EXPEDIENTES X:
EL REGRESO DE LAS ZAPATILLAS ROJAS
Parte 3
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso
leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas, antes de leer esta historia.
Por Sigma
-Dios que ya termine el día por favor, quiero irme a casa –pensó angustiada la agente Scully a últimas horas del viernes siguiente- necesito relajarme y pensar en algo más.
La agente se apresuró por los pasillos del FBI, vestida como siempre con un traje sastre formal, con pantalones y saco, sin embargo había algunas diferencias: los pantalones eran un poco más entallados en sus nalgas y muslos, el saco más ajustado en el busto y cintura, sus zapatillas tenían tacones un poco más altos, pero todo dentro del reglamento.
Sin embargo eso atraía las miradas inevitablemente hacía ella, era algo sutil, casi intangible, pero evidentemente estaba ahí, una energía sexual la rodeaba, sin darse cuenta movía sus caderas con más sensualidad de lo normal al caminar y al detenerse a comentar algún detalle de un caso cruzaba inconscientemente sus piernas de forma muy sexy.
Pero nada de esto era percibido por la agente, lo que la tenía tan perturbada eran las sensaciones que estaba sufriendo desde el lunes, la primera mañana al entrar a la oficina chocó con una joven analista latina de cabellos largos y rizados, tirando sus documentos al piso, se puso en cuclillas para ayudarla pero antes de darse cuenta Scully tenía fija la mirada en el escote en V de la chica, formado por su blusa con dos botones abiertos, le parecieron atrayentes y apetitosos, sólo cuando ella le dio las gracias la rubia parpadeó y volvió a la realidad. La agente sacudió la cabeza y continuó su camino.
La tarde siguiente al entrar al archivo central para pedir un expediente, la agente se encontró de golpe con una secretaría con las manos apoyadas en un escritorio mientras leía un memorándum, tenía el cabello pelirrojo recogido en la nuca y llevaba una corta falda negra, sin poder evitarlo Scully se quedó paralizada y repasó cada curva de esas pantorrillas y muslos, su boca se entreabrió y se humedeció los labios. De pronto sintió como sus pezones se endurecían bajo la blusa contra su brassier de encaje blanco. En ese momento la secretaría se dio cuenta de su presencia y se dio vuelta para mirarla, la agente salió de inmediato del archivo.
El día anterior, al ir al comedor con Mulder, la rubia se encontró de nuevo con la secretaría, estaba comiendo en una mesa enfrente de ella, llevaba una falda gris algo corta y un suéter negro, mientras su compañero le comentaba una de sus disparatadas teorías Scully no podía apartar la vista de las piernas de la secretaría, esta las cruzaba con gran delicadeza y sus medias negras brillantes atrapaban la vista de la rubia.
La agente se pasaba la mano por la frente y el cuello, por fortuna Mulder estaba tan concentrado en explicar sus ideas que no se dio cuenta. La secretaria extendió sus piernas bajo la mesa, y a la agente le parecieron interminables, pero mientras su mirada recorría ese par de delicias se encontró de pronto con la mirada pícara de la pelirroja que le sonrió abiertamente antes de hacerle un guiño cargado de insinuaciones. Scully volteó de golpe hacía su compañero y no se atrevió a mirar de nuevo.
Finalmente, apenas minutos antes, la agente se sorprendió así misma memorizando las redondeadas nalgas de otra agente que trataba de reconectar un monitor a la parte de atrás de su computadora.
-¡Santo cielo! ¿Pero que me está pasando? Tengo que salir de aquí… -pensó mientras salía del edificio hacía su auto.
Ya en su hogar, tras cenar, darse un largo baño de tina, peinarse y encender la televisión de su cuarto, Dana se preparó al fin para acostarse, se puso un juego de lencería negro que se transparentaba dejando ver su dorado vello púbico y sus rosados pezones, un liguero blanco alrededor de su cintura conectado a sus medias blancas y finalmente calzada con sus zapatos negros de colegiala. Comenzó a acariciarse las piernas sin dejar de mirarlas y sonrió con excitación.
