Abrazada a tío Sergio me cayó la realidad del enorme cambio que había tenido mi vida. La inocente niña de una villa perdida en un lugar de la tierra, tenía ahora un mundo que por mucho tiempo fue algo que no creía poder alcanzar algún día. O sea que me sentía la niña más afortunada del planeta. Y lo que más le daba más fundamento a mi felicidad era el hecho de que mi deseo de hacer lo que sentía como mis propias decisiones, era que me apoyaba una de las personas más importantes de mi vida…, mi propia madre. Ella me permitía caminar por ese callejón hermoso, por esa ruta de felicidad que solo me hacía sonreír.
Así de relajada estaba cuando me trajo a la realidad un grito desde abajo, en la cocina:
– El desayuno está servido! Vamos que se enfría…!

Ya en la mesa estaba todo listo. Ni bien me senté y empecé a comer, caí cuenta del hambre que tenía. Me provocaba comer sin pausas, lo cual les dio risa a mi madre y a Sergio.
– Hay cosas que dan hambre mi amor… -dijo ella sonriendo y pasando la mano por mi cabello.
Charlamos un rato hasta que aparecieron mis hermanitos y detrás mi padre listos para ir a hacer las compras del mercado para la semana ya que iba a ser intensa para él. Mami decidió quedarse porque no estaba con ánimos de caminar mucho por el mercado:
– Vayan ustedes los varones a divertirse -les dijo cariñosamente.

Papá lo tomó con mucho agrado y dandole un beso le dijo en broma:
– Me los llevo a un club… -guiñándole un ojo para darle a entender el tipo de club al que se refería y se rieron.
– Si tu los llevas a un club de esos yo te cuelgo de ya sabes donde!
Y siguieron las bromas de ida y vuelta por unos minutos. Desde que habíamos llegado el buen humor se hacía sentir constantemente en todo el ambiente.

Así fueron pasando los días, las semanas y los meses. En todo ese tiempo fui conociendo el área donde vivía, las costumbres de Sergio y el ritmo en que se moviliza la gente de aquí. También conocí a Javier un guapísimo hombre que resultó ser el mejor amigo del tío y tres matrimonios mas o menos contemporáneos. Uno de ellos tenía dos niños y una niña que jugaban con mis hermanitos cada vez que venían.
Por otra parte como ya yo estaba estudiando inglés intensamente y me preparaba para ingresar al colegio a estudiar en el próximo año, viajaba en tren a cinco estaciones de distancia que me llevaba unos 45 minutos de viaje. A mi regreso siempre que llegaba a la estación para esperar mi tren, coincidía con una pareja que a la tercera vez de vernos me preguntaron de donde era. Casualmente ellos eran un joven matrimonio peruano que habían nacido en Lima, la capital de mi país. Con el correr del tiempo nos hicimos amigos. No podían creer la suerte que nosotros habíamos tenido de poder salir de esa villa donde vivíamos. Claro que les expliqué que quien había provocado todo ese movimiento había sido mi propio tío.
En fin, a medida que pasaba el tiempo la vida me ofrecía más descubrimientos y un crecimiento con mayor seguridad, que me permitía disfrutar y aprender.

En todo este tiempo fui desarrollando una curiosa forma de entretenerme. Me picaba la curiosidad de cómo funcionaba la sociedad del norte y ya fuera en la calle, en el lugar donde vivíamos, en un restaurante o en el tren, estudiaba los gestos, las reacciones de las personas y sacaba conclusiones de cómo eran, qué buscaban en ciertos momentos y cual sería su carácter y sus emociones. Y lo mejor de todo es que pocas veces me equivocaba.

Hasta ese momento no lo había puesto en práctica en la casa, hasta que accidentalmente un día me llamó la atención un comportamiento de mi madre que se repetía cada vez que estaba en presencia de Javier cuando no estaba mi padre delante. Se comportaba con acciones de una chica joven, nerviosa, pendiente a cualquier deseo que él tuviera como por ejemplo alcanzarle una cerveza o tonterías de esas. Yo estaba segura de que a ella le gustaba demasiado porque nunca la había visto comportarse de esa forma, y no lo dudo porque él estaba muy apetecible… A pesar de ser menor que ella, cuando estábamos juntos el comportamiento de Javier parecía más adulto que el de mi madre. Pero por el momento él no reaccionaba a esos “mensajes” corporales que mi madre exteriorizaba inconscientemente.
Tengo que confesar que este suceso no me hizo sentir mal para nada. Al contrario, me sentía que era el momento de obrar como ella lo había hecho conmigo. Quería ayudarla a contarme lo que le pasaba, pero esperaba que ella misma tomara la iniciativa.

