Hola lectores, de nuevo con vosotros y esta vez para algo serio, hace pocos días recibí una llamada de mi amigo Abel, me contó que llevaba varios días encerrado en su casa de campo y necesitaba mi ayuda, añadió que le llevase comida y bebida abundante pues no podía salir a comprar nada, mis intentos de que me explicase algo por teléfono fueron inútiles, solo me extraño un poco su insistencia casi histérica en que fuera solo, en fin dado que Abel es un gran amigo y un tío responsable le dije que iría al día siguiente (viernes) y pasaría el fin de semana con él.

Al día siguiente después del trabajo me subí a mi coche y me puse en camino, llegue a su pueblo casi de noche después de parar por el camino en un Híper a comprarle comida y bebida para más de una semana, por suerte conocía el lugar de anteriores visitas pues la casa estaba a las afueras del pueblo y a casi medio kilometro del mismo, a la derecha de la carretera una vereda arbolada por la que apenas podía circular mi coche me llevó hasta el caserón de mi amigo, cuando llegué a la puerta y empezaba a bajar del coche me sonó el móvil, era Abel:

– Veo desde la ventana que eres tú, ¿vendrás solo verdad, no te acompañara nadie?

– Oye tío, ¿estás tonto, o qué? No ves que si que vengo solo.

– Si perdona hombre, ya te abro.

La puerta de la casa se abrió y por fin vi a mi amigo Abel en chándal, estaba delgado y algo desaliñado lo cual me extrañó pues es un tío majo, sanote y con estudios; vive bien pero muy entregado a su trabajo en un laboratorio farmacéutico, tiene 31 años es solterón pero muy afable y simpático, moreno de 1,78 de alto y tiene algo de barriguilla pero sin ser el típico gordo, en fin que nunca le ha faltado alguna amiga, pero nada de novias ni mucho menos aquellas mujeres excesivamente aficionadas a las bodas.

Entré en la casa y tras saludarnos me dio un abrazo, me fije en una cicatriz nueva de unos 3 cm en su mejilla derecha, metimos la comida en la despensa, luego Abel cerró la puerta con cerrojo y me invitó a sentarme en el sofá, preparó unos cubatas y me contó lo que le había pasado.

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LA SEMANA ANTERIOR, LUNES…LABORATORIO…

Abel estaba comprobando una serie de pruebas, mientras un líquido de color ambarino de una probeta burbujeaba al ser calentado por un mechero Bundsen, nuestro protagonista estaba tan concentrado en la lectura del resultado de unas pruebas que el sonido del teléfono le sobresaltó, al girarse para cogerlo movió la probeta haciéndola caer rompiéndose, su contenido cayó sobre otras pruebas ya preparadas para un posterior ensayo y algo de liquido cayó sobre la llama del mechero provocando un fogonazo y una detonación, el sintió como un pequeño trozo de vidrio se clavaba en su mejilla derecha, tras apagar el pequeño incendio y atender brevemente la llamada telefónica, procedió ante el espejo del baño a restañar la sangre de la herida, sacó de su mejilla con unas pinzas el pequeño fragmento de vidrio y procedió a desinfectarse el corte, tras colocarse un apósito recogió los restos de la probeta rota y después de limpiar todo el estropicio causado, volvió a reiniciar el experimento que se había cargado con aquella torpeza.

Era una solución bastante pura de Androstadienona que como todos sabéis, es una feromona que junto con la hormona luteinizante en las dosis adecuadas puede exaltar la libido de los humanos, en este caso dado se trataba de conseguir un perfume en aerosol que pudiera ser usado como un imán para atraer a las hembras hacia el usuario del mismo, independientemente de su sexo o aspecto físico pues como bien sabia Abel, en aquel negocio solo contaban el dinero del comprador y el olfato de la “victima” a estimular; Pero bueno, iré abreviando pues esto lo podéis encontrar en internet, ya que desde antes del 2008 se vienen realizando estos experimentos con feromonas con distintos e inciertos resultados, Abel siguió con sus pruebas y al acabar su jornada volvió a casa sintiendo que tenía algo de fiebre.

MARTES…

El corte estaba algo hinchado y escocía, tenía fiebre y un fuerte dolor de cabeza, al levantarse de la cama Abel se sintió muy mareado así que llamo al trabajo excusándose por no ir a trabajar, tras volver a limpiar y desinfectarse la herida se colocó un apósito limpio, desayunó y se tomo un antibiótico volviéndose a la cama, durmiéndose rápida y profundamente.

MIERCOLES…

Abel se ducho y salió de casa radiante, su cuerpo había dormido 23 horas seguidas, se sentía descansado y tenía prácticamente cerrada su herida en la cara, decidió ir andando hasta el metro y no coger el autobús, estaba algo lejos pero pensó que el ejercicio le haría bien, varios minutos después y una vez en el vagón del metro, notó como una mujer cincuentona y una quinceañera que tenía cerca no le quitaban los ojos de encima, la más joven sobre todo olfateaba en su dirección y entrecerraba los ojos, el se sintió algo cortado pues razonó que el paseo hasta la estación le habría hecho sudar un poco, la expresión de la mujer mayor era distinta, como… ¿excitada? Enseguida desechó la idea, el no era un adonis, se consideraba un tío normalito y las mujeres jamás le habían tirado los tejos, pero la expresión de aquellas dos era de cachondez sexual y no le perdían de vista, la quinceañera se pasaba lascivamente la lengua por los labios mientras le miraba.

