrutando con sus perversiones. El que la vieran tanto por la webcam como en vivo, jadeando, dominada por su compañera incluso la excitaba más y más. No, no quería  parar. No quería dejar de sentir el placer de su vagina mandando un placer inmenso, y sus pezones mandado un dolor inaguantable.
Pero de golpe Silvia paró. La cadena quedo floja y suelta entre sus pezones malheridos, y para su desesperación, el consolador salió de su vagina y se quedó mudo. Las lágrimas de dolor se mezclaron con la de frustración.
Alguien había entrado en el camerino y había cerrado la puerta tras sí.
– Pero… que… coño… es… esto…..
La voz masculina era de incredulidad, de sorpresa…de admiración.
 Beatriz abrió los ojos y se atragantó.
Su jefe, el productor de las noticias de la mañana, estaba allí en el camerino, vestido de traje de chaqueta y corbata, con la boca abierta y los ojos desorbitados, con un brillo animal en ellos. Era un hombre de unos cincuenta años,  sólido, fuerte, resuelto, con algunas canas en la sienes que le hacían enormemente atractivo entre el personal femenino del estudio. De hecho, circulaban muchos rumores de las aventuras entre el productor y algunas de las presentadoras, Silvia entre ella, aunque Beatriz todavía no estaba entre sus conquistas.
El productor seguía mirando fijamente los pechos al aire, los pezones turgentes con las pinzas, la cadenita que se movía rítmicamente con la respiración ajetreada de la sumisa arrodillada.
– Joder, Beatriz, la que has montado este fin de semana…
Pero no la mira a los ojos, solo a aquellos pechos deliciosos y torturados. Beatriz se quedó quieta, paralizada por la vergüenza y la sorpresa, notando como se iba poniendo roja por momentos. Y sin moverse, sin saber que hacer, porque las órdenes de su amo era que se quedara allí quieta, de rodillas.
Silvia se sonrió y medio le tiró un guiño a su jefe.
– Vamos,  Jaime, como si no te disfrutarás lo que estás viendo…que yo sé que a ti te gustan las cosas fuertes…
El jefe asintió en silencio, todavía con los ojos recorriendo la anatomía deliciosa de Beatriz, vestida solo con la minifalda, y el tanga rojo bajado hasta las rodillas.
– Silvia, déjanos solos, tengo que hablar con ella de temas profesionales.
Silvia tuvo que contener la risa perversa, pero decidió obedecer.
– Si tu quieres me voy, Jaime, pero no me importaría quedarme, de verdad que no.
Pero el jefe negó con la cabeza, hipnotizado con lo que estaba viendo. Ni en la más caliente de sus fantasías se hubiese imaginado tener a la buenorra de Beatriz a sus pies y en aquella situación. Así que Silvia se encogió de hombros y salió.

Se hizo el silencio en el camerino. Beatriz se mordía los labios. Aquello se le iba de las manos, cuando todo había empezado como un simple juego sexy. Notaba su vagina tan excitada,  y sabía que cada vez le gustaba más y más el camino de perdición que estaba tomando.

Allí arrodillada, no se atrevía a mirar a su jefe a la cara. Veía su cintura, y por debajo del pantalón suelto, como su polla empezaba a hacer un bulto enorme.
– Beatriz, tengo un centenar de e-mails en mi cuenta de correo sobre como has dado las noticias ayer y hoy..y no dejan de llegar.  Algunos nos ponen verdes, otros se preguntan como puedes dar las noticias así…Menos mal que las ocho de la mañana no es horario infantil…
Su jefe se sonrió.
– También hay algunos que dicen que nunca han visto las noticias con tanto interés…
Jaime se movió delante de ella, paseándose un poco.
– La verdad es que todo esto me está causando problemas, y voy a tener que ser muy persuasivo con los jefes para no tener que abrirte un expediente, o incluso como dicen algunos de los e-mails, echarte directamente.
Beatriz  cerró los ojos un momento, siento como la vorágine de la situación amenazaba con llevarse por delante su vida profesional, como sometiéndose a un desconocido, estaba arruinando su vida. Pero la sensación de obediencia y entrega se hicieron más intensa que nunca, y resultaba en más placer.
– ¿Qué voy a hacer contigo, Beatriz, eh?
Beatriz se estremeció, viendo como todo se iba al garete.  La única solución era una huida hacia delante, continuar hasta el final,  asumiendo todas las consecuencias de sus actos. Ya no había marcha atrás en todo lo que había empezado.
Así que contestó la única respuesta posible.
– Puedes hacer conmigo lo que quieras, Jaime.
Aquella era una respuesta muy amplia….donde cabía de todo.
– Tendrás que ser tú también muy persuasiva conmigo para que me preocupe por ti….
Dio un par de pasos hacia ella, hasta colocarse delante de ella, a una cuarta de distancia. Beatriz dudó solo un instante, lo suficiente para que su jefe le abofeteara una vez con fuerza. Su jefe, que siempre la había tratado correctamente, con amabilidad, que alguna vez se le había insinuado…ahora no tenía miramientos con ella al verla comportarse como una puta exhibicionista y pervertida.
– Venga, perra. Detesto tener que pedir las cosas.
Beatriz, aturdida, rápidamente levantó los brazos y con diligencia buscó la cremallera del pantalón y la bajó.
– Lo siento, no volverá a pasar.
La tela del  boxer estaba tan elástica como cuando ella estaba mañana se había puesto su body negro sobre sus pechos. Parecía que iba a reventar. A pesar de todo, acarició con gula la tela, recreándose en la maravilla que seguramente habría debajo. Tiró de la tela hacia abajo, y al momento se escapó una polla larga y tiesa, en plena erección. Acariciando aquel pene duro, Beatriz hasta se sintió orgullosa de ser ella la responsable.
Sin que le dijeran nada más, empezó a besarlo y a lamerlo. Con avidez se lo metió en la boca, sintiendo el glande protuberante, tragando polla y probando con los labios la dureza en toda su longitud.
– Mucho mejor, perra, mucho mejor….

