Salió de la ducha y se miró al espejo. No quería reconocerlo pero estaba más nerviosa que una adolescente. Después de mirarse detenidamente y rociarse ligeramente el cuello los pechos y la entrepierna con su mejor perfume, abrió la puerta del armario y eligió la ropa detenidamente. Escogió una blusa de satén gris perla y una falda de tubo que le llegaba justo por debajo de las rodillas y con el talle alto y ajustado para disimular su pequeña barriga y realzar sus caderas.

Lo que más le costó fue decidir la ropa interior. Pensó en un conjunto blanco muy sexy, luego en uno rojo pero al ponérselo se dio cuenta de que era un error; aquel conjunto estaba cargado de malos recuerdos. La mirada de desprecio que le lanzó Enrique cuando intentó llamar su atención con aquel conjunto y el “mira que eres puta” que le soltó, le estuvo escociendo durante semanas. Después de eso el divorcio sólo fue cuestión de tiempo. Se lo quitó y estuvo a punto de tirarlo, pero luego pensó lo bonito que sería intentar cambiarle un día el karma a esa prenda.

Finalmente se decantó por un conjunto que había comprado las navidades pasadas. De color negro y casi transparente estaba decorado con un precioso bordado. El tanga era de suave seda transparente mientras que el sujetador tenía una pequeña copa que cubría sólo la parte inferior de su generoso busto dejando a la vista sus pezones grandes y rosados. El conjunto se completaba con un liguero profusamente bordado y con un par de flores plateadas en las trabillas. Para terminar se puso unas medias con un fino bordado blanco en la parte posterior.

Mientras se ponía las medias no pudo evitar que su mente divagase y se vio de nuevo taconeando por la calle a toda velocidad.

El día no había sido muy atareado pero tuvo que hacer una corrección de última hora y salió diez minutos tarde. Partió tan rápido como sus tacones lo permitían, rezando para no perder el cercanías y tener que esperar otra hora y media para llegar a casa. Todo iba bien y parecía que iba a conseguirlo hasta que su tacón se enganchó en una rejilla. Afortunadamente el pie salió del zapato sin romperlo pero no pudo evitar perder el equilibrio y caer como un saco en la acera.

La gente la miró con curiosidad pero sólo un joven se acercó para preguntar si se encontraba bien. Abochornada aceptó la mano que el joven le ofrecía y sintió como la levantaba sin ninguna dificultad. Cuando se puso de pie se olvidó por un momento que le faltaba uno de los tacones y volvió a tambalearse. El chico reaccionó inmediatamente y la cogió por el talle atrayéndola hacia él. Ella ahogó un suspiro cuando todo su cuerpo reaccionó al abrazo.

-Lo siento, soy una torpe -dijo ella recogiendo el zapato que él le ofrecía.

-No te preocupes, me encanta abrazar mujeres atractivas en plena calle -dijo el sonriendo galante.

-Pues esta vieja va a abusar un poquito más de tu confianza -dijo ella sin poder creerse que estaba flirteando con un joven que podía ser su hijo.

Sin dejar de mirarle a los ojos, apoyó su mano en un hombro firme y musculoso, levantó una pierna, se quito la media rota y se puso el zapato de nuevo. Luego se cambio de lado y sin apartar sus ojos grises de él, repitió el gesto con la otra pierna.

-Muchas gracias, creí que nadie iba a echarme una mano -dijo ella colocándose el pelo lo mejor que pudo.

-Creo que te falta esto -dijo él divertido alargándole el bolso.

-¡Oh Dios! Créeme normalmente no soy tan tonta. -dijo ella.

-Te daré el beneficio de la duda. -replicó él sin dejar de sonreír.

Miró el reloj y se dio cuenta de que el cercanías acababa de salir así que, sin pensar demasiado en ello, invitó al joven a un café para darle las gracias.

