El humo negro de las velas me estaba empezando a causar malestar, parecía dibujar garras oscuras en el aire que encrespaban mis ojos, aquel olor a perfume barato impregnaba el cuarto pequeño, el tic-tac del reloj colocado en la mesa era lo único que sonaba, entrecerré los ojos como queriendo escaparme. No di abasto al silencio, estuve a punto de levantarme de la silla para irme…

– Ya está, muchacho. – dijo la vieja médium, apartándose un mechón de pelo de su rostro. Aquel pedacito de lunar negruzco, justo en la punta de su nariz, le daba una apariencia de bruja. Me estremecí al oír su voz de golpe – y también al ver dicho lunar – habiendo estado tanto tiempo en silencio.

– ¿Ya está qué?

– Ciento cincuenta dólares. – dijo sonriendo y acostando su mano abierta sobre la mesita redonda que se interponía entre nosotros.

– ¡Pero si no hiciste nada! ¡Estuviste murmurando no sé qué boludez como media hora! ¿¡Y tengo que pagarte por eso!?

– Créeme que ha funcionado. Ciento cincuenta dólares.

– Ah, ¿ya puedo dar órdenes mentales? – dije con una sonrisa cínica.

– Que sí. El dinero, vamos. –respondió volviendo a golpear la mano abierta sobre la mesa en un intento descarado de cobrarme.

– Veamos si funciona… – me recosté por la silla y mirándola fijamente di la primera orden que se me ocurrió- Chúpamela.

– ¡Que haga qué! ¿Sólo piensas en eso? Te diré algo, solamente funciona con mentes débiles, así que no intentes hacer algo conmigo.

– Joder con la vieja, mucho “Star Wars”… “¿sólo con mentes débiles?” Me suena a excusa barata.

– Dime… ¿¡qué pensabas cuando viniste aquí!?

– Simple. Pensé que si yo obtenía esos “poderes mentales” podía ordenarle a usted que no me cobrara… pero no tengo esos “poderes”, es obvio que usted no ha cumplido con el aviso que puso en el periódico… ¿Ciento cincuenta dólares? ¡Mi polla!

– Una grosería más y te arrepentirás, muchacho. – dijo levantando su dedo en plan amenazador. Personalmente, lo único que me asustaba de esa vieja era su maldito lunar – ¡He dicho que tienes una habilidad especial para dominar mentes, y así será por una semana! ¡Tienes la fuerza en ti! ¿Y no lo sientes?

– Te jodes, Obi-Wan. No pagaré nada.

– ¿Te encanta faltar el respeto, no? – dijo retirando un arma que estaba escondida debajo de la mesa – De aquí no sales hasta que me pagues los ciento cincuenta dólares.

El arma y su lunar me aterrorizaron. Quedé boquiabierto… ¿en qué me había metido? Temblando como un poseso, me levanté para retirar mi billetera de mi jean;

– Esto… se-señora… no, no me apunte… ¿ve que estoy sacando el di-dinero?

– Más te vale. Rápido que no tengo toda la noche. ¿Tienes todo, no?

– ¡S-s-sí, s-sí! – La verdad es que no tenía más que tres putos dólares en mi billetera.

En un veloz movimiento pateé hacia ella la mesa que se interponía entre nosotros y aproveché para salir corriendo rumbo la puerta y no mirar nunca más atrás. Atravesé con espanto el pasillo lleno de cortinajes coloridos que colgaban del techo y escapé hacia las frías calles nocturnas de la zona céntrica para perderme entre el gentío y las luces de neón, jurándome a mí mismo que nunca volvería a ese lugar.

(Al día siguiente)

Ahí pasaba la señorita Rodríguez, enfundada en esa falda hasta casi las rodillas que enmarcaba sus muslos, una chaquetita que hacía conjunto y sus carpetitas de siempre. El pelo recogido en una coleta y el maquillaje leve. Pulcra, hasta puritana si cabe. Cruzando el pasillo y topándose como siempre por mi cubículo que quedaba contigua a su lujosa oficina.

Me saludó con una forzada sonrisa acompañada de su robótico; “Buenos días.” Eso era todo lo que yo podía sacar de alguien como ella; jugadora de las grandes ligas; Gerente de vayaustedasaberqué. Yo, a mitad de tabla de la última división de la liga; Informática y Ordenanzas.

Casi al rato, la señorita Rodríguez pasó por mi cubículo donde yo no hacía más que jugar “Solitario” pues Julio no era una época con mucho ajetreo en la empresa. Ojeó su carpetilla no sin antes aclarar su garganta

– ¿Puedes pasar por mi oficina? – preguntó sin siquiera mirarme y entregada al test de sus hojas.