Afortunadamente llegó enseguida a su parada y salió del metro, casi corrió por el andén de la estación al observar que la mujer madura bajaba del vagón tras él, agobiado por una extraña sensación de sentirse observado por cuanta mujer se cruzaba en su camino, decidió caminar rápidamente hasta su trabajo evitando mirarlas o devolverlas la mirada, a fin de cuentas el laboratorio solo estaba a tres calles de la parada de metro.

En poco más de cinco minutos había llegado a su destino, saludo al vigilante de la entrada y paso su tarjeta magnética por el torno de acceso accediendo así al hall del edificio, llego hasta los ascensores y mientras esperaba se giró, observo que el vigilante de la puerta estaba hablando con tres mujeres que respiraban algo agitadas, reconoció a la señora del metro y le pareció haberse cruzado con las otras dos, mientras se preguntaba de que estarían hablando el ruido de las puertas del ascensor abriéndose le hicieron volver a la realidad.

Entro en el ascensor y pulsó el botón de la planta a la que se dirigía, cuando se estaban cerrando las puertas de aquella pequeña cabina de metro y medio de ancho por dos de largo, entró una compañera y tras pulsar su piso le saludó:

– Hola Abel ¿Qué tal estas?

Mi amigo la había reconocido al instante, era Carmen la feúcha del despacho de arriba del suyo, conocida por el seudónimo de “la escoba” era simpática pero nada atractiva, treinta años, morena de pelo rizado hasta los hombros, usaba gafas y era algo mandona, sus pequeños pechos y sus escasas caderas junto a esa manera de andar muy tiesa, la habían hecho acreedora de su merecido mote, hoy llevaba chaqueta negra y una camisa verde jade con una falda negra de tubo hasta por encima de las rodillas, además de su bolso y zapatos de medio tacón a juego, Abel contestó cortésmente:

– Hola Carmen ya estoy mejor ¿sabías lo de mi accidente?

– Si claro todos lo sabemos, no pasa nada nos pudo ocurrir a cualquiera, lo importante es… que ya estés… repuuesto.

Abel la vio apoyarse en la cabina del ascensor, sus mejillas se sonrojaban sin dejar de mirarle, las ventanas de su nariz se agitaban y su respiración aumentó, sus ojos se entrecerraron mientras pasaba sensualmente su lengua por sus labios humedeciéndoselos con una creciente expresión de deseo en su cara.

– Carmen ¿qué te ocurre, estas bien?

– Siii… muy bieeen, pero… voy a estar mejor…

Se abalanzo sobre él, besándole en el cuello mientras tiraba decidida el bolso y sus manos le acariciaban el paquete genital y el pecho, era un torbellino de mujer ansiosa buscando una satisfacción a sus instintos, Abel intento apartarla y manoteo intentando apartarla pero el ataque le había pillado de improviso, ella le beso en el cuello y subió hacia su mandíbula y boca, sus manos entretanto le soltaron el cinturón bajándole la bragueta, Abel intento separarse de aquella loca, la empujo al sentir como le sacaba el miembro del eslip, ella retrocedió un par pasos con la mirada extraviada y jadeando de deseo, Carmen pulsó el botón que detenía el ascensor y ambos se sujetaron como pudieron al sentir el frenazo de la cabina, ella se abrió la chaqueta y la camisa dejándole entrever su sujetador color morado de Victoria secrets que realzaba y elevaba sus pequeños pechos.

– ¡Carmen por favor, razona! – exclamo Abel.- Estamos en el ascensor, es la hora de entrada del personal y en diez minutos habrá más de cien personas en el edificio, ¡nos despedirán! Además tú estás casada, estate quieta ¡coño!

Ella le miraba con aquellos ojos inyectados en deseo, se mordía los labios mientras se subía la falda negra enseñándole sus pantis y bajo ellos la mancha de color morado de sus braguitas a juego con su sujetador, volvió a abalanzarse contra Abel mientras decía a media voz:

– Te voy… a follar, tanto si quieres como si no.

Un autentico alud de besos y manoseos se descargo contra Abel, este aguantaba el tipo como podía e intentaba evitar a aquella loba, pero hacia algún tiempo que no tenia sexo y su cuerpo comenzó a responder a los manoseos de la mujer, en el momento en que empezó a responder a sus caricias y besos ella cayó de rodillas ante él, buscando su miembro erecto y se lo metió en la boca, no le hizo una mamada suave ni cariñosa ni tan siquiera meticulosa, eran una serie de chupadas ansiosas deseando que el órgano alcanzase todo su vigor, a Abel nunca se lo habían hecho así antes, ella se la metía hasta el fondo y lo sacaba sin dejar de lametearlo una y otra vez sin usar sus manos, las cuales en ese momento estaban rasgando con las uñas sus pantis a la altura de su sexo.

La sensación de placer era tan intensa que a nuestro protagonista le temblaban las piernas, Carmen le dio un fuerte tirón de los tobillos haciéndole caer sentado al suelo del ascensor, ella aun de rodillas se coloco entre las piernas de Abel y se movió rápidamente hasta colocar su pubis sobre el erecto miembro que deseaba ardientemente, sin perder ni un segundo Carmen metió su mano a través del desgarrón de sus pantis y tironeó de su braga hasta apartarla a un lado dejándose caer de golpe sobre el miembro.

