IVANKA TRUMP: EL IMPERIO DE LAS ZAPATILLAS ROJAS 3.
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer  Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojasExpedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, Alias: La invasión de las zapatillas rojas y Crónicas de las zapatillas rojas: la camarera antes de leer esta historia.
Gracias a Julio Cesar por la idea.
Por Sigma
Un elegante automóvil blanco se detuvo frente a Muñequita en la entrada del lujoso hotel donde ella y el equipo de Scorpius se hospedaban, la joven llevaba unos ajustadísimos pantalones negros y unos botines a juego con altos tacones, así como una blusa de tirantes sin mangas color azul cielo. Se abrió la ventana eléctrica y la pelirroja saludo alegre a Jill Castro.
– Hola Jill.
– Hola Paty, sube por favor.
– Claro. Gracias por pasar por mi -agradeció mientras se sentaba en el asiento del pasajero y cerraba la puerta.
– Oh, no es problema, pensé que al estar de visita en la ciudad esto te ayudaría.
– Que amable, gracias. ¡Oye, te pusiste las zapatillas! -exclamó entusiasmada la pelirroja.
– Si… aun me parecen muy altas pero admito que son cómodas ¿Como me veo?
Muñequita la miró de arriba a abajo, pensando en lo diferente que lucía la asistente al no llevar esos serios y aburridos trajes sastre.
–  ¡Te ves espectacular! -dijo Patricia sin exagerar y sonriendo, pero en sus ojos relampagueaba la lujuria para la que X la había condicionado por tanto tiempo.
El negro cabello de la asistente que siempre estaba recogido en una severa cola de caballo ahora estaba suelto, llegaba a sus hombros y se curvaba hacía afuera de forma juvenil. La piel de Jill era muy blanca aunque no tanto como la de Paty, se había maquillado de forma sutil y natural, pues a pesar de tener casi cuarenta años aun se veía fresca y atractiva.
Llevaba una blusa color violeta de manga larga que hacía juego con las zapatillas y tenía un discreto escote.
– Mmm… se ve que tiene buenas tetas… -pensó la pelirroja mientras Jill estaba concentrada manejando. Llevaba una falda negra de buen corte que resaltaba sus muslos y caderas a pesar de llegar abajo de la rodilla. El toque final de las zapatillas de Scorpius le ponía una deliciosa aura de sensualidad al de otro modo formal atuendo. Un bello triángulo de metal reposaba sobre el empeine de la asistente y de este partían varias delgadas tiras de piel que como una telaraña encerraban sus cuidados pies hasta subir entrecruzadas y atarse finalmente en los tobillos de la trigueña.
– Sabe vestirse, pero aun es muy formal… cambiaremos eso…
Tras recoger a una ya madura y agradable rubia llegaron a un pequeño restaurante italiano, donde comieron diversos platillos típicos, luego empezaron a platicar mientras tomaban unas copas de vino tinto hasta ponerse algo mareadas, después usando su simpatía Muñequita averiguó que Jill era divorciada y tenía dos hijos adolescentes. Toda información le serviría para sus objetivos.
Tras platicar de su vida como camarera y luego asistente de Scorpius, omitiendo claro ciertos detalles, la rubia, llamada Sophie, empezó a ponerse al día con su amiga. Hablaba sin parar apenas dejando espacio para hacer algún comentario.
– Dios… parece un perico… -pensó Paty mientras tomaba de su bolso un pequeño control remoto, para discretamente poner su otra mano sobre el cubierto muslo de Jill aprovechando la protección de la mesa y su mantel a cuadros.
De inmediato la trigueña de ojos miel se volvió para mirarla con asombro y enojo, pero en ese instante que Muñequita deslizó su palma por el muslo de la asistente de forma sugestiva, con su otra mano oprimió un botón en el control y una melodía lenta y seductora empezó a sonar a un volumen ultrasónico.
– ¿Pero que está haciendooooohh… -el pensamiento de Jill se convirtió en un gemido bajo y placentero al sentir como sus nervios se encendían con la caricia de una forma que jamás había experimentado.
– ¿Estás bien Jill? -le dijo Sophie al verla entrecerrar los ojos.