-Y bien -dijo ella para romper el hielo mientras esperaban por los cafés- ¿A quién tengo el placer de darle las gracias?

-Soy Guillermo. -respondió él por primera vez nervioso.

-Encantada yo soy Emma. Y dime, ¿A qué te dedicas?

-Acabo de terminar publicidad, relaciones públicas y marketing y llevo buscando mi primer trabajo unos meses.

-¡Oh! es lo que más miedo me da. Mi hijo lleva tres años con la carrera y temo que no encuentre trabajo cuando termine. Estamos en unos tiempos tan malos… -dijo ella mordiéndose el labio.

-¿Estás casada? -preguntó el joven con naturalidad.

-No, divorciada.

-¿Te engañaba?

-No, que yo supiese. -respondió ella con la mirada perdida.

-Perdona, no es asunto mío, pero no soy un gran conversador…

-No te preocupes querido, -dijo ella con una tierna sonrisa, -en realidad temo aburrirte con mis problemas. Bastantes tienes tú con la falta de trabajo.

-¡Oh! No te creas. Me gusta escuchar y creo que tú necesitas hablar con alguien.

-Eres un cielo pero…

-Adelante, ¿Qué tienes que perder? -le dijo él mientras la camarera les servía un café solo con hielo para él y un capuchino para ella.

-No sé por dónde empezar.-dijo ella sintiendo un escalofrío al desnudar su alma ante un desconocido. -Le conocí en el trabajo y fue un flechazo instantáneo. Él era el director de una pequeña constructora y yo era una de las administrativas encargadas de la contabilidad. Al poco tiempo éramos amantes. Me trataba como una reina y no podía pasar un día sin que hiciésemos el amor al menos un par de veces .

Cuando nos casamos, no tarde en quedarme embarazada de Jorge y a partir de ese momento cambió. Se volvió más distante conmigo y aunque quería al niño con locura a mí dejo de tocarme.

Con la crisis las cosas empeoraron. La empresa entró en pérdidas y se vio obligado a despedir a la mayor parte de su personal. Para ayudar, como Jorge ya tenía doce años, busqué trabajo y después de varios intentos lo conseguí. Yo creí que el alivio de tener un segundo sueldo para apoyarle le animaría, pero el efecto fue el contrario, se volvió terriblemente celoso. Cada vez que llegaba tarde me gritaba, me llamaba puta e insinuaba que me quedaba en la oficina para follarme a mis jefes.

-¿Llegó a pegarte? -preguntó Guillermo con cara de preocupación.

-No, nunca me puso la mano encima, pero los insultos y las miradas de odio fueron peor que cualquier bofetón. Llegó un momento en que apenas salía de casa, incluso me planteé dejar el trabajo pero necesitábamos el dinero, así que tuve que aguantar. Mi vida se redujo a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Perdí todas mis amigas ya que las pocas veces que salíamos, lo hacíamos con sus amigos o clientes. En esos momentos me trataba con una educación exquisita así que nadie sospechaba del infierno en el que vivía.

-¿Por qué no te divorciaste?

-Primero por Jorge, luego por él, a pesar de que ya no le amaba no quería dejarle en ese momento cuando su negocio se tambaleaba y luego por mí. En cierta manera llegué a creerme todas las barbaridades que me decía y pensé que en cierta forma lo merecía.

-¿Y cómo lograste dejarle? -preguntó Guillermo con curiosidad.

-Fue mi hijo el que me animó. Un día que me vio llorando en la cocina se acercó a mí y me preguntó por qué no me iba de casa. Me paré allí mismo a pensar una razón y no se me ocurrió ninguna. Ese mismo día hicimos los dos las maletas y nos fuimos a casa de mis padres. El divorcio fue horrible pero después de once meses era una mujer libre. Me mudé, busqué un trabajo y afortunadamente no he vuelto a saber nada de él.

-Me alegro por ti. -dijo él agarrando la mano de Emma y estrechándosela con afecto. -Y como te sientes ahora.