-Ah, esto está mejor, ahora si puedo relajarme como me gusta –pensó mientras ya empezaba a excitarse- oh… como disfruto estas zapatillas tan altas.
Puso las piernas sobre la cama, las extendió por completo, luego las abrió en V y las levantó para verlas bien.
-¡Si, como me gustan mis piernas, son tan esbeltas! –dijo con lujuria mientras deslizaba sus manos por ellas, para luego empezar a acariciar sus senos- Ah, eso es, mis tetitas son tan suaves y carnosas… mmm…
Una de sus manos bajó y se introdujo en su ropa interior, pero cuando comenzó a acariciarse se detuvo y se levantó de la cama con una sonrisa pícara.
-Mmm…tengo una idea divertida –pensó al caminar a su tocador, abrió un cajón y sacó y consolador negro y un control remoto- aaah si, tenía tiempo que no te veía amiguito.
En realidad no recordaba haberlo comprado pero sabía muy bien donde encontrarlo. Scully se recostó, se bajó las pantaletas negras y amorosamente se lo introdujo en su vagina.
-Ah, que rico… mi coñito ya está húmedo –después de introducirlo por completo se subió sus pantaletas, pero aun quería algo más- ahora sólo falta una cosa…
Rápidamente fue a su bolso y sacó un par de esposas metálicas con un solo eslabón uniéndolas, saco la llave y se la llevó con ella, tras recostarse activo su consolador en un programa creciente progresivo, para finalmente esposarse las manos a la espalda. La llave estaba en su mesita de noche por si la necesitaba. Comenzó a excitarse paulatinamente, mientras el consolador aumentaba su vibración.
-Aaaahh, que bien –la rubia comenzó a transpirar y a arquear su espalda, a cerrar los ojos y abrir la boca- ¡Si, si que delicia!
En ese momento empezó a sonar una melodía en su televisor, Crazy in love de Beyoncé, Scully no pudo evitar abrir los ojos al escucharla, entonces vio en la televisión a la bella cantante negra bailando sensualmente, moviendo sus caderas y nalgas de forma frenética. Sin poder controlarse la rubia tuvo un poderoso orgasmo al verlo.
-¡Nooooo! ¡Aaahhh! –agitó su cabeza de lado a lado- ah… ah…
Finalmente se tranquilizó y dormitó un rato, pero despertó cuando sintió como el consolador empezaba a vibrar de nuevo subiendo paulatinamente.
-Uuff creo que tendré que ver a la psicóloga, no se que me está pasando con las mujeres, pero mejor me quito esto, tengo trabajo que hacer antes de dormir –pensó mientras se sentaba en la cama, pero sintió un escalofrío cuando vio que la llave de las esposas no estaban en la mesilla.
-¿Qué? ¿Pero donde está? La dejé justo allí –rápidamente se levantó y comenzó a buscar junto a la mesilla, pero al no encontrarla allí se empezó a mover frenética por la habitación- Dios, no, no, no pude perderla, tiene que estar por aquí…
Pero no encontró nada, peor aun, el consolador seguía subiendo su vibración y no la dejaba concentrarse, empezó a apretar los muslos en un vano intento por controlarse pero la desesperación empezaba a dominarla.
-Dios que voy a hacer, no puedo pedirle a Mulder que venga a liberarme con su llave, sería humillante… -de pronto recordó que tenía herramientas viejas en una caja en la pequeña bodega del patio de atrás.
-Los alicates, eso es, me costará algo de trabajo pero puede funcionar –entonces recordó que tendría que salir al patio- pero debo correr, sólo falta que los vecinos me vean correteando vestida así por el patio trasero.
-¡Oooohhh que rico! -Gimió mientras cerraba los ojos con fuerza, casi había olvidado que el consolador seguía funcionando, tenía que moverse pronto.
