Llegué a casa en pleno atardecer. En todo el camino pensé en lo que me estaba pasando. Esto había sucedido a una velocidad vertiginosa, casi que ni tiempo tuve de pensarlo. Mas bien solo me dediqué a disfrutarlo.

El pequeñísimo vecindario allí estaba como siempre. Los hombres reunidos en una mesa vieja y desvencijada jungando cartas y bebiendo vino. A mi paso, como venían haciéndolo últimamente, pausaban el juego para prácticamente desnudarme con la mirada. Antes me molestaba, ahora lo disfrutaba.

Luego me cruce con Don Jacinto que con una sonrisa me hace señas para que me acerque.

¿Qué tal Don como le va?

Bien m’ija, bien -dice sin levantarse de la silla.

Y cuando me doblo para darle un beso como todos los niños hacen con él, ni corto ni perezoso, siento su mano envolviendome una pierna.

Ya estas hecha toda una mujercita.

Gracias Don Jacinto -le digo poniéndome colorada y sin saber qué hacer con ese momento.

Estas muy linda… -mientras su mano me acaricia.

Al principio me quedo cortada, pero después me divierte y le sonrío con ternura. El pobre… está viejito ya. Y saliéndome suavemente de la situación le digo:

Bueno, hasta mañana, me tengo que ir a casa.

Y arranco antes de que me de mas charla. Recordé lo que me había dicho Rosa con respecto al crecimiento, a pasar de niña a joven con formas de mujer, a ser el centro de muchas miradas con intensiones sensuales.

Pero lo descarté otra vez pensando que era un poco exagerado ese pensamiento.

En mi casa me cambié. Tengo el interior manchado de los restos de Arturo y mientras lo miro me sonrío y me provoca recordar la imagen de él sobre mí. Me lavo el pelo y el cuerpo en la regadera de afuera, con paredes construídas de cañas de bambú, sin techo. Me gusta estar limpia, lo disfruto.

Paso otro rato acomodando mis cosas y finalmente emprendo camino hasta la casa de Rosa y Arturo. Vamos a cenar.

Charlo un rato con ella hasta que llega Arturo. Saluda a Rosa que se ocupa finalizando la comida y viene a mí plantándome un beso en los labios.

Qué bien hueles…

Gracias.

Le sonrío.

Me cambio y vuelvo -me dijo.

Regresó y preguntó por su hijo Julian, a lo que su esposa Rosa contestó de inmediato:

Le pedí que se quedara con los hermanos de Andreita otra vez para que ella pueda dormir sola esta noche.

Buena idea.

Pasamos la cena charlando y Arturo contó de que es posible que por los próximos tres días no venga a dormir porque tienen que empezar la cosecha. Luego la conversación pasó a otros temas y finalmente me levanté a ayudar a limpiar la cocina.

Arturo se fue a acostar y luego lo siguió Rosa.

Acuéstate cuando quieras Andreita. No te preocupes por nosotros.

Estuve fuera un rato. Seguía pensando en mis padres que todavía no llegaban con las noticias de la visa para ir al norte y en el deseo que yo tenía de viajar, de conocer la ciudad que apenas estaba a tres horas o de subir a un avión por primera vez para ir a otro país. ¡El día que lo lograra iba a ser muy excitante!

Sé que tenía un tío en el norte, y allí era para adonde mi familia apuntaba emigrar. Él se había ofrecido ayudarnos porque le había ido muy bien. Tuvo la fortuna de poner un negocio con el que le fue de maravillas.

La luz de las estrellas apagó mis pensamientos y volví a recordar lo pasado con Arturo. Un cosquilleo entre las piernas me hizo reaccionar. Y sin siquiera planearlo, me toqué. Estaba mojada. Seguí tocándome y con un dedo recorrí la vagina de abajo hacia arriba. Me acaricié el clítoris y mis labios se separaron para dejar salir una bocanada de aire mezclado con un tímido gemido. Pensaba que él estaba a pocos pasos. Que esta noche no iba a poder sentirlo cerca porque a lo mejor Rosa no se iba a dormir tan temprano como la noche anterior y descarté la posiblidad por completo.

Me levanté del tronco donde estaba sentada y entré. Me quité la ropa y dejé mis tetitas al aire para meterme en la cama. Cuando ya había acostumbrado la vista a la luz de la luna que entraba por la ventana, me dí cuenta que Rosa montada encima de Arturo y tapada con las sábanas, se estaban dedicando a mirarme sonrientes.

