-Siento decirle que vos no va a poder cogerse estos días de vacaciones – haciendo referencia al email que tenía en su pantalla – Ya dije que una de las dos debe estar siempre acá en la oficina para que no vuelva a suceder lo del año pasado. Me da igual cómo lo hagan ustedes, pero tal y como están ahora no puede ser. Además…

Montse escuchaba cómo su jefe argentino que la había estado puteando desde que ocupó su nuevo cargo hará ya dos años le soltaba una nueva retahíla de recriminaciones. Finalmente, con resignación y algo de reproche en su entonación, Montse acabó la conversación cuando su jefe hubo terminado:

-Está bien, ya veremos cómo lo arreglamos – Y se marchó del despacho con la misma sensación que había experimentado tantas otras veces.

Faltaban tres días para San Juan y Ricardo, como siempre, estaba expectante en el trabajo mirando cada 5 minutos el correo esperando recibir un nuevo email de su mejor amiga. Y, aunque esta vez se hizo de rogar, por fin la conversación se actualizó con un nuevo mensaje de Montse:

“Lo siento, estaba hablando con mi jefe! grrrr lo odio”

Ricardo se dispuso a contestarle rápidamente:

“Cómo!!!!? Pues nada de hacer caso a tu jefe!!!! Tus horas de trabajo debes dedicarlas a mí!!!!! grrrr” – le soltó en tono de broma, como siempre hacían, indicándole lo mucho que apreciaba esas conversaciones por email desde el trabajo.

“Jjejejejejejejeejejejejeje!!!!! Jijijijijij!! Qué mono eres!” – le contestó ella advirtiendo lo mucho que apreciaba a su amigo y aquellas simples insinuaciones que se regalaban – “Nos vemos en la verbena, no? tengo ganas de verte.”

Ricardo y Montse eran uno el mejor amigo del otro. Ambos tenían pareja y los 4 eran amigos. Sin embargo, hacía un año, ambos tuvieron un idilio que no llegó a mayores. Tenían tan buena relación que la confianza entre ambos era desmesurada y una inocente broma en forma de juego acabó en un más que morboso desenlace. Comenzaron, entre bromas, con conversaciones picantes que derivaron en un intercambio de fotos cada vez más subidito de tono. Y finalmente acabaron echando un polvo en la ducha de una casa rural que compartían con sus parejas y el resto de amigos.

Aquella experiencia fue un sueño para Ricardo y un desliz para Montse. No es que el primero deseara a su amiga ni que ella lo repudiara, pero sí es verdad que él se sentía atraído por la escultural amiga que tenía mientras que ella jamás habría caído si no hubiese sido por el morbo de los acontecimientos.

Además desde que pasó aquel encuentro el verano pasado ella se encargó de dejar bien claro que aquello había sido un hecho aislado que no volvería a suceder. Según ella las circunstancias habían provocado el calentón, pero de ninguna de las maneras aquello volvería a ocurrir. Por suerte, su relación de amistad no se había visto afectada y lo sucedido la había reforzado aún más si cabe.

“Oye, y qué te ha dicho tu jefe?

Y a mí me apetece entrar en un cuarto oscuro contigo!!!!! xD” – le bromeó en respuesta a las ganas que ella tenía de verlo.

“Pues resulta que como ahora ha vuelto de la baja no nos deja hacer las vacaciones que habíamos solicitado y nos había aceptado el nuevo jefe que lo sustituía. Dice que él no se puede quedar solo sin mi jefa y sin mí porque el año pasado fue un desastre ya que las demás no se enteran de nada.

Jajajaj!! Y tanto que querrías!!!! Jajajajajajajajajjaajjajaja, ya te lo digo yo que el que entraba conmigo ya no quería salir!!!! jajajajajajaj”

Y la conversación vía correo electrónico continuó:

“Bueno, en parte no está mal. Denota que te tiene en muy buena consideración, no? Y qué vais a hacer?

Ei! Que a ti también te entrarían ganas de quedarte… ;-P”

“Pues no sé, ahora tendré que hablarlo con mi jefa a ver qué hacemos. Sí, sí, me tiene consideración, pero tú ya sabes lo que este tío opina de mí.

Jajajajjaja, pues seguramente!! Tú has jugado alguna vez al cuarto oscuro?”

Ricardo no tuvo claro si esa última contestación iba en serio o no, pero en cualquier caso le gustó cómo sonaba.

“jajaja lo vuestro ha sido siempre una relación de amor-odio. Aún recuerdo el primer día, que me dijiste que estaba bueno!!! ;-P

No, no he jugado propiamente así nombrado. A mí cuarto oscuro me suena a los lugares específicos para liarse con cualquiera en algunos locales nocturnos.”

“A ver, es que el primer día que apareció, tan altivo y con ese acento argentino, pues sí que me dio una buena impresión, pero de ahí a que dijera que estaba bueno hay un trecho, eh!

Ummm…sí…correcto. Pero el cuarto oscuro propiamente es un cuarto (de alguna casa o local, etc.) donde se apagan las luces y no entra nada de luz. En teoría se echa a suertes con quién te toca, pero en mi caso siempre era el mismo. Una vez dentro…vas palpando, jejejejejejejejejeje. Era divertidísimo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! jijiji”

“Y ahora te acaba de reconocer que sin ti (ni tu jefa) la oficina se tambalea y no han sido pocas las veces que te ha reconocido el trabajo.

jajajaja y pq siempre con el mismo? Quiero decir… entiendo que quisieras que siempre fuera el mismo, pero pq las reglas eran diferentes para ti? o es que directamente no jugabas y te metías en el cuarto oscuro con el chico sin juegos de por medio?”

“Ricardo, te recuerdo que este tío me dijo que yo era una amenaza para él? Que no quería chicas inteligentes en su equipo y menos si eran guapas como yo porque le eclipsábamos. No me hagas recordarlo pq me pongo histérica!!!!

Pues porque de joven, joven, estaba con un chico. Fue mi primer amor. No lo recuerdo como el primer amor-amor porque era muy joven, pero por sentimientos y descubrimientos corporales, sí lo fue. Estuvimos ‘juntos’…pues toda la EGB, y claro, cuando jugábamos a estos juegos, sí o sí nos tocaba juntos. Aunque había otro chico más pequeño que yo que nos adorábamos mutuamente. Con este nunca me metí en un cuarto oscuro, pero me hubiese encantado!!!!!!!”

“Tienes razón, eso es de hijo de puta, pero por eso te digo que tenéis una relación de amor-odio. Unas veces te dice cosas como esa y otras te está felicitando por el buen trabajo.

Ay, Montse, creo te podría sacar unas cuantas historias que podrían acabar en relato ;-P Por cierto, leíste el que te recomendé?”