Corrió a la puerta trasera, pero por algún motivo no se le ocurrió quitarse sus altísimas zapatillas negras, por fortuna podía alcanzar la manija de la puerta, en cuanto abrió se asomó al patio con cautela, a sólo cinco metros estaba la bodega.
Ya era algo tarde así que no se veía un alma, pero aun así sentía su corazón latiéndole incontrolable y el consolador no le ayudaba. Corrió a la bodega, por fortuna nunca cerraba el candado, como pudo tomó los alicates, cerró y se dirigió a la puerta.
-Bien, casi lo… ooohh… ooohh… logro –pensó al acercarse, pero entonces la puerta se cerró frente a ella por una ráfaga de viento- No, no, por favor.
Scully trató de abrirla pero era inútil, se había cerrado. Ahora estaba en la calle, con un consolador en su vagina llevándola al orgasmo, esposada y vestida en lencería francesa.
-Dios, esto no puede ponerse peor –pensó molesta, cuando escuchó pasos en la esquina de su casa.
-¿Quién anda ahí? ¡Es la policía! –escuchó decir.
-No, no ahora, tengo que esconderme –pensó desesperada y se lanzó tras un arbusto junto a su casa.
Un policía se asomó en la esquina y usó su lámpara para alumbrar la zona, Scully se apretó contra la pared, se encogió y trató de no respirar. Estaba de rodillas, sus pies en punta, sus senos apretados contra sus muslos, casi en posición fetal excepto por sus manos esposadas a su espalda, parecía una sumisa esclava rindiendo culto a un obscuro dios pagano.
El agente dio un par de pasos, pero al parecer sintiéndose conforme se dio la vuelta para volver a la patrulla. La rubia se relajó al fin pero justo entonces el consolador subió al último nivel…
-¡Aaaahhh Papi! –gimió sin poder evitarlo debido a un repentino orgasmo, el policía escuchó algo y se acercó.
-No, no, no, basta –susurró casi llorando, tratando de resistir el placer, pues un enorme orgasmo crecía incontrolable en su entrepierna. El policía estaba muy cerca…
En su radio sonó un mensaje en código de un asalto a mano armada a pocas calles, el policía sacudió la cabeza y se marcho corriendo.
Al verse a salvo, debido a la tensión, la vergüenza y la casi humillación Scully no pudo evitar su tremendo orgasmo, este la hizo recostarse sobre el césped boca arriba y gemir más fuerte de lo que deseaba.
-¡Dios, que exquisito! ¡Siiiiiii!
Desde una ventana de la casa de Scully, semioculta en la penumbra, Sydney Fox la miraba sonriendo, en la mano tenía la llave de las esposas de la extasiada agente.
Finalmente Scully logró entrar por una ventana, se quitó las esposas con los alicates y ya sólo pudo irse a dormir tal y como estaba.
Cuando entró bailando a la camioneta negra esa noche, la agente tenía el cabello revuelto, el cuerpo con manchas de lodo y marcas de esposas en las muñecas, X sacudió la cabeza pensando lo bien que todo estaba funcionando. Sydney Fox subió por la puerta del copiloto.
-¿Qué tal estuvo tu vigilancia Piernas? ¿Tú y Scully se divirtieron?
-¡Si Papito! Más de lo que me imaginaba –dijo sonriente, en su moreno cuello colgaba de una cadena un recuerdo: la llave perdida de la agente.
Poco tiempo después la rubia estaba bailando una lenta danza árabe, llevaba en el cuello una gruesa gargantilla de oro con un exquisito diseño grabado, la forma de la pieza la forzaba a estar muy derecha, en sus caderas llevaba una falda de tela trasparente color azul cielo hasta los tobillos, pero estaba abierta desde el cinto dorado adornado con cadenillas rematadas con cascabeles, mostrando así sus deliciosas piernas por completo, debajo llevaba una tanga roja que se podía desatar en los moños a cada lado de la cadera, su cabello estaba suelto, sus labios pintados al rojo vivo, grandes aros colgaban de sus lóbulos y en sus piernas llevaba unas sandalias azules de tacón de aguja de doce centímetros con gruesas pulseras en los tobillos y las uñas de sus pies estaban también pintadas de rojo intenso.