– ¿Eh?… si… solamente tuve un… escalofrío -respondió la trigueña mirando de reojo a la sonriente pelirroja que miraba atenta a la rubia, pero no apartaba la mano de su esbelto muslo.
– Bueno, como te decía…
La rubia siguió hablando pero la asistente de Ivanka ya no le ponía atención, lo único que notaba era la tibia y constante caricia en su muslo.
Varias veces pensó en apartar esa mano, pero el placer que le causaba su tacto hacía que olvidara esa idea.
– Aaahhh… ¿Por que le… permito esto? -pensaba mientras fingía escuchar a su amiga y nadie en el local parecía darse cuenta- Ooohh… que bien… se siente…
Jill trataba de concentrarse en lo que decía su amiga, como si fuera un cable de salvación, pero la constante caricia de la pelirroja la aturdía, y cada vez que la miraba, la joven le sonreía con calidez y descaro.
– …no estás de acuerdo Paty? -decía la rubia sobre la importancia de la moda.
– Oh si… definitivamente creo que nuestra forma de vestir puede cambiar la percepción que tienen los demás -opinó Muñequita mientras bajo la mesa su mano empezaba a jalar la falda de la trigueña, dejando expuestas sus rodillas y cada vez más de sus tersos y cremosos muslos.
Discretamente Jill introdujo su mano y logró detener la de la atrevida pelirroja, tratando de lanzarle una mirada amenazadora.
– La prenda correcta nos puede hacer sentir tan sensuales… ¿Verdad Jill? -continuó Patricia mientras activaba un botón de su control y en un rápido movimiento lograba introducir su mano para acariciar el interior de los muslos de la madurita trigueña.
– Nnnnnhhh… –    apenas logró gruñir cuando los nervios de sus muslos le mandaron un latigazo de electricidad a la vagina, sus ojos se cerraron, su cuerpo se tensó y sus pies se pusieron deliciosamente de punta dentro de sus sandalias de tacón.
– Jill… ¿Te sientes bien? -le dijo preocupada Sophie.
– Si… si Sophie… sólo fue un mareo… -dijo la asistente, confundida por las contradictorias sensaciones que la asaltaban.
– Deberías tomar otra copa… eso te ayudará -le dijo la pelirroja mientras servía más vino.
– Yo no… -trató de negarse Jill pero la linda sonrisa que le ofreció la joven le causó otro rico espasmo de placer que nubló su mente.
– Mmm… de acuerdo… una más… -dijo al tomar la llena y estilizada copa, disfrutando las nuevas sensaciones.
La rubia siguió parloteando mientras Jill fingía escucharla y aceptaba una tras otra las copas que le servía Paty, disfrutando en secreto de las caricias de la joven en sus muslos.
Para entonces, entre caricia y caricia, Muñequita le había subido la falda hasta dejar expuesta una parte de sus pantaletas. Eran negras y muy modestas.
– Eres muy bella y joven para usar ropa de ancianas, deberías usar prendas más provocativas -le susurró Paty a la trigueña- puedo ayudarte con eso.
En ese momento Patricia introdujo su mano en las pantaletas de la mareada mujer y empezó a acariciar lentamente en círculos su clítoris con dos dedos. La música aumentó de ritmo y volumen.
Jill se agarró a los lados de su silla y se mordió los labios al sentir como sus propios muslos se separaban ante el tacto de la jovencita, dándole más espacio para complacerla.
– ¿Otro mareo Jill? Ya son varios…
– Tienes razón, será mejor irnos a descansar… -susurró mientras entrecerraba los ojos de placer y Muñequita le sonreía de forma coqueta.
Después de pagar la cuenta se dirigieron al auto. El vino, el aire fresco de la noche, la excitación y una sensual melodía en la distancia se combinaron para poner a Jill extrañamente eufórica.
– Oh… que bien me siento… que extraño… -pensaba mientras caminaban muy juntas, riendo y bromeando- sin duda Paty es aun más persuasiva de lo que pensé.
Entonces Muñequita, que caminaba abrazando a la trigueña de su esbelta cintura introdujo su mano de largas uñas pintadas de negro en la parte trasera de la falda para apoderarse de su firme nalguita.  Luego empezó a acariciar ambas lentamente, la mano se sentía como fuego contra su fría piel, pero pronto empezó a ponerse tibia.