La confianza era tal entre ambos que Ricardo se había atrevido a confesar a Montse que leía relatos porno de internet. Esto no sería algo que esconder si no fuera porque a su amiga le parecía un tanto deleznable. Sin embargo, viniendo de Ricardo se lo tomó como algo curioso y le entraron ganas de leer alguno para saber cómo podía gustarle aquello a su amigo. Ricardo le recomendó ‘Noche descontrolada’.

Montse había recibido el relato hacía unas semanas, pero la falta de tiempo (sobre todo porque el que tenía lo compartía con su novio Ismael) le impedía leerlo.

“Es que si hago bien mi trabajo sólo faltaría que no me felicitara!!!! De todas formas no siempre lo ha hecho. ¿Te acuerdas de Portugal?

Jajajaja, ay si te contara. Si supieras te interesarían muchísimo. No es la cantidad de chicos, es la frecuencia!! Estaba enferma! Jajaja. Volvería a atrás….me lo he pasado muy bien, pero como esas cosquillitas en el estómago…ningunas!

Me he leído una parte y… bien, bien! buena introducción……quiero leer la parte en que Merche le pone los cuernos a Roberto con Damián….jijiji”

“Sí, ya me acuerdo del marrón en el que te metió, le salvaste la papeleta y encima te metió bronca por no sé qué tontería. Vaya tela de tío…

Puedes contármelas cuando quieras. No tiene pq ser ahora, seguro que saldrán las ocasiones ;-P Y sobre las cosquillitas, hay cosas que vives en la juventud que se pierden simplemente por el hecho de ya haberlas experimentado. Cada edad tiene sus cosas, algunas peores, otras mejores…

Espero que no te defrauden mucho los acontecimientos ;-P”

“Y cuando me echó la bronca por el tío aquel que llamó preguntando por él que hasta mi jefa tuvo que saltar para defenderme… ya no quiero hablar más de este impresentable!!! grrrr grrrr

Sí…así es. Pero no hay nada como cuando eres joven y empiezas a descubrir todo……..volvería a ese momento.

No creo, de momento me gusta mucho. Consigue que me imagine la situación perfectamente. Pobre Roberto…

Me pirooooo”

Como siempre, llegaba la hora en la que se terminaba la conversación para Ricardo puesto que Montse salía del trabajo antes que él. Y, como siempre, se quedaba con las ganas de continuar. Además esta vez no dejaban de rondarle cosas por la cabeza. El comentario del cuarto oscuro le recordaba su affaire del año pasado con su mejor amiga. ¡Qué grato recuerdo! ¿Tal vez podría llegar a repetirse? Eso unido a lo de los cosquilleos, la confesión sobre la frecuencia con lo que lo hacía siendo joven… parecía insinuar que tal vez no pasaba su mejor momento con Ismael. Por último se imaginó a su amiga leyendo el relato porno y sintiendo cosas que él había sentido al leerlo. ¿Tal vez se tocaría? Se lo llegó a preguntar, pero ella le dijo que no creía que leer le provocara nada. Y así, con estos pensamientos, Ricardo terminó su jornada y se fue a casa.

Montse ya no se acordaba que tenía pendiente leer el relato que su amigo le había recomendado. Le entraron ganas y pensó cuándo podría hacerlo. Teniendo en cuenta que al día siguiente tendría que encargarse de los preparativos para la verbena y no podría leerlo pensó en enviárselo al trabajo y, si tenía un hueco, aprovechar ya que no quería hacerlo en presencia de Ismael. No tenía ganas de tener que explicarle por qué estaba leyendo aquello.

“Acabo de terminar el relato. Es posible que pudiera tocarme. FYI” – comenzó Montse la nueva conversación vía correo electrónico al día siguiente.

El tono serio descolocó a Ricardo. Lo decía de verdad, ¿no? Quiso ser prudente:

“De momento sólo voy a decir que estaría encantado de que lo hicieras.

Y… lo has leído en el trabajo?”

Montse se sinceró:

“Pues de no haber estado aquí, hubiese sido así!!!

Sip, no me he podido reprimir. Teniendo en cuenta que hoy tengo que ir a comprar lo de la verbena, tampoco hubiese podido, así que…”

Ricardo no se lo podía creer. Se imaginó a su amiga excitada leyendo el relato que tan cachondo le había puesto a él y… se la imaginó leyéndolo a solas en casa donde se podría haber masturbado… y, como siempre, fue sincero:

“jajaja sabes qué? Te confieso que acabo de tener una erección sólo de imaginarlo ;-P”

“Jajajajjajajajjajajajja!!!! Me meo!!!” – le contestó ella divertida.

La conversación parecía decaer y era lo último que Ricardo quería así que siguió con el tema:

“Bueno, hay que decir que el próximo debes leerlo en casa sí o sí, aunque siempre puedes releerlo o simplemente recordarlo ;-P

Por cierto, gracias por tu sinceridad!

Puedo hacer preguntas?”

Montse, aún con los efectos provocados por la lectura, no pudo evitar, aunque temerosa de hacerlo vía correo del trabajo, la necesidad de dar más información a su amigo.

“Si!!!!

Pues si te cuento la verdad, flipas!! Pero por aquí no puedo.

Si.”

Increíble. Ricardo no podía creer que su amiga estuviera insinuando que volvería a leer este u otro relato y que se masturbaría mientras lo hacía. Sin embargo, optó nuevamente por la prudencia puesto que la repuesta era algo ambigua:

“Bueno, pues ya hablaremos en persona, aunque eso siempre es muuuuuuuuuy difícil” – haciendo referencia a que siempre estaban rodeados de sus respectivas parejas y el resto de amigos – “mmmm ahora no sé si preguntar sin tener toda la información…”

Montse se estaba debatiendo entre lo que quería y lo que debía. Estaba deseosa de contarle a su amigo lo que había pasado, pero no se acababa de atrever. Y le contestó con la mayor picardía que pudo:

“Ya……pero a parte….te lo tendría que decir en el oído y no sé si me atreveré! No puedes imaginártelo?”

Ricardo estaba flipando y empezaba a disfrutar mucho más de lo que se esperaba con la conversación.

“Montse que yo tengo mucha imaginación…

Tú tranquila, que nos metemos en un cuarto oscuro y me cuentas lo que quieras ;-P”

Montse, divertida, se desató sin perder la cordura:

“Pues eso, pero sin manos.

Jajajajjajajajaj!! Poco hablaríamos!”

¡No puede ser! Montse siempre había rehuido y desdeñado todo lo que tuviera que ver con el porno y ahora parecía estar confesando haberse corrido sin tan sólo tocarse leyendo un relato. Y no sólo eso sino que además volvía a insinuar que podría volver a repetirse lo que ya hicieran un año antes.

“Joder, tía, que no puedo levantarme de la silla, en serio.

Lo estás diciendo en serio? Es todo un honor.”

“Jajajaja. Te lo juro.” – le contestó ella. Y antes de que él lo hiciera, ella volvió a enviar otro email para aclarar su respuesta:

“Te juro las dos cosas. La primera que es cierta, y la segunda también.”