– No hay problema. Déjeme cerrar el programa de presupuestos con el que estoy trabajando. – respondí cerrando la ventanilla del “Solitario.”

Fui tras ella hasta su oficina, cerré la puerta y me senté en la silla frente a su escritorio donde la mujer enterró sus ojos pardos en su computadora y sepultó su mano en el mouse.

– ¿No has visto a David? – preguntó ella.

– ¿David? No… no, no lo he visto desde ayer.

– Pues tendrás que suplantarlo tú. ¿No estás ocupado hoy?

– Desde que terminó diciembre estoy disponible para todos. – sonreí mientras ella sólo daba unos clicks a su PC. Al rato prosiguió;

-¿Conoces la oficina del escribano Ibañez? Tiene unos documentos firmados y sellados… pero los necesito hoy. Me harías un enorme favor si pasaras a buscarlos.

El Ibañez estaba al otro extremo de la ciudad, dos buses de ida y vuelta, cuatro horas bajo los cuarenta y dos grados matutinos más posterior rendición de cuenta. “Ibañez” era sinónimo de “te toca un día de perros.” Ladeé mi cuello y me recosté más por su mullido asiento. ¡Cuánto deseé que la mujer me delegara cualquier otra tarea!

– Aunque puedo ofrecerte otra labor. – dijo sin apartar la mirada de su ordenador. – Sé cuánto odiáis ir hasta su oficina. Y sé por experiencia que el escribano ése no es de los que gusta tratar a la gente con cariño.

Me reacomodé en la silla con un leve suspiro.

– No, lo siento – dijo mirándome – pero necesito los papeles hoy. Irás a lo del escribano.

Me volví a hundir en mis adentros. “¿Por qué no me la mamas, zorra?” pensé sumido en mi rabia. Menudo día me tocaría, llegaría tarde a la Uni gracias al Ibañez de porquería.

– No hay problema, Señorita Rodríguez.

– Quédate. – interrumpió. Se levantó y se me acercó. Me miró con su cabeza inclinada, como un cazador a su presa, sonriendo levemente, para luego dirigirse hasta la puerta y ponerle el seguro.

Nuevamente tomó rumbo parsimonioso hacia mí, moviendo su cadera de las grandes ligas y con las manos gráciles apoyadas en su cintura. Su cuerpo de hembra quedó parado imponente frente a mí, las piernas levemente separadas y plantadas con fuerza;

– ¿Sí? ¿Qué pasa, señorita Rodríguez?

– No quiero hacer lo que voy a hacer.

– ¿Que qué?

Se arrodilló frente a mí, ¡aquella mujer de las grandes ligas estaba entre mis piernas!, llevó su mano con las uñas pintadas de rojo fuego hasta mi entrepierna. Sólo se oyó la cremallera bajando hasta el final más su lengua ensalivándose entre sus labios. Mandó su mano en mis adentros y la sacó a la vista con mi sexo ya a media erección encerrado entre sus dedos. Sus ojos pardos brillaron cuando veían cómo crecía lo mío al son de sus dedos que bajaban y subían la piel de mi hombría. Abrió su boca y se acercó para darme una mamada de lujos… de las grandes ligas.

“Joder… ¿qué le sucede?” pensé, miré la felación, vi su hermosa boca comiéndose golosa mi sexo, el glande reluciendo como una pelotilla bajo su pómulo izquierdo.

– Bueno. – dijo alejando su boca de la que colgaba un hilo de líquido preseminal– Ahora ve a lo de Ibañez. Y esto que aquí sucedió… que quede entre nosotros. Créeme cuando te digo que no quise hacerlo. Caso contrario te arrepentirás.

* * *

Ni bien bajé del bus frente a la oficina del escribano, vi que estaba estacionado un Mustang rojo cerca del lugar. Se me cayó el mundo cuando la vi bajar; Mara Giménez. Mi última novia que me había engañado nada más y nada menos que con un universitario de un par de años superior. Sentí una garra apretarme el pecho… cada vez que la veía me ponía encabronado recordando la tremenda metida de cuerno.

El coche era de su madre, una puta maliciosa que nunca me cayó bien. El sentimiento era recíproco. Ella no bajó. Por último salió la hermanita, uniformada para su colegio que estaba a pocas cuadras… ella era otra de las que nunca podré olvidar. Me hacía la vida imposible cuando visitaba a Mara en su hogar. Al fin y al cabo tanto la madre como la hermanita lograron su cometido; lo mío con mi ex novia había llegado a su fin de manera dolorosa.