Uy, perdón! -dije medio atontada y me metí en la cama dandoles la espalda.

No mi chiquita, no te preocupes. Está bien. No sientas verguenza. Es que no nos dimos cuenta que entrabas -me dijo Rosa.

Ven -me dice Arturo- arrímate aquí.

La mano palmeaba su cama llamándome para que me acostara con ellos.

Dudé porque Rosa estaba allí, pero apoyó a Arturo diciéndome:

Ven. No sientas verguenza – y rodando al otro lado de la cama me dejó lugar al lado de Arturo.

Entonces reaccioné y dije:

No… yo, yo no quiero molestarlos. Puedo dormir aquí, no se preocupen -señalando la cama donde me encontraba.

¡No, no y no, mi linda! No te vamos a dejar solita! -dijo Arturo atrayéndome pasando el brazo por debajo de mi nuca.

Y sentí su piel cuando me giré hacia él. Me dí cuenta que estaba desnudo por completo. Y Rosa dijo:

Andreita, Arturo quiere hacerse nuestro protector esta noche. No quiere dejarte dormir solita. -me dijo apoyando su cara sobre el pecho de su marido.

Si -contesteo él- Y yo también me siento protegido rodeada de ustedes dos! Ja, ja, ja…

Su mano me araciaba la espalda.

Ven -dijo Rosa- vamos a usarlo de almohada!

Y empujándome la cabeza con cariño nos juntamos en su pecho. Yo me sonreía nerviosa. No sabía qué hacer, cómo reaccionar…

Sentí movimiento mas abajo de la cintura de Arturo y me percaté que la mano de Rosa lo acariciaba entre las piernas. Intenté hacerme la tonta, pero ella me sonrió. Suficiente para hacerme entender de que ella sabía que su mano no me había pasado desapercibida. Y sin dejar de mirarme a los ojos descendió hasta desaparecer entre las sábanas. Un movimiento de Arturo acompañado de un gemido daban por entendido de que se estaba haciendo cargo de su pija con la boca.

Él giro su cara hacia mí y pegó los labios a los míos. A pesar de los nervios, mis flujos vaginales no se aguantaron mas y comencé a ensoparme. La lengua penetró en mi boca.

Los únicos sonidos que se escuchaban eran los grillos afuera, la boca de Rosa chupando la pija a su marido y los ruidos que provocaban nuestros besos. Todo me parecía irreal. La rapidez con que seguían multiplicándose los hechos sexuales de mi vida en los últimos dos días parecía poco normal. Mas bien era algo mágico…!

Rosa apartó las sábanas y con una mano atrajo la mía para que le agarrara la pija a su marido mientras ella seguía chupando. Me gustó sentirla en mi mano. También sentía los labios de ella pegando contra mis dedos cada vez que se la hundía en la boca.

¡Que rico tenerlas a las dos en la cama asi! ¡Rosa, quitale el calzón a Andrea! -le ordenó.

Ella, abandonando su pija, vino hasta mi lado y me bajó el calzón despacio, como disfrutandol hasta quitarmelo. Me quedó mirando entre las piernas mientras Arturo no soltaba mis labios y seguía besándome.

Y fue entonces en ese momento en que sentí que la boca de Rosa me besaba entre las piernas al igual que la boca de su marido hacía lo mismo con mis labios!! Rosa me metía la lengua y me pasaba dos dedos por el clítoris.

Hasta ese momento había creído que, cojer como lo había hecho con él, era el sumun del sentimiento físico. ¡Nunca habría pensado en que había más cosas deliciosas por conocer!

Me envolvió un estado insoportablemente caliente que me pedía a gritos que me liberara y dejara escapar gemidos y retorcijones con total libertad. Y así lo hice…

Abrí las piernas tanto como la posición me dejaba y me aferré a los cabellos de Rosa que se había entusiasmado chupándome. Mi mano masturbaba a Arturo ahora sin piedad. Su boca bajaba y se apoderaba de mis pezones.

Por mi cabeza no pasaba otra cosa mas que el sexo que estaba sintiendo. Ni pensamientos, ni imágenes, ni ruidos… estaba en un estado de éxtasis total! Que delirio!

Rosa me levantó las piernas más en alto y ahora su lengua luchaba por entrarme por detras. Y Arturo al darse cuenta le dijo:

Si mi amor, asi. Mójaselo bien, abréselo porque por ahí quiero que la sienta.