En este momento la excitación de Ricardo era desmesurada. Su amiga lo había puesto como una moto. Pero él no era el único que estaba cachondo y Montse envió un tercer email seguido:

“Te juro que la consecuencia de tu relato ha sido esa, y que si nos metiéramos en un cuarto oscuro poco hablaríamos, también.”

Con las pulsaciones a mil por hora Ricardo contestó a los 3 mails seguidos sin perder la prudencia en ningún caso, esperando ver la reacción de su amiga:

“mmmm es una sensación agridulce. De verdad me alegran muchísimo tus palabras, pero me jode no poder disfrutar de ello. Qué vamos a hacerle! ;-P

Me gustaría poder hablar sobre el relato y tus sensaciones al respecto… todo lo que estés dispuesta a abrirte, nunca mejor dicho jejeje”

A Montse el calentón debido al relato porno aún le duraba y, sin duda, en ese momento rememoraría con gusto el encuentro del verano pasado con su mejor amigo. Pero como él dejaba entrever, no podía ser.

“Ya………..si…pienso lo mismo.

Jajajjajaja!! No he necesitado abrirme.”

Ella no quería ser tan explícita, pero ya se había desatado.

Ricardo, por su propio bien, decidió ignorar la primera parte del último email y quiso salir de dudas:

“jajajaja pero te has corrido o simplemente has lubricado?”

“Lo primero.” – contestó ella con evidente timidez al mismo tiempo que se quitaba un peso de encima al confesar que había tenido un orgasmo leyendo los acontecimientos del relato porno que su amigo le había recomendado.

A él le pasaron muchas cosas por la cabeza. Lo primero que pensó fue en las evidentes ganas que ambos tenían de acostarse juntos, pero tuvo claro que ni Ismael ni Noe, su novia, se lo merecían nuevamente. Pensó en lo que su amiga le había contado y se imaginó cómo debían estar sus bragas, cómo habría recibido la corrida de Montse y se le ocurrió la mejor forma de aprovechar la situación teniendo asumido que no podría pasar nada entre su amiga y él como ella misma le dejó bien claro la última y única vez que habían follado.

“Yo creo que podrías regalarme las bragas, no? No hace falta que las laves ;-P”

Era la hora de plegar, así que Montse envió el último correo:

“Jajajajaj!! Eres Torrente!!!!

Y basta ya!! Como me echen por esto me vas a pagar tú lo que me tocaría en el paro!”

Ricardo no pudo evitar sentir una cierta decepción ante aquellas palabras. Ella se había tomado a broma lo de la ropa interior y sintió que se perdía la posibilidad de aprovechar la oportunidad. Y la última frase lo dejaba claro. Entre la decepción y el calentón, le entró un bajón:

“Me has dejado con 0 ganas de trabajar… igual me echan a mí antes!!!!!”

No pasó mucho rato cuando el móvil de Ricardo comenzó a sonar. Era ella. El corazón volvió a latir con fuerza.

-Buenas…

-Hola…

Los segundos de silencio fueron realmente incómodos. Fue ella quien habló entre risas nerviosas:

-Vaya tela con el relato Ricardo…

A él le costaba entenderla, la evidente excitación se hacía notar en su voz.

-Veo que te ha gustado, ¡eh! – le dijo nervioso.

La risa de Montse parecía extraña al mezclarse con la respiración entrecortada debido al calentón.

-Bueno… es que… – por primera vez en años Montse y Ricardo se sintieron incómodos hablando el uno con el otro, parecían 2 extraños sin saber qué decirse. Y es que aunque ella no dijo nada más, esperaba que él se insinuara. Pero muy a su pesar las palabras de su mejor amigo fueron muy distintas a lo que deseada oír.

-Oye, aquí se oye todo, no puedo hablar mucho – haciendo referencia a las oficinas en las que trabajaba. Y aunque era cierto, Ricardo lo utilizó como excusa para no decirle a su mejor amiga todo lo que sentía, las ganas que tenía de proponerle lo que, sin saber, ambos deseaban. Pero no tuvo valor.

-Bueno, te llamo porque me he quedado preocupada por los mails. ¡Es que como los controlen van a flipar!

Él se rió sin ganas e intentó tranquilizarla:

-No te preocupes por los mails. Nadie va a leerlos. Como mucho podrían saber que lo utilizas por motivos personales, cosa que haces habitualmente, – sonrió – pero en ningún caso pueden acceder al contenido. Así que tranquila.

-Bueno… no sé si me tranquiliza, la verdad. Desde que tengo al argentino como jefe no me fío de nada. A veces tengo la impresión de que me controla mediante cámara, o por el PC, ¡o incluso que me lee la mente! – exageró para reforzar la idea.

Aunque ninguno de los dos lo deseaba, finalmente se despidieron cortando la conversación. Ella se marchó hacia casa aún con las consecuencias de lo que el relato le había provocado. Por su parte, él volvió al trabajo aunque no hizo nada en lo que quedaba de jornada. Únicamente pensaba en lo que había ocurrido y se marchó media hora antes para hacerse una paja recordando los acontecimientos antes de que Noe regresara.

En la víspera de San Juan Ricardo quiso tranquilizar a Montse tras las palabras que ella le soltó por teléfono el día anterior. Le envió un nuevo email:

“No te preocupes por los mails de ayer, eh! Como te dije nadie te los va a mirar, pero aunque entraran a tu correo no pueden echarte por eso ya que estarían vulnerando tu derecho a la intimidad. Así que tranquila, vale? Y perdona que no te lo dijera por teléfono cuando me llamaste, pero es que esto es una sala enorme y a mí, que no sé hablar bajo jeje, se me oye demasiado ;-P”

Ella, más calmada, le contestó:

“Ah!! Tranquilo!! Ya me lo pensé que se te oiría. Uy nene, es que fueron pocos pero intensos!!! Y me dio un mal rollo después…!!! Ya sé que no pueden leerlo pero igual sí pueden mirar el número de correos….y si creen que eso es un ‘motivo’ para filtrarlos y leerlos….pues imagínate!!!!!!!!!!!”

Ricardo se sinceró, temeroso de no volver a repetir la experiencia vivida el día antes:

“Y tan intensos! Buf… Pero continuaremos nuestras conversaciones fuera del horario de trabajo? jijiji”

“Jajajajajajja!!!! Podemos seguir con ellas pero bajando el nivel que esto parecía cibersexo!!!”

Montse había disfrutado de lo sucedido tanto como su amigo, pero evidentemente, rebajados los efectos del relato, se dispuso a calmar un poco los ánimos sin cortar completamente la situación de raíz. Sin embargo, Ricardo, sin querer forzar la situación, estaba deseoso de volver a revivirla:

“jejeje no llegamos a tener cibersexo, pero… el nivel lo marcas tú ;-P Es que se quedaron cosas en el tintero, así que cuando quieras reanudamos. Por cierto, si me lo permites, de lo de ayer sale un pedazo de relato, eh!”