Pasé desapercibido e ingresé a lo del escribano Ibañez con un humor de perros. El tío ése era peor… tenerme cuarenta minutos en la sala de espera para recoger unos simples papeles ya era mucho decir.

* * *

Qué noche tan terrible. Llegué tarde a la Uni, me sentía utilizado por mi jefa que me la chupó sin preámbulos, una médium maníaca me había amenazado de muerte con una pistola y aún hervía el recuerdo amargo de ver a mi ex. Me tumbé en el sofá de mi departamento y prendí la televisión… ahí estaba jugando mi equipo, perdiendo como siempre. A ese paso me cortaba las venas, menuda vida la mía.

Y fue cuando por fin tuve tiempo de pensar… ¿para qué carajos una señorita como mi jefa querría tener algo conmigo? Tal vez la médium tenía razón. Todo tendría sentido… mi pensamiento de aquella mañana en la oficina fue que me la mamara… y así lo hizo.

Si era cierto que podía controlar personas frente a frente… ¿por qué no controlarlas vía televisión? Viendo el partido de fútbol, ordené que el árbitro pitara un penal inexistente para mi equipo, en una jugada inocente en el área. Lo conseguí; penal y gol. El juego iba empatado… ¿¡La loca médium tenía razón!? Volví a ordenar otro penal en cuanto el juego se trasladara al área chica. Cinco minutos después lo cobró… y ganamos.

Sonreí… el mundo era mío, la loca tenía razón. ¡El mundo era mío!

* * *

– Quiero verte mientras me la chupas.

Bajé mi vista y ahí estaban los ojos pardos de la Señorita Rodríguez escrutándome la vista sin vergüenza alguna. La vi de rodillas, haciendo esos ruidos de succión que me volvían loco, solos en su lujosa oficina. Con una mano tomé su cabello para alejarla de mi sexo, pero ella luchaba por succionar como una posesa, estirando la lengua de manera obscena y posándola en la punta de mi sexo para moverlo tal víbora. Decidí soltarla y dejar que siga su mamada. Al instante di un bofetón sonoro en la mejilla que tenía alojado mi glande, para ordenarle;

– Lo haces bien. Chupa los huevos mientras me cuentas cómo has perdido la virginidad.

– No sé por qué crees que seguiré chupándote, mocoso atrevido, pero no pienso lamer tus..

Era todo un espectáculo, ella se rehusaba en palabras pero no en acciones, dirigió su lengua en el lugar ordenado mientras su mano seguía pajeando mi hombría y sus ojos se estacaban en los míos. Empezó a mascullar de manera poco entendible cómo fue su primera vez; una historia con borrachera y novio aprovechado de por medio. Me acomodé en el asiento para pensar en qué podía hacer el día de hoy. Tal vez podría traer en la oficina a Luz Mereles, la chiquilla que realizaba su pasantía en nuestro edifico y que hasta ese entonces no me daba pelotas.

Ordené a la Rodríguez que dejara de chupármela y que me esperase desnuda en su asiento. Lo hizo sin chistar mientras me colocaba nuevamente el pantalón y esperando bajar la erección.

* * *

Ahí estaba Luz Mereles, apartada del resto del mundo en su asiento de la recepción y pintándose las uñas. Alumna de un colegio cercano, con sus ojos atigrados que no tenían más dueño que sus dedos y sus labios carnosos que susurraban una canción.

– Disculpa – dije reposando ambas manos sobre el escritorio. Ella se asustó al verse pillada. Intentó reconocerme, saludarme por mi nombre pero la muy puta no conocía a nadie, sólo se acomodó en su asiento para preguntarme;

– ¿En qué lo puedo ayudar?

Y yo me limité a sonreírle.

* * *

¡Qué bien me la chupaban ambas! La Rodríguez ponía empeño especial en el tronco y los huevos mientras que la chiquilla Luz daba con toda la fuerza en el glande. La primera, completamente desnuda con su cuerpo perfecto de mujer y la otra, con su trajecito de putita recepcionista. Arrodilladas frente a mí en la lujosa oficina.

– ¡Asco, asco, asco! – mascullaba la joven Luz con su rostro arrugado mientras chupaba.

– Mocoso pervertido, cuando averigue qué nos estás haciendo… – atacaba mi jefa.

– Se joden. Protesten lo que quieran, fulanas, pero sigan mamando, ¿eh?

¡Cuánto se lo debía a la médium! Lo siguiente que haría sería que mi jefa pagase los ciento cincuenta dólares que le debía.