-Un poco rara. Hace tres años que me divorcié y con mi hijo en la universidad me siento un poco sola. El fue mi apoyo durante todo el proceso y probablemente no lo hubiese logrado sin él.

-¿No has vuelto a intentar tener relaciones con otros hombres? -preguntó él.

-La verdad es que ahora soy mucho más cauta. Cada vez que veo un hombre que me atrae me siento rara, insegura, como si Enrique me estuviese vigilando y esperando que fracase para reírse de mí. Además en esta ciudad apenas conozco a nadie.

-Tiene que ser duro -dijo Guillermo haciéndola sentir que alguien la comprendía.

El tiempo pasó volando y cuando se dio cuenta era la hora de coger el tren.

-Me ha encantado charlar contigo Guillermo, eres un sol -dijo Emma impidiendo que él pagase la cuenta.

-A mi también. Toma, -dijo apuntando su número de teléfono en una servilleta- llámame si quieres tomar un café o charlar un rato.

Emma aceptó el teléfono con una mirada tímida y sus dedos se rozaron de nuevo provocándole un escalofrío. Salió de la cafetería sin mirar atrás pero segura de que el joven observaba el contoneo de sus caderas abandonando el establecimiento.

Al día siguiente estaba deseando llamarlo de nuevo pero consiguió aguantar tres días antes de sucumbir y marcar su número. Guillermo le cogió el teléfono al segundo timbrazo y pareció sinceramente complacido de que le hubiese llamado. Tras charlar un rato le sugirió quedar para tomar algo y charlar y el aceptó de inmediato.

Quedaron para tomar un café cuando Emma saliese del trabajo y lo pasó realmente bien. Guillermo era un joven inteligente y su charla era amena. Charlaron de todo y nada y Emma se sintió tan a gusto que casi se olvidó de coger el cercanías.

Cuando llegó a casa se dio cuenta de que le deseaba como hacía mucho tiempo que no deseaba a ningún hombre.

Al día siguiente recibió un wasap:

-Hola Emma, lo pase muy bien ayer.

-Yo también, eres un cielo de hombre.

-Lo sé soy irresistible.

-Seguro que las chicas hacen cola para quedar contigo.

-No te creas, además las chicas de mi edad son un poco aburridas.

-¿Por qué?

-No sé, o sólo quieren sexo o están haciendo planes de boda con el primer beso, no hay término medio. Y cuesta horrores encontrar una que sepa cocinarte algo más que un huevo frito.

-Ja ja. Seguro que encontrarás a alguien que sea capaz de hacerte la boca agua en todos los sentidos. Mientras tanto quizás yo pueda hacerte una cena como Dios manda. -tecleó Emma con el pulso acelerado.

– No me lo digas dos veces que acepto. Cualquier cosa hecha con esas manos tiene que estar buenísima.

-Dime el día y tendrás una cena sabrosa y casera. Yo me ocupo de todo lo demás, tú trae el vino.

Cuando Guillermo contestó afirmativamente y le sugirió ese mismo viernes por la noche notó como una cálida sensación recorría todo su cuerpo. Inmediatamente se puso a hacer planes para la cena.

El resto de la semana estuvo ocupadísima y no se pudieron ver. Tan sólo pudo hablar brevemente con él para decirle que se pasase sobre las diez si no quería que la cena se enfriase. Él prometió ser puntual justo antes de que ella tuviese que colgar…

Terminó de ajustarse las medias y se puso la falda y la blusa. Cuando miro el reloj vio con sorpresa que eran casi las nueve y media. Se había quedado embobada pensando y ahora tenía el tiempo justo.

Fue a la cocina, se puso un delantal, terminó de rellenar los canelones y tras echarles un poco de tomate y espolvorearlos con un poco de queso los metió en el horno para seguidamente salir corriendo en dirección al baño para darse un último retoque.