“Jajajajaj!! y tanto! Lo saco hasta yo!!!!!!!!!!!!!!!!” – bromeó la chica.

Viendo que su amiga no estaba por la labor, no quiso forzar más y se contentó con conseguir la promesa de volver a hablarlo más adelante.

“jejeje exagerada!!!! Bueno, pues dejo aquí el tema y espero a reanudarlo cuando me digas.”

“Jajajaj!! No qué va!! Y si te lo contara daba para un relato aún mejor! Y luego cuando salí de aquí aún tenía la cosilla….. jajajajajaj!!!!

Pues cuando se me pase el remordimiento! Jejejeje”

Ricardo pensó que su amiga lo estaba torturando. Cuando se había hecho a la idea de dejar el tema, ella le salía con ese email.

“No me lo pones fácil para dejar el tema jejeje y no te voy a decir lo que vuelven a provocarme tus palabras ;-P Joder… Joder…! Qué rabia!

De todas formas me apunto esto para hablarlo cuando se te pase ;-P Y si te resulta más cómodo que saque yo el tema…”

Montse decidió zanjar definitivamente el tema y pensó que no contestar era la mejor forma de hacerlo. Sin embargo, un par de horas después, antes de plegar, Ricardo envió un nuevo correo electrónico:

“No creo que pueda esperar a que me cuentes todo lo que pasó con pelos y señales ;-P”

“Es que no voy a contártelo!! Te dije que imaginaras y que eso que imaginabas era lo que era” – Montse pensó que, ahora sí, debía cortar aquello, mas no quiso ser demasiado brusca – “Pero no voy a describírtelo, quieres que no te vuelva a mirar a la cara nunca jamás??”

La intranquilidad de Ricardo aumentó de golpe al ver la contestación de su amiga. Era evidente que Montse, más calmada que tras la lectura del relato, estaba perdiendo interés en el tema. No obstante intentó pensar positivamente y no darlo todo por perdido:

“Cómo!!!! Oh, my god!!! Montse… después de lo que me has dicho en el último mail hace un par de horas aprox. te aseguro que me muero de ganas de que me lo cuentes. De hecho pensaba sacar el tema más adelante cuando se hubiera enfriado el asunto, pero precisamente por eso… si se te ha pasado me lo explicarás con menos… ¿pasión? jijiji Bueno, como quieras, por supuesto, pero estaría encantado de poder comentarlo contigo ;-P”

A Montse le hizo gracia la reacción de su amigo y prefirió escurrir el bulto antes que ser demasiado borde:

“Jajaja, oh my god!! Jajaja. Tampoco te he dicho nada, no? sólo que me había gustado muchíiiisimo! Jejejeje”

Ricardo, con la inquietud de lo sucedido durante la conversación telefónica quiso apretar las tuercas a su amiga:

“Qué significa que al salir aún tenías la cosilla…? ;-P Al salir me llamaste y te aseguro que si no fueras la novia del Ismael ni yo el novio de la Noe… jejeje”

“Pues significa eso. Jajajaja!!!! Ya………” – Montse volvió a evidenciar que, en otras circunstancias, habría repetido infidelidad gustosamente y no ocultó las ganas de repetir la experiencia lectora – “Cuándo me vas a pasar otro relato?”

“Me guardo la pregunta ;-P” – jugó con avidez – “jajajajaja primero tendrás que contarme lo que pasó con el primero ;-P Ahora no tengo claro cuál deberías leer visto lo visto. ¿Qué te apetece?”

Ella replicó con picardía:

“Tengo curiosidad! ;P

Pues…me llama la atención un gang bang de esos de los que me has hablado alguna vez pero me da igual.

Nos vemos esta tarde-noche!!!! Déu me piro vampiro!”

Ricardo sonrió. Era evidente que Montse había descubierto un nuevo mundo por explorar y lo demostraba el hecho de interesarse por un género que conoció cuando su mejor amigo le explicó en lo que consistía demostrando al instante un total desinterés rechazándolo argumentando lo poco excitante e incómodo que le parecía.

Ese mismo día por la noche era la verbena de San Juan y lo celebraron en casa de Ismael y Montse. Además de Ricardo y Noe también estaban invitadas las otras 2 parejas que formaban el grupo de amigos, César y Luisa por un lado y Esteban y Maribel por otro.

Como casi siempre los primeros en llegar fueron Ricardo y su chica. Él volvió a rememorar incertidumbres pasadas en las que, como esa noche de San Juan, no sabía cómo iba a reaccionar su mejor amiga. Pero el hecho de ya haber vivido situaciones similares le impulsó a pensar que no debía preocuparse.

Sin embargo, esta vez Montse no le recibiría tan efusivamente como antaño, marcando claramente que no quería dar importancia a lo sucedido. Así, ni siquiera salió de la cocina a saludar, un simple ‘hola’ fue todo lo que ofreció. Ni besos, ni abrazo, ni tan solo una mirada.

La noche transcurrió con normalidad. Durante la cena hubo bromas y conversaciones como las ocurridas en cualquier otra verbena. Cuando la cena finalizó la gente comenzó a dispersarse en diferentes grupos y Montse, junto a Ricardo y Maribel, se quedó a recoger la mesa.

-Voy al baño – les dijo Montse en mitad de la tarea.

-¿Necesitas ayuda? – le bromeó su amiga.

-Podéis mirar si queréis – bromeó desde el cuarto de baño.

Ricardo y Maribel se miraron divertidos y él pensó que posiblemente a ninguno de los dos les importaría ver desnudo el precioso cuerpo de su común amiga.

-Si no llega a estar Maribel te aseguro que te hubiese mirado mear gustosamente – le susurró con sigilo a su amiga cuando volvió del baño. Ella se rió.

Esas palabras parecieron desinhibir a ambos que a partir de entonces se comportaron más como habitualmente. Sentados todos alrededor de la mesa charlando y bebiendo, Ricardo y Montse estaban uno al lado del otro dedicándose el tiempo mutuamente. Tras la conversación inicial pasaron a las bromas y acabaron metiéndose el uno con el otro amistosamente.

Ella, descalza, había colocado uno de sus modélicos pies sobre la mesa para que él se lo recriminara jovialmente. Se enzarzaron en una amistosa discusión que derivó en una amigable disputa física en la que ella aprovechó para tocar con el pie desnudo a su amigo sabiendo lo que Ricardo odiaba que le tocaran con los pies. Entre risas, absurdas recriminaciones y divertidas disputas Ricardo cogió un trozo de fruta de una de las cocas de San Juan y la pasó por el dedo gordo del pie de su amiga para luego ofrecérselo como broma que ella rechazó tirando la fruta al suelo.

-Recógelo – le pidió ella ante las miradas divertidas del resto de amigos.

Y ante la negativa de su amigo no tuvo más remedio que agacharse bajo la mesa para recogerla ella misma. Pero al hacerlo no se percató que el gesto parecía otra cosa.