El bueno de Abel estaba alucinado, ¡se lo estaba tirando, “la escoba” se lo iba a follar en el ascensor! Pensó en un ramalazo de lucidez que la expresión “tirando” era la más adecuada, pues eso es lo que ella había hecho exactamente, le había tirado el chochete contra el rabo y se lo había clavado directamente, la sensación era estupenda pues aquella tía estaba más que húmeda, estaba tan empapada en flujo que en cada bote que daba empalándose en su nabo salpicaba flujo manchando las ropas de ambos, sus gritos de placer resonaban por toda aquella bamboleante caja metálica, seguramente se propagaban por el hueco del ascensor y se debían de escuchar desde la azotea hasta el sótano más profundo.

Ella le abrazo por el cuello mientras botaba y saltaba sobre él, meneaba y agitaba rítmicamente las caderas mientras el miembro invasor le daba placer continuo en cada arremetida, Abel la tironeaba y pellizcaba los pezones tras haberla subido la camisa verde y el sujetador, ella jadeaba a grito pelado mientras se corría una y otra vez como nunca lo había hecho, prácticamente encadenaba los orgasmos cada pocos minutos, le arañaba la chaqueta y llego incluso a morderle una oreja en plena corrida, a estas alturas el bueno de Abel ya estaba prácticamente sordo de un oído por culpa de los alaridos de gozo de “la escoba”

– Cabrooon fooollameeeee asiiii maaas, maaaaas asiiiii meee voyyyyy.

La notó por fin relajarse entre sus brazos, pero el muchacho pensó que ya que aquella loca de los coj… se había cargado su empleo con toda seguridad por el escándalo que estaban montando, lo menos que debía hacer era correrse dentro de ella y con algo de suerte la dejaría un recuerdo, por lo menos se desahogaría pues aun no se había corrido.

El bueno de Abel, se movió sin dejar de sujetar a Carmen que no dejaba de agitarse ni de suspirar, la coloco en el suelo del ascensor sin sacarla el miembro de su empapada gruta, ella le ciño las caderas con sus piernas y el empezó a embestirla con furia sumiéndola el miembro hasta las pelotas una y otra vez, dado que un ascensor no suele ser muy amplio la cabeza de Carmen golpeaba contra la pared y el suelo de la cabina a cada embestida que Abel la propinaba.

– Aaahhhh- pom – asiii dame maaaas – pom- jooodemee masss.

– Toomaa zorraaa loocaa – pom- te voy a rellenaar de huevos, como – pom -la puta gallina que ereees –pom.

El movimiento de la pareja aumento rápidamente, los jadeos y golpes eran claramente audibles por todo el edificio, aquel porrompompom sazonado con gemidos y gritos más o menos obscenos, solo finalizaron cuando Abel estaba cerca del orgasmo, este en un ramalazo de cordura decidió no dejar muestras de su semen en la vagina de aquella loca ansiosa que se agitaba y corría sin parar bajo su miembro, así que se quedo de rodillas mientras sacaba su rabo de aquel chochete cenagoso, recubierto de blancos restos de flujo batido y asió a Carmen de la nuca obligándola a meterse el miembro en la boca hasta el fondo, allí descargo una abundante cantidad de esperma.

Estaba en la gloria descargando en el gaznate de Carmen con el pantalón a medio muslo y el eslip aun medio puesto, la soltó la cabeza para que pudiera respirar un poco, pero ella mantuvo la posición mientras tragaba con placer la donación del macho, Abel estaba disfrutando cuando notó los dedos de ella en su entrepierna, le empujaba el dedo índice por debajo de su eslip e hizo presión en su esfínter consiguiendo meterle parte del dedo y la tela en el culo, reanudando la mamada profunda y haciéndole ver las estrellas de puro placer.

– Para, para Carmen, – Dijo Abel- ahora que estas más tranquila debemos salir de aquí.

– Nooo dame mas, quiero más, seré buena.

– Déjate de tonterías Carmen, nos jugamos el trabajo no seas así.

Ella se resistía a dejar el cuerpo sudado de Abel después de la follada que habían realizado, parecía incluso más ansiosa que antes, mi amigo no tuvo más remedio que aplicar sus pequeños conocimientos de lucha y dejarla inconsciente con una llave en su cuello, comprobó que no la había hecho más daño que el necesario y precedió a vestirse tras sacarse el eslip del culo, seguidamente la coloco la ropa aunque se fijo e las manchas que tenia, la camisa verde tenía restos de saliva y esperma que intento limpiar sin mucho éxito, la quitó el panti roto guardándoselo en la chaqueta, la abrazó y pulsó el botón del ascensor.

En el rellano siguiente una multitud de caras socarronas y expectantes les esperaba, el dijo que ella se había desvanecido pero que estaban bien, la dejo al cuidado de los compañeros y se fue en cuanto que vio a algunas compañeras poner caras de vicio al oler su ropa sudada.

En su laboratorio aquella tarde había cola de compañeras entregándole muestras para analizar, pero Abel solo olía a limpio pues se había duchado a conciencia en los servicios del laboratorio, procuraba moverse poco y despacio para no romper a sudar, nadie le dijo nada durante aquel día acerca del incidente del ascensor, pero notaba sobre si las miradas socarronas de todo el mundo, volvió a casa a paso de tortuga para no sudar y tras cenar se acostó.

JUEVES…

Abel se levanto de la cama tras pasar una noche realmente mala, le había costado coger el sueño pues solo podía pensar en lo que le sucedía y como solucionarlo, cuando finalmente se durmió había tenido una pesadilla en la que una manada de tías zombis le atacaban y se lo comían. Se ducho y aplicó una generosa ración de desodorante por todas partes, comprobó que la herida de la mejilla cicatrizaba bien así que la dejo al aire, luego se vistió y desayuno en casa pues había decidido evitar en lo posible los sitios muy concurridos como bares y recintos pequeños y cerrados.