Sus senos se movían libremente, su piel brillaba ahora por el aceite que Piernas le había untado mientras la masajeaba y acariciaba ante la mirada complacida de X, pero lo peor era que sus manos libres se movían rítmicamente con la música, se deslizaban por sus caderas, sus piernas, sus senos, de forma excitante y sin control alguno.
-Ooohh no, ya ni siquiera puedo controlar mis manos –pensó ya presa de la desesperación- tengo que hacer algo…
En ese momento sus manos se habían unido sobre su cabeza mientras ondulaba sus caderas y busto rítmicamente, X la observaba desde su escritorio mientras bebía una copa.
-Muy bien Dana, es perfecto, tus avances, tu sumisión, tu gusto para vestir, todo es estupendo, si ¡Esa es mi Nena!
-¡Gracias Papi!
-Bien, creo que ya es hora, estás lista para entregarte a mi…
-¡No papi! No lo haré.
-Ya veremos Nena.
-¡Claro Papi!
X se acercó a Dana y empezó a guiarla tomándola de la cintura y guiándola en el baile, la llevó hasta la gran cama redondeada de su habitación, mientras la rubia seguía bailando el enmascarado dio un gentil tirón a las cintas de su tanga, con lo que esta se deshizo como por encanto y se deslizó suavemente por sus piernas, dejando al descubierto la entrepierna, completamente depilada, como la de un bebé. Piernas se había encargado de eso.
Y justamente Piernas, que había estado masturbándose en un mullido sillón, se acercó, tomó las muñecas de Scully y las puso a su espalda, para ponerle unas esposas de acero, pero cubiertas de tela acolchada. Tras fijarlas bien ajustadas retrocedió de nuevo al sillón. X la soltó y apagó la música que se escuchaba. De pronto la agente recuperó el control de su cuerpo.
-Tengo que escapar, es mi última oportunidad –pensó desesperada. Trató de correr a la puerta pero estaba cerrada con llave, X comenzó a perseguirla por la habitación, casi como jugando, y ella trataba de mantener distancia, pero era muy difícil para ella hacerlo en sus altísimos tacones. Sintió la adrenalina correr por sus venas mientras se movía veloz por el lugar bajo la atenta mirada de Piernas.
-Vamos Dana, ven a mi, no te haré daño, lo disfrutarás –le decía X, pero Scully mantenía distancia con éxito.
-Si, aun no puede atraparme, puedo lograrlo –pensó, pero sin darse cuenta comenzó a sonreír con coquetería a su perseguidor, sus pezones se pusieron duros y sensibles, y su vagina se humedeció. Se estaba excitando sin darse cuenta. Risitas como de niña empezaron a salir de su boca cada vez que evadía a X.
Pero finalmente, mientras daba un paso hacía atrás Fox puso su pierna, embutida en una bota negra de enormes tacones, causando que tropezara y cayera hacía atrás sobre la cama, sin embargo en el primer momento no se atemorizó, en su lugar disfrutó la sensación de las sabanas frescas en su cuerpo y la vista de sus piernas calzando tacones sobre la cama.
Cuando se dio cuenta ya tenía a X sobre ella y reaccionó pero muy tarde, trató de patearlo pero el encapuchado simplemente se clavó entre sus piernas, comenzó a besarla en el cuello y a acariciar sus senos.
