ALIAS:
LA INVASIÓN DE LAS ZAPATILLAS ROJAS 3.
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas y Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, antes de leer esta historia.
Por Sigma
Sydney Bristow despertó con una sonrisa de satisfacción, había tenido sueños tremendamente placenteros, estaba segura, aunque no podía recordarlos, de inmediato recordó donde estaba, por lo que cerró los ojos un instante, respiró profundamente y se preparó para el nuevo día que le esperaba.
Se levantó de la cama vestida con sus pantaloncillos cortos y su camiseta de algodón para luego entrar al baño de su habitación, tenía trabajo que hacer y debía prepararse. Abrió las llaves del agua y se desvistió rápidamente.
Se metió en la ducha, el agua cálida la hizo sentir viva y fresca, se enjabonó con vigor y se enjuagó, de inmediato comenzó a secarse el cabello y se peinó.
– Bueno es hora de empezar –pensó decidida mientras miraba su guardarropa- debo ponerme algo que le agrade al objetivo, si lo mantengo distraído será más fácil seguir obteniendo información.
Eligió un traje gris con falda a la rodilla, una blusa crema, un sostén blanco ribeteado con encaje y pantaletas a juego. Finalmente eligió unas zapatillas altas color crema formales, se recogió el cabello en una cola en la nuca y se maquilló de forma elegante y sutil.
En ese momento escuchó que tocaban a la puerta de su cuarto.
– Adelante.
Una de las empleadas se asomó por la puerta, era el ama de llaves, su tocaya Sydney, ya llevaba puesto su minúsculo uniforme negro.
– Buenos días señorita Smith –dijo con una sonrisa- el señor Scorpius la necesita en su despacho.
– Ya estoy lista, gracias Syd, y ya te he dicho que me llames Sydney, de todos modos somos tocayas.
– Lo siento seño… digo Sydney, pero aun debo acostumbrarme, nos vemos –dijo con una sonrisa antes de marcharse.
– Bueno se levanta el telón –pensó al tomar una libreta y un lapicero dorado de la mesita junto a la puerta- sigamos el espectáculo.
Salió del cuarto y caminó hasta la puerta del fondo del pasillo, lo único que escuchaba era el taconeó de sus zapatillas en el piso pulido, al llegar a ella toco dos veces y una voz le respondió desde adentro.
-Entre.
De inmediato abrió y cruzó el umbral. Caminó sobre la alfombra hasta el gran escritorio de caoba al fondo, discretamente tomó nota del estado del estudio, todo parecía sin cambios, las cortinas color vino, la cama al extremo opuesto, los monitores de seguridad, la vitrina con los zapatos antiguos, la enorme puerta grabada que daba al salón principal. Esperaba que hubiera algo mejor que reportar, pero ahora debía mantener su pantalla.
Se detuvo al llegar junto a una silla de cuero frente al escritorio, alguien estaba sentado en el sillón de este pero su respaldo le daba la espalda.
– Un segundo Sydney, toma asiento por favor –dijo la persona sentada para luego seguir hablando por teléfono.
La joven aprovechó el momento y mirando de reojo a su alrededor, para que nadie se diera cuenta, discretamente se desabrochó los últimos tres botones de su blusa, dejando que se asomara la parte superior de su apetitoso busto y el encaje de su brassiere blanco. Luego sujetó su falda y la jaló para que se subiera hasta la mitad del muslo, mostrando sus encantadoras piernas. Escuchó como el hombre se despedía y colgaba.
– Y comenzamos el juego –pensó la trigueña, para de inmediato sonreír de forma encantadora cuando el hombre se dio vuelta en el sillón hasta quedar frente a ella. Tenía piel blanca, rasgos suaves pero nariz y labios definidos, cabello obscuro y largo impecablemente peinado en una cola de caballo. Llevaba un suéter negro de cuello de cisne con cierre al frente. Miró a la joven y sonrió.
