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Jane mantuvo abrazado a Tarzán después de que este se corriese una vez más en su interior. Le encantaba tener aquel cuerpo fuerte sudoroso y jadeante sobre ella con su polla dentro. Sentir su peso aplastándola, convenciéndola de que todo eso no era un sueño.

Tarzán se incorporó un poco y comenzó a acariciarla. Sus manos rudas y ásperas hacía poco tiempo, habían aprendido rápidamente y ahora jugaban con su cuerpo con habilidad y ternura.

Jane sabía que lo que más le maravillaba era su pelo rojo y no dejaba de buscar cualquier excusa para acariciarlo y desenredarlo. Tarzán metió la mano entre las piernas de Jane y le acarició el pubis mientras la besaba. Jane notó como todo su cuerpo respondía inflamándose con una simple caricia.

Jane suspiró y se separó con el punto de disgusto que sentía siempre cuando la polla de Tarzán resbalaba y abandonaba su sexo con un último estremecimiento de placer.

-Tarzán querer Jane. -dijo él tumbándose a su lado.

-¿Hasta el punto de dejarlo todo por mí?

-¿Qué ser todo? -preguntó él intrigado.

-Todo. -dijo ella moviendo un brazo alrededor.

-¿No estar a gusto aquí? -preguntó sorprendido. -Éste ser buen árbol, fuerte.

-Me encanta pero hay un problema.

-¿Problema?

-Si vamos a tener un bebé.

-¿Qué ser bebé?

-Un Tarzán pequeño tuyo y mío.

-¿Por qué decir mío también? Los monitos salen de las hembras.

-Pero es necesario que un macho deposite su semilla dentro de la hembra para que esta pueda concebir.

-¿Conce bir?

-Crear una nueva vida.

El hombre se quedó parado un momento asimilando la explicación hasta que finalmente se irguió dando un alarido que casi la dejó sorda y se subió a la rama más alta donde estuvo unos minutos golpeándose el pecho henchido de satisfacción.

-¿Cómo saber? -dijo él cuando finalmente bajo de nuevo a su lado.

-Las mujeres sangramos todas las lunas. Hace tres que no me ocurre, la única explicación lógica es que estoy embarazada.

-Embar azada. repitió Tarzán memorizando el nuevo termino con una sonrisa.

-El caso es que no me puedo quedar aquí. Necesito ayuda para dar a luz.

-¿Por qué?

-Porque las mujeres no dan a luz tan fácilmente como las monas. Y el bebé nace totalmente desvalido.

-¿Más que el bebé de Youba? -preguntó él señalando a una joven hembra que amamantaba en ese momento a un bebe chimpancé todo ojos y orejas.

-No sólo son incapaces de agarrarse a su madre, es que ni siquiera pueden mantener la cabeza erguida. Ni con nuestra ayuda y la de Idrís podría sobrevivir.

-¿Y cómo conseguirlo yo?

-Es una buena pregunta que me he hecho varias veces. La única conclusión a la que he podido llegar es que debiste llegar a este lugar con unos tres o cuatro años de edad.

-¿Por qué?

-Porque con esa edad los niños ya pueden mantenerse de pie y agarrarse y subir a los sitios con la habilidad de un mono de un par de meses. El resto lo haría la suerte y los cuidados de Idrís. Además los recuerdos a esas edades suelen ser difusos o inexistentes, por eso no recuerdas una vida anterior.

-Idrís ser buena madre.

-Sí lo hizo muy bien -dijo Jane acariciando la mejilla de Tarzán.

-¿Cuando tener que irnos? -dijo él con una candidez que la emocionó.

-Pronto, en un par de días, el viaje hasta Inglaterra es largo.

-¿Inglaterra?

-Es el país de dónde yo vengo.

-¿Qué ser país?

-Es una gran extensión de tierra cuyos habitantes tienen cosas en común cómo la lengua, tradiciones, intereses, religión…

-¿Qué ser religión? ¿Qué ser tradiciones?¿Qué ser intereses?

-La religión es el conjunto de creencias que ….

Cuando entraron a Rukungiri el jefe del pueblo y el hechicero les informaron de que habían llegado medio día tarde. Se habían apresurado todo lo que habían podido. Habían fustigado a las mulas sin descanso y sólo pararon unas pocas horas en Ibanda antes de partir de nuevo.

Agotados descansaron unas horas en la aldea cuyos habitantes se esmeraron en proporcionarles todo lo que necesitaron conscientes de que eran los únicos que podían parar al diabólico hombre hiena.

Una vez recuperados salieron a la mañana siguiente con un guía tras la pista de Patrick. Durante el viaje, cada recodo del camino le recordaba a Avery el viaje que hacía unos meses había terminado con la desaparición de su hija. Cada paso se le clavaba en el corazón como una espina haciéndolo sangrar. Lord Farquar se daba cuenta e intentaba distraerlo sin ningún éxito. Durante un momento se preguntó si no habría hecho mal en llevarlo hasta allí.

Poco a poco siguieron avanzando entre la maleza hasta que llegaron al riachuelo donde todo había ocurrido. Aún eran visibles los restos de la batalla. El agua se había llevado la sangre y los aldeanos a sus muertos, pero las ramas rotas y los agujeros que los disparos de los dos hombres habían hecho en la vegetación seguían allí.