-¡Ei, pero Montse! ¿Qué haces? – le recriminó en tono de broma Ismael haciendo ver que su chica se agachaba a hacerle una mamada a su amigo. Todos rieron divertidos y Montse reaccionó rápido levantándose entre risas.

-Ya ves que me he apartado rápido, ¡eh! – le dijo jocosamente Montse a su mejor amigo, el cual tuvo la impresión de que se estaba justificando.

-Anda, ya la recojo yo – dijo Ricardo y se agachó bajo la mesa.

Al hacerlo observó el pie desnudo de su amiga que ahora estaba en el suelo y no pudo evitar acariciarlo demostrando que los pies de ella no eran como los de los demás.

Fue un gesto rápido e inesperado. Cuando Ricardo le tocó el pie que minutos antes había repudiado, Montse sintió cosquillas en el estómago y, aunque le hubiera gustado recriminarle el gesto, no pudo evitar sonreír.

Esta vez fue en la despedida cuando Ricardo fue recompensado por Montse con el abrazo que él tanto anhelaba. Montse rodeó con fuerza a su amigo regalándole su cuerpo. Aunque duró pocos segundos Ricardo volvió a disfrutar del contacto con los pechos de su amiga que se aplastaron contra su pectoral pudiendo sentir su agradable tacto y su considerable tamaño. Ricardo recordó su tórrido encuentro bajo la ducha como si no hubiera pasado prácticamente un año. Ella lo besó con fuerza en la mejilla dejando claro lo mucho que sentía por su amigo. Él, desarmado y sin fuerzas por lo mucho que aquello le gustaba, no pudo más que acariciarle la espalda débilmente dejando que fuera ella la que acercara su cuerpo casi violentamente.

Montse no quiso mirar a su amigo y se contentó pensando que no tendría noticias suyas hasta dentro de unos días puesto que ella e Ismael aprovecharían el día festivo y el fin de semana para marcharse fuera. Le vendría bien para desconectar y para que a Ricardo se le calmaran un poco las evidentes intenciones.

Ricardo no se atrevió a mirarla, pero nada más separarse de su cuerpo maldijo no poder saber de ella hasta pasados 4 días. Contaría los segundos.

Y pasados 4 días Ricardo tenía tantas o más ganas de seguir la conversación pendiente con su amiga. Envió el primer email de la semana haciendo la pregunta por la que su amiga había sentido curiosidad:

“Si no me respondes a esto sinceramente, no seguiré con este rollito ;-P” – amenazó sintiendo que aquel juego no era muy sano – “Te pongo en situación. Esto viene a raíz de que me dijeras que cuando saliste del trabajo aún tenías la cosilla. Entiendo que eso significa que aún te duraba el calentón debido a la excitación de leer el relato. Mi pregunta es si te masturbaste una vez llegaste a casa” – quiso saber antes de preguntar los motivos concretos que la habían excitado y en qué o quién había pensado si es que se había masturbado una vez estuvo en casa – “No es tan heavy, no? :-O jeje” – quiso quitar importancia a la pregunta.

Sin embargo, habían pasado 4 días, más que suficiente como para que Montse tuviera olvidado el tema y hubiera perdido interés en el mismo sobretodo porque, ahora sí, el morbo de lo sucedido con el relato había desaparecido completamente.

“Jajajaj, no hay respuesta a esa pregunta. Y se acabó el tema!!!!”

Ricardo se temía que aquello sucediera, pero se lo tomó con resignación. Estaba convencido que si la conversación hubiera seguido tras la noche de San Juan ella habría contestado aunque se hubiera hecho de rogar. Pero tenía claro que ahora se le habían pasado los efectos del calentón y aquella respuesta era la consecuencia.

“Ok” – respondió zanjando el tema y quedándose con las ganas de saber exactamente qué parte o qué cosas del relato habían provocado aquello en su amiga. Supuso casi seguro que Montse se habría masturbado al llegar a casa (igual que hizo él) y le quedó la duda de si lo hizo pensando en un personaje del relato, en los acontecimientos que se relataban o en los que sucedieron posteriores a la lectura, en alguna persona o situación ajena a todo aquello o cualquier otra cosa que se pudiera imaginar.

-Veo que finalmente vos mantiene las vacaciones y es la otra la que ha cambiado sus días…

Montse estaba nuevamente en el despacho de su odioso jefe escuchando la sarta de superficialidades que acostumbraba a soltarle. Estaba casi dejando de escuchar cuando oyó:

-… ¿se masturbó vos al llegar a la casa? – le preguntó su jefe con toda la parsimonia y cinismo que pudo.

-¡¿Cómo?! Disculpe… – reaccionó ella torpemente sin creerse lo que había escuchado.

-Me quedé intrigado con la pregunta que le hizo su amigo… – le dijo sin perder un ápice de su actitud, sin levantar la vista de los papeles que aparentaba ordenar sobre su mesa.

Montse empezó a encontrarse mal. Sus peores pesadillas se hacían realidad. Habían accedido a sus conversaciones con Ricardo y, más concretamente, a las que describían lo que había sucedido la semana pasada. Se quería morir, pero antes se preocupó y mucho por su puesto de trabajo, por lo que aquello podía suponer. Y tampoco obvió la vergüenza de que se supiera algo tan íntimo, ni la repulsa por ser su jefe quién lo descubriera.

Román se levantó lentamente de su asiento mirando por primera vez a los ojos de su empleada y con una extraña sonrisa marcada en su rostro.

-Así que vos cree que soy un impresentable… – y la sonrió con desprecio. – Mira, acá tengo impresos todos los correos que se ha estado enviando con vuestro amiguito…

-Román…

-¡Che, no me interrumpa! Déjeme ser impresentable sin molestar, estese calladita. ¿Cuántos correos se han enviado ustedes? ¿Cientos? ¿Miles? El email del trabajo no está para cosas personales. Y esto – alzando los papeles – es más que suficiente para echarla a la calle…

-No puede hacer eso – el temperamento de Montse surgió a relucir – No tiene derecho a mirar mis mails personales. Es un abuso de la intimidad y…

-Che, tranquila… simplemente le estoy poniendo en situación, relájese, mina y déjeme acabar. Como digo, esto está lleno de correos personales que podría utilizar para su despido, pero no lo voy a hacer ya que los últimos me han dejado intrigado y he pensado que podría deshacerme de esto – volviendo a levantar el montón de hojas – a cambio de que me explique algunas dudas que me han surgido.

Montse no se podía creer lo que estaba escuchando. Si no lo había entendido mal su jefe la estaba chantajeando para hacer la vista gorda a cambio de que le explicara lo que no había querido explicar a Ricardo. Estaba claro que no iba a pasar por ahí. Si no se lo había explicado a su adorable mejor amigo en ningún caso se lo iba a contar a su despreciable jefe.