 
– Gracias Sydney, tengo alguna información importante para que apuntes, son detalles que se me acaban de ocurrir para un nuevo tipo de abrigos para la línea de otoño.
– Por supuesto señor Scorpius, le escucho –dijo la joven al cruzar delicadamente sus piernas para apoyar en ellas la libreta, de reojo notó como el hombre observó sus muslos intensamente, con la mirada encendida.
– Eso es –pensó complacida la operativo mientras comenzaba a escribir el dictado de su “jefe”- distráete por favor, así cometerás un error.
– Vamos Sydney, ya te he dicho que me llames Xander.
– Oh, eso no sería profesional de mi parte. Continúe por favor.
Tras unos minutos el hombre se levantó y comenzó a caminar por la habitación mientras seguía dictando, al acercarse a la trigueña miró su sutil escote y sonrió ligeramente. De nuevo con su vista periférica, Syd se dio cuenta.
Se contuvo para no sonreír satisfecha, a la vez que forzaba sus hombros un poco hacia atrás haciendo que se notaran más sus pechos.
– Muy bien, sigue… mira mis tetas –pensó para de inmediato entrecerrar los ojos sorprendida de sus propias palabras- ¿Eh? Pero yo no hablo así…
– Eso será todo Sydney, por favor transcríbelo de inmediato y tráemelo.
– Si señor Scorpius, de inmediato –con estas palabras se levantó y se dirigió a su cuarto.
– Odio este tipo de misión encubierto –meditó la espía mientras caminaba a su cuarto- pero estoy segura  de que este hombre es la clave para descubrir al grupo Agente X, no se como pero lo sé.
Xander Scorpius era un historiador y diseñador que estaba creciendo en el mundo de la moda, apoyado por el gobierno de Malasia y varios grupos adinerados misteriosos y relacionados con operaciones adjudicadas a Agente X.
– Debo seguir con mi fachada de asistente ejecutiva hasta descubrir quienes forman estos grupos –miró brevemente sobre su hombro a la puerta del estudio- y el único que tiene esa información es Xander Scorpius. Pero cumpliré mi misión, detendré a Agente X…
Finalmente entró a su alcoba y empezó a trabajar en sus notas en un pequeño escritorio, tras pasarlas a una computadora portátil se las llevó a Scorpius que le pidió que organizara una serie de datos de sus diseños.
Horas después la doncella le llevó la comida y finalmente se acabó el día de trabajo regular.
– Al fin, esto es terriblemente aburrido –pensó al entrar a su cuarto- ah, ya puedo descansar un rato.
Salió de la residencia por una puerta lateral y tomando el auto de la empresa se dirigió al pueblo, allí dio un largo paseo y avanzó en la lectura de una novela mientras tomaba un café. El joven mesero que la atendió no perdió oportunidad para observar embobado las piernas y el escote de la trigueña, ella solamente sonrió disfrutando, sin saber por que, sus atenciones. Esperó un rato por si recibía un mensaje de su contacto pero no apareció.
– Bueno, quizás tenga más suerte otro día –pensó al volver al auto.
Llegó de vuelta a la enorme residencia en el campo al atardecer, se estacionó y entró en la casa usando su copia de las llaves, para finalmente entrar en su alcoba.
De inmediato se quitó su ropa y se cambió quedándose únicamente con una bata de seda roja que le llegaba a medio muslo y sus cómodas zapatillas rojas de descanso de tacón alto sin talón y con punta abierta. Sus senos se insinuaban en la amplia abertura del escote de la bata.
– Oh, eso es mejor –pensó mientras preparaba su ropa para el siguiente día y repasaba la información de inteligencia que había podido reunir, siempre usando con destreza sus altos tacones de descanso. Poco después abría las cobijas, se quitaba la bata y se recostaba en la cama lista para dormir, vistiendo únicamente sus zapatillas de tacón.
– Que curioso, siento cosquillas en los pies… es agradable –pensó mientras se cubría con las cobijas- quizás sean las zapatillas, no se por que me las pongo para dormir, es una locura… pero me gusta… mis piernas se ven geniales con tacones… si… mientras más altos mejor… siempre.