Se puso ante el espejo dispuesta aplicarse un poco de rímel y se quedó mirando la imagen que le devolvía; unos ojos grises, nerviosos y asustados la contemplaban. Dudó. ¿Qué estaba haciendo? El pequeño cepillo tembló unos segundos con su indecisión, sólo unos segundos. Ahora ya era demasiado tarde para arrepentirse.

Terminó rápidamente con un poco de sombra de ojos y un pintalabios rosa.

Cuando salía del baño oyó el telefonillo. Descolgó y vio a Guillermo poner cara de buen chico ante la cámara. Le abrió y fue corriendo a la habitación a por unos zapatos de tacón negros con la suela roja de Sergio Rossi.

Cuando Guillermo llamó a la puerta, Emma estaba acabando de ponerse los tacones a toda prisa.

-¡Mierda! -dijo ella con la mano en el pomo de la puerta al ver que todavía llevaba el delantal puesto.

-¡Un segundo! -exclamo mientras se lo quitaba , se giraba y tiraba la prenda dentro del paragüero.

Finalmente se colocó el pelo ligeramente alborotado y abrió:

-Hola Guillermo. Pasa por favor. -dijo dándole los besos.

Guillermo se los devolvió y le entregó una botella de un Ribera del Duero y un modesto ramo de rosas.

-¡Oh gracias! -dijo ella olvidándose del vino y aspirando la fragancia de las flores intentando recordar cuando había sido la última vez que alguien le había regalado rosas.

-De nada es lo menos que debía hacer.

-Pero pasa y no te quedes ahí. Entra en el comedor y sírvete algo mientras yo pongo estas bellezas en agua.

Emma le dio la espalda y se alejó hacia la cocina taconeando con decisión y cimbreando las caderas para deleite del joven.

-Estas preciosa Emma. -dijo él con un vaso de Whisky en la mano.

-Gracias, es lo primero que pillé en el armario. -dijo ella mintiendo como una bellaca y dando una vuelta sobre sí misma para que Guillermo pudiera admirarla.

Se sentaron a la mesa y Emma le sirvió los canelones de puerros y gambas y una ensalada de canónigos y rúcula. Guillermo con el apetito de la juventud atacó los canelones sin vacilar mientras que ella, nerviosa, apenas si probó unos bocados.

De postre saco un par de cuencos de helado de mandarina. Durante la cena y el café, no hablaron mucho. Emma estaba bastante nerviosa pero él no lo estaba menos.

Cuando terminaron el café se levantó para recoger los platos y Guillermo se incorporó inmediatamente para ayudarla.

-¿Sabes por qué aquel día me apresuré a ayudarte? -dijo él mientras enjuagaba los platos y se los pasaba a Emma para que ella los colocase en el lavavajillas.

-No dime…

-Yo estaba en la esquina de la calle cuando te vi aparecer con el traje chaqueta y los tacones, corriendo con pasos cortos y rápidos pero con un estilo y una gracilidad que me dio la sensación de que flotabas.

-No será para tanto -dijo ella ruborizada.

-Ojalá, he visto pocas mujeres que lleven los tacones con esa elegancia.

Guillermo le alargo un plato y Emma despistada se le resbaló de la mano. Emma se agachó para recogerlo pero él había sido más rápido y lo cogió antes de que cayera al suelo. Al incorporarse se quedaron los dos frente a frente y Guillermo no esperó más y la agarró por el talle.

Emma tembló al notar los brazos fuertes del joven y hundiendo su mirada en aquellos ojos marrones y profundos le dio un beso. Con un movimiento brusco Guillermo la levantó en el aire y la deposito sobre la encimera. Emma abrió las piernas para permitir que el cuerpo del joven se le acercase y la falda se subió quedando a la vista el elástico de las medias y las trabillas del liguero profusamente bordados. El beso se hizo más profundo y ansioso y Emma comenzó a desabotonar la camisa del chico sin dejar de explorar su boca con sabor a mandarina y café.