-Y bien, ¿vos te masturbaste al llegar a la casa? – volvió a preguntarle ahora tuteándola por primera vez.

-Lo siento, pero no creo que debamos estar hablando sobre esto – intentó la vía diplomática.

-Mira, te lo pondré fácil. Yo no soy tan ingenuo como el amigo boludo ese que tienes. Está claro lo que hiciste al llegar a la casa. ¡Vamos, mina! Si manchaste la bombacha sin que te tocaran…

-Perdone, no creo que eso sea de su incumbencia – le cortó completamente histérica.

No sabía cómo reaccionar, por dónde encauzar la conversación para salir del atolladero. Tenía claro que su jefe no conseguiría su propósito a pesar de pensar que podía ser una buena salida contarle lo que quisiera para evitar males mayores, pero cuando el energúmeno empezó a tutearla aún sintió mayor desprecio que llegó a cotas desorbitadas cuando empezó a ser soez.

-Tal vez haya alguien de arriba que piense que esto sí es de su incumbencia – y volvió a mostrar los emails impresos a la chica.

-Es un farol – Montse estaba decidida a no dejarse amilanar – No creo que a los de arriba les haga gracia saber cómo controlas a tus empleados – y decidió tutearle para ponerse a su nivel.

-Bien, me gusta que nos tuteemos – le dijo con una maliciosa sonrisa mientras se volvía hacía su mesa y cogía el teléfono – ¿Señor Martínez?… Sí… Quer… – Montse alargó su dedo índice sobre el interruptor del teléfono fijo para colgar la llamada.

-¿Qué quieres saber? – le preguntó completamente vejada.

Román soltó una carcajada triunfal y la escudriñó con la mirada antes de hablar.

-¿Te parecí lindo cuando me viste por primera vez? – preguntó retóricamente – Puedo encontrar el correo en el que se lo dices al tal Ricardo – añadió antes de que ella le replicara.

Montse recordó la primera impresión que tuvo de su actual jefe y sí, a pesar de su avanzada edad, pensó que estaba bueno. Y de hecho, si no tuviera tanto sentimiento negativo hacia él lo seguiría pensando. Román era un hombre elegante, alto, moreno con algunas canas que le daban un toque interesante. No se podía negar que era atractivo. Incluso el acento argentino le pareció muy sensual al principio. Sin embargo, ahora odiaba el idioma y a todos los argentinos y, sin duda, era culpa de su jefe.

-¡Señor! De eso hace ya mucho tiempo… – le respondió quitándole hierro al asunto.

-Puedes empezar confirmando que vos te tocaste al llegar a la casa si quieres – le soltó con desdén, sin darle mayor importancia.

-Sí, está claro que me masturbé. Ya lo has dicho tú mismo antes.

Román volvió a sonreír y prosiguió:

-¿En qué pensaste? – y antes de que contestara cogió el teléfono en un amago de hacer una llamada mientras en el rostro se le dibujaba la mayor de las sonrisas ladinas.

-Román… – sintió un escalofrío y no tuvo otra que contestar con resignación – pensé en mi amigo y en las insinuaciones que nos regalamos tras lo que me pasó leyendo el relato…

Montse comenzó a recordar cómo se había tocado bajo la ducha imaginando que su amigo se hubiera atrevido a correr en su búsqueda tras la conversación telefónica para rememorar el morboso encuentro del año pasado. Si bien Ricardo seguía sin despertar los deseos de Montse sí lo hacía el morbo que a ambos les rodeaba. Durante esa ducha, ella se masturbó dos veces seguidas, la segunda recordando los acontecimientos del relato, pero prefirió sacar ese tema lo menos posible y no se lo dijo a Román.

Sin embargo, el recuerdo hizo mella en la chica. Aquellos pensamientos empezaban a volver a calentarla y comenzó a sentir un cierto cosquilleo que quiso ignorar a toda costa.

Román se reía satisfecho. Y, en la victoria, quiso ser cruel con el derrotado:

-¿Qué pensaría Ricardito si se enterara que vos me has contado lo que a él le has negado? – Y soltó una malévola carcajada que dolió enormemente a la chica – Dime, ¿y qué es lo que tanto te gustó del relato? ¿Qué es lo que te provocó la calentura? ¿En qué momento acabaste?

Román parecía disfrutar con aquello enormemente y ella se sentía cada vez más ultrajada. Le carcomía ver a su jefe disfrutando con su vejación, algo que seguramente estuvo deseando durante los dos últimos años. No quería seguir con aquello y menos tras oír las preguntas que tanto se temía.

-No lo recuerdo, fue todo muy rápido… – intentó disuadirle.

-Si vos lo prefieres podemos releerlo, tengo por acá el relato – y volvió a mostrar esa escalofriante sonrisa mientras se dirigía a uno de los cajones de su escritorio – Acá está, noche descontrolada.

Sólo oír el nombre, saber que aquel relato estaba ahí tan cercano y a punto de ser leído para evocar las sensaciones que le provocó, subió unos cuantos grados la temperatura corporal de Montse. Pero aún estaba suficientemente serena como para saber que aquella no era la mejor forma de rememorar aquel momento.

-A ver, simplemente me gustó como estaban descritos los acontecimientos.

Pero Román la ignoró y comenzó a leer mientras Montse, sentada en frente de su escritorio, le escuchaba:

-Era la primera vez que Roberto iba al pueblo de su novia. Sentía una mezcla de sentimientos puesto que sabía lo importante que era ese mundo para ella y deseaba por fin poder formar parte de aquello y no cagarla en el intento (…) Roberto, al escuchar a Damián se levantó del suelo. Estaba avergonzado porque lo viera en aquella situación, pero al mismo tiempo se alegró enormemente de su llegada. ¿Qué habría pasado si no hubiera aparecido? No quería ni pensarlo. (…) Cuando por fin la atendieron decidió apartarse de ella. Merche se giró instintivamente y lo miró. Parecía rabiosa, seguramente estaba disfrutando la situación tanto como maldiciéndola. Aquello le puso más cachondo si cabe y notó que la polla empezaba a dolerle. Miró a la camarera y pensó cuál estaba más buena. (…)

A estas alturas Montse se estaba temiendo lo peor. Si bien la primera vez en este punto de la historia no había sentido nada, ahora sí que empezaba a sentirlo sabiendo lo que pronto llegaría. Y su cuerpo reaccionó acorde a ello. Sus pezones empezaban a dolerle y agradeció que su jefe no levantara la vista de la lectura porque su cara debía ser un poema.

-(…) Empezó a desabrocharse los botones del pantalón. ¿Se iba a sacar el pito? No podía ser… no podía imaginar que en unos momentos iba a ver aquello… se moría de ganas. (…)

Y tal y como relataba la historia, en este punto, Montse se moría de ganas de ver aquella polla y se la imaginó en su mente. Fue cuando empezó a lubricar la primera vez y, ahora, cuando se le escapó un ligero gemido que no pasó inadvertido para su avispado lector que la ignoró y simplemente acompañó al relato desabrochándose el pantalón y sacándose la polla morcillona.