Para ir a su trabajo tenía que ir andando ó coger un autobús hasta el metro, una vez allí el trayecto de seis paradas era breve aunque solía ir de pie pues dos de las paradas eran céntricas y con transbordos, con lo que los vagones solían llenarse de gente de todos los tipos y razas, como alternativa tenía el coche pero no le apetecía lo más mínimo cogerlo para ir al trabajo y tener que aguantar el atasco mañanero, cuando lo hacía solía llegar al curro con los nervios alterados y además su sueldo era bueno aunque no muy abundante, con lo que aquel gasto extra se lo podía permitir sin que le fastidiase el presupuesto, aunque no le hacía gracia.

Pero Abel era un tío reflexivo como ya he dicho, así que decidió hacer su rutina normal y al llegar al laboratorio dedicarse a resolver el problema con todas las maquinas y aparatos que allí tenían, cogió el autobús y luego el metro con toda tranquilidad y sin apresurarse, llegó al trabajo sin percances ni sentir sobre el miradas extrañas de las mujeres con las que se cruzaba, bajó a su laboratorio y dejó de lado los asuntos pendientes dedicándose a trabajar en “su” problema que era lo que realmente más le preocupaba. A media mañana subió a la cafetería del edificio a tomarse un tentempié, allí notó las miradas socarronas y expectantes de varios compañeros hombres y mujeres, se sentó a una mesa con sus más allegados de su sección y mientras comía escucho las conversaciones:

– Oye tío, ¿Qué le pasaba ayer a “la escoba” parecía alterada? –Dijo uno.

– No lo sé, – Comentó el de al lado- pero cuando pase por el servicio médico se oían jadeos y tenían la puerta bien cerrada, dicen que la doctora y ella… ya sabes.

– A mí me han dicho que empezó en el ascensor con este, -Dijo una compañera señalando a Abel- dinos tío ¿Qué pasó?

Abel tragó apresuradamente el bocado de sándwich que tenía en la boca y se sintió enrojecer de vergüenza al sentir las miradas de todos sobre él, reunió el valor suficiente durante unos segundos y contestó:

– No seáis malpensados, el ascensor se averió y se puso histérica, forcejeo conmigo por culpa del miedo y finalmente se desvaneció, hasta que nos sacaron de allí.

– Pues dicen que los gritos que pegaba se escuchaban por todo el bloque, comentan que eran más jadeos que otra cosa y que las manchas que llevaba al salir del ascensor eran bastante evidentes, -Dijo la compañera- dinos Abel, ¿te la follaste?

– Ya he dicho lo que tenía que decir, dejadme en paz.

– Bueno el hecho es que de ahí pasó al botiquín, – Dijo el primero que había hablado- y que yo escuche como alguien estaba teniendo sexo tras esa puerta.

– Yo solo sé que hoy la escoba no ha venido a trabajar – Dijo la compañera – por lo visto tiene tres días de baja, ya vendrá el lunes o el martes y que se explique ella.

– A mi novia, – Intervino otro compañero de la mesa de al lado que no perdía onda de la conversación – le ha comentado su amiga Pepa la enfermera, que cuando llevaron a “la escoba” al botiquín, la doctora empezó a atenderla y de repente se puso a olfatearla como una perra y a ponerse nerviosa, los echo a todos de allí y cerró la puerta con llave, pero la Pepa que no es tonta, se fue a su despacho y vio lo que hacían por el circuito cerrado de televisión, mas tarde sacó una copia de lo que allí paso durante casi una hora y se lo ha pasado a varias amigas de confianza, entre ellas mi novia, si queréis os cuento lo que en ella se ve pues ayer noche en casa de mi chica la vimos varias veces.

– Si claro cuenta, cuenta, – dijeron varios al unísono.

Todos los de las dos mesas y alguno más que se apuntó, hicieron un corrillo mientras el hombre hablaba a media voz contando lo que se veía en la cinta de Pepa.

Al parecer la doctora Martín, una rubia algo regordeta con un buen par de pechos a la que todos conocían y algunos hasta deseaban, abrió la chaqueta y la camisa de Carmen “la escoba” y la auscultó con el fonendoscopio, estaba muy cerca de ella evidentemente y respiraba el aroma de la mujer desmayada, su respiración se acelero y se le nublaron los ojos, entonces se ve cuando echa a todo el mundo y cierra la consulta con llave, luego vuelve hacia la camilla y mientras se desabrocha la bata se acerca a la mujer tumbada y acercándola su cara la olfatea, la husmea por todas partes mientras una de sus manos se pierde bajo su propia falda, con la otra mano levanta el sujetador de Carmen y se dedica a chuparla los pechos, la otra se estremece aun semiinconsciente pero abre sus piernas, la doctora se da cuenta y se arrodilla al pie de la camilla y levantándola la falda se hocica entre sus piernas apartándola la braga con la mano, mete la cara y se dedica a comerla el coño mientras ella se masturba a la vez agitándose con dos dedos metidos hasta los nudillos en su propio chochete, desde donde hilillos de flujo resbalan por la cara interna de sus muslos.