El gemido de mis nuevas putas me sacaron de mis adentros. Si la cosa seguía con tanta lengua, saliva y fuerza me llegaría en segundos. Por eso ordené a ambas con mi nuevo espíritu dominante; “Dejad el chupeteo, par de marranas.”

Ambas esperaban de rodillas, sumisas, con sus ojos contemplando en mi sexo que palpitaba a centímetros de sus bocas. Tomé un puñado del cabello de Luz para poner su rostro a escasos centímetros de mi hombría… y ahí me vine.

Uno, dos, tres gotas salpicaron su carita que se arrugó, mezcla de sorpresa y asco. Una gota fue a parar en su ojo, otras dos en sus labios, luego una en su mejilla que corrió hasta su mentón para colgarse de éste. Así quedó el rostro de la pasante, arruinado por mí.

– ¡Qué asco! ¡Mi maquillaje!¡Mi pelo! ¡Mi hermoso pelo está lleno de semen asqueroso!

Solté su cabello y ella, de rodillas, hizo ademán de limpiarse el rostro;

– Ni se te ocurra. – dije con un acento de satisfacción. – Y tú – miré a mi jefa – limpia su rostro con tu lengua.

Ambas me miraron como queriendo llorar, rebelarse, por lo que insistí con voz más poderosa;

– Limpia su rostro con tu lengua, furcia.

– ¡Suficiente! – gruñó mi jefa – Haré algo sencillo; me levantaré y me iré de aquí. No volveré a obedecerte… sencillo.

Sin más, la Rodríguez giró su rostro hacia la chiquilla y la tomó con ambas manos para recorrer su lengua por su cara en busca de mi semen. ¡Qué divertido era verlas rebelarse infructíferamente con palabras! Aquella lengua que con tanto empeñó chupó mi sexo estaba recorriendo con puro fuego la piel lechosa de la niña, sumida en mi “leche”. No disfrutaban, se notaba en los rostros casi deformes que ponían, una recibiendo lengüetazas por toda la cara y la otra lamiendo tal perra en busca de alimento.

– Bueno, ahora a morrearse.

Pude sentir esas ganas reprimidas de contrariarme en ambas, ese asco creciente y un brillo endemoniado en sus ojos como no queriendo obedecer mis órdenes. Me detestaban. Pero mis mandatos eran más fuertes que ellas. Sus lenguas olorosas y brillantes de mi semen empezaron a palparse, luego con más fuerzas… y al rato eran chupadas por sus labios.

Los planes, las obscenidades que practicaría con ambas me empezaban a caer en la cabeza. Recordé a mi ex novia y aquella ocasión en que me puso los cuernos con otro tío. Iba a vengarme también de ella y su familia. Un nuevo mundo se me había abierto… y yo entraba tomándolo como mi nuevo hogar.

Tras ese morreo de dale que dale en la que se vislumbró alguna que otra lágrima de impotencia por parte de mis nuevas esclavas, ordené a Luz que se levantara y buscara dinero en efectivo de mi jefa en su bolso sobre el escritorio. Le debía dinero a la médium;

– Bueno, putas…

– ¡No me llames puta, cretino mocoso!

– ¡Ostras! ¡Qué maleducado eres! ¡Déjame ir al baño para limpiar mi rostro! ¡Asco!

– Te jodes princesita. Y ni se les ocurra contar qué ha sucedido aquí. Iré a venir, mientras, échense otro morreo hasta que vuelva, ¿sí?- y salí a las calles, rumbo a la zona donde trabajaba la médium.

* * *

– Adelante. – sonó su voz ronca. Atravesé el pasillo de las tiras coloridas y colgantes para entrar en aquel pequeño cuarto. Ahí la vi, sentada y esperando en su mesita redonda con una bola de cristal en el centro.

– Sabía que vendrías, muchacho. – dijo cruzando sus brazos.

– Señora Skywalker.

– Deje de darme nombres de los personajes de “Star Wars.” Menudo friki estás hecho.

– Vine a darle su dinero… esa capacidad de dar órdenes mentales… ¡funciona!

– ¿Y qué te había dicho yo? Vamos, entrega el dinero que no tengo todo el día.

– Sí, sí, sí, tome, tome… y muchas gracias.

– Recuerda que sólo durará una semana.

– Joder… ¿y no puede extenderlo?

– No, eso no funciona así.

– ¿Y por quinientos dólares?

– Dije que no… ¿quinientos? ¿¡quinientos!? Déjame pensarlo… creo… mmm… creo que sí es posible extender el tiempo.