Javier y Sergio se llevaban una buena diferencia de edades de casi 17 años. Pero él fue quien ayudó a mi tío cuando emprendió su aventura en el negocio y desde ese momento se convirtieron en amigos inseparables. Por eso es que a nuestro arribo y ni bien estuvimos acomodados, fue la primera persona de su grupo que conocimos.
El día que vino por primera vez a casa, charlamos muchísimo. Los niños lo agotaron con sus correrías y él se prestaba para todos esos juegos. Luego cuando los mandaron a dormir, nos acomodamos en el living, mi padre, mi madre, tío Sergio, Javier y yo y hablamos de muchas cosas.

Javier siempre lucía guapísimo, vestía con muy buen gusto. Era alto, delgado de cintura y una espalda bastante ancha. Sus brazos denotaban que era de los que van a menudo al gimnasio, aunque nada exagerado. Tenía la cara bien limpia y siempre medio-afeitada, nariz fina, cejas abundantes y bien oscuras, ojos oscuros y vivaces y el pelo bien negro, perfectamente cortado y peinado. Sonreía constantemente y poseía un muy buen sentido del humor.
A partir de ese momento comenzó a aparecer en la casa bien a menudo. Se notaba que en esa amistad con mi tío no se guardaban muchos secretos. Y entre algunas de sus acciones y por la forma en que Sergio se comportaba conmigo frente a su amigo, mi insoportable instinto permitió que comprendiera de que Javier ya sabía lo que había entre nosotros. Por lo tanto, yo tampoco me sentía incómoda de poder sentarme con mi tío en sus piernas o al lado de él apoyando mi cabeza en su pecho. También lo descubrí varias veces mirándome por entre mis cortitas faldas cuando me tiraba en el sofá con Sergio a lo que -por la confianza que habíamos desarrollado- no me daba vergüenza fastidiarlo y le abría más las piernas en tono de broma. Era algo en que los tres participábamos. El siempre nos decía:
– “No me provoquen porque yo soy como un animalito que siempre está con hambre…” y continuábamos con las bromas “sensuales” siempre que se daba la oportunidad.
Pero esa distancia que todavía nos separaba de la confianza total, una vez se acortó un poco cuando los tres mirando una película en el sofá del living, yo me había tendido a lo largo entre los dos. Cada uno ocupaba las puntas opuestas. Mi cabeza apoyada en Sergio y mis pies tocándole la pierna a Javier por la falta de más espacio para estirarme. Después de un par de escenas bien atrevidas de la película donde una pareja estaba en la cama haciendo el amor, sentí sus manos acariciándome los tobillos. Luego llegó varias veces hasta mis rodillas. Tío Sergio lo había visto pero parecía no importarle. Seguía absorto en la película pero en mi mejilla me hizo sentir que le provocaba calentura la situación ya que le sentí crecer el bulto mientras eso sucedía. Por un momento miré por sobre mi cuerpo estirado y vi que el bulto de Javier también estaba bien crecido. Sonreí internamente porque me gustaba ser responsable de esas reacciones. Lo estaba disfrutando.

Después de la película, Sergio le dijo que se quedara en el cuarto de al lado nuestro y al Javier decirme las buenas noches con su pijama puesto se pegó a mi más de lo acostumbrado haciéndome sentir claramente su dureza por un par de segundos.
Fue la primera vez que hubo un acercamiento físico. Me sonrió y se fue. La primera vez que me hacia saber de su sexualidad y también fue la primera noche en que cogiendo con Sergio mientras me tenía penetrada por delante, me acarició con un dedo la entrada de mi trasero y me dijo:
– ¿Te imaginas la pija de otro hombre metiéndotela aquí mientras tu y yo cogemos así…?
Lo único que hice fue gemir por lo que estábamos haciendo, sin prestarle mucha atención a lo que me había dicho. Pero luego, atando cabos me di cuenta que él había pensado en la posibilidad de Javier como ese “segundo hombre” en medio de nuestro acto sexual y de seguro esperó una respuesta de mi parte para que sucediera! Pero no me di cuenta a tiempo y nada pasó.