Carmen se agita en la camilla, su cabeza oscila de un lado a otro y de su boca salen suspiros de placer, (esto último se lo imagina el que lo cuenta, pues la grabación no tiene buen sonido) entretanto la doctora Martín sigue comiéndola el coño con una gula extraordinaria, se distingue como pasa la lengua por la vagina y le rebaña el contorno como si fuera una gata hambrienta, para seguidamente introducírsela en la vagina y comenzar a penetrarla con ella, por la postura de la cabeza y los movimientos que hace parece estar usando su lengua como un pene y estar jodiendola en la camilla, su boca se aprieta contra la entrada de la vulva y parece estar mordisqueándola al mismo tiempo.

“la escoba” se estremece visiblemente, su cuerpo parece rebotar una y otra vez de cintura para abajo contra la cara de la doctora, se despierta (abre los ojos) y antes de darse cuenta de donde esta o que la ocurre se lleva velozmente las manos a sus pequeños pechos, apretándose los pezones y entre suspiros de gozo se corre entre agitados corcoveos y sollozos en la boca de su mamadora.

La doctora Martín siente ese aluvión de flujo en su boca, el sabor de esa tía la tiene loca de deseo y sus propios dedos en su chochete no han parado quietos ni un instante, ella jadea mientras lame, chupando y mordisqueando la vagina de Carmen, mientras se da placer a si misma jadea contra la vulva de la otra, metiéndola en el coño tanto su lengua como sus jadeos y su aliento, de su barbilla cae al suelo una mezcla de saliva y flujo que va formando un pequeño charco bajo su cara, la boca se la ha llenado con la corrida de Carmen y el liquido la resbala por su barbilla y cuello metiéndose por su escote bajo su ropa, mientras saborea aquella mezcla sin dejar de mover lengua y dedos a la vez, su propio orgasmo trepa por su cuerpo desde su vagina masturbada a su cerebro en un gozoso relámpago de puro placer que desencadena su propia y abundante corrida, se estremece gime ahogadamente contra el chochete de la otra y entre temblores se aprieta tanto contra ella que parece querer meter la cabeza en el coño de Carmen convulsionándose de placer, para lentamente relajarse e ir quedándose quieta, desmadejada y relajada al pie de la camilla unos instantes después.

– Jo tio, que pasada, – Dijo uno de los allí reunidos – me estoy poniendo a cien de solo imaginármelo.

– Toma y yo, – Respondieron varios a la vez – sigue ¿Qué más pasó?

Abel se dio cuenta de que aquella historia le estaba excitando, supo que la generación de endorfinas en su organismo ya había comenzado, su aumento de deseo y los procesos químicos que conllevaba no tardarían en hacerse patentes y eso desembocaría en… ¡joder, había varias tías en el corrillo! si comenzaba a sudar aquello desembocaría en… ¡una orgia!

Decidió que lo mejor sería retirarse ahora que aun estaba a tiempo, primero fue lo del accidente, luego el asunto del ascensor, ahora no podía verse implicado en una orgia en el comedor, sería el tercer escándalo en pocos días, su trabajo se iria a la mier… asi que se levanto y se despidió de sus colegas:

– Bueno tíos yo me vuelvo al curro que ya he perdido demasiado tiempo.

– No fastidies Abel, -dijo una compañera mirándole insistentemente, era María de contabilidad – ahora se ponía la historia interesante.

– No, de verdad tengo un experimento pendiente que quiero acabar hoy.

El relatador del grupo le dijo:

– Te vas a perder lo mejor, ahora viene cuando “la escoba” se despierta y se monta un 69 con la doctora, al final se follan la una a la otra tras sujetar un par de puñados de esos palitos que se usan para bajar la lengua en las consultas, los sujetaron con un par de gomas de escritorio e hicieron dos buenas imitaciones de pollas, se tiraron más de media hora jodiendose mutuamente con eso, eran las dos la autentica imagen del vicio en acción.

– Se llaman depresores, – Contestó Abel – lo digo en serio debo irme, no os molestéis.

El bueno de Abel salió del comedor, los del grupo dirían que era tonto o que bajaría al servicio a hacerse una paja después de lo que había oído, pero a él le daba igual lo que dijeran aquellos cenutrios, estaba convencido de que si hubiera permanecido allí unas minutos más hubiera desencadenado el deseo de las mujeres hacia él, naturalmente los otros tíos no se hubieran quedado quietos y hubieran participado, la historia que había escuchado le sirvió para descubrir dos cosas:

1ª Los restos de su sudor, sobre la piel o ropa de otra persona la convertían automáticamente en un imán para más mujeres, recordó que fueron varios tíos en la puerta del ascensor los que ayudaron a Carmen a llegar al botiquín, al parecer la reacción que tuvo la doctora no la experimentó ninguno de los tipos que se la llevaron.

