CAPÍTULO 6

No tardé mucho en planear la venganza porque el modo de vida de Miguel y su desaforada necesidad de complacer a sus acreedores me lo pusieron muy fácil. Solo tenía que aprovechar la costumbre que tenía desde hace años de ir todos los jueves a un tugurio y contratar a una puta para que se lo tirara.
Para ello contacté con Cleopatra, una de las meretrices más famosas de todo Madrid. El haber hecho uso de sus servicios asiduamente durante los últimos años facilitó las cosas porque entre nosotros había nacido algo más que amistad. No solo me caía bien y estaba estupenda, sino que incluso alguna vez la planteé sin éxito el sacarla de ese oficio.
Por ello y tras explicarle que ese hijo de perra había vendido a su propia esposa para pagar una deuda, esa morena se mostró receptiva.
-Ojalá venga con el cabrón que la violó- comentó ya dispuesta a participar en mi venganza y contra lo que me esperaba, rebajó su tarifa diciendo: -Seré una puta pero soy mujer y esos hijos de perra no pueden salirse con la suya.
Teniendo resuelto que ella iba a ser el brazo ejecutor de mi justicia, solo quedaba el cómo. Al exponerle mi plan, la zorrona lo cambió sobre la marcha diciendo:
-Sin certificado médico y mi profesión nadie se lo va a creer.
Y acto seguido me planteó unos cambios que me parecieron correctos, de forma que tras cerrar el pago de antemano me despedí de ella, poniendo en sus manos una fotografía de ese desgraciado.
Sabiendo que en tres días mi “querido amigo” estaría entre rejas, llamé a su mujer y tras confirmarle que había tenido éxito en la misión, quedé ni ella ni María se movieran de la finca no fuera a ser que todo se fuera al traste.
-Y tú, ¿cuándo volverás?- preguntó en plan meloso.
Haciendo gala de mi sangre gallega, respondí:
-¿Por qué quieres saberlo?
-Tus dos zorritas te echan de menos- contestó muerta de risa- y aunque hemos sido cariñosas entre nosotras como nos pediste, necesitamos que vengas a ponernos en cintura.
El descaro de la chavala me hizo gracia y ejerciendo de su amo, le exigí que me contara como de “tierna” se había comportado María.
La rubia asumió que quería todo tipo de detalles y poniendo un tono alicaído, replicó:
-Esta mañana estaba tan triste al despertar y ver que no estabas que pedí a tu prometida que me abrazara porque tenía frío.
-Me figuro que ella no puso ninguna objeción.
Del otro lado del teléfono, Patricia contestó:
-Ella estaba también helada y aprovechando que no teníamos nada que hacer durante todo el día, sugirió que nos quedáramos en la cama para ver si entrabamos en calor.
-Ya veo- comenté descojonado- cuéntame cómo entrasteis en calor.
La ex de Miguel dotando a su voz de una dulzura empalagosa, me recordó que cuando las había dejado estaban desnudas y que por ello al abrazar a mi futura esposa, pudo sentir los pechos de la morena aplastando los suyos.
-Y eso te puso cachonda- afirmé haciéndome una idea de la situación.
-Sí- reconoció y sin cortarse un pelo, me soltó: -Mi piel es tan sensible que al notar los pezones de esa zorrita clavándose contra mis tetas, tuve que separarme y comprobar la razón por la que esos pitones estaban tan duros.
Asumiendo que quería ser interrogada, le pregunté qué había ocurrido:
-Tu novia es tan bella que tengo que confesar que algo en mí me forzó a probar si mi boca era capaz de abarcar sus apetitosos melones. Por ello, no dudé en dar un par de lametazos a sus areolas antes de ponerme a mamar.
-¿Y ella qué hizo?
Soltando una carcajada, respondió:
-La muy zorra empezó a gemir como una loca y no contenta con ello en cuanto notó mis dientes mordisqueando sus botones, me rogó que la masturbara.
La imagen era tan nítida en mi mente que provocó que bajo mi pantalón, mi pene se alzara hambriento y mientras la ordenaba que describiera los gritos de mi morena, no dudé en sacarlo de su encierro.
-Si crees que la conoces, te equivocas… porque suplantando tu papel, se convirtió en una dominatriz y tirándome del pelo, llevó mi pobre cabecita entre sus piernas.
-¡Menuda zorra!- exclamé en absoluto cabreado y reteniendo las ganas de reír al darme cuenta que se estaba haciendo la explotada cuando en realidad estaba encantada con lo ocurrido.
Patricia pilló al vuelo que no la creía y por eso exagerando su papel de víctima continuó diciendo:
-Te juro que nada pude hacer cuando puso los carnosos de su sexo en mis labios. Yo no quería pero azuzada por sus órdenes, no me quedó más remedio que sacando mi lengua ponerle a jugar con sus labios mientras ella me insultaba.
-Pobrecita- comenté llevando mi mano hasta el miembro que exigía mis caricias ya totalmente erecto.
La rubia descubrió por mi tono que estaba excitado y recreándose en los detalles, me contó que la perversión de María no había quedado ahí sino que la había obligado a pellizcarle las tetas mientras la obligaba a follársela con la boca.
-¡Qué cabrona!- indignado por tan duro trato exclamé.
Riendo, me dijo:
-Lo que no se esperaba esa malvada fue que, viendo que su cuerpo era sacudido por un intenso orgasmo, aprovechará el momento para castigar su comportamiento mordiendo su clítoris con dureza.
Y poniendo un tono impregnado de tristeza, murmuró:
-Pero el tiro me salió por la culata porque la guarra de tu novia al experimentar esa caricia, se puso a chillar que siguiera mientras gemía dando sonoros gritos.
-¡Qué vergüenza!
Con picardía, continuó:
-Al no estar tú, esa pobre estaba tan urgida del cariño que me pidió que la follara con mis dedos. Cómo soy tan obediente, usé mis yemas para tantear su sexo y aunque no te lo creas ¡estaba totalmente empapado!
-Siempre ha sido una calentorra- ratifiqué de cachondeo.
Patricia, al comprobar el interés con el que seguía su descripción de los hechos, se explayó explicando que como no quería hacerla daño al principio solo le había metido un poco una falange pero que María le había exigido no solo que la penetrara totalmente sino que usara al menos dos dedos.
-Definitivamente es una puta- sentencié con una sonrisa de oreja a oreja.
Mis palabras la azuzaron a continuar y adoptando el papel de tierna corderita, me describió como esa loba clavando las uñas en su indefensa espalda la había forzado a meter y a sacarlos de su interior sin importarle que estuviera sintiendo ella.
Para entonces mi muñeca ya se había adueñado de mi pene y con ritmo lento lo estimulaba. No queriendo que dejara de hablar le pregunté que había sentido y entonces Patricia alegremente me soltó:
-Desde que soy tu zorrita fiel, me has enseñado a disfrutar de la belleza morena de tu prometida y como no soy de piedra, te confieso que me puso como una moto escuchar el chapoteo que mis dedos producían al follármela.
-¿Entonces disfrutaste?
-Mucho…- y haciendo una pausa, tomó aire y continuó: – me sentí feliz. Dichosa de saberme deseada y querida. Por eso cuando María me pidió que la besara las tetas, respondí con pasión y subiendo por su cuerpo, lamí toda su piel hasta llegar nuevamente a mi meta. Una vez allí y mientras con mis yemas seguía torturando su coñito, me dediqué a mordisquear sus pezones y a mamar de sus pechos hasta que tu amada no pudo más y se corrió diciendo lo mucho que me amaba.
-Eso está bien- respondí.
Creí que lo había dicho para ponerme celoso pero entonces poniendo un tonillo sensual, comentó:
-Al oírla, comprendí que no podría vivir sin ella y mientras prolongaba su orgasmo con mis mimos, susurré en su oído que yo la adoraba y le juraba que junto a ella, te haríamos feliz.
-No es para menos, sois mías- contesté satisfecho de escuchar que ni siquiera cuando yo no estaba esas dos zorritas se olvidaban de mí- pero continua, ¿qué dijo ella?
-María me respondió que ya que nuestro macho nos había dejado solas, nosotras debíamos mantenernos calientes para cuando volviera y confirmando sus palabras con hechos, cambió de postura y se puso a comer mi chochito mientras ponía el suyo nuevamente en mi boca.
Descojonado, las insulté:
-Sois un par de putas.
Patricia sin perder el buen humor, contestó:
-Lo somos. Pero recuerda que fuiste tú quien nos convirtió en ¡tus putas!…

Tras cuatro días trabajando en mi despacho de abogados, llegó el jueves por la tarde. Quedaban pocas horas para que empezara mi venganza y sabiendo que no podía ni debía acercarme al tugurio donde tendría lugar, estaba nervioso. En cambio cuando hablé con Cleopatra, la prostituta que había contratado, la encontré extrañamente tranquila y hasta contenta. Al preguntarle los motivos, ese espectáculo de mujer contestó:
-Miguel llevo tanto siendo un objeto de la lujuria de los hombres y en mi profesión he visto tantas injusticias que me siento alegre de poder aportar mi granito de arena para que un cabrón sea castigado por lo que ha hecho.
Tras lo cual, repasamos nuestro plan y quedamos en que tenía que esperar a recibir un mensaje en el móvil que había comprado para la ocasión y que era irrastreable al estar a nombre de un muerto.
En teoría, no debía de pasar nada antes de la dos de la madrugada y por eso me sorprendió que el teléfono sonara sobre las doce. Al abrirlo, comprobé que me había mandado un selfie que se acababa de hacer y bajo esa foto, Cleopatra me preguntaba si el tipo que se había fotografiado junto a ella y a Miguel era el que había violado a Patricia.
-Es él- respondí sin ningún género de dudas al reconocer a ese malnacido.
Diez segundos, después recibí su contestación:
-Perfecto, mataremos dos pájaros de un tiro- y siguiendo las instrucciones que le había dado, me informó que iba a borrar esos mensajes.
Jamás en mi vida, el tiempo ha pasado más lento que esa noche. Por mucho que miraba el reloj, las puñeteras agujas parecían no avanzar y por ello, recibí como una liberación que me informara del hotel y del número de habitación.
«Se ha dado prisa», medité al comprobar que eran las dos menos veinte y sabiendo que lo más complicado ya estaba hecho, me puse una copa para celebrarlo.
Mientras degustaba el whisky, me puse a pensar en que la mayoría de los hombres hubiesen caído en esa trampa y asumiendo que yo no me hubiera librado de sucumbir a los encantos de esa belleza, me dio hasta pena mi antiguo amigo hasta que recordé cómo había usado a su propia mujer para cubrir sus deudas de juego.
«¡Qué se joda!», mascullé dando por sentado que ese par solo recibirían parte del daño que habían provocado y viendo mi venganza más cercana me serví otra copa.
Hora y media más tarde, recibí un angustioso mensaje que de no saber lo que ocurría, me hubiese espantado.
-Llama a la policía.
Tomando las precauciones debidas, cogí mi coche y alejándome tres kilómetros de mi casa, marqué el 112. La policía encargado me preguntó que deseaba y haciéndome el histérico le expliqué que una amiga me había mandado un mensaje desde la habitación 1507 del hotel Buenavista diciendo que estaba en peligro.
-Me da su nombre- preguntó la telefonista pero no le contesté porque nada más escucharlo colgué.
«Ya está», me dije y sin nada más que hacer, decidí ir a comprobar que me habían hecho caso, no fuera a ser que la droga que esa mujer había tomado fuera letal al no recibir ayuda médica.
«Una intoxicación por GHB debe ser tratada en menos de una hora», pensé recordando la información que había obtenido en internet de ese compuesto famoso por ser usado en multitud de violaciones.
Por ello, me dirigí a la calle donde estaba ese establecimiento y ni siquiera tuve que aparcar porque al pasar por enfrente, vi como subían a Cleopatra a una ambulancia. Ya tranquilo, volví a casa y me dormí sin que ningún remordimiento me impidiera conciliar el sueño.
Más o menos a las seis, me despertó el teléfono. Como sabía de qué se trataba, lo dejé sonar durante un minuto antes de contestar. Tal y como había previsto, era una llamada de Miguel en la que me pedía ayuda porque le habían detenido por algo que no había hecho.
-Tranquilo, dime en qué comisaría estás y voy de inmediato.
Tras decirme que donde estaba, le pedí que me esperara y que se negara a declarar hasta que llegara su abogado.
Ralentizando mi partida, me duché, afeité y acicalé antes de salir de casa. Quería con ello que Miguel se desesperara al ver pasar los minutos sin recibir auxilio legal, de forma que ya habían dado las ocho cuando traspasaba las puertas de la comisaría de Chamberí.
Una vez allí, los estrictos protocolos que hay que seguir antes de ver a un detenido me impidieron reunirme con mi supuesto defendido antes que el reloj marcara las nueve menos cuarto.
Cuando al final me permitieron que lo viera, no me extrañó encontrármelo nervioso y aterrorizado por la que le había caído encima.
-Cuéntame qué has hecho- le dije a bocajarro mientras me sentaba en la silla frente a él.
-Nada, te juro que no he hecho nada.
-Algo habrá ocurrido para que te detengan- repliqué – la policía solo detiene si tiene pruebas suficientes de un delito y por lo que me han dicho, te acusan de violación.
-Eso es mentira. Ayer estaba en una discoteca con un amigo y nos enrollamos a una tía borracha. Te prometo que fue ella la que nos pidió que la lleváramos a un hotel por eso no comprendo que ahora diga que la hemos violado.
-Si quieres que te defienda, necesito que me des detalles- murmuré en voz baja porque aunque está prohibido grabar la conversación de un detenido con su abogado prefería no correr riesgos.
-Joder, tú me conoces. La zorra estaba buenísima y en cuanto comentó lo de buscar un hotel, Pedro aceptó encantado.
-Y ese Pedro, ¿se puede confiar en él?
Bajando la mirada, me reconoció que no porque realmente no era su amigo sino un tipo al que le debía dinero. Sin saberlo me acababa de confirmar la versión de Patricia y haciendo un verdadero esfuerzo por no saltar sobre su cuello, le pedí que me explicara qué había pasado en el hotel.
Casi temblando de miedo, me explicó que al llegar ahí, se había entretenido pagando con su tarjeta mientras su conocido y la borracha subían la habitación y que cuando llegó él, Pedro la estaba enculando.
-Por eso te localizaron tan rápido- sentencié y dejando que digiriera que él mismo se había echado la soga al cuello al dar sus datos, esperé unos segundos antes de preguntar: -Me imagino que tú también te la follaste.
Avergonzado hasta decir basta, contestó gritando:
-¡Ni siquiera! Ese maldito no me dejó. Decía que estaba demasiado buena para un pringado como yo.
Al escuchar eso decidí que debía contrastar la información con la principal involucrada justo en el momento que el destino quiso que entrara en la habitación el comisario Peláez, un antiguo amigo de correrías y con el que había hecho un par de negocietes.
El cual sin decirme nada, me cogió del brazo y me llevó a su oficina y ya dentro me soltó a bocajarro:
-No sabes que contento me puse al saber que eras tú el abogado de ese cretino.
La satisfacción de ese poli me destanteó porque aunque le gustaba la pasta, lo consideraba un tipo honesto y tenía claro que si se enteraba que la supuesta violación era falsa y que yo lo había organizado todo, terminaría sustituyendo a Miguel entre esas cuatro paredes. Por eso con más miedo que vergüenza, le pregunté por qué:
-Llevo años yendo tras Pedro Garcés y sé que tu defendido me lo va a poner en bandeja.
-Explícate- respondí intrigado pero ya tranquilo porque sus pesquisas iban tras el maldito corredor de apuestas.
-Ese cabrón es un carnicero y me consta que no solo es responsable de multitud de delitos sino que también es un depredador sexual que ha violado y matado al menos a cinco mujeres.
-Menuda fichita pero eso que tiene que ver con mi defendido.
Cerrando la puerta, se acercó a mí y me dijo:
-El padre de una de sus víctimas, un hombre riquísimo, me ha prometido un millón de euros si consigo encerrarle porque aunque sabemos que fue él, no hemos conseguido pruebas. Si hablas con tu defendido y declara en contra de él, me comprometo a compartir contigo al cincuenta por ciento.
«¡En menudo problema he metido a Cleopatra!», pensé al darme cuenta que si el tal Pedro era tan peligroso su vida corría peligro y decidí que tenía que hablar con ella antes de decidir.
Por ello y haciendo uso tanto de mi amistad con el comisario como del hecho que monetariamente le convenía, le pedí que me diera una hora y que mientras tanto nadie interrogara a Miguel.
-Hecho- contestó y después de comprometerse que nadie iba a tomar declaración a mi cliente, me dio un apretón de manos diciendo: – Tómate el tiempo que necesites.
Con mis neuronas trabajando a mil por hora, salí rumbo al hospital donde se recuperaba esa muchacha mientras trataba de pensar en el modo en que se lo plantearía.
«Le he jodido la vida sin querer y aunque hay dinero por medio, sé que me va a montar un escándalo, yo al menos lo haría», me dije aterrorizado porque a la vez comprendía que si esa mujer cambiaba su declaración y le decía al juez que todo era mentira y que yo era quien lo había planeado, no solo iría a la trena sino que ¡era hombre muerto!
Al entrar en su habitación y ver que esa belleza me recibía con una sonrisa, no supe cómo empezar pero por suerte ella me pidió que me sentara y antes de poder abrir la boca, se quejó de lo mal que lo había pasado diciendo:
-No te haces una idea del psicópata que resultó ese mal nacido, te juro que pensé que me mataba y si no llega ser por tu ex amigo seguro que lo hubiese hecho. Ese hijo de perra está loco. No solo me destrozó el culo al sodomizarme en plan brutal sino que en plan sádico me estaba estrangulando cuando Miguel entró y su presencia hizo que se cortase. Te lo juro: ¡estoy viva de milagro!
-Lo sé y de eso te vengo a hablar. En la comisaría me he enterado que es un asesino que después de violar le gusta matar a su víctimas. Hasta ahora no han podido enjuiciarle porque no había pruebas contra él y todos los que podían declarar en su contra, han aparecido muertos.
El rictus de preocupación de Cleopatra me hizo saber que había captado perfectamente el tema. Durante dos minutos permaneció callada y en ese tiempo de ominoso silencio me sentí fatal al saber que yo era el culpable de la peligrosa situación de esa morena.
-¿Me estás diciendo que se ha desembarazado de los testigos que podían involucrarle?
-Siento decirte que así es y por eso creo que lo mejor es que retires la demanda. No quiero que nada te ocurra.
Cleopatra sonrió amargamente al escucharme y tomando la palabra, respondió:
-No serviría de nada. Con las pruebas que hemos fabricado en su contra, sabría que en cualquier momento podría cambiar de opinión y velando por sus intereses, me mataría de todos modos. Piénsalo, han sacado su adn del semen de mi culo, el análisis de mi sangre con GHB, la foto de él en mi móvil y la declaración de los enfermeros que me trataron. No puede arriesgarse a dejarme viva.
Dándole la razón y sobre la marcha decidí que la podía hablar sin rodeos por lo que sin ahorrarme ningún detalle, le expliqué que un familiar de una de sus víctimas había prometido medio millón para el que consiguiera meterle entre rejas y que con ese dinero, podía desaparecer.
La muchacha no era tonta y se tomó su tiempo antes de contestar. Juro que creí que estaba calculando el tipo de vida que se podía dar entre esa recompensa y el dinero que tenía ahorrado, por ello me sorprendió que de pronto me dijera:
-Tengo dos condiciones: la primera quiero que le digas a ese poli que quiero un millón solo para mí…
-¿Y la segunda?- pregunté esperando que fuera algo monetario.
Esa preciosidad luciendo una sonrisa contestó:
-Tengo treinta años, ya soy mayor para seguir de puta y desde que salí de Rumanía hace diez años, nunca he usado mi verdadera identidad por lo que la mejor forma de esconderme es volver a ser la mujer que fui y formar una familia.
-¿Y?
Riendo ya descaradamente, esa monada me espetó:
-Cómo eres el culpable que tenga que abandonar mi profesión, desde este momento ¡me voy a vivir contigo!
Juro que me quedé pasmado al oírla y tras la sorpresa inicial, le recordé que vivía con otras dos mujeres pero entonces ella pidiéndome que me acercara, contestó:
-Ya lo sé y esa es una de las razones por las que lo he decidido. Después de tantos años follando a todas horas, sé que si un día necesito caricias y a ti no te apetece, conseguiré sexo ¡sin tener que salir de casa!
Descojonado por el descaro de esa mujer, la besé murmurando en su oído:
-Cleopatra, bienvenida a mi harén.
A lo que ella respondió con voz melosa:
-Cariño como me vuelvas a llamar así, te corto los huevos. Soy Nadia Popescu, tu nueva novia…

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