A Montse casi le da un vuelco el corazón. Si sus pulsaciones ya estaban disparadas recordando las sensaciones del relato casi sintió un pinchazo al ver la cacho polla de su jefe colgando frente a ella. No pudo reprimir los instintos y se quedó mirando la verga. Ya no necesitaba imaginar y no pensó que la diferencia entre imaginación y realidad fuera tan placentera.

La excitación de Montse era evidente y no pasó desapercibida para su jefe que continuó con la lectura:

-(…) Le agarró la polla y empezó a masturbarle. Notó como aquello se hinchaba aún más y notó las venas marcándose a fuego bajo su mano. (…)

Román contaba con que en aquel momento de la historia ella hubiera entrado al trapo y cumpliera la fantasía de imitar en la realidad los actos relatados por la imaginación de un perturbado que tanto placer le habían dado. Sin embargo, ella no parecía dispuesta a dejarse sucumbir.

Montse estaba excitadísima y deseaba seguir escuchando nuevamente aquella historia. Y precisamente ese deseo le ayudaba a no caer en las garras de ese cabrón argentino.

-(…) Cuando empezó a sentir primero el enorme glande abriéndose paso por su interior seguido del duro hierro que la llenaba por completo, Merche sintió que no tardaría en llegar al orgasmo. (…)

-Aquí fue cuando me corrí – le confesó Montse ya completamente sumisa.

Román había ganado la batalla y ambos lo sabían. Dejó de leer y se dirigió a su empleada:

-Así que mientras vuestras compañeras trabajaban, los informáticos arreglaban los problemas o yo te pedía que me hicieras un informe, vos estabas leyendo esto, con la respiración entrecortada, sudores fríos, los pezones parados… una calentura tal, que acabaste viniéndote en el tanga sin que nadie te tocara – le recriminó.

Montse le escuchaba y parecía estar describiendo su actual situación. Y encima, el muy soberbio, le estaba echando la bronca con aquel pedazo de polla desafiándola. Necesitaba salir de allí ya.

-Escucha, Román, ya tienes lo que querías. Te he resuelto las dudas. ¿Puedo irme?

-Vos podrás irte – le respondió mientras se acercaba a su presa – si no soy capaz de demostrar – continuó situándose, de pie, a la espalda de Montse que continuaba sentada – la cachondez que llevas encima.

Y antes de que ella pudiera responder continuó mientras le acariciaba los hombros:

–Pero tendrás que darme cancha… – le pidió mientras bajaba lentamente por los brazos con toda la parsimonia que pudo.

Era evidente que estaba cachonda, pero Montse no pudo imaginar cómo su jefe pensaba demostrarlo. Ahora estaba dejándose masajear por él y le costaba renunciar a aquellas placenteras caricias. Sin embargo cuando el argentino le palpó el vientre pensó que era demasiado y, con mucha fuerza de voluntad, sacó la valentía para cortarle, momento en el que Román la desarmó.

El argentino estaba magreando a Montse y la empleada que tanto le odiaba parecía dejarse hacer. Estaba a punto de llegar a su objetivo mientras palpaba el plano estómago de la atractiva mujer. Siempre la había tratado como una mierda, pero las ganas de follársela desde que la conoció nunca habían desaparecido y ahora tenida la oportunidad de conseguirlo. Antes de que ella se molestara por el magreo agarró la tela del pantalón y la braga de la chica y las separó liberando todo el calor que se había acumulado en esa zona. Un intenso olor a sexo inundó la habitación.

-Acá está la demostración – le indicó triunfante al observar la cantidad de hilillos viscosos que empapaban el tanga e inundaban los pelos del pubis de Montse que había lubricado como nunca escuchando el relato en boca de su odiado jefe argentino.

Montse se avergonzó al ser descubierta de esa forma. La cantidad de líquido vaginal que se había acumulado en su sexo era desmesurado y aquel fuerte olor que arañaba el olfato era desagradable. Él soltó las prendas que volvieron a su posición rozándole el coño y provocándole un enorme placer. Su jefe se colocó a su lado, con aquel semblante sonriente y triunfal que tanto la sacaban de sus casillas y aquel pollón casi erecto pidiendo guerra. Ya no tenía nada que perder y le agarró la polla deseando sentir todo el placer que Merche había sentido en su imaginación.

No tardó en notar las venas de aquel enorme falo a punto de reventar y deseó sentirlas con la lengua. Los 21 centímetros de su jefe eran mucho más que los 15 de Ismael y los escasos 13 de Ricardo. Ella había estado con muchos chicos pero ninguno de ellos llegaba a tales dimensiones con lo que le costó acostumbrarse a abrir tanto la boca para recibir toda la carne argentina. Pero en ningún caso le hizo ascos.

Mientras Montse le mamaba la polla, Román se fue desnudando. Primero se bajó completamente los pantalones y los calzoncillos y luego se quitó la corbata para comenzar a desabotonarse la camisa. Montse aprovechó para alzar un brazo y masajear primero y luego casi arañar las duras abdominales de su jefe que para estar cerca de los 50 años se mantenía muy, pero muy bien.

-Mina, déjame ver ese lindo cuerpo.

Ella se apartó de él y deseosa de recibir placer le hizo caso quitándose la camiseta y desabrochándose el sostén que liberó sus turgentes pechos ligeramente pecosos. Román alargó una mano y los sobó con maestría. Montse se derretía de placer con cada magreo.

-Estás rebuena, déjame ver el resto.

-Román… – ella sabía lo que había allí abajo y se avergonzó nuevamente.

-Che, histérica, ¡no calientes la pava! – y la agarró de las piernas con brusquedad arrastrándola hacia sí.

Ella intentó forcejear sin éxito mientras él le desabrochaba y bajaba el pantalón. El tanga de Montse estaba completamente empapado y ella se apresuró a taparse completamente avergonzada. Él le abrió las piernas colocando cada una de ellas a su alrededor y con una mano apartó las de la chica con firmeza mientras con la otra pasaba el dedo índice por encima de la húmeda tela. El sonido del chapoteo fue inconfundible, pero se perdió bajo los gemidos incontrolados de Montse.

Cuando Román retiró la tela hacia el costado volvió a sentir el intenso olor que la excitación de la chica desprendía. Los viejos jugos blancos ya viscosos se confundían con los incipientes flujos más cristalinos que se deslizaban desde los labios de la chica hasta los muslos de la misma. Aquella amalgama de fluidos excitó más si cabe al hombre que se agachó para comerse todo aquello.

Montse nunca había estado tan cachonda. Ni los cuartos oscuros de su juventud, ni las morbosas fotos de Ricardo pasando por la encomiable resistencia de Ismael. Aquella lengua argentina del tío que más la había jodido en los últimos años de su vida la estaba transportando al séptimo cielo. Todo el calentón acumulado surgía ahora para recibir el placer que aquel desgraciado le estaba regalando.