2ª aun no sabiendo la orientación sexual de “la escoba” si que sabía que estaba casada, claro que podía ser bisexual pero siempre se la veía tan modosita y seria que lo dudaba, en fin que por lo que dijo el compañero que se veía en la cinta, al parecer una vez inhalado el olor por la victima, los efectos de su lujuria duraban bastante y el deseo que sentía la afectada, no interferían en hechos como el sexo o atractivo físico del portador del olor, ni en el hecho de ser el donante o receptor de una buena y fogosa relación sexual (una imagen fugaz de la rellenita doctora Martín haciendo un 69 con “la escoba” debajo, le dio escalofríos)

Las palabras “autentica imagen del vicio” que había dicho su compañero al relatar lo que vio, no se borraban de su cabeza mientras tomaba el ascensor para ir a su laboratorio, en su cabeza bullía un mar de ideas que iban desde embotellar su olor y venderlo, hasta patentarse a sí mismo como “imán atrapahembras”

De alguna manera supo que jamás volvería a dormir solo, le bastaba pegarse una carrerita y acercarse a una tía cualquiera para satisfacer sus deseos sexuales ¿Qué le importaba si esa tía era la esposa ó la novia de alguien? La vida le había dado muchos palos y era el momento de tomarse el desquite, mientras trabajaba hacía una lista en su mente de las mujeres a las que se tiraría, pero unas palabras se abrían paso en su cerebro “experimenta siempre, pruébalo antes”

Estaba trabajando con muestras de su propio sudor, dado que el proyecto original se había mezclado con las otras muestras justo antes de la explosión, no tenia manera de saber cuánto tanto por ciento de cada producto había en el fragmento de vidrio que se le clavó en la mejilla, la única manera de saber algo era analizar e identificar cada átomo que había en el sudor e intentar replicarlo, su primera intención era eliminar el problema y volver a ser “normal” pero ahora pensaba de manera distinta, quería sintetizarlo para forrarse sin descartar su primer objetivo es decir que sería normal, pero teniendo una buena provisión envasada y siempre a mano de “atrapahembras”

Aquel jueves no dejo su trabajo ni para ir a comer a mediodía, se metió en el despachito pequeño del fondo y con la calefacción puesta a casi treinta grados mientras trabajaba sin camisa, recogía con una regleta cada gota de sudor de su cuerpo y la ponía en una pequeña probeta con agua destilada para que no se evaporase, a las ocho de la tarde tenía una buena cantidad de “suero” con la que trabajar para unos días, se ducho y ventiló la habitación pues no deseaba que ocurriese algo con las mujeres de la limpieza, cuyos carritos y voces se oían cerca.

Antes de salir del laboratorio se dirigió a un anaquel y saco uno de los pequeños espráis vacios de 15 mililitros. Que se usaban para pruebas, era del tamaño de un dedo medio, desenroscó la tapa y añadió con una jeringuilla 2 mililitros de “suero” y el resto hasta la mitad de agua destilada, metiéndoselo en el bolsillo de la chaqueta junto a su pañuelo, guardo cuidadosamente el resto de las pruebas que había hecho y los informes saliendo en dirección a su casa.

ESTACION DE METRO DE… 15 MINUTOS DESPUES.

El bueno de Abel bajaba en las escaleras mecánicas, delante de él tenía a un tío de unas 40 años leía un folleto de publicidad que le acababan de entregar, no era un tío majéte de cara ni con un cuerpo atractivo para las tías, ni era nadie a quien conociera, en resumen: un cobaya perfecto, al comenzar a bajar el segundo tramo de escaleras mecánicas, saco el espray y el pañuelo del bolsillo, puso el dedo encima y le dio al tipo una buena rociada en la nuca al mismo tiempo que fingía un estornudo, llevándose el pañuelo a la cara y ocultando el espray, aquel hombre se giro como un rayo mientras decía:

– Pero que haces idiota ¿serás guarro?

– Perdóneme hombre, lo siento de verdad no me ha dado tiempo a sacar el pañuelo, disculpeme.

El tío se limpio la humedad de su nuca con un pañuelo de papel y al ver que Abel no parecía mala persona, admitió la disculpa y no dijo nada, aunque le miro severamente mientras escuchaba sus disculpas y durante los segundos que pasaron hasta llegar al andén, una vez allí se distanciaron el uno del otro unos metros para evitar más altercados o estornudos fortuitos.

Llego el metro y Abel se coloco de pie en el vagón de detrás del de su cobaya, allí vería lo que pasaba sin correr riesgos de que su propio olor interfiriera en el de su sujeto de pruebas, durante dos paradas no pasó nada pues el tío estaba de pie contra la pared del vagón rodeado de mas hombres de distintas edades, pero en la tercera se levantaron para salir varias personas, era una estación céntrica con conexión a otra línea y muchos hacían allí sus transbordos, el cobaya vio un asiento libre y se abalanzo a ocuparlo, de haber sabido lo que le ocurriría creo sinceramente que hubiera permanecido de pie y rodeado de tíos.

Erase una vez, dos amigas que habían salido del trabajo, una sudamericana delgada y pequeña de frondosa melena negra que hablaba con su amiga negrita, algo mas gordita y con moño, que viajaban en el metro hablando de no sé qué papeles sin meterse con nadie, un asiento libre y mas allá una rubia treintañera, rubia y pechugona de Cáceres que había venido a la ciudad a buscar curro infructuosamente hasta el momento, (diré para los MUUUY SENSIBLES, que esto no es una crítica social) bueno pues justo en ese asiento libre, rodeado de mujeres fue donde el ignorante cobaya de Abel asentó sus reales posaderas.

El tío ignorante del aroma que salía de su nuca, va y saca el pañuelo de papel para limpiarse el sudor de la cara, no debiendo acordarse del regalito que llevaba de Abel, ignorando que el mujerío alrededor de él ya empezaba a respirar más profundamente, husmeando en su dirección según los efluvios llegaban a sus narices, aquel pobre animal cuando se secó el sudor con aquel “perfumado” pañuelo abrió un segundo frente al que las tres féminas reaccionaron, la cacereña se le abrazo por la derecha, besándole en la nuca, la negra por la izquierda le dio un chupetón en el cuello y la sudamericana pizpireta de largo pelo moreno se levanto del asiento para situarse ante el hombre mientras le olfateaba toda la cara, el tío manoteo y protesto durante unos segundos hasta que la morena de delante le cerró la boca con un besazo apasionadísimo mientras se sentaba perniabierta en sus rodillas.