Por un tiempo todo siguió igual y seguíamos esas reuniones y no existieron mas acciones de ese tipo.
Preparábamos comida, a veces se abría una botella de vino rojo y una de blanco efervescente que a mi me encantaba, tirándonos en el suelo, en el sofá o en el dormitorio a ver la copa europea que era lo que más recibíamos en el cable o alguna película. Javier no era nada tímido y no ocultaba sus reacciones cuando veíamos películas fuertes, las cuales ponían cada vez con más frecuencia, pero todo continuaba igual, sin otras provocaciones mas que las de acariciarme las piernas.
Su presencia de hizo rutinaria. Ya tenía confianza con toda la familia. Pero había algo especial en Javier, que empezó a llamarme la atención cuando él estaba en presencia de mi madre. Cuando no estaba mi padre ni los niños, ahora era él quien la miraba alejarse o acercarse cada vez que mi madre se levantaba de la mesa o de un sofá. Finalmente parecía haber cedido a las provocaciones disimuladas.
Buscaba sentarse siempre del lado donde ella estuviera y le daba conversación constantemente. Entonces le puse atención a mi madre y noté que ella reaccionaba con una constante sonrisa desde que Javier llegaba y se ponía muy nerviosa cuando le daba un beso en la mejilla separándose rápidamente de él si estábamos todos presentes. Pero cuando estábamos solos mi madre, Sergio, Javier y yo, no se separaba con tanto apuro del beso de bienvenida. Otra señal que comprobaba mi teoría, era que ella venía vestida cada vez más coqueta.

Ver esas reacciones es a lo que se le llaman “lenguaje corporal” y a mi me fascina poner atención a ese comportamiento con el que nadie puede ocultar el verdadero sentimiento con que se actúa ante cualquier situación. Sentí que mi teoría tenía bases fundamentadas una tarde de las tantas en las que mi padre se iba con los niños a ver baseball (se habían hecho fanáticos del equipo de la zona) y luego los llevaba a comer como siempre. Como en otras veces, decidimos ver televisión en el dormitorio grande de Sergio. Yo me había tirado sentada sobre tío Sergio con mis piernas enrolladas sobre las de él como en posición fetal, abrazada de su cuello, ya que él se había recostado sentado contra el respaldar de la cama. Estaba de espaldas a Javier que también estaba sentado contra el respaldar al lado de su amigo y después de él mi madre acostada de lado sobre la almohada con sus rodillas casi pegadas a él. Yo tenía puesto un short bien corto de paño que dejaba descubiertas las curvas de mis nalgas y una camiseta sin mangas. Mamá, se había venido con un short de paño también pegado aunque un poco más largo que el mío y un top de tela delgado sin sostén que dejaba notar sus todavía buenos pechos y algo de sus pezones que se ponían duros porque creo que a propósito se ubicaba donde el aire acondicionado le daba de lleno.
Esa tarde decidimos ver una película. La eligió Sergio. Luego me di cuenta que era una de las más fuertes que yo había visto hasta ese momento. El argumento era totalmente sexual. Una mujer semi-frígida le es infiel a su novio cuando conoce a otro hombre que la calentaba con solo mirarla. Éste la transformaba en una máquina sexual infernal y en la primera escena a los casi cinco minutos de película, la mujer le chupa la pija debajo de una mesa en un restaurante. De allí se la lleva a un motel donde en la escena siguiente la desnuda lentamente besándola por todas partes hasta que se la monta encima con ella prácticamente gritando gemidos de goce. Esa escena extremadamente sensual duró una eternidad. Algo que calentaba a cualquiera que la viera.