Bajo la camisa había un cuerpo duro y fuerte que Emma acarició con la punta de las uñas. Sin dejar de besarle boca, cuello y orejas Guillermo se quitó la camisa y la abrazó de nuevo. Con timidez, como esperando la aprobación de la mujer fue deslizando sus manos hacia su busto y le rozó los pechos con las puntas de sus dedos. Emma suspiró y vio con satisfacción como los pezones se erguían haciendo relieve en el delicado tejido de la blusa.

Guillermo se inclinó y cogiendo uno de sus pechos lo beso y lo succionó a través de la tela. La sensación fue de una excitación tal que durante un instante la dejó paralizada. Con un movimiento apresurado se abrió la blusa dejando sus pechos y sus pezones a la vista de Guillermo que los acarició los chupó y los mordisqueó suavemente haciéndola gritar de placer.

Instintivamente Emma se agarró su cabeza y la atrajo hacia sí con su cuerpo entero ardiendo al sentirse por fin deseada. Sin dejar de jugar con sus pechos y su cuello el joven acarició sus piernas y con brusquedad coló sus manos entre ellas para acariciarle el sexo. Ruborizada notó como Guillermo acariciaba su tanga y lo notaba empapado en los flujos de su sexo.

Con una sonrisa traviesa y un corto beso le bajo la cremallera a la falda y levantando el cuerpo de Emma como si fuese una pluma se la quitó. Antes de que Emma volviese a colocarse el joven separo su piernas y empezó a besar y lamer el interior de sus muslos acariciando el resto de sus piernas con sus manos. La sensación de la lengua de Guillermo repasando sus muslos y las manos resbalando por el delicado tejido de las medias le hicieron suspirar excitada mientras sus flujos seguían empapando su tanga.

El joven no se molesto en apartar la fina prenda y Emma se dobló entera al sentir la boca del joven acariciando y lamiendo su sexo encharcado de deseo. Grito y apretó la cabeza del joven contra ella mientras le tironeaba del pelo con la mirada perdida en el techo.

-Vamos a un lugar más cómodo -dijo el cogiendo a la mujer en brazos.

-A la derecha -dijo Emma jadeando, besando el pecho ancho moreno de Guillermo mientras era llevada en volandas.

Todo el cuerpo de Emma hervía enloquecido y cada célula de su ser gritaba pidiendo que atrajese a ese semental a su interior. Pero quiso disfrutar un poco más de esa sensación y cuando Guillermo la depositó en la cama e iba a tumbarse a su lado, ella le paró y le dejo de pie mientras le bajaba los pantalones y los calzoncillos del pato Lucas.

Un destello de remordimiento le atravesó al ver aquel dibujo infantil pero pronto se vio relegado al quedar a la vista el miembro erecto y palpitante de Guillermo.

Lo cogió entre sus manos y lo acarició brevemente. El joven suspiró y su polla se retorció en sus manos. Emma se tumbó boca abajo y sacando la cabeza por el borde de la cama comenzó a lamer y a chupar la punta. Él gemía y acompañaba los chupetones con un ligero movimiento de vaivén.

Emma se dio la vuelta y dejo que la polla de Guillermo penetrara hasta de fondo de su garganta. Él se inclinó y comenzó a acariciar el pubis de Emma mientras empujaba suavemente en lo más profundo de su garganta sin dejarla respirar. Cuando no pudo más ella se apartó un poco y el joven dándose cuenta retiró su polla a punto de estallar. Emma jadeo ansiosa un par de segundos escupiendo saliva sobre la verga del joven. Sin darle tiempo para recuperarse se la volvió a meter en la boca y tras dos largos chupetones Guillermo se apartó y eyaculó sobre el cuerpo de ella.

El joven intento excusarse pero ella no oyó nada atenta a aquel jugo espeso y caliente que incendiaba su piel.