-¡No, déjeme, suélteme! –gritó la rubia, no con demasiada convicción, mientras inconscientemente rodeaba y apretaba a X con sus piernas, este se bajó el pantalón se quitó la camisa y la capucha, pero debajo llevaba un ancho antifaz, la única característica que pudo ver fue el cabello rubio de su captor. Levantó a la esbelta mujer por la cintura, y ya de pie ambos, la cargó sosteniéndola de las nalgas y le clavó su rígido miembro en su húmedo sexo. La agente se dejó llevar y le ayudó al cruzar sus piernas en su cintura para sostenerse, mientras sus manos atadas a la espalda se abrían y cerraban. X la levantaba y la bajaba una y otra vez, mientras la rubia gemía y cerraba los ojos.
-¡Aaahhh, si, si Papi, sigue, sigue! –después de unos minutos X se sentó al borde de la cama con Scully aun en su regazo, después se recostó mientras seguía moviendo a la chica atrás y adelante, poco a poco fue soltando a la rubia, hasta que ella fue la que se movía cogiéndose a X con entusiasmo.
-Mmmm… ah… muy bien… Dana… ya es hora de que seas… mi espía.
-¡No, no lo haré! –gritó y trato de levantarse de la cama, pero justo entonces la música tipo árabe volvió a sonar en las bocinas,Ojos así de Shakira, y la agente cerró los ojos, incapaz de detener el movimiento de sus caderas al ritmo de la música, sintiendo de nuevo el calor invadirla con aun más fuerza.
-Di que serás mi espía -le susurró X al oído- dilo.
-No… por favor… no –gimió aun resistiéndose, entonces X hizo un gesto con la mano y Piernas se acercó.
Scully sintió a alguien detrás de ella, logró volverse y vio que era la profesora Fox, le liberó las manos que de inmediato se apoyaron en el pecho de X, luego sintió como la morena comenzó a acariciarle el músculo de su ano, con sus suaves dedos, una sensación fresca y excitante recorrió sus nalgas, un lubricante.
-¡No, que hace, basta! –gritó incapaz de hacer nada excepto seguir el ritmo.
Poco a poco Fox comenzó a penetrarla analmente con un consolador doble, por fortuna más pequeño y manejable.
-Ooooohh, nooo, nooo –gimió indefensa.
Fox no se movió mucho, la linda rubia fue la que comenzó a facilitar la penetración al seguir moviéndose con la música, atrás y adelante, atrás y adelante, una y otra vez, hasta que la profesora pudo entrar con facilidad, comenzando a moverse también para su propio placer. Scully estaba siendo cogida por su coño y su ano a la vez. Para colmo, el dolor y la incomodidad que sintió en un principio se convirtieron en un extraño y nunca antes experimentado placer, la comezón de placer que sentía con las zapatillas al bailar amenazó con volverse intolerable.
La profesora empezó a gemir de placer tras ella, no sólo por su propio goce, sino por que estaba cumpliendo los deseos de su señor, pronto se cumplirían sus designios y tendría una nueva hermana para ayudarla y amarla.
-¡Dilo Dana! ¡Di que eres mi esclava y espía! –gritó X mientras le daba suaves golpes a lado de sus nalgas.
-¡Nooooooooo! –todavía logró gritar antes de escuchar de X la frase fatal que marcaría su vida para siempre.
-¡Dilo mi amada Nena! –la agente se arqueó hacía atrás todo lo que pudo con los ojos cerrados, y sus manos se lanzaron a las nalgas de Fox, para apretarla contra ella aumentando la penetración. Su boca se abrió al máximo.
-¡Siiiiii… siiiii… soy tuya Papi… soy tu esclava… tu espía… lo que tu quieras…! -al fin gritó incontrolable, justo con el final de la música. Se derrumbó hacia adelante, sus brazos alrededor del cuello de X, sus pechos aplastados contra el suyo, jadeando, con el cabello cubriéndole el rostro pero una enorme sonrisa insinuándose tras este.