Rosa se dió a la tarea que su marido le pedía. Me metió un dedo en mi culito virgen y cuando lo hacía, sus labios volvían a mi vulva. Me sentí incómoda al principio al recibir esa invasión por mi trasero, pero al ratito lo empecé a disfrutar. Luego dejaba mis vulva y volvía a mojarlos con saliva e intentaba dos! Nunca había creído que por ahí podía disfrutar también!

Mientras tanto Arturo se enderezó y se sentó en mi pecho con una rodilla a cada lado de mi cara. Cuando le tomé la pija con mis dos manos él se adelantó y mis labios se apoderaron de la cabeza.

¡Chúpala! -me pidió.

Ese era mi deseo y no me hice esperar. Me le metí como pude y comencé a saborearlo con mi lengua primero, luego me la metía hasta donde podía y volvía a sacarla. Continuaba en esa tarea mientras Rosa habilmente me hacía disfrutar su entregada labor que chuparme por debajo.

El olor a sexo y los gemidos invadieron el ambiente del pequeño cuarto. Me sentía insoportablemente deseosa. Quería disfrutar sin parar, no quería que esa noche tuviera final.

Los dos dedos de Rosa ya se habían acomodado dentro de mi culito y ya no me incomodaban. Al contrario, me estaba gustando.

Arturo se sale de mi boca y hace lugar para que Rosa abandonando lo que me hacía, se sube hasta montarse arriba mío. Intenta juntar su vulva con la mía. Estamos ensopadas! Me mira a los ojos de una forma que no había sentido hasta ese momento y bajando la cabeza lentamente junta sus labios con los míos.

Jamás había pensado en dos mujeres besándose de la forma que empezamos a hacerlo. En cuanto su lengua invadió mi boca, yo hice lo mismo y sentí un deseo impresionante de moverme para que nuestros sexos se restregaran con fuerza. Ella entendió mi deseo y cruzó un pierna por entre las mías quedando entrelazadas. Así la sentí. Mi clítoris era restregado por el suyo y no dejábamos de besarnos. Sentí un climax insoportablemente delicioso. La suavidad de nuestros sexos entremezclando la humedad acrecentaba ese olor insoportablemente delicioso. Y fue tanto el entusiasmo que moví con furia mi cintura hasta que sentí que Rosa gemía cada vez más alto hasta llegar a una pausa y finalmente otro grito que me hizo enloquecer. Las dos estábamos llegando a un orgasmo profundo.

Nos quedamos quietas por un minuto hasta que Arturo pidió a Rosa que giráramos me dejara a mí encima de ella.

Con ese movimiento quedé encima de ella con mi culito expuesto para él. Se acomodó detras mío y sentí el calor de la cabeza de su pija en la misma entrada.

Me acarició la espalda con sus manos. Rosa me acariciaba las tetitas y me besaba en los labios con sensualidad.

Todo parecía estar listo para mi primera vez por detras. Ya no podía arrepentirme. Entonces empujó un poco deslizandose lentamente dentro de mi culito virgen acompañando con salidas y entradas bien cortas. Me dolía un poco. Era más grande que los dos dedos de Rosa pero yo esperaba acostumbrarme como lo hice con ella. Mis expectativas fueron siendo suplantadas por un deseo increíble de ser cojida por él a como fuera.

Rosa había tomado mis nalgas y las abría para ayudar, empujándome mas hacia su marido.

Asi mi linda… asi… Tienes el culito apretadito. Es peligroso porque me puedes hacer acabar muy rápido. Muevete despacito por favor…!

Estas ensopadísima Andreita…. -me dijo Rosa sin despegar sus labios de los míos. -¿Te gusta que Arturo te la meta por el culo?

…aha… sss…sssiii! -en ese momento me metía todo lo que quedaba e hizo una pausa.

Todo me parecía hermoso! Me encantaba estar asi, atrapada entre los dos. Se ocupaban de hacerme disfrutar tanto…

El grosor de su pija dentro de mi culito me elevaba la temperatura de mi conchita que deseaba ser sobada. Como adivinando mis deseos, ella me pasó la mano, me acarició el clitoris por unos segundos y me introdujo un dedo. Poco a poco empecé a mover la cintura, no me aguantaba más estar tan quieta con eso tan rico adentro. Él entendió mi necesidad e hizo lo mismo.

Rosa me besaba otra vez y me decía:

Estas disfrutando mucho mi niña. Tu carita lo dice todo. Disfruta lo más que puedas. Grita si tienes ganas. Pídenos lo que quieras hacer.