Sobre el arroyo habían tendido un nuevo puente, tan endeble como el anterior. Nada más atravesarlo Avery se arrodilló y con las lágrimas corriendo por sus mejillas rezó una oración por el eterno descanso de su hija. Mientras se incorporaba de nuevo trabajosamente le suplicó a Dios en silencio que le devolviese al menos los restos de su hija.

La selva le hacía a Patrick y a su hiena sentirse incómodos. Acostumbrados a los espacios vastos y los horizontes despejados de la sabana, la exuberante vegetación, el calor y la humedad les hacían avanzar lentamente, con todos sus sentidos alerta. La temporada de lluvias había borrado casi todas la huellas. Sólo se veía algún rastro de los golpes de machete que habían dado los salvajes cuando perseguían a Jane que fueron haciéndose cada vez más débiles hasta desaparecer definitivamente.

A partir de aquel momento se dejó llevar por la joven y terminó en un pequeño claro del bosque. El olor a sexo en el lugar era tan fuerte que no pudo evitar tener una erección. Miró a la joven con lujuria durante un momento, pero está no resistió la comparación con Subumba y decidió dejarla en paz.

Era ya casi de día así que decidió hacer una fogata y descansar un poco. La joven se acurrucó aterrada y extenuada lo más lejos posible de la hiena. La luz de la luna los despertó y se dispuso a ponerse en marcha. Recorrió el claro buscando una pista o una sensación que le indicase por donde seguir sin ningún éxito. Tras una hora iba a escoger un camino al azar cuando un alarido indudablemente humano llamo la atención de la joven salvaje que les acompañaba.

-¿Qué es eso?

-Shetani. Kimantu.

-Deja de decir idioteces y habla en mi lengua. -le interrumpió Patrick.

-Hombre mono, diablo blanco se la selva. Se mueve por los árboles y aparece como fantasma colgando de liana. Creo él tener ahora compañera, espíritu del bosque. Salvarme de pantera.

-Estupendo -dijo él agarrando a la joven por el brazo y tirando de ella en la dirección de donde venía el sonido.

El equipaje consistió en una piña de bananas. Más complicadas fueron las despedidas. Ambos se despidieron uno a uno de cada chimpancé mientras Tarzán les explicaba personalmente que se tenía que ir. La escena era desgarradora y Jane no pudo dejar de sentirse culpable incluso cuando Idrís poniendo la mano de Tarzán entre las suyas le indicó que le daba su bendición.

Se dieron un último baño en el estanque e hicieron el amor, lentamente como queriendo que nunca terminase. Las manos de Tarzán se demoraban en sus pechos más de lo normal. Los besos eran más largos el sexo más lento y suave que nunca. Cuando terminaron se quedaron abrazados, desnudos y respirando suavemente mientras el resto de los monos les observaban desde arriba gimiendo suavemente.

La tribu les acompañó durante un par de horas hasta el límite de su territorio.

-Volveremos -le dijo Jane a Idrís dándole un último abrazo antes de desaparecer.

Continuaron toda la tarde en la dirección que Jane indicaba. Se desplazaban en silencio. Jane no podía ni imaginar cómo se sentiría su hombre. Ella sólo había estado allí unos meses y sentía como su corazón se desgarraba por dentro al abandonar ese lugar.

Le miró durante un momento acurrucada en sus brazos mientras se desplazaban por medio de una liana. Sus ojos no sonreían como siempre pero había un destello de amor y determinación en su mirada que la convenció de que hubiera sido peor quedarse y que hubiesen muerto ella o el hijo que crecía en su vientre.

-¿Por dónde ahora? Pregunto Avery al guía.

-Por aquí. Atajaremos y llegaremos antes dónde Sabibú encontró al espíritu del bosque.

-¿Que espíritu?

-Sabibú dijo que un espíritu en forma de mujer en llamas le salvo del ataque de una pantera.

-¿Sabes qué quiso decir con eso? -preguntó Avery notando como una chispa de esperanza comenzaba a crecer en su interior dándole fuerzas para avivar el paso.

Lord Farquar les seguía intentando no rezagarse, maldiciendo la herida de la pierna y apretando los dientes.

Lo rastros eran cada vez más frescos y Patrick no se ocupaba de ocultarlos así que cuando llegaron al claro pudieron comprobar que sólo les llevaba unos minutos de ventaja. Continuaron por un ladera dónde la vegetación era tan espesa que temían darse de bruces con Patrick y su Hiena pero antes de que pudiesen topar con él le oyeron hablar y junto con su voz… no era posible… era la voz de Jane.

Con el corazón en la boca Avery se lanzó a la carrera en dirección a las voces y cuando llego al pequeño claro la escena le heló la sangre.

Patrick estaba apuntando a Jane. El rifle temblaba en las manos del hombre por la rabia contenida mientras ella hacía de escudo humano poniéndose delante de un hombre alto y fuerte, de pelo largo y oscuro, que aparentaba estar de lo más confundido.

-¡Alto Patrick! dijeron Avery y Lord Farquar al unísono a la vez que desenfundaban sus revólveres apuntando a Patrick y a la hiena.

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