– Mmm… detente Paty… te lo ruego… Sophie se va a dar cuenta -susurró Jill al oído de la pelirroja, mientras la distraída rubia seguía hablando de intrascendencias- y… me estás enloqueciendo…
– Bueno… ya que me lo pides tan sumisamente…  -respondió Patricia antes de liberar la tersa carne bajo su dominio, pero entonces se apoderó de las discretas pantaletas desde atrás, usando sus dedos unió lo huecos para las piernas, convirtiéndolas en una improvisada tanga que forzó a introducirse entre las nalgas de la trigueña, para luego empezar a moverlas atrás y adelante, lentamente, una y otra vez, masturbándola lánguidamente con la prenda, haciéndola arquear ligeramente la espalda.
– Es mucho mejor así ¿No? Más libre… -le dijo muy quedo y con voz ronca.
– Aaahh… ¿Pero donde… dejé ese… auto? -pensaba Jill a punto de perder el control.
Finalmente llegaron al automóvil blanco y la trigueña se vio libre, sintiéndose a la vez aliviada decepcionada y frustrada.
Subieron rápidamente y se pusieron en marcha, en todo el camino Jill evitó mirar a la pelirroja y esta a su vez sonrió durante todo el viaje, luego de dejar a Sophie en su casa y ya en dirección al hotel Paty puso descaradamente su mano en el muslo de la asistente de Ivanka mientras manejaba, de repente acariciando, de repente apretando, siempre sin dejar de platicar de lo bien que se había pasado la velada a su lado.
– Debemos repetirlo… – le dijo cuando llegaron al hotel de la joven.
– Oh… no se si debamos… -empezó a decir la asistente de Ivanka.
– Bueno… no decidas aun… piénsalo -le susurró la joven antes de darle un profundo beso en los labios que tuvo una calurosa aunque inesperada bienvenida en la boca de la trigueña que cerró los ojos confundida.
– Mmm…´
– Te propongo algo –dijo la pelirroja mientras se apartaba de la trigueña que se quedó con los ojos cerrados.
– ¿Nnnmmm?
– Si lo disfrutaste, la próxima semana ponte de nuevo las zapatillas que te di, con eso sabré tu respuesta -dijo finalmente Patricia para salir a corriendo del auto, dejando a Jill mareada, confundida y excitada como no lo había estado en mucho tiempo.
Extrañeza y curiosidad transmitían los periódicos días después cuando docenas de fotos mostraban a la normalmente formal heredera Ivanka luciendo todo tipo de minifaldas que mostraban sus largas piernas. Siempre de buen gusto, pero siempre a la mitad del muslo, incluso en fiestas formales.
– No se que me pasa… -pensaba algo extrañada- Me gusta vestir así de vez en cuando pero esto es demasiado.
Hasta su padre la había reprendido pues en la última reunión los clientes le habían puesto más atención a sus esbeltos muslos que a los números del negocio.
Y el calzado que usaba no ayudaba a ser discreta. Casi todas las zapatillas eran de la colección de Ivanka y algunas de Scorpius: de pulsera al tobillo, botines, sandalias, cerradas, de punta redondeada o puntiagudas, botas o de tipo gladiador, pero todas tenían tacón alto.
Había intentado varias veces ponerse algo más cómodo, pero era como una obsesión compulsiva, debía ponerse las zapatillas de la lista de Scorpius sin falta, por algo le había pedido su opinión, de hecho la necesitaba, se sentía perdida sin su consejo.
– Tengo que hacer algo -susurró al pensar en lo peor: llevaba días masturbándose cada noche, siempre calzada con sus tacones y siempre el placer era abrumador.
– Quizás me estoy volviendo… adicta al sexo… -pensó aterrada ante la idea- Dios… ojala que me equivoque.
En ese momento Ivanka miró sus piernas, llevaba un femenino minivestido negro con mangas cortas, que apenas llegaba a la mitad de sus muslos, pero aun se veía bastante formal para trabajar… apenas.