En ese instante, el brazo de Sergio bajaba por mi espalda metiendo su mano por detrás de mi short. No me había puesto bombachas. Empezó a acariciarme con el dedo entre las piernas y como estaba de espaldas a Javier y mi madre, no veía si me estaban mirando, pero si lo hacían estaban viendo claramente que yo movía la cola disfrutándolo sin pena. Levanté la cabeza y besé a Sergio en los labios con pasión. Cuando nos separamos de ese beso, me miró a los ojos sonriente y me dijo en un susurro:
– Mira a tu madre y a Javier.
Cuando voltee la cara, me encontré con que la mano de mi madre acariciaba la pierna de Javier mirándolo fijamente a su dura pija por sobre el pantalón. Él le acariciaba el cabello y los ojos de mi madre subieron hasta encontrarse con los de Javier. Ahora se miraban intensamente a los ojos. Se veía claramente que la calentura de ella la tenía totalmente descontrolada y abría un poco la boca para gemir en silencio.
Parece que intuyó que Sergio y yo la veíamos y por un instante las dos nos encontramos mirándonos. Le sonreí aprobando lo que sucedía en medio de un gemido y entrecerrando los ojos porque el dedo de Sergio se habían colado entre los labios de mi vagina entrando suavemente por la humedad que me invadía. Volví a besarlo. Ahora las lenguas, la saliva y los labios se restregaban con más frenesí. Era un momento muy intenso. Los gemidos que salían del televisor eran de una mujer en celo teniendo un orgasmo inacabable. Mi mano bajó hasta encontrar el elástico del short de Sergio y atrapé lo que tanto deseaba. Sin prestar atención a lo que sucedía a mi lado lo empecé a masturbar mientras nos besábamos. Se sumaban dos dedos dentro de mi y cada tanto los llevaba hacia atrás mojándome con mis propios jugos la entrada de mi trasero.
Mi tío giró junto conmigo mientras me bajaba el short por completo. Quedé pegada al lado de Javier y al mirar hacia abajo vi a mi madre chupándole la verga ayudándose con las dos manos en el tronco. Él tenía los ojos cerrados. Sergio bajó hasta ubicarse entre mis piernas y me penetró con la lengua con sus manos apartando las rodillas lo más que podía. Por esta nueva posición, mi pierna derecha descansaba en la de su amigo que al sentirla giró su cabeza mirándome tan cerca que me provocó más calentura y sin ofrecer más resistencia nos besamos en la boca con una intensidad poco común. ¡Por fin sentía esos labios a los que tantas ganas de tenía! Los dos nos movíamos de la cintura para abajo por la sensación que nos hacían sentir y en cada estocada nuestras bocas se chupaban y volvían a aplastarse para darle entrada a las lenguas.

