ALIAS:
LA INVASIÓN DE LAS ZAPATILLAS ROJAS 4.
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas y Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, antes de leer esta historia.
Por Sigma
Sydney se estiró perezosamente entre las cobijas, aun sentía la satisfacción de su larga sesión de amor por su propia mano la noche pasada.
– Mmmm… oh como lo disfruté -pensó sonriente mientras miraba lánguidamente su alcoba y luego su propio cuerpo sobre la cama, aun llevaba puestas unas medias negras al muslo y sus botines de tacón alto a juego junto con unas pantaletas de encaje estilizadas cuya parte posterior dejaba descubierta la mitad de sus nalgas.
Tras un suspiro recargó su cabeza en la almohada y trató de concentrarse en sus objetivos.
– Vaya, creo que debería seguir investigando las zonas prohibidas del complejo… -pensó brevemente antes de que su mirada se posara en sus piernas- que bien me veo… mmm… Quizás podría tomarme unos minutos más para investigar mis propias zonas prohibidas…
Comenzó a explorar su cuerpo lentamente, deslizando sus esbeltos dedos sobre sus muslos ahora sedosos y morenos gracias al nylon, luego sus suaves  pantorrillas cuya redondez apretó, al llegar a sus esbeltos tobillos sintió la necesidad de apoderarse de ellos con cada mano, dándoles un tirón posesivo, lo que le causó una extraña sensación de placer que la hizo gemir ligeramente.
– Unnnhhh -lanzó su cabeza hacía atrás sorprendida por la respuesta de su cuerpo.
Al tener sus pequeños pies entaconados al alcance comenzó a acariciar sus curvados empeines, sus estilizadas puntas y finalmente los delgados y altos tacones, volviéndose a causar un extraño placer al sujetarlos, forzando sus pies a estar casi de puntas.
– Oooohh -susurró más fuerte de lo que esperaba.
Hasta entonces se dio cuenta de que sus uñas estaban tremendamente largas y pintadas de color negro, no eran ridículas pero sin duda eran mucho más largas de lo que acostumbraba.
– ¿Eh… cuando me dejé crecer las uñas así…? -pensó mientras las examinaba, pero por más que pensó en ello el recuerdo la evadió.
En un impulso se paso los dedos por sus muslos cubiertos de medias, como arañándolos muy suavemente, lo que combinado con su sensible y ya erotizado cuerpo le causó allí mismo un pequeño orgasmo.
– ¡Ooohhh… Diosss…! -exclamó sin poder evitarlo, para de inmediato comenzar a darse placer de manera más profunda.
Con sumo cuidado introdujo su mano derecha bajo las pantaletas y empezó a tocarse suavemente, mientras su mano izquierda acarició una y otra vez sus firmes tetas, pellizcando de vez en cuando sus duros pezones.
– ¡Aaaahh… siiii… me gusta tanto… mis tetitas… ooohhh -gemía suavemente mientras la mano bajo sus pantaletas se movía como un rayo, sacudiendo su lencería locamente- ooohhhhooh… mi coñitooo…!
Para entonces ya ni siquiera se preocupaba del excesivo apetito sexual que últimamente la dominaba. Estaba muy ocupada masturbándose…
– Buenos días Syd… Oh Dios… -escuchó de pronto la operativo, al girar la cabeza vio a su tocaya en la puerta de la alcoba mirándola fijamente, trató de calmarse y sacó la mano de sus pantaletas, pero el ser sorprendida así la hizo sentir como una adolescente atrapada por su madre, la vergüenza y placer al combinarse forzaron su orgasmo…
– ¡Unnnnhhhnnooo… -gimió cerrando los ojos y mordiéndose los labios desesperada por controlarse. Luego se quedó acostada unos segundos tratando de calmarse.
De pronto escuchó cerrarse la puerta y al fin se atrevió a mirar, la doncella se había marchado.
– Dios… ahora como podré verla a la cara -pensó.
Afuera de la alcoba Piernas se había recargado de espaldas en la puerta, su rostro estaba iluminado por una gran sonrisa, luego prácticamente corrió a la sala de estar sobre sus altos tacones, se recostó en un sofá, se levantó la falda, se bajo su tanga y comenzó a masturbarse furiosamente…
– ¿Pero que me pasa? -pensaba la trigueña mientras meditaba avergonzada en la cama- El sexo es lo único en lo que pienso últimamente. Tal vez debería…
En ese momento vio el reloj a un lado de la cama.
– ¡Dios que tarde es… Escorpius debe estar esperando! -de un salto salió de la cama y corrió a la ducha sobre sus inestable tacones.
En segundos se quitó sus botines, medias y pantaletas para ponerse sólo sus zapatillas de baño de plástico, eran unas sandalias color rosa de tacón alto.