Y se corrió como lo hiciera sin que nada ni nadie la tocara la semana pasada mientras leía el relato o las 2 veces seguidas que se masturbó bajo la ducha nada más llegar a casa, primero pensando en Ricardo y luego rememorando lo sucedido en el trabajo.

-Sos maravillosa – la piropeó y sin darle tiempo a recomponerse la insertó con brusquedad utilizando dos de sus dedos que, una vez en su interior, se doblaron buscando el placer de la empleada.

Montse tuvo que reprimir las ganas de gritar de placer si no quería que toda la oficina se enterara de lo que allí estaba pasando. Y un nuevo orgasmo le sobrevino. Mientras su cuerpo aún se convulsionaba debido a la corrida vio como su jefe sacaba algo del cajón y se lo acercaba a la polla. Un condón. Montse entró en conflicto. ¿Quería que su despreciable jefe se la follara? Evidentemente no. Pero por otro lado nunca antes había sentido tanto placer, al igual que la inexistente Merche. Ahora bien, ese enorme placer ya le había dado dos orgasmos con lo que ya estaba servida. Sin embargo, recordó su juventud y la frecuencia con la que le gustaba hacerlo y eso la convenció para dejarse follar por aquel maldito hijo de puta.

-Espera, ven aquí – le dijo a su jefe mientras se incorporaba de la silla interrumpiendo el acto de colocación del preservativo.

Montse le arrebató el látex de la mano y se lo llevo a su experimentada boca. Se inclinó hacia la tiesa polla de su superior y le colocó el condón con una sorprendente pericia a pesar de no estar acostumbrada a manejarse con semejantes tamaños.

Mientras Román se la follaba en la posición del misionero se le ocurrió una cosa.

-Mina, por ahí he leído en uno de los correos que tienes problemas para ir al baño… – la sorprendió.

¡¿Qué?! ¿A qué venía eso? se preguntó Montse pensando que estaba completamente fuera de lugar. Pero en seguida lo comprendió.

-Tal vez tengas un tapón… ¿vos te gustaría que intentara sacarlo? – le indicó perspicazmente.

Ella no pudo evitar reírse. El muy idiota había tenido gracia. Montse tenía problemas para cagar regularmente y, tras leerlo en alguno de los emails personales que había enviado a Ricardo, se le había ocurrido esa ingeniosa forma de pedirle sexo anal.

-Yo nunca… – le confesó con timidez, pero estaba dispuesta a que le diera por el culo. Irónicamente, es lo que llevaba años haciendo.

-Vos estate tranquila que yo tengo de todo.

Román sacó unos cuantos artilugios de su mesa: vaselina, lubricante, unas bolas chinas y una especie de consolador negro chiquitito. ¡Joder! El tío estaba preparado y Montse se imaginó a cuántas se habría cepillado sin que ella se enterase. Y pensó que no era de extrañar con lo bueno que estaba y lo tan buen amante que era. Sólo de pensarlo se mojó aún más.

Ella se agachó poniendo el culo en pompa para dejar que él tuviera todo el acceso que necesitara. Román comenzó con suavidad a acariciar la zona. Ella se estaba deshaciendo deseosa de recibir aquellas incursiones sutilmente incrementales. Román roció la zona con el lubricante para poder introducir lentamente sus dedos por el ano de la chica e ir dilatando la zona. Cuando el dedo ya había explorado su interior trasero utilizó el consolador: fino en la punta y que ganaba tamaño hasta llegar a algo más de un par de centímetros y medio al final. Cuando Montse estuvo preparada, Román se untó la polla en vaselina y se dirigió al estrecho agujero.

Montse sintió que su trasero se desgarraba cuando el glande argentino pidió paso. A pesar de haberse habituado bastante bien a los dedos de su amante primero y al consolador después, aquel glande era demasiado abultado. Apretó la cara contra el cojín que corría por el despacho y se imaginó cuántas lo habrían mordido antes que ella. Ese pensamiento la excitó aún más justo en el momento en el que el glande se introducía por completo en su culo haciéndola desvanecerse en una oleada de placer culminada en una nueva corrida.

Cuando su superior se cansó de reventarle el culo le pidió que volviera a chupársela. Ella ya no estaba para negarse a nada y mientras se la lamía pensó en lo que ese macho le estaba dando. La había hecho recordar la frecuencia con la que había tenido orgasmos en su juventud, había provocado una situación tanto o más morbosa que la que provocó Ricardo y, sin duda, era más resistente que su novio. Aquel cabrón lo tenía todo. Por suerte, los espasmos de su jefe cortaron esos crueles pensamientos.

Román apartó a Montse en cuanto notó la inminente corrida para agarrarse la polla con una mano y masturbarse apuntando hacia la cara de su empleada a quién sujetó del pelo con la otra mano para que no pudiera rehuir de la corrida.

Cuando Montse se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar quiso zafarse, pero su superior la había agarrado del cabello y no tenía forma de escapar sin evitar un fuerte tirón de pelo así que asumió lo que iba a pasar y, a pesar de jamás haber recibido una corrida en la cara, abrió la boca para probar el dulce de leche.

Cuando Román vio cómo la chica abría la boca no pudo aguantar más y se corrió con fuerza soltando largos chorros de semen todos directos al rostro de Montse quien los recibió con cierto desconcierto al principio y placer al final.

La cara de la chica quedó pintada de blanco y el poco semen que se le introdujo en la boca lo expulsó como pudo deslizándose por la comisura de sus labios y barbilla para quedar ahí colgando hasta que su jefe le ofreció un pañuelo con el que limpiarse.

-A partir de ahora – soltó Román mientras se arreglaban – borrón y cuenta nueva. ¿Está de acuerdo? – volvió a tratarla de usted.

-¿Ya no hay emails personales? – preguntó queriendo saber si se desharía de toda prueba que pudiera servir para despedirla.

-Vos nunca ha enviado correos personales ni acá nunca ha sucedido esto – haciendo referencia al extraordinario polvo que acababan de pegar.

Ambos estuvieron de acuerdo así que Montse se marchó del despacho pensando en lo sucedido. Era la segunda vez que era infiel a Ismael, pero si hace un año fue con el tío más adorable de la tierra, Ricardo, esta vez había sido con el mayor cabronazo que existía, su jefe. Eso sí, el placer que este último le había dado no tenía comparación con nada que hubiera experimentado hasta ahora. Si entonces pudo vivir con ello sin problemas, ahora no debería ser más difícil pensando que simplemente el placer recibido era más justificación que hacerle un favor a su mejor amigo. Únicamente se quedó con la sensación de traición a su amigo. Si Ricardo se enterara que aquello que le había negado a explicarle se había convertido en el mejor polvo de su vida con el tío que más odiaba, la mataría. Así que lo que acababa de suceder quedó para siempre en el olvido.

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