La joven sacudió la cabeza algo extrañada por esa forma de pensar, no recordaba haber tenido antes esas ideas, recargó su cabeza en la almohada y empezó a meditar al respecto.
Pero sin que la operativo se diera cuenta, una sensual melodía comenzó a sonar en su habitación, a un volumen que apenas llegaba a un suave susurro. Al instante sintió que un invencible sopor se apoderaba de ella.
 
– Ooooh… no creí estar tan cansada… -fue lo último que pensó antes caer vencida por el sueño. Justo entonces sus piernas se flexionaron levemente y sus pies aun calzados comenzaron a deslizase atrás y adelante sobre las sabanas alternativamente. Pero a sus zapatillas ahora les había nacido un par de femeninas correas que se aferraban ajustadas y posesivas a sus esbeltos tobillos, casi como si quisieran demostrar que la joven mujer les pertenecía.
Un par de horas después Syd dormía profundamente, se encontraba boca abajo con un brazo colgando del borde de la cama, sus piernas se extendían interminables, su estrecha cintura subía y bajaba levemente, sus senos lucían más grandes al apretarse contra la cama, las sabanas se habían deslizado de su cuerpo dejándolo expuesto a la luz de la luna… y a la cámara de vigilancia oculta en el techo.
El vigilante de los monitores sonreía, oprimió un botón y otra melodía comenzó a sonar apenas en la alcoba de la durmiente chica.
Entonces sus piernas comenzaron a moverse por si mismas. Primero la hicieron ponerse boca arriba lentamente, luego se extendieron perfectamente derechas, subiendo y bajando alternativamente, casi como si nadara, luego comenzaron a cruzarse una sobre la otra, luego se encogieron juntas al máximo y se abrieron un poco como esperando a un amante invisible. Al fin las piernas se juntaron, hicieron que la joven se sentara, luego la levantaron y empezaron a caminar hacia la puerta de la habitación, pero ella seguía dormida, incluso sonreía suavemente.
La espía soñaba, estaba flotando verticalmente en un cielo soleado, cálido y protector. De pronto unas nubes comenzaron a rodearla, girando y girando alrededor de ella, al principio se asustó, pero en segundos el miedo dejó paso al placer, Syd empezó a reír y a ondular su cuerpo siguiendo a las tibias nubes que ahora acariciaban su cuerpo al girar.
Sin saberlo la trigueña bailaba desnuda, excepto por sus tacones, ante un exclusivo auditorio compuesto por X, que de nuevo tenía el cabello rubio bajo la mascara de esquiar, y sus dos esclavas escasamente vestidas para la ocasión con cortísimos y transparentes camisones negros, así como zapatillas altas a juego.
– Eso es Sydney, baila lindura, baila para mi -le susurraba mientras acariciaba su inconsciente cuerpo a placer- cada vez eres más sensible a las zapatillas y a la música. Cada vez me perteneces más y más.
Nena estaba recostada en la cama apretando sus rosados y duros pezones con una mano mientras se acariciaba entre las piernas con la otra, sin dejar de mirar a la operativo mientras se humedecía los labios.
Piernas se encontraba mientras a merced de su amo que vestido únicamente con un pantalón, le acariciaba las piernas y la masturbaba alternativamente mientras la tenía sentada de lado en su regazo. En ese momento le dio a la morena un apasionado beso en los labios que la hizo gemir y tener un orgasmo ahí mismo.
– ¡Siiiiii! ¡Papiiiiitooo! – gritó, derrumbándose jadeante sobre el pecho de su amo.
Casi a la vez la rubia se tensaba y se venía también sobre la cama.
– ¡Nnnnnnggggg! ¡Papiiiiii! -gimió sonoramente antes de quedarse completamente relajada sobre la cama.