– Genial. Yo volveré uno de estos días, Yoda. No tiene idea de lo que estoy haciendo con esta nueva habilidad. ¡Adiós!

– ¡Pedazo de Friki!

* * *

Dar órdenes a los personajes de la televisión fue una auténtica adicción. Funcionaba de mil maravillas, siempre y cuando la señal fuese en vivo y en directo.

A lo largo de mi existencia fui el responsable de varios acontecimientos de la humanidad, sólo con mi poder y mi viejo televisor de por medio;

¿Paz en el Medio Oriente? Venga. “¿King Kong?” Pues qué bien. ¿Las fallas arbitrales a favor del Real Madrid? Pues no hay de qué. ¿Ratzinger elegido el nuevo Papa? Así es. ¿México cabeza de serie en el Mundial? No nada, cabrones. ¿La mala racha del Schumacher en la fórmula uno? ¡Culpable!

Taxis, desayunos, entradas a clubes con mis dos nuevas putas… todo gratis. Mi principal fuente de ingreso era la casa de apuestas, en donde acertaba casi todas gracias a los “favores mentales” y el sobrante era tremendo debido a los pocos gastos en los que incurría. Cambié mi pobrísimo departamento por una casa lujosa en las afueras de la ciudad, donde exploraba y practicaba guarradas en todos los agujeros de mi jefa y la pasante. La chiquilla no venía al principio porque no tenía permiso de sus padres, aunque bastó una visita a su hogar para cambiar eso.

La empresa no sabía un santo comino del trío que armábamos todos los días en la oficina de la Señorita Rodríguez. Antes de terminar la semana fui junto a la médium con dos mil dólares en mi mano… con sus ojos brillosos me dio el “don mental” para ratos.

Tanto mi jefa como la chica se mudaron a mi lujosa mansión y una vez que entraron no volvieron a salir. Mis órdenes para con ella eran simples; sólo llevarían ropas de fulanas y maquillajes soeces. Tops ceñidos de cuero, falditas y pantaloncillos tan cortos y apretados que se vislumbraban sus traseros, tacos de alturas endemoniadas, etc. Gritaron con saña y enfurecidas cuando vieron las bolsas con sus nuevas ropas que les había traído… pero al par de minutos se vistieron con dichas ropas entre llantos.

Además debían hacer la limpieza, cocina y mantenimiento de la mansión.

Al cabo de un mes ya no ponían resistencias verbales y se prestaban a todo tipo de peticiones mías. Mejor, imposible. Eso sí, se volvieron locas de celo cuando supieron que había elegido a otras tres mujeres como mis nuevas víctimas; Mi ex, su hermana y su madre.

* * *

– ¿Qué haces aquí? – preguntó la madre de mi ex al abrirme la puerta. Una cuarentona que se creía superior al resto del mundo y como ya había dicho, me odiaba con alma y vida.

– Vine a visitar a su hija.

– Ella ya se olvidó de ti… y te aconsejaría que tú hicieras lo mismo. Ahora vete de mi propiedad, inmundicia.

(5 minutos después)

– ¡Carajo Mamá! ¿¡Qué haces!? – gritó la colegiala ni bien entró en la sala. Cayó su mochila al suelo y quedó boquiabierta la nena.

– ¡Hija, no es lo que crees!

– ¿Cómo que no es lo que crees? – dije enojado. Tu madre me la está chupando en tu sofá, niña. ¿No te enseñan esas cosas en el cole?

– ¡Eras el novio de mi hermana Mara! ¿¡Qué haces con mi mamá!?

– Cariño – rogaba su madre sin dejar de lamerme – n-no exageres.

– ¡Voy a llamar a la policía! –gritaba enfurecida la muchachita.

(10 minutos después)

– ¡Santa mierda de todos los cielos! ¡Mamá! ¡Hermanita! – gritó mi ex novia Mara cuando entró en la sala. ¿¡Qué hacen!?

– Ah, Mara – dije con la cabeza recostada en el sofá, gozando del placer-… ¡tanto tiempo!, ¿no? Mira, tu madre me chupa el culo y tu hermanita los huevos… ¿quieres chupar mi verga? Está disponible.

– ¿¡Estás loco!? ¡Hijo de mil putas que te parió! ¿¡Quién te has creído!? ¡No haré nada contigo!

– Entonces… te jodes. – le sonreí.

(10 minutos después)

– ¡Me cago en la virgen! ¡Querida! ¡Hijas! – gritó mi ex suegro cuando entró en la sala. Su maletín cayó al suelo al igual que su orgullo.