– No entiendo por que debo ponerme esto para bañarme, es ridículo -pensó airada pero sin siquiera pensar en desobedecer- todo sea por mantener mi pantalla y cumplir la misión…
Tras equilibrar la temperatura se introdujo bajo el agua con agilidad pero justo entonces sintió que de golpe le faltaba el aliento, cerró los ojos y su boca formó una O.
– Ooohh… ¿Qué pasa?… -el agua tibia al tocar sus pezones y vagina le causaron un escalofrío de placer- estoy taaaan sensible…
Por un instante quedó paralizada, disfrutando la sensación.
– Aaahh… que bien… tal vez podría… -pensó mientras su mano derecha se deslizaba de nuevo hacia su entrepierna- ¡No! ¡Basta! Debo cumplir la misión y para eso debo mantener mi pantalla, debo apurarme.
Comenzó a ducharse con vigor, aunque dando de vez en cuando un gemidito ahogado cuando rozaba sus puntos más sensibles.
En ese momento, sin que ella lo supiera, una cámara oculta estaba enfocándose en el curvilíneo cuerpo de la operativo a través del cristal de la ducha.
El observador de los monitores sonrió ampliamente.
Minutos después Sydney ya se estaba poniendo su uniforme del martes: un minivestido rosa a medio muslo con un amplio escote en V, su cabello recogido en una cola de caballo y sus zapatillas rosas de tacón alto puntiagudas y con una correa con broche de plata cruzando en medio de su empeine.
Entonces tocaron a la puerta.
– Adelante -dijo la apurada mujer.
Entonces entró Dana, la jefa de seguridad. Llevaba un impecable traje sastre negro y el cabello en un severo peinado hacia atrás.
– Hola Bombón -le dijo sonriendo ligeramente. Syd odiaba esos sobrenombres, pero sin saber por que sonrió al escucharlo.
– Hola Dana ¿que se te ofrece?
– Me envía el señor Scorpius… está esperándote desde hace varios minutos en la sala de juntas.
– Si… claro… ya estaba saliendo, gracias -respondió nerviosa mientras se giraba para tomar su libreta y bolígrafo. De reojo alcanzó a ver en un espejo como la rubia miraba atentamente sus largas piernas y glúteos cuando se inclinó. De nuevo no pudo evitar sonreír.
De inmediato salió del cuarto para dirigirse a la sala de juntas.
– Dios, no se que es, pero hay algo en Dana que me da escalofríos cuando me mira así -pensó mientras llegaba a una puerta oculta a lado de la del estudio, llamó y luego entró.
– ¿Por que la demora Sydney? -le dijo con voz severa Scorpius.
– Lo siento señor Scorpius, no volverá a ocurrir…
– Además ya habíamos quedado en que nos tutearíamos.
– Ah, si, lo siento señ… digo Xander.
– Bueno, a cualquiera le pasa. De todos modos llegas a tiempo, tenemos que ver el video sobre los avances de la empresa de este mes -le explicó mientras señalaba al gran televisor plano en la pared y luego a las cómodas sillas ejecutivas colocadas alrededor de una mesa ovalada al otro lado.
– De hecho.  aun eres la primera en llegar de mis empleados de confianza, no me sorprende de tu tocaya, siempre está distraída, pero a Dana la envié por ti.
Entonces pasó su brazo alrededor de los hombros de la espía y la llevó a una de las sillas ejecutivas.
– En todo caso ya puedes sentarte -le dijo el hombre mientras la ayudaba a hacerlo, aprovechando para dar un vistazo a las largas piernas y al suculento escote de la mujer.
– Bien, sigo distrayéndolo… -pensó ella, sin embargo empezó a sentir unas suaves cosquillas recorriendo su cuerpo desde las puntas de sus pies hasta su depilado sexo y sus rosados pezones.
Scorpius se sentó en la silla a lado de Syd y minutos después entraron Dana y su tocaya. Pero en vez de llevar su uniforme negro la morena vestía un ajustadísimo leotardo blanco, unos pantalones cortos y zapatillas de ballet a juego.
La trigueña frunció el seño sorprendida y algo curiosa.
– ¿Y eso? No sabía que ella practicaba ballet.
Después de saludar se sentaron dejando a Syd y a Scorpius sentados en medio. Al oprimir un botón las luces se apagaron y el televisor se encendió mostrando un desfile de modas mientras una voz empezaba a explicar los logros de la casa de modas Xcorpius en el mes.
La operativo observaba atentamente la habitación y el televisor, tratando de reunir información cuando de pronto sintió una cálida mano posándose en su muslo descubierto, era Scorpius. De inmediato la mujer lo volteó a ver con ojos sorprendidos pero él solamente le guiñó un ojo y siguió observando la pantalla.