El bueno de Abel no perdía detalle desde el otro vagón, su curiosidad científica le hacía ver la escena como si en lugar de personas aquello solo fueran cobayas de laboratorio, en el otro vagón el escándalo empezaba a propagarse, la cacereña después de chupetearle la nuca al cobaya cogió lo que creía la mano de este y comenzó a chuparla lascivamente, pero aquella mano era de un joven estudiante de derecho mercantil, que estaba mirando asombrado como aquella rubia pechugona le hacia una felación a su dedo índice, los restos del “suero” que había en la nuca del cobaya pasaron a los labios de la cacereña y ahora también a los dedos del joven estudiante, al otro lado del cobaya un maño que estaba mirando la escena con ojos como platos se sentó al lado de la negra del moño y comenzó a acariciarla los pechos mientas ella seguía dale que te pego con el cuello y boca de aquel pobre hombre, la morena pequeñita le había abierto la bragueta al cobaya y sacado su miembro de tamaño medio pero bastante erecto para tras levantarse la falda marrón a cuadros que llevaba, clavárselo en su chochete y dedicarse a saltar sobre él entre jadeos cada vez más ruidosos.

El resto de la población del vagón mantenía un estado de vergüenza, desdén y asco, sazonado con alguna expresión de envidia, pero el lugar era pequeño y el olor se fue acumulando poco a poco, sin ser conscientes las mujeres del vagón se fueron moviendo hacia el origen de aquellos efluvios atraídas como por un imán poderosísimo.

En la cuarta parada salieron algunas personas del vagón (las más alejadas del grupo) el resto se quedo haciendo piña en derredor y entraron algunas mas, que ya estaban en la parada ignorantes de lo que allí había, el metro siguió su recorrido y Abel siguió observando, las mujeres del otro vagón empujaban a quien fuera con tal de llegar a la fuente de olor, el estudiante seguía siendo chupado pero ahora no era su dedo sino su miembro el que recibía las atenciones felatríces de la cacereña, la morena pizpireta seguía clavada en la verga del cobaya pero un voluntarioso con pinta de obrero, la empujo hacia el pecho del tío haciendo que pusiera el culo en pompa y por allí tras desenfundarse el miembro, ya erecto por lo que estaba viendo se la metió en su atractivo culete.

A la negra del moño la hizo levantar el mañíco, que tras soltarse y dejar caer el pantalón se sentó en el sitio de ella haciéndola sentarse sobre su miembro, la boca gimiente de la negra que había besado ansiosa el cuello del cobaya, recibió enseguida una visita inesperada, la boca y pechos de una ama de casa que había ido a hacer unas compras y pasaba por allí de vuelta a casa, atraída por los efluvios aquella audaz ama de casa veterana de mil inicios de rebajas, consiguió abrirse paso entre achuchones y empujones (como era su costumbre) hasta el origen del aroma que tanto la atraía, finalmente alcanzo a su objetivo momento en que sacándose los pechos de la camisa se los acercó a la negra, quedando en el momento en que la negra del moño la puso la boca encima “contagiada” asimismo de aquellos mismos olores y siendo otro potencial objetivo de cuanta mujer respirase en el vagón.

No tardo mucho el cobaya en correrse en el chochete de la sudamericana morena, abandono su asiento en cuanto pudo saliendo de entre las piernas de la chica mientras esta era sodomizada muy activamente por el obrero entre abundantes gritos de placer, tras deslizarse y gatear hacia un lado se incorporo intentando acercarse a la puerta para salir huyendo de allí, pero todo fue inútil dos tías que se parecían asombrosamente a las abuelitas de “aquí no hay quien viva” le cortaron el paso y lo violaron repetidamente, el estudiante intento llevarse a la cacereña rubia a un lado para echarla un buen polvo, pero fue hábilmente interceptado por una jovencita que al ver pasar su miembro cerca se lo aferro con las dos manos y de un hábil movimiento le empujo contra una de las barandillas, cuando el chico cayó al suelo, los pantalones de la joven hicieron lo mismo y luego ella simplemente se clavo el rabo del joven hasta las mismísimas pelotas entre suspiros de placer, la cacereña había intentado moverse con el estudiante pero al ser este interceptado, ella se sintió agarrada por otra mujer de su edad más o menos, esta ni corta ni perezosa la atrajo hasta su asiento y levantándola el vestido la empezó a lametear el chochete apartándola un poco las bragas con sus dedos.

El marido de la del asiento se levantó mosqueado y se quedó mirando la escena, su amada, recatada y fiel esposa comiéndole el chochete a una perfecta desconocida en el metro y rodeados de gente, su erección fue automática y recordó que ella nunca se la chupaba porque decía que le daba asco, la idea le vino de golpe y enseguida la puso en práctica, empujo a una mujer que intentaba algo con la cacereña y se situó detrás de la rubia pechugona, la quito las bragas por debajo del vestido y se lo levanto metiéndole el miembro entre sus nalgas pero sin penetrarla, era alucinante notaba los labios empapados del chochete envolviéndolo, el tío se movió adelante y atrás hasta notar la boca de su mujer en su prepucio, la cacereña disfrutaba con aquel rabo entre las piernas y las manos del tío sobándola las tetas, entretanto su mujer lamia y chupaba todo lo que se le ponía por delante, aquel clítoris y vulva, así como el rabo que recorriéndolo por fuera aparecía y desaparecía intermitentemente, recibieron sus habilidades orales por igual.