– Menuda familia tiene usted, don Cornudo. – dije mientras sus queridas esposa e hijas me la chupaban. – Me llevaré a las tres a mi mansión… serán mis esclavas sexuales.

– ¡Sal de mi hogar ahora mismo, hijo de la putísima madre! – gritaba el hombre, encolerizado y amenazante. Pero bastó una simple orden para tranquilizarlo… al rato nos despidió sonriente hasta la puerta de su casa mientras yo llevaba a mis esclavas en el auto rumbo a mi mansión. Al hombre simplemente le dije que buscara otra mujer y se construyera otra vida.

A diferencia de mis dos putas de la oficina, las tres esclavas tendrían una vida más fuerte. Esa misma noche, se despidieron de sus ropas para siempre. En el medio de la gran sala, a la vista de las celosas Señorita Rodríguez y Luz Mereles, se depilaron sus respectivos coños entre ellas hasta tenerlas completamente rasuradas. Deberíais haber oídos sus quejas y llantos…

Siguiendo en esa primera noche, contraté a un tatuador para que les grabara sus nuevos nombres de esclavas sobre la zona del cóccix y de paso les introdujera piercings en los labios vaginales y la lengua. Mi ex suegra pasó a llamarse “Vieja Guarra” mientras que su hija menor – o mi ex cuñadita – estrenó su nombre “Putita Viciosa”, follándose con el mencionado tatuador. No quedó atrás mi ex novia Mara, a quien la nombré “Perra en Celo.”

Las tías eran mucho más protestonas que mis putas de oficina, por lo que inmediatamente ordené a mi ex novia y su hermanita que nunca más hablaran. Y por suerte así lo hicieron. A la madre no, me encantaba oírla protestando vanamente, pero luego de unas horas ya ponía rostro de vencida y se limitaba a cumplir su primer mandato; lamer alternativamente los coñitos de sus dos hijas mientras éstas le abofeteaban.

(Días después)

– ¡Pero por favor, te lo ruego, no me deje hacer esto! – me imploraba Vieja Guarra.

– Ya deje de llorar marrana, de rodillas.

Cuando se arrodilló con lágrimas corriéndole como ríos, le puse un collar conectado a una cadena gruesa. Lo enrollé por un retrete y lo aseguré con un candado.

– Bueno, ya sonará la campanilla del receso y pronto vendrán los alumnos del colegio “Sagrada Familia”…

– ¡Es el colegio de mi hija!

– Era… era el colegio de tu hijita, Vieja Guarra. Y sí, estamos en el baño del colegio. He hecho un trato con el director. Sus alumnos te follarán como deseen. Esto será una clase especial de “Educación Sexual”… ya es hora de que usted devuelva un favor a la sociedad, ¿no? Y qué mejor forma que ofreciendo tu cuerpo de puta macizorra a esos chavales.

– ¡No! ¡Haré lo que me pidas en tu mansión! ¡Pero aquí, en público… no!

– Te jodes… y a partir de ahora, no volverás a pronunciar una palabra. Joder con ustedes. Vendré dentro de un par de horas, debo recoger a Putita Viciosa del baño del hogar de Ancianos y luego a Perra en Celo, del baño del campamento de indígenas que está asentado en la ciudad.

* * *

Un domingo vi a Vieja Guarra gatear como una perra a mi alrededor mientras yo leía un periódico, era su particular estilo de pedir una culeada ya que al igual que sus dos hijas, no podía pronunciar palabra alguna y debía ingeniárselas. No me apetecía la mujer ésa, así que sus hijas Putita Viciosa y Perra en Celo se encargaban de ponerse un arnés cada una, con una polla terrible para darle por el culo una y el coño otra, frente a mí. No debían parar de bombearla con fuerza hasta hacerla llegar, haciéndola berrear como cerda al menos cinco veces. Si no, Vieja Guarra no se tranquilizaba.

A lo que iba, me pareció una visión morbosa su cuerpo de cuatro patas y decidí que de ahí en más, las tres andarían sólo y únicamente como perras.

Era orden de todos los días el sesenta y nueve lésbico entre mi suegra y cualquiera de sus hijas, besos negros que duraban horas y el ya mencionado uso de los arneses con penes de plásticos terribles. Al principio se mostraban rebeldes porque tenían prejuicios sobre las relaciones filiales; luego de follar como marranas, lloraban a moco tendido porque la culpa las carcomía pero con el tiempo y más un fuerte proceso de emputecimiento, terminaron acostumbrándose a sus nuevas vidas.