– ¡Dios, esto es increíble! -pensó ella molesta e impactada- mejor lo detengo antes de que empeore.
Extendió su mano para retirar la de su jefe de su muslo cuando, sin que la trigueña lo viera, Scorpius oprimió un botón de su control y una melodía ultrasónica invadió el cuarto, inaudible, excepto por algunos animales.
Sydney sintió al instante una descarga de placer que la invadió, sus ojos y su boca se abrieron por la sorpresa, sin quererlo su mano se posó en la del hombre e involuntariamente se la apretó.
– Ooooohh… ¿Qué me pasa? -pensó mientras cerraba los ojos- mi cuerpo está cada vez más sensible…
Scorpius empezó a acariciar los muslos de la mujer suavemente, dejándola confundida, quería apartar su mano pero estaba disfrutando su toque. Lo miró y en silencio su boca formó dos palabras:
– Xander… basta…
Pero su objetivo solamente le sonrió y con un gesto de cabeza le indicó que siguiera viendo el video. La trigueña no supo, o no se atrevió, a negarse y lentamente volvió a mirar al frente sin realmente poner atención.
Mientras tanto, bajo la mesa la mano de Scorpius había empezado a apretar posesivamente el esbelto muslo de ella, luego su mano fue subiendo hasta empezar a introducirse bajo su falda.
– ¡Esto es demasiado, tengo que…! -pensaba Syd cuando el tono ultrasónico volvió a aumentar.
– Aaaahhh… -apenas pudo reprimir un gemido mordiéndose los labios y agarrándose al borde de la mesa con ambas manos.
– Oooohhh… pero que… me está haciendo… ooohh… me encanta… ¡No! ¡Concéntrate! -pensó mientras se esforzaba en mirar el televisor y apartarse de Scorpius poniendo sus piernas en el lado más lejano de la silla.
Pero Scorpius le hizo un guiño de complicidad mientras que bajo la mesa chasqueaba los dedos. Al instante Syd sintió como sus rodillas empezaban a subir y bajar levemente a buena velocidad, como en un gesto de nerviosismo. Sus talones se separaban del piso y luego volvían a bajar, hasta que dieron un par de pasos y volvieron a ponerse en contacto con Scorpius.
Lo que este aprovechó de inmediato para empezar de nuevo a acariciar sus muslos.
– ¡Oooohh…! ¿Qué me pasa? ¿Por que no puedo resistirme? Es casi como si mi cuerpo no me obedeciera… -pensó la mujer confundida y avergonzada. Miró a las otras dos mujeres de la habitación, encontrándolas observando absortas el video, luego vio al techo y cerró los ojos.
Escorpius siguió torturándola con caricias como ella jamás había sentido.
De pronto su “jefe” volvió a introducir su mano bajo el vestido de la trigueña, cortándole la respiración por un momento.
De nuevo apartó sus piernas, pero Scorpius le sonrió a la operativo de una forma tan insinuante que la hizo sentir mareada y sin aliento, a la vez que bajo la mesa daba una palmada sobre su propio muslo… Al instante, como si fuera una muñeca de placer programada, las largas piernas de Sydney se levantaron, luego giraron junto con sus caderas y se extendieron rectas y tiesas para finalmente posarse así en el regazo del hombre, casi como si se las entregara.
Con salvaje lujuria Scorpius se lanzó a la tarea de recorrer esas interminables piernas, labor que encontró muy placentera. Con agilidad sus manos recorrieron desde las puntas de las zapatillas al arqueado empeine, sus femeninos tobillos…
Sydney se mordía los labios para no gritar, mientras se aferraba con todas sus fuerzas a la mesa de reuniones como un náufrago a un salvavidas.
– Nnnnnngg… ¿Por que no puedo detenerlo…? -pensaba entre confundida y terriblemente excitada.
Sentía como si sus piernas pulsaran rítmicamente al toque de Xander, a la vez que sus pies, de por si forzados en los altos tacones, se ponían aun más de punta.
– Mmm… que bien se siente…
Scorpius ya estaba acariciando sus curvilíneas pantorrillas, sus deliciosos muslos de nuevo, introduciéndose bajo su falda…
Ella trató de mantener sus muslos cerrados con sus últimas fuerzas, pero un nuevo chasquido de dedos demolió su resistencia. Con un ahogado gemido Sydney flexionó su pierna metiéndola entre los muslos del hombre de forma seductora, la otra pierna se lanzó al extremo opuesto de la silla, dejando su sexo completamente expuesto.
De inmediato una de las manos de su “jefe” se introdujo bajo la falda y más allá, bajo las etéreas, casi infantiles pantaletas rosa de la mujer… explorándola… acariciándola… masturbándola…
– Ooohhh… oohh -gimió en voz baja pero audible.
Las otras dos mujeres voltearon al oír los débiles ruidos y ella apenas alcanzó a poner cara de compostura, pero por dentro sentía que se quemaba en la hoguera del deseo, avivada ahora por la humillación de casi ser descubierta. Finalmente las mujeres volvieron a mirar la pantalla.
– ¡Ooohh… estoy tan caliente! ¿Pero que estoy haciendo… que me pasa…? -pensó antes de recargar su cabeza en el hombro de Scorpius, que aprovechó para hablarle suavemente al oído.
– ¡Como me gustas Bombón! -le dijo sin dejar de acariciarla- Te deseo desde el primer día que comenzaste a trabajar para mi…
– Aaahhhh -gimió muy bajo la trigueña.
– Desde ahora Bombón ponte medias para mi… eso me vuelve loco -remarcó las últimas palabras con una serie de suaves penetraciones de sus dedos en la vagina de ella.
– Siiii… siii… -gimió lo más bajo que pudo al alcanzar el orgasmo, para finalmente desplomarse contra el respaldo agotada.
Sintió entonces como Xander se apoderaba de nuevo de sus ahora débiles piernas y tras ponerlas en su regazo empezó a manipular sus pies, pero ella estaba demasiado atontada para poner atención. Al menos hasta que escuchó un par de metálicos clics bajo la mesa que la hicieron abrir los ojos.
En ese momento terminó el video y se encendieron las luces, a toda prisa la espía bajo sus piernas del regazo de Scorpius y se sentó muy derecha en la silla, el hombre se levantó sonriente y miró a las presentes.
– Muy bien señoritas, espero les haya gustado la información, pueden continuar con sus actividades normales. Sydney voy a necesitar que realices para mi varias tareas en el pueblo, me urgen -le dijo mientras le entregaba una lista de tramites y un sobre con documentos.
– Si Xander… enseguida – respondió aun algo confundida. Las otras mujeres se levantaron para salir y Syd las emuló, pero estuvo a punto de caerse, entonces se dio cuenta de lo que le hizo Scorpius: le había quitado sus zapatillas rosa y le puso unas de color gris satinado con una ancha pulsera al tobillo, punta abierta y tacones plateados escandalosamente altos.
– ¿Pero que le pasa a Xander? -pensó.
– Espero verte pronto Bombón… muy pronto… -le dijo con una sonrisa antes de salir del cuarto. La mujer aprovechó entonces para quitarse el absurdo calzado, o eso intentó pues se encontró con que era imposible, al examinar las zapatillas descubrió que aunque eran sorprendentemente cómodas estaban completamente hechas de un durísimo metal y que las anchas y primorosas pulseras que las mantenían en su sitio era de hecho grilletes, no muy diferentes a los que usaría una esclava en la antigüedad, incluso tenían una pequeña cerradura en la parte de atrás que evidentemente requería una llave para abrirse. Era prisionera de sus zapatillas.
– ¿Y ahora que hago? Esto es absurdo… -pensó brevemente, aunque sonrió al entender lo que le había querido decir Scorpius antes de irse. Si quería quitarse su fetichista calzado tendría que pedírselo a su jefe.
– Hasta pronto Xander -murmuró algo excitada, pero al darse cuenta de ello cubrió su boca con la mano entre confundida, asustada y emocionada.
– ¡Oh Dios! ¡No puede ser…! -pensó casi aturdida- creo que estoy enamorada del objetivo…
Esa misma noche Syd decidió ver a Scorpius, el día había sido largo pues estuvo toda la tarde en el pueblo cumpliendo sus órdenes, lo que no fue fácil con su escandaloso calzado, sentía que todos los hombres, e incluso algunas mujeres, la miraban a cada paso que daba, lo que la avergonzaba a la vez que la complacía. Tras regresar trató de ponerse ropa cómoda pero esas zapatillas trampa la hacían parecer una zorra sin importar que se pusiera. Así que decidió ponerse unos pantaloncillos cortos y una camiseta con escote cuadrado, ambas prendas de algodón gris.
– Debo admitir que están muy bien acolchadas, ni siquiera me duelen las piernas a pesar de lo altas que son -pensó la operativo. No le hubiera molestado dormir con esas zapatillas ya que acostumbraba acostarse así, pero esta vez no había tenido opción, alguien más decidió lo que tenía que usar: su “jefe”. Y eso la volvía loca, ella era muy independiente y quería acabar con esa situación. No permitiría que la atracción que sentía por el sospechoso afectara su libertad de acción.
Finalmente llamó a la puerta.
– Adelante Bombón -escuchó que le decían, así que entró. Scorpius estaba sentado ante su escritorio.
– Buenas noches Xander -le dijo casi con timidez, su resolución ya diluida al estar frente a él- Tenemos que hablar… si te parece bien.
– Encantado Bombón, pasa por favor -le respondió casi con ternura.
Ella entró lentamente y se sentó frente al escritorio, frente a él…
Scorpius la miro con avidez, sus piernas bien expuestas y estilizadas en las zapatillas grises, Casi sin darse cuenta Sydney cruzó sus piernas sensualmente mientras comenzaba a hablar.
– Mira Xander de verdad me atraes pero… no es correcto, tú eres mi jefe y eso no hablaría muy bien de mí.
– Tienes unas piernas espectaculares Bombón, me encantan…
– Ooohh no digas eso, me haces sonrojar… -dijo la mujer tímidamente bajando la vista y sonrojándose levemente- Bueno como te decía, aunque me gustas, esto puede afectar mucho nuestro trabajo y eso no…
– Me encanta la curva de tus senos, me parece el lugar más maravilloso para reposar mi cabeza, son perfectos…
La trigueña se sonrió, aun más sonrojada, y no pudo evitar mirar su propio escote y piernas.
– ¡Dios, mis pezones están marcándose en la camiseta! ¿Que me pasa? -pensó nerviosa y sorprendida- Mmm… mis piernas se ven muuuy bien… ¡Basta, concéntrate Bom… digo Syd!
– Mira Xander -al fin pudo decir la mujer- Por favor, tienes que quitarme estas zapatillas, son demasiado…
– ¿No te gustan? Las elegí especialmente para ti… -le interrumpió Scorpius fingiendo decepción- con ellas tus piernas son aun más bellas, incluso hipnóticas ¿No crees?
Por reflejo Syd las volvió a mirar de reojo, momento que Scorpius aprovechó para oprimir un botón de su control y una sensual melodía empezó a sonar a bajo volumen: Principles of lust de Enigma.
– ¡Ooohh! ¡Qué bien me veo -pensó al instante la operativo al ver sus esbeltos muslos- Mmm… me siento mareada… excitada…
Se recargó en el respaldo del sillón y empezó a deslizar sus piernas sobre el suelo alfombrado, frotando sus muslos uno contra el otro al ritmo de la música. Scorpius se levantó y con calma se acercó hasta colocarse tras ella.
– Muy bien Bombón, eso es, déjate llevar -le susurró suavemente al oído.
– Aaahh -gimió suavemente mientras empezaba a arañar cariñosamente sus muslos sin dejar de moverse- creo que… será mejor… que me vaya… tengo algo que hacer…
– No hace falta, quédate aquí, relájate… -le volvió a susurrar- ¿Qué tienes que hacer?
– No puedo… decirlo…
– Está bien, a mi puedes decírmelo.
– Es que… es algo… íntimo… -casi gimió ella mientras acariciaba uno de sus pezones sobre la camiseta.
– Pero puedes confiar en mi… soy tu jefe… tu amigo…
– Yo… -Sydney aun dudaba. Su otra mano sujetaba firmemente uno de sus propios tobillos.
– Vamos, dilo… confía en mi…
– Confío en ti…
– Otra vez…
– Confío en ti…
– Eso es Bombón… muy bien. Ahora puedes decirme que tienes que hacer.
– Tengo que… darme placer… tocarme…
– Es decir…
– Tengo que… masturbarme… Aaaahhh -al fin dijo la espía con un jadeo.
– Muy bien… pero puedes hacerlo aquí mismo… conmigo…
– No… no debo…
– No pasa nada… ¿Confías en mi?
– Siiii -dijo sonriente.
– Muy bien, entonces sabes que puedes hacer lo que sea frente a mi, lo que sea, soy como tu… médico, soy inofensivo, un amigo muy íntimo.
– No sé… -susurró con ojos entrecerrados, sus piernas se habían extendido y luego abierto en V, los dedos de una de sus manos acariciaban sus labios rojos mientras la otra se había posado en su entrepierna.
– Vamos… dilo para mi…
– Aaahh… eres… inofensivo… íntimo…
– De nuevo.
– Inofensivo… íntimo…
– Bravo Bombón, ahora no te contengas más tócate a placer…
– Oooohhhh… -gimió de nuevo cuando introdujo su mano derecha en sus pantaloncillos y empezó a buscar su propio placer.
Scorpius se sentó satisfecho en el escritorio frente a Syd,  como un espectador de lujo en la primera fila del espectáculo.
La mano de la mujer se movía a todo velocidad bajo los pantaloncillos, tenía los parpados apretados y la boca abierta.
– Aaahhh… Aaaaahhh… -gimió la trigueña mientras se daba vuelta sobre el sillón, quedando apoyada con una mano en el respaldo y sobre sus abiertas rodillas, su otra mano en la entrepierna, la espalda arqueada y sus nalgas  paraditas estaban expuestas a Scorpius.
– Aaaah…. -también empezó a gemir Scorpius que había empezado a masturbarse mientras observaba el espectáculo.
Finalmente la mujer tuvo un brusco orgasmo que la hizo sujetarse y apoyarse en sus propios tobillos sobre el sillón hasta casi caerse.
Al instante Scorpius alcanzó el suyo manchando su piso alfombrado con algunas gotas de semen.
Sydney se derrumbó de frente sobre el respaldo, agotada por un momento, entonces sintió como Xander la ponía de espaldas y la cargaba con facilidad para recostarla en el escritorio.
Como entre sueños la espía escuchó y sintió primero un clic y luego otro cuando sus pies fueron liberados de las zapatillas de metal.
– Ooohh… al fin -pensó con una mezcla de satisfacción y desilusión, para de inmediato sentir como el hombre comenzaba a acariciarle las piernas desde la punta de sus pies, los tobillos, las pantorrillas y hasta sus muslos, luego volvió a empezar para finalmente detenerse en sus caderas y cintura…
– Aaaahhh… me gustas tanto… Xander… -pensaba la mujer aun atrapada en su placer erótico. En ese momento escuchó dos nítidos clics y abrió los ojos para encontrarse con que Xander le había puesto de nuevo las altísimas zapatillas pero antes le había colocado unas medias con liguero de color blanco perlado y unas pantaletas de delicado encaje a juego, eran como unos pantaloncillos muy cortos pero llevaban una abertura a la altura de su vagina y ano para facilitar el acceso sin quitárselas.
– No… por favor… no me hagas esto -le dijo a Scorpius con voz ronca, sus sentimientos divididos entre el enojo, la humillación y la lujuria- eres mi jefe… No es correcto.
Pero sin hacer caso Scorpius se acomodó entre sus piernas y luego de poner sus manos en las caderas de ella la penetró sin encontrar resistencia alguna.
– ¡Uuuunnnnhh! -fue lo único que logró decir como apagada protesta.
Con una mano Xander le sujetó a la trigueña ambas manos sobre la cabeza, con la otra comenzó a acariciarle el clítoris, la cintura, los senos, mientras la penetraba una y otra vez, más y más profundo, al ritmo de la música.
– ¡Ooohhh… ooooh… oooohhhh! -gemía la mujer con cada embestida, mientras Xander se inclinaba y comenzaba a hablarle con dulzura al oído.
– No tiene… nada de malo… nuestra relación… soy tu jefe y es normal… que disfrutemos el uno del otro… lo único importante… es nuestro placer…
– Nooo, por favor -gemía Syd a la vez que rodeaba la cintura del hombre con sus largas piernas, apretándolo y atrayéndolo hacia ella.
El volumen de la canción aumentó más y las piernas de la mujer empezaron a pulsar al ritmo de la música.
– Aaahhh… Aaaahhh -gemía sacudiendo su cabeza de lado a lado.
– Repite… lo que te dije… hazlo para mi -le dijo Xander ya jadeante- ¡Dilo!
– ¡Aaaahhh! No tiene… nada de malo… -empezó casi a gritar con cada embestida- Es normal… que disfrutemos… uno de otro… sólo importa… nuestro placer… ¡Aaaaahhhhh!
– ¡Uuuunnnhh… Siiiiiiii…! -respondió Scorpius con su propio orgasmo al alcanzar el suyo la operativo. Justo entonces la música terminó.
Jadeante y satisfecha Sydney se recostó en el acolchado escritorio, sus sensuales piernas colgando del borde y su cuerpo brillando por el sudor. El hombre la levantó como si fuera una muñeca y la colocó boca abajo sobre el escritorio. Luego sujetó sus muñecas y tras ponerlas en su espalda las enganchó de sus grilletes al cinturón de metal negro con un clic.
– ¿Qué? ¿Pero de donde salieron esos grilletes y el cinturón? -pensó sorprendida mientras miraba sobre su hombro- No los llevaba puestos… ¿O si?…
– Muy bien Bombón, hemos avanzado mucho en tu condicionamiento -le decía Scorpius mientras acariciaba su espalda baja y sus nalgas- Pero para someterte por completo debemos dar el último paso, debes estar totalmente consciente de esto.
– ¿Pero de que hablas Xander? -le dijo Syd ya algo asustada.
Xander oprimió otro botón del control y una nueva canción empezó a sonar a buen volumen: una veloz melodía de música clásica. De inmediato las relajadas piernas de la espía se tensaron y se pusieron rectas, sus pies se pusieron de puntas con la zapatillas aun puestas y comenzó a mover sus glúteos y caderas siguiendo el ritmo.
– ¿Pero que…? -empezó a decir la sorprendida mujer.
– Shhh… Es hora de que recuerdes Bombón… recuérdalo todo…
En ese momento los ojos de la operativo se pusieron brevemente en blanco y al instante siguiente su boca se entreabrió y sus ojos brillaban con ira.
– ¡Maldito bastardo! ¡Infeliz! Le haré pagar, se lo juro -empezó a gritar la mujer libre de los recuerdos implantados.
– Ah Bombón, casi parecería que no hemos avanzado contigo, pero de hecho estás más vulnerable que nunca… -al decir esto X dio un par de palmadas en sus caderas y al instante las piernas, y sobre todo las nalgas, de la espía se lanzaron hacía su captor hasta posarse suavemente en su entrepierna para empezar a moverse rítmicamente contra él, dándole placer.
– ¡No! ¡Basta! -grito furiosa mientras seguía frotándose contra él- ¡Maldito!
Complacido X la sujetó de las caderas, guiándola para aumentar su propias sensaciones.
– Eso es Bombón, mira que bien reacciona ya tu cuerpo a la música.
Syd trató de luchar, de resistir, de detenerse al menos… pero bajo el poder de las zapatillas su cuerpo ya no respondía a otra voluntad que la de X, incluso sus manos lo acariciaban cuando llegaban a tocarlo.
– ¿Y para que inmovilizó mis manos? De todos modos ya no me obedecen… -le dijo a su captor con amargura.
– Bueno, primero por precaución, pues ya demostraste el poder de tu voluntad antes y segundo… mmm… por que me complace verte atada así, indefensa y sometida a mis deseos… nnngg… tal y como hoy ataré tu voluntad, dejando tu mente indefensa y sometida a la mía.
Al decir esto le dio a la trigueña un sonoro azote en la nalga haciéndola dar un gemido.
– ¡Aaaahhhh! -exclamó sorprendida la operativo, pues no lo sintió como dolor sino como una forma distinta de placer.
– ¿Pero que me hicieron? ¿Que hago? -pensó desesperada.
– ¿Ves? Puedo manipular tu mente y tus sentidos a mi antojo, sólo falta aplastar tu voluntad – le dijo su captor con una sonrisa mientras en un rápido movimiento le rasgaba su camiseta para arrancársela.
Pero en lugar de asustarse, la violenta acción sólo erotizó a la espía aun más de lo que ya lo estaba.
– Nnnnnngghh… no… por favor… no puedo estar disfrutando… este abuso – pensó la mujer con deseos de llorar pero excitándose cada vez más en su lugar.
– Bueno… eso fue un… delicioso calentamiento… pero es hora de terminar de condicionarte… de domarte –dijo X de forma decidida, satisfecho.
Todo funcionaba tal como esperaba, la espía casi era suya y pronto lanzaría su nueva línea exclusiva de zapatillas, pronto la usarían las mujeres más importantes del mundo… quizás debería ver la posibilidad de lanzar una colección para el público femenino en general, las posibilidades de esto lo hicieron estremecer de gozo.
Usando dos dedos abrió con delicadeza el hueco de las pantaletas de la trigueña, lo que causó que sus largas piernas se quedaran inmóviles por un momento, los músculos de sus nalgas pulsando con la música rítmicamente, como esperando…
– ¡Al fin serás mía… Bombón! -le dijo con la voz ronca su captor al momento de penetrarla, aprovechando que la música alcanzaba su ritmo y volumen máximos.
– ¡Ooooohhhh! -aulló incontenible la operativo al darse cuenta de que aunque deseaba resistir con todas sus fuerzas, su cuerpo entero se abrió por completo, húmedo y receptivo a X… su macho, como le correspondía a ella, su hembra…
– Oooohh… nooooo… no soy suya… no soy su hembra… -empezó a jadear la mujer débilmente.
– Impresionante… aaahh… aun te queda… resistencia. Bueno… tenemos tiempo… y aun faltan algunos condicionamientos…
– Aaaahhh -susurró la mujer cuando su captor la sujetó de su cola de caballo con una mano obligándola a mirar frente a ella, mientras con la otra la dominaba y guiaba sujetándola de su cinturón de metal.
Enfrente, en la cama de X se encontraban Piernas y Nena, ambas vestidas con minúsculos taparrabos blancos y brassieres como garras, levantando y controlando sus tetas, altísimas zapatillas de metal con grilletes como los de ella.
Sus redondeadas nalgas estaban expuestas mientras se acariciaban entre si, arrodilladas frente a frente, cabalgando cada una el muslo de la otra al ritmo de la música, arqueando sus espaldas y respirando el dulce y profundo perfume de su hermana de esclavitud.
– ¡Mmmm…! Se ven preciosas -susurró Sydney sin poder dejar de mirarlas- me encantan sus cuerpos son tan sensuales… no puedo dejar de amarlos como amo el mío… me vuelven…
– …loca ¿Verdad Bombón? Esos voluptuosos cuerpos te excitan, los deseas… los adoras… como al tuyo… -le susurraba suavemente al oído X.
– …los adoro… oooohhh… como al mío… -repitió la espía con voz jadeante e hipnótica, su mirada nublada por el deseo, sus rojos y húmedos labios  entreabiertos.
X siguió penetrándola una y otra vez de forma tremendamente placentera, dándole suaves azotes en sus firmes nalgas, acariciando sus sedosas piernas cubiertas de medias de un blanco virginal, pellizcando sus ya duros pezones hasta hacerla sollozar de placer.
– ¡Siiiiii! ¡Siiiiii! -respondía ella con entusiasmo ante cada embestida. De pronto sintió como su captor la levantaba de nuevo para girarla y sentarla en su regazo de frente a él.
– Bien Bombón -le dijo sin dejar de poseerla- quiero mirarte a los ojos… cuando al fin rompa tu voluntad…cuando te vuelvas mi esclava…
– Nnnnnggg… -fue todo lo que pudo gruñir como protesta pero sin dejar de moverse arriba y abajo, atrás y adelante, una y otra vez… mientras se entregaba indefensa y deseosa a la voluntad de su nuevo señor.
– Es hora Bombón… ¿Me ayudarás? -le gruño su captor.
– Ooohhh… siiiii…
– ¿Me obedecerás? -mientras decía esto sus esclavas se acercaron y se colocaron a ambos lados del sillón como soldados esperando órdenes.
– Aaaaahh… siiiii…
– ¿Traicionarás a los tuyos?
– Aaahhh… yo… yo…
-¡Debes obedecerme!
– Yo… no se…
X hizo una mueca y a un gesto suyo sus hembras se acercaron.
– ¡Obedece Bombón!
– Yo nnnmmmhh… -balbuceó Syd cuando Piernas aprovechó sus labios abiertos para introducirle rápidamente uno de sus ahora expuestos pezones obscuros, sosteniéndole la cabeza para mantenerla en posición, como una madre amorosa.
– Nnnnnggh… mmmgggh -balbuceó la trigueña antes de empezar a comportarse como un bebé siendo alimentado.
En ese momento Nena liberó las muñecas de la espía de los grilletes en su espalda, sus manos se cerraban y abrían indecisas. Entonces la rubia tomó las manos de Sydney y colocó una en el muslo de la morena, la otra en el tobillo de la propia cautiva arrodillada.
Sin poder evitarlo, la esclava desde entonces conocida como Bombón comenzó a acariciar con lujuria los morenos y deliciosos muslos de su hermana, mientras con la otra sujetaba su propio tobillo de forma posesiva, mientras su macho, su amo, seguía cogiéndosela con salvaje pasión y Piernas le devolvía la libertad a sus rojos labios.
– Mi macho… mi amo… me someto a ti… para siempre… – fue lo primero que dijo con voz ronca y acariciante al verse libre.
Al borde del orgasmo X alcanzó a preguntar:
– ¿Los traicionarás… por mi?
– Si… si… hare lo que quieras… te pertenezco… -gemía Bombón frenética con cada penetración, enloquecida y devorada por la lujuria y el placer. X sonrió complacido al mirarla a los ojos y ver al fin doblegada a la operativo ante su voluntad.
– Mis deseos son… órdenes para ti… -le dijo.
– Siiiii… tus deseos son ordenes para mi… -la mujer estaba al mismo borde del precipicio, solamente necesitaba un último empujón.
– Tu obediencia… es placer…
– Mi obediencia… es placer…
Justo en ese momento Nena llegó desde atrás de Bombón, y en un instante la penetró por el ano con un pequeño consolador doble que ya llevaba puesto, mientras le susurraba al oído nuevas palabras de deseo.
– ¡Siiii! ¡Hace tanto que deseaba hacerte esto primor! –le dijo mientras entraba con facilidad debido al lubricante que previamente le había puesto al juguete.
Bombón sintió que moría de placer, arañó sus muslos, beso apasionadamente a X en los labios, luego miró sobre su hombro mientras sujetaba a Nena de los muslos y la atraía hacia ella, sintiendo una gran plenitud, como nunca había sentido, finalmente tomó con sus manos el rostro de su hermana esclava Piernas y clavando en ella sus ojos le compartió el mejor orgasmo de su vida.
– ¡Te amo… mi Rey… mi Señor… soy tuya… para siempreeeeeeee…! –gritó por fin al derrumbarse inconsciente en los brazos de su macho, acompañada por sus nuevas compañeras de vida.
¿CONTINUARÁ?
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