-Fóllame, por favor -susurro en su oído quitándose el tanga y acariciándole la verga.

Guillermo la cogió en el aire y le dio la vuelta colocándola de pie contra la pared. Apartó su pelo y la beso el cuello haciendo que toda su piel hormiguease. Con una mano la cogió por la cintura y la atrajo hacia sí. La polla del joven rozó su sexo haciendo temblar sus piernas.

-¡Vamos, no aguanto más!

El calor del miembro del joven penetró en ella arrancándole un grito de placer. Guillermo la penetraba con fuerza sin dejar de buscar su pechos, su culo, su cuello y su boca con las manos pellizcando, acariciando y besando sus hombros y su espalda. Con cada empujón y cada caricia se sentía bella, joven, deseada…

Con un ligero empujón lo separó le dio la espalda y se dirigió taconeando a la cama. El joven la siguió y se tumbó encima de ella. Emma le besó y cogiendo su verga con la mano se la introdujo de nuevo en su coño. Abrió los ojos y miro la expresión de placer y deseo en el rostro del joven mientras se agarraba a su culo intentando empujar y hacer más profundas sus penetraciones. Bajo la cabeza para asegurarse de que era un hombre de verdad y una polla de verdad la que le estaba llenando justo antes de correrse. Grito y jadeo con todo su cuerpo arrasado por un violento orgasmo. Con los ojos cerrados notó como la polla de Guillermo se abría paso cada vez más deprisa provocándole un nuevo orgasmo y corriéndose dentro de ella.

Agotado, el joven se tumbó sudoroso y jadeante sobre ella. Mientras acariciaba su cuerpo se sentía gloriosamente sucia. Notaba como la saliva el sudor y los flujos de ambos se mezclaban entre sus cuerpos prolongando su sensación de placer.

Guillermo sonrió y se apartó. Emma no pudo evitar un sentimiento de pérdida cuando la polla del joven ya flácida salió de su interior.

-Ha sido el mejor polvo de mi vida. -dijo él.

-No será para tanto. -dijo Emma halagada- Además, apenas nos conocemos. Tú también has estado muy bien y has sido muy atento.

-Siento lo de la primera corrida…

-Tonterías fue muy excitante. -dijo ella haciendo círculos con los restos de semen que quedaban en su vientre- En realidad todo ha sido muy excitante. Gracias, no me había dado cuenta de cuánto necesitaba sentirme mujer de nuevo. Espero que después de esto sigamos siendo amigos.

-En realidad creo que no quiero que seamos amigos. Quiero salir contigo, en plan serio. Me gustas, tienes un cuerpo de infarto y me pones en órbita.

-Cariño no crees que soy demasiado mayor.

-Tonterías, eres más lista, más dulce y más experimentada que cualquier otra mujer que haya conocido. Quiero que mañana salgamos por ahí y nos divirtamos y luego pienso hacer el amor contigo hasta que no seas capaz de andar.

La cabeza de Emma era un revoltijo de esperanzas y temores. Deseaba tener a ese joven entre sus brazos más que nada en el mundo, pero no podía imaginarse una relación con un chico casi veinte años más joven que ella. Sería el blanco de todas las puyas y todo el mundo la pondría de puta para arriba. No podía dejar de pensar en lo que haría sin un día Jorge se plantaba con una fulana de treinta y muchos en su casa y la presentaba como su novia.

-¿Qué me dices?- preguntó él.

-¿Lo has pensado bien? -replicó ella.

-Sí, -dijo el- no tengo dudas No sé si eres la mujer de mi vida, pero sé que ahora no deseo otra cosa que estar contigo, protegerte y hacerte el amor con mis manos y con mis palabras en cada momento del día.

-¡Que diablos! -dijo Emma ruborizada por las palabras de Guillermo mientras se incorporaba y se sentaba sobre su polla.

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