Quedaba claro que yo no les tenía mucho aprecio a las tres, les entregaba a algunos amigos que venían a visitarme y a cederles a algunos directores de películas porno duro con los que había contactado. A los directores les encantaba filmar a Vieja Guarra y Perra en Celo en escenas lésbicas filiales donde se metían dedos y lengua en todos los agujeros, o eran triplemente penetradas por unos negros, mostrando incluso sus DNI durante las películas para demostrar que eran familiares. Joder, hice millones con ellas y los gasté en nuevos autos y la remodelación mi mansión. Los directores siempre me pedían por Putita Viciosa, pero ella era la única con el culo virgen y no quería arriesgarme entregándoselos.

Mis dos putas, la Señorita Rodríguez y Luz Mereles no se terminaban de acostumbrar con mis tres esclavas, siempre causaban alguna que otra peleílla producto de los celos. Pero en líneas generales, la vida en mi mansión era deliciosa.

Pasado un tiempo me asusté de lo ultrajadas que estaban las tres, sus cuerpos antes perfectos estaban tan gastados. Los alumnos le daban duro a Vieja Guarra todos los días y eso se notaba. Por otro lado, los abuelos del hogar de ancianos destrozaron el antes virgen culito de Putita Viciosa y ésta siempre andaba llorando por mi mansión de los dolores. Me molestó saber que le rompieron el culo antes que yo… por otro lado, Perra en Celo era otra de las que lloraba como para morirse, en la alta sociedad donde antes vivía, no se follaba con indígenas y ella se echaba cuatro a cinco polvos por día con éstos en el asentamiento… la conciencia la mataba.

* * *

Con el correr de los días las cosas fueron empeorando. Mi equipo fue acusado de comprar árbitros y lo condenaron a la segunda. Eso lo supe tarde, sino hubiera hecho hasta lo imposible para evitar esa resolución. Los árbitros también fueron expulsados de la asociación de fútbol. Mientras, en el mundo, la Juventus de Italia había sido condenada a la segunda división más alguna “quema” de árbitros por supuesta manipulación de resultados. ¡Joder, todo era culpa mía!

La empresa donde antes trabajaba pintaba a la bancarrota… es que el edificio parecía más bien un burdel, lleno de orgías y vacío de responsabilidades gracias a mí. Marchas y piquetes en mi ciudad, protestando por las arbitrarias desiciones del gobierno… que no eran sino mis desiciones.

El mundo seguía sufriendo las consecuencias de mis decretos; La situación del medio oriente volvió a causar problemas, la crisis con Corea del Norte, quema de autos en Francia, elecciones presidenciales dudosas alrededor del mundo, “Los 4 Fantásticos”, “Spiderman 3” y demás desastres… ¡no podía cargar tanta culpa!

Al cabo de unos meses el mundo estaba hecho una calamidad. Salí del encierro de mi hogar para ver las calles pues las televisoras no emitían ninguna transmisión desde que una guerra civil estalló hacía unos días. Fui tomado de los brazos con mis dos putas y éstas arrastraban por las correas a mis tres esclavas desnudas que sólo caminaba de cuatro patas.

– ¡Ostras! ¡Qué terrible todo esto! – exclamó Luz que sostenía por una correa a las hijas de Vieja Guarra. – Mira, Putita Viciosa, ¿qué te parece nuestra ciudad? – Putita Viciosa tenía la boca abierta, sorprendida ante el panorama. Si tan sólo supiera hablar.

– Oye mocoso… digo, Amo – me susurró la señorita Rodríguez, quien arrastraba por una correa a Vieja Guarra – ¿por qué nos has permitido salir de la mansión?

Pero yo estaba enmudecido ante lo que veía;

Calles desiertas, papeles revoloteando en la soledad, autos chocados, abandonados, incendios en algunos edificios y el cielo negro gracias a la humareda. Algunos que otros vándalos robándose lo que aún sobraban en las tiendas desmanteladas. Miré a Vieja Guarra y Putita Viciosa… y estaban empezando un sesenta y nueve en plena calle, ya no hacía falta darles órdenes, alcanzaron un grado de emputecimiento tan extremo que no les daba vergüenza el sexo filial como en un principio. Luz y la Rodríguez soltaron sus correas y las dejaron con sus guarradas mientras yo me dirigía al medio de la calle infernal.

¿Qué había hecho? Ya decía yo que fabricar dinero para luego repartirlo iba a causar inflación… ¿¡En qué pensaba!? El abaratamiento de costos de algunos productos sólo trajo más confusión y crisis en los sectores… todo el pandemónium, las guerras civiles, las marchas y protestas… ¿¡Qué había hecho con mi mundo!? Ahora sólo quedaban calles vacías.