Meses después Scully pasó a dejar una caja de evidencias al sótano, Baxter sonrió de oreja a oreja al verla acercarse, llevaba su típico traje de agente y se veía muy sería pero el guardia ya conocía la naturaleza de la agente. Al fijarse con cuidado notó como bajo la falda se marcaba un liguero.
-¿Un liguero para venir a trabajar? Vaya, jamás lo hubiera creído -pensó excitado.
-Buenas tardes Baxter –saludó amigable Scully.
-Buenas tardes Dana, y te he dicho mil veces que me llames Robert.
-No, eso sería muy inapropiado, somos compañeros de trabajo.
-Si, ya lo se –respondió sin sorpresa Baxter.
-Bien, vengo a dejar esto pero quisiera dar un vistazo a otra caja de pruebas tengo que checar algo.
-Dana, ya sabes que no puedes hacer eso sin el permiso adecuado… -dijo el guardia con una gran sonrisa.
-No puedo perder tiempo con eso, ya sabes que trato de ser ascendida.
-Bueno, ya sabes cual es mi precio…
-Ah, eres terrible, de acuerdo, pero recuerda mi regla: sólo ver, nada de tocar ¿Está claro?
-Por supuesto…
Scully miró al pasillo que llevaba a la bodega de evidencias, dio un paso atrás para quedar oculta por el marco de la puerta, se recargó en el muro, miró al guardia a los ojos, bajo las manos a sus caderas, agarró la falda y comenzó a subirla.
Baxter vio como la falda iba subiendo mientras acariciaba los muslos de Dana, dejando más y más de sus piernas expuestas, hasta que finalmente aparecieron las cimas de su medias blancas, mantenidas en su lugar por ligas negras que se perdían más arriba, luego aparecieron los muslos desnudos y comenzó a aparecer la punta de su tanga, un triangulo muy pequeño de encaje y seda que enseñaba más de lo que ocultaba.
Baxter notó que la prenda estaba puesta por encima del liguero, lo que lo puso más duro aun de lo que ya estaba.
-¿Y eso Dana? ¿Tienes una cita? Mmmm…
-Eso es personal Baxter –dijo para de inmediato soltar la falda.
-No, espera Dana, quiero ver más.
-Mmmm bueno, si te portas bien conmigo la próxima vez tal vez te deje ver más, quizás hasta te deje tocar algo…
-Uuffff, está bien, la espero -gimió el guardia dejándose caer sobre el sillón.
Scully entró rápidamente para buscar las pruebas del caso del coleccionista, varias mujeres habían desaparecido y se sospechaba que fuera un solo hombre.
La agente abrió la caja y las bolsas selladas.
-Bien, no hay nada que pueda relacionar a Papi con esto –pensó con tranquilidad- son muy profesionales pero con mi ayuda no encontrarán ni uno de sus cabellos, bueno de momento va bien, ya lo detectaron, pero aun no tienen nada en absoluto que los ponga tras su pista.
Salió de la bodega, se despidió del guardia con un guiño y se dirigió al archivo central, aun tenía algo que hacer.
Elena apartó un mechón pelirrojo de cabello frente a su cara mientras terminaba de archivar el último expediente del día, al fin podría irse a casa y descansar por hoy. Se inclinó para apagar la computadora y en ese momento sintió como la empujaban contra el escritorio boca abajo, sujetándola por la nuca.
-Hola primor ¿Me extrañaste? –dijo una voz tras ella.
-¿Dana? –dijo sorprendida la mujer mientras se enderezaba- me asustaste.
Pero Scully volvió a obligarla a recostarse de un empujón, le sujeto las manos y se las esposo tras la espalda.
-Quieta lindura, hoy trabajarás horas extra…
-No, por favor Dana, nos verán, podemos perder el trabajo –gimió la chica.
-No te preocupes, ya no hay nadie en este piso y ya cerré la puerta de esta oficina con llave. No nos molestarán.