Llegaron a la quinta parada y Abel vio como la acción se había distribuido en al menos cuatro focos, el cobaya y varias tías mayores por un lado, la negra del moño y la sudamericana morena bajita al lado de la ama de casa por el centro, el estudiante algo mas allá y al fondo la rubia tetona, en aquella parada no salió nadie de ese vagón pero si entro gente, los de la parada fueron los primeros, pero no fueron los únicos pues algunos de su propio vagón y del vagón anterior al de la orgia vieron lo que pasaba y se cambiaron entrando como podían en el de en medio, hasta llenarlo hasta los topes, se veían ropas tiradas en el piso y la gente estaba en diferentes estados de desnudez cuando el tren se puso nuevamente en marcha.

El cobaya fue usado por las dos mujeres mayores, cuando se corrió en el chochete de una de ellas pensó que tras su segunda corrida del día ya se le había acabado la diversión, pero la que se había quedado a medias le sacó de su error, se quitó la dentadura postiza y le hizo la mejor mamada que aquel hombre juraría que recibió en su vida, un poco más allá el maño rellenó de esperma caliente el chochete de la negra del moño, la cual se puso de rodillas pidiendo más caña a grito pelado, casi instantáneamente otra mujer se coloco detrás de ella y comenzó a lamerla el chochete ansiosamente, la ama de casa había quedado tumbada en los asientos, un reponedor de híper que la vio muy ansiosa, se apresuró a cubrir sus necesidades y de paso la endilgo su gordo miembro en su chochete, follándosela sin prisa pero sin pausa entre gritos de placer que fueron acallados por una rubia bombón que se quito el pantalón y la puso el coño en la boca, para que se mantuviera ocupada en algo útil mientras la follaban.

La chica morena había recibido toda la corrida del obrero en su bonito culo, ahora se dedicaba oralmente y con entusiasmo a devolver la vida al miembro de este mientras que de su coñito y ano resbalaban hilillos de esperma, el estudiante era follado sentado contra la pared del vagón, por la jovencita que estaba demostrando una maestría sin par en el tema de cabalgar miembros, al lado de ellos dos amigas se masturbaban la una a la otra tan furiosamente que no tardaron en correrse.

Un poco más allá la mujer sentada ante la cacereña se masturbaba con su propia mano metida hasta la muñeca, sin dejar de lamer y chupar todo lo que se la ponía por delante, su marido detrás de la rubia meneaba sus caderas cada vez más rápido, frotando su miembro en la parte baja de la vagina de la cacereña rozándola en cada vaivén la vulva, para enterrar su miembro en las fauces de su esposa que chupaba tanto coño como prepucio, finalmente la rubia gimió y se corrió mojándola toda la cara mientras se la doblaban las piernas de placer, la mujer se amorro con más ganas a lo que pudo que no fue otra cosa que el miembro empapado en flujo, de su amado esposo y fue seguidamente regada por varios lleretazos de esperma del hombre que la empaparon de blanco desde las pestañas hasta el escote.

La orgia era general en ese vagón, más gente se unió a los grupos formados y otros iniciaron grupos nuevos, donde quiera que les llevaran sus narices o su instinto, llegaron a la sexta parada y Abel se bajó del metro, por el altavoz de la estación se oía: ¡ESTE TREN NO ADMITE VIAJEROS, DISCULPEN LAS MOLESTIAS, POR FAVOR DESALOJEN EL TREN! Abel siguió su camino de salida y se cruzó con dos vigilantes que bajaban corriendo al andén porra en mano, salió sin problemas al exterior y anduvo hasta la parada del autobús.

Estaba llegando a su casa y seguía cachondo por lo que había visto, había poca gente en aquel bus apenas ocho personas, se acerco a la puerta de salida y una chica hizo lo mismo, era guapilla de unos 25 años y morena, tenia buen cuerpo y él no quería dormir solo esa noche, se levantó discretamente la chaqueta y se olfateó… si olía a sudor, se acerco a ella y la dijo:

– Oye perdona, creo que se me ha parado el reloj ¿me puedes decir la hora?

En ese momento llegaron a la parada, el conductor como muchos otros dio un frenazo, ella entretenida en mirar la hora fue lanzada contra Abel que la sujetó contra su cuerpo un par de segundos, la noto respirar asustada por el encontronazo, la soltó y bajaron del bus entonces el repitió la pregunta:

– ¿Me puedes decir la hora?

– Si claro son laaas… laass nueve y cuarto.

El vio los síntomas que ya conocía, las ventanas de la nariz moviéndose, el rubor de la cara, añadió:

– Anda te acompaño un ratito, no pareces estar bien después del frenazo.

– Yo sii… estoy bien, muuuy biiien…

Ella se arrimó a él y le besó, el no se resistió y participó en el beso activamente, al separar sus caras la dijo:

– Tranquila nena, que sepas que hoy no vas a dormir en casa, estas en buenas manos.

Se alejaron en dirección a casa de Abel.

CONTINUARA…

Este relato es casi totalmente ficticio, los experimentos y pruebas que he mencionado ¡SI! que existen, podéis consultar la red si dudáis.

Los personajes que he usado han sido muy variados, aparte de su nacionalidad, color, provincia o sexo, vaya por delante mis respetos para todos.

¡Sed felices!

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