Ese día se había puesto unas zapatillas de charol puntiagudas de tacón de aguja con varias pulseras sujetando sus tobillos.
– ¿Por qué ya no soporto faldas largas? ¿O pantalones? ¿Tengo un problema psicológico? -pensaba casi angustiada mientras trataba de avanzar con su trabajo- ¿Y que me pasa con los tacones? Esto es absurdo… mejor me pongo a trabajar.
A la hora de la salida Ivanka se acercó a su asistente Jill pero también parecía algo pensativa así que se despidió con amabilidad y se fue de la oficina.
Esa tarde la rubia llego a su elegante residencia para encontrarse con que su esposo no estaba en casa, le dejó una nota avisando que tenía una cena de negocios y llegaría tarde.
– Bah… justo necesitaba un poco de desahogo y este tonto no está… -pensó molesta, pero casi al instante se arrepintió- ¿Qué me pasa? Nunca había pensado así de Jared ¿Tan urgida estoy?
Sacudiendo la cabeza se dirigió a la alcoba y empezó a cambiarse, pero no terminó, como en otras ocasiones se quedó únicamente vestida con su elegante lencería negra y sus zapatillas de charol, estudiándose en el espejo.
– Mmm… mis piernas se ven… hermosas… ¿Para que quiero cubrir estas maravillas? -pensó mientras deslizaba las manos por sus muslos y caderas.
Miraba intensamente sus piernas en el espejo, mientras pensaba que debía lucirlas, que eran muy bellas y largas para ocultarlas.
– Mmm… que suerte haberlas heredado de mamá… -dijo para si misma mientras posaba en el espejo.
Entonces empezó a escuchar una melodía en la distancia, algo sensual y atrevido que la invitaba a bailar.
– Si… me gusta… -pensó al empezar a bailar lentamente ante el espejo, poniendo la punta de un pie entaconado frente al otro y moviendo las caderas, sus manos alborotando su cabello tras la cabeza.
Siguiendo el ritmo subió un pie a la cama y entrecerró los ojos mientras su mano se introducía en sus pantaletas y se masturbaba lenta y deliciosamente.
– Aaahhh… aaahhh… -pronto empezó a gemir. En el fondo de su mente gritaba que eso no estaba bien, que no era ella misma, que ya eran varias las ocasiones en que bailaba así, como provocando a un invisible auditorio. Pero la ardiente lujuria que sentía borraba cualquier otra idea y nublaba su razón. Ondulando su cuerpo rítmicamente se fue moviendo por la habitación mientras seguía masturbándose sin poder controlarse.
– ¡Aaahhh… siii… que bien…! -decía ya en voz alta mientras se acariciaba más y más rápido la entrepierna a la vez que arqueaba su espalda y se sostenía del tocador con la otra mano. Su rostro contraído por el placer mirando al techo, completamente perdida en las exquisitas sensaciones que la tenían atrapada.
– ¡Oooohhhh…! -gritó finalmente al alcanzar el éxtasis y perder el sentido, cayendo lentamente sobre la mullida alfombra. A lo lejos la música se detuvo y una camioneta arrancó en la obscuridad.
Vincent estaba preocupado, llevaba días analizando el caso de la profesora Fox, el primer caso de desaparición relacionado con el ballet, y lo que descubrió era perturbador.
Tras meses de estar desaparecida, una llamada anónima había guiado al FBI a una vieja casona en el campo, donde encontraron a la mujer encadenada y a su captor muerto al parecer por propia mano, quizás al verse acorralado, un caso claro y simple.
– Es demasiado simple… -pensaba el ex MI6- ese hombre era un perfecto chivo expiatorio, antecedentes de violencia y problemas mentales.
El hombre revisó una foto, en ella aparecía una cama con grilletes y un muro que mostraba siniestra ropa fetichista colgada, sobre el tocador estaban unas zapatillas rojas de ballet.
– No tiene ningún sentido, ese calzado no encaja con las perversiones del sospechoso -dijo para si mismo- simplemente lo tomaron como otra locura de una mente enferma.
Vincent se frotó los ojos con cansancio, sabía que se estaba acercando a algo.
– ¿Pero a qué? -pensó mientras apagaba la luz de su estudio para irse a dormir.