-Espera, ya no quiero seguir con esto, de haber sabido que eras así yo nunca… Aaaaayyy –chilló la chica cuando Scully le dio una nalgada inesperada.
-Bien ahora que tengo tu atención veamos si fuiste una niña obediente –le susurró mientras le levantaba su falda café, dejando al descubierto unas pantaletas de corte francés negras y unas medias negras con liguero, Scully sonrió complacida- muy lindo, dices que no quieres seguir con esto, pero obedeciste al pie de la letra…
-Dana, eso sólo fue por… aaahhh –gimió por otro azote en su nalga.
-Ya deja de llamarme así, bien sabes como debes llamarme.
-Si Mami, tu mandas –al fin se rindió Elena.
-Muy bien, es hora de disfrutar –le susurró mientras introducía una mano en sus pantaletas y comenzaba a masajearle el clítoris, mientras le besaba la nuca y el cuello.
Minutos después fuera de la oficina se escuchó apagado gemido.
-¡Aaaahh… si mami… si…!
Un rato después Scully acompañaba a Elena a su auto en el estacionamiento, las dos platicaban y se reían animadamente, finalmente llegaron al auto de la secretaria.
-Recuerda que necesito esos expedientes lo antes posible –le comentaba la rubia- y nadie debe saberlo, es una investigación secreta.
-Claro, no te preocupes, yo me encargo de todo.
-Bueno nos vemos muy pronto Elena –dijo Scully con un brillo lascivo en sus ojos a ver las piernas de Elena acomodarse en su asiento.
-Si Mami… digo Dana… -la pelirroja se ruborizó.
-Ah, una cosa más –dijo la rubia mientras le daba una caja a Elena- quiero que desde hoy duermas usando esto al menos un día a la semana.
La chica abrió la caja y se encontró unas zapatillas de color rojo intenso con tacones de vértigo y una pulsera para atar en el tobillo.
-Pero no puedo caminar con tacones tan altos… -empezó a decir la pelirroja antes de ser interrumpida por la rubia que le dio un apasionado beso en la boca. Luego se levantó, vio que no había nadie cerca y al fin se despidió.
-No te preocupes primor, no vas a caminar con ellos, nos vemos –dijo con un guiño para luego darse la vuelta y alejarse.
X esperaba complacido en su camioneta, todo iba de maravilla, si seguía como hasta ese momento pronto tendría esclavas en todos los puntos clave de la sociedad. Pero sin duda un apoyo importante era Dana, gracias a su inteligencia, posición y contactos le había permitido maniobrar casi sin ser detectado por las fuerzas del orden, incluso tenía al experto paranormal del FBI Fox Mulder completamente embobado con insinuaciones y breves vistazos a sus muslos, sus senos o sus nalgas, el experto no había resuelto un caso en semanas. X pronto acumularía suficiente poder para lograr todos sus sueños. Pero era hora de volver al trabajo.
La música ultrasónica comenzó a emitirse, y segundos después de la casa salió Dana bailando libremente, brincando, caminando a paso seguro en unas zapatillas con plataforma y tacones altísimos de charol negro y cintas del mismo color que subían entrecruzándose por sus pantorrillas hasta sus rodillas, atándose en femeninos moños a los lados de sus piernas, llevaba puesta una bata de seda negra, que abría provocativamente a cada paso, mostrando su ropa interior rojo sangre de seda, con un brassier de media copa que potenciaba su escote y unas pantaletas muy estilizadas que hacían que sus piernas se vieran más largas. Sus labios contrastaban con su piel por el tono sangre y las uñas de sus manos estaban muy largas y pintadas del mismo color.
X sonrió orgulloso y satisfecho, pero no por que Scully volviera a él, como tantas otras noches, ni por el exquisito conjunto que había elegido y la hacia lucir tan sexy, sonrió por que la rubia se acercaba despierta, con la vista fija en los ojos del encapuchado y con una sonrisa lujuriosa en su rostro.
¿FIN?

 

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