Su jefe la agarraba la cabeza y empujaba con suavidad con las caderas, recreándose en follarle la boca a su empleada. Beatriz metió la mano y sacó los huevos de su jefe fuera de la cremallera. Empezó a masajearlos mientras se tragaba todo lo que podía la polla de su jefe, con auténtica ansia. Estaba en la gloria.

– Ponte de pié, perra.
La voz de su jefe era apremiante.
Beatriz lo hizo al momento.
– Quítate el tanga del todo.
Beatriz se agachó un momento y lanzó el tanga en medio de la habitación. Se moría de ganas por lo que venía ahora; habría suplicado desesperada por lo que venía ahora.
– ¿Cómo quieres que me ponga, Jaime?
Sin  miramientos, su jefe la agarró por los hombros y la puso mirando hacia la mesa del camerino. Ella comprendió al momento lo que quería. Dobló la cintura y apoyó los codos en la mesa, separando las piernas, dejando su coño accesible por detrás. Como la perra que era, pensó.
Su cara quedó a unos escasos centímetros de la pantalla del ordenador. Su amo Alex seguía escribiendo.
“Uhmmm, te van a follar para mí, me gusta. Pero me has desobedecido, te dije que te quedaras de rodillas. Como  castigo, vas a coger la cadenita con los dientes mientras te folla tu jefe”
Beatriz cogí la cadenita y tiró de ella hasta la boca. Casi no llegaba. Tuvo que agachar la cabeza y tirar un poco para que alcanzara hasta los dientes, y al hacerlo, las pinzas apretaron sin compasión sus pezones ya de por sí doloridos. Mordió la cadena fuertemente, notando como el dolor la mataba. Pero no podía aflojar ni un milímetro, porque se le caería de la boca. Tampoco podía mover la cabeza. No, si la movía, aquello la mataría de dolor. Miró a la pequeña lente de la webcam, satisfecha, sabiendo que su amo la veía al otro lado.
Amo Alex seguía escribiendo en el chat.
“Muy bien zorrita. No quiero que se caiga esa cadena de tu boca mientras te follan. Recuerda que te estoy viendo perfectamente”
Jaime mientras no perdía el tiempo.  Cogió el vuelo de la falda de Beatriz y la levantó completamente sobre la espalda de la mujer. Se relamió de gusto, viendo aquel culo tan jugoso, las piernas largas y separadas, y el delicioso olor a coño chorreando sus jugos, bien expuesto al aire. Pasó las manos por el culo, sobándolo bien, y aprovechó para jugar con un índice por el año de Beatriz, apretándolo bien. Beatriz no se resistió, le gustaba que jugaran con su culo también. Jaime pasó una mano entera por el coño depilado de Beatriz, manoseándolo a conciencia, y luego metió directamente dos dedos dentro. Estaba tan lubricada que entraron sin problemas. Beatriz dio un gran gemido de placer.
– Pero que perra eres, Beatriz…me encanta.

Sin contemplaciones, cogió su polla con una mano y la dirigió a la entrada de la vagina. Apoyó un poco la punta, y luego agarró a Beatriz por las caderas.  Sin parar ni un momento  dio un largo apretón con las caderas, sintiendo aquella delicia,  como su polla iba enterrándose en el coño de aquella perra pervertida. Beatriz gimió de gusto, entre dientes, sin soltar la cadena. Tenía que mirar hacia abajo. El placer le pedía mover la cabeza, pero si la movía hacia arriba, la cadena tiraba cruelmente de sus pezones, estirados tanto que parecía que se los iba arrancar.