– ¡Putas! – llamé a mis cinco mujeres. Se presentaron todas en el medio de la calle donde yo estaba.

– ¿Qué pasa ahora? ¿Tienes más guarrerías en mente, mocoso pervertido? – preguntó la Rodríguez.

– ¡Ostras! – se sobresaltó Luz – ¡Recuerda que Putita Viciosa debe descansar su culo porque lo tiene roto! ¡Y a mí aún me duele mi coño desde que me reventaron con el arnés! ¡Qué asco todo esto! ¡Asco!

– ¡Cállense, joder! A partir de ahora sois libres… sí, sí, ustedes tres ya pueden caminar como personas, pueden hablar y también volver a utilizar ropas, ¿estamos? Y ustedes dos, sois libres también.

– ¿Y adónde te vas tú?

– Voy a intentar arreglar todo este embrollo. – Avancé por aquel infierno rumbo a la zona donde trabajaba la Médium, aunque cuando volví mi vista hacia las calles para ver a mis mujeres, me di cuenta que ellas no se habían movido.

– ¿Que no escucharon? ¡Son libres!

– Pero… ¿qué vamos a hacer? Me estaba gustando la vida en la mansión, mocoso pervertido.

– ¡Ostras! ¡A mí también! ¡Y creo que Putita Viciosa, Perra en Celo y Vieja Guarra también se acostumbraron a sus vidas como perras! ¡Míralas, se rehúsan a actuar como humanas!

– Joder, tenéis el cerebro frito. Todo por mi culpa…

Alguien tocó mi hombro de manera repentina, giré mi vista y sólo vi un puño que paró en mi rostro. Caí en la calle, lo último que vi fue oscuridad, todo quedó silencioso.

* * *

– Despierta… – sonó una voz ronca. Me pareció familiar. Abrí los ojos y frente a mí estaba la mesita redonda con la bola de cristal… levanté la vista y ahí se encontraba la médium.

– Perdón por el golpe – dijo ella – pero no tenía otra alternativa para traerte aquí. Todo fue mi culpa, ofrecí otorgar el “Don del pensamiento” porque estaba necesitada de dinero… ¡y sólo lo iba a hacer por una semana! Pero viniste tú con tus miles de dólares y terminé dándote el don para ratos.

– Señora Yoda… ¿y mis putas?

– Te están esperando afuera… ¿qué les has hecho? Se han encariñado contigo y se rehusan a volver a ser libres. Nunca había visto algo similar.

– Sí, mis putas son especiales. – sonreí.

– Bueno, a lo que iba… te he retirado el don mental. Era lo mejor, ¡destrozaste el mundo con tus desiciones infantiles!

– ¡Joder, gracias Obi-Wan. Era justamento lo que deseaba!

En la habitación habían entrado mis cinco putas. Luz y mi la Rodríguez venían arrastrando por las correas a las otras tres. Fue mi ex jefa quien me miró con sorna;

– Así que tú tenías una habilidad para dominar las mentes, mocoso. ¿Ya no tienes el poder?

– ¡No, no, la médium ésta me libró de esa maldición!

– Calla. – cortó la joven Luz. – Ahora desnúdate ante nosotras.

– ¿Qué? No me hagan reír, fulanas. No voy a desnudarme.

– ¿Y por qué te estás desnudando?

– ¿Pero qué pasa, furcias? ¡Yoda!, ¿por qué estoy obedeciéndolas?

– Ah, sí – cortó la médium, sonriente en su asiento, tocando su bola de cristal y contemplando mi sexo que colgaba a la vista de todas – les he dado el “Don del Pensamiento” a estas dos encantadoras mujeres. Ellas se encargarán de enderezar el mundo… y a ti.

– ¡Apúrate en ponerte éste collar. Iremos a la mansión donde te espera un tatuador! – dijo Luz guiñándome. – Tendrás una nueva vida a los pies de Ama Rodríguez y Ama Luz. Pero no estarás solo, las tres perritas te harán compañía. ¡Ostras, será delicioso!

– ¡No, no, no! Ni se les ocurra… ¡Putas locas!

– ¿Cómo lo decías tú, mocoso pervertido? – dijo la Rodríguez, escrutando sus brillantes ojos pardos en mi vista aterrorizada y meneando su cuerpo de grandes ligas enfundado en esa ropa de puta; Ah, sí… te jodes.

– Deliciosa Venganza –

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