No podía pedir algo específico. Todo me gustaba, no sabía elegir todavía, quizas porque seguía descubriendo más cosas que me gustaban demasiado.

Asiiiihh…. asihhh… -llegué a balbucear con mi lengua peleando con la de Rosa.

Otra vez Arturo me embestía con precisión de la forma que más me hacía sentir. Su pelvis golpeaba contra mis nalgas mientras se aferraba a mis caderas.

Ufff… que rico y apretadito tienes el culo Andreita…!

mmnhhh… sssiih?

Asi mi cielito, asi mueve las caderas que te voy a llenar de leche ese culito sabroso.

– Dale Arturo, acábale dentro ya porque esta niña se está desbordando!

Y en ese momento me vino un choque eléctrico por todo el cuerpo concentrándose en la entrada del culo y en los labios de mi vulva que apretaba los dedos de Rosa. Y soltándome de los labios de ella exploté sin aguantarme:

Aaaaghhh….! Aaaaghh! Asíiiiihhhh…. Sssiiiii!!!!

Métesela duro, dásela! -gritó Rosa mientras yo le ensopaba los dedos que me tenía metidos hasta que salió un poco rodando por su mano.

Toma!!! -me gritó Arturo aferrándose con fuerza a mi cintura y empujandola lo más adentro que pudo hasta que paró y quedó así, apretado mientras su pija no paraba de hacer convulsiones… mientras se vaciaba dentro mío!

Me quedé quieta. Qué rico sentía cuando me estaba echando su leche dentro!

Rosa, esta niña me ha sacado tanta leche como hace tiempo que no me sucedía. Es tan calentona… me encanta cojérmela!

No dejes de cojértela. Me gusta que nos cojas a las dos las veces que quieras. No me importa que se lo hagas, me gusta saber que se lo haces a ella. Me calientas mas!

De verdad no te molestaría? -le preguntó Arturo a su mujer.

No! Al contrario! Me fascinó chuparsela y restregarnos, besarnos las tetas y la boca. Yo también me quedo con ese deseo. No te asustes Andreita, es la primera vez que se lo hago a una mujer y me encantó. ¿te sientes bien?

Si -respondí mientras él me la sacaba lentamente. Me tiré a un lado de Rosa que me acarició la cara mirándome con ternura.

Yo la miré a los ojos y nos sonreímos. Eso me dió un impulso involuntario y me acerqué a besarla en la boca otra vez. Ella me acercó sus dedos ensopados de mi venida y lo puso entre los labios de ella y míos. Los chupamos juntas.

Arturo se levantó y fue al baño a enjuagarse. Se demoró. Y con Rosa aprovechamos para seguir besándonos.

Chúpame las tetas -me dijo.

Y sin hacerme esperar hice lo mismo que ella me había hecho hace unos minutos. Se retorcía ayudándome con las manos en mi nuca. No sé cuánto estuve haciéndoselo hasta que en un momento me pidió:

Chúpame la concha que quiero acabar en tu boca.

Bajé hasta encontrarme frente a su concha. Cuando arrimé mi boca ella se abrió los labios de la vulva y le planté un beso con mi boca totalmente abierta, para abarcar lo más que podía. El huequito de entrada quedó bien en medio y me provocó meterle la lengua.

Sus manos se crisparon en mi cabeza mientras sus caderas se elevaban con deseos y volvían a bajar en un compás continuado. Esas movidas fueron acrecentando la velocidad y apretándose más contra mis labios.

Asíiii mi niña, asssiiihhh. que te la estoy echando en la boca! Asiii… toma!!!

Y mientras se retorcía mi cara empezó a mojarse totalmente, en la boca un líquido sabroso encendía más los movimientos de mis labios y la lengua hasta que ella fue perdiendo la fuerza de sus embestidas y la presión de sus manos en mi cabeza.

Me quedé por un rato pasandole la lengua como un gato, oliendo lo que tanto me llamaba la atención, separándome de vez en cuando para mirarle la concha. Tenía un poco de bellos alrededor, no muchos pero eran bien suaves.

Entonces sentí las manos de Arturo que había regresado. Me acariciaba toda en esa posición. Minutos después se acostó y nos hizo poner a cada uno de cada lado suyo.

No sé cuánto habrá pasado de tiempo, pero me quedé dormida.

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adriana.valiente@yahoo.com

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