 
Una semana había pasado desde la última reunión de Ivanka con Scorpius y la rubia ya estaba ansiosa por volverlo a ver. Esperaba sentada en su escritorio sin poder concentrarse, pensando por un lado en la reunión creativa y por el otro en el extraño placer que le daba usar tacones altos mientras se acariciaba.
– Será un proyecto genial -pensaba mientras deslizaba las manos por sus muslos expuestos- ¿Por que no llega Scorpius?
Llevaba una falda blanca que llegaba a diez centímetros arriba de la rodilla, pero que al sentarse ella jalaba de los lados, subiéndola y dejando expuestas sus largas piernas, cubriendo apenas sus pantaletas de encaje blancas, así se sentía más cómoda y relajada. También llevaba una elegante blusa blanca de manga larga semitransparente con un sostén blanco a juego y en sus pies, de la lista de Scorpius, usaba unas zapatillas blancas puntiagudas de tacón de aguja y un delgada correa en el empeine.
– Señora Trump… el señor Scorpius ya llegó -sonó en el intercomunicador.
– Que pase de inmediato Jill, gracias…
Scorpius entró calmadamente y tras saludar a la empresaria se sentó.
– Me alegra que haya llegado, debemos empezar -dijo sonriente la rubia.
– Estoy de acuerdo, hay que aprovechar el tiempo -respondió con una sonrisa sardónica el hombre al sacar un control remoto de su bolsillo y oprimir un botón- y recuerde, sólo puede susurrar.
Una melodía rápida y vivaz resonó en la cabeza de Ivanka y al instante se levantó como un resorte de su sillón, moviéndose ondulando sus caderas se giró y tras apoyar las palmas en la pared siguió moviendo su cintura, piernas y caderas sin poder controlarse.
– ¿Qué estoy haciendo?… socorro… -trató de gritar inútilmente, mientras lograba girar su cabeza para ver a Scorpius sonriendo al observarla.
– Veo que va muy bien, ya es muy sensible a las zapatillas…
– ¿Que? -chilló la heredera sin entender.
– Recuerda Ivanka -le ordenó calmadamente Scorpius.
De nuevo la rubia se sintió abrumada por los horribles recuerdos que habían estado bloqueados y ahora la hacían sentir vértigo y terror.
– No… no… es una pesadilla… -susurró mientras se sentaba en un sofá del despacho y apoyando la manos levantaba sus piernas muy alto, luciéndolas involuntariamente para su captor, uno a la vez sus tacones apuntaban al techo a la vez que su rostro.
– En absoluto Ivanka, es tu destino, ya casi eres mía -le dijo el hombre mientras la levantaba siguiendo el ritmo, luego la hizo darse la vuelta y atrapó sus manos con los grilletes en la espalda.
– No… auxilio… ayuda… -susurró patéticamente.
– Bien es hora de ponernos serios, tenemos mucho trabajo. Debemos eliminar un obstáculo.
– Aaahhh… -gimió la mujer ante el indeseado placer que estaba sintiendo al inclinar su torso y  rozar con sus nalgas la erección de Scorpius.
El hombre aprovecho ese instante para introducir una mordaza negra de goma de forma fálica entre los rosados y sensuales labios de la empresaria, para de inmediato fijarla atándola en su nuca, sometiendo así su boca a su voluntad.
– Nnnn… nnnn… mmm… -gruñó lo más que pudo sin levantar la voz.
– Se que esto no es necesario, pero para mi es un símbolo de mi poder sobre ti.
– Mmmmm… mmm… -la rubia solamente podía seguir bailando sensualmente ante él a pesar de la humillación.

– Bien, sigamos esclava… hoy daremos un gran paso… creo que es hora de que te alejes de tu esposo…
– Nnnn… nnnn…  -gruñó mientras sacudía la cabeza negándose vigorosamente.
– ¿No? Ya veremos… ¡Baila! -le ordenó mientras oprimía un botón en su control y una nueva melodía, rápida y martilleante asaltaba sus sentidos.
– Mmmmm… mmmm… -gimió complacida Ivanka con los ojos entrecerrados.