Pasados unos minutos sentí que Sergio abandonaba mi ensopada concha y Javier me rogaba:
– Súbete en mi boca Andreíta que tengo muchas ganas de chupártela. Sin hacerme esperar miré a Sergio que se había parado de la cama y me hacía un gesto afirmativo dándome su aprobación para que cumpliera con lo que su amigo me pedía. Abrí las piernas a cada lado de su cara y tomándolo del cabello le dirigí la boca a mi concha apretándolo mientras mis caderas empezaban a subir y bajar con un ritmo que comunicaba mi calentura total!
Un gemido de mi madre me recordó que estaba también allí y me di vuelta encontrándome con otra sorpresa. Seguía con la pija de Javier en la boca ayudada ahora con solo una mano mientras la otra se la había pasado por debajo de trasero de Javier para empujarla bien adentro de su garganta. Pero por detrás del trasero de mi madre, Sergio le abría las nalgas con las manos mientras la penetraba por la concha a un ritmo continuado. A cada embestida ella gemía y se tragaba más profundamente la verga de nuestro amigo.
Los gemidos y el olor a sexo invadieron el dormitorio. Yo me aferraba con fuerza apretando el clítoris contra la nariz de Javier cuando me vino el primer orgasmo rogándole que no parara.
Mi madre en ese momento le empezó a gritar a mi tío:
– ¡Métemela por el culo!
Era una escena dantesca. Nunca había estado en algo así pero me encantaba ver a mi madre en pleno acto sexual descontrolado. Las veces que la había visto coger con mi padre había sido algo muy formal y tranquilo. Esta vez era totalmente diferente. Parecía una mujer sin límites en su lenguaje ni en sus movidas.
Para ese momento mi madre ya había abandonado la pija de Javier y él tomándome de la cintura me dirigió hacia la punta que apuntaba hacia el techo. Me depositó soltándome y la dura, caliente y brillante cabeza la sentí abrir los ensopados labios de mi vulva provocando que todo mi ser se concentrara en ese punto. Mi concha se adueñaba de mi mente y se convertía en el centro de todos mis movimientos, de mi esencia. Era el centro de control absoluto. Con las manos en su pecho tomaba el control de penetrármela a mi gusto y a mi tiempo. Bajé un poco la cintura y la cabeza de esa pija se coló como un golpe seco y me detuve otra vez. Moví imperceptiblemente la cintura, luego la saqué un poco y volví a penetrarme, pero solo hasta allí… hasta que la cabeza entraba. Repetí esto varias veces y cada vez mis conexiones nerviosas me recorrían el cuerpo como si estuviera de orgasmo en orgasmo en cada movimiento. Javier me quería agarrar de la cintura para meterla toda de un empellón, pero yo no se lo permitía. Otra vez movía mi cintura en círculo y dejé entrar un poco más de esa dura carne que me abría más los labios de la vulva. La pija de Javier estaba tan dura que si se zafaba de entre mis piernas, se pegaría violentamente a su propio estómago, y esa dureza me rozaba toda la parte superior del interior de mi concha tocándome un punto muy especial que me provocaba más calentura. Ahora volvía a sacarla y empujaba con mi cintura otra vez y otro pedazo de dureza me llegaba más adentro. Poco a poco le fui dando el permiso de entrar dentro de mí hasta que el clítoris tocó su pelvis y mi culo rozaba sus testículos. Cuando llegué a ese punto me quedé pegada con fuerza y movía los músculos internos para masturbarlo con la concha mientras la cintura apenas se revolvía de lado a lado. Fue la primera vez que Javier me dijo algo:
– …huy Andreíta. Qué forma de cojer más rica que tienes! Nunca ninguna mujer me hizo sentir lo que me estas haciendo sentir ahora…!
Entonces escuché a tío diciéndole a mi madre:
– ¡Mira como se lo coge tu hija! ¡La tiene tan metida que cuando le suelte la leche la va a dejar preñada! Javier, ponla de frente para que podamos verla…
Y girándome quedé dandole la espalda a Javier. Mi madre estaba doblada a los pies de la cama con la cara hacia donde yo estaba. Por detrás Sergio la tenía penetrada. Mi concha abierta por esa hermosa pija que me estaba volviendo loca frente a los ojos de ellos dos a lo que mi madre dijo:
– Mi chiquita… te la tiene toda tan adentro! ¿Te gusta su pija?
– Siiih…! -dije casi en un suspiro.
Javier, con las manos en mi cintura me empezó a empujar duro aumentando la velocidad de sus estocadas diciendo:
– ¡Qué ganas de cogermelas que tenía! Sergio, deja a la madre con ganas que después me la quiero coger a ella también.
– No te preocupes, yo solo le voy a llenar el culo -le dijo mi tío- Te dejo el resto para ti.
Y sentí una estocada más fuerte y por unos segundos se quedó pegado a mi con fuerza aguantando la respiración mientras la pija palpitaba haciéndome sentir el calor de esa leche que escupía dentro de mis entrañas.
Mi madre le decía a mi tío:
– ¡Así Sergio, así como solo tu me lo sabes hacer!
– Te encanta que yo siempre te la meta por el culo!
– Siiihhh!! Llénamelo ya!
– Toma! Toma! Toma! -repetía a cada vez que lanzaba la leche en ella.
Y se quedó acostado encima de mi madre. Por mi parte volví a girar quedando de lado a Javier porque tenía ganas de volver a besarlo. Y Sergio volvió a dar órdenes a mi madre:
– Chúpate la leche de Javier.
Y sentí las manos de ella abriéndome y con su boca me empezó a chupar intentando beber todo lo que pudiera sacar. Como una autómata la agarré del cabello y la apreté contra mi restregándola mientras no dejaba de besar a Javier. Su lengua escudriñaba lo más adentro que podía. Me apretaba los labios de la vulva para que saliera más y poco a poco se la fue bebiendo y tragando. Siguió por un minuto más hasta que me arrancó otro orgasmo y por fin comenzaba a calmarme…
Mi madre me había chupado la concha igual que lo había hecho Rosa en la villa. Me sentía en las nubes. El sexo comenzaba a convertirse en un vicio para mi.
Al rato todo estaba en silencio. Descansábamos, pero no por mucho tiempo.

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adriana.valiente@yahoo.com

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