Su jefe se dejó llevar por el deseo animal que se había despertado dentro de él. La agarró con todas sus fuerzas por las caderas, y comenzó a bombearla sin misericordia, notando como su polla salía y entraba hasta el final, follándose aquel agujero con todas sus ganas. Empezó a gruñir, sintiendo como el placer iba creciendo en su polla, estampado ruidosamente  a Beatriz contra la mesa  con cada embestida, cada vez  más y más rápido.
El placer estaba matando a Beatriz de gusto, con aquella polla que la estaba taladrando sin piedad, pero el dolor con tanto movimiento también. Los pezones estaban en carne viva, se estaban desgarrando. No podría aguantar mucho más. Tuvo un momento de lucidez para darle las gracias a su amo por todo lo que estaba viviendo.
Jaime ya no pudo aguantar más. Llevaba toda la mañana cachondo viendo por los monitores a su empleada, exhibiéndose mientras presentaba las noticias. Y ahora se la estaba follando por detrás, en su posición favorita.  Todavía la bombeó más rápido, a un ritmo frenético, mientras Beatriz a duras penas se sostenía sobre la mesa,  gritando entre dientes, desesperada, pero notando como su propio orgasmo por fín estaba llegando también.
Jaime lanzó un largo gruñido y Beatriz empezó a sentir como aquella polla enorme y dura empezaba a eyacular un mar de leche caliente dentro de ella.  Suspirando, satisfecho, Jaime bajó el ritmo, pero no dejó de follársela todavía unos momentos más, recreándose en la delicia de aquella vagina más lubricada que nunca.
Beatriz abrió los ojos, al borde del colapso. Su amo seguía escribiendo.
“Córrete ya, zorrita”
Beatriz no necesitó que se lo dijeran más, y con los ojos abiertos mirando la pantalla del ordenador, sintió como alcanzaba el clímax con la polla de Jaime todavía moviéndose dentro de ella, sintiendo durante unos momentos como el placer era tan grande que incluso bloqueaba el dolor de sus pezones. Levantó la cabeza instintivamente para regodearse en el placer extremo que sentía, pero el tirón de la cadenita provocó tanto  sufrimiento  que lo que sintió fue algo parecido a un segundo orgasmo, pero de dolor.
Se derrumbó sobre la mesa, exhausta, destrozada, rota por dentro y por fuera. Pero no soltó la cadenita de la boca. Su cara desencajada miraba a la pantalla del ordenador.
“Me a gustado mucho verte correrte, ya puedes soltar la cadenita”
Beatriz la soltó, pero aquello solo fue una disminución insignificante del dolor que sentía. La piel en algunos puntos estaba desgarrada.
Jaime sacó finalmente su polla de la vagina de Beatriz. Impaciente, a penas tuvo que dar un par de veces con la suela del zapato en el suelo. Beatriz, temblando del esfuerzo, se arrodilló, cogió la polla de su jefe, toda cubierta de semen y de sus propios fluidos, y comenzó a chuparla y lamerla, con detenimiento, a conciencia, hasta dejarla completamente limpia, tragándoselo todo, como la buena perra que era.
Jaime se guardó el pene en su sitio y se subió la cremallera. Parecía muy satisfecho.
– Muy bien, Beatriz, veré lo que puedo hacer para salvarte el culo. Aunque me temo que a lo mejor tengo que cambiarte el horario…Quizás a Silvia le interese el tuyo.
Beatriz cerró los ojos un momento. Su horario de 8 a 9 era el más deseado. Cuanto antes, peor. El de las 7 de la mañana ya era malo.  Y de la 6 de la mañana ya ni hablar, porque el madrugón era tan grande que casi no se podía dormir por la noche. Y  más tarde, a las 10 o las 11,  te partía el día por la mitad para planificar cualquier cosa.
Jaime la miró un poco entre divertido y despectivamente.
– ¿Y bien, Beatriz?
Por fin ella lo miró a la cara y puso una sonrisa en su cara sumisa.
– Gracias por ayudarme, Jaime. Me adaptaré a lo que quieras darme.
– Perfecto, ya iremos hablando a lo largo de la semana.
Sin más historias, como si allí no hubiese pasado nada, se dio la vuelta y se fue.
Beatriz se quedó sola en su camerino y se sentó en la silla junto a la mesa y el ordenador.  Su amo seguía escribiendo.
“Lo has hecho muy bien, zorrita. Quítate las pinzas”
Con cuidado infinito, Beatriz las aflojó, pero una nueva oleada de dolor le recorrió los pezones morados cuando la sangre volvió a circular por ellos con normalidad.  Beatriz respiró profundamente esperando a que remitiera un poco, y luego siguió escribiendo.
“Gracias, mi amo. Nunca en mi vida he sentido tanto placer y tanto dolor”
“Descansa estos días porque tengo más planes para ti el próximo fin de semana. Ya hablaremos. Adiós”
“Si, mi amo. Adiós”
Beatriz apagó el ordenador y se desplomó en la silla, pensado en que cosas nuevas viviría de manos de su Amo Alex.
(continuará…)


 

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