– Tu esposo es un obstáculo… te impide desarrollarte… necesitas tu libertad…
– Nnnn… nnn… nnnn… -negó de nuevo ella, pero con menos fuerza.
 – Tu esposo es un obstáculo… te impide desarrollarte… necesitas tu libertad…
– Nnn… nnnn…
– Tu esposo es un obstáculo… te impide desarrollarte… necesitas tu libertad…
– Nnnnnnn… nnnnnn… –la mujer sentía que su resistencia se debilitaba.
– Je je je, me encanta que te resistas, eso solamente hará más exquisito mi dominio sobre ti… veamos… – Scorpius oprimió un botón del control y un tono agudo hizo que todo se pusiera borroso para la rubia.
Cuando recuperó el sentido vio en el reloj de la pared que apenas habían pasado cinco minutos pero ella seguía bailando sobre sus altos tacones ante el misterioso diseñador.
Se movía alrededor de su captor sentado en el sillón ejecutivo de ella, ondulando su cuerpo, frotando sus respingadas nalgas o sus firmes senos contra su rostro o sus manos.
– Nnnn… nnnn… -seguía negando con la cabeza la rubia, hasta que Scorpius la sujetó de la cintura y la hizo sentarse de espaldas en su regazo, a lo que ella respondió involuntariamente moviendo sus caderas en círculos contra el erecto miembro debajo de ella.
– Nnnngggg… -trató de dar un gritito ante lo indefenso de su situación.
– Bien… volvamos a intentarlo -dijo el diseñador mientras guiaba el esbelto cuerpo para darse más placer-  Tu esposo es un obstáculo… te impide desarrollarte… necesitas tu libertad…
– Nnnnn…
– Acéptalo.
– Nnnnn…
– Obedecerás… -dijo ya impaciente mientras oprimía un botón del control.
– Rrrrrrrggggg… -gruñó al cerrar los ojos por el explosivo placer que sintió en su vagina, algo había cobrado vida enloquecedoramente dentro de ella.
– ¡Nooooo… Scorpius puso algo en mi sexo…! -pensaba desesperada al sentir como un consolador se movía y vibraba vigorosamente dentro de ella.
– Nnnnnn… nnnn… -siguió sacudiendo la cabeza, pero más por el placer que la invadía que por un esfuerzo de resistir.
Su cuerpo por otro lado seguía moviéndose ahora más rápido, masturbando a su agresor con sus nalgas aun sin desearlo.
– Mmm… muy bien Ivanka… sigue así…
– Nnnnnn… nnnn… nn… mmm… mmm… -sus gruñidos se fueron convirtiendo en guturales gemidos de placer.
– Mmmm… mmmmm… mmmm…
– Vamos, acéptalo lindura…  tu esposo es un obstáculo… te impide desarrollarte… necesitas tu libertad…
– Nnnnn… -logró negar una vez más reuniendo los jirones de su voluntad.
– Disfruta y acéptalo… -dijo Scorpius sonriendo antes ese desesperado desafío. Simplemente metió la mano bajo la falda y las pantaletas de la rubia y empezó a masturbarla lujuriosamente mientras ella aun bailaba sentada en su regazo, sus dedos parecían bailar sobre su hinchado clítoris a ritmo con la música.
– Nn… nn…
– Acéptalo -le ordenó mientras empezaba a masturbarla a ritmo frenético, su otra mano se metía bajo el discreto escote y su brassier para empezar a pellizcar sus pezones duros e hinchados.
– Nn…
– Serás mía Ivanka… no te resistas… -le dijo Scorpius con voz gutural mientras usaba su control para aumentar el volumen de la música a un nivel ensordecedor para la rubia.
Finalmente el cuerpo entero de Ivanka se tensó, se arqueó su espalda, sus piernas se abrieron en V lo más que pudo, sus pies completamente forzados a estar de punta y su cabeza se apoyó en el hombro de la persona tras él, lo miró desesperada y a la vez complacida al llegar al indeseado pero exquisito orgasmo, sus pupilas completamente dilatadas por el deseo.
Sus ojos se entornaron y expuso su garganta de forma totalmente vulnerable y entregada.