– Suficiente -dijo al fin el encapuchado al ver a sus hembras satisfechas- prepárenla para mí…
Sydney tuvo un rudo despertar cuando lo siguiente que supo fue que estaba bailando frente a X, que sentado en la cama observaba encantado mientras ella bailaba de forma casi salvaje al ritmo de Unbelievable de EMF.
Le habían puesto otro humillante disfraz de esclava, esta vez llevaba un delicado, casi translúcido, velo negro colgando de su cinto tras ella, en sus caderas llevaba la más minúscula prenda íntima que había visto: un pequeñísimo triángulo de piel negra que cubría apenas lo indispensable y que de hecho le acariciaba los sensibles labios de su vagina. De las esquinas superiores del triángulo invertido salía un delgadísimo resorte que rodeaba su cintura y del vértice inferior salía otro que pasaba entre sus tersas piernas y nalgas para conectarse atrás                                                                                  con el otro. Le habían rasurado cuidadosamente la entrepierna dejando sólo una pequeña sección de rizado vello debajo del mínimo triángulo negro de la tanga.
– ¿Qué? ¿Pero que ocurre? –pensó incrédula al recostarse de espaldas sobre un brazo del sillón.
En sus senos llevaba otro extraño sostén de metal negro, excepto que ahora las manos huesudas levantaban sus senos sin cubrirlos, el pulgar en la parte superior y los otros cuatro dedos sosteniendo la redondez de sus pechos desde abajo, sus pezones rosados se asomaban con descaro  en el hueco entre el pulgar y el índice.
– ¡Dios estoy bailando! ¡Pero si no quiero bailar! -murmuró al levantarse lentamente, enderezando su espalda moviendo sus hombros sensualmente, sobre sus largas piernas atrapadas por el poder endemoniado de las zapatillas.
De nuevo llevaba su cabello obscuro recogido en un complicado peinado alto que dejaba descubiertos y vulnerables su nuca y cuello, le habían pintado una sombra de ojos obscura, exótica, sus labios ahora eran de un color rojo sangre y además habían sido pintados para parecer aun más gruesos y apetitosos.
– ¡Ya recuerdo! ¡Me capturó el grupo Agente X! ¡Soy prisionera pero me hicieron olvidarlo! –gritó en su mente al dar un giro sobre sus pies.
En sus pies llevaba por supuesto unos tacones muy altos, se trataba de unas botas negras  hasta la rodilla con varias aberturas incluyendo una en el talón y una en la punta, con lo que daban la impresión de calzado romano sexy.
Tenía sus manos esposadas por separado a su cinturón de acero, a cada lado de su cuerpo a la altura de las caderas y su esbelta figura brillaba bajo la tenue luz de las lámparas gracias al exótico aceite que le habían untado.
Bailaba con energía, dando giros y saltos, poniéndose en cuclillas para luego arquear su cuerpo, sentarse y abrir sus piernas rectas sobre el piso al máximo.
De inmediato se recostó sobre el piso alfombrado y sin cerrar sus piernas las encogió hasta tener sus tacones a un palmo de sus firmes nalgas, entonces comenzó a cerrar y abrir sus muslos al ritmo de la música, de forma muy provocativa, como en un juego.
 
 
– ¡Oooohh! ¡No de nuevo! -gimió suavemente al sentir como el deseo y la excitación la invadían.
– Hermoso Sydney, así deberías estar siempre… -le dijo X sonriente.
– ¡Me hizo creer que estar aquí es parte de mi misión!
– Exacto Sydney, mientras creas eso no intentarás escapar y voluntariamente permanecerás a mi lado.
– ¡Ya no, ahora lo recuerdo todo y no me volverá a engañar!… ¡Basta! -dijo antes de voltear a otro lado avergonzada, pues ahora sus caderas subían y bajaban involuntariamente como si la penetrara un amante fantasma.
– Pero cariño, lo recuerdas por que yo lo decidí así -le respondió el encapuchado, divertido por su tímida reacción- Verás, he estudiado esos artefactos mágicos por un par de años y he aprendido que cuando estás profundamente bajo su hechizo puedo alterar tus recuerdos o hacer que los recuperes.
– Infeliz, le haré pagar… aaaahhh… -susurró la trigueña cuando su cuerpo se puso boca abajo sobre la alfombra, empezando a flexionar sus rodillas alternativamente hasta que sus tacones tocaban sus glúteos- lo juro, aunque sea lo último que haga.
– Mmmm… serás una excelente amante… una vez que te dome. Pero debemos empezar a trabajar.
X chasqueó los dedos con lo que las piernas y el cuerpo de la joven se plegaron, dejándola apoyada únicamente en sus rodillas y su cabeza, dejando sus nalgas y vagina en una invitante y vulnerable posición.
Entonces X se acercó a ella, que para su disgusto seguía moviendo sus caderas al ritmo de la canción, se sentó a su lado y delicadamente apartó la translúcida tela negra, para empezar a acariciar su temblorosa cintura y caderas.
Sydney logró reunir voluntad suficiente para girar su cabeza y mirar hacia atrás, aunque quedando apoyada en un lado de su rostro.
– Nnnnn… ¿Pero que pretende…? ¡No! ¡No lo haga, alto! -gritó al ver que X sacaba de una caja un gran consolador negro.
Sin inmutarse el enmascarado hizo a un lado el triángulo de piel de la tanga y comenzó a introducirlo entre los ya rojizos e hinchados labios de su vagina.
– ¡Pare, pare! -gritó la joven mientras trataba de tensar los músculos de su sexo, logrando un cierto éxito.
Pero sin un instante de duda X volvió a chasquear los dedos y las piernas de la operativo se abrieron más sin que pudiera evitarlo, antes de seguir pulsando con la música, además Sydney estaba tan húmeda, muy a su pesar, que el juguete erótico entró con gran facilidad hasta el fondo.
– ¡Ooooooohhhhh! -gritó la mujer, pero no por dolor, sino por las abrumadoras sensaciones de placer que amenazaban con borrar todo lo demás.
Sus manos estaba cerradas en puños en un inútil esfuerzo por dominar las sensaciones.
– Ahora Sydney, debemos seguir alterándote, pero para que funcione debo seguir partiendo del hecho real de tu misión. Cambiándola poco a poco.
– ¡Uuuuuunnnnhhh! -sólo pudo responder la trigueña pues en ese momento X le había sacado el consolador hasta la mitad para volver a meterlo.
– Pero antes algunos ricos cambios superficiales ¿Estás de acuerdo? -dijo al repetir el movimiento con el juguete.
– Aaaaaahhhh -gimió la chica.
– Eso pensé que dirías.
El enmascarado recolocó el pequeño triángulo de la tanga para que mantuviera el consolador en su lugar, se sentó en la cama y oprimió un botón de su control con lo que una nueva melodía comenzó a sonar. Tambores. Una desconocida y rítmica canción con retumbantes tambores.
Al instante Syd se levantó como un resorte y empezó a bailar esta vez para el encapuchado, movimientos, ni muy lentos ni demasiado rápidos, sino justo al ritmo perfecto, siguiendo las percusiones la mujer giraba poco a poco su cuerpo, lanzaba primero su cadera hasta casi tocar la cara de X, luego sus bien formados glúteos, hasta hacer lo mismo con su apenas cubierta entrepierna, el hombre inhaló el delicioso perfume de ese cuerpo bajo su poder.
– Aaaahh –gimió de nuevo al sentir como se movía el consolador dentro de ella a cada paso.
-Bien Sydney, lo estás haciendo muy bien ¿Sabes? Me encanta verlas así, cumpliendo mis fantasías, y es que me enloquecen las piernas de mujer en especial con tacones altos –comenzó a decir mientras la chica se colocaba sobre él, con sus dos piernas abiertas a los lados de las del encapuchado.
 
Entonces la espía comenzó a bajar hasta quedar sentada en el regazo de X para de inmediato volver a subir y bajar, una y otra vez, siguiendo el penetrante ritmo, ondulando su cuerpo.
– Aaaahhhh… -gimió ella apretando los dientes, tratando de resistir.
– Podría dejarlas totalmente convertidas en esclavas pasivas, pero de hecho necesito que conserven al menos parte de su libertad e ingenio para que puedan llevar a cabo mis ordenes con la máxima efectividad –dijo el enmascarado satisfecho con el placer que la trigueña le proporcionaba-  Por eso debo asegurarme de que mis hembras estén ocupadas en todo momento que no estén a mi servicio, para que no puedan usar esa libertad en mi contra.
En un instante X se levantó junto a la danzante mujer y rápidamente la obligo a girar para mirar el enorme espejo frente a ella, sin dejar de bailar, entonces se acercó y tras abrazarla por detrás le habló suavemente al oído.
-Y la mejor manera de conseguir eso es que se obsesionen con el sexo, con el placer, con sus propios cuerpos, así cada momento libre lo ocuparán en satisfacer sus propios deseos –le dijo mientras ponía una mano en la cadera de la operativo y la otra en su seno- por eso hago que se enamoren de si mismas, que se deseen a si mismas, que al ver sus propios cuerpos se exciten incontrolablemente, sobre todo sus piernas.
– ¡No, déjeme! –dijo apartando su cabeza del encapuchado.
– Admito que mi adorada Piernas tiene las más torneadas y deliciosas, pero sin duda las suyas son más esbeltas y largas, mire Sydney ¿No son maravillosas?
– No… basta… -dijo débilmente aun resistiendo.
Con una sonrisa X activo un botón de su control.
– ¡Aaaarrrggghh! –gritó incontrolablemente al sentir como el consolador cobraba vida en su entrepierna, su rostro se volvió hacia el techo, se sentía al borde de perder el sentido.
– Míralas… -le insistió el hombre.
Sin poder evitarlo, se miró en el espejo y ya no pudo apartar la vista de si misma.
– ¡Ooooh, maldición!… ¿Qué me hizo?… Me veo tan vulnerable y femenina… aaaahh… -pensó sin dejar de mirarse o de bailar- esta ropa… es taaaaan humillante… aaaahh… pero es… excitante…
La trigueña no pudo evitar mirar su propio cuerpo en el espejo, bailando grácilmente usando ese ultrajante vestuario que resaltaba o peor aun, mostraba cada suave curva de su piel.
– ¡Oh Dios!… Que bien luce mi cuerpecito… oooohh… esas maravillosas garras… dejan ver mis pezones pero mantienen mis tetitas levantadas y sometidas… ooooohh… igual que X me tiene sometida… ¡Esto es una locura! ¿qué me están haciendo? -pensó desesperada mientras lograba mirar a otro lado. Pero justo entonces el encapuchado subió el nivel de la música y del vibrador.
– ¡Aaaaaaahhh… aaaahhhh…! -gritó al alcanzar un primer orgasmo, mientras el enmascarado suavemente la hacía mirar de nuevo al espejo. La trigueña se sentía de nuevo como si le hubieran inyectado una droga, todo le daba vueltas y su visión se cerraba en un túnel.
– Ooohh si… mis piernas son maravillosas, largas y esbeltas… me marcan como hembra… aaaahhh… -pensaba mientras se miraba a si misma con los ojos entrecerrados- como relucen con el aceite…
Mientras saltaba y giraba frente al espejo X la seguía por todos lados, en todo momento estaba a su lado… susurrándole… palabras horribles y despreciables. De repente Sydney se detenía un instante y posaba para su captor: le daba la espalda, la arqueaba suavemente y sacudía sus nalgas o bien ondulaba sus caderas estando de frente a él mientras ponía las manos tras su cabeza.
– ¿Qué… mis manos están libres? X las soltó… No… ya no me obedecen… Oooohhh… Puedo ver mi coñito… si… puedo verlo… -el hombre había hecho a un lado el triangulo de piel para acariciarla.
De pronto sintió como la llevaban hasta la cama y X la recostaba suavemente, pero ella no era consciente de lo que ocurría, solamente deseaba placer con cada fibra de su ser.
En segundos el hombre estaba desnudo a un lado de la cama.
 
– No… aun puedo… luchar –pensó, y como en un reflejo lanzó su pierna en una patada contra el rostro de su dominante señor. Pero su movimiento perdió velocidad hasta que terminó simplemente depositando con cuidado su tobillo sobre el hombro de su captor. Este aprovechó para apoderarse de su esbelto tobillo y empezó a acariciárselo, luego siguió por toda su pierna a la vez que le besaba cada curva.
– Aaaaahhh… vamos… no te rindas -con un último esfuerzo lanzó su puño contra la vulnerable entrepierna de X… pero como antes perdió ímpetu mientras se iba abriendo hasta que delicadamente se apoderó de su ya erecto miembro.
X se quedó inmóvil un instante, como esperando…
Sydney no sabía que hacer, pero la música, el consolador danzando en su sexo y un pequeño orgasmo decidieron por ella, comenzó a masturbar a su macho muy despacio.
– Ooooohhh… ¿Que estoy haciendo…? ¿Mi macho…? Aaaahh… -alcanzó a preguntarse en medio de su confuso estado hasta que se miró en el espejo- mmm… me encanta mi cuerpo… mis piernas… ooohh… son tan…
– …bellas. Eres maravillosa Sydney… -le seguía diciendo X suavemente al oído mientras ella lo masturbaba cada vez más de prisa.
– Soy maravillosa… oooohhh -repitió como en un sueño, aceptándolo como verdad indiscutible.
– Eres una diosa del placer…
– Soy una diosa del placer… aaaahhh
– Debes amarte…
– Debo amarme… aaahhh
– Tu propio cuerpo te excita…
– Mi propio cuerpo me excita… oooohhh… siiii…
– Aaaahh… Muy bien Sydney… -sonrió el hombre al ver que habían llegado a la siguiente etapa con su nueva esclava.
Finalmente X se vino en la mano de la espía, su cálido semen mojó su delicada mano y salpicó los muslos de la mujer.
– Nnnnnnnggghh… -gruño con inmensa satisfacción el encapuchado.
– Oooohhh -gimió ella al alcanzar otro forzado orgasmo.
– Eso es… preciosa… es hora de conocernos… más a fondo -le dijo X con la respiración agitada. La levantó como si fuera un bebe y la recostó de espaldas con sus nalgas al borde de la cama.
– Nooo… se lo suplico… -apenas susurró la trigueña intentando débilmente resistir, más su cuerpo ya estaba esclavizado al poder de las zapatillas, pero lo que era peor, en el fondo ni siquiera deseaba resistir.
X simplemente colocó con delicadeza los tobillos de su casi esclava en sus hombros y tras apartar su tanga y sacar el ya mojado consolador puso la cabeza de su todavía duro miembro en la entrada de la expuesta, húmeda y receptiva vagina de Sydney Bristow.
– No, no, no – susurró sin convicción la mujer. El encapuchado empezó a deslizar la cabeza de su pene por los enrojecidos labios de ella, una y otra vez, sin penetrarla.
– Basta… -gimió confundida Syd pues sus piernas presionaron los hombros de su captor, atrayéndolo cada vez más, hasta que con una sonrisa X cedió y entró en ella por completo.
– ¡Si, si, siiii! –gritó al fin extasiada la operativo de la CIA, en ese momento ya no sabía nada, no le importaba nada, no pensaba nada, solamente quería placer, con sus manos comenzó a acariciar sus senos y a pellizcar suavemente sus pezones mientras su captor la penetraba una y otra vez, cada vez más y más rápido, casi con salvajismo.
– ¡Si mi esclava, sigue así… más, más…! -le decía X al verla acariciándose, mientras aprovechaba para acariciar y besar las largas piernas entaconadas de la que ya consideraba su hembra, su esclava, su pertenencia.
Se apoderó luego de los tobillos de la linda mujer y las puso alrededor de su cintura, inconscientemente ella lo apretó con sus encantadoras piernas y sonrió cuando X le agarró ambas muñecas y se las detuvo por encima de la cabeza mientras seguía poseyéndola.
El ritmo de los tambores aceleró mientras X seguía susurrándole alteraciones superficiales y profundas a la espía.
– Vas muy bien… creo que debo prepararte…  para que conozcas… tu nuevo nombre… Sydney, no querrás que te confunda con Piernas… ¿Verdad? –le dijo al oído con la voz ronca y seductora.
– Yo… no se si… -trato de decir Syd profundamente excitada y confundida.
-Ssshhhh… tranquila… -la interrumpió su captor cubriendo con su otra mano la boca de la mujer, cuyos ojos ya estaban entrecerrados por el placer y la pasión- de todos modos mañana no recordarás nada de esto… al menos no conscientemente…
– Mmmmm… mmmm… -gimió de forma apagada.
Entonces el enmascarado la sujetó de los glúteos y la cargó como si fuera una pluma, sin sacar su miembro de ella se dio vuelta y se sentó en la cama con ella en su regazo, de inmediato puso sus manos en su breve cintura y la hizo seguir moviéndose, ella se dejó llevar,  arqueando la espalda recargó las manos en  las rodillas de su dueño y cerró los ojos mientras volteaba hacía el techo. Guiada por el hombre siguió subiendo y bajando al ritmo de los tambores cada vez más acelerados.
El encapuchado comenzó besar y mordisquear los senos y pezones de la trigueña mientras se movían acompasados.
– Aaaaahh… sigue… sigue… -gemía ya sin pudor la espía. En ese momento el hombre debajo de ella tomo sus muñecas y enganchó los grilletes al cinturón de metal a su espalda- ¿Qué  haces?… sigue…
– Muy bien Sydney… ya es hora… de que sepas tu nombre… desde hoy tu nombre será… Bombón… sin duda eres más… dulce que un panal de miel. ¿Te gusta?
– Ooohhh… oooohhh… -ella gemía sin que pareciera haber escuchado, a punto de venirse dominada por el placer.
De pronto X apagó la enloquecedora música de tambores, lo que le devolvió a la espía el control de su cuerpo.
– ¡Nooooo, déjeme, suélteme! –enloquecida por la ira y la vergüenza Syd se trató de apartarse del hombre.
Pero X estaba preparado, pasó sus brazos a cada lado de su cintura y se apoderó de los altos tacones de las botas de la mujer que estaba arrodillada en la cama sobre él, como si fueran un par de mandos le permitieron controlar y manipular el cuerpo cautivo de su hembra… así siguió penetrándola y obligándola a moverse con él.
– Aaaahhh… pare… basta… oooohh –gruñía Sydney mientras se retorcía avergonzada y desesperada.
Trató de resistir pero ya se encontraba al borde del orgasmo y el que el hombre la sometiera de ese modo fue el último empujón que inició su incontrolable explosión de placer.
– ¡Noooooooo! –gritó a todo pulmón casi cayendo de espaldas al arquear su espalda, solamente las firmes manos de X la detuvieron controlándola de nuevo por medio de los tacones de sus sensuales botas.
– ¡Dime tu nombre! –le ordenó el hombre mientras le daba un sonoro azote en sus firmes nalgas al sentirla estremecerse por el tremendo éxtasis.
– ¡Bombón! ¡Bombón Bristow! –sollozó suavemente al derrumbarse al fin sobre el cálido pecho de su captor, totalmente agotada.
Lo último que escuchó antes de sumirse en la inconsciencia fue la voz del hombre diciéndole suavemente:
– Descansa Bombón… aun tenemos trabajo, pero te has portado muy bien… bienvenida a mi harem.
CONTINUARÁ
 
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