Era noche cerrada cuando salió de su habitación en camiseta y pantalón de pijama. Le sorprendió ver una luz tenue y titilante iluminandovagamente el recibidor, al fondo del pasillo. Con sigilo atravesó el corredor hasta llegar a la puerta acristalada del salón de donde provenía la luz.

La tenue fuente lumínica no era otra cosa que la pantalla de televisión del salón que alguien visionaba a esas horas y cuyos haces luminosos no solo alumbraban la estancia sino que traspasaban la cristalera de la puerta que daba al recibidor.

Con una insana curiosidad empujó la puerta suavemente para poder meter la cabeza en el salón y ver quién estaba haciendo uso de la tele a esas horas.

La coronilla que sobresalía por encima del respaldo del sofá era claramente la de su padre y lo que estaba viendo le dejó entre pasmado y divertido. Unas imágenes de una adolescente retozando desnuda, besándose con un maromo que la penetraba.

Se le antojó demasiado joven para su padre con un coñete de pelo muy fino y unas tetitas aun muy tiernas incluso para el mozo que se la follaba.

Con una sonrisa pérfida volvió tras sus pasos, cerrando la puerta con sigilo y puso rumbo en dirección al baño ubicado frente a la puerta de su dormitorio, en mitad del pasillo, tal y como había sido su intención inicial. Antes de meterse dentro y encender la luz para orinar se fijó en la puerta del cuarto de sus padres al otro lado del pasillo. Estaba entreabierta y sin duda su madre estaría dentro durmiendo a pierna suelta.

-El idiota de mi padre prefiere meneársela con una niñata frente a la tele en vez de follar con su mujer. ¡Qué suerte tan mal aprovechada tienen algunos!

De repente una idea alocada cruzó como un rayo por su cabeza. Retrocedió un paso volviendo a plantarse en mitad del pasillo. Miró hacia el fondo del corredor fijando su vista en la puerta tras la cual dormía su madre y pensó en su padre meneándosela en solitario.

Inspiró una bocanada de aire y, con cautela y sigilo, dirigió sus pies descalzos hacia la entrada del dormitorio, empujó la puerta y se coló en el cuarto de sus padres plantándose a los pies de la cama nupcial. No sabía exactamente con qué propósito lo hacía. Se dijo a sí mismo que solo quería ver a su madre dormir y disfrutar, si era posible, del dibujo que sus tetas formarían en el fino salto de cama. O tal vez un pajote frente a su cara y correrse en su pelo.

Pero entonces, en medio de la penumbra y con la polla en la mano, pensó que podría meterse en la cama y, quizás, pegarse a ella sin que se diera cuenta, abrazarla desde atrás y notar su calor. El calor de sus tetas entre sus manos.

Rodeó la cama hasta el lado contrario al que ocupaba su madre, apartó las mantas y se detuvo un momento nervioso.

-Si se despierta, le puedo decir que no podía dormir y que solo quería abrazarla como cuando era pequeño.

Se metió en la cama con sumo cuidado y observó la tenue luz del pasillo a través de la puerta con los cinco sentidos en alerta. No había indicios de que su padre estuviera volviendo pero tenía el corazón a mil por hora.

Con suavidad se pegó a su espalda plegando su cuerpo al de ella. La erección al notar su culo contra sus ingles no se hizo esperar. La tela era lo suficientemente fina como para que Álvaro pudiese meter su polla entre las nalgas de su madre por encima de la prenda. Apoyó una mano en su cintura mientras se apretaba contra ella se manera muy sutil.

Las leves embestidas le proporcionaban tanto placer que pensó de nuevo en la paja que se estaba haciendo su padre frente a la tele. Pensar que el idiota lo prefería a esto. Él también se estaba pajeando pero lo hacía con el culo de su mujer.

La mano que tenía posada en la cadera de su madre comenzó a acariciar toda la extensión de su culo. Era una hembra hermosa. Cada vez exploraba más y más porción de su cuerpo hasta que le dio por intentar atrapar una teta. Y lo consiguió.

Tenía cogida la teta por encima de la tela. La excitación era tan grande que casi se corre de gusto ahí mismo de no ser porque la culpabilidad y sobretodo el miedo de ser descubierto por su padre hacían que fuese un manojo de nervios.

-¿Y si la sobo debajo del camisón? Si se despierta no sabrá que soy yo el que le mete mano con esta oscuridad. Si me dice que la deje en paz paro y me voy. Nadie sabrá que le he tocado las peras a mi madre.

Dicho y hecho. No solo le había bajado el tirante asomando una teta que sobaba como masa de pan sino que además había levantado la parte baja del camisón colando su polla junto a su culo. Solo las bragas impedían que su polla tuviera acceso a algo más íntimo. Lo mejor de todo era que su madre dormía como un lirón. Su respiración era honda y prolongada lo que indicaba un profundo y pesado sueño.

Era el día más feliz de su vida. Tanto que estaba a punto de llorar de placer. La sobada de teta junto a los leves empujoncitos de su polla contra su culo iban a terminar en una corrida muy placentera que no olvidaría jamás. Anda que no iba a hacerse pajas a costa de lo de hoy.

Entonces se oyó un carraspeo que casi le hace caerse de la cama. ¿Su padre?

Peor aún. Su madre acababa de despertarse y es que los leves empujoncitos de su polla no lo eran tanto como él pensaba.

-Mmmm, joder Martín. Si es que vienes muy tarde a la cama. Venga, vale, te dejo que me folles pero acaba pronto, hmmmm –dijo entre sueños– siempre igual.

Su madre se colocó boca arriba con las piernas levemente separadas. Escasos segundos después volvía a caer profundamente dormida tal y como su respiración rasposa demostraba.

Álvaro, atónito y todavía con la teta en la mano, no daba crédito. Se había pegado tal susto que casi se caga de miedo. Su madre se había despertado mientras le sobaba la teta y no se había dado cuenta de que era él y no su marido. Una risa floja asomó en su cara cuando la sangre volvió a circular por sus venas.

Miraba a su madre en la penumbra sin perder de vista la puerta. Ese era el momento adecuado para pirarse a su cuarto a hacerse una paja tal y como su padre estaba haciendo ahora en el salón. Tenía la boca seca y su respiración era tan agitada que iba a acabar con todo el aire de la casa.

Si lo dejaba aquí podría salir como un campeón. Tentar la suerte nunca trae buenas consecuencias y sobar el coño de su madre no es tentar a la suerte, es jugar a la ruleta rusa.

Dejó de pensarlo más y se desnudó por completo tirando la ropa al suelo. Su madre no se movió de su posición así que puso la mano sobre una teta, la amasó unos segundos y la fue deslizando hacia abajo cautelosamente. Cuando llego a la altura de sus bragas las palpó por encima y disfrutó de su mullido bulto.

Ante la inerte pasividad de su madre, Álvaro metió la mano bajo la prenda y exploró sus pliegues con deseo. Cerró los ojos y bendijo ese día por encima de todas las cosas.

Dios, no se lo podía creer. El coño de su madre. Le estaba sobando el coño a su madre. Y menudo coño tenía. Con esas tetazas y ese coño no entendía cómo el lerdo de su padre babeaba por un palo seco de tetitas a medio hacer.

Deslizó el dedo por la raja suavemente arriba y abajo, introdujo la yema entre sus pliegues y, en un momento dado, metió el dedo por completo, despacio.

La penetró digitalmente con cuidado sin poderse creer todavía lo que estaba pasando. Tomo aire de nuevo y decidió jugarse el todo por el todo asiendo sus bragas y tirando hacia abajo de ellas para sacárselas por los tobillos. Después se colocó sobre ella sintiendo su calor y la suavidad de su piel. Estaba en la gloria.

Su madre gemía vagamente cada vez que su hijo se movía sobre ella. Tampoco dio ninguna señal de que notara los sobeteos y mamadas a sus pezones de su hijo. Como tampoco se inmutó cuando la punta de la polla de Álvaro se colocó en la entrada de su coño.

Con muchos nervios y desacertada puntería consiguió meterla un poco. Después la fue penetrando poco a poco, con leves empujones, hasta quedar alojada por completo dentro de su coño.

Una vez dentro de su madre, el joven crápula mamó y sobo sus pezones antes de comenzar a entrar y salir de ella con suavidad y sigilo. Le hubiera gustado alargarlo hasta el infinito pero el miedo a ser descubierto por su padre follándose a su mujer le urgía a acabar cuanto antes.

Las prisas hacían volar sus manos que acariciaban y amasaban todo su cuerpo lo que hacía peligrar el estado de somnolencia de su madre que botaba en la cama de manera cada vez más frenética con cada empellón. Cada empujón era más fuerte que el anterior, cada lamida más húmeda y cada sobeteo más rudo.

Por fin las andanadas de placer no tardaron en llegar. Estaba empezando a correrse cuando, en plena efervescencia orgásmica, le metió un dedo por el culo y se puso a jugar con él metiéndolo y sacándolo al compás de su polla. Se corrió abundantemente. Su semen inundó el coño de su madre mientras éste se encargaba de llenar sus tetas de babas.

Cuando por fin todo acabó se quedó extenuado reposando su cabeza sobre el cuello de su madre intentando recuperar el resuello. Las pulsaciones de su madre eran lentas y regulares. Al parecer ni un terremoto hubiera sido capaz de sacarla de su sopor.

Poco a poco la sangre fue volviendo a su poco utilizado cerebro golpeándole con un jarro de fría realidad.

-Joder, ¿qué cojones he hecho? Acabo de tirarme a mi madre. Me la acabo de follar. Hostia puta, tiene mi semen dentro.

Se maldijo una y mil veces, cerró los ojos con fuerza y tomo una onda bocanada de aire. Con cautela comenzó a apartarse de ella levantando su cuerpo y deslizando su polla hacia afuera. Como si de un resorte se tratara, su madre salió de su duermevela y, al percatarse de la finalización del coito, se giró a su posición inicial dando la espalda a su hijo mientras balbuceaba algo inaudible posiblemente deseando las buenas noches.

Álvaro, tumbado boca arriba tras su madre y con todos sus sentidos arácnidos alerta esperó inmóvil cualquier señal de alarma. No se oía ni una mosca. Su padre tampoco daba señales de vida. Momento oportuno para salir cagando leches.

Aguardo unos segundos antes de deslizarse por el borde de la cama. Agarró su ropa en un revoltijo y se dispuso a abandonar la estancia. Asomó la cabeza al pasillo. No había moros en la costa. Salió con paso raudo hacia su dormitorio y al llegar a su puerta, se fijó en la tenue luz azulada proveniente del salón. Después volvió la mirada al dormitorio de su madre y sonrió.

-Qué curiosa es la vida de mis padres y sus hábitos. Pensar que acabo de follarme a mi madre y de correrme en su coño y ninguno de los dos se ha dado cuenta, absortos como están cada uno en sus propias miserias.

En estos pensamientos andaba cuando la tenue luz que iluminaba el pasillo desapareció, señal inequívoca de que la sesión de cine erótico nocturna había acabado. Entró en su cuarto con el máximo sigilo, dejó caer el ovillo de ropa al suelo, se metió en la cama y se durmió como una marmota en menos de dos minutos con una sonrisa de oreja a oreja.

– · –

A la mañana siguiente Álvaro se encontró a sus padres desayunando en la cocina. Mientras se sentaba con ellos, y se mezclaba en su conversación, estuvo atento a cualquier signo anormal en el comportamiento de ambos pero aparentemente todo iba como siempre.

Su padre había entrado a hurtadillas en su propia cama con actitud culpable por su paja nocturna a expensas de su mujer a la cual no quería despertar. Su madre, por otra parte, había tenido otra “típica noche sexual” con su marido cuyos lances no tenía intención de rememorar. Ninguno de los dos sospechaba nada de lo que realmente sucedió en su propio dormitorio.

Una vez superado el miedo, el hambre fue haciendo presa del muchacho que zampaba con avidez las tostadas de mantequilla y mermelada mientras su padre, con su típico adormecimiento mañanero, terminaba de apurar su café a pequeños sorbos.

Su madre se levantó de la mesa dispuesta a recogerla y su hijo no desaprovechó la ocasión para fijarse en su melonar y rememorar el buen rato de anoche amasándolo. Menuda hembra, vaya peras y, sobre todo, vaya follada.

Cuando su madre hubo limpiado la mesa y acabado de recoger parte de los utensilios se dispuso a abandonar la cocina.

-Voy a ducharme. Cuando acabéis de desayunar poned el lavavajillas –dijo antes de girarse hacia la puerta y salir por ella.

La puerta quedaba justo en frente de Álvaro que disfrutó de la vista de su culo mientras se alejaba a lo largo del pasillo, evocando feliz el momento que lo tuvo entre sus manos.

-¿Le estás mirando el culo a tu madre? –dijo su padre sin apartar la vista del café que sostenía por el asa a punto de beber.

Imprevisiblemente el tono que había tenido su padre durante el desayuno sonó áspero y provocador. El estómago de Álvaro se contrajo como si le hubiesen dado una descarga eléctrica. Bajó la vista de inmediato y la fijó en su propia taza de cola-cao temeroso de que su padre sospechara algo.

-¿Eh?, n…no, no, que va.

La mesa de la cocina era rectangular. Su padre estaba sentado en el lateral de su izquierda por lo que su mirada, fija en la pared que su padre tenía enfrente, no se cruzaba con la de su hijo.

-Yo diría que sí. Y tenías una sonrisa de bobalicón mientras lo hacías.

-Ah, es que… me estaba acordando de algo gracioso.

-¿De qué?

-Pues de… de…

Álvaro miraba a su padre de reojo mientras que éste, aun con la taza en la mano frente a su boca, no apartaba la mirada de la pared.

-Me estaba acordando de una vez que…

-Ayer fui tarde a la cama –interrumpió su padre en el mismo tono hosco–. Estuve viendo la tele hasta muy entrada la noche.

Se hizo un incómodo silencio. De repente Álvaro se encontró más pendiente de escuchar lo que su padre iba a decir que en continuar con su propia explicación inventada.

-Me extrañó que las mantas de mi lado de la cama estuvieran revueltas. Normalmente tu madre entra por su lado y se acurruca en un rincón sin apenas alterar las de mi parte –hizo una pausa para dar un sorbo a su café–. No le di importancia en ese momento.

De nuevo se hizo el silencio solamente interrumpido por el ruido de la ducha.

-Tampoco le di importancia en aquel momento al hecho de que mi lado de la cama estuviera caliente, como si alguien hubiera estado durmiendo allí antes de llegar yo.

Nuevo sorbo de café y nueva descarga estomacal. Álvaro cerró los ojos pensando en el predecible interrogatorio inquisitivo que se le venía encima. Bien, este era momento de mantener la calma y pensar en algo plausible. Negarlo todo, esa es siempre la mejor táctica. No hay pruebas, no hay crimen, no hay culpable.

-Pero ¿sabes qué? –continuó su padre– Esta mañana, al levantarme y poner los pies en la alfombra he visto las bragas de tu madre tiradas en el suelo.

Ahora sí miró a su hijo fijamente a los ojos, atravesándole como si fueran rayos laser.

-Junto a tus calzoncillos. Y eso sí ha empezado a tocarme los cojones –la última frase la pronunció escupiendo cada sílaba.

Álvaro abrió la boca atónito. ¿Cómo había podido ser tan tonto? No había pensado ni por un segundo que podía haber dejado tantas pruebas.

-Yo… yo…

-¿Qué has estado haciendo con tu madre, pequeño cabrón?

Oírle escupir las palabras de esa manera de los labios de su padre sonaba aterrador. Álvaro cerró los ojos unos segundos intentando pensar su próximo movimiento. Negarlo todo ya no era una opción.

En la cocina no se movía ni una mosca. El ruido del agua de la ducha flotaba en el ambiente mientras su progenitor permanecía mirándole colérico esperando una respuesta de su pequeño bastardo.

-A ver –dijo secándose la frente con la palma de la mano– deja que te explique.

Tragó saliva y por un segundo fue capaz de sostener la mirada de su padre.

-El caso es que ayer me levanté a mear y al salir al pasillo me extrañó ver la puerta de vuestro cuarto abierta. Vosotros siempre dormís con ella cerrada así que pensé en cerrarla yo mismo pero entonces, al llegar a ella, miré dentro de vuestro dormitorio y me fijé que en la cama solo estaba mamá durmiendo.

La mirada de Martín se endureció y Álvaro empezó a prepararse para recibir una buena hostia en cualquier momento.

-N…no sé porqué me acorde de cuando dormía en vuestra cama de pequeño, abrazado a mamá –de nuevo volvió a tragar saliva. Su padre permanecía atento. No sabía si estaba ganando tiempo o alargando la agonía–. Como tú no estabas me pareció buena idea hacer como en los viejos tiempos. Solo quería abrazarla, te lo juro y fue lo que hice, solo la abracé desde atrás, como cuando era niño.

Su padre levantó una ceja. Esa excusa barata se estaba ganando dos hostias más por cutre.

-Pero entonces mamá se puso boca arriba, abrió un poco las piernas y me pidió que la follara rápido, porque tenía sueño –se atragantó con su propio llanto, no se lo estaba creyendo ni él.

Sin embargo el comentario pilló a su padre por sorpresa y desarmó momentáneamente su rictus hostil. No era la primera vez que se había follado a su mujer así.

-Sé que mamá pensaba que eras tú quien estaba abrazándola y también sé que lo que tenía que haber hecho era largarme pero…

Miro a su padre con la intención de dar pena.

-Te juro que no hice nada. Solo seguí abrazándola para que no se diera cuenta de que era yo. Me dio mucha vergüenza que me descubriera.

-Ya, y entonces se te ocurrió meterle mano ¿no? Pequeño cabrón.

-No, mamá alargó su mano y la metió dentro de mi calzoncillo. Me cogió la polla y empezó a meneármela.

Martín puso los ojos como platos. Eso no se lo esperaba.

-¿Te la meneó?

-Yo no quería que eso pasase pero, nunca me habían tocado ahí, de esa manera. Joder papá te juro que iba a pararlo pero no sé qué me pasaba, no podía. Sé que suena mal pero era la primera vez que una chica me tocaba la polla. Me sentía fatal por mamá, de verdad, y no podía dejar de pensar en el daño que os estaba haciendo pero es que estoy tan desesperado por estar con una chica que… la dejé seguir pajeándome.

Daba la impresión de que su padre le estaba creyendo.

-Tu madre… ¿te la meneó?

-Lo hacía tan rápido que creía que iba a morirme de placer. Iba a pararla pero no podía. No podía o… no quería, lo siento.

Soy un inadaptado virgen al que nunca le ha tocado una chica –rompió a llorar como una nena–. Lo siento papá, lo juro. En ese momento no era yo, de verdad. No sabía lo que hacía, perdí el control.

Tomó aire y continuó con su relato.

-Después, cuando se quitó las bragas y me dijo que la follara de una vez para seguir durmiendo…

Su padre tragó saliva con tal fuerza que le crujieron varios músculos de la garganta.

-No debí hacerlo, los sé. No debí ponerme sobre ella, ni sobarle las tetas y tampoco debí métesela tal y como ella me pedía pero yo solo… solo quería que no sospechase y me descubriera. Joder, me acababa de hacer una paja y se me descubría me iba a matar. Lo hice solo por eso.

-¿¡Me estás diciendo que te pusiste sobre tu madre y le metiste la polla para que no se diera cuenta de que acababa de hacerte una paja!?

-Lo siento mucho. Siento habérsela metido. Siento haberme follado a mamá. Pero sobre todo siento mucho haberme corrido dentro de ella.

Martín volvió a abrir la boca con cara de asombro.

-¿Te has corrido dentro? ¿Dentro de tu madre? ¿En el coño?

Álvaro puso una cara de gatito inocente que venía a decir “sí a todo”. Su padre tenía la cara crispada. En cualquier momento su cabeza podía estallar como en las películas. Contuvo el aire durante varios largos segundos antes de soltarlo como si fuese una olla a presión. Después cerró los ojos con fuerza y se masajeó las sienes.

-Te pajea…, te la follas…, y tu semen…, tu semen… en el coño de tu madre. ¡Joder, qué asco!

Casi se oía hervir la sangre dentro de su cabeza. Necesitaba tiempo para asimilar todo lo que había oído de su hijo, tal vez uno o dos lustros. Su respiración era tan fuerte que las paredes se combaban con cada bocanada. El ruido de la ducha cesó y el silencio inundó la cocina de nuevo.

-Lo siento –dijo de nuevo.

Su padre continuaba masajeándose las sienes mientras Álvaro intentaba recomponer la compostura pero no demasiado. Dar lástima era uno de los mejores recursos de la humanidad delincuente y él necesitaba de todos y cada uno de ellos para sobrevivir otro día más.

Se oyó el ruido de una puerta abriéndose al final del pasillo. Su padre salió de su letargo de golpe, le miró a los ojos.

-Deja de llorar y límpiate la cara –ordenó su padre.

-¿Q…Qué vas a hacer?

-Nada. Y tú tampoco.

Álvaro parecía no entender cuáles eran las intenciones de su padre.

-Tu madre no se ha enterado de quien se la ha follado esta noche y así seguirá siendo. ¿Te enteras?

-Sí, sí, claro –empezaba a respirar aliviado.

-Si tu madre se entera de que ahora mismo, en este momento, está paseando tu semen metido en su coño por toda la casa…

-C…Claro, claro.

-No vuelvas a mi habitación, mantente lejos de tu madre y sobre todo, jamás, repito jamás vuelvas a ponerle una mano encima o te juro por dios que sales de esta casa derechito a tomar por culo.

-Sí, sí, te lo prometo. Te lo juro. No volverá a pasar.

Cuando su madre entro de nuevo en la cocina se dirigió hacia su esposo.

-Bueno, ¿qué? ¿Has acabado de desayunar, nos vamos?

-Claro mujer. Me limpio los dientes y ya estoy. ¿Terminas de recoger tú la mesa, no hijo?

-Sí, sí, la recojo yo –apuró a decir Álvaro.

Su madre le revolvió el pelo y le besó en la mejilla.

-Hay que ver qué hijo más formal y más bueno tenemos ¿eh, Martín?

Su marido tardo dos eternos segundos en devolver la sonrisa a su mujer que desapareció en cuanto esta apartó su vista de él.

– · –

Aquel día lo pasó más o menos angustiado. Lo que le había parecido un plan de huida perfecto había sido una puta mierda de escapada a la carrera. La mantas revueltas, las bragas de su madre en el suelo y lo peor, sus putos calzoncillos sobre la alfombra de su padre, ole sus cojones, premio al tonto del pueblo.

Ahora, de noche cerrada no conseguía pegar ojo. Se levantó de su cama y permaneció sentado en ella. Miro el reloj, más de media noche. Se puso en pie y caminó por la habitación. Al cabo de un rato decidió salir al pasillo. Tal y como esperaba, alguien estaba en el salón con la tele puesta, su padre.

En el otro lado del pasillo, la puerta del cuarto de sus padres volvía a estar entreabierta de nuevo. Se mordió el labio inferior y caminó hacia ella. La empujó y escudriñó dentro. Su madre dormía sola, otra vez.

Cerró los ojos y tomó aire. Ayer había cometido la mayor locura de su vida y casi le matan a hostias por ello. No volvería a pasar. Esta vez nadie se iba a dar cuenta de su paso por allí.

Ahora llevaba el pantalón del pijama como único atavío eliminando la posibilidad de que se le perdiera alguna prenda en medio de la oscuridad. Entró, se quitó el pantalón y lo dejó sobre la alfombra. Con cautela se metió en la cama recordándose mentalmente rehacer de nuevo las mantas de su lado tal y como estaban. Se pegó a su madre por detrás y sin preámbulos la abrazó y comenzó a sobarle las tetas y el culo.

Para su desesperación, su madre parecía no reaccionar. Su sueño era más pesado de lo que había imaginado. Se encogió de hombros e intentó sacarle las bragas desde atrás. Si no se giraba la iba a follar igual por detrás. Cuando se deshizo de ellas empezó a meterle la polla entre las piernas buscando su coño y fue entonces cuando ella se percató de su presencia.

-Mmmm, joder Martín, siempre igual. Es muy tarde y no estoy para fiestas, mmmm.

Álvaro la maldijo en silencio pero continuó su progresión. Había venido dispuesto a follarla y sabía que podía hacerlo sin pagar peaje a cambio.

-Mmm, venga, está bien, qué pesado eres, te dejo follarme pero acaba rápido.

Se giró y se colocó boca arriba con las piernas abiertas. Ahora sí. Eso era lo que Álvaro había esperado. Mientras ella aguardaba a que su marido la montara, él aprovechó para subir el camisón hasta el cuello y abrir un poco más sus piernas.

La oscuridad impedía que su madre pudiera ver la sonrisa de hiena de su hijo. Álvaro, como una alimaña que acecha a su presa en plena erección, sopesó la idea de lamer el coño desnudo que se encontraba acariciando.

Sonrió para sus adentros y se lanzó en busca de la negrura de su bosque. Acercó su lengua a los labios maternos, los besó y los recorrió con la punta de la lengua. Instantes después lamia con pasión abajo y arriba haciendo largas paradas en su clítoris

-Esta mamada me va a dar para muchas pajas –pensó.

Se entretuvo mucho rato lamiendo su coño. Le gustaba, lo deseaba. Después fue besando su vientre y su cuerpo hasta llegar a sus tetas. Las besó con ganas y se regodeó en sus pezones. Tanteó su coño con la punta de la polla hasta encontrar la entrada y la fue metiendo poco a poco. La saliva había lubricado la zona lo suficiente como para que se colara hasta dentro sin dificultad.

Cuando la metió hasta el fondo empezó un mete y saca suave. Con cuidado de no despertar más de lo necesario a su madre que continuaba adormilada aguantando que el pesado de su marido terminara de follarla.

No tardaría en correrse dentro. Después la desmontaría escurriéndose hacia un costado dando la espalda a su madre y esperando que ella hiciera lo mismo. En el momento en que la respiración de ella indicara que estaba profundamente dormida se deslizaría por el costado de la cama, arreglaría las mantas de su lado, cogería su pijama del suelo y adiós muy buenas. Hasta mañana.

Estaba en la gloria, era un genio. Se merecía lo que estaba haciendo. Cada vez estaba más cachondo y la corrida estaba a punto de llegar. Una de sus manos, que no paraba de sobar las tetas de su madre se coló bajo su culo tanteando la entrada de su ano. Jugueteó con él durante rato hasta que sintió una leve contracción involuntaria.

La suave follada se estaba convirtiendo en una batería de empujones que hacían botar las peras de su madre más de lo que sería prudente. Los vaivenes que le propinaba su hijo hacían que la mujer comenzara a emitir leves gemiditos por la compresión de su cuerpo. El dedo que Álvaro tenía metido en su culo lo había penetrado por completo y se lo estaba follando sin compasión. El ano de la mujer se contraía y expandía sin cesar.

Álvaro no fue consciente de lo que estaba pasando hasta que las manos de su madre se posaron en su espalda y le aprisionaron contra ella instándole a seguir follándola más fuerte.

Se asustó. No entraba en sus planes que su madre se despertara por completo. Ella solo tenía que dejarse follar en duermevela. En un primer momento el reflejo hizo que disminuyera su cadencia y la fuerza de los envites. Por desgracia para él la situación había llegado a un punto sin retorno.

Su madre le agarró del culo con más fuerza y lo empujó hacia ella, clavando sus uñas en él.

-No pares. Sigue, sigue, fuerte. Como antes.

Ya no había vuelta atrás. La única posibilidad era que ella se corriera y se quedara dormida con el polvo. La mala noticia era que él estaba a punto de correrse.

-Mierda –pensó–. No voy a aguantar con la polla dura hasta que ella se corra. Y encima papá está a punto de venir.

-No pares de follarme el culo con el dedo –instó su madre– mételo otra vez, sigue, sigue, más.

Esto no lo esperaba de su madre. Ella no era de esas. No importa, lo que fuera con tal de no caerse con todo el equipo.

Volvió a meter el dedo en el ano y acompasó sus embestidas a las de su polla contra su coño. Su madre continuaba amasando el culo de su hijo. Con cada embestida ella tiraba hacia sí de cada glúteo haciendo que el culo de su hijo se abriera. Para Álvaro esto era algo incómodo pero nada parecido a lo que sintió cuando el dedo de su madre se coló en su ano y empezó a follarlo igual que él hacía con el de ella.

Su madre utilizó la otra mano para agarrarle de las pelotas. Esto no era bueno, le daba demasiado placer, no aguantaría más.

-Córrete, joder, córrete –imploraba mentalmente Álvaro– por lo que más quieras córrete y duérmete. No voy a aguantar más.

Sus plegarias fueron oídas y su madre comenzó a alcanzar el éxtasis jadeando hondamente suspiros de placer mientras su hijo, descargaba chorros de semen dentro de su coño. En el momento culmen de la follada, su madre, empujó de la nuca de su hijo con una mano y le propinó un profundo y húmedo beso ahogando sus gemidos con él mientras le seguía metiendo un dedo por el culo.

Acabada la corrida, su madre se despatarró quedando su cuerpo inerte bajo el de él. Álvaro apoyo su cabeza en el cuello de su madre mientras recuperaba el resuello. Oía latir el corazón de su madre con fuerza. La muy puta se había puesto a mil con la follada y había terminado follándoselo a él por el culo donde aún seguía su dedo. Por lo menos tenía dentro hasta la tercera falange. Era una sensación extraña sentir el dedo de su madre en ese lugar tan íntimo. Al cabo de unos segundos notó como extraía el dedo de su ano y se preparó para descabalgarla y voltearse con rapidez para que no se diera cuenta de quién era él.

Sin embargo algo parecía no ir bien. Su madre había comenzado a palparle nerviosa la espalda, los hombros y por último el pelo de su cabeza.

-¿Qué coño…? –dijo su madre justo antes de estirar un brazo hacia la mesita de noche donde reposaba la lamparita.

Al hacerse la luz lo primero que vio Amparo Cigüelles Saavedra, natural de un pueblo católico de las profundidades de la castilla más conservadora, fue la cara de su hijo mirándola desde un palmo de distancia completamente horrorizado, casi tanto o más que ella.

El susto era tan mayúsculo que el primer instinto de gritar quedó reducido a un quejido sordo en su garganta. Se le había crispado la voz y el bloqueo mental no la dejaba pensar con la celeridad suficiente para llegar a comprender la situación.

Amparo miraba nerviosa a su alrededor sin llegar a adivinar qué estaba sucediendo. ¿Qué demonios hacía su hijo ahí? ¿Dónde estaba su marido? Pero sobre todo ¿Qué era exactamente lo que había ocurrido?

Álvaro no lo llevaba mejor. Se había quedado inmóvil. Incapaz de articular palabra ni de reaccionar ante la catástrofe que se le avecinaba. Ahora sí que la había cagado pero bien.

Hasta que no empezó a levantar su cuerpo y separarse de su madre, Amparo no fue consciente de su desnudez. Rápidamente se tapó sus melones que acababan de quedar al descubierto sintiendo un espasmo de vergüenza.

Álvaro aun continuaba con su dedo en el culo de su madre cuando sintió contraer su ano y lamento haberlo tenido ahí. Lo sacó con rapidez como si quemara. Amparo siguió con la mirada la trayectoria de la mano de su hijo hasta que éste la apoyó cerca de su hombro. Se fijó en el dedo corazón y tragó saliva entre la angustiada y el asco.

-¿Pero qué… qué haces aquí? ¿Qué ha pasado? ¿¡Dónde está tu padre!?

-Y…Yo, te puedo explicar.

A medida que Álvaro se levantaba tembloroso del cuerpo de su madre, ésta veía con más claridad lo que su cerrazón se resignaba a aceptar. La visión de sus pubis unidos formando un solo matojo negro bajo sus piernas hizo que Amparo, que no cesaba de parpadear incrédula, se mareara.

Cuando la polla de su hijo se deslizó por completo fuera de su coño pendulando todavía húmeda sobre los gruesos labios de su madre, Amparo sintió desfallecer. HABÍAN FOLLADO JUNTOS. Madre e hijo. ¿Pero, cómo coño había sido posible?

Se masajeó las sienes e intentó pensar con claridad. “Eran las tantas de la noche, ella estaba en su cuarto, esa era su cama y estaba durmiendo plácidamente”.

Pasaban los segundos y los engranajes de su cerebro continuaban girando lentamente hasta que se hizo la luz.

Álvaro estaba de pie en el suelo recogiendo el pantalón de su pijama cuando sobrevino la metamorfosis de su madre. Por fin ella había atado los pocos cabos sueltos que cabía unir.

-MALDITO HIJO DE PUTA. VIOLADOR, PERVERTIDO, MALNACIDO.

Álvaro paso del blanco al rojo y después otra vez al planco, parecía un cadáver con temblores. Su padre no tardaría en aparecer alarmado por el ruido. Se iba a cagar.

-¡Serás cabrón! ¡Me has violado, so cerdo!

-T…Te lo puedo explicar.

Intentó razonar con su madre pero ella había entrado en una crisis de rabia en la que solo blasfemaba y le insultaba. Al intentar acercarse a ella ésta comenzó a propinarle manotazos en la cabeza y espalda.

Lo único bueno era que toda la bronca de su madre había sido en susurros. Al parecer, tampoco ella quería que su marido se enterase de una escena tan indecorosa y vergonzante.

Amparo se tapaba la cara mientras se lamentaba.

-Te has follado a tu madre. A TU PROPIA MADRE. Y me has llenado el coño de… joddder, qué asco.

-Por favor mamá. Deja que te explique.

-Lárgate de aquí. Fuera. FUERAAAA.

El esfuerzo de gritar en susurros hacía que su cara se pusiese colorada y se le hincharan las venas del cuello. Álvaro no lo pensó más y salió del cuarto. Al pisar el pasillo se fijó en la ya típica tenue luz del salón. Su padre seguía pelándosela frente al televisor ajeno a él y a su madre.

Miró hacia atrás angustiado y vio a su madre colocándose las bragas.

-Menos mal –pensó–. A ver si se acuerda también de estirar un poco las mantas. Avanzó por el pasillo hasta alcanzar la puerta de su cuarto y entró en silencio. Se sentó en la cama y respiró hondo.

-La he cagado, joder. La he cagado pero bien. Mi madre está hecha un basilisco. Cuando se lo cuente a mi padre…

Se agarró de los huevos. Ya empezaban a dolerle. Seguro que le echan de casa, sería lo más probable. Por no hablar de la vergüenza pública si se enterasen fuera de la familia. Se tumbó en la cama y se hizo un ovillo.

-Todo lo hago mal –pensó–. Tenía que haberla follado más despacio. Mierda. Seguro que la cagué cuando le lamí el coño. La muy puta se puso como una perra por lo bien que se lo comí, será zorra. Y después cuando le metí el dedo por el culo, la muy putita terminó de ponerse a mil.

En breves instantes estaba rememorando el polvo. Y volvía a estar empalmado.

-¿Y si en vez del dedo por el culo le hubiese metido la polla?

Se tumbó boca arriba y se la empezó a menear.

– · –

Había dormido como un tronco. Se despertó en la misma posición que cuando se tumbó. Boca arriba y con el vientre lleno de lefa reseca.

Se sentó en la cama y puso los pies en el suelo. Recordó la imagen desnuda de su madre bajo su cuerpo y en ese momento pensó en su padre.

-Me va a matar.

Sacudió la cabeza y se levantó dispuesto a enfrentarse con ambos.

Al llegar a la cocina ambos padres estaban charlando de una manera que a él le pareció animosa. Buena señal.

Se sentó con miedo junto a su padre. Su madre quedaba enfrente de él pero ella no se dignaba a mirarle. Se concentró en hacer que desayunaba copiosamente como si no pasara nada. De vez en cuando lanzaba furtivas miradas al escote de su madre. La muy putita se había vestido hasta el cuello.

Su padre y ella parecían ignorarle lo que agradeció sobremanera. Cuando estaba a punto de acabar su desayuno su madre se levantó como hacía siempre. Después de recoger parcialmente la mesa salió de la cocina.

-Me voy a duchar –dijo ella–. El último que acabe de desayunar que termine de recoger.

Álvaro tuvo la tentación de mirarle el culo mientras se alejaba pero no se atrevió por temor a su padre. No pudo evitar rememorar cómo se lo había follado con el dedo mientras ella gemía de placer pidiendo más y más. Su padre le miraba con ojos escrutadores. Su cara le hacía sospechar que sabía algo.

-¿Estuviste ayer en mi cama, Álvaro?

Puso unos ojos como platos

-¿¡Qué!? ¿Por qué dices eso?

-Las mantas de mi lado de la cama estaban revueltas. Otra vez.

-Joder. A ver si ahora voy a ser yo el culpable siempre que tus mantas no estén como debieran.

-Solo te lo estoy preguntando.

-Estuve en mi cuarto estudiando hasta tarde, como siempre, y luego me metí en mi cama –dijo airado.

-Vale.

-Que la haya cagado una vez no quiere decir que sea un puto degenerado que solo piense en follarme a mi madre a la mínima oportunidad.

-Está bien.

-Bastante me castigo yo por haberlo hecho con mi propia madre –gemía como un gatito–. No puedo ni mirar a mis compañeros de la vergüenza que siento.

-Solo era una pregunta. Ya vale Álvaro.

Dejó caer la cuchara con hastío sobre la mesa.

-Me follé a mi madre una vez, sí. Lo reconozco. Soy un cerdo –miró a los ojos a su padre. El labio inferior le temblaba de rabia–. Lo que hice me hace sentir un ser horrible y no he vuelto a rondar tu cuarto. Deja de acusarme constantemente.

-Está bien, perdón –dijo poniendo una mano sobre su hombro– lo siento, tienes razón.

-Dejar de ser virgen ha sido una obsesión que me ha llevado a hacer algo horrible –mantenía la cabeza gacha–. Si pudiera volver atrás…

-Bueno, no pasa nada. Todo olvidado. Lo hecho, hecho está. No te tortures más y perdóname, no volveré a pensar mal de ti –dijo mientras se levantaba de la mesa, incómodo.

La actuación había sido convincente. Había conseguido que su padre se sintiera culpable.

Violador y mentiroso. Menudo fenómeno

Minutos después, se encontraba solo recogiendo la cocina cuando su madre entró por la puerta recién duchada. Se quedó bajo el marco de la puerta con la cara enfurecida.

-Acabo de ducharme –dijo su madre–. No sabes el asco que me ha dado limpiarme tu semen del coño.

Se giró de un brinco. El estómago se le cerró de golpe al ver a su madre.

-L…Lo siento, mamá. No sabía lo que hacía. Lo juro.

-Degenerado de mierda. Eso díselo a tu padre cuando se lo cuente

Abrió los ojos como platos. A tomar por culo su actuación de antes. Se la iba a cargar con todo el equipo. Juntó las manos frente a su cara como si estuviera orando.

-No se lo cuentes por favor, ¿Me dejas que te explique?

-¿Acaso quieres explicarme cómo me follaste, cabrón?

-Yo… yo me levanté a mear y vi vuestra puerta abierta. Como siempre dormís con ella cerrada me acerqué a vuestro cuarto a cerrarla pero al mirar dentro te vi sola en la cama y, no sé por qué, me acordé de cuando dormía con vosotros de pequeño.

Amparo lo miraba como si éste la creyera estúpida.

-Me metí en la cama y te abracé desde atrás como cuando era pequeño. Estuve abrazado a ti un buen rato. Me gustaba y me parecía bonito y tierno pero entonces tú te pusiste boca arriba y me dijiste que te follara y que lo hiciera rápido.

Amparo abrió los ojos y la boca estupefacta. Intentó decir algo pero Álvaro siguió hablando.

-Estabas medio dormida y sabía que pensabas que era papá. Así que me quedé quieto esperando que te volvieses a sumir en el sueño pero entonces, cuando me metiste la mano dentro del pijama y me cogiste la polla…

-¿Q…Qué? ¿Que hice qué?

-Me la empezaste a menear –hizo una pausa y puso cara triste–. Mamá, iba a pararlo pero…

-Ay Dios –dijo su madre.

-Yo nunca he estado con una chica. Nadie me ha tocado ahí y por eso se me puso dura enseguida. Me daba mucho corte decirte que era a mí y no papá a quien se la estabas pelando. Me daba vergüenza que descubrieras que se me había puesto bien dura con tu mano. Después… –se acercó a su madre un paso– me estaba gustando tanto que no me atreví a decir nada. Sé que hacía mal.

-¿T…Te la meneé? ¿Te meneé la polla? ¿Te hice una paja?

Amparo parpadeaba sin dar crédito a lo que oía. Comenzó a respirar agitadamente y a dar vueltas por la cocina con una mano en la frente y otra en el estómago.

-Tienes que entenderme. Estoy obsesionado con el sexo y tú estabas junto a mí, haciéndome una paja… –se calló como si fuera a decir algo terrible–. Te toqué una teta.

Su madre le miró angustiada.

-No sabía lo que hacía, lo juro. Después te sobé las dos y más tarde te metí la mano en las bragas. Te sobe el coño.

A Amparo se le encogió el estómago del asco imaginándose la escena.

-Pero… pero… cómo… ¿Por qué?

-Porque tú me lo pedías. Me decías “acaríciame”, “tócame aquí y aquí”, “fóllame rápido. Fóllame de una vez” y yo, yo… obedecía y… y… yo solo quería dejar de ser virgen. Por eso me puse encima de ti –las lagrimas de Álvaro inundaban sus ojos–. No sabes lo que supone ser el único de mis amigos que todavía no ha estado con una chica. Si tú supieras lo que es ser el único virgen de mis amigos, mamá. Si tú supieras.

Amparo sintió una punzada en su interior. Sabía muy bien lo que era eso. Conocía de primera mano el estigma auto-infligido de ser la única mujer que no ha conocido hombre. Apartó la mirada de su hijo y le dio la espalda. Una oleada de sensaciones contradictorias se arremolinaban en su mente.

Pajear a un adolescente con las hormonas a mil por hora y con una necesidad imperiosa de perder su virginidad era un coctel demasiado explosivo hasta para el más casto.

-Yo no sé follar pero cuando me puse encima, la polla entró casi sola, te lo juro –cerró los ojos evocando el momento–. Tu coño era tan suave y tan calentito. Estaba tan a gusto. Pero no sabía lo que hacía.

-¿Que no sabías? ¿¡Que no sabías!? ¡ME ESTABAS FOLLANDO! –respiraba con fuerza– Hasta me metiste un dedo por el culo. Me follaste el culo con tu dedo. Para no saber, parece que tienes demasiada experiencia.

-¡Porque tú me lo pediste! Yo no sé cómo se folla y tú no parabas de decirme cosas. Cuando me puse sobre ti me metiste un dedo por el culo. Pensé que eso debía ser normal así que cuando me lo pediste hice lo mismo. ¡Yo qué sabía!

Amparo abrió la boca atónita. Eso era cierto, recordaba haberle metido el dedo por el culo y follárselo mientras le pedía que se lo metiera a ella. Entre toda la nebulosa de recuerdos esa imagen aparecía con dolorosa nitidez.

Se llevó las manos a la cabeza de nuevo y masajeó sus sienes. Intentaba ordenar el batiburrillo de imágenes y recuerdos inconexos de su mente.

De repente sintió mucho calor. Al parecer, el malo de esta película no era tan malo ni el bueno era tan bueno. La escena de anoche había sido más vergonzante para ella de lo que imaginaba y su actitud en todo este asunto distaba mucho de ser el de una madre conservadora y casta.

-He incitado a mi hijo a la perversión y el incesto.

Su hijo la abrazó.

-Lo siento mamá, lo siento, de verdad. No he pegado ojo en toda la noche y me siento fatal. Soy un puto pervertido pajero.

-Está bien hijo, está bien –dijo como un autómata, intentando ordenar sus pensamientos–. Vamos a olvidarlo todo. No pasa nada.

-No me atrevo ni a salir a la calle de la vergüenza.

Amparo sintió una nueva punzada de dolor.

-No digas eso. Anda, límpiate las lágrimas de la cara y vete a tu cuarto a estudiar o a leer, o lo que quieras.

-Me odias. Me odias por ser un pervertido.

-No, hijo. Eso no. Ya te he dicho que no pasa nada. Venga, vamos a olvidarlo y no le contaremos a nadie lo que paso entre nosotros ayer, ¿vale?

Álvaro se separó de su madre extrañado.

-Y si quieres hacerte una paja… pues te haces una paja. Yo te guardaré el secreto y no le hablaré a nadie de tus cosas. Tú… tampoco le contarás a nadie lo nuestro, ¿verdad, verdad que sí?

Su madre no vio una respuesta tranquilizadora en el semblante de su hijo. Si se le ocurría hablar con alguien de lo sucedido se podría montar una muy gorda. Tomó aire y le puso las manos sobre sus hombros.

-Mira hijo, no he sido consciente de que estás en una edad muy delicada hasta ahora. No quiero que te martirices por lo que ha pasado. La culpa es mía y solo mía. A tu edad es normal estar obsesionado con ciertas cosas y yo lo único que he hecho ha sido distorsionar el rumbo natural de tu desarrollo sexual.

Álvaro estaba a punto de carcajearse pero aguantó el torrente de alegría mordiéndose los labios.

-Pajéate cuanto quieras, busca porno en internet o lee relatos guarros. Es normal que estés obsesionado con ello a tu edad.

Su hijo arqueó las cejas en un gesto de dolor.

-En realidad estaba obsesionado con dejar de ser virgen. Llevo mucho tiempo haciéndome un montón de pajas y con cada una me siento más desgraciado. Soy el único de mis amigos que no ha estado con una chica por eso ayer…

Se le crispó la voz.

-Joder mamá, sé que es duro para ti pero lo de ayer ha sido lo mejor que me ha pasado en mi vida. Por fin he follado con una mujer, aunque sea mi madre.

La abrazó con fuerza pegándola a su pecho. Amparo quedó un tanto descolocada por el abrazo de su hijo pero sobre todo porque su cuerpo junto al suyo evocaba dolorosamente el polvo de anoche cuando la copulaba.

-Cuando sentí tu mano acariciando mi polla fue como sentir la caricia de un ángel. Me diste tanto placer que no pude pararlo. Después, cuando me pediste que te lamiera tus tetas y noté que tus pezones estaban duros me alegré de que estuvieras tan excitada como yo.

-Ah… ¿S…Sí? ¿Estaba…?

-Sentía que te devolvía algo del placer que me proporcionabas. Joder, mamá, era capaz de hacerte disfrutar. Era capaz de hacer disfrutar a una mujer. Me sentía HOMBRE:

-Bueno… a ver…

-Cuando metía y sacaba la polla en tu coño notaba cómo jadeabas. Fue maravilloso.

Cogió la cara de su madre entre sus manos.

-¿Te gustaba, mamá, te gustaba cómo te la metía? Por favor, dime que lo hacía bien. Dime que ya sé follar.

-A ver, Álvaro… no sé si…

Éste no era el tipo de conversación que una madre mantiene con su hijo. No quería volver a tocar este tema, y menos después de descubrir que había sido ella la culpable del delito. La instigadora de una cópula incestuosa con su hijo. Se moría de la vergüenza y quería huir de allí.

Por otro lado, la deuda moral que tenía con su hijo no se reducía a una explicación y una disculpa. Por no hablar de la que se montaría si se iba de la lengua. ¿Cómo tratar este tema? ¿Cómo llevar este incidente con su hijo?

-¿Y tus tetas? –Continuaba su hijo– Mamá, son maravillosas. No me cansaba de lamerlas y de sentir tus pezones duros en mi lengua. Tan calentitas, tan suaves. ¿Te gustaba cómo te lamía? ¿Lo hacía bien?

-Bueno, eeh… sí, claro.

-Cuando movías la cadera arriba y abajo como queriendo que te metiera más la polla mientras te follaba era porque te gustaba ¿no?

-S…sí, por eso era, sí.

-Y cuando te metía el dedo por el culo, ¿era así cómo te gustaba? ¿Era así? ¿Lo hacía bien?

-Sí, ejem, lo hacías muy bien.

-¿De verdad?, ¿no lo hacía muy despacio? ¿No hubieras preferido que te hubiera taladrado el culo más rápido?

-B…Bueno, así estaba bien. Como lo hacías.

-Oye, ¿Y si te hubiese metido dos dedos? ¿Te gustaría más si te hubiera metido dos dedos por el culo y te lo hubiera follado deprisa?

-¡Álvaro, por favor! Ya está. Te he dicho que me lo hiciste bien

-¿En serio? Oye, dime la verdad, ¿eh? Si alguna vez vuelvo a estar con otra chica tengo que saber lo que hago bien y mal.

-L…Lo hiciste todo muy bien, Álvaro. No tienes que preocuparte por la siguiente vez. Ya sabes todo lo que hay que saber.

-Y dime, cuando te estabas corriendo y apretabas de mi culo hacia ti como intentando que te metiera más la polla ¿Era porque te gustaba que te la metiera hasta el fondo, o querías que te diera los pollazos con más fuerza?

Amparo no podía separarse del abrazo de su hijo que la aprisionaba contra su pecho. De repente hacía mucho calor en aquella cocina. ¿Cómo salir de ésta? ¿Cómo abordar todas las dudas de su vástago si eran todas de una bochornosa obscenidad?

-Cuando me estaba corriendo dentro de ti, dentro de tu coño, ¿hubieras preferido que te hubiera echado el semen fuera, en tu pubis, como en las películas porno?

-Eeh, bueno, no sé, creo que me da igual… dentro, supongo.

-Mi semen dentro, entiendo.

-Tu semen no. El de tu padre. Cuando creía que eras él.

-Ah, vale, el semen de papá dentro y el mío fuera.

-No, no, el tuyo no. Tu semen… bueno, es igual.

El sonido de unos pasos acercándose indicaba que su padre estaba a punto de entrar en la cocina. Álvaro liberó a su madre del abrazo de oso y retrocedió un paso.

-Gracias por haberme hecho un hombre. Gracias por ser mi madre.

Su madre fue a decir algo justo en el momento que su marido hacía acto de presencia.

-Bueno –dijo su esposo al entrar– ¿estás preparada, nos vamos?

-S…Sí, ya estoy, vámonos. Bueno, Álvaro –dijo dirigiéndose a si hijo– Nos vamos, pórtate bien.

Álvaro los vio salir por la puerta sin quitarle ojo al culo de su madre.

-Menudos pajotes me voy a hacer a tu costa, putita. –se dijo sonriendo–. De ahora en adelante cuando folles con papá te acordaras de mí y de nuestro polvo de la misma manera que papá no podrá evitar hacer lo mismo cada vez que te la cuele entre las piernas. Ambos sabéis que te he follado pero ninguno sabéis que lo sabe el otro.

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Agradezco enormemente todo tipo de comentarios, incluso buenos.

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