– Mmmmmmnnnnn… –sollozó deliciosamente la empresaria a la vez que su captor la sujetó de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos, compartiendo su éxtasis y permitiéndole apropiarse de parte de su debilitado espíritu gracias al poder de las zapatillas.
– Aaahhggg… -gimió a su vez el hombre al alcanzar también el orgasmo.
Tras recuperarse, Scorpius acomodó a la todavía jadeante rubia de lado en su regazo como una niña consentida sentada en las piernas de papá.
Luego de mirarla detenidamente unos segundos sonrió satisfecho: su cabeza reclinada de lado, su mirada como en trance, su piel brillante de sudor, sus maravillosos muslos pegados a él disfrutando su calor sin darse cuenta.
– De nuevo preciosidad: tu esposo es un obstáculo… te impide desarrollarte… necesitas tu libertad… –empezó a susurrarle al oído a la indefensa rubia.
– Mmhhjjj…-respondió apenas en un jadeo la mujer.
– ¿Lo aceptas? –preguntó sonriente Scorpius al verla ceder al fin.
– Mmmmhhhjjj… -volvió a aceptar ella, esta vez volteando a verlo a los ojos y asintiendo levemente al hacerlo.
Emocionado el hombre desabrochó la mordaza en la nuca de la mujer y liberó sus sensuales labios de su control.
– Dilo… -le ordenó mientras la sujetaba del cuello con una mano y con la otra le daba una sonora nalgada que la hizo estremecerse al responder.
– Mi… mi esposo es un obstáculo… me impide… desarrollarme… necesito mi li… libertad… –dijo con voz ronca tras humedecerse los labios.
– Dilo de nuevo.
– Mi esposo es un obstáculo… me impide desarrollarme… necesito mi libertad…
– Otra vez…
– Mi esposo es un obstáculo… me impide desarrollarme… necesito mi libertad…
El hombre de la cola de caballo besó a Ivanka en los labios de forma profunda, húmeda y ella respondió con entusiasmo sin saber por que, pero disfrutándolo intensamente.
– Muy bien, que buena chica… y aun tenemos tiempo para algunos pequeños condicionamientos más.
– No… no más… por favor… -rogó la adormilada mujer mientras el diseñador se levantaba y la colocaba cuidadosamente en el sillón ejecutivo.
– Oh, no te preocupes encanto… lo vas a disfrutar… y mucho –le dijo Scorpius mientras le quitaba las pantaletas a la rubia, causándole otro pequeño orgasmo a su hipersensibilizado cuerpo al deslizarlas por sus piernas.
– Ooooohhhhhh…
Tras desabrocharse los pantalones el hombre usó la prenda para limpiar su aun duro miembro del semen y secar algo de la humedad en su ropa para luego volver a ponérselas a la vulnerable mujer, causándole un escalofrío de placer al hacerlo.
– Mmm…
– Excelente, avanzamos mucho hoy, con que añada algunos condicionamientos más estarás lista para una pequeña salida educativa. Hay mucho que debes aprender… esclava.
Un rato después Scorpius ya se había marchado e Ivanka empezaba a analizar las nuevas propuestas que había traído el diseñador, sin recordar muy bien de que habían platicado en su visita.
– Vaya, esto puede tener mucho éxito, tal vez… -pensaba mientras deslizaba la mano por su expuesto muslo- ¿Eeehh? ¿Qué es esto? Dios… estoy tan húmeda… las pantaletas están empapadas ¿Qué me pasa? Quizás fue por la presencia de Scorpius…
La linda rubia siguió deslizando su mano por sus muslos mientras pensaba en lo que eso podía significar, y la respuesta le pareció completamente excitante, en minutos sus manos se movían frenéticas sobre su propio cuerpo, dejándose llevar por la lujuria magnificada que había sido condicionada a sentir…
– Aaaaahhhhh… -se escuchó fuera de la oficina haciendo que Jill volteara con curiosidad hacia la puerta, no muy segura de lo que había escuchado, en sus pies, que se habían puesto ligeramente de punta sin que se diera cuenta, llevaba de nuevo los altos tacones violeta que Paty le regaló.
Habían quedado de verse de nuevo esa noche…